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Ven mi Juan, y toma asiento
En la mejor de tus sillas;
Siéntate aquí, en mis rodillas,
Y presta atención a un cuento.

Así estás bien, eso es,
Muy cómodo, muy ufano,
Pero ten quieta esa mano;
Vamos, sosiega esos pies.

Este era un rey... me maltrata
El bigote ese cariño,
Este era un rey... vamos niño,
Que me rompes la corbata.

Si vieras con qué placer
Ese rey... ¡Jesús! ¡qué has hecho!
¿Lo ves? en medio del pecho
¡Me has clavado un alfiler!

¿Y mi dolor te da risa?
Escucha y tenme respeto:
Éste era un rey... deja quieto
El cuello de mi camisa.

Oír atento es la ley
Que a cumplir aquí te obligo...
Deja mi reloj... prosigo.
Atención: Este era un rey...

Me da tormentos crueles
Tu movilidad chicuelo,
¿Ves? has regado en el suelo
Mi dinero y mis papeles.

Responde: ¿me has de escuchar?
Este era un rey... ¡qué locura!
Me tiene en grande tortura
Que te muevas sin parar.

Mas ¿ya estás quieto? Sí, sí
Al fin cesa mi tormento...
Este era un rey, oye el cuento
Inventado para ti.

Y agrega el niño, que es ducho
En tramar cuentos a fe:
«Este era un rey...» ya lo sé
Porque lo repites mucho.

Y me gusta el cuentecito
Y mira ya lo aprendí:
«Este era un rey», ¿no es así?
«¡Qué bonito! ¡Qué bonito!»

Y de besos me da un ciento,
Y pienso al ver sus cariños:
Los cuentos para los niños,
No requieren argumento.

Basta con entender
Su espíritu de tal modo
Que nos puedan hacer todo
Lo que nos quieran hacer.

Con lenguaje grato o rudo
Un niño, sin hacer caso,
Va dejando paso a paso
A su narrador desnudo.

Infeliz del que se escama
Con esas dulces locuras:
¡Si estriba en sus travesuras
El argumento del drama!

¡Oh Juan! me alegra y me agrada
Tu movilidad tan terca;
Te cuento por verte cerca
Y no por contarte nada.

Y bendigo mi fortuna,
Y oye el cuento y lo sabrás;
«Era un rey a quien jamás
Le sucedió cosa alguna».
Al timón de un gallardo navío
maniobra con manos prudentes un joven piloto.
A través de la niebla trepida con pávido brío
el metálico ritmo de un tañido remoto…

Es la ronca campana marina,
la inquietante campana,
la campana de alarma que plañe en la costa lejana,
al vaiven de la olas coléricas, su inquietud repentina.

Suena, suena en la noche, vigilante campana costeña,
revelando el acecho del escollo bravío;
suena, suena con ímpetu, y despierta al piloto que sueña
al timón de su débil navío!

Pero el nauta inexperto
no olvidó la prudencia
en el puerto.
Avizor, ambicioso y altivo -tres veces despierto-,
oyó al punto, a lo lejos, la sonora advertencia.

Y el ligero navío, de incontables tesoros repleto,
bajo el sólido puño del piloto se inclina,
y levanta la proa espumaste después, como un reto,
mientras vibra más trémula y próxima la campana
marina…

Y el esplendido y noble navío se aleja ágilmente,
y su blanco velamen gentil se destaca
en la espesa y opaca
neblina, eludiendo la rauda corriente,

bajo el gélido azote de la racha inclemente,
mientras hierve con sordo fragor la resaca...
.......................................................­.....................
Sí, Dios mio:
¡Se ha salvado un navío! Pero el orto navío
inmortal,
el navío inmortal que va a bordo de ese frágil
navío,
¿Qué piloto es capaz de alejarlo del escollo fatal?

Navío del alma, que ninguna bonanza sosiega;
que en el tosco navío del cuerpo navegas en pos
de una costa de luz que no llega:
Navega, navío sin brújula, navega, navega, navega!,
atento a la eterna y magnánima campana de Dios!
Lautaro Nov 11
El mar, espejo de calma y anhelo,
canta en la orilla su dulce canción,
un vaivén que envuelve en su vuelo,
un latido que despierta la pasión.

De pronto, un viento quiebra el sosiego,
las olas se alzan, el cielo se enciende,
la marea, en su ímpetu, despliega su juego,
y el alma se entrega, se rinde y sorprende.

El corazón, que dormía en calma,
late con fuerza, se enciende en su fuego,
el amor, en su danza, sacude y embalsama,
y cada estruendo se siente más tierno.

Pero tras la tormenta y la emoción,
regresa el murmullo, la espuma se entrega,
la luna, cómplice de la devoción,
acaricia al mar, que en amor se sosiega.

Así es el alma, de amor encendida,
de paz a tormenta, de deseo a fervor,
y en cada ola, perdida y rendida,
renace más fuerte, bañada en amor.
El poema compara el proceso de enamorarse con el mar, mostrando cómo las emociones pasan de la calma a la tormenta. El amor llega de forma inesperada, agita el corazón y transforma al alma, pero tras la intensidad del sentimiento, la paz regresa, dejando una sensación de renacimiento y fuerza renovada. El mar simboliza ese cambio emocional, de caos a serenidad, al igual que el amor puede transformar profundamente a una persona. :)
Claudia Dec 9
Mariposa gris de frenético aleteo
amores y anhelos llenan el aire mortal
acepta la vejez y ajeno goteo
indicador insensible del triste final

Conoce su destino, cesando su emoción
su acelerado ritmo sosiega en corrosión.
Cercana al horizonte, recuerda una canción
en boca de ese amor, soneto de pasión

Alas paralizaron, conscientes del final.
Como hoja en otoño, su templo cae sin mal.
Mariposa negra, aleteo sin igual
con amores y anhelos ve hacia tu viaje astral.
written jun 2022

— The End —