Te dije una vez que si volabas de mi, te esperaría.
Y si regresaste, te besaría tus alas hermosas aunque te permiten dejarme.
Pero te hiciste humano cuando dejaste que te arrancaran las alas, tirándolos en el piso como pañuelo de papel.
Entonces no volaste de mí, simplemente caminaste sobre la grava para esperar a que tu vida se desenredara.
En ese momento, el mundo perdio una hada para nada.
Y cuando vi tus alas andrajosas, las recogí del suelo, las desempolvé, y las uní a mis espalda.
Sin mirar atrás, tomé de vuelo, a un día nuevo.
Y así, estaba libre de ti.