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Sputnik Andrade Dec 2012
Tengo una caja guardada en una esquina de mi cuarto.

Nadie la ve, nadie la siente, porque es secreta y porque es sólo mía y porque tiene un hechizo. La maldición de Tutankamón.

Dentro de esa caja estoy yo en papel. Está también mi corazón y lo que esconde mi mente. Lo rige un rey indiferente, con la ley de Dios escrita en la frente. La caja es de madera pero su interior es de cerámica y de metal. Nadie puede entrar a ella porque no tiene llave.

Vivo yo ahí y ella vive en mí.

Así lo hemos decidido.

La caja es infinita como lo soy yo. Y también ahí viven los objetos que me dan peso. Que son pocos, porque tener muchos pueden asfixiar, pueden estorbar, estropearse y arruinarlo todo.

La caja es perfecta, porque es mi creación y es mía.

Ahí primero no había nada.

Las cosas vivían afuera y no adentro. Por eso era yo tan sensible. Los golpes eran reales, no metafísicos. Las pérdidas eran de verdad y no simbolismos. Y la inmortalidad inalcanzable.

Lo que primero vivió ahí fueron los actos no físicos. Los rituales. Pequeñas misas vulgares y paganas que había que repetir para que yo no saliera disparada a un no-lugar.

Había que mirar al sol de cierta manera cada mañana. Subir y mirarlo morir cada jueves.

Había que escoger la ropa con suma delicadeza. Porque había representaciones místicas y personales en cada arruga.

Había que tener el cabello corto, la nunca libre y las manos largas y sucias.

Y durante años pude existir. Autoconfirmada. Rituales inútiles. Sin ninguna finalidad religiosa o real. Sino ser piedras que sostienen. Vigas profundas. Agua que cubre. Cielo neblinoso.

La caja obtuvo su primer objeto y fue hecho por mí, no entregado. Pero lo perdió porque yo lo quemé. Y cada objeto que entraba que yo creaba tenía el mismo fin:

Morir en las llamas de la indiferencia y del olvido.

Hasta que me di cuenta de que había que hacer una conexión física con el exterior. Una mirilla. Un hilo transparente que se aferrará a algo.

Los rituales no son tangibles pero se realizan en la realidad y eso les da el peso suficiente. Sin embargo, un objeto es un objeto y nada puede cambiarle la naturaleza. Las cosas se dañan y se olvida. Deben ser confirmadas por dos parte. Debe existir un equilibrio o desaparecerán por siempre.

Así comencé a coleccionar objetos y la caja, por fin, se vio llena.

Casi todas las cosas eran pedazos de papel. Suéteres. Pulseras de tela a punto de romperse. Felpa inútil y flores muertas.

Los llamé tótems porque su función es nombrar. Me nombran a mi. Me susurran al oído que, ciertamente, existo. Que respiro y que observo. Que me duelen las cosas y que puedo brillar.

Y de acuerdo con las leyes de la física, la caja se transforma.

Adquiere y pierde cosas.

Cosas reales.

Cosas que tú puedes tocar y oler y masticar.

Existen en este mundo y existen dentro de mí. Son verdadera como la cosa más verdadera. Son hermosas como la cosa más hermosa.

Y en una caja en un esquina de mi cuarto, ahí estoy yo representada.
Leydis Oct 2018
Yo no tropiezo con la piedra,

Yo me tire de cabeza

Al parecer de piedra

están hechas mis fortalezas.



Me tire y lo hice sin pensar

he dejado el alma cementada en tantas varadas;

en paradas de autobús

en un tren que iba en vía contraria

en la contrariedad de mi alma

en piedras que se desmoronaban al soplarlas

en castillos de ensueños

en los sueños de algún abrazo nervioso

en el añoro del abrazo de un hombre que nunca me quiso,

en fin, me he quedado en tantas partes.



Me he quedado en tantas partes

y por arrojarme a la aventura,

a veces encontrando infortuna.

Llegue a ver un cielo con mil lunas,

vi alguna vez, como la bruma disfrutaba de mi amargura,

la presura maduraba mi armadura

mis cordilleras le pesaban a mi cintura

y me quede en majadas cobrizas

mi sonrisa convertida en ceños mórbidos

y los rizos de mi juventud quedaron en

los ejes verticales del camino donde deje tantas cosas..,



He dejado mi alma en tantas partes,

en los estancados cuentos de mi espíritu,

En historias incompletas, pero con finales,

En la finalidad del poema que logró su ultimo verso. 

En los versos que se esconden en mi corazón

pero rehúsan manifestarse en el librillo.



He dejado mi alma en tantas partes

En las librerías de viejos amores

En viejos paisajes y conucos de amapolas

En las olas de mares que nunca he buceado
En el bullicio de mis pensamientos atronados

En noches y días sin tarde

porque fue a veces, tardía mi llegada 

y al llegar realizar, que en fin…

Me quede en tantas partes.



LeydisProse
10/11/2018

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— The End —