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Dice la tarde: '¡Tengo sed de sombra!'
Dice la luna: '¡Yo, sed de luceros!'
La fuente cristalina pide labios
y suspira el viento.

Yo tengo sed de aromas y de risas,
sed de cantares nuevos
sin lunas y sin lirios,
y sin amores muertos.

Un cantar de mañana que estremezca
a los remansos quietos
del provenir. Y llene de esperanza
sus ondas y sus cienos.

Un cantar luminoso y reposado
pleno de pensamiento,
virginal de tristeza y de angustias
y virginal de ensueños.

Cantar sin carne lírica que llene
de risas el silencio
(una bandada de palomas ciegas
lanzadas al misterio).

Cantar que vaya al alma de las cosas
y al alma de los vientos
y que descanse al fin en la algería
del corazón eterno.
Oh, muerte, yo te amo, pero te adoro, vida...
Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
Haz que por vez postrera
Penetre en mis pupilas el sol de primavera.

Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.

No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.
Mi alma sueña... Ven. Y como entonces,
La mano tuya entre mi mano trémula,
Vamos en busca de silencio y sombra.
En la noche de abril, de aromas llena,
Ni una palabra nos diremos. Sólo
Se oirá la brisa en el boscaje.

Envuelta
En mi ***** rebozo de española,
La faz donde el dolor dejó su huella,
No verás las arrugas de mi frente
Ni mis cabellos grises... ¡Alma, sueña!

Con luz de juventud los ojos míos
Brillarán nuevamente en las tinieblas,
y mi alma por ellos (¡Ojos míos,
Ojos que tantas esperanz.as muertas
Llorasteis en la vida!) para verte,
Cerca de mí, se asomará risueña.
Y ambos evocaremos en la calma
De esta noche de tibia primavera,
Los éxtasis pasados, nuestros sueños,
Y de un eterno amor nuestras promesas;
Y dulcemente sentiremos ambos,
Entre hálitos de rosas y violetas,
Que invade nuestras almas un anhelo
De oración, a la luz de las estrellas.
¡Oh, qué dulce vagar en clara noche
Respirando el olor de las primeras
Rosas, en tanto que estridente vibra
El canto de los grillos en la yerba! ...
¡Oh, callados vagar entre los árboles
Con las manos unidas, y muy cerca,
En el hondo silencio de las cosas
Que bajo el manto de la noche sueñan,
Mientras recuerdos de un amor lejano
Entre las sombras fúlgidos despiertan,
Y del alma agostada van surgiendo,
Cual onda viva de una roca seca!

¡Di! ¿No creíste que el amor ya muerto
Volvería a surgir a vida nueva?...
¡Que la embriaguez de los pasados días
Un instante a sentir el alma vuelva,
y que un instante bienhechor de olvido
Sobre la angustia de mi vida venga,
Para que una esperanza me sonría,
Y destelle una luz en mi tristeza!
¡Oh, que en ímpetu ardiente, y a mi lado,
Mi corazón de nuevo se estremezca,
Y cante a Dios agradecida el alma,
Que ante el conjuro de tu amor despierta,
A Dios, que dio la juventud al hombre,
Y a los campos les dio la primavera!
El viento, que los álamos agita,
Pasa aromado con olor de selva...
Anochece. Las sombras en los campos
Extendiéndose van, y en la serena
Quietud, de pronto escuchase una nota
Que surge clara de la fronda trémula,
Y luego rompe en rítmicos gorjeos,
En frenesí de gozo, que en la tierra
Nunca nosotros conocimos, hechos
De fango de mentira y de tristeza...

La noche escucha en éxtasis el canto,
Mientras el alma solitaria sueña.
Yorlan Jan 20
Tu cuerpo me habla,
y dice cosas muy bonitas.
Me implora que sea su dueño,
que lo sacuda, lo estremezca,
que lo muerda y lo bese.

Tu cuerpo me habla,
sobre tentaciones que nos llaman
a los placeres compartidos.
Me pide la brutalidad de la ternura
y la ternura de la violencia.
Quiere que lo azote con afecto,
que lo acaricie con rigor.

Tu cuerpo me llama y me invita,
a aquel instinto humano
de dibujarte con la boca;
a la supremacía de las caricias,
a la tortura de la lengua
que embelesa a los sentidos.

Tu cuerpo me habla,
y yo le escucho con mis manos,
respondiendo a cada orden
sediento por sus encantos.

— The End —