He caminado (quien sabe cuanto)
coleccionando la piel muerta
que caía de un reloj
ubicado en la esquina llena de moho de mi cuarto.
No tengo historias para contar,
no sentí nada real,
no fui nada real.
Mi vida se encuentra en los pasillos
de un edificio vacío
donde merodean todas mis mascotas
esperando que les dé de comer,
las que siguen con vida, al menos.
Construí un mundo nuevo
hecho del humo del fuego.
En él pasan todo tipo de eventos
que justifican todo tipo de violencia,
que trato con olanzapina e idealización suicida.
Los minutos, por su parte, tropiezan
de un escalón a otro
hasta el fondo.