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Aaron Case Aug 2011
But tonight I decide to take the back way
with my single bag of groceries buckled in
for dear life with a white receipt fluttering
from between the battlement of butter and bread.

Tonight, the evening will swallow the sun like a pill
without water, as the late night trains sleepwalk through
the city humming, pondering the unanswered question—
ummmmmmmm, umm, umm, umm, ummmmmmmm—

and the mixture of cloud, locomotion, and sky
will remind me of the cannons and the rifles
and the smoke that bounced back and forth, and I couldn’t
have been more sure that someone was going to die out there

on San Jacinto Day

And eventually I will turn within this forest of street—
Hickory, Elm, Oak, Maple, Spruce, Pecan, Cedar—
to see the red capitals of my reflection, crucified
upon a metal grid for every fatigued citizen to see:

MORRISON'S
CORN KITS

with a light on top that pulses and breathes.
And all I can do is picture myself inside, working along
the assembly lines ******* slip-resistant shoes
onto the ankles of Mexican pubescents,

or painting old men’s faces with sweat,
or filling the bags under teachers’ eyes,
or doodling veins on the legs of ladies who
stand standing to stand, and stand all day, they stand.




And I’ll remember how my crying sister screamed
at every loud thing she heard, and how my
mom was like a parrot on her shoulder saying
‘It’s not real, honey. Honey, it’s not real.’

And I’ll watch how the smoke that endlessly vomits
from the stacks wearing the sky like a wig
distorts the fanned out walls like fun-house mirrors,
and dissipates into the night like a long, drawn out, exhale.
spysgrandson Mar 2014
my father is dead
though in the whimsical world of words
I can resurrect him, not in the raining rays
of the Texas sun, but in the darkness
in his Oldsmobile, on a Christmas Eve
bathed in the lighter lights of the season,
their reflections, rolling over our tinted windshields,
littered our eager eyes, in color
and cacophonous taunting,
“ ‘tis the season, ‘tis the season”

the children are not yet
disenchanted by these chants,
thinking still of presents under the tree
some flickering sense of mystery

I, old enough to shave and see the cords
that feed the mocking lights, catch a lump
in my throat, before it fills my eyes with terrible tears
for I know the car will take us back from whence we came
far from the Plaza where we watch the lights,
to the walls where the colors don’t speak
to a place where one day someone will die
and the lights and all my words
will not bring them back
still suffering from writer's block--forced this one onto the page
JOJO C PINCA Nov 2017
Ganito s'ya ipinakilala ng Supremo:

Mga kapatid
narito ang isang binata
estudyante ng Letran at Sto. Tomas
magaling na manunulat
makisig at walang takot
isang tunay na Tagalog
na umiibig ng tapat sa Inang Bayan.

Ngayong gabi
sa ating pagpupulong
s'ya ay ating tatanggapin bilang kasapi
at hihirangin na maging isang kalihim.

S'ya ang susulat
ng mga dokumento ng kilusan
magiging aking kanang kamay
at utak ng katipunan.
simulan ang ritwal at ang sanduguan.

Kapatid na Emilio
binabati ka ng lahat ng katipun
mula ngayon hindi kana tatawagin na Jacinto
kundi Pingkian na
yan ang rebolusyunaryong sagisag mo sa kilusan.
En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.

Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa
una pared con círculos de fósforo
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos,
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga
capaces de impregnar y atravesar rodillas
y gargantas rodeadas de seda general.

Cuando en las reuniones
el azar, la ceniza, las bebidas,
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos,
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos,
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra,
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun,
aun más, aun más,
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo,
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la gente orina,
adivinas tos cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata,
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos,
y caes haciendo crepitar las flores negras.

Adivinas los cuerpos
Como un insecto herido de mandatos,
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas,
relámpagos, cabezas,
y tocas largamente las piernas que te guían.

Oh conducida herida de flechas especiales!

Hueles lo húmedo en medio de la noche?

O un brusco vaso de rosales quemados?

Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?

Mi odio es una sola mano que te indica
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida,
y el viejo olor del ***** como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.

Ay leves locas copas y pestañas,
aire que inunda un entreabierto río
como una sola paloma de colérico cauce,
como atributo de agua sublevada,
ay substancias, sabores, párpados de ala viva
con un temblor, con una ciega flor temible,
ay graves, serios pechos como rostros,
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra,
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas.

Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado
tu estatua en mi corazón devora el trébol.

El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada,
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.

Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.

En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo
o con un segador, entre terrones, a la violenta
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?

Miras: no ves la luna ni el jacinto
ni la oscuridad goteada de humedades,
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno,
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.

Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día,
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día,
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía,
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres,
nada sino esa copa de raíces.

Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo
carne y besos que debo olvidar injustamente,
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo
hemos estado juntos derribando cuerpos,
construyendo una casa que no dura ni muere,
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.

Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante,
sin orígenes, Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso
con una mujer hallada vagamente,
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana,
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.

Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.

Éste es un cuento de puertos adonde
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.

Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?

Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.

Así es la vida,
corre tú entre las hojas, un otoño
***** ha llegado,
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.

Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel ***** que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.

Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.
Dan Schell May 2010
Red horizon, a net of mosquitos
dot our skin, robbing our blood
like Sam Houston robbed lives
at the muddy, brown San Jacinto;
we pause there, soaking in history,
as though covered in mist.

Above us, a lone star perches
atop a stone obelisk, a beacon
shining in twilight, bright and
majestic, taller than the battle
was long, the Mexican army
caught asleep, stumbling into a rout.

We are alone on this battleground;
I can feel the souls chasing the
warm breeze as it hides your face
with hair, too thin a disguise, like
Santa Anna’s, humiliated and fleeing,
to be a prisoner of war.
Published in Fall '07 issue of Cardinal Sins.
¡No! Nunca fue mi mano más lenta que en la hora
secretamente mía de aquella noche, aquella...
Fue así como una nube cuando oculta una estrella,
o así como una estrella que se pierde en la aurora.

Nunca tuvo mi mano más quietud impaciente
semejante a la mano de un ladrón inexperto;
porque  fue como un buque que oscilara en el puerto,
con el ansia inconforme de zarpar de repente.

¡Sí! Aquella noche... Noche para soñar en vano,
o encender una estrella o apagar una duda;
surgió bajo mi mano tu belleza desnuda, 1
como si tu belleza surgiera de mi mano.

Ni una sola palabra de temor o reproche
abrevió el retardado placer del desenlace.
Como crece un jacinto frente al alba que nace,
o como nace el alba del fondo de la noche.

No. Nunca fue una mano más lenta ni más leve
que mi mano de amante con su gesto de amigo;
eras como la nieve cayendo sobre el trigo,
o un trigo milagroso brotando de la nieve.

Y tú estabas inmóvil bajo la felpa rosa,
como una flor fantástica que se abriera en el lecho.
Mientras mi mano lenta descubría en tu pecho
dos motivos iguales para llamarte hermosa.

Pero desde esa noche de calma y de tormenta,
desorientadamente vacilo en una duda:
si cerraste los ojos para no verte desnuda,
o bien porque mi mano fue demasiado lenta.
Zac Shawhan Sep 2019
The first rays of radiant light
     beaming with purpose, giving all sight.
Gently they kiss your hard terrain.
     Seen to those that travel your lane.
Welcoming all that think themselves strong.
     You draw them in with alluring song.
But what is sought not always found,
     for unknown to them you are bound.

Quiet yet marvelous witness,
     looking at or out one must confess.
To grand for us this earth design.
     You are yourself for us a sign.
Awe-inspiring, fill with wonder,
     our hearts could become asunder.
We mustn’t think this was by chance.      
     Because of you we get a glance.
Folks, I want to tell you a story
About some brave men, men who gave
          their lives
For the cause of Freedom, men who
          left wives
And children, so that people like you
          and me
Could breathe air rich with the glory
Of human sacrifice given for their
          fellow
Man: --- Folks, the story of the Alamo!

      In Eighteen hundred and Thirty-
          six,
In San Antonio, Texas,
A hundred and eighty-some-odd men,
In late winter of that year, would try
          to fend
Off some four thousand Mexican
          troops
At an old, former Catholic church
          called the Alamo.
Headed by the shrimp, Generalissimo
Santa Anna, the Mexicans, camped in
          groups
Around the makeshift fortress, were
          determined
To capture it, and it concerned them
Not whether the takeo'er was done
          thru surrender
Or destruction. The Texans would
          defender her,
Howe'er, down to the very last man,
And it would be the Alamo's last stand.
          ---

     The cause of the battle may be
          stated briefly
For it was a reason as old as
          Humanity:
A tyrant declares the freedoms of old
          are abolished
And his new powers must be
          acknowledged:
The Constitution of Eighteen twenty-
          four
Was swept away and replaced with a
          dictator sore:
The men of the Alamo then showed
         their defiance,
With God and Right for their Reliance.
         ---

     Now, tho the situation was
        hopeless,
And the Alamo was certain to fall,
Three fiercely independent men
        would stand tall,
And lead the defenders, and with a
         boldness
Hardly equaled in the annals of
         Human History,
They all valorously engaged the
         hateful enemy.
        
     Jim Bowie was there, knife and all,
Leading a rag-tag band of volunteers,
And tho he was sickly, bedrid, too, his
         peers
Would stand by him and come
         running to his call.
     Davy Crockett, a legend in his own
         time,
From Tennessee he came to fight
         alongside
The Texan Revolutionaries,
And become one of Law and Order's
         luminaries.
     William Travis, at age twenty-six,
         he
Was the young colonel, who, with the
         fateful breath
Of courage, laid down the sentiment
         tingly
Of all those Patriots with the fearless
         words, "Victory or Death!"

     Now, come Sunday, the Sixth of
         March, ere dawn,
In ice-cold weather, the hell-bent foe,
Prodded by a pulsating but fruitless
         siege
That caused not one of those gallants
         to cringe,
Launched a mindless, all-out assault
         on the Alamo.
With cannons and rifles flaring, with
         swords drawn,
Heroically, the men inside the battered
         mission
Were putting scores of Mexicans out of
         commission
As they greeted the tumultuous
         onslaught.
O! the bloodletting that was spilt as
         they fought!
The tidal wave of red uniforms scaling
The walls and being pushed back! --
         Failing! -- Failing! --
But then succeeding! as their great
         numbers
O'ercame the valiant but
         undermanned resistance.
Like an army of ants, the prodigious,
         pernicious persistence
Of the Mexicans paid off, as the
         Alamo's cumbers
They poured o'er. Hand-to-hand
         combat ensued,
 Until every single Texan stalwart was
         pursued,
And kilt! For ninety minutes, the Earth
         shook
On her axis, as the early mornin' Sun
         would brook
No interference of his sharp gaze
That on the momentous event he sent
         his rays
Faithful upon for want of deserved
         praise.

     The end had finally come: all the
         Texan
Warriors had died at the hands of the
         Mexican
Hostiles, but they did not perish
In vain! for, a deathblow was
         administered
On the abhorrent adversary --
         considered
One of the most repugnantly feverish
Armies e'er assembled -- in a
         Samsonian form,
For, for each Texan who the Jordan
         crossed and the Gates of Trust
Passed through, eight Mexicans bit the
         dust: ---
The Alamo fell, 'tis true, but Texas was
         born!

Now, my friends, no story about the
         Alamo would be complete
If the battle of the following month
         'twern't
Included: At the San Jacinto,
The Mexicans were taking a siesta,
When the Texan Army, under the
         tactical sheet
Of surprise, stormed them, and what
         that resting outfit heard,
Besides the fire of arms, was a war cry,
         cried
Louder and more powerful than that
         rising, sleepy-eyed
Belligerent could have e'er dreamed
         of, for --- lo! ---
It 'twere the God-like war cry of ... ----
         "Remember the Alamo!"

                         ---rmjt
Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)


Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.


No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.


Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.
Aquí también. Aquí, como en el otro
confín del continente, el infinito
campo en que muere solitario el grito;
aquí también el indio, el lazo, el potro.

Aquí también el pájaro secreto
que sobre los fragores de la historia
canta para una tarde y su memoria;
aquí también el místico alfabeto

de los astros, que hoy dictan a mi cálamo
nombres que el incesante laberinto
de los días no arrastra: San Jacinto

y esas otras Termópilas, el Álamo.
Aquí también esa desconocida
y ansiosa y breve cosa que es la vida.
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.
Sonámbula y picante,
mi voz es la gemela
de la canela.
Canela ultramontana
e islamita,
por ella mi experiencia
sigue de señorita.
Criado con ella,
mi alma tomó la forma
de su botella.
Si digo carne o espíritu,
paréceme que el diablo
se ríe del vocablo;
mas nunca vaciló
mi fe si dije «yo».
Yo, varón integral,
nutrido en el panal
de Mahoma
y en el que cuida Roma
en la Mesa Central.
Uno es mi fruto:
vivir en el cogollo
de cada minuto.
Que el milagro se haga,
dejándome aureola
o trayéndome llaga.
No porto insignias
de masón
ni de Caballero
de Colón.
A pesar del moralista
que la asedia
y sobre la comedia
que la traiciona,
es santa mi persona,
santa en el fuego lento
con que dora el altar
y en el remordimiento
del día que se me fue
sin oficiar.
En mis andanzas callejeras
del jeroglífico nocturno,
cuando cada muchacha
entorna sus maderas,
me deja atribulado
su enigma de no ser
ni carne ni pescado.
Aunque toca al poeta
roerse los codos,
vivo la formidable
vida de todas y de todos;
en mí late un pontífice
que todo lo posee
y todo lo bendice;
la dolorosa Naturaleza
sus tres reinos ampara
debajo de mi tiara;
y mi papal instinto
se conmueve
son la ignorancia de la nieve
y la sabiduría del jacinto.

— The End —