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Señor, deja que diga la gloria de tu raza,
la gloria de los hombres de bronce, cuya maza
melló de tantos yelmos y escudos la osadía:
!oh caballeros tigres!, oh caballeros leones!,
!oh! caballeros águilas!, os traigo mis canciones;
!oh enorme raza muerta!, te traigo mi elegía.Aquella tarde, en el Poniente augusto,
el crepúsculo audaz era en una pira
como de algún atrida o de algún justo;
llamarada de luz o de mentira
que incendiaba el espacio, y parecía
que el sol al estrellar sobre la cumbre
su mole vibradora de centellas,
se trocaba en mil átomos de lumbre,
y esos átomos eran las estrellas.Yo estaba solo en la quietud divina
del Valle. ¿Solo? ¡No! La estatua fiera
del héroe Cuauhtémoc, la que culmina
disparando su dardo a la pradera,
bajo del palio de pompa vespertina
era mi hermana y mi custodio era.Cuando vino la noche misteriosa
-jardín azul de margaritas de oro-
y calló todo ser y toda cosa,
cuatro sombras llegaron a mí en coro;
cuando vino la noche misteriosa
-jardín azul de margaritas de oro-.Llevaban una túnica espledente,
y eran tan luminosamente bellas
sus carnes, y tan fúlgida su frente,
que prolongaban para mí el Poniente
y eclipsaban la luz de las estrellas.Eran cuatro fantasmas, todos hechos
de firmeza, y los cuatro eran colosos
y fingían estatuas, y sus pechos
radiaban como bronces luminosos.Y los cuatro entonaron almo coro...
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.Ante aquella visión que asusta y pasma,
yo, como Hamlet, mi doliente hermano,
tuve valor e interrogué al fantasma;
mas mi espada temblaba entre mi mano.-¿Quién sois vosotros, exclamé, que en presto
giro bajáis al Valle mexicano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.-¿Qué abismo os engendró? ¿De qué funesto
limbo surgís? ¿Sois seres, humo vano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.-Responded, continué. Miradme enhiesto
y altivo y burlador ante el arcano.
Tuve valor para decirles esto;
¡mas mi espada temblaba entre mi mano...!Y un espectro de aquéllos, con asombros
vi que vino hacia mí, lento y sin ira,
y llevaba una piel sobre los hombros
y en las pálidas manos una lira;
y me dijo con voces resonantes
y en una lengua rítmica que entonces
comprendí: -«¿Que quiénes somos? Los gigantes
de una raza magnífica de bronces.»Yo me llamé Netzahualcóyotl y era
rey de Texcoco; tras de lid artera,
fui despojado de mi reino un día,
y en las selvas erré como alimaña,
y el barranco y la cueva y la montaña
me enseñaron su augusta poesía.»Torné después a mi sitial de plumas,
y fui sabio y fui bueno; entre las brumas
del paganismo adiviné al Dios Santo;
le erigí una pirámide, y en ella,
siempre al fulgor de la primera estrella
y al son del huéhuetl, le elevé mi canto.»Y otro espectro acercóse; en su derecha
levaba una macana, y una fina
saeta en su carcaje, de ónix hecha;
coronaban su testa plumas bellas,
y me dijo: -«Yo soy Ilhuicamina,
sagitario del éter, y mi flecha
traspasa el corazón de las estrellas.»Yo hice grande la raza de los lagos,
yo llevé la conquista y los estragos
a vastas tierras de la patria andina,
y al tornar de mis bélicas porfías
traje pieles de tigre, pedrerías
y oro en polvo... ¡Yo soy Ilhuicamina!»Y otro espectro me dijo: -«En nuestros cielos
las águilas y yo fuimos gemelos:
¡Soy Cuauhtémoc!  Luchando sin desmayo
caí... ¡porque Dios quiso que cayera!
Mas caí como águila altanera:
viendo al sol, y apedreada por el rayo.»El español martirizó mi planta
sin lograr arrancar de mi garganta
ni un grito, y cuando el rey mi compañero
temblaba entre las llamas del brasero:
-¿Estoy yo, por ventura, en un deleite?,
le dije, y continué, sañudo y fiero,
mirando hervir mis pies en el aceite...»Y el fantasma postrer llegó a mi lado:
no venía del fondo del pasado
como los otros; mas del bronce mismo
era su pecho, y en sus negros ojos
fulguraba, en vez de ímpetus y arrojos,
la tranquila frialdad del heroísmo.Y parecióme que aquel hombre era
sereno como el cielo en primavera
y glacial como cima que acoraza
la nieve, y que su sino fue, en la Historia,
tender puentes de bronce entre la gloria
de la raza de ayer y nuestra raza.Miróme con su límpida mirada,
y yo le vi sin preguntarle nada.
Todo estaba en su enorme frente escrito:
la hermosa obstinación de los castores,
la paciencia divina de las flores
y la heroica dureza del granito...¡Eras tú, mi Señor; tú que soñando
estás en el panteón de San Fernando
bajo el dórico abrigo en que reposas;
eras tú, que en tu sueño peregrino,
ves marchar a la Patria en su camino
rimando risas y regando rosas!Eras tú, y a tus pies cayendo al verte:
-Padre, te murmuré, quiero ser fuerte:
dame tu fe, tu obstinación extraña;
quiero ser como tú, firme y sereno;
quiero ser como tú, paciente y bueno;
quiero ser como tú, nieve y montaña.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.Y hablaron tus labios, tus labios benditos,
y así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias: -«No hay nada pequeño,
ni el mar ni el guijarro, ni el sol ni la rosa,
con tal de que el sueño, visión misteriosa,
le preste sus nimbos, ¡y tu eres el sueño!»Amar, ¡eso es todo!; querer, ¡todo es eso!
Los mundos brotaron el eco de un beso,
y un beso es el astro, y un beso es el rayo,
y un beso la tarde, y un beso la aurora,
y un beso los trinos del ave canora
que glosa las fiestas divinas de Mayo.»Yo quise a la Patria por débil y mustia,
la Patria me quiso con toda su angustia,
y entonces nos dimos los dos un gran beso;
los besos de amores son siempre fecundos;
un beso de amores ha creado los mundos;
amar... ¡eso es todo!; querer... ¡todo es eso!»Así me dijeron tus labios benditos,
así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias y eternos anhelos.
Después, los fantasmas volaron en coro,
y arriba los astros -poetas de oro-
pulsaban la lira de azur de los cielos.Mas al irte, Señor, hacia el ribazo
donde moran las sombras, un gran lazo
dejabas, que te unía con los tuyos,
un lazo entre la tierra y el arcano,
y ese lazo era otro indio: Altamirano;
bronce también, mas bronce con arrullos.Nos le diste en herencia, y luego, Juárez,
te arropaste en las noches tutelares
con tus amigos pálidos; entonces,
comprendiendo lo eterno de tu ausencia,
repitieron mi labio y mi conciencia:
-Señor, alma de luz, cuerpo de bronce.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.Tú escuchaste mi grito, sonreíste
y en la sombra infinita te perdiste
cantando con los otros almo coro.
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro...
David Betten Oct 2016
MOTECUHZOMA
            Ah, Tlacaelel, ghost limb of my father,
            Who was a lord when I but governed dolls,
            The foremost man once more at our grave council.

TLACAELEL
            Those at life’s twilight like to rise at dawn.
            Good day, Motecuhzoma, emperor
            Of all the notable of known-of realms.

                                                        ­   Enter CUITLAHUAC

MOTECUHZOMA
            And here’s Cuitlahuac in his finest weeds,
            With darkened circles under bloodshot eyes.
            Well, little brother, you’re a paradox-
            My junior for a senior senator!

CUITLAHUAC
            Those two short years that separated us
            Must have profoundly aged and seasoned you,
            You point them out so often. But go on.
            Motecuhzoma, happy new year, sir.

TLACAELEL
            Good boy, Cuitlahuac. Stick it to the bully!

CUITLAHUAC
            Lord Tlacaelel, you’ve out-fathered Father,
            And middle age must curtsy to your years.

                     Enter a Priest of Tlaloc. Others trickle in, as many as may be.

MOTECUHZOMA
            High priest of Tlaloc, come. How fares our god
            Of fruitful springs and thunderstorm today?

PRIEST OF TLALOC
            He banquets with your captive warriors’ souls,
            And incense fumes his rosy breakfast, sire.

TLACAELEL
            Your grace, you know the judgment we have reached
            Regarding Hungry prince?

PRIEST OF TLALOC                               I have been briefed.
            But here Texcoco’s king himself arrives.
                                    
                   ­                                         Enter HUNGRY PRINCE.

MOTECUHZOMA
            Well, Hungry Prince! Co-sovereign of Texcoco,
            Comrade-in-arms, my true facsimile,
            Who’s shared the ruling of our empire, welcome.

HUNGRY PRINCE
            Hail, grand triumvir and my counterpart,
            A bright new year, you lords of Mexico.
            Our best regards from my side of the lake!
            And yet, it is a Triple Alliance we lead.
            Where’s brave Tlacopan’s king, our third accomplice?

MOTECUHZOMA
            That languid chief seemed spent and in decline,
            And, sadly, has been ordered back to bed;
            Our trident’s but a single spear today.
            But welcome all, and may we welcome here
            The first day of a new, uncharted year.

PRIEST OF TLALOC
            A New Year’s Day, which- due to the complex
            And interlocking gears of calendars-
            Comes only every fifty-second year.
A Lopez Dec 2015
Guadalajara,I miss your taste
Puebla, I miss your peoples face.
Texcoco,I miss your ways
Mexico city, I'll be back someday.
Toluca, your people cry
Jiquipilco, please keep those colors, do not die.
Zapopan, where are your men?
Guadalupe, I'm still your friend.
Coyoacan, of my own city
I want to see you, I want no pity.
Paseo de la Reforma, your tower rises,
Viva la raza, viva la Mexico!
Mataron a mis hermanos, a mis hijos, a mis tíos. A la orilla del
lago Texcoco me eché a llorar. Del Peñon subían
remolinos de salitre. Me cogieron suavemente y me depositaron en el
atrio de la Catedral. Me hice tan pequeña y tan gris que muchos
me confundieron con un montoncito de polvo. Sí, yo misma, la
madre del pedernal y de la estrella, yo, encinta del rayo, soy ahora la
pluma azul que abandona el pájaro en la zarza. Bailaba, los
pechos en alto y girando, girando, girando hasta quedarme quieta;
entonces empezaba a echar hojas, flores, frutos. En mi vientre
latía el águila. Yo era la montaña que engendra
cuando sueña, la casa del fuego, la olla primordial donde el
hombre se cuece y se hace hombre. En la noche de las palabras
degolladas mis hermanas y yo, cogidas de la mano, saltamos y cantamos
alrededor de la I, única torre en pie del alfabeto arrasado.
Aún recuerdo mis canciones:


                                        Canta en la verde espesura
                                        la luz de garganta dorada,
                                        la luz, la luz decapitada.

Nos dijeron: la vereda derecha nunca conduce al invierno. Y ahora las
manos me tiemblan, las palabras me cuelgan de la boca. Dame una sillita
y un poco de sol.

En otros tiempos cada hora nacía de vaho de mi aliento, bailaba
un instante sobre la ***** de mi puñal y desaparecía por
la puerta resplandeciente de mi espejito. Y yo era el mediodía
tatuado y la noche desnuda, el pequeño insecto de jade que canta
entre las yerbas del amanecer y el zenzontle de barro que convoca a los
muertos. Me bañaba en la cascada solar, me bañaba en
mí misma, anegada en mi propio resplandor. Yo era el pedernal
que rasga la cerrazón nocturna y abre las puertas del chubasco.
En el cielo del Sur planté jardines de fuego, jardines de
sangre. Sus ramas de coral todavía rozan la frente de los
enamorados. Allá el amor es el encuentro en mitad del espacio de
dos aerolitos y no esa obstinación de piedras frotándose
para arrancarse un beso que chisporrea.

Cada noche es un párpado que no acaban de atravesar las espinas.
Y el día no acaba nunca, no acaba nunca de contarse a si mismo,
roto de monedas de cobre. Estoy cansada de tantas cuentas de piedra
desparramadas en el polvo. Estoy cansada de este solitario tronco.
Dichoso el alacrán madre, que devora a sus hijos. Dichosa la
araña. Dichosa la serpiente, que muda de camisa. Dichosa el agua
que se bebe a sí misma. ¿Cuándo acabarán de
devorarme estas imágenes? ¿Cuándo acabaré
de caer en esos ojos desiertos?

Estoy sola y caída, grano de maíz desprendido de la
mazorca del tiempo. Siémbrame entre los fusilados. Naceré
del ojo del capitán. Lluéveme, asoléame. Mi cuerpo
arado por el tuyo ha de volverse un campo donde se siembra uno y se
cosechan ciento. Espérame al otro lado del año: me
encontrarás como un relámpago tendido a la orilla del
otoño. Toca mis pechos de yerba. Besa mi vientre, piedra de
sacrificios. En mi ombligo el remolino se aquieta: yo soy el centro
fijo que mueve la danza. Arde, cae en mí: soy la fosa de cal
viva que cura los huesos de su pesadumbre. Muere en mis labios. Nace en
mis ojos. De mi cuerpo brotan imágenes: bebe en esas aguas y
recuerda lo que olvidaste al nacer. Soy la herida que no cicatriza, la
pequeña piedra solar: si me rozas, el mundo se incendia.
Toma mi collar de lágrimas. Te espero en ese lado del tiempo en
donde la luz inaugura un reinado dichoso: el pacto de los gemelos
enemigos, del agua que escapa entre los dedos de hielo, petrificado
como un rey en su orgullo. Allí abrirás mi cuerpo en dos,
para leer las letras de tu destino.
J Eduardo Ramos Aug 2014
Una noche en la Ciudad de México,
En esa ciudad antigua, espesa de cultura sobre un árido Lago de Texcoco;
primitiva como sus religiones sangrientas, y moderna como afilado
Cuchillo de plata y nácar.
Aunque las piramides de el sol
Y la luna
No fueron testigos,
Y no nos encontramos abrazados, desnudos, sobre la Calzada de Los Muertos,
La nívea sabana se tiño de virginal
Pureza en rojo de entrega,
tu vez primera.

J Eduardo Ramos©
David Betten Oct 2016
TLACAELEL                                                            
            The weeks since last we met found Hungry Prince
            Of late locked in his tower, casting scrolls
            Which chart the star-crossed charms of the occult.
            And in the predawn darkness of his arts,
            He broke through to a voice from the beyond
            Which whispered that the throne of Mexico
            Must soon come to be ruled by foreigners.

PRIEST OF TLALOC
            And thus the emperor submits to trial,
            And these, their wagers, are red herrings, then.

TLACAELEL
            To spare us the demoralizing news.
            The spirits’ hands will steer them to reveal
            If this prognostication failed or not.

PRIEST OF TLALOC
            The ball’s in motion. Let the gods decide.

TLACAELEL
            Motecuhzoma falls! The ball is down! The ball is down!

PRIEST OF TLALOC
            Dust rises, and our lord is lost to view!

TLACAELEL
            Three in a row! Were we left hanging, then,
            For torturers to **** by small and small?

                              MOTECUHZOMA and HUNGRY PRINCE reappear.

MOTECUHZOMA [aside]
            I’ve lost then, but the full significance
            Of that word “lost” I’ve yet begun to know.
            Gods need not lie, and here we have their words.
            Well, let it come. [to Tlacaelel] Unseal the wagers, lord,
            And read before these noble witnesses
            The stakes we trusted to you at the serve.

TLACAELEL
            First, the abortive fee for Hungry Prince:
            King of Texcoco, had this victory
            Been won by his imperial majesty,
            And you had failed, your forfeiture had been . . .
                                                             [Opens the first wager.]
            The loss of all your lands, your courts, your throne,
            And all, for your opponent’s acquisition,
            Decoronation to a common man,
            And forced prostration to this gentleman.

HUNGRY PRINCE
            A staggering ransom! I must thank the gods,
            Not for their championing me, but truth.
From my play in verse, thefloralwar.com
David Betten Oct 2016
MOTECUHZOMA
            Now, Hungry Prince, let’s brace for weighty words.            
            You know that since our founding fathers’ reign
            Our kingdoms have been linked like tilting twins,
            Sharing the fruits and frowns of war alike,
            Two striding shanks, each foot outreaching each,
            My Mexicans, the eagles of this island,
            Across the lake, your leopards of Texcoco,
            Dainty Tlacopan third and least of all.

CUITLAHUAC
            But, since the death of wise Hungry Coyote-
            Your father- one alone has hitched the wind,
            One arm engirdling our fractious state,
            Which on one mighty truncheon hops her way.

MOTECUHZOMA
            Our Triple Alliance therefore is dissolved.
            Now must this galled umbilical be clipped,
            Tlacopan liquidated for our bullion,
            And you to trudge your solitary trail,
            With gods’ best blessings for your bond and bail.

HUNGRY PRINCE [aside]
            Oh, let my heart freeze up at this cold news,
            For if this tongue should blab the ****** thoughts
            These staunchless chambers seal inside my chest,
            The tyrant should extract this swollen fruit,
            And make my skull the drinking cup of God.
            Thus should I truly mirror this prodigy-
            A heartless sap, who’s plainly lost his head.

TLACAELEL
            Hungry Prince,
            Take aim at only what is possible,
            For you and I alike both know the fancy
            Of human justice only enters where
            The pressure of necessity is equal,
            And that the stout and rivalrous exact
            All that they can, the weak grant what they must.
            Of gods we do believe, of men we know,
            That by a natural proclivity,
            Wherever they can wield the whip, they will.
            This primal rule was not drawn up by us,            
            Nor were we first to heed its nascent call.
            The trail’s long blazed, and we do but inherit
            This trait, and shall bequeath it to all time,
            Content to know that you and all mankind,
            If once enfranchised vast as we are now,
            Would do as we now do.
                                              Exit all but Motecuhzoma and Hungry Prince.

HUNGRY PRINCE                                Thus it must be,
            Since thus you have declared it for a rule.
            And though this outlook seems the sophistry
            Of inharmonious and immoderate minds,
            Who will say ‘no’ when you have said ‘it’s so?’

MOTECUHZOMA
            Do not return, when taxmen come to call,
            And whine that I require too much of you,
            Since now you nod assent to my decree.
            You know the fortune of capricious war:
            Today for you, tomorrow it’s for me.                       Exit.

HUNGRY PRINCE
            Then revel it, old ruffian, while you may.
            Tomorrow’s but a fitful sleep away.                         *Exit.

— The End —