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Dice la tarde: '¡Tengo sed de sombra!'
Dice la luna: '¡Yo, sed de luceros!'
La fuente cristalina pide labios
y suspira el viento.

Yo tengo sed de aromas y de risas,
sed de cantares nuevos
sin lunas y sin lirios,
y sin amores muertos.

Un cantar de mañana que estremezca
a los remansos quietos
del provenir. Y llene de esperanza
sus ondas y sus cienos.

Un cantar luminoso y reposado
pleno de pensamiento,
virginal de tristeza y de angustias
y virginal de ensueños.

Cantar sin carne lírica que llene
de risas el silencio
(una bandada de palomas ciegas
lanzadas al misterio).

Cantar que vaya al alma de las cosas
y al alma de los vientos
y que descanse al fin en la algería
del corazón eterno.
Para y óyeme ¡oh sol! yo te saludo
y extático ante ti me atrevo a hablarte:
ardiente como tú mi fantasía,
arrebatada en ansia de admirarte
intrépidas a ti sus alas guía.
¡Ojalá que mi acento poderoso,
sublime resonando,
del trueno pavoroso
la temerosa voz sobrepujando,
¡oh sol! a ti llegara
y en medio de tu curso te parara!
¡Ah! Si la llama que mi mente alumbra
diera también su ardor a mis sentidos;
al rayo vencedor que los deslumbra,
los anhelantes ojos alzaría,
y en tu semblante fúlgido atrevidos,
mirando sin cesar, los fijaría.
¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente!
¡Con qué sencillo anhelo,
siendo niño inocente,
seguirte ansiaba en el tendido cielo,
y extático te vía
y en contemplar tu luz me embebecía!
De los dorados límites de Oriente
que ciñe el rico en perlas Oceano,
al término sombroso de Occidente,
las orlas de tu ardiente vestidura
tiendes en pompa, augusto soberano,
y el mundo bañas en tu lumbre pura,
vívido lanzas de tu frente el día,
y, alma y vida del mundo,
tu disco en paz majestuoso envía
plácido ardor fecundo,
y te elevas triunfante,
corona de los orbes centellante.
Tranquilo subes del cénit dorado
al regio trono en la mitad del cielo,
de vivas llamas y esplendor ornado,
y reprimes tu vuelo:
y desde allí tu fúlgida carrera
rápido precipitas,
y tu rica encendida cabellera
en el seno del mar trémula agitas,
y tu esplendor se oculta,
y el ya pasado día
con otros mil la eternidad sepulta.
    ¡Cuántos siglos sin fin, cuántos has visto
en su abismo insondable desplomarse!
¡Cuánta pompa, grandeza y poderío
de imperios populosos disiparse!
¿Qué fueron ante ti?  Del bosque umbrío
secas y leves hojas desprendidas,
que en círculos se mecen,
y al furor de Aquilón desaparecen.
Libre tú de la cólera divina,
viste anegarse el universo entero,
cuando las hojas por Jehová lanzadas,
impelidas del brazo justiciero
y a mares por los vientos despeñadas,
bramó la tempestad; retumbó en torno
el ronco trueno y con temblor crujieron
los ejes de diamante de la tierra;
montes y campos fueron
alborotado mar, tumba del hombre.
Se estremeció el profundo;
y entonces tú, como señor del mundo,
sobre la tempestad tu trono alzabas,
vestido de tinieblas,
y tu faz engreías,
y a otros mundos en paz resplandecías,
    y otra vez nuevos siglos
viste llegar, huir, desvanecerse
en remolino eterno, cual las olas
llegan, se agolpan y huyen de Oceano,
y tornan otra vez a sucederse;
mientras inmutable tú, solo y radiante
¡oh sol! siempre te elevas,
y edades mil y mil huellas triunfante.
    ¿Y habrás de ser eterno, inextinguible,
sin que nunca jamás tu inmensa hoguera
pierda su resplandor, siempre incansable,
audaz siguiendo tu inmortal carrera,
hundirse las edades contemplando
y solo, eterno, perenal, sublime,
monarca poderoso, dominando?
No; que también la muerte,
si de lejos te sigue,
no menos anhelante te persigue.
¿Quién sabe si tal vez pobre destello
eres tú de otro sol que otro universo
mayor que el nuestro un día
con doble resplandor esclarecía!!!
    Goza tu juventud y tu hermosura,
¡oh sol!, que cuando el pavoroso día
llegue que el orbe estalle y se desprenda
de la potente mano
del Padre soberano,
y allá a la eternidad también descienda,
deshecho en mil pedazos, destrozado
y en piélagos de fuego
envuelto para siempre y sepultado;
de cien tormentas al horrible estruendo,
en tinieblas sin fin tu llama pura
entonces morirá.  noche sombría
cubrirá eterna la celeste cumbre:
ni aun quedará reliquia de tu lumbre!!!
Yorlan Jan 9
El amor es verbo, no sustantivo.
No palabras lanzadas al aire
como miles de hojas de papel,
que el viento arrastra sin destino,
y terminan bajo los pies del mundo.
No promesas triviales,
que arrancas de los libros de amor
para tatuarlas en una piel herida.
El amor es un látigo de seda,
que sólo los valientes y los poetas
se atreven a tomar en las manos,
desafiando el dolor y la pasión.
Son dos almas que cruzan
una tormenta desenfrenada,
en un mar lleno de abismos y caídas,
a expensas del ahogo. O la salvación.
El amor es verbo, no sustantivo.
Ni regalos caros. Ni piropos baratos.
Son los abrazos compartidos,
los besos que se funden como el metal
por el calor que el placer promete.
Es la seducción de los ojos,
que penetra como el frío del invierno
en busca de caricias ardientes.
Yorlan Jan 2
Hoy no puedo organizar mis ideas.
¡Qué extraño sentimiento!.
¡Tantas sensaciones preferiría borrar,
quizás para siempre!.

Mis pensamientos,
como flechas lanzadas al aire,
perforan cada momento de calma
y ahogan mi pecho.

Cada recuerdo me tortura,
golpeando mi mente
como miles de olas,
arrastrándome hacia el abismo
de la nostalgia.

Me apuñalan los cuchillos
de la desesperación,
que llegan de todas direcciones.

¡Cómo me consume no oír
su voz divina!,
...¡no poder besar
sus labios dulces!.

Mis neuronas se sienten
como barriles de pólvora chocando
entre las olas del mar.

Anhelo verla cada día
y tenerla para mí,
¡pero tenerla completa!.

No los domingos, ni en las fiestas,
no los lunes en la tarde
o cuando se aburra del resto.

La quiero, pero nunca a trozos,
nunca a migajas.
Sólo mía.

La quiero toda, la quiero clara,
fuego y libre,
llena de deseos sinceros,
sin dudas ni arrepentimientos.

Para la guerra de la noche
y la paz de la mañana.

Y para los celos también,
¿por qué no?,
para esos que terminan
en cariñosas mordidas territoriales.
La quiero sí. Pero no es mía.

— The End —