Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
En un libro de versos salpicado
por el amor, por la tristeza, por el mundo,
mis hijos dibujaron señoras amarillas,
elefantes que avanzan sobre paraguas rojos,
pájaros detenidos al borde de una página,
invadieron la muerte,
el gran camello azul descansa sobre la palabra ceniza,
una mejilla se desliza por la soledad de mis huesos,
el candor vence al desorden de la noche.
No lo entiendo, le dije al espejo de mi habitación,
mientras me escondía en el rincón de una máscara creada por mí.
Vi mi reflejo, pero no era yo. No era humano.
Solo una parte de mí que creí que se había perdido en mis recuerdos.
Era tan pequeño, débil, lúgubre y sin una forma exacta.
Se parecía a mí, pero no tenía mi cara.
Solo estaba ahí, mirándome fijamente.
Sensaciones melancólicas vinieron a mí mientras veía al niño.
Me invadieron sentimientos que nunca había sentido,
o tal vez los había perdido.
No lo comprendo, le dije yo a mí mismo.
Porque solo estaba él. No lo veo.
No veo mi reflejo. Te veo a ti.
Pero no está su cara, pero sin duda soy yo.
Es como una parte que desapareció al pasar del tiempo
y ahora venía a causar estragos en mi soledad.
Estoy perdido, confundido ante aquel pequeño.
Yo lo comprendí. Lo conocí sin esperarlo.
Esta sensación horrible de nula comprensión
fue una parte de mi alma que murió hace tiempo en mi habitación.
Estaba asustado. ¿Cómo fue que volvió?
Lo había encerrado en el lago de mis ojos,
y ahora quería reclamar lo que es suyo.
¿Qué es de él? ¿Qué le pertenece? ¿Qué quiere de mí?
¿Acaso es mi compañía en esta soledad?
Él salió. Estaba oscuro y aun así lo veía.
Mi reflejo salió, pero no se acercó.
Fue como si una coma nos separara el uno del otro.
Dime, le dije. No hubo respuesta.
Háblame, le dije. No hubo respuesta.
¿Por qué volviste?, le dije. No hubo respuesta.
Solo un vasto silencio que carcomía mis palabras.
Perdón, le dije, y solo brotaron lágrimas de mí,
como una cascada de hielo que se derretía al llegar la primavera,
y el niño reía en silencio.
Lo entendí después de arrepentirme frente a él.
Comprendí que lo había encerrado para no sentirme débil,
para no escapar de lo que me atormenta.
Lo ahogué para escapar del miedo.
Lo maté para escapar de mí mismo.
Lo sentí tanto por aquel niño que pensaba que el mundo era color amor
y solo pudo sentir el peso de la madurez
mientras se le escapaba el aire en el lago profundo de mi mente.
La máscara ya no está. Cayó a pedazos mientras el niño reía.
Puedo verlo. Veo mi reflejo y la cara de ese pequeño que ya era adulto.
Solo escribo lo que siento.
Si al leerme alguien siente algo, ya habrá valido la pena.

— The End —