Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
Jerezanas, paisanas,
institutrices de mi corazón,
buenas mujeres y buenas cristianas...
Os retrató la señora que dijo:
«Cuando busque mi hijo
a su media naranja,
lo mandaré vendado hasta Jerez».
Porque jugando a la gallina ciega
con vosotras, el jugador
atrapa una alma linda y una púdica tez.
Jerezanas,
os debo mis virtudes católicas y humanas,
porque en el otro siglo, en vuestro hogar,
en los ceremoniosos estrados me eduqué,
velándome de amor, como las frentes
se velaban debajo del tupé.
Acababan de irse
la polisión y la crinolina,
pero alcancé las caudalosas colas
que alargan el imán del ave femenina
de las cinturas hasta las consolas.
Así se reveló, por las colas profusas,
mi cordial abundancia,
y también por los moños enormes que en mi infancia
trocaban a las plantas bizantinas
en rodel de palomas capuchinas.
  Jerezanas,
  genio y figura
  del tiempo en que los ávidos pimpollos
  teníamos, de pie,
  la misma clementísima estatura
  que tenía, sentada, nuestra Fe.
Jerezanas,
traslúcidas y beatas dentaduras
en que se filtra el sol, creando en cada boca
las atmósferas claroscuras
en que el Cielo y la Tierra se dan cita
y en que es visitada Bernardita.
Jerezanas,
de quien aprendí a ser generoso,
mirando que la mano anacoreta
era la propia que en la feria anual
aplaudía en el coso
y apostaba columnas de metal
en el escándalo de la ruleta.
Jerezanas,
grito y mueca de azoro
a las tres de la tarde, por el humor del toro
que en la sala se cuela babeando, y está
como un inofensivo calavera
ante la señorita tumbada en el sofá.
Jerezanas,
panes benditos,
por vosotras, el Miércoles de Ceniza, simula
el pueblo una gran frente llena de Jesusitos.
Jerezanas,
abísmase mi ser
en las aguas de la misericordia
al evocar la máquina de coser
que al impulso de vuestra zapatilla,
sobre mi vocación y vuestros linos
enhebraba una bastilla.
Dios quiera que esté salvada
la máquina de acústicos galopes,
por la cual fue mi ayer melódica jornada
y un sobresalto mi vida
ante los pulcros dedos hacendosos
resbalando a la aguja empedernida.
Jerezanas,
he visto el menoscabo
de los bucles que alabo,
de los undosos bucles
que enjugaron sin mofa mis pucheros,
de los bucles rielantes,
cabrilleo lunar, blanco de la llovizna
y trono de los lápices caseros;
he visto revolar la última brizna
de vuestras gracias proverbiales;
he visto deformada vuestra hermosura
por todas las dolencias y por todos los males;
he visto el manicomio en que murmura
vuestra cabeza rota sus delirios;
he visto que os ganáis
el pan con las agujas a la luz del quinqué;
he sido el centinela de vuestros cuatro cirios;
pero ninguna chanza del presente
logra desprestigiaros, porque sois el tupé,
los moños capuchinos y la gruta de Lourdes
de la boca indulgente.Jerezanas,
colibríes de tápalo y quitasol,
que vagabundas en la gloria matutina
paraban junto a mis rejas,
por espiar la joyante canción de mi madrina
rememorando a Serafín Bemol:
«Si soy la causa de lo que escucho,
amigo mío, lo siento mucho...»
Jerezanas,
a cuyos rostros que nimbaba el denso
vapor estimulante de la sopa,
el comensal airado y desairado
disparaba el suspiro a quemarropa.
Jerezanas,
que al cumplir con la ley
de la anual comunión, miráis a la primera
golondrina de marzo en la Casa del Rey
de los Reyes; la párvula golondrina que entró
a enseñarnos su pecho de mamey.
Jerezanas,
cuyo heroico destino
desemboca en la iglesia y lucha con el vino,
vistiendo santos
o desvistiendo ebrios, con la misma
caridad de los cantos
que os hinchan las arterias en el cuello.
Jerezanas,
briosas cual el galope que me llenó de espantos
al veros devorar la llanura y el río
sobre el raudo señorío
del albardón de las abuelas;
erguidas como la araucaria,
y débiles como el futuro
de un huevecillo de canaria.
Jerezanas,
cuando el sol vespertino amorate
vuestros vidrios, y os heléis
en el diario silencio del inútil combate,
tomad las flechas de mi vida
como hilas del pañuelo de un hermano
para curar vuestra herida
según la vieja usanza,
y para abrigar el nido
del pájaro consentido.
Jerezanas,
yo aspiro a ser el casto reyezuelo
de los días en que os sentí
probadas por el Cielo
Marchitas, locas o muertas,
sois las ondas del manantial
que ondula arriba de lo temporal,
y en el eterno friso de mi alma
cada paisana mía se eslabona
como la letra de la Virgen:
encima de una nube y con una corona.
Leydis Oct 2017
Si el tiempo no tiene espacio,
si es solamente una ilusión,
quisiera transportarme por un momento,
a ese lapso donde era dueña de tu corazón.
//
No en sueños, necesito esa transcendencia,
sentir mi alma dejar esta inmunda existencia
transportarme nuevamente a vivir
ese momento de nuevo contigo.
//
Si es cierto, entonces,
que el tiempo es una fantasía
quiero ser la invitada de honor,
sentarme en el sofá del futuro,
y deleitarme en la paz que de tu mirar,
en ese pasado donde yo era tu único presente.
//
Quiero recelosamente rememorar,
¡como era que comenzaba ese beso!
¿qué sonidos salían de tu esencia cuando
magnéticamente nuestros labios se incrustaban?
//
Si, necesito evocar
ese beso que se sentía a verso
inmerso en letras y en sinfonías
que ungían mi piel baldía
donde mi alma era tan tuya
y tus labios tan míos.
//
Ese verso que era tu beso,
que versaba con mi alma
que desalmaba mi rigidez,
que desplomaba mi timidez,
que me ensalmaba,
protegiéndome de yermar en espacios con tiempo.
//
Quiero que el negativo de ese momento
quede impregnado en ese espacio
donde mi alma viaja sin boleto.
//
Si el tiempo es una ilusión..,
quisiera conquistarlo
y permanecer allí como única ciudadana
en ese país que es tu piel,
y nuevamente encontrar mi soberanía
en el sabor mágico de tus ojos café.
LeydisProse
10/5/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
Ya la provincia toda
reconcentra a sus sanas hijas en las caducas
avenidas, y Rut y Rebeca proclaman
la novedad campestre de sus nucas.
Las pobres desterradas
de Morelia y Toluca, de Durango y San Luis,
aroman la Metrópoli como granos de anís.
La parvada maltrecha
de alondras, cae aquí con el esfuerzo
fragante de las gotas de un arbusto
batido por el cierzo.
Improvisan su tienda
para medir, cuadrantes pesarosos,
la ruina de su paz y de su hacienda.
Ellas, las que soñaban
perdidas en los vastos aposentos,
duermen en hospedajes avarientos.
Propietarios de huertos y de huertas copiosas,
regatean las frutas y las rosas.
Con sus modas pasadas
y sus luengos zarcillos
y su mirar somero,
inmútanse a los brillos
de los escaparates de un joyero.
Y después, a evocar la sandía tropa
de pavos, y su susto manifiesto
cuando bajaban por aquel recuesto...
¡Oh siestas regalonas,
melindre ante la jícara que humea,
soponcio ante la recua intempestiva
que tumba las macetas de las pardas casonas;
lotería de nueces,
y Tenorio que flecha el historiado
postigo de las rejas antañonas!
Paso junto a las lentas fugitivas: no saben
en su desgarbo airoso y en su activo quietismo,
la derretida y pura
compensación que logra su ostracismo
sobre mi pecho, para ellas holgadamente
hospitalario, aprensivo y munificente.
Yo os acojo, anónimas y lentas desterradas,
como si a mí viniese
la lúcida familia de las hadas,
porque oléis al opíparo destino
y al exaltado fuero
de los calabazates que sazona
el resol del Adviento, en la cornisa
recoleta y poltrona.
Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.
Cuando volvemos las fugaces horas
        del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
  Y, al fin, resbala y cae como gota
        de rocío al pensar
que cual hoy por ayer, por hoy mañana,
volveremos los dos a suspirar.
Con la cántara llena de agua,
Y la boca de moras teñida,
Y crujiente de espinas la enagua,
Y en el moño una rosa prendida,

De la fuente retorno, abismada
En el dulce evocar de la cita.
Y se hermana la tarde dorada
Con la luz que en mis ojos palpita.

Una extraña fragancia me enerva,
Y en verdad yo no sé si es que sube
Del jugoso frescor de la hierba,
O se eleva de mi alma a la nube.

Y, despierta sonámbula, sigo
Balanceando mi cántara llena,
Entre el oro alocado del trigo
Y el temblor de los tallos de avena.
Cuando volví a encontrarla después de tantos días,
Trémula, abandonando la mano entre las mías,
«¡Mírame!», dijo triste, presa de honda emoción.

¡Oh, cómo estaba pálida y mortalmente bella!
¡Cuál brillaban sus ojos!... Y al acercarme a ella
Sentí de amor y susto temblar su corazón.

Y miraba sus labios, otro tiempo rosados,
Y sus ojos azules, por la fiebre agrandados,
Sus ojos donde ardía celeste claridad.
Una sonrisa vaga sus labios entreabría,
Y con profundo acento de honda melancolía
Me dijo: «Cuán cambiada me encuentras. ¿No es verdad?»

Y al mirar su sonrisa, su faz enflaquecida,
Olvidé las torturas con que amargó mi vida,
Y todos sus crueles desvíos olvidé,
Y las ardientes lágrimas que derramé en la ausencia,
Cuando en sombrías noches, de horror y de demencia,
Al verme triste y solo cual réprobo grité.

¡Todo estaba olvidado, porque la vi tan triste,
Tan pálida y enferma!... ¿Qué corazón resiste
A la piedad? ¿Quién queda tranquilo ante el dolor?
Y la tomé en los brazos con loco desvarío,
Y la cubrí de besos y la llamé ¡bien mío!
Como en los bellos días de nuestro antiguo amor.

Y de esa hora triste en la quietud serena,
Cuando la luz celeste de aurora ultraterrena
En sus azules ojos veíase irradiar,
Comprendiendo, angustiada, que malgastó su vida,
Y de mi amor por ella ya tarde convencida,
«¡Si lo hubiera sabido!», dijo, y rompió a llorar.

«¡Si lo hubiera sabido!»... la palabra postrera

De toda vida... Y esa palabra tan sincera,
Que salió de tu alma -de tu amor expiación-,
Viene desde el pasado, viene siempre a mi vida,
A evocar tu recuerdo y a hacer sangrar la herida
De que no ha de curarse jamás mi corazón.
La vida mágica se vive entera
en la mano viril que gesticula
al evocar el seno o la cadera,
como la mano de la Trinidad
teológicamente se atribula
si el Mundo parvo, que en tres dedos toma,
se le escapa cual un globo de goma.
Idolatremos todo padecer,
gozando en la mirífica mujer.
Idolatría
de la expansiva y rútila garganta,
esponjado liceo
en que una curva eterna se suplanta
y en que se instruye el ruiseñor de Alfeo.
Idolatría
de los dos pies lunares y solares
que lunáticos fingen el creciente
en la mezquita azul de los Omares,
y cuando van de oro son un baño
para la Tierra, y son preclaramente
los dos solsticios de un único año.
Idolatría
de la grácil rodilla que soporta,
a través de los siglos de los siglos,
nuestra cabeza en la jornada corta.
Idolatría
de las arcas, que son
y fueron y serán horcas caudinas
bajo las cuales rinde el corazón
su diadema de idólatras espinas.
Idolatría
de los bustos eróticos y místicos
y los netos perfiles cabalísticos.
Idolatría
de la bizarra y música cintura,
guirnalda que en abril se transfigura,
que sirve de medida
a los más filarmónicos afanes,
y que asedian los raucos gavilanes
de nuestra juventud embravecida.
Idolatría
del peso femenino, cesta ufana
que levantamos entre los rosales
por encima de la primera cena,
en la columna de nuestros felices
brazos sacramentales.
Que siempre nuestra noche y nuestro día
clamen: ¡Idolatría! ¡Idolatría!
Si vienes algún día a mi tristeza,
Ya que mi corazón te espero en vano,
Deja que en tu hombro incline la cabeza
Y suavemente estréchame la mano.
Sueños de entonces? Pétalos caídos
¡Plumas que ya volaron de los nidos!

La gris melancolía de la tarde,
Del cielo al campo a descender empieza.
Una pálida estrella lejos arde...
¡Así el recuerdo tuyo en mi tristeza!

Y aunque la noche va borrando el día,
Algo dice en el alma: «¡Todavía!»

De los naranjos a la grata sombra
Se oían de un violín gemir las cuerdas:..
La misma voz lejana que hoy te nombra,
Y parece decirte: «¿No te acuerdas?»

Voz que cantaste en cármenes risueños:
¡Haz revivir los olvidados sueños!

¿Soñar?... Soñemos arabos. Al mirarte
Se encienden en tu faz vivos sonrojos,
Como cuando en los labios al besarte,
Cerrabas, toda trémula, los ojos.

Ojos, de mi ilusión casto embeleso,
¡Siempre cerrados al sentir mi beso!

Me contarás mientras la noche avanza
Lo que un tiempo feliz «pudo haber sido».
Tal vez sonría entonces la esperanza,
Y el antiguo dolor quede dormido.

«¿Pudo haber sido?»... ¡Lo que fue, no existe!
¡Fue! ¡Lo más doloroso y lo más triste!

Si vienes... Sí vendrás. Tu leve paso
Franca hallará la conocida puerta.
Aún hay néctar para tií en el vaso,
Y el alma que durmió, ya está despierta.

Y al evocar nuestros felices días,
Los ojos cerrarás como solías.

Y sin que haya en los labios un reproche,
Mientras la luna es halo de las palmas,
En el silencio habrá, bajo la noche,
La conjunción celeste de dos almas.


Almas errantes, bajo torvo ceño...
¡Juntas al fin en el azul de un sueño!

En rama que no alegra ya un retoño
Sus flores abre al sol la enredadera,
Y es más hermosa la ilusión de otoño
Cuando le dice al corazón: «¡Espera!»

Puede haber una estrella en las neblinas,
Y alguna rosa en el jardín en ruinas.
Éstos, amada, son sitios vulgares
en que en el ruido mundanal se asusta
el alma fidelísima, que gusta
de evocar tus encantos familiares.
Añoro dulcemente los lugares
en donde imperas cual señora justa,
tu voz real y tu mirada augusta
que ungieron con su gracia mis pesares.
Y recuerdo que en época lejana,
por tus raras virtudes milagrosas
y tu amable modestia provinciana,
ebrio de amor te comparó el poeta
con la mejor de las piedras preciosas
oculta en pobres hojas de violeta.
Tuviste, en la delicia de mi sueño,
fuerza de mano que se da al caído
y la piedad de un pájaro agreño
que en la rama caduca pone el nido.
De tu falda al seráfico pergeño
cual párvulo medroso estoy asido,
que en la infantil iglesia de mi ensueño
las imágenes rotas han caído.
Yo sé que en mis catástrofes internas
no más quedas tú en pie, señora alta,
de frente noble y de miradas tiernas.
Condúceme en las noches inclementes
porque sin ti para marchar me falta
el óleo de las vírgenes prudentes.
«1700» dice la piedra abandonada;
«1720» después. La piedra rota
Agrega: «Mari...» Fúlgida visión entonces flota,
Flota en el pensamiento como visión soñada.

María... ¡Ya dos siglos! ¿Quién fuiste, flor tronchada?
Tu nombre mutilado, como una esencia ignota
Viene a evocar ensueños desde una edad remota...
¿Quién fuiste? ¿Blanca y rubia? ¿Bella y de azul mirada?

Te veo, y me imagino tu plácida agonía...
En mañana de lluvia, tu faz reflejaría
La luz ultra terrena con que soñó tu anhelo;

Y serías entonces como incienso que sube,
Como aroma de lirio, como callado vuelo,
Y como en alba de oro, níveo copo de nube.
Su ventana está cerrada,
La ventana en que solía
Asomar su faz mi amada
Cuando la tarde moría.

Quiero mi mundo evocar,
Paraíso de quimeras...
Voy lo de adentro a observar
Al través de las vidrieras.

A la sala silenciosa
Dirijo, inquieto, la vista,
Y al ver que todo reposa
Mi corazón se contrista.

En medio a tanto mutismo,
Cómo su ausencia resalta...
Todo está, todo, lo mismo...
¡Ella solamente falta!

Ya truncada estás, historia!
Ensueños, ya sois huidos!
Cuál llegan a mi memoria
Aromas de tiempos idos!

La silla que se halla al frente,
Muelle parece que aguarda
A la que lloro yo ausente,
Aquella que tanto tarda.

En la tallada consola
Está abierta la novela
Que leía cuando sola
Pasaba la noche en vela,

Como en aquella doliente
Noche del último adiós,
Cuando besé su alba frente,
Cuando lloramos los dos...

Como en noches de agonía,
Noches de rayos y lluvia,
Cuando en las manos hundía
La hermosa cabeza rubia...

Un ramo casi deshecho
Mis ojos miran allí...
¡El que llevaba en el pecho
La última vez que la vi!

Parece que ecos de danzas
Cruzan el salón desierto...
El libro de las romanzas
Está sobre el piano abierto;

Y como todo lo abrasa
El sol con sus resplandores,
En el patio de la casa
Secas estarán las flores.

En medio a tanto mutismo
Cómo su ausencia resalta...
Todo está, todo, lo mismo
¡Ella solamente falta!
Su veste era de tul con albas rosas,
y eran sus labios como rosas pálidas,
y eran sus labios Fríos,
Eran fríos y azules como el agua
que sueña en el silencio de los bosques.

El mar Tirreno, con cadencias lánguidas,
Arrullaba su vida,
que se esparcía en pétalos al aura.

Moría dulcemente,
Los blancos pies en cruz... Cuando cantaba
El cristal de su voz sangrar hacía
El corazón, al evocar la patria.

Un férreo brazalete, con su nombre.
Que era blancura y suavidad, llevaba
Siempre en el grácil puño, y parecía
La argolla del destierro en dura playa.

Moría en un perfume de heliotropo,
Fijos los ojos en las velas blancas
Que se alejaban lentamente, sobre
El agua azul de la dormida rada.

Moría en el otoño... con las hojas...
y era como una música lejana,
Como doliente música
Que en armonías trémulas se apaga.
Juan Carlos PB Nov 2024
Un chico, descansando en su cuarto.
La lluvia lo enternece,
el día tan gris lo hace feliz.
Pero recordó...

Le falta evocar ese color fuerte,
tan delicado, tan... ella.
¿Qué hará?
Caminando por la calle,

sin un paraguas que lo proteja,
sin saber a dónde ir,
solo buscando ese color...
Le recuerda al sol en plenitud.

Pregunta la hora a las mujeres,
buscando a alguien...
Que tenga el mismo tono
pero sin suerte alguna.

Es diferente, entre tantos puntos...
Ella es una estrella
Su aura obsesiona
Como un caramelo tuti fruti

¿Dónde estará ahora?
Esa chica.
La chica.
La chica del gorro mostaza.

— The End —