Los pesares ciegos bailotean sobre mí, sobre ti Se regocijan tenues, entre nuestras manos; ocultos Lejos estás, porque así lejos nos condenó el azar Ocultos yacen ya, todos los besos remotos que te pienso dar.
No son besos, frío pasar de verbena coloquial Parecen más, en mis oníricos despertares, daños. En visiones hipnagógicas te observo en silencio, Pero en la lucidez de nuestros días, te extraño eterno.
Permanecen quietos los malestares Y en éxodo se alejan mis vaguedades emocionales. Estás ahí, como yo aquí. Pero siempre ahí. Contigo.
Lamento de frenesí perpetua, de ojos oscuros Lamento de danzas incautas, de linajes pardos Lamento de huidas nuevas, éxodo de verdades ajenas Lamento de virtudes, de mentiras inverosímiles; mío sólo mío.