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Oh, Billy!
rebujando el olor acre
de la tierra
encontraste el dolor esencial
de los amantes.
Matando al guerrero Sartoris
resucitaste la voluntad férrea
de Moisés y su vara,
de Absalón y su escala.
¡Acompáñanos!
porque la novela no ha terminado:
se ha detenido
(un poco)
en el agonizante collado
para labrar la tierra
contigo, con ellos
y los otros
que conocen el misterio
pero apenas lo revelan.

Jorge Gómez Arias
Caminando hacia el mar
en la pradera
-es hoy noviembre-,
todo ha nacido ya,
todo tiene estatura,
ondulación, fragancia.
Hierba a hierba
entenderé la tierra,
paso a paso
hasta la línea loca
del océano.
De pronto una ola
de aire agita y ondula
la cebada salvaje:
salta
el vuelo de un pájaro
desde mis pies, el suelo
lleno de hilos de oro,
de pétalos sin nombre,
brilla de pronto como rosa verde,
se enreda con ortigas que revelan
su coral enemigo,
esbeltos tallos, zarzas
estrelladas,
diferencia infinita
de cada vegetal que me saluda
a veces con un rápido
centelleo de espinas
o con la pulsación de su perfume
fresco, fino y amargo.
Andando a las espumas
del Pacífico
con torpe paso por la baja hierba
de la primavera escondida,
parece
que antes de que la tierra se termine
cien metros antes del más grande océano
todo se hizo delirio,
germinación y canto.
Las minúsculas hierbas
se coronaron de oro,
las plantas de la arena
dieron rayos morados
y a cada pequeña hoja de olvido
llegó una dirección de luna o fuego.
Cerca del mar, andando,
en el mes de noviembre,
entre los matorrales que reciben
luz, fuego y sal marinas
hallé una flor azul
nacida en la durísima pradera.
De dónde, de qué fondo
tu rayo azul extraes?
Tu seda temblorosa
debajo de la tierra
se comunica con el mar profundo?
La levanté en mis manos
y la miré como si el mar viviera
en una sola gota,
como si en el combate
de la tierra y las aguas
una flor levantara
un pequeño estandarte
de fuego azul, de paz irresistible,
de indómita pureza.
Phocás el campesino, hijo mío, que tienes
en apenas escasos meses de vida, tantos
dolores en tus ojos que esperan tantos llantos
por el fatal pensar que revelan tus sienes...Tarda a venir a este dolor adonde vienes,
a este mundo terrible en duelos y en espantos;
duerme bajo los Ángeles, sueña bajo los Santos,
que ya tendrás la Vida para que te envenenes...Sueña, hijo mío, todavía, y cuando crezcas,
perdóname el fatal don de darte la vida
que yo hubiera querido de azul y rosas frescas;pues tú eres la crisálida de mi alma entristecida,
y te he de ver, en medio del triunfo que merezcas
renovando el fulgor de mi psique abolida.
Leydis Sep 2017
Cuando pienso en ti…
cuando tu boca me incita,
cuando tus manos juegan con mi picardía,
todo mi cuerpo se ilumina,
se revelan los caminos que conducen al delirio,
al goce divino,
amarnos hasta agotarnos,
hasta que el hastió se mude,
hasta que el cielo se nuble,
hasta que infierno se enfríe,
hasta que resurjan los grandes poetas,
hasta que tu boca me sienta liviana y atenta,
hasta que te nutras en mi esencia,
y se rejuvenezca la tierra.

Y eso es solo cuando te pienso
No quiero ni decirte lo que pasa…
cuando pienso en tus besos.

LeydisProse
8/23/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
John D Conandes Aug 2013
Oda a Don Eterno

Gracias por tu mano y las líneas que dieron tus años
Por la senda que zanjaron tus surcos festivos
Por el sabor cristalino al decir tus palabras
Por transformar la vida en un sueño de niños entre hombres templados con miedo y
Por las implacables páginas de tu candor que revelan la estrella polar al marinero perdido.

Firmaste por todos los hombres esperando en la línea estrecha del pacífico, y orquestaste un concierto de ideas salvajes que conocieron el deseo del alma.

Gracias…

— The End —