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Isaac Peña Nov 2015
This one goes to the real poets.
To those who decide to carry the world on their own.
To those who carry hell in their head and a graveyard of lost love stories in their heart
To the brave ones who fight darkness with darkness.
Tho those who the only answer they seek from a god is if there's eternal life for their loved ones, because they know there's no space for them in that paradise.
To those who know that suffering is the most humane feeling there is.
To those who loved and hated the wrong person.
This goes to Lorca isolated, hiding in a closet in New York.
To Unamuno craving to believe in something impossible.
To Quiroga drinking the poison of his sorrow at a hospital.
To Becquer and Espino for dying so young.
To Neruda for cheating on himself so many times.
To Machados' lost spirit.
To Marquez and his melancholic ******.
To Poe's tormented soul and his raven.
To Shakespeare and his Juliet.
To Dante and his story of woe.
This goes for the only beings who can live with a hell inside of them, and still manage to write heavenly things for those in need to read.
This one's for us.
Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,¿tienen ya ruiseñores las riberas?Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...
Por la sierra blanca...
La nieve menuda
y el viento de cara.
  Por entre los pinos...
con la blanca nieve
se borra el camino.
  Recio viento sopla
de Urbión a Moncayo.
¡Páramos de Soria!Ya habrá cigüeñas al sol,
mirando la tarde roja,
entre Moncayo y Urbión.   Se abrió la puerta que tiene
gonces en mi corazón.
y otra vez la galería
de mi historia apareció.
  Otra vez la plazoleta
de las acacias en flor,
y otra vez la fuente clara
cuenta un romance de amor.   Es la parda encina
y el yermo de piedra.
Cuando el sol tramonta,
el río despierta.
  ¡Oh montes lejanos
de malva y violeta!
En el aire en sombra
sólo el río suena.
  ¡Luna amoratada
de una tarde vieja,
en un campo frío,
más luna que tierra!.   Soria de montes azules
y de yermos de violeta,
¡cuántas veces te he soñado
en esta florida vega
por donde se va,
entre naranjos de oro,
Guadalquivir a la mar!   ¡Cuántas veces me borraste,
tierra de ceniza,
estos limonares verdes
con sombras de tus encinas!
  ¡Oh campos de Dios,
entre Urbión el de Castilla
y Moncayo el de Aragón!   En Córdoba, la serrana,
en Sevilla, marinera
y labradora, que tiene
hinchada, hacia el mar, la vela;
y en el ancho llano
por donde la arena sorbe
la baba del mar amargo,
hacia la fuente del Duero
mi corazón -¡Soria pura!-
se tornaba... ¡Oh, fronteriza
entre la tierra y la luna!
  ¡Alta paramera
donde corre el Duero niño
tierra donde está su tierra!El río despierta.
En el aire obscuro,
sólo el río suena.
  ¡Oh canción amarga
del agua en la piedra!
...Hacia el alto Espino
bajo las estrellas.
  Sólo suena el río
al fondo del valle,
bajo el alto Espino.   En medio del campo,
tiene la ventana abierta
la ermita sin ermitaño.
Un tejadillo verdoso.
Cuatro muros blancos.
  Lejos relumbra la piedra
del áspero Guadarrama.
Agua que brilla y no suena.
  En el aire claro,
¡los alamillos del soto,
sin hojas, liras de marzo!   Hacia Madrid, una noche,
va el tren por el Guadarrama.
En el cielo, el arco iris
que hacen la luna y el agua.
¡Oh luna de abril, serena,
que empuja las nubes blancas!
  La madre lleva a su niño,
dormido, sobre la falda.
Duerme el niño y, todavía,
ve el campo verde que pasa,
y arbolillos soleados,
y mariposas doradas.
  La madre, ceño sombrío
entre un ayer y un mañana,
ve unas ascuas mortecinas
y una hornilla con arañas.
  Hay un trágico viajero,
que debe ver cosas raras,
y habla solo y, cuando mira,
nos borra con la mirada.
  Yo pienso en campos de nieve
y en pinos de otras montañas.
  Y tú, Señor, por quien todos
vemos y que ves las almas,
dinos si todos, un día,
hemos de verte la cara.
Baja del cielo la endiablada *****
Con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.
La sangre de hombre que en la herida apunta
florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.
En su vano aguardar de la respuesta
las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.
Vientos negros, detrás de los cristales
de las estrellas, mueven grandes masas
de mundos muertos, por sus arrabales.Rosas y lirios ves en el espino;
juegas a ser: te cabe en una mano,
esmeralda pequeña, el océano;
hablas sin lengua, enredas el destino.
Plantas la testa en el azul divino
y antípodas, tus pies, en el lejano
revés del mundo; y te haces soberano,
y desatas al sol de tu camino.
Miras el horizonte y tu mirada
hace nacer en noche la alborada;
sueñas y crean hueso tus ficciones.
Muda la mano que te alzaba en vuelo,
y a tus pies cae, cristal roto, el cielo,
y polvo y sombra levan sus talones.Ya te hundes, sol; mis aguas se coloran
de llamaradas por morir; ya cae
mi corazón desenhebrado, y trae,
la noche, filos que en el viento lloran.
Ya en opacas orillas se avizoran
manadas negras; ya mi lengua atrae
betún de muerte; y ya no se distrae
de mí, la espina; y sombras me devoran.
Pellejo muerto, el sol, se tumba al cabo
Como un perro girando sobre el rabo,
la tierra se echa a descansar, cansada.
Mano huesosa apaga los luceros:
Chirrían, pedregosos sus senderos,
con la pupila negra y descarnada.

— The End —