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La libertad vive dentro de mí
está en mí, no en mi locura.
En mi capacidad de imaginar.
En los rayos del sol bañando mi cara,
en mi capacidad de tomar decisiones sabias; y de amar.
En liberarme a mí misma.
De todo miedo.
De toda ira.

La libertad es estar enjaulada,
con alas amarradas;
cerrar los ojos;
y poder volar
sentir la sangre fluir,
la voz correr,
volar,
trémulamente
súbitamente
corriendo por mi piel,
como  un papalote de colores brillantes
atrapado en mi piel.

La libertad está en cerrar los ojos,
escuchar el contorno de mis labios,
de mis besos a nadie.
En sentir mis pensamientos;
detener mis propios impulsos.

La libertad está en luchar contra el manifiesto a la locura.

Contra el sentimiento de estar parada sin piso bajo mis pies.

La libertad está en luchar contra lograr escuchar el silencio.
El silencio en el centro de mis pensamientos.
En el ronroneo de los colibríes y en el canto de los pájaros.

En todo eso está se encuentra la libertad.

Y en el ruido de la máquina de escribir del psiquiatra del pasillo que escribe y dicta mi diagnóstico.
Que existe, y produce un violento destrozo de mi borderline, golpeteo tras golpeteo.

Y la libertad, sobre todo, duerme en  la cama 14,  donde existe mi refugio, mi limbo, y mi salvación.
En 1, multiplicado por sí mismo, que es infinito, como el aleph que tengo tatuado; y en número 4, como el de los 4 pilares de un oráculo griego que adivina futuros, incluido el mío.
El día 28 de Enero, por desición propia, me interné durante 11 días en un psiquiatrico, debido a mi padecimiento, este es el resultado....
La casa del silencio
se yergue en un rincón de la montaña,
con el capuz de tejas carcomido.
Y parece tan dócil
que apenas se conmueve con el ruido
de algún árbol cercano, donde sueña
el amoroso cónclave de un nido.

Tal vez nadie la habita
ni la quiere,
y acaso nunca la vivieron hombres;
pero su lento corazón palpita
con profundo latir de resignado,
cuando el rumor la hiere
y la sangra del trémulo costado.

Imagino, en la casa del silencio,
un patio luminoso, decorado
por la hierba que roe las canales
y un muro despintado
al caer de las lluvias torrenciales.

Y en las noches azules,
la pienso conturbada si adivina
un balbucir de luz en sus escaños,
y la oigo verter con un ruido
ya casi imperceptible, contenido,
su lloro paternal de tres mil años.
Por el amplio silencio del instante
pasa un vago temor.

Tal vez gira la puerta sin motivo
y se recoge una visión distante,
como si el alma fuese un mirador.

Afuera canta un pájaro cautivo
y con gota fugaz el surtidor.

Tal vez fingen las cortinas altas
plegarse al toque de una mano intrusa,
y el incierto rumor
a las pupilas del enfermo acusa
un camino de llanto en derredor.

En sus ojos opacos, mortecinos,
se reflejan las cosas con candor,
mientras la queja fluye
a los labios exangües de dolor.

Cuenta la Hermana cuentas de rosario
y piensa en el Calvario
del Señor.

Pero invade la sombra vespertina
un extraño temor,
y en el péndulo inmóvil se adivina
la séptima caída del amor.

Tal vez gira la puerta sin motivo.
Afuera canta un pájaro cautivo,
y con gota fugaz el surtidor.
Por esta selva tan espesa,
donde nunca el sol penetró,
buscando voy una princesa
que se me perdió.

Entre los árboles copudos,
entre las lianas verdinegras
que trepan por los desnudos
troncos, como culebras;

entre las rocas de hosquedad
hostil y provocativa
y la pavorosa soledad
y la penumbra esquiva,

buscando voy una princesa
rubia como la madrugada
que no ha partido y que no regresa
desta espesura malhadada.

Dicen que al fin de aquella ruta,
que bordan el ciprés y el enebro,
hay una reina muy enjuta
que mora en un castillo muy *****;

que guarda en fieros torreones
otras princesas como la mía,
y que es sorda a las rogaciones
del desamparo y la agonía.

Mas, acaso si yo pudiese
ver a la reina, y su huella
seguir astuto, al cabo diese
con el castillo *****... ¡y con Ella!

Pero el más seguro instinto
no se sentiría capaz
de guiarse por el laberinto
desta penumbra pertinaz.

Es que el espíritu presiente
algo fatal que se avecina,
y es que acaso es más imponente
que lo que vemos claramente
lo que tan sólo se adivina.

Heme aquí, pues, con la alma opresa
en medio de obscuridad,
enamorado de una princesa
que se perdió en la selva espesa
tal vez por una eternidad...
Cómo era el instante, dígalo la musa
que las dichas trae, que las penas lleva:
la tristeza pasa, velada y confusa;
la alegría, rosas y azahares nieva.
Era en un amable nido de soltero,
de risas y versos, de placer sonoro;
era un inspirado cada caballero,
de sueños azules y vino de oro.
Un rubio decía frases sentenciosas:
negando y amando las musas eternas
un bruno decía versos como rosas,
dos sonantes rimas y palabras tiernas.
Los tapices rojos, de doradas listas,
cubrían panoplias de pinturas y armas,
que hablaban de bellas pasadas conquistas,
amantes coloquios y dulces alarmas.
El verso de fuego de D'Annunzio era
como un son divino que en las saturnales
guiara las manchadas pieles de pantera
a fiestas soberbias y amores triunfales.
E iban con manchadas pieles de pantera,
con tirsos de flores y copas paganas
las almas de aquellos jóvenes que viera
Venus en su templo con palmas hermanas.
Venus, la celeste reina que adivina
en las almas vivas alegrías francas,
y que les confía, por gracia divina,
sus abejas de oro, sus palomas blancas.
Y aquellos amantes de la eterna Dea,
a la dulce música de la regia rima
oyen el mensaje de la vasta Idea
por el compañero que recita y mima.
Y sobre sus frentes, que acaricia el lauro,
Abril pone amable su beso sonoro,
y llevan gozosos, sátiro y centauro,
la alegría noble del vino de oro.
Alarga el día en matinal hilera
tibias manchas de sol por la ciudad.
Se adivina casi la primavera,
como si descendiera
en lentas ráfagas de claridad.

La luz, la luz sumisa
(si no fuera
la luz, la llamaran sonrisa)
al trepar en los muros, por ligera,
dibuja la imprecisa
ilusión de una blanda enredadera.
¡Ondula, danza y trémula se irisa!

Y la ciudad, con íntimo candor,
bajo el rudo metal de una campana
despierta a la inquietud de la mañana,
y en gajos de color se deshilvana.

Pero puso el Señor,
a lo largo del día,
esencias de dolor
y agudo clavo de melancolía.

Porque la claridad, al descender
en giros de canción,
enciende una alegría de mujer
en el espejo gris del corazón.

Si ayer vimos la luna, desleída
sobre un alto silencioso de montañas...
si ayer la vimos derramarse en una
indulgencia de lámpara afligida,
y duele desnatar en las pestañas
el oro de la luna.
La noche de verano que amante nos cubría
De ti era digna: ¡el cielo tantos astros tenía!
¡Tan diáfano en las sombras era su azul turquí,
Tan gratos sus rumores en el boscaje umbrío,
y tanta la dulzura que bajaba en rocío
                        Sobre ti y sobre mí!

Tus manos en las mías, mi espíritu de hinojos,
Te admiraba en silencio, porque en tus bellos ojos
Cuanto es amor y dicha veía yo irradiar.
y sin nada decirnos en esa dulce calma,
El ensueño que en tu alma comenzaba, en mí alma
                        Venía a terminar.

y a Dios en lo más íntimo del alma bendecía
Porque a ti y a la noche dio secreta armonía,
y porque una infinita ternura puso en mí,
y os hizo. a ti y la noche, tan puras y tan bellas,
y a la callada noche dio encantos y dio estrellas,
                        y la hermosura a ti.

A Dios, en nuestras almas, con un amor profundo
Bendigamos contritos; hizo tu alma y el mundo,
y es él quien a mi pecho dio anhelos y dio amor.
Es él quien en su fondo todo misterio encierra;
Es él quien brillar hace tus ojos en la tierra,
                        y al astro da fulgor.

Es él quien hizo siempre del amor faro y guía;
El, quien hizo la noche más hermosa que el día,
y al amor dio la fuerza de vencer al dolor.
Es Dios quien en tu cuerpo, don de su mano pura,
Como en celeste copa derramó la hermosura,
                        y en mi alma, el amor.

Déjate amar, bien mío. Sólo vive quien ama;
El amor es la vida, lo que la mente inflama,
Lo que deplora el hombre su vida al declinar.
Sin él, nada es completo, y a él todo se eslabona.
La belleza es la frente, y el amor la corona:
                        ¡Déjate coronar!

Lo que llena el espíritu batallador del hombre
No ha sido nunca el oro, ni aún el mismo renombre,
Polvo vil que traemos de la lucha feral;
Ni la ambición que siempre va tras quimera vana,
y roe lentamente cuanto en la vida humana
                        Es anhelo ideal.

Lo que basta es el cambio risueño de miradas,
Los ahogados suspiros, las manos enlazadas,
El beso, licor de éxtasis, aroma de ilusión;
Todo lo que adivina la mente en otra mente,
y todas las canciones que surgen de la ardiente
                        Lira del corazón.

No hay nada bajo el cielo sin una ley secreta;
Todo tiene su abrigo, su retiro y su meta
Do el instinto nos fija: su barca, el pescador;
El águila, las cumbres do en clara luz se baña,
El lago azul, el cisne; y el ave, la montaña...
                        Las almas, el amor.
Mi amada se fue a la Muerte,
partió al Misterio mi amada;
se fue una tarde de invierno;
iba pálida, muy pálida.

Ella que, por su color,
gloriosamente rosada,
parecía un ser translúcido
iluminado por llama
interna...

             ¡Qué lividez
aquella, la de mi Ana,
y qué frialdad! ¡Si tenía
hasta las trenzas heladas!

¡Se fue a la Muerte, que es
nuestra Madre, nuestra Patria
y nuestra sola heredad
tras este valle de lágrimas!

Hoy hace tres meses justos
que se la llevaron trágicamente
inmóvil, y recuerdo
con qué expresión desolada
se plañía entre los árboles
el viento del Guadarrama.

¡Tres meses de viaje! ¡Nunca
fue nuestra ausencia tan larga!
Noventa días sin verla,
y sin una sola carta...

Abismo de los abismos,
distancias de las distancias,
hondura de las honduras,
muralla de las murallas,
¿donde tienes a mi muerta?
¡Dámela! ¡Dámela! ¡Dámela!

¡En vano en la noche lóbrega
suena y resuena la aldaba
con que llamo a la gran puerta
del castillo que se alza
en la cima misteriosa
de la fúnebre montaña!

Cierto, detrás de esa hostil
fortaleza, alguien se halla...
Se adivina no sé qué,
un confuso rumor de almas...

De fijo nos oyen, pero
nadie nos responde nada,
y resuena solamente,
con vibraciones metálicas,
en los ámbitos inmensos
el golpazo de la aldaba.

Hoy hace tres meses justos
que se la llevaron, tragicamente
inmóvil, y recuerdo
con qué expresión desolada
se plañía entre los arboles
el viento del Guadarrama;

y recuerdo también que
al cruzar por las barriadas
de Madrid me sollozó
una tétrica gitana:
"Señorito, una limosna
por la difunta de su arma!"
Si en el mundo fue tan bella,
¿cómo será en esa estrella
donde está?
¡Cómo será!

Si en esta prisión obscura,
en que más bien se adivina
que se palpa la hermosura,
fue tan peregrina,
¡cuán peregrina será
en el más allá!

Si de tal suerte me quiso
aquí, cómo me querrá
en el azul paraíso
en donde mora quizá?
¡Cómo me querrá!

Si sus besos eran tales
en vida, ¡cómo serán
sus besos espirituales!
¡Qué delicias inmortales
no darán!
Sus labios inmateriales,
¡cómo besarán!

Siempre que medito en esa
dicha que alcanzar espero,
clamo, cual Santa Teresa,
que muero porque no muero:
hallo la vida muy tarda
y digo: ¿cómo será
la ventura que me aguarda
donde ella está?
¡Cómo será!
Cassian Sep 27
Mi voz es tranquila.
Mis sueños son grandes.
Me encanta leer.
Nací para escribir.
Hago lo que quiero. Pierdo cualquier pelea física.
Podría dominarte psicológicamente.
Sólo mírame a los ojos.
Soy un demonio en tu armario.
Adivina mi nombre y vive si tienes razón.

(My voice is calm.
My dreams are big.
I love reading.
I was born to write.
I do what I want.
I lose any physical fight.
I could overpower you psychologically.
Just look me in the eyes.
I'm a demon in your closet.
Guess my name and live if you are right.)
was in the mood for spanish but dont expect perfection

— The End —