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Elizabeth L May 2014
Cuando era niña, mi mamá told me to speak in spanish cuando I couldn't say mis "r"s en inglés.  Garlic made my mouth stink from the broth I drank when sick, so I ate spicy things to soothe my throat.  Muchas veces comímos tamales por la Navidad.  Cuando era niña, creí que era mexicana, pero soy blanca.  Y tengo miedo de hablar español en frente de los nativos y no sé como mostrarlos mi habilidad real.  En el fín, soy una wera, y más que eso, soy francés, y más que eso, soy alemán, and more than that, I'm finnish.

I tried to take pride in my heritage and learn this obscure language.  I tried to find similarities in appearance and personality.  I boasted of this culture that I so wanted to love and be a part of.  I thought I'd found my viking roots but no one around me cared.  I learned "tourist finnish" and forgot it because I couldn't practice.  I read the Kalevala and laughed at old newspaper articles about the joke of "St. Uhro's Day."  I pointed out weird translations in songs due to too many syllables, but in the end, I was too many generations away from being truly finnish.

Why are there so many poems about love?  Maybe it's because when we're in love we stop searching for somewhere to belong because we've found someone to belong to.  I've found my person but not my people.  I've been to seven schools and cried each time I left because I lost those I had tried to make into my extended family.  I try to fit in with so many groups because I feel like I never fit in with just one and in the end I'm on the outskirts.  We have so few people come to holidays and none of them really ever talk with me.  I have a mother but she's an island in a sea of lost chances and forgotten ties.  We seek love to have a claim to something but I've had to learn that I can lose that, too.  I strive for heritage to make up for family dysfunction.  In the end I am white, or rather, white-washed.  I was born without ethnic belonging and have not belonged ever since.
La hélice deja de latir;
así las casas no se vuelan,
como una bandada de gaviotas.

Erizadas de manos y de brazos
que emergen de unas mangas enormes,
las barcas de los nativos nos abordan
para que, en alaridos de gorila,
ellos irrumpan en cubierta
y emprendan con fardos y valijas
un partido de "rugby".

Sobre el muelle de desembarco,
que, desde lejos,
es un parral rebosante de uvas negras,
los hombres, al hablar,
hacen los mismos gestos
que si tocaran un "jazz-band",
y cuando quedan en silencio
provocan la tentación
de echarles una moneda en la tetilla
y hundirles de una trompada el esternón.

Calles que suben,
titubean,
se adelgazan
para poder pasar,
se agachan bajo las casas,
se detienen a tomar sol,
se dan de narices
contra los clavos de las puertas
que les cierran el paso.

¡Calles que muerden los pies
a cuantos no los tienen achatados
por las travesías del desierto!

A caballo en los lomos de sus mamas,
los chicos les taconean la verija
para que no se dejen alcanzar
por los burros que pasan
con las ancas ensangrentadas
de palos y de erres.

Cada ochocientos metros
de mal olor
nos hace "flotar"
de un "upper-cut".

Fantasmas en zapatillas,
que nos miran con sus ojos desnudos,
las mujeres
entran en zaguanes tan frescos y azulados
que los hubiera firmado Fray Angélico,
se detienen ante las tiendas,
donde los mercaderes,
como en un relicario,
ensayan posturas budescas
entre las nubes tormentosas
de sus pipas de "kiff".

Con dos ombligos en los ojos
y una telaraña en los sobacos,
los pordioseros petrifican
una mueca de momia;
ululan lamentaciones
con sus labios de perro,
o una quejumbre de "cante hondo";
inciensan de tragedia las calles
al reproducir sobre los muros
votivas actitudes de estela.

En el pequeño zoco,
las diligencias automóviles,
¡guardabarros con olor a desierto!,
ábrense paso entre una multitud
que negocia en todas las lenguas de Babel,
arroja y abaraja los vocablos
como si fueran clavas,
se los arranca de la boca
como si se extrajera los molares.

Impermeables a cuanto las rodea,
las inglesas pasean en los burros,
sin tan siquiera emocionarse
ante el gesto con que los vendedores
abren sus dos alas de alfombras:
gesto de mariposa enferma
que no puede volar.

Chaquets de cucaracha,
sonrisas bíblicas,
dedos de ave de rapiña,
los judíos realizan la paradoja de vender
el dinero con que los otros compran;
y cargados de leña y de jorobas
los dromedarios arriban
con una escupida de desprecio
hacia esa humanidad que gesticula
hasta con las orejas,
vende hasta las uñas de los pies.

¡Barrio de panaderos
que estudian para diablo!
¡Barrio de zapateros
que al rematar cada puntada
levantan los brazos
en un simulacro de naufragio!
¡Barrio de peluqueros
que mondan las cabezas como papas
y extraen a cada cliente
un vasito de "sherry-brandy" del cogote!

Desde lo alto de los alminares
los almuédanos,
al ver caer el Sol,
instan a lavarse los pies
a los fieles, que acuden
con las cabezas vendadas
cual si los hubieran trepanado.

Y de noche,
cuando la vida de la ciudad
trepa las escaleras de gallinero
de los café-conciertos,
el ritmo entrecortado
de las flautas y del tambor
hieratiza las posturas egipcias
con que los hombres recuéstanse en los muros,
donde penden alfanjes de zarzuela
y el Kaiser abraza en las litografías al Sultán...

En tanto que, al resplandor lunar,
las palmeras que emergen de los techos
semejan arañas fabulosas
colgadas del cielo raso de la noche.
La calle pasa con olor a desierto, entre un friso de negros sentados sobre el cordón de la vereda.
Frente al Palacio de la Gobernación:
                                                      ¡CALOR! ¡CALOR!
Europeos que usan una escupidera en la cabeza.
Negros estilizados con ademanes de sultán.
El candombe les bate las ubres a las mujeres para que al pasar, el ministro les ordeñe una taza de chocolate.
¡Plantas callicidas! Negras vestidas de papagayo, con sus crías en uno de los pliegues de la falda. Palmeras, que de noche se estiran para sacarle a las estrellas el polvo que se les ha entrado en la pupila.
¡Habrá cohetes! ¡Cañonazos! Un nuevo impuesto a los nativos. Discursos en cuatro mil lenguas oscuras.
Y de noche:
                            ¡ILUMINACIÓN!
                                                        a cargo de las
                                                        constelaciones.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Kodein Oct 24
Linda árvore venenosa, que majestosa tu és
Nem parece que tu possui raízes podres

Mas, afinal, de onde tu puxaste essas podres raízes? Teu bosque nativo é mais saudável que mil crianças

Talvez, você tenha nascido contaminada, destinada a ter este trágico fim

És venenosa, será que por tua culpa ou de terceiros?
De qualquer maneira, isso sequer importa.

A única coisa que verão em ti são tuas raízes e tua aparência.

Que alma nesse mundo seria capaz de olhar pra ti e ver beleza?

É melhor parar de sonhar com um dia te enxergar no reflexo do rio tão bela quanto teus bosques

Nem mesmo teus nativos te aceitaram, és apenas uma falha da natureza

Tão repugnante e negligênciado quanto um filho *******

Tu conviverás com a rejeição até que morra, essa é a culpa que tu carregará por ser venenosa
me sinto rejeitado

— The End —