¡Imposible olvidarte, de la infancia querida,
y los primeros sueños, dulce y quieta morada!
¡Casa de nuestros padres, siempre fuiste en la vida
La de mayor encanto... siempre la más amada!
Aquí el papel que cubre la alcoba silenciosa,
El papel desteñido donde al caer el día
Las guirnaldas contábamos, guirnaldas color rosa,
Con ojos impregnados de honda melancolía.
Allá, en la Nochebuena, con ánimo impaciente,
El zapato poníamos, junto a aquella ventana.
¡Cuántos dulces recuerdos despierta en nuestra mente,
Recuerdos familiares, el son de una campana!
Allá donde la tarde vierte su luz escasa,
Dio los primeros pasos la adorada hermanita;
en todos los rincones y cuartos de la casa
viven gratas memorias de dulzura infinita.
Se encuentra como entonces el hogar. Solamente
se mira en los espejos una tristeza ignota,
Por haber recogido mustia la faz doliente
De abuelas melancólicas en una edad remota.
Todo está como entonces en somnolienta calma,
y en la luz que la noche vecina ha amortiguado
Parece que el encanto se eterniza en el alma
del hogar venturoso que el tiempo no ha cambiado.
Sillones de otros tiempos en donde las abuelas
nos acostaban siempre cansados y dormidos;
sillones ya pasados de moda, con sus telas
marchitas y sus viejos bordados desteñidos;
Muebles que siempre guardan el puesto acostumbrado
En salones y alcobas; conocidos rumores;
Jardín con nuestras huellas; viñedo y emparrado;
Santa casa paterna, casa de mis mayores;
¡Quién podría olvidaros, sombras de tiempos idos,
hogar en donde vive nuestra alma prisionera,
sobre todo, si tantos ataúdes queridos
Hemos visto, entre lágrimas, bajar por la escalera!