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Floor Jun 2019
CAER
It's too much to handle
CAER
I can't do it anymore
CAER
I'm trying so hard to pick up the pieces left of me after almost ending my life, but there's so much pain
CAER
I can't keep up with the life around me
CAER
it feels like a cage
CAER
like I'm drowning
CAER
I can't breathe, can't make a sound
CAER
being at home isn't safe anymore
CAER
I'm getting worse and I don't know how to tell people around me
CAER
I just wish I could disappear, never existing in this life
CAER
I am tired and not the typical 'I need to go to bed' tired
CAER
I need to sleep forever to feel satisfied at this point
CAER
CAER means 'to fall'
Humo y hojas de árbol
la fogata lejana
desde la ventana
el paisaje morado
con el sol casi oculto.

No te dejare caer
esas son palabras
de mucho querer.

Cuando has quedado partido en tres
te construyes poco a poco
vas dejando tus partes en el camino
vas perdiendo un poco de esencia.

Y ahí es cuando te autodestruyes
por no sacar la espina de un amor
que no valía la pena
te has escondido
de tu vergüenza
que dejaste de
hacer y de querer

No te dejes caer
No es bonito estar abajo
No te dejes caer
nadie te va recoger
No te dejes caer
y si la caída libre es inevitable
mantente viendo al cielo
pero no te dejes en aquel frio suelo
aprende y vuelve a nacer
Ahí es cuadno entendí que por mas que te quiera, y tu nunca digas nada y te alejes sin alejarte, lo que realmente importa es vivir para mi, ya no eres mas el ancla la espina en mis entrañas
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
                          un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrada por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
los corredores de un otoño diáfano,

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño en esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina,
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos los veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,

a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a oscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,
busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo con el instante, caigo a fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra.
piso mi sombra en busca de un instante,

busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos
y al abrirse salían las muchachas
de su entraña rosada y se esparcían
por los patios de piedra del colegio,
alta como el otoño caminaba
envuelta por la luz bajo la arcada
y el espacio al ceñirla la vestía
de una piel más dorada y transparente,

tigre color de luz, pardo venado
por los alrededores de la noche,
entrevista muchacha reclinada
en los balcones verdes de la lluvia,
adolescente rostro innumerable,
he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma,

escritura del fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,

rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre,
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,

sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, los sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan,

mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro, echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa el follaje delirante,
mis pensamientos sólo son sus pájaros
su mercurio circula por mis venas,
árbol mental, frutos sabor de tiempo,

oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:

frente a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
y tus palabras afiladas cavan
mi pecho y me despueblan y vacían,
uno a uno me arrancas los recuerdos,
he olvidado mi nombre, mis amigos
gruñen entre los cerdos o se pudren
comidos por el sol en un barranco,

no hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia,
conciencia traspasada por un ojo
que se mira mirarse hasta anegarse
de claridad:
                  yo vi tu atroz escama,
melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas
y al despertar gritaste como un pájaro
y caíste sin fin, quebrada y blanca,
nada quedó de ti sino tu grito,
y la cabo de los siglos me descubro
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos:
                    no hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza y una escoba,
un cuchillo mellado y un plumero,
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo *****
y en el fondo del hoy los dos ojos
de una niña ahogada hace mil años,

miradas enterradas en un pozo,
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el hijo grande su padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
miradas que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
-¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
-esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
                              ¿hacía planes
para el verano -y todos los veranos-
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde veían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
"no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto -siempre un cuarto-
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños - "ya es muy tarde"
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?,
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
                                  nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes escupidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...
                      cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas del durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos del lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo predilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisible, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo,
                                      se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
                                    el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después;
                                    mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio,
su yedra ponzoñosa, el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo, mejor ser lapidado
en las plazas que dar vuelta a la noria
que exprime la sustancia de la vida,
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal es cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo adonde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
                                    el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre la yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
-y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Sócrates en cadenas (el sol nace,
morir es despertar: "Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano de la vida"),
el chacal que diserta entre las ruinas
de Nínive, la sombra que vio Bruto
antes de la batalla, Moctezuma
en el lecho de espinas de su insomnio,
el viaje en la carreta hacia la muerte
-el viaje interminable mas contado
por Robespierre minuto tras minuto,
la mandíbula rota entre las manos-,
Churruca en su barrica como un trono
es
Freefalling in the depths of dreams
Searching for the love you'll bring
When I find you, I will never let go
And when I wake up it's something I will stow

With your sparkling eyes, I see stars
Through you, I Finally learned to soar the skies
Never before that I have felt this way
A feeling! More than words can say

You were a swan, when I first saw you
On a lake called dragon's mouth I found you
And together we flew and sang the sweetest
Most restful music heard upon this earth

Somehow I know we belong together even before birth
I finally found love, a reason, a way to escape the hurt
We are fated to be here, tangled tight in this world
With an embrace so warm, so vivid and so bold

It's time to wake up! Snap back to reality
Only to know that in my world I am sad and lonely
Never a moment I wished I could sleep and dream for eternity
If that means being with you even if the odds are highly unlikely

I know it was all in my mind the way I longed for love
I've never been there before, I was always been so sad
Not till' I found you in my dreams, Caer Ibormeith my Goddess
At least even in my sleep, for a moment I can escape my sadness

So here I am again, waiting for the fall of darkness
Longing for the touch, the embrace of my Goddess
Closing my eyes now, preparing to sleep
Hoping this time it will last longer, as I slumber deep
Floor Jul 2019
I am in so much pain
I need somebody to **** me
I've tried and failed many times
They took my pills and noose away
I'm hurting so bad
Help me
Help me
I can't bare it any longer
It feels like I'm being torn apart from the inside out
I can't help it
**** me please
I need to rest
I just need a moment without the mental pain
It never stops it really never stops and I can't bare it anymore I can't live like this any longer
Help me
The demons are too big
They are killing me inside
They don't see how sick I am
They never see it
They trust me to be alone but I can't be alone because I will end my suffering on my own
I need to stop this pain
It's killing me
Help
Caer Caer Caer Caer
Help me it's killing me
I feel so alone
I am so alone right now I can't feel like this any longer
**** me please
Please please please end my suffering
Before it's too late and they take the full control
Entre la noche y el día
hay un territorio indeciso.
No es luz ni sombra:
                                      es tiempo.
Hora, pausa precaria,
página que se obscurece,
página en la que escribo,
despacio, estas palabras.
                                                La tarde
es una brasa que se consume.
El día gira y se deshoja.
Lima los confines de las cosas
un río obscuro.
                            Terco y suave
las arrastra, no sé adónde.
La realidad se aleja.
                                    Yo escribo:
hablo conmigo
                          -hablo contigo.

Quisiera hablarte
como hablan ahora,
casi borrados por las sombras
el arbolito y el aire;
como el agua corriente,
soliloquio sonámbulo;
como el charco callado,
reflector de instantáneos simulacros;
como el fuego:
lenguas de llama, baile de chispas,
cuentos de humo.
                                  Hablarte
con palabras visibles y palpables,
con peso, sabor y olor
como las cosas.
                              Mientras lo digo
las cosas, imperceptiblemente,
se desprenden de sí mismas
y se fugan hacia otras formas,
hacia otros nombres.
                                        Me quedan
estas palabras: con ellas te hablo.

Las palabras son puentes.
También son trampas, jaulas, pozos.
Yo te hablo: tú no me oyes.
No hablo contigo:
                                  hablo con una palabra,
Esa palabra eres tú,
                                        esa palabra
te lleva de ti misma a ti misma.
La hicimos tú, yo, el destino.
La mujer que eres
es la mujer a la que hablo:
estas palabras son tu espejo,
eres tú misma y el eco de tu nombre.
Yo también,
                        al hablarte,
me vuelvo un murmullo,
aire y palabras, un soplo,
un fantasma que nace de estas letras.

Las palabras son puentes:
la sombra de las colinas de Meknès
sobre un campo de girasoles estáticos
es un golfo violeta.
Son las tres de la tarde,
tienes nueve años y te has adormecido
entre los brazos frescos de la rubia mimosa.
Enamorado de la geometría
un gavilán dibuja un círculo.
Tiembla en el horizonte
la mole cobriza de los cerros.
Entre peñascos vertiginosos
los cubos blancos de un poblado.
Una columna de humo sube del llano
y poco a poco se disipa, aire en el aire,
como el canto del muecín
que perfora el silencio, asciende y florece
en otro silencio.
                              Sol inmóvil,
inmenso espacio de alas abiertas;
sobre llanuras de reflejos
la sed levanta alminares transparentes.
Tú no estás dormida ni despierta:
tú flotas en un tiempo sin horas.
Un soplo apenas suscita
remotos países de menta y manantiales.
Déjate llevar por estas palabras
hacia ti misma.
Las palabras son inciertas
y dicen cosas inciertas.
Pero digan esto o aquello,
                                                nos dicen.
Amor es una palabra equívoca,
como todas.
                        No es palabra,
dijo el Fundador:
                                  es visión,
comienzo y corona
de la escala de la contemplación
-y el florentino:
                              es un accidente
-y el otro:
                      no es la virtud
pero nace de aquello que es la perfección
-y los otros:
                          una fiebre, una dolencia,
un combate, un frenesí, un estupor,
una quimera.
                          El deseo lo inventa,
lo avivan ayunos y laceraciones,
los celos lo espolean,
la costumbre lo mata.
                                        Un don,
una condena.
                          Furia, beatitud.
Es un nudo: vida y muerte.
                                                  Una llaga
que es rosa de resurrección.
Es una palabra:
                              al decirla, nos dice.

El amor comienza en el cuerpo
¿dónde termina?
                                Si es fantasma,
encarna en un cuerpo;
                                        si es cuerpo,
al tocarlo se disipa.
                                    Fatal espejo:
la imagen deseada se desvanece,
tú te ahogas en tus propios reflejos.
Festín de espectros.

Aparición:
                    el instante tiene cuerpo y ojos,
me mira.
                  Al fin la vida tiene cara y nombre.
Amar:
              hacer de un alma un cuerpo,
hacer de un cuerpo un alma,
hacer un tú de una presencia.
                                                          Amar:
abrir la puerta prohibida,
                                             
pasaje
que nos lleva al otro lado del tiempo.
Instante:
                  reverso de la muerte,
nuestra frágil eternidad.

Amar es perderse en el tiempo,
ser espejo entre espejos.
                                                Es idolatría:
endiosar una criatura
y a lo que es temporal llamar eterno.
Todas las formas de carne
son hijas del tiempo,
                                      simulacros.
El tiempo es el mal,
                                      el instante
es la caída;
                      amar es despeñarse:
caer interminablemente,
                                             
nuestra pareja
es nuestro abismo.
                                    El abrazo:
jeroglífico de la destrucción.
Lascivia: máscara de la muerte.

Amar: una variación,
                                        apenas un momento
en la historia de la célula primigenia
y sus divisiones incontables.
                                                      Eje
de la rotación de las generaciones.

Invención, transfiguración:
la muchacha convertida en fuente,
la cabellera en constelación,
en isla la mujer dormida.
                                             
La sangre:
música en el ramaje de las venas;
                                                              el tacto:
luz en la noche de los cuerpos.

                                                        Trasgresión
de la fatalidad natural,
                                          bisagra
que enlaza destino y libertad,
                                                      pregunta
grabada en la frente del deseo:
¿accidente o predestinación?

Memoria, cicatriz:
-¿de dónde fuimos arrancados?,
memoria: sed de presencia,
                                                    querencia
de la mitad perdida.
                                      El Uno
es el prisionero de sí mismo,
                                                      es,
solamente es,
                            no tiene memoria,
no tiene cicatriz:
                                amar es dos,
siempre dos,
                        abrazo y pelea,
dos es querer ser uno mismo
y ser el otro, la otra;
                                      dos no reposa,
no está completo nunca,
                                          gira
en torno a su sombra,
                                        busca
lo que perdimos al nacer;
la cicatriz se abre:
                                  fuente de visiones;
dos: arco sobre el vacío,
puente de vértigos;
                                    dos:
Espejo de las mutaciones.
Amor, isla sin horas,
isla rodeada de tiempo,
                                            claridad
sitiada de noche.
                                Caer
es regresar,
                        caer es subir.
Amar es tener ojos en las yemas,
palpar el nudo en que se anudan
quietud y movimiento.
                                          El arte de amar
¿es arte de morir?
                                  Amar
es morir y revivir y remorir:
es la vivacidad.
                            Te quiero
porque yo soy mortal
y tú lo eres.
                        El placer hiere,
la herida florece.
En el jardín de las caricias
corté la flor de sangre
para adornar tu pelo.
La flor se volvió palabra.
La palabra arde en mi memoria.

Amor:
              reconciliación con el Gran
todo
y con los otros,
                              los diminutos todos
innumerables.
                            Volver al día del comienzo.
Al día de hoy.

La tarde se ha ido a pique.
Lámparas y reflectores
perforan la noche.
                                  Yo escribo:
hablo contigo:
                            hablo conmigo.
Con palabras de agua, llama, aire y tierra
inventamos el jardín de las miradas.
Miranda y Fernand se miran,
interminablemente, en los ojos
-hasta petrificarse.
                                      Una manera de morir
como las otras.
                              En la altura
las constelaciones escriben siempre
la misma palabra;
                                  nosotros,
aquí abajo, escribimos
nuestros nombres mortales.
                                                    La pareja
es pareja porque no tiene Edén.
Somos los expulsados del Jardín,
estamos condenados a inventarlo
y cultivar sus flores delirantes,
joyas vivas que cortamos
para adornar un cuello.
                                            Estamos condenados
a dejar el Jardín:
                                delante de nosotros
está el mundo.
Tal vez amar es aprender
a caminar por este mundo.
Aprender a quedarnos quietos
como el tilo y la encina de la fábula.
Aprender a mirar.
Tu mirada es sembradora.
Plantó un árbol.
                              Yo hablo
porque tú meces los follajes.
A la luz de la tarde moribunda
Recorro el olvidado cementerio,
Y una dulce piedad mi pecho inunda
Al pensar de la muerte en el misterio.

Del occidente a las postreras luces
Mi errabunda mirada sólo advierte
Los toscos leños de torcidas cruces,
Despojos en la playa de la Muerte.

De madreselvas que el Abril enflora,
Cercado humilde en torno se levanta,
Donde vierte sus lágrimas la aurora,
Y donde el ave, por las tardes, canta.

Corre cerca un arroyo en hondo cauce
Que a trechos lama verdinegra viste,
Y de la orilla se levanta un sauce,
Cual de la Muerte centinela triste.

Y al oír el rumor en la maleza,
Mi mente inquiere, de la sombra esclava,
Si es rumor de la vida que ya empieza,
O rumor de la vida que se acaba.

«¿Muere todo?» me digo. En el instante
Alzarse veo de las verdes lomas,
Para perderse en el azul radiante,
Una blanca bandada de palomas.

Y del bardo sajón el hondo verso,
Verso consolador, mi oído hiere:
No hay muerte porque es vida el universo;
Los muertos no están muertos...  ¡Nada muere!
¡No hay muerte! ¡todo es vida!...
                                                     
El sol que ahora,
Por entre nubes de encendida grana
Va llegando al ocaso, ya es aurora
Para otros mundos, en región lejana.

Peregrina en la sombra, el alma yerra
Cuando un perdido bien llora en su duelo.
Los dones de los cielos a la tierra
No mueren... ¡Tornan de la tierra al cielo!
Si ya llegaron a la eterna vida
Los que a la sima del sepulcro ruedan,
Con júbilo cantemos su partida,
¡Y lloremos más bien por los que quedan!

Sus ojos vieron, en la tierra, cardos,
Y sangraron sus pies en los abrojos...
¡Ya los abrojos son fragantes nardos,
Y todo es fiesta y luz para sus ojos!

Su pan fue duro, y largo su camino,
Su dicha terrenal fue transitoria...
Si ya la muerte a libertarlos vino,
¿Porqué no alzarnos himnos de victoria?
La dulce faz en el hogar querida,
Que fue en las sombras cual polar estrella:
La dulce faz, ausente de la vida,
¡Ya sonríe más fúlgida y más bella!

La mano que posada en nuestra frente,
En horas de dolor fue blanda pluma,
Transfigurada, diáfana, fulgente,
Ya como rosa de Sarón perfuma.

Y los ojos queridos, siempre amados,
Que alegraron los páramos desiertos,
Aunque entre sombras los miréis cerrados,
¡Sabed que están para la luz abiertos!

Y el corazón que nos amó, santuario
De todos nuestros sueños terrenales,
Al surgir de la noche del osario,
Es ya vaso de aromas edenales.

Para la nave errante ya hay remanso;
Para la mente humana, un mundo abierto;
Para los pies heridos... ya hay descanso,
Y para el pobre náufrago... ya hay puerto.
No hay muerte, aunque se apague a nuestros ojos
Lo que dio a nuestra vida luz y encanto;
¡Todo es vida, aunque en míseros despojos
Caiga en raudal copioso nuestro llanto!

No hay muerte, aunque a la tumba a los que amamos
(La frente baja y de dolor cubiertos),
Llevemos a dormir... y aunque creamos
Que los muertos queridos están muertos.

Ni fue su adiós eterna despedida...
Como buscando un sol de primavera
Dejaron las tinieblas de la vida
Por nueva vida, en luminosa esfera.

Padre, madre y hermanos, de fatigas
En el mundo sufridos compañeros,
Grermen fuisteis ayer... ¡hoy sois espigas,
Espigas del Señor en los graneros!

Dejaron su terrena vestidura
Y ya lauro inmortal radia en sus frentes;
Y aunque partieron para excelsa altura,
Con nosotros están... no están ausentes!
Son luz para el humano pensamiento,
Rayo en la estrella y música en la brisa.
¿Canta el aura en las frondas?...  ¡Es su acento!
¿Una estrella miráis?...  ¡Es su sonrisa!

Por eso cuando en horas de amargura
El horizonte ennegrecido vemos,
Oímos como voces de dulzura
Pero de dónde vienen... ¡no sabemos!

¡Son ellos... cerca están!  Y aunque circuya
Luz eterna a sus almas donde moran
En el placer nuestra alegría es suya,
Y en el dolor, con nuestro llanto lloran.

A nuestro lado van.  Son luz y egida
De nuestros pasos débiles e inciertos
No hay muerte...  ¡Todo alienta, todo es vida!
¡Y los muertos queridos no están muertos!

Porque al caer el corazón inerte
Un mundo se abre de infinitas galas,
¡Y como eterno galardón, la Muerte
Cambia el sudario del sepulcro, en alas!
Michael R Burch Apr 2020
Poems about Leaves and Leave Taking (i.e., leaving friends and family, loss, death, parting, separation, divorce, etc.)


Leave Taking
by Michael R. Burch

Brilliant leaves abandon
battered limbs
to waltz upon ecstatic winds
until they die.

But the barren and embittered trees
lament the frolic of the leaves
and curse the bleak
November sky.

Now, as I watch the leaves'
high flight
before the fading autumn light,
I think that, perhaps, at last I may

have learned what it means to say
"goodbye."

Published by The Lyric, Mindful of Poetry, There is Something in the Autumn (anthology). Keywords/Tags: autumn, leaves, fall, falling, wind, barren, trees, goodbye, leaving, farewell, separation, age, aging, mortality, death, mrbepi, mrbleave

This poem started out as a stanza in a much longer poem, "Jessamyn's Song," which dates to around age 14 or 15, or perhaps a bit later. But I worked on the poem several times over the years until it was largely finished in 1978. I am sure of the completion date because that year the poem was included in my first large poetry submission manuscript for a chapbook contest.



Autumn Conundrum
by Michael R. Burch

It's not that every leaf must finally fall,
it's just that we can never catch them all.

Originally published by The Neovictorian/Cochlea, this poem has since been translated into Russian, Macedonian, Turkish, Arabic and Romanian.



Something

for the children of the Holocaust and the Nakba

Something inescapable is lost—
lost like a pale vapor curling up into shafts of moonlight,
vanishing in a gust of wind toward an expanse of stars
immeasurable and void.

Something uncapturable is gone—
gone with the spent leaves and illuminations of autumn,
scattered into a haze with the faint rustle of parched grass
and remembrance.

Something unforgettable is past—
blown from a glimmer into nothingness, or less,
which finality swept into a corner... where it lies
in dust and cobwebs and silence.

Published by There is Something in the Autumn, The Eclectic Muse, Setu, FreeXpression, Life and Legends, Poetry Super Highway, Poet's Corner, Promosaik, Better Than Starbucks and The Chained Muse. Also translated into Romanian by Petru Dimofte, into Turkish by Nurgül Yayman, turned into a YouTube video by Lillian Y. Wong, and used by the Windsor Jewish Community Centre during a candle-lighting ceremony



Leaf Fall
by Michael R. Burch

Whatever winds encountered soon resolved
to swirling fragments, till chaotic heaps
of leaves lay pulsing by the backyard wall.
In lieu of rakes, our fingers sorted each
dry leaf into its place and built a high,
soft bastion against earth's gravitron―
a patchwork quilt, a trampoline, a bright
impediment to fling ourselves upon.

And nothing in our laughter as we fell
into those leaves was like the autumn's cry
of also falling. Nothing meant to die
could be so bright as we, so colorful―
clad in our plaids, oblivious to pain
we'd feel today, should we leaf-fall again.

Originally published by The Neovictorian/Cochlea



Herbsttag ("Autumn Day")
by Rainer Maria Rilke
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Lord, it is time. Let the immense summer go.
Lay your long shadows over the sundials
and over the meadows, let the free winds blow.
Command the late fruits to fatten and shine;
O, grant them another Mediterranean hour!
Urge them to completion, and with power
convey final sweetness to the heavy wine.
Who has no house now, never will build one.
Who's alone now, shall continue alone;
he'll wake, read, write long letters to friends,
and pace the tree-lined pathways up and down,
restlessly, as autumn leaves drift and descend.

Originally published by Measure



Flight
by Michael R. Burch

It is the nature of loveliness to vanish
as butterfly wings, batting against nothingness
seek transcendence...

Originally published by Hibiscus (India)



Less Heroic Couplets: ****** Most Fowl!
by Michael R. Burch

"****** most foul! "
cried the mouse to the owl.

"Friend, I'm no sinner;
you're merely my dinner! "
the wise owl replied
as the tasty snack died.

Published by Lighten Upand in Potcake Chapbook #7



escape!

for anaïs vionet

to live among the daffodil folk...
slip down the rainslickened drainpipe...
suddenly pop out
the GARGANTUAN SPOUT...
minuscule as alice, shout
yippee-yi-yee!
in wee exultant glee
to be leaving behind the
LARGE
THREE-DENALI GARAGE.

Published by Andwerve and Bewildering Stories



Love Has a Southern Flavor

Love has a Southern flavor: honeydew,
ripe cantaloupe, the honeysuckle's spout
we tilt to basking faces to breathe out
the ordinary, and inhale perfume...

Love's Dixieland-rambunctious: tangled vines,
wild clematis, the gold-brocaded leaves
that will not keep their order in the trees,
unmentionables that peek from dancing lines...

Love cannot be contained, like Southern nights:
the constellations' dying mysteries,
the fireflies that hum to light, each tree's
resplendent autumn cape, a genteel sight...

Love also is as wild, as sprawling-sweet,
as decadent as the wet leaves at our feet.

Published by The Lyric, Contemporary Sonnet, The Eclectic Muse, Better Than Starbucks, The Chained Muse, Setu (India) , Victorian Violet Press and Trinacria



Daredevil
by Michael R. Burch

There are days that I believe
(and nights that I deny)
love is not mutilation.

Daredevil, dry your eyes.

There are tightropes leaps bereave—
taut wires strumming high
brief songs, infatuations.

Daredevil, dry your eyes.

There were cannon shots’ soirees,
hearts barricaded, wise . . .
and then . . . annihilation.

Daredevil, dry your eyes.

There were nights our hearts conceived
dawns’ indiscriminate sighs.
To dream was our consolation.

Daredevil, dry your eyes.

There were acrobatic leaves
that tumbled down to lie
at our feet, bright trepidations.

Daredevil, dry your eyes.

There were hearts carved into trees—
tall stakes where you and I
left childhood’s salt libations . . .

Daredevil, dry your eyes.

Where once you scraped your knees;
love later bruised your thighs.
Death numbs all, our sedation.

Daredevil, dry your eyes.



The People Loved What They Had Loved Before
by Michael R. Burch

We did not worship at the shrine of tears;
we knew not to believe, not to confess.
And so, ahemming victors, to false cheers,
we wrote off love, we gave a stern address
to things that we disapproved of, things of yore.
And the people loved what they had loved before.

We did not build stone monuments to stand
six hundred years and grow more strong and arch
like bridges from the people to the Land
beyond their reach. Instead, we played a march,
pale Neros, sparking flames from door to door.
And the people loved what they had loved before.

We could not pipe of cheer, or even woe.
We played a minor air of Ire (in E).
The sheep chose to ignore us, even though,
long destitute, we plied our songs for free.
We wrote, rewrote and warbled one same score.
And the people loved what they had loved before.

At last outlandish wailing, we confess,
ensued, because no listeners were left.
We built a shrine to tears: our goddess less
divine than man, and, like us, long bereft.
We stooped to love too late, too Learned to *****.
And the people loved what they had loved before.



Talent
by Michael R. Burch

for Kevin Nicholas Roberts

I liked the first passage
of her poem―where it led
(though not nearly enough
to retract what I said.)
Now the book propped up here
flutters, scarcely half read.
It will keep.
Before sleep,
let me read yours instead.

There's something like love
in the rhythms of night
―in the throb of streets
where the late workers drone,
in the sounds that attend
each day’s sad, squalid end―
that reminds us: till death
we are never alone.

So we write from the hearts
that will fail us anon,
words in red
truly bled
though they cannot reveal
whence they came,
who they're for.
And the tap at the door
goes unanswered. We write,
for there is nothing more
than a verse,
than a song,
than this chant of the blessed:
"If these words
be my sins,
let me die unconfessed!
Unconfessed, unrepentant;
I rescind all my vows!"
Write till sleep:
it’s the leap
only Talent allows.



Davenport Tomorrow
by Michael R. Burch

Davenport tomorrow ...
all the trees stand stark-naked in the sun.

Now it is always summer
and the bees buzz in cesspools,
adapted to a new life.

There are no flowers,
but the weeds, being hardier,
have survived.

The small town has become
a city of millions;
there is no longer a sea,
only a huge sewer,
but the children don't mind.

They still study
rocks and stars,
but biology is a forgotten science ...
after all, what is life?

Davenport tomorrow ...
all the children murmur through vein-streaked gills
whispered wonders of long-ago.



Desdemona
by Michael R. Burch

Though you possessed the moon and stars,
you are bound to fate and wed to chance.
Your lips deny they crave a kiss;
your feet deny they ache to dance.
Your heart imagines wild romance.

Though you cupped fire in your hands
and molded incandescent forms,
you are barren now, and―spent of flame―
the ashes that remain are borne
toward the sun upon a storm.

You, who demanded more, have less,
your heart within its cells of sighs
held fast by chains of misery,
confined till death for peddling lies―
imprisonment your sense denies.

You, who collected hearts like leaves
and pressed each once within your book,
forgot. None―winsome, bright or rare―
not one was worth a second look.
My heart, as others, you forsook.

But I, though I loved you from afar
through silent dawns, and gathered rue
from gardens where your footsteps left
cold paths among the asters, knew―
each moonless night the nettles grew

and strangled hope, where love dies too.

Published by Penny Dreadful, Carnelian, Romantics Quarterly, Grassroots Poetry and Poetry Life & Times



Ordinary Love
by Michael R. Burch

Indescribable—our love—and still we say
with eyes averted, turning out the light,
"I love you," in the ordinary way

and tug the coverlet where once we lay,
all suntanned limbs entangled, shivering, white ...
indescribably in love. Or so we say.

Your hair's blonde thicket now is tangle-gray;
you turn your back; you murmur to the night,
"I love you," in the ordinary way.

Beneath the sheets our hands and feet would stray
to warm ourselves. We do not touch despite
a love so indescribable. We say

we're older now, that "love" has had its day.
But that which Love once countenanced, delight,
still makes you indescribable. I say,
"I love you," in the ordinary way.

Winner of the 2001 Algernon Charles Swinburne poetry contest; published by The Lyric, Romantics Quarterly, Mandrake Poetry Review, Carnelian, Poem Kingdom, Net Poetry and Art Competition, Famous Poets and Poems, FreeXpression, PW Review, Poetic Voices, Poetry Renewal and Poetry Life & Times



Are You the Thief
by Michael R. Burch

When I touch you now,
O sweet lover,
full of fire,
melting like ice
in my embrace,

when I part the delicate white lace,
baring pale flesh,
and your face
is so close
that I breathe your breath
and your hair surrounds me like a wreath...

tell me now,
O sweet, sweet lover,
in good faith:
are you the thief
who has stolen my heart?

Originally published as “Baring Pale Flesh” by Poetic License/Monumental Moments



At Tintagel
by Michael R. Burch

That night,
at Tintagel,
there was darkness such as man had never seen...
darkness and treachery,
and the unholy thundering of the sea...

In his arms,
who is to say how much she knew?
And if he whispered her name...
"Ygraine"
could she tell above the howling wind and rain?

Could she tell, or did she care,
by the length of his hair
or the heat of his flesh,...
that her faceless companion
was Uther, the dragon,

and Gorlois lay dead?

Originally published by Songs of Innocence, then subsequently by Celtic Twilight, Fables, Fickle Muses and Poetry Life & Times



Isolde's Song
by Michael R. Burch

Through our long years of dreaming to be one
we grew toward an enigmatic light
that gently warmed our tendrils. Was it sun?
We had no eyes to tell; we loved despite
the lack of all sensation—all but one:
we felt the night's deep chill, the air so bright
at dawn we quivered limply, overcome.

To touch was all we knew, and how to bask.
We knew to touch; we grew to touch; we felt
spring's urgency, midsummer's heat, fall's lash,
wild winter's ice and thaw and fervent melt.
We felt returning light and could not ask
its meaning, or if something was withheld
more glorious. To touch seemed life's great task.

At last the petal of me learned: unfold
and you were there, surrounding me. We touched.
The curious golden pollens! Ah, we touched,
and learned to cling and, finally, to hold.

Originally published by The Raintown Review



The Wild Hunt
by Michael R. Burch

Near Devon, the hunters appear in the sky
with Artur and Bedwyr sounding the call;
and the others, laughing, go dashing by.
They only appear when the moon is full:

Valerin, the King of the Tangled Wood,
and Valynt, the goodly King of Wales,
Gawain and Owain and the hearty men
who live on in many minstrels' tales.

They seek the white stag on a moonlit moor,
or Torc Triath, the fabled boar,
or Ysgithyrwyn, or Twrch Trwyth,
the other mighty boars of myth.

They appear, sometimes, on Halloween
to chase the moon across the green,
then fade into the shadowed hills
where memory alone prevails.

Originally published by Celtic Twilight, then by Celtic Lifestyles and Auldwicce



Morgause's Song
by Michael R. Burch

Before he was my brother,
he was my lover,
though certainly not the best.

I found no joy
in that addled boy,
nor he at my breast.

Why him? Why him?
The years grow dim.
Now it's harder and harder to say...

Perhaps girls and boys
are the god's toys
when the skies are gray.

Originally published by Celtic Twilight as "The First Time"



Pellinore's Fancy
by Michael R. Burch

What do you do when your wife is a nag
and has sworn you to hunt neither fish, fowl, nor stag?
When the land is at peace, but at home you have none,
Is that, perchance, when... the Questing Beasts run?



The Last Enchantment
by Michael R. Burch

Oh, Lancelot, my truest friend,
how time has thinned your ragged mane
and pinched your features; still you seem
though, much, much changed—somehow unchanged.

Your sword hand is, as ever, ready,
although the time for swords has passed.
Your eyes are fierce, and yet so steady
meeting mine... you must not ask.

The time is not, nor ever shall be.
Merlyn's words were only words;
and now his last enchantment wanes,
and we must put aside our swords...



Northern Flight: Lancelot's Last Love Letter to Guinevere
by Michael R. Burch

"Get thee to a nunnery..."

Now that the days have lengthened, I assume
the shadows also lengthen where you pause
to watch the sun and comprehend its laws,
or just to shiver in the deepening gloom.

But nothing in your antiquarian eyes
nor anything beyond your failing vision
repeals the night. Religion's circumcision
has left us worlds apart, but who's more wise?

I think I know you better now than then—
and love you all the more, because you are
... so distant. I can love you from afar,
forgiving your flight north, far from brute men,
because your fear's well-founded: God, forbid,
was bound to fail you here, as mortals did.

Originally published by Rotary Dial



Lance-Lot
by Michael R. Burch

Preposterous bird!
Inelegant! Absurd!

Until the great & mighty heron
brandishes his fearsome sword.



Truces
by Michael R. Burch

We must sometimes wonder if all the fighting related to King Arthur and his knights was really necessary. In particular, it seems that Lancelot fought and either captured or killed a fairly large percentage of the population of England. Could it be that Arthur preferred to fight than stay at home and do domestic chores? And, honestly now, if he and his knights were such incredible warriors, who would have been silly enough to do battle with them? Wygar was the name of Arthur's hauberk, or armored tunic, which was supposedly fashioned by one Witege or Widia, quite possibly the son of Wayland Smith. The legends suggest that Excalibur was forged upon the anvil of the smith-god Wayland, who was also known as Volund, which sounds suspiciously like Vulcan...

Artur took Cabal, his hound,
and Carwennan, his knife,
    and his sword forged by Wayland
    and Merlyn, his falcon,
and, saying goodbye to his sons and his wife,
he strode to the Table Rounde.

"Here is my spear, Rhongomyniad,
and here is Wygar that I wear,
    and ready for war,
    an oath I foreswore
to fight for all that is righteous and fair
from Wales to the towers of Gilead."

But none could be found to contest him,
for Lancelot had slewn them, forsooth,
so he hastened back home, for to rest him,
till his wife bade him, "Thatch up the roof! "

Originally published by Neovictorian/Cochlea, then by Celtic Twilight



Midsummer-Eve
by Michael R. Burch

What happened to the mysterious Tuatha De Danann, to the Ban Shee (from which we get the term "banshee") and, eventually, to the druids? One might assume that with the passing of Merlyn, Morgause and their ilk, the time of myths and magic ended. This poem is an epitaph of sorts.

In the ruins
of the dreams
and the schemes
of men;

when the moon
begets the tide
and the wide
sea sighs;

when a star
appears in heaven
and the raven
cries;

we will dance
and we will revel
in the devil's
fen...

if nevermore again.

Originally published by Penny Dreadful



The Pictish Faeries
by Michael R. Burch

Smaller and darker
than their closest kin,
the faeries learned only too well
never to dwell
close to the villages of larger men.

Only to dance in the starlight
when the moon was full
and men were afraid.
Only to worship in the farthest glade,
ever heeding the raven and the gull.



The Kiss of Ceridwen
by Michael R. Burch

The kiss of Ceridwen
I have felt upon my brow,
and the past and the future
have appeared, as though a vapor,
mingling with the here and now.

And Morrigan, the Raven,
the messenger, has come,
to tell me that the gods, unsung,
will not last long
when the druids' harps grow dumb.



Merlyn, on His Birth
by Michael R. Burch

Legend has it that Zephyr was an ancestor of Merlin. In this poem, I suggest that Merlin was an albino, which might have led to claims that he had no father, due to radical physical differences between father and son. This would have also added to his appearance as a mystical figure. The reference to Ursa Major, the bear, ties the birth of Merlin to the future birth of Arthur, whose Welsh name ("Artos" or "Artur") means "bear." Morydd is another possible ancestor of Merlin's. In Welsh names "dd" is pronounced "th."

I was born in Gwynedd,
or not born, as some men claim,
and the Zephyr of Caer Myrrdin
gave me my name.

My father was Madog Morfeyn
but our eyes were never the same,
nor our skin, nor our hair;
for his were dark, dark
—as our people's are—
and mine were fairer than fair.

The night of my birth, the Zephyr
carved of white stone a rune;
and the ringed stars of Ursa Major
outshone the cool pale moon;
and my grandfather, Morydd, the seer
saw wheeling, a-gyre in the sky,
a falcon with terrible yellow-gold eyes
when falcons never fly.



Merlyn's First Prophecy
by Michael R. Burch

Vortigern commanded a tower to be built upon Snowden,
but the earth would churn and within an hour its walls would cave in.

Then his druid said only the virginal blood of a fatherless son,
recently shed, would ever hold the foundation.

"There is, in Caer Myrrdin, a faery lad, a son with no father;
his name is Merlyn, and with his blood you would have your tower."

So Vortigern had them bring the boy, the child of the demon,
and, taciturn and without joy, looked out over Snowden.

"To **** a child brings little praise, but many tears."
Then the mountain slopes rang with the brays of Merlyn's jeers.

"Pure poppycock! You fumble and bumble and heed a fool.
At the base of the rock the foundations crumble into a pool! "

When they drained the pool, two dragons arose, one white and one red,
and since the old druid was blowing his nose, young Merlyn said:

"Vortigern is the white, Ambrosius the red; now, watch, indeed."
Then the former died as the latter fed and Vortigern peed.

Published by Celtic Twilight



It Is Not the Sword!
by Michael R. Burch

This poem illustrates the strong correlation between the names that appear in Welsh and Irish mythology. Much of this lore predates the Arthurian legends, and was assimilated as Arthur's fame (and hyperbole)grew. Caladbolg is the name of a mythical Irish sword, while Caladvwlch is its Welsh equivalent. Caliburn and Excalibur are later variants.

"It is not the sword,
but the man, "
said Merlyn.
But the people demanded a sign—
the sword of Macsen Wledig,
Caladbolg, the "lightning-shard."

"It is not the sword,
but the words men follow."
Still, he set it in the stone
—Caladvwlch, the sword of kings—
and many a man did strive, and swore,
and many a man did moan.

But none could budge it from the stone.

"It is not the sword
or the strength, "
said Merlyn,
"that makes a man a king,
but the truth and the conviction
that ring in his iron word."

"It is NOT the sword! "
cried Merlyn,
crowd-jostled, marveling
as Arthur drew forth Caliburn
with never a gasp,
with never a word,

and so became their king.



Uther's Last Battle
by Michael R. Burch

When Uther, the High King,
unable to walk, borne upon a litter
went to fight Colgrim, the Saxon King,
his legs were weak, and his visage bitter.
"Where is Merlyn, the sage?
For today I truly feel my age."

All day long the battle raged
and the dragon banner was sorely pressed,
but the courage of Uther never waned
till the sun hung low upon the west.
"Oh, where is Merlyn to speak my doom,
for truly I feel the chill of the tomb."

Then, with the battle almost lost
and the king besieged on every side,
a prince appeared, clad all in white,
and threw himself against the tide.
"Oh, where is Merlyn, who stole my son?
For, truly, now my life is done."

Then Merlyn came unto the king
as the Saxons fled before a sword
that flashed like lightning in the hand
of a prince that day become a lord.
"Oh, Merlyn, speak not, for I see
my son has truly come to me.

And today I need no prophecy
to see how bright his days will be."
So Uther, then, the valiant king
met his son, and kissed him twice—
the one, the first, the one, the last—
and smiled, and then his time was past.



Small Tales
by Michael R. Burch

According to legend, Arthur and Kay grew up together in Ector's court, Kay being a few years older than Arthur. Borrowing from Mary Stewart, I am assuming that Bedwyr (later Anglicized to Bedivere)might have befriended Arthur at an early age. By some accounts, Bedwyr was the original Lancelot. In any case, imagine the adventures these young heroes might have pursued (or dreamed up, to excuse tardiness or "lost" homework assignments). Manawydan and Llyr were ancient Welsh gods. Cath Pulag was a monstrous, clawing cat. ("Sorry teach! My theme paper on Homer was torn up by a cat bigger than a dragon! And meaner, too! ")Pen Palach is more or less a mystery, or perhaps just another old drinking buddy with a few good beery-bleary tales of his own. This poem assumes that many of the more outlandish Arthurian legends began more or less as "small tales, " little white lies which simply got larger and larger with each retelling. It also assumes that most of these tales came about just as the lads reached that age when boys fancy themselves men, and spend most of their free time drinking and puking...

When Artur and Cai and Bedwyr
were but scrawny lads
they had many a ***** adventure
in the still glades
of Gwynedd.
When the sun beat down like an oven
upon the kiln-hot hills
and the scorched shores of Carmarthen,
they went searching
and found Manawydan, the son of Llyr.
They fought a day and a night
with Cath Pulag (or a screeching kitten),
rousted Pen Palach, then drank a beer
and told quite a talltale or two,
till thems wasn't so shore which'un's tails wus true.

And these have been passed down to me, and to you.



The Song of Amergin
by Michael R. Burch

Amergin is, in the words of Morgan Llywelyn, "the oldest known western European poet." Robert Graves said: "English poetic education should, really, begin not with The Canterbury Tales, not with the Odyssey, not even with Genesis, but with the Song of Amergin." Amergin was one of the Milesians, or sons of Mil: Gaels who invaded Ireland and defeated the mysterious Tuatha De Danann, thereby establishing a Celtic beachhead, not only on the shores of the Emerald Isle, but also in the annals of Time and Poetry.

He was our first bard
and we feel in his dim-remembered words
the moment when Time blurs...

and he and the Sons of Mil
heave oars as the breakers mill
till at last Ierne—green, brooding—nears,

while Some implore seas cold, fell, dark
to climb and swamp their flimsy bark
... and Time here also spumes, careers...

while the Ban Shee shriek in awed dismay
to see him still the sea, this day,
then seek the dolmen and the gloam.



Stonehenge
by Michael R. Burch

Here where the wind imbues life within stone,
I once stood
and watched as the tempest made monuments groan
as though blood
boiled within them.

Here where the Druids stood charting the stars
I can tell
they longed for the heavens... perhaps because
hell
boiled beneath them?



The Celtic Cross at Île Grosse
by Michael R. Burch

"I actually visited the island and walked across those mass graves of 30, 000 Irish men, women and children, and I played a little tune on me whistle. I found it very peaceful, and there was relief there." - Paddy Maloney of The Chieftans

There was relief there,
and release,
on Île Grosse
in the spreading gorse
and the cry of the wild geese...

There was relief there,
without remorse
when the tin whistle lifted its voice
in a tune of artless grief,
piping achingly high and longingly of an island veiled in myth.
And the Celtic cross that stands here tells us, not of their grief,
but of their faith and belief—
like the last soft breath of evening lifting a fallen leaf.

When ravenous famine set all her demons loose,
driving men to the seas like lemmings,
they sought here the clemency of a better life, or death,
and their belief in God gave them hope, a sense of peace.

These were proud men with only their lives to owe,
who sought the liberation of a strange new land.
Now they lie here, ragged row on ragged row,
with only the shadows of their loved ones close at hand.

And each cross, their ancient burden and their glory,
reflects the death of sunlight on their story.

And their tale is sad—but, O, their faith was grand!



At Cædmon's Grave
by Michael R. Burch

"Cædmon's Hymn, " composed at the Monastery of Whitby (a North Yorkshire fishing village), is one of the oldest known poems written in the English language, dating back to around 680 A.D. According to legend, Cædmon, an illiterate Anglo-Saxon cowherd, received the gift of poetic composition from an angel; he subsequently founded a school of Christian poets. Unfortunately, only nine lines of Cædmon's verse survive, in the writings of the Venerable Bede. Whitby, tiny as it is, reappears later in the history of English literature, having been visited, in diametric contrast, by Lewis Carroll and Bram Stoker's ghoulish yet evocative Dracula.

At the monastery of Whitby,
on a day when the sun sank through the sea,
and the gulls shrieked wildly, jubilant, free,

while the wind and time blew all around,
I paced those dusk-enamored grounds
and thought I heard the steps resound

of Carroll, Stoker and of Bede
who walked there, too, their spirits freed
—perhaps by God, perhaps by need—

to write, and with each line, remember
the glorious light of Cædmon's ember,
scorched tongues of flame words still engender.

Here, as darkness falls, at last we meet.
I lay this pale garland of words at his feet.

Originally published by The Lyric



faith(less), a coronavirus poem
by Michael R. Burch

Those who believed
and Those who misled
lie together at last
in the same narrow bed

and if god loved Them more
for Their strange lack of doubt,
he kept it well hidden
till he snuffed Them out.



Habeas Corpus
by Michael R. Burch

from “Songs of the Antinatalist”

I have the results of your DNA analysis.
If you want to have children, this may induce paralysis.
I wish I had good news, but how can I lie?
Any offspring you have are guaranteed to die.
It wouldn’t be fair—I’m sure you’ll agree—
to sentence kids to death, so I’ll waive my fee.



Villanelle: Hangovers
by Michael R. Burch

We forget that, before we were born,
our parents had “lives” of their own,
ran drunk in the streets, or half-******.

Yes, our parents had lives of their own
until we were born; then, undone,
they were buying their parents gravestones

and finding gray hairs of their own
(because we were born lacking some
of their curious habits, but soon

would certainly get them). Half-******,
we watched them dig graves of their own.
Their lives would be over too soon

for their curious habits to bloom
in us (though our children were born
nine months from that night on the town

when, punch-drunk in the streets or half-******,
we first proved we had lives of our own).



Happily Never After (the Second Curse of the ***** Toad)
by Michael R. Burch

He did not think of love of Her at all
frog-plangent nights, as moons engoldened roads
through crumbling stonewalled provinces, where toads
(nee princes) ruled in chinks and grew so small
at last to be invisible. He smiled
(the fables erred so curiously), and thought
bemusedly of being reconciled
to human flesh, because his heart was not
incapable of love, but, being cursed
a second time, could only love a toad’s . . .
and listened as inflated frogs rehearsed
cheekbulging tales of anguish from green moats . . .
and thought of her soft croak, her skin fine-warted,
his anemic flesh, and how true love was thwarted.



Haunted
by Michael R. Burch

Now I am here
and thoughts of my past mistakes are my brethren.
I am withering
and the sweetness of your memory is like a tear.

Go, if you will,
for the ache in my heart is its hollowness
and the flaw in my soul is its shallowness;
there is nothing to fill.

Take what you can;
I have nothing left.
And when you are gone, I will be bereft,
the husk of a man.

Or stay here awhile.
My heart cannot bear the night, or these dreams.
Your face is a ghost, though paler, it seems
when you smile.

Published by Romantics Quarterly



Have I been too long at the fair?
by Michael R. Burch

Have I been too long at the fair?
The summer has faded,
the leaves have turned brown;
the Ferris wheel teeters ...
not up, yet not down.
Have I been too long at the fair?

This is one of my earliest poems, written around age 14-15 when we were living with my grandfather in his house on Chilton Street, within walking distance of the Nashville fairgrounds. I remember walking to the fairgrounds, stopping at a Dairy Queen along the way, and swimming at a public pool. But I believe the Ferris wheel only operated during the state fair. So my “educated guess” is that this poem was written during the 1973 state fair, or shortly thereafter. I remember watching people hanging suspended in mid-air, waiting for carnies to deposit them safely on terra firma again.



Insurrection
by Michael R. Burch

She has become as the night—listening
for rumors of dawn—while the dew, glistening,
reminds me of her, and the wind, whistling,
lashes my cheeks with its soft chastening.

She has become as the lights—flickering
in the distance—till memories old and troubling
rise up again and demand remembering ...
like peasants rebelling against a mad king.

Originally published by The Chained Muse



Success
by Michael R. Burch

for Jeremy

We need our children to keep us humble
between toast and marmalade;

there is no time for a ticker-tape parade
before bed, no award, no bright statuette

to be delivered for mending skinned knees,
no wild bursts of approval for shoveling snow.

A kiss is the only approval they show;
to leave us―the first great success they achieve.



Sappho's Lullaby
by Michael R. Burch

for Jeremy

Hushed yet melodic, the hills and the valleys
sleep unaware of the nightingale's call,
while the pale calla lilies lie
listening,
glistening . . .
this is their night, the first night of fall.

Son, tonight, a woman awaits you;
she is more vibrant, more lovely than spring.
She'll meet you in moonlight,
soft and warm,
all alone . . .
then you'll know why the nightingale sings.

Just yesterday the stars were afire;
then how desire flashed through my veins!
But now I am older;
night has come,
I’m alone . . .
for you I will sing as the nightingale sings.

NOTE: The calla lily symbolizes beauty, purity, innocence, faithfulness and true devotion. According to Greek mythology, when the Milky Way was formed by the goddess Hera’s breast milk, the drops that fell to earth became calla lilies.



Piercing the Shell
by Michael R. Burch

If we strip away all the accouterments of war,
perhaps we’ll discover what the heart is for.



Premonition
by Michael R. Burch

Now the evening has come to a close and the party is over ...
we stand in the doorway and watch as they go—
each stranger, each acquaintance, each unembraceable lover.

They walk to their cars and they laugh as they go,
though we know their forced laughter’s the wine ...
then they pause at the road where the dark asphalt flows
endlessly on toward Zion ...

and they kiss one another as though they were friends,
and they promise to meet again “soon” ...
but the rivers of Jordan roll on without end,
and the mockingbird calls to the moon ...

and the katydids climb up the cropped hanging vines,
and the crickets chirp on out of tune ...
and their shadows, defined by the cryptic starlight,
seem spirits torn loose from their tombs.

And I know their brief lives are just eddies in time,
that their hearts are unreadable runes
to be wiped clean, like slate, by the Eraser, Fate,
when their corpses lie ravaged and ruined ...

You take my clenched fist and you give it a kiss
as though it were something you loved,
and the tears fill your eyes, brimming with the soft light
of the stars winking sagely above ...

Then you whisper, "It's time that we went back inside;
if you'd like, we can sit and just talk for a while."
And the hope in your eyes burns too deep, so I lie
and I say, "Yes, I would," to your small, troubled smile.

I vividly remember writing this poem after an office party the year I co-oped with AT&T (at that time the largest company in the world, with presumably a lot of office parties). This would have been after my sophomore year in college, making me around 20 years old. The poem is “true” except that I was not the host because the party was at the house of one of the upper-level managers. Nor was I dating anyone seriously at the time. Keywords/Tags: premonition, office, party, parting, eve, evening, stranger, strangers, wine, laughter, moon, shadows



Survivors
by Michael R. Burch

for the victims and survivors of 9/11 and their families

In truth, we do not feel the horror
of the survivors,
but what passes for horror:

a shiver of “empathy.”

We too are “survivors,”
if to survive is to snap back
from the sight of death

like a turtle retracting its neck.



Child of 9-11
by Michael R. Burch

a poem for Christina-Taylor Green, who
was born on September 11, 2001 and who
died at age nine, shot to death ...

Child of 9-11, beloved,
I bring this lily, lay it down
here at your feet, and eiderdown,
and all soft things, for your gentle spirit.
I bring this psalm ― I hope you hear it.

Much love I bring ― I lay it down
here by your form, which is not you,
but what you left this shell-shocked world
to help us learn what we must do
to save another child like you.

Child of 9-11, I know
you are not here, but watch, afar
from distant stars, where angels rue
the evil things some mortals do.
I also watch; I also rue.

And so I make this pledge and vow:
though I may weep, I will not rest
nor will my pen fail heaven's test
till guns and wars and hate are banned
from every shore, from every land.

Child of 9-11, I grieve
your tender life, cut short ... bereaved,
what can I do, but pledge my life
to saving lives like yours? Belief
in your sweet worth has led me here ...

I give my all: my pen, this tear,
this lily and this eiderdown,
and all soft things my heart can bear;
I bring them to your final bier,
and leave them with my promise, here.



The Locker
by Michael R. Burch

All the dull hollow clamor has died
and what was contained,
removed,

reproved
adulation or sentiment,
left with the pungent darkness

as remembered as the sudden light.



Tremble
by Michael R. Burch

Her predatory eye,
the single feral iris,
scans.

Her raptor beak,
all jagged sharp-edged ******,
juts.

Her hard talon,
clenched in pinched expectation,
waits.

Her clipped wings,
preened against reality,
tremble.



Day, and Night
by Michael R. Burch

The moon exposes pockmarked scars of craters;
her visage, veiled by willows, palely looms.
And we who rise each day to grind a living,
dream each scented night of such perfumes
as drew us to the window, to the moonlight,
when all the earth was steeped in cobalt blue―
an eerie vase of achromatic flowers
bled silver by pale starlight, losing hue.

The night begins her waltz to waiting sunrise―
adagio, the music she now hears;
and we who in the sunlight slave for succor,
dreaming, seek communion with the spheres.
And all around the night is in crescendo,
and everywhere the stars’ bright legions form,
and here we hear the sweet incriminations
of lovers we had once to keep us warm.

And also here we find, like bled carnations,
red lips that whitened, kisses drawn to lies,
that touched us once with fierce incantations
and taught us love was prettier than wise.



To the boy Elis
by Georg Trakl
translation by Michael R. Burch

Elis, when the blackbird cries from the black forest,
it announces your downfall.
Your lips sip the rock-spring's blue coolness.

Your brow sweats blood
recalling ancient myths
and dark interpretations of birds' flight.

Yet you enter the night with soft footfalls;
the ripe purple grapes hang suspended
as you wave your arms more beautifully in the blueness.

A thornbush crackles;
where now are your moonlike eyes?
How long, oh Elis, have you been dead?

A monk dips waxed fingers
into your body's hyacinth;
Our silence is a black abyss

from which sometimes a docile animal emerges
slowly lowering its heavy lids.
A black dew drips from your temples:

the lost gold of vanished stars.

TRANSLATOR'S NOTE: I believe that in the second stanza the blood on Elis's forehead may be a reference to the apprehensive ****** sweat of Jesus in the garden of Gethsemane. If my interpretation is correct, Elis hears the blackbird's cries, anticipates the danger represented by a harbinger of death, but elects to continue rather than turn back. From what I have been able to gather, the color blue had a special significance for Georg Trakl: it symbolized longing and perhaps a longing for death. The colors blue, purple and black may represent a progression toward death in the poem.



Komm, Du ("Come, You")
by Rainer Maria Rilke
loose translation by Michael R. Burch

This was Rilke’s last poem, written ten days before his death. He died open-eyed in the arms of his doctor on December 29, 1926, in the Valmont Sanatorium, of leukemia and its complications. I had a friend who died of leukemia and he was burning up with fever in the end. I believe that is what Rilke was describing here: he was literally burning alive.

Come, you—the last one I acknowledge; return—
incurable pain searing this physical mesh.
As I burned in the spirit once, so now I burn
with you; meanwhile, you consume my flesh.

This wood that long resisted your embrace
now nourishes you; I surrender to your fury
as my gentleness mutates to hellish rage—
uncaged, wild, primal, mindless, outré.

Completely free, no longer future’s pawn,
I clambered up this crazy pyre of pain,
certain I’d never return—my heart’s reserves gone—
to become death’s nameless victim, purged by flame.

Now all I ever was must be denied.
I left my memories of my past elsewhere.
That life—my former life—remains outside.
Inside, I’m lost. Nobody knows me here.



This is my translation of the first of Rilke’s Duino Elegies. Rilke began the first Duino Elegy in 1912, as a guest of Princess Marie von Thurn und Taxis, at Duino Castle, near Trieste on the Adriatic Sea.

First Elegy
by Rainer Maria Rilke
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Who, if I objected, would hear me among the angelic orders?
For if the least One pressed me intimately against its breast,
I would be lost in its infinite Immensity!
Because beauty, which we mortals can barely endure, is the beginning of terror;
we stand awed when it benignly declines to annihilate us.
Every Angel is terrifying!

And so I restrain myself, swallowing the sound of my pitiful sobbing.
For whom may we turn to, in our desire?
Not to Angels, nor to men, and already the sentient animals are aware
that we are all aliens in this metaphorical existence.
Perhaps some tree still stands on a hillside, which we can study with our ordinary vision.
Perhaps the commonplace street still remains amid man’s fealty to materiality—
the concrete items that never destabilize.
Oh, and of course there is the night: her dark currents caress our faces ...

But whom, then, do we live for?
That longed-for but mildly disappointing presence the lonely heart so desperately desires?
Is life any less difficult for lovers?
They only use each other to avoid their appointed fates!
How can you fail to comprehend?
Fling your arms’ emptiness into this space we occupy and inhale:
may birds fill the expanded air with more intimate flying!

Yes, the springtime still requires you.
Perpetually a star waits for you to recognize it.
A wave recedes toward you from the distant past,
or as you walk beneath an open window, a violin yields virginally to your ears.
All this was preordained. But how can you incorporate it? ...
Weren't you always distracted by expectations, as if every event presaged some new beloved?
(Where can you harbor, when all these enormous strange thoughts surging within you keep
you up all night, restlessly rising and falling?)

When you are full of yearning, sing of loving women, because their passions are finite;
sing of forsaken women (and how you almost envy them)
because they could love you more purely than the ones you left gratified.

Resume the unattainable exaltation; remember: the hero survives;
even his demise was merely a stepping stone toward his latest rebirth.

But spent and exhausted Nature withdraws lovers back into herself,
as if lacking the energy to recreate them.
Have you remembered Gaspara Stampa with sufficient focus—
how any abandoned girl might be inspired by her fierce example
and might ask herself, "How can I be like her?"

Shouldn't these ancient sufferings become fruitful for us?

Shouldn’t we free ourselves from the beloved,
quivering, as the arrow endures the bowstring's tension,
so that in the snap of release it soars beyond itself?
For there is nowhere else where we can remain.

Voices! Voices!

Listen, heart, as levitating saints once listened,
until the elevating call soared them heavenward;
and yet they continued kneeling, unaware, so complete was their concentration.

Not that you could endure God's voice—far from it!

But heed the wind’s voice and the ceaseless formless message of silence:
It murmurs now of the martyred young.

Whenever you attended a church in Naples or Rome,
didn't they come quietly to address you?
And didn’t an exalted inscription impress its mission upon you
recently, on the plaque in Santa Maria Formosa?
What they require of me is that I gently remove any appearance of injustice—
which at times slightly hinders their souls from advancing.

Of course, it is endlessly strange to no longer inhabit the earth;
to relinquish customs one barely had the time to acquire;
not to see in roses and other tokens a hopeful human future;
no longer to be oneself, cradled in infinitely caring hands;
to set aside even one's own name,
forgotten as easily as a child’s broken plaything.

How strange to no longer desire one's desires!
How strange to see meanings no longer cohere, drifting off into space.
Dying is difficult and requires retrieval before one can gradually decipher eternity.

The living all err in believing the too-sharp distinctions they create themselves.

Angels (men say) don't know whether they move among the living or the dead.
The eternal current merges all ages in its maelstrom
until the voices of both realms are drowned out in its thunderous roar.

In the end, the early-departed no longer need us:
they are weaned gently from earth's agonies and ecstasies,
as children outgrow their mothers’ *******.

But we, who need such immense mysteries,
and for whom grief is so often the source of our spirit's progress—
how can we exist without them?

Is the legend of the lament for Linos meaningless—
the daring first notes of the song pierce our apathy;
then, in the interlude, when the youth, lovely as a god, has suddenly departed forever,
we experience the emptiness of the Void for the first time—
that harmony which now enraptures and comforts and aids us?



Precipice
by Michael R. Burch

for Jeremy

They will teach you to scoff at love
from the highest, windiest precipice of reason.

Do not believe them.

There is no place safe for you to fall
save into the arms of love.
save into the arms of love.



Love’s Extreme Unction
by Michael R. Burch

Lines composed during Jeremy’s first Nashville Christian football game (he played tuba), while I watched Beth watch him.

Within the intimate chapels of her eyes—
devotions, meditations, reverence.
I find in them Love’s very residence
and hearing the ardent rapture of her sighs
I prophesy beatitudes to come,
when Love like hers commands us, “All be One!”



Keywords/Tags: Rilke, elegy, elegies, angels, beauty, terror, terrifying, desire, vision, reality, heart, love, lovers, beloved, rose, saints, spirits, souls, ghosts, voices, torso, Apollo, Rodin, panther, autumn, beggar

Published as the collection "Leave Taking"
deadboycreek Sep 2018
dicen que no es bueno guardarse las cosas
porque las cosas son veneno
y si mi craneo se abriera como la tierra
como un cascarón donde en algún tiempo
vivió una serpiente gruesa y obscura
que arrastra su cuerpo pesado sobre
el piso de madera

dicen que las cosas no deben guardarse
atras de los ojos como un sótano
obsuro y húmedo donde solo ocurren
cosas obscuras y húmedas
cosas que palpitan
los recuerdos palpitan
y pesan mas que cualquier caja
cubierta de polvo

dicen que es bueno decir las cosas como son
pero me tiemblan las manos
cuando quiero hablar y quisiera correr hasta
encontrarme con el mar y ser nada
o morirme en los brazos de alguien
morirme en los brazos tuyos
lo que sea que me haga sentir
menos sola y pequeña, menos estúpida
un poco menos yo

dicen que no es bueno guardarse las cosas
y no se porque me las guardo
si me pesan tanto y no me dejan en paz
ni poder dejar de pensar, respirar
dicen que no es bueno guardarse nada
y también que es obscena la resignada
indeterminada, cansada, agotada
mirada fija que no logro adherir
a alguna parte

siento cosas que no me explico
que no logro alcanzar ni aunque extienda los brazos
intentando rodear el mundo con mi cabeza
como una tela, se resiste, se rompe y -
me dejo caer sobre tí
septiembre 4 2018
(septiembre 30 1:25 a.m. 2018)
En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.

Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa
una pared con círculos de fósforo
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos,
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga
capaces de impregnar y atravesar rodillas
y gargantas rodeadas de seda general.

Cuando en las reuniones
el azar, la ceniza, las bebidas,
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos,
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos,
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra,
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun,
aun más, aun más,
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo,
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la gente orina,
adivinas tos cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata,
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos,
y caes haciendo crepitar las flores negras.

Adivinas los cuerpos
Como un insecto herido de mandatos,
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas,
relámpagos, cabezas,
y tocas largamente las piernas que te guían.

Oh conducida herida de flechas especiales!

Hueles lo húmedo en medio de la noche?

O un brusco vaso de rosales quemados?

Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?

Mi odio es una sola mano que te indica
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida,
y el viejo olor del ***** como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.

Ay leves locas copas y pestañas,
aire que inunda un entreabierto río
como una sola paloma de colérico cauce,
como atributo de agua sublevada,
ay substancias, sabores, párpados de ala viva
con un temblor, con una ciega flor temible,
ay graves, serios pechos como rostros,
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra,
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas.

Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado
tu estatua en mi corazón devora el trébol.

El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada,
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.

Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.

En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo
o con un segador, entre terrones, a la violenta
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?

Miras: no ves la luna ni el jacinto
ni la oscuridad goteada de humedades,
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno,
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.

Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día,
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día,
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía,
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres,
nada sino esa copa de raíces.

Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo
carne y besos que debo olvidar injustamente,
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo
hemos estado juntos derribando cuerpos,
construyendo una casa que no dura ni muere,
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.

Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante,
sin orígenes, Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso
con una mujer hallada vagamente,
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana,
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.

Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.

Éste es un cuento de puertos adonde
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.

Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?

Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.

Así es la vida,
corre tú entre las hojas, un otoño
***** ha llegado,
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.

Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel ***** que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.

Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.
Elena Ramos Apr 2015
Elena Ramos


Aquí todo en mi mente da vueltas, nada es estable, no hay un objeto al cual pueda ver directo y guiarme para no caer. Para mí no sirve el simple hecho de tenerlo todo para ser feliz, ni el dinero, ni una familia reconocida en todo Miami y el resto del país. Me llamo Gimena Rodríguez, mis papas son de Honduras pero emigraron a los Estados Unidos cuando mi hermano mayor Roberto tenía apenas diez años en ese entonces yo tenía ocho horribles y apestosos años, era muy fea, mi mama siempre me ponía dos ganchitos en la frente para quitarme el pelo de la cara; bote todas las fotos que dejaban evidencia de ese abuso hacia el estilo y la dignidad de una niña pequeña.  

He buscado en la internet el significado de mi nombre, porque ni yo sé que soy. Hay unos sitios bien raros que dicen que soy de las que necesita ser apoyada por los demás, algo que no es cierto, pero he topado con un sitio que dice que soy de pensamiento firme, ágil y con capacidad analítica. Y por cierto mi número de la suerte dice ser el número cuatro, puede tener algo de sentido ya que el 4 de noviembre es mi cumpleaños, o que casualmente mis papas estén de aniversario el mismo día. Suelo ser de esas chicas que todo el mundo conoce o dice saber conocerme, por el simple hecho de tener una familia la cual, toda América conoce. Mi papa heredo el negocio de mi abuelo, (por lo general el abuelo o como yo lo llamaba Yeyo, era el único que me entendía hasta llegue a prometerle que seguiría los pasos de la familia y seguir el negocio) una empresa que distribuye muebles, ya sean sofás como camas y cosas así. La compañía se llama DecoArte, había empezado en 1934 con mi bisabuelo Arturo, que luego paso a ser mi mi Yeyo y ahora de mi padre (solo espero que Roberto pelee por su lugar en la compañía y decida quedarse todo para él, así no tendría que seguir en este negocio, porque realmente no me gusta). He decidido que quiero ir a Los Angeles y estudiar Fashion Management & Marketing, en la Universidad de Argosy. He aplicado a varias universidades y aun espero respuesta, seria decepcionante no ser aceptada en ninguna y entonces tendría que trabajar en DecoArte toda mi vida. Todos los días son decepcionantes, siempre es lo mismo, mi casa parece un lugar solitario. Roberto tiene su propio apartamento, todos los días sube fotos a su cuenta de Instagram haciendo fiestas, las cuales son mencionadas como las mejores. Fraternidades de muchas universidades terminan ahí, los vagabundos igual, y así todo Miami. Sería bueno si por lo menos me invitara a una de sus “reuniones”, como el las suele llamar cuando estamos frente a nuestros padres. No me veo pequeña, tengo diez y siete años y el próximo año me graduare de Miami Beach High School. Muchos me preguntan si realmente tengo la edad que les digo tener, nadie me cree, muchos dicen que me veo mucho mayor, algo que para mí no está mal. En mi cuenta de twitter me he fijado que Roberto dará una fiesta, tal vez pueda decir que voy a ver una película y me voy un rato a su casa, solo espero que mi propio hermano no me eche de la casa. En mi tiempo libre, después de clases, suelo agarra mi computadora portátil y abrir Word, y escribir todo el día. Hace poco subí gratis un libro de poemas de dicados a la gente que no sabe qué hacer con su vida. He tenido buenas respuestas, inclusive en mi blog recibo visitas y buenos comentarios a montones. Existen dos mundos parami, la realidad y el mundo que creo con los libros y la escritura. Cada libro que leo me envuelve en un sentimiento que hace que imagine estar en el libro. Al escribir siento que mis ideas fluyen y que soy yo honestamente, sin censura, sin miedo a expresarme. En este momento estoy escribiendo una historia ficticia de esta joven que desea encontrar el amor, ya que casi lo encontraba pero el murió. Por su falta de confianza no es capaz de hablar con ningún muchacho. Esta es la introducción del libro:
               Para amar hay un tiempo límite, o por lo menos para mí sí. Si tienes una enfermedad terminal, es muy probable que ese amor nunca llegue. Desearía tener por lo menos un romance que dure poco o hasta cuando yo siga viva. Mi vida se complica cada vez más, el único hombre que veo seguido es mi médico el doctor Collins, está casado y tiene una hermosa hija. En el hospital veo morir a diario personas de las cuales me hice amiga. Aun no olvido su rostro, su pálida cara, que me reía aun a pesar de tener peores condiciones de vida que yo. Se llamaba Mark, tenía doce años cuando lo conocí, y diez y siete cuando lo vi por última vez. Cada año lo volvía diferente, siempre había un problema más o algo en su cuerpo había cambiado por  completo. Lo conocí cuando yo tenía once años, llegue a emergencias esa noche, mi mente giraba, era más verde como la pared que trigueña. Gracias a dios detectaron mi cáncer con tiempo. Pero esa noche ahí estaba el, sentado en una camilla, me pareció muy guapo desde el primer instante en que nuestros ojos se cruzaron. Mientras mi mama hablaba con la enfermera afuera, yo estuve acostada, mirándolo y luego mirando el techo. No sabía que sucedía conmigo, solo sabía que  me sentía a morir. No llore porque él estaba ahí, a dos camillas de la mía. Sabía que me observaba aunque lo disimulaba muy bien. Entraron mi mama y varias enfermeras y un doctor,  después de un rato sacaron mi camilla y me llevaban a otro lugar. Deje a ese muchacho solo en ese espantoso cuarto, solo, y seguramente con dolor en alguna parte. Desperté el día siguiente en un cuarto, había dos camas más  pero al parecer solo yo ocupaba y llenaba aquella gran habitación. Me di cuenta que mi mama y mi papa estaban dormidos, me sorprendió ver a papa faltar al trabajo. No estoy muy segura, pero anoche tuve uno de los mejores sueños más reales que he tenido en mi vida. Soñé con el muchacho de la sala de emergencia. Vi su hermoso pelo, dorado que caía sobre sus orejas, sus perfectos ojos, que no se distinguían si eran grises o verdes. Tenía una camiseta roja, parecía el tipo de adolescente que se intoxica con algo y termina aquí. Definitivamente desearía poder volverlo a ver por lo menos un instante, para poder recordar mejor esa mirada y su hermosa sonrisa.  No hice ruido y me levante buscando un baño, estaba bien, solo algo cansada, y molesta por esa horrenda bata que llevaba puesta, ya que no tenía nada abajo. Hice ruido al levantarme ya que presione uno de los botones que levanta la camilla. Mi padre Augusto, se levantó en un abrir y cerrar de ojos del sofá donde dormía para ir en mi auxilio. –Papa estoy bien-,-No te creo, a dónde vas?-,-solo busco un baño, necesito ir ahorita-. La cara de papa estaba muy diferente, hoy no tenía esa mirada de las mañanas que me decían que todo estaba bien, que la economía estaba por las nubes, o que sasha mi perrita no le causaba alergia cuando todos sabíamos que sí. Me detuve a observarlo, sabía que algo le ocurría,  tal vez fue despedido, o tuvo una seria pelea con mi madre, algo que creo lógico, ya que Paty se pone muy insolente cuando tiene discusiones con papa. –qué ocurre?- le pregunte, tocándole la cara muy delicadamente, tratando de leer su mente o entenderlo-cariño, hay cosas de las cuales tenemos que hablar- al decir esto mi padre, supe que no era nada bueno, porque en ese mismo instante se puso a llorar, por un motivo yo hice lo mismo con él. Mi madre se despertó por el ruido.-Mary, el cáncer no te va a matar, te juro que te van a curar, te lo prometo hija pero por favor no llores-. Mi padre la observo fijamente a los ojos. Fue un golpe muy duro el que recibí, darme cuenta que tenía cáncer y de esta manera. Simplemente, busque la puerta y Salí corriendo, lo más rápido posible, segundos después me di la vuelta y vi que ya no sabía en qué parte del hospital me encontraba. –Mary!-se escuchaba en el fondo. Era mi mama que locamente me buscaba. Me imagino lo mal que se ha de sentir en este momento, pero no lo puedo creer aun, pero tengo cáncer…logre salir de esa situación, ya no estaba corriendo por los pasillos, estaba en un cuarto. –Hola- me di la vuelta y lo vi a él, creí no volver a ver esos ojos, pero si.-hola-creo que nunca estuve tan nerviosa en mi vida. Busque la forma en que la camilla cubriera mi bata, estaba descalza y muy despeinada, pero aun ocupaba ir a un baño. Al fondo vi una puerta, había un baño,-Perdón, pero me puedes prestar tu baño-, él se rio enseguida-si no hay problema, además no es mío es del hospital-. Fui caminando muy rápido, y me encerré, luego, me lave las manos, me enjuague la boca, lave mi cara, y Salí.-me llamo Mary- extendí mi mano hacia la suya.-un gusto Mary, soy Gabriel-. Nombre perfecto para un ángel, el cual él se parecía mucho. Sentía mi corazón palpitando mucho, en un instante sentía que me desmayaba y era enserio, no era por las mariposas ni nada por el estilo, realmente me sentía mal. Gabriel tomo mi mano, me ayudo a sentarme y enseguida llamo a una enfermera. Al rato todos estaban en la habitación, incluso mis papas. –Mary!!—mama estoy bien-.la enfermera me acostó en la camilla de Gabriel, y me tomo la presión, al segundo llego otra enfermera a sacarme sangre. Papa me tomo de la cintura, y me guiaban para ir a mi habitación. Estoy en este momento entrando en un túnel donde sentía que nunca llegaría a casa, pensaba en todas las cosas que hice antes por diversión, pero ahora vivo una pesadilla, que espero que sea simplemente eso, y despertar termine con ella. No pude decirle adiós a Gabriel, pero ya sabia que su numero era treinta y seis, y la mia era la sesenta y dos. Había un brillo que trataba de iluminar mi vida, mi cerebro, había tanta oscuridad, tanta tristeza oculta, cuando la gente que yo amo se de cuente de lo que tengo y en lo que me convertiré tendre miedo de su miedo. He visto tantas películas de esas en las que alguien tiene cáncer o una enfermedad terminal, tengo miedo de no querer luchar por mi vida, miedo a no querer salir de esa comodidad en mi mente y querer rendirme. Tengo solo pocos momentos en mi vida, que valen la pena ser contados. Qué tal si no lleguen mas momentos asi y muera sin haber vivido mi vida. He viajado mucho para que termine asi. Mi mente viaja por lugares muy profundos de mi alma, siento eterna la llegada  a mi habitación. Solo escucho bulla de afuera, tanta que no se en cual enfocarme. Mis papas respetan mi silencio, saben que quiero aclarar mejor las cosas pero que tal si no quiero saberlo y seguir así, viajando por la vida solo por viajar sin rumbo, porque la verdad asi me siento. –mary quieres desayunar, el doctor dice que no tienes dieta-. –Si mam, -dije para romper el silencio de aquella blanca habitación. Tengo una terraza, con hermosas flores, no tengo nada que perder ni ganar ahora, solo disfrutar de su belleza y el canto de los pájaros, es hermosa; la única que no me altera, la única que no se siente como bulla. –pero, creo que todos necesitamos una ducha—si, papa, pero no tengo ropa-.Mama ira a la casa y yo a comprar el desayuno, y tu te quedaras aqui con la enfermera mientra te terminan de revisar-. No  soportaba la idea de que tuvieran que sacarme sangre o que alguien estuviera tan cerca de mi, como esta enfermera. Mis papas salieron de la habitacion, y tuve el descaro de preguntarle en el oído a una de las enfermeras, de quien era Gabriel.-te gusta verdad?-,-no!, simplemente tengo curiosidad-.y ahí empezó la historia mas fasinante e interesante que había escuchacho antes.- Se llama Gabriel Cole y tiene doce años, su mama, no sabemos nada de ella. Vino hace seis meses y desde entonces vive aquí, su papa es Señor Cole,no pudo soportar verlo enfermo entonces pago para que viviera aquí, y se fue. Viene a visitarlo una vez a la semana pero tiene dos semanas sin venir.es un buen muchacho, no le vendría mal una amiga, ahora que no tiene a nadie-.no  puedo creer que su familia lo haya abandonado. No me imagino vivir sin mi mama o sin mi papa, seria horrible.-Bueno he terminado contigo, el doctor Collins vendrá en un rato, descansa-. Salieron por la puerta dejándome sola.
I

Temblaban las manos, sudorosas a la temperatura,
se quebraban las piernas del suspense
mientras te veía caminar hacia mí.

Me detengo con el tiempo sin asegurar mi aliento
y me ahogo en el desasosiego de la espera,
los pasos cada vez más lentos,
siento las gotas de mis manos caer,
mis músculos titilar impacientes a tu llegada.

El verde hacia énfasis ese día,
lubricando mi pupila agitada.
El jardín de concreto nos presentó
de forma súbita,
y ahí, en ese lugar, te vi;
destruyendo cada partícula de temor
y volviéndome el alma y el color.

II

Las curvas que tomamos fueron insignificantes
comparadas a tu silueta esplendorosa.
Era inconsciente de todo lo que me rodeaba
pero tu presencia - aunque no tangible-
ya la reconocía y me sentía en curiosa paz.

Éramos niñas exaltadas en el momento,
turbadas por las miradas, los roces inocentes,
las risas nerviosas y los besos en el cuello.
Esperando, como nos es costumbre,
el instante previo.

Ese con el que tanto jugamos y evadimos
buscando ser perfecto,
pero la perfección no existe si no es de tus labios
que buscaron los míos sin importar el lance
y se adentraron en la ternura
haciendo paréntesis entre lugar,
dejándonos libres de los sentidos,
esos que nos distraen de nuestra causa.

III

Tu mirada entra en mí
como torrente de río bravo,
golpeándome con tus emociones
y haciendo las mía paralelas a las tuyas.

No hubo descanso alguno de mis ojos
desde ese instante, diligentes ante ti,
esperando cada movimiento, cada facción
de tu cara dulce.

Son anestesia tus manos sobre las mías,
tan suaves y delicadas,
fuertes y femeninas
que me tomaban como suya.

Cada palabra saliente de tu boca
eran milagros hechos de diosa,
retronando en mi cabeza
expandiéndola y haciéndome entender
la vida entre oraciones.

IV

Nunca presté atención a nada,
no recuerdo ningún rostro,
ni las palabras dichas esa noche.

Pasaba los minutos luchando,
esforzándome por mirar otra cosa
que no fuera tuya,
estar atenta, estar dócil,
calmando mi deseo mientras se acercaba el momento.
Estaba hipnotizada bajo tu aura,
tu presencia sobresaliente ante todo.

Tu mano siempre tomando la mía,
mi mano que se escapaba a tu pierna,
las personas hablando,
y yo escuchando nada.
"Vamos, vamos", pensaba repetidas veces,
intentando mantener mi compostura.
"Vamos, vamos", me dijiste o lo creí.

V

Desaparece la espera que me agota,
el cansancio que cerraba mis ojos por inercia,
para abrirse en su totalidad
admirando la belleza que expones.

Mientras bajan tus prendas,
subo a la búsqueda nerviosa de tus senos
que se encuentran primero con mi boca
y tus manos descubriendo mi espalda.

Ya había estado ahí,
presagio divino de la prórroga
que me hizo conocer tu olor,
tu sabor, tu esencia antes del acercamiento.

¡Qué desasosiego glorioso!
encontrarme entre tus piernas,
suicidio impetuoso de mi cuerpo
acabando en los mares de tus ganas.

VI

Se hacen las caricias infinitas en la noche
y se dejan entrar las luces
logrando iluminar la figura de tu cuerpo
sobre mío titilando.

Siento de nuevo las gotas de mis manos caer,
mis dedos se inundan en la complejidad de tu mares                                                           y puedo  sentir tu fuerza desintegrarse
perder tu mirada al vació,
oír tus sonatas acoplarse
mientras suenan venideros tus te amo
con los míos, se unen
dejándome incapaz de respirar
anegándome en suspiros.

Qué delicado tu pecho latiendo,                                                                                 el olor de tu cabello denso,                        
tus labios rojos cargados de los míos.                
El camino asomó tu esplendor                                  
y el azul cielo, me compensa…

VII

… Sin embargo pienso que tu rostro
-con todas sus expresiones- es más solemne
que las montañas que te rodean.
Que son más cálidas las paredes de tu interior
a la lava ardiente.

Invencible te miro un segundo
y al siguiente, débil,
tus ojos cerrados hacen juego con tu desnudez
y tus labios enaltecen los míos.

El largo de tus piernas son la ruptura del tiempo
dejando cicatrices desobedientes
y marcando un canon en mis quimeras.
Sigo la teoría de los mares;
arropan nuestras tierras
y me dispongo a imitarlos
arropando tus males.

VIII

Soy partidaria de la soledad,
de los espacios y del silencio
pero soy entusiasta de tu compañía,
de tus sonrisas suaves,
las conversaciones ajenas a lo serio
y las que se tornan formales.

Todas con el mismo fin;
marcar tus mejillas de sonrisas concluyentes.
Así se reducen los minutos
y volvemos a esperar,
esta vez a que termine
para seguir tenaces en la misma acción,
aguardar al momento del encuentro.

Reincidir en la ventura, que con él,
siempre nos alivia.

IX

Es fácil admirar tus gustos de erudita
y tan difícil dejarte ir.
Fácil la atracción de nuestras peculiaridades
y tan difícil soltarte.

Tan fácil aprender de ti y callarme
y tan difícil la espera.
Son verdaderos los momentos
y mentira el tiempo.

Reconstruyo los lugares
y te pierdes en sus caudales.
Tanto me lleve de ti
y tanto de mí se quedó contigo.

Recupero alientos mientras me alejo
y ya las montañas tan pequeñas se ven,
como hormigas claras y cómplices.

X

Hubo una vez un muro separando a los amantes,
desgarrándoles la cercanía pero nunca el deseo.
Estuvo y era tan frío que hería los pulmones,
esos con los que respiraban el aire del querido
y que ahogaban de desesperanza a aquél que esperaba.

Hubo una vez media república, separando nuestros cuerpos
pero no nuestras ideas.
Castigos de caminos largos por el llano o las favelas
que nacieron equívocos, erróneos
pero que no desune nuestra esencia.

Miles de infortunios puede haber
a lo largo de la existencia,
severos climas que acrecienten el temor
pero ninguno calcinará nuestro credo.

El concreto cae para convertirse en trenes
que nos adentran a la longevidad.
No importa el medio,
el encuentro es certero y perenne,
y los amantes eternos.
Vianny Sujo May 2016
Te he comparado con un golpe de suerte porque llegas sin avisar y eres una bonita casualidad; con la goma de mascar en un salón de clase porque te mantengo en secreto y te quiero en silencio. He llamado a tus manos una cornisa porque me aferro a ellas para no caer al acantilado; a tus labios les he dicho océano porque me provocas unas ganas inmensas de ahogarme.

Te llamo arte porque aún no te conozco del todo y cuando creo conocerte te encuentro más gamas de colores, porque siempre tendrás algo nuevo que enseñarme.  Voy a empezar a decir que eres mi mar muerto porque evitas que me ahogue y sé que nunca me hundiré cuando estoy contigo.

He hablado del color de tus ojos refiriendo al color de la tierra donde quiero echar raíces y yo ya he comparado al amor con las jacarandas porque haces que todos mis cimientos se estremezcan y que mi primavera quiera pintarse de colores bonitos. Soy alérgica a las flores pero podría aguantar este jardín tan bonito que estás haciendo crecer en mis pulmones y todas estas mariposas caníbales que me revolotean en el estomago.

Terminaré por compararte con la ciencia ficción y con la magia porque aún no me puedo creer que seas real; y sí, la magia existe, pero tú no puedes verla porque nunca te has visto los ojos brillar cuando hablas de algo que te gusta, ni reír a carcajadas hasta que sólo quede silencio y lagrimas de alegría en tus mejillas.

Me estoy proclamando funambulista porque estoy haciendo equilibrio en tus cuerdas vocales y en tu mirada que siempre tiende al infinito, pero ya no tengo miedo de caer porque me has enseñado que tengo unas alas muy grandes.

Verte es como desayunar jugo de naranja, la mejor forma de empezar el día, un agridulce "Te quiero". Eres esa cucharada de más en el café que nadie se atreve a pedir, pero que espera recibir. Eres esa canción que nunca salto en aleatorio y tengo que escuchar dos veces porque la primera no podía parar de sonreír. Eres la piedra más bonita con la que quise tropezar.

No sé si tengo una arritmia en el corazón o sólo es que ahora es más locomotora y menos órgano, corazón coraza, corazón correcaminos... Ojalá tú sepas escucharlo porque cuando estás cerca me grita en los oídos pero no es mi idioma, es el tuyo.

Ojalá ahora puedan entender que cuando hablo de ti hablo de esa mañana de sábado cuando puedes respirar y dejar la mente en blanco durante el desayuno; de esa canción de La Habitación Roja que suena cuando voy camino a casa y el trafico me hace pensar que estoy en el mundo ideal. Hablo de los días lluviosos y grises, de los libros de poesía, de los lapices de colores.

Ojalá algún día me entiendan que cuando hablo de ti sólo quiero hablar de ti y de lo bonito que es que te saquen una sonrisa cuando lo único que quieres hacer es llorar.
Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.
Alev May 2014
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!

Lee todo en: Rima LIII - Poemas de Gustavo Adolfo Bécquer http://www.poemas-del-alma.com/rima-liii.htm#ixzz32XxscF4bVolverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!*

― Gustavo Adolfo Bécquer
Michael R Burch Mar 2020
Isolde’s Song
by Michael R. Burch

Through our long years of dreaming to be one
we grew toward an enigmatic light
that gently warmed our tendrils. Was it sun?
We had no eyes to tell; we loved despite
the lack of all sensation—all but one:
we felt the night’s deep chill, the air so bright
at dawn we quivered limply, overcome.

To touch was all we knew, and how to bask.
We knew to touch; we grew to touch; we felt
spring’s urgency, midsummer’s heat, fall’s lash,
wild winter’s ice and thaw and fervent melt.
We felt returning light and could not ask
its meaning, or if something was withheld
more glorious. To touch seemed life’s great task.

At last the petal of me learned: unfold
and you were there, surrounding me. We touched.
The curious golden pollens! Ah, we touched,
and learned to cling and, finally, to hold.

According to legend, Isolde/Iseult/Yseult and Tristram/Tristan were lovers who died, were buried close to each other, then reunited in the form of plants growing out of their graves. A rose emerged from Isolde's grave, a vine or briar from Tristram's, then the two became one. Tristram was the Celtic Orpheus, a minstrel whose songs set women and even nature a-flutter.

Originally published by The Raintown Review and nominated for the Pushcart Prize.

Keywords/Tags: Tristram, Tristan, Isolde, Iseult, Yseult, Arthurian, legend, myth, romance, Ireland, Cornwall, King Mark, love potion, spell, charm, magic, adultery, harp, minstrel, troubadour, white sails, white hands, betrayal, death, grave, briar, bramble, branches, rose, hazel, honeysuckle, intertwined



These Arthurian poems by Michael R. Burch are based on mysterious ancient Celtic myths that predate by centuries the Christianized legends most readers are familiar with.



At Tintagel
by Michael R. Burch

That night,
at Tintagel,
there was darkness such as man had never seen...
darkness and treachery,
and the unholy thundering of the sea...

In his arms,
who is to say how much she knew?
And if he whispered her name...
"Ygraine"
could she tell above the howling wind and rain?

Could she tell, or did she care,
by the length of his hair
or the heat of his flesh,...
that her faceless companion
was Uther, the dragon,

and Gorlois lay dead?

Originally published by Songs of Innocence, then subsequently by Celtic Twilight, Fables, Fickle Muses and Poetry Life & Times



The Wild Hunt
by Michael R. Burch

Near Devon, the hunters appear in the sky
with Artur and Bedwyr sounding the call;
and the others, laughing, go dashing by.
They only appear when the moon is full:

Valerin, the King of the Tangled Wood,
and Valynt, the goodly King of Wales,
Gawain and Owain and the hearty men
who live on in many minstrels' tales.

They seek the white stag on a moonlit moor,
or Torc Triath, the fabled boar,
or Ysgithyrwyn, or Twrch Trwyth,
the other mighty boars of myth.

They appear, sometimes, on Halloween
to chase the moon across the green,
then fade into the shadowed hills
where memory alone prevails.

Originally published by Celtic Twilight, then by Celtic Lifestyles and Auldwicce



Morgause's Song
by Michael R. Burch

Before he was my brother,
he was my lover,
though certainly not the best.

I found no joy
in that addled boy,
nor he at my breast.

Why him? Why him?
The years grow dim.
Now it's harder and harder to say...

Perhaps girls and boys
are the god's toys
when the skies are gray.

Originally published by Celtic Twilight as "The First Time"



Pellinore's Fancy
by Michael R. Burch

What do you do when your wife is a nag
and has sworn you to hunt neither fish, fowl, nor stag?
When the land is at peace, but at home you have none,
Is that, perchance, when... the Questing Beasts run?



The Last Enchantment
by Michael R. Burch

Oh, Lancelot, my truest friend,
how time has thinned your ragged mane
and pinched your features; still you seem
though, much, much changed—somehow unchanged.

Your sword hand is, as ever, ready,
although the time for swords has passed.
Your eyes are fierce, and yet so steady
meeting mine... you must not ask.

The time is not, nor ever shall be.
Merlyn's words were only words;
and now his last enchantment wanes,
and we must put aside our swords...



Northern Flight: Lancelot's Last Love Letter to Guinevere
by Michael R. Burch

"Get thee to a nunnery..."

Now that the days have lengthened, I assume
the shadows also lengthen where you pause
to watch the sun and comprehend its laws,
or just to shiver in the deepening gloom.

But nothing in your antiquarian eyes
nor anything beyond your failing vision
repeals the night. Religion's circumcision
has left us worlds apart, but who's more wise?

I think I know you better now than then—
and love you all the more, because you are
... so distant. I can love you from afar,
forgiving your flight north, far from brute men,
because your fear's well-founded: God, forbid,
was bound to fail you here, as mortals did.

Originally published by Rotary Dial



Lance-Lot
by Michael R. Burch

Preposterous bird!
Inelegant! Absurd!

Until the great & mighty heron
brandishes his fearsome sword.



Truces
by Michael R. Burch

We must sometimes wonder if all the fighting related to King Arthur and his knights was really necessary. In particular, it seems that Lancelot fought and either captured or killed a fairly large percentage of the population of England. Could it be that Arthur preferred to fight than stay at home and do domestic chores? And, honestly now, if he and his knights were such incredible warriors, who would have been silly enough to do battle with them? Wygar was the name of Arthur's hauberk, or armored tunic, which was supposedly fashioned by one Witege or Widia, quite possibly the son of Wayland Smith. The legends suggest that Excalibur was forged upon the anvil of the smith-god Wayland, who was also known as Volund, which sounds suspiciously like Vulcan...

Artur took Cabal, his hound,
and Carwennan, his knife,
     and his sword forged by Wayland
     and Merlyn, his falcon,
and, saying goodbye to his sons and his wife,
he strode to the Table Rounde.

"Here is my spear, Rhongomyniad,
and here is Wygar that I wear,
     and ready for war,
     an oath I foreswore
to fight for all that is righteous and fair
from Wales to the towers of Gilead."

But none could be found to contest him,
for Lancelot had slewn them, forsooth,
so he hastened back home, for to rest him,
till his wife bade him, "Thatch up the roof! "

Originally published by Neovictorian/Cochlea, then by Celtic Twilight



Midsummer-Eve
by Michael R. Burch

What happened to the mysterious Tuatha De Danann, to the Ban Shee (from which we get the term "banshee") and, eventually, to the druids? One might assume that with the passing of Merlyn, Morgause and their ilk, the time of myths and magic ended. This poem is an epitaph of sorts.

In the ruins
of the dreams
and the schemes
of men;

when the moon
begets the tide
and the wide
sea sighs;

when a star
appears in heaven
and the raven
cries;

we will dance
and we will revel
in the devil's
fen...

if nevermore again.

Originally published by Penny Dreadful



The Pictish Faeries
by Michael R. Burch

Smaller and darker
than their closest kin,
the faeries learned only too well
never to dwell
close to the villages of larger men.

Only to dance in the starlight
when the moon was full
and men were afraid.
Only to worship in the farthest glade,
ever heeding the raven and the gull.



The Kiss of Ceridwen
by Michael R. Burch

The kiss of Ceridwen
I have felt upon my brow,
and the past and the future
have appeared, as though a vapor,
mingling with the here and now.

And Morrigan, the Raven,
the messenger, has come,
to tell me that the gods, unsung,
will not last long
when the druids' harps grow dumb.



Merlyn, on His Birth
by Michael R. Burch

Legend has it that Zephyr was an ancestor of Merlin. In this poem, I suggest that Merlin was an albino, which might have led to claims that he had no father, due to radical physical differences between father and son. This would have also added to his appearance as a mystical figure. The reference to Ursa Major, the bear, ties the birth of Merlin to the future birth of Arthur, whose Welsh name ("Artos" or "Artur") means "bear." Morydd is another possible ancestor of Merlin's. In Welsh names "dd" is pronounced "th."

I was born in Gwynedd,
or not born, as some men claim,
and the Zephyr of Caer Myrrdin
gave me my name.

My father was Madog Morfeyn
but our eyes were never the same,
nor our skin, nor our hair;
for his were dark, dark
—as our people's are—
and mine were fairer than fair.

The night of my birth, the Zephyr
carved of white stone a rune;
and the ringed stars of Ursa Major
outshone the cool pale moon;
and my grandfather, Morydd, the seer
saw wheeling, a-gyre in the sky,
a falcon with terrible yellow-gold eyes
when falcons never fly.



Merlyn's First Prophecy
by Michael R. Burch

Vortigern commanded a tower to be built upon Snowden,
but the earth would churn and within an hour its walls would cave in.

Then his druid said only the virginal blood of a fatherless son,
recently shed, would ever hold the foundation.

"There is, in Caer Myrrdin, a faery lad, a son with no father;
his name is Merlyn, and with his blood you would have your tower."

So Vortigern had them bring the boy, the child of the demon,
and, taciturn and without joy, looked out over Snowden.

"To **** a child brings little praise, but many tears."
Then the mountain slopes rang with the brays of Merlyn's jeers.

"Pure poppycock! You fumble and bumble and heed a fool.
At the base of the rock the foundations crumble into a pool! "

When they drained the pool, two dragons arose, one white and one red,
and since the old druid was blowing his nose, young Merlyn said:

"Vortigern is the white, Ambrosius the red; now, watch, indeed."
Then the former died as the latter fed and Vortigern peed.

Published by Celtic Twilight



It Is Not the Sword!
by Michael R. Burch

This poem illustrates the strong correlation between the names that appear in Welsh and Irish mythology. Much of this lore predates the Arthurian legends, and was assimilated as Arthur's fame (and hyperbole)grew. Caladbolg is the name of a mythical Irish sword, while Caladvwlch is its Welsh equivalent. Caliburn and Excalibur are later variants.

"It is not the sword,
but the man, "
said Merlyn.
But the people demanded a sign—
the sword of Macsen Wledig,
Caladbolg, the "lightning-shard."

"It is not the sword,
but the words men follow."
Still, he set it in the stone
—Caladvwlch, the sword of kings—
and many a man did strive, and swore,
and many a man did moan.

But none could budge it from the stone.

"It is not the sword
or the strength, "
said Merlyn,
"that makes a man a king,
but the truth and the conviction
that ring in his iron word."

"It is NOT the sword! "
cried Merlyn,
crowd-jostled, marveling
as Arthur drew forth Caliburn
with never a gasp,
with never a word,

and so became their king.



Uther's Last Battle
by Michael R. Burch

When Uther, the High King,
unable to walk, borne upon a litter
went to fight Colgrim, the Saxon King,
his legs were weak, and his visage bitter.
"Where is Merlyn, the sage?
For today I truly feel my age."

All day long the battle raged
and the dragon banner was sorely pressed,
but the courage of Uther never waned
till the sun hung low upon the west.
"Oh, where is Merlyn to speak my doom,
for truly I feel the chill of the tomb."

Then, with the battle almost lost
and the king besieged on every side,
a prince appeared, clad all in white,
and threw himself against the tide.
"Oh, where is Merlyn, who stole my son?
For, truly, now my life is done."

Then Merlyn came unto the king
as the Saxons fled before a sword
that flashed like lightning in the hand
of a prince that day become a lord.
"Oh, Merlyn, speak not, for I see
my son has truly come to me.

And today I need no prophecy
to see how bright his days will be."
So Uther, then, the valiant king
met his son, and kissed him twice—
the one, the first, the one, the last—
and smiled, and then his time was past.



Small Tales
by Michael R. Burch

According to legend, Arthur and Kay grew up together in Ector's court, Kay being a few years older than Arthur. Borrowing from Mary Stewart, I am assuming that Bedwyr (later Anglicized to Bedivere)might have befriended Arthur at an early age. By some accounts, Bedwyr was the original Lancelot. In any case, imagine the adventures these young heroes might have pursued (or dreamed up, to excuse tardiness or "lost" homework assignments). Manawydan and Llyr were ancient Welsh gods. Cath Pulag was a monstrous, clawing cat. ("Sorry teach! My theme paper on Homer was torn up by a cat bigger than a dragon! And meaner, too! ")Pen Palach is more or less a mystery, or perhaps just another old drinking buddy with a few good beery-bleary tales of his own. This poem assumes that many of the more outlandish Arthurian legends began more or less as "small tales, " little white lies which simply got larger and larger with each retelling. It also assumes that most of these tales came about just as the lads reached that age when boys fancy themselves men, and spend most of their free time drinking and puking...

When Artur and Cai and Bedwyr
were but scrawny lads
they had many a ***** adventure
in the still glades
of Gwynedd.
When the sun beat down like an oven
upon the kiln-hot hills
and the scorched shores of Carmarthen,
they went searching
and found Manawydan, the son of Llyr.
They fought a day and a night
with Cath Pulag (or a screeching kitten),
rousted Pen Palach, then drank a beer
and told quite a talltale or two,
till thems wasn't so shore which'un's tails wus true.

And these have been passed down to me, and to you.



The Song of Amergin
by Michael R. Burch

Amergin is, in the words of Morgan Llywelyn, "the oldest known western European poet." Robert Graves said: "English poetic education should, really, begin not with The Canterbury Tales, not with the Odyssey, not even with Genesis, but with the Song of Amergin." Amergin was one of the Milesians, or sons of Mil: Gaels who invaded Ireland and defeated the mysterious Tuatha De Danann, thereby establishing a Celtic beachhead, not only on the shores of the Emerald Isle, but also in the annals of Time and Poetry.

He was our first bard
and we feel in his dim-remembered words
the moment when Time blurs...

and he and the Sons of Mil
heave oars as the breakers mill
till at last Ierne—green, brooding—nears,

while Some implore seas cold, fell, dark
to climb and swamp their flimsy bark
... and Time here also spumes, careers...

while the Ban Shee shriek in awed dismay
to see him still the sea, this day,
then seek the dolmen and the gloam.



Stonehenge
by Michael R. Burch

Here where the wind imbues life within stone,
I once stood
and watched as the tempest made monuments groan
as though blood
boiled within them.

Here where the Druids stood charting the stars
I can tell
they longed for the heavens... perhaps because
hell
boiled beneath them?



The Celtic Cross at Île Grosse
by Michael R. Burch

"I actually visited the island and walked across those mass graves of 30, 000 Irish men, women and children, and I played a little tune on me whistle. I found it very peaceful, and there was relief there." - Paddy Maloney of The Chieftans

There was relief there,
and release,
on Île Grosse
in the spreading gorse
and the cry of the wild geese...

There was relief there,
without remorse
when the tin whistle lifted its voice
in a tune of artless grief,
piping achingly high and longingly of an island veiled in myth.
And the Celtic cross that stands here tells us, not of their grief,
but of their faith and belief—
like the last soft breath of evening lifting a fallen leaf.

When ravenous famine set all her demons loose,
driving men to the seas like lemmings,
they sought here the clemency of a better life, or death,
and their belief in God gave them hope, a sense of peace.

These were proud men with only their lives to owe,
who sought the liberation of a strange new land.
Now they lie here, ragged row on ragged row,
with only the shadows of their loved ones close at hand.

And each cross, their ancient burden and their glory,
reflects the death of sunlight on their story.

And their tale is sad—but, O, their faith was grand!



At Cædmon's Grave
by Michael R. Burch

"Cædmon's Hymn, " composed at the Monastery of Whitby (a North Yorkshire fishing village), is one of the oldest known poems written in the English language, dating back to around 680 A.D. According to legend, Cædmon, an illiterate Anglo-Saxon cowherd, received the gift of poetic composition from an angel; he subsequently founded a school of Christian poets. Unfortunately, only nine lines of Cædmon's verse survive, in the writings of the Venerable Bede. Whitby, tiny as it is, reappears later in the history of English literature, having been visited, in diametric contrast, by Lewis Carroll and Bram Stoker's ghoulish yet evocative Dracula.

At the monastery of Whitby,
on a day when the sun sank through the sea,
and the gulls shrieked wildly, jubilant, free,

while the wind and time blew all around,
I paced those dusk-enamored grounds
and thought I heard the steps resound

of Carroll, Stoker and of Bede
who walked there, too, their spirits freed
—perhaps by God, perhaps by need—

to write, and with each line, remember
the glorious light of Cædmon's ember,
scorched tongues of flame words still engender.

Here, as darkness falls, at last we meet.
I lay this pale garland of words at his feet.

Originally published by The Lyric
Oídos con el alma,
pasos mentales más que sombras,
sombras del pensamiento más que pasos,
por el camino de ecos
que la memoria inventa y borra:
sin caminar caminan
sobre este ahora, puente
tendido entre una letra y otra.
Como llovizna sobre brasas
dentro de mí los pasos pasan
hacia lugares que se vuelven aire.
Nombres: en una pausa
desaparecen, entre dos palabras.
El sol camina sobre los escombros
de lo que digo, el sol arrasa los parajes
confusamente apenas
amaneciendo en esta página,
el sol abre mi frente,
                                        balcón al voladero
dentro de mí.

                            Me alejo de mí mismo,
sigo los titubeos de esta frase,
senda de piedras y de cabras.
Relumbran las palabras en la sombra.
Y la negra marea de las sílabas
cubre el papel y entierra
sus raíces de tinta
en el subsuelo del lenguaje.
Desde mi frente salgo a un mediodía
del tamaño del tiempo.
El asalto de siglos del baniano
contra la vertical paciencia de la tapia
es menos largo que esta momentánea
bifurcación del pesamiento
entre lo presentido y lo sentido.
Ni allá ni aquí: por esa linde
de duda, transitada
sólo por espejeos y vislumbres,
donde el lenguaje se desdice,
voy al encuentro de mí mismo.
La hora es bola de cristal.
Entro en un patio abandonado:
aparición de un fresno.
Verdes exclamaciones
del viento entre las ramas.
Del otro lado está el vacío.
Patio inconcluso, amenazado
por la escritura y sus incertidumbres.
Ando entre las imágenes de un ojo
desmemoriado. Soy una de sus imágenes.
El fresno, sinuosa llama líquida,
es un rumor que se levanta
hasta volverse torre hablante.
Jardín ya matorral: su fiebre inventa bichos
que luego copian las mitologías.
Adobes, cal y tiempo:
entre ser y no ser los pardos muros.
Infinitesimales prodigios en sus grietas:
el hongo duende, vegetal Mitrídates,
la lagartija y sus exhalaciones.
Estoy dentro del ojo: el pozo
donde desde el principio un niño
está cayendo, el pozo donde cuento
lo que tardo en caer desde el principio,
el pozo de la cuenta de mi cuento
por donde sube el agua y baja
mi sombra.

                        El patio, el muro, el fresno, el pozo
en una claridad en forma de laguna
se desvanecen. Crece en sus orillas
una vegetación de transparencias.
Rima feliz de montes y edificios,
se desdobla el paisaje en el abstracto
espejo de la arquitectura.
Apenas dibujada,
suerte de coma horizontal (-)
entre el cielo y la tierra,
una piragua solitaria.
Las olas hablan nahua.
Cruza un signo volante las alturas.
Tal vez es una fecha, conjunción de destinos:
el haz de cañas, prefiguración del brasero.
El pedernal, la cruz, esas llaves de sangre
¿alguna vez abrieron las puertas de la muerte?
La luz poniente se demora,
alza sobre la alfombra simétricos incendios,
vuelve llama quimérica
este volumen lacre que hojeo
(estampas: los volcanes, los cúes y, tendido,
manto de plumas sobre el agua,
Tenochtitlán todo empapado en sangre).
Los libros del estante son ya brasas
que el sol atiza con sus manos rojas.
Se rebela el lápiz a seguir el dictado.
En la escritura que la nombra
se eclipsa la laguna.
Doblo la hoja. Cuchicheos:
me espían entre los follajes
de las letras.

                          Un charco es mi memoria.
Lodoso espejo: ¿dónde estuve?
Sin piedad y sin cólera mis ojos
me miran a los ojos
desde las aguas turbias de ese charco
que convocan ahora mis palabras.
No veo con los ojos: las palabras
son mis ojos. vivimos entre nombres;
lo que no tiene nombre todavía
no existe: Adán de lodo,
No un muñeco de barro, una metáfora.
Ver al mundo es deletrearlo.
Espejo de palabras: ¿dónde estuve?
Mis palabras me miran desde el charco
de mi memoria. Brillan,
entre enramadas de reflejos,
nubes varadas y burbujas,
sobre un fondo del ocre al brasilado,
las sílabas de agua.
Ondulación de sombras, visos, ecos,
no escritura de signos: de rumores.
Mis ojos tienen sed. El charco es senequista:
el agua, aunque potable, no se bebe: se lee.
Al sol del altiplano se evaporan los charcos.
Queda un polvo desleal
y unos cuantos vestigios intestados.
¿Dónde estuve?

                                  Yo estoy en donde estuve:
entre los muros indecisos
del mismo patio de palabras.
Abderramán, Pompeyo, Xicoténcatl,
batallas en el Oxus o en la barda
con Ernesto y Guillermo. La mil hojas,
verdinegra escultura del murmullo,
jaula del sol y la centella
breve del chupamirto: la higuera primordial,
capilla vegetal de rituales
polimorfos, diversos y perversos.
Revelaciones y abominaciones:
el cuerpo y sus lenguajes
entretejidos, nudo de fantasmas
palpados por el pensamiento
y por el tacto disipados,
argolla de la sangre, idea fija
en mi frente clavada.
El deseo es señor de espectros,
somos enredaderas de aire
en árboles de viento,
manto de llamas inventado
y devorado por la llama.
La hendedura del tronco:
****, sello, pasaje serpentino
cerrado al sol y a mis miradas,
abierto a las hormigas.

La hendedura fue pórtico
del más allá de lo mirado y lo pensado:
allá dentro son verdes las mareas,
la sangre es verde, el fuego verde,
entre las yerbas negras arden estrellas verdes:
es la música verde de los élitros
en la prístina noche de la higuera;
-allá dentro son ojos las yemas de los dedos,
el tacto mira, palpan las miradas,
los ojos oyen los olores;
-allá dentro es afuera,
es todas partes y ninguna parte,
las cosas son las mismas y son otras,
encarcelado en un icosaedro
hay un insecto tejedor de música
y hay otro insecto que desteje
los silogismos que la araña teje
colgada de los hilos de la luna;
-allá dentro el espacio
en una mano abierta y una frente
que no piensa ideas sino formas
que respiran, caminan, hablan, cambian
y silenciosamente se evaporan;
-allá dentro, país de entretejidos ecos,
se despeña la luz, lenta cascada,
entre los labios de las grietas:
la luz es agua, el agua tiempo diáfano
donde los ojos lavan sus imágenes;
-allá dentro los cables del deseo
fingen eternidades de un segundo
que la mental corriente eléctrica
enciende, apaga, enciende,
resurrecciones llameantes
del alfabeto calcinado;
-no hay escuela allá dentro,
siempre es el mismo día, la misma noche siempre,
no han inventado el tiempo todavía,
no ha envejecido el sol,
esta nieve es idéntica a la yerba,
siempre y nunca es lo mismo,
nunca ha llovido y llueve siempre,
todo está siendo y nunca ha sido,
pueblo sin nombre de las sensaciones,
nombres que buscan cuerpo,
impías transparencias,
jaulas de claridad donde se anulan
la identidad entre sus semejanzas,
la diferencia en sus contradicciones.
La higuera, sus falacias y su sabiduría:
prodigios de la tierra
-fidedignos, puntuales, redundantes-
y la conversación con los espectros.
Aprendizajes con la higuera:
hablar con vivos y con muertos.
También conmigo mismo.

                                                    La procesión del
año:
cambios que son repeticiones.
El paso de las horas y su peso.
La madrugada: más que luz, un vaho
de claridad cambiada en gotas grávidas
sobre los vidrios y las hojas:
el mundo se atenúa
en esas oscilantes geometrías
hasta volverse el filo de un reflejo.
Brota el día, prorrumpe entre las hojas
gira sobre sí mismo
y de la vacuidad en que se precipita
surge, otra vez corpóreo.
El tiempo es luz filtrada.
Revienta el fruto *****
en encarnada florescencia,
la rota rama escurre savia lechosa y acre.
Metamorfosis de la higuera:
si el otoño la quema, su luz la transfigura.
Por los espacios diáfanos
se eleva descarnada virgen negra.
El cielo es giratorio
lapizlázuli:          
viran au ralenti, sus
continentes,
insubstanciales geografías.
Llamas entre las nieves de las nubes.
La tarde más y más es miel quemada.
Derrumbe silencioso de horizontes:
la luz se precipita de las cumbres,
la sombra se derrama por el llano.

A la luz de la lámpara -la noche
ya dueña de la casa y el fantasma
de mi abuelo ya dueño de la noche-
yo penetraba en el silencio,
cuerpo sin cuerpo, tiempo
sin horas. Cada noche,
máquinas transparentes del delirio,
dentro de mí los libros levantaban
arquitecturas sobre una sima edificadas.
Las alza un soplo del espíritu,
un parpadeo las deshace.
Yo junté leña con los otros
y lloré con el humo de la pira
del domador de potros;
vagué por la arboleda navegante
que arrastra el Tajo turbiamente verde:
la líquida espesura se encrespaba
tras de la fugitiva Galatea;
vi en racimos las sombras agolpadas
para beber la sangre de la zanja:
mejor quebrar terrones
por la ración de perro del
labrador avaro
que regir las naciones pálidas
de los muertos;
tuve sed, vi demonios en el Gobi;
en la gruta nadé con la sirena
(y después, en el sueño purgativo,
fendendo i drappi, e mostravami'l
ventre,
quel mí svegliò col
puzzo che n'nuscia);
grabé sobre mi tumba imaginaria:
no muevas esta lápida,
soy rico sólo en huesos;
aquellas memorables
pecosas peras encontradas
en la cesta verbal de Villaurrutia;
Carlos Garrote, eterno medio hermano,
Dios te salve, me dijo al
derribarme
y era, por los espejos del insomnio
repetido, yo mismo el que me hería;
Isis y el asno Lucio; el pulpo y Nemo;
y los libros marcados por las armas de Príapo,
leídos en las tardes diluviales
el cuerpo tenso, la mirada intensa.
Nombres anclados en el golfo
de mi frente: yo escribo porque el druida,
bajo el rumor de sílabas del himno,
encina bien plantada en una página,
me dio el gajo de muérdago, el conjuro
que hace brotar palabras de la peña.
Los nombres acumulan sus imágenes.
Las imágenes acumulan sus gaseosas,
conjeturales confederaciones.
Nubes y nubes, fantasmal galope
de las nubes sobre las crestas
de mi memoria. Adolescencia,
país de nubes.

                            Casa grande,
encallada en un tiempo
azolvado. La plaza, los árboles enormes
donde anidaba el sol, la iglesia enana
-su torre les llegaba a las rodillas
pero su doble lengua de metal
a los difuntos despertaba.
Bajo la arcada, en garbas militares,
las cañas, lanzas verdes,
carabinas de azúcar;
en el portal, el tendejón magenta:
frescor de agua en penumbra,
ancestrales petates, luz trenzada,
y sobre el zinc del mostrador,
diminutos planetas desprendidos
del árbol meridiano,
los tejocotes y las mandarinas,
amarillos montones de dulzura.
Giran los años en la plaza,
rueda de Santa Catalina,
y no se mueven.

                                Mis palabras,
al hablar de la casa, se agrietan.
Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas,
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias,
criaderos de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien.
También me dieron pan, me dieron tiempo,
claros en los recodos de los días,
remansos para estar solo conmigo.
Niño entre adultos taciturnos
y sus terribles niñerías,
niño por los pasillos de altas puertas,
habitaciones con retratos,
crepusculares cofradías de los ausentes,
niño sobreviviente
de los espejos sin memoria
y su pueblo de viento:
el tiempo y sus encarnaciones
resuelto en simulacros de reflejos.
En mi casa los muertos eran más que los vivos.
Mi madre, niña de mil años,
madre del mundo, huérfana de mí,
abnegada, feroz, obtusa, providente,
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
carta de amor con faltas de lenguaje,
mi madre: pan que yo cortaba
con su propio cuchillo cada día.
Los fresnos me enseñaron,
bajo la lluvia, la paciencia,
a cantar cara al viento vehemente.
Virgen somnílocua, una tía
me enseñó a ver con los ojos cerrados,
ver hacia dentro y a través del muro.
Mi abuelo a sonreír en la caída
y a repetir en los desastres: al
hecho, pecho.
(Esto que digo es tierra
sobre tu nombre derramada: blanda te
sea.)
Del vómito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
de una estación de moscas y de polvo
una tarde juntamos sus pedazos.
Yo nunca pude hablar con él.
Lo encuentro ahora en sueños,
esa borrosa patria de los muertos.
Hablamos siempre de otras cosas.
Mientras la casa se desmoronaba
yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza
entre escombros anónimos.

                                                Días
como una frente libre, un libro abierto.
No me multiplicaron los espejos
codiciosos que vuelven
cosas los hombres, número las cosas:
ni mando ni ganancia. La santidad tampoco:
el cielo para mí pronto fue un cielo
deshabitado, una hermosura hueca
y adorable. Presencia suficiente,
cambiante: el tiempo y sus epifanías.
No me habló dios entre las nubes:
entre las hojas de la higuera
me habló el cuerpo, los cuerpos de mi cuerpo.
Encarnaciones instantáneas:
tarde lavada por la lluvia,
luz recién salida del agua,
el vaho femenino de las plantas
piel a mi piel pegada: ¡súcubo!
-como si al fin el tiempo coincidiese
consigo mismo y yo con él,
como si el tiempo y sus dos tiempos
fuesen un solo tiempo
que ya no fuese tiempo, un tiempo
donde siempre es ahora y a
todas horas siempre,
como si yo y mi doble fuesen uno
y yo no fuese ya.
Granada de la hora: bebí sol, comí tiempo.
Dedos de luz abrían los follajes.
Zumbar de abejas en mi sangre:
el blanco advenimiento.
Me arrojó la descarga
a la orilla más sola. Fui un extraño
entre las vastas ruinas de la tarde.
Vértigo abstracto: hablé conmigo,
fui doble, el tiempo se rompió.

Atónita en lo alto del minuto
la carne se hace verbo -y el verbo se despeña.
Saberse desterrado en la tierra, siendo tierra,
es saberse mortal. Secreto a voces
y también secreto vacío, sin nada adentro:
no hay muertos, sólo hay muerte, madre nuestra.
Lo sabía el azteca, lo adivinaba el griego:
el agua es fuego y en su tránsito
nosotros somos sólo llamaradas.
La muerte es madre de las formas…
El sonido, bastón de ciego del sentido:
escribo muerte y vivo en ella
por un instante. Habito su sonido:
es un cubo neumático de vidrio,
vibra sobre esta página,
desaparece entre sus ecos.
Paisajes de palabras:
los despueblan mis ojos al leerlos.
No importa: los propagan mis oídos.
Brotan allá, en las zonas indecisas
del lenguaje, palustres poblaciones.
Son criaturas anfibias, con palabras.
Pasan de un elemento a otro,
se bañan en el fuego, reposan en el aire.
Están del otro lado. No las oigo, ¿qué dicen?
No dicen: hablan, hablan.

                                Salto de un cuento a otro
por un puente colgante de once sílabas.
Un cuerpo vivo aunque intangible el aire,
en todas partes siempre y en ninguna.
Duerme con los ojos abiertos,
se acuesta entre las yerbas y amanece rocío,
se persigue a sí mismo y habla solo en los túneles,
es un tornillo que perfora montes,
nadador en la mar brava del fuego
es invisible surtidor de ayes
levanta a pulso dos océanos,
anda perdido por las calles
palabra en pena en busca de sentido,
aire que se disipa en aire.
¿Y para qué digo todo esto?
Para decir que en pleno mediodía
el aire se poblaba de fantasmas,
sol acuñado en alas,
ingrávidas monedas, mariposas.
Anochecer. En la terraza
oficiaba la luna silenciaria.
La cabeza de muerto, mensajera
de las ánimas, la fascinante fascinada
por las camelias y la luz eléctrica,
sobre nuestras cabezas era un revoloteo
de conjuros opacos. ¡Mátala!
gritaban las mujeres
y la quemaban como bruja.
Después, con un suspiro feroz, se santiguaban.
Luz esparcida, Psiquis…

                                 
¿Hay mensajeros? Sí,
cuerpo tatuado de señales
es el espacio, el aire es invisible
tejido de llamadas y respuestas.
Animales y cosas se hacen lenguas,
a través de nosotros habla consigo mismo
el universo. Somos un fragmento
-pero cabal en su inacabamiento-
de su discurso. Solipsismo
coherente y vacío:
desde el principio del principio
¿qué dice? Dice que nos dice.
Se lo dice a sí mismo. Oh
madness of discourse,
that cause sets up with and against
itself!

Desde lo alto del minuto
despeñado en la tarde plantas fanerógamas
me descubrió la muerte.
Y yo en la muerte descubrí al lenguaje.
El universo habla solo
pero los hombres hablan con los hombres:
hay historia. Guillermo, Alfonso, Emilio:
el corral de los juegos era historia
y era historia jugar a morir juntos.
La polvareda, el grito, la caída:
algarabía, no discurso.
En el vaivén errante de las cosas,
por las revoluciones de las formas
y de los tiempos arrastradas,
cada una pelea con las otras,
cada una se alza, ciega, contra sí misma.
Así, según la hora cae desen-
lazada, su injusticia pagan. (Anaximandro.)
La injusticia de ser: las cosas sufren
unas con otras y consigo mismas
por ser un querer más, siempre ser más que más.
Ser tiempo es la condena, nuestra pena es la historia.
Pero también es el lug
Rodando a goterones solos,
a gotas como dientes,
a espesos goterones de mermelada y sangre,
rodando a goterones
cae el agua,
como una espada en gotas,
como un desgarrador río de vidrio,
cae mordiendo,
golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del
alma,
rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro.

Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto,
un líquido, un sudor, un aceite sin nombre,
un movimiento agudo,
haciéndose, espesándose,
cae el agua,
a goterones lentos,
hacia su mar, hacia su seco océano,
hacia su ola sin agua.

Veo el verano extenso, y un estertor saliendo de un granero,
bodegas, cigarras,
poblaciones, estímulos,
habitaciones, niñas
durmiendo con las manos en el corazón,
soñando con bandidos, con incendios,
veo barcos,
veo árboles de médula
erizados como gatos rabiosos,
veo sangre, puñales y medias de mujer,
y pelos de hombre,
veo camas, veo corredores donde grita una virgen,
veo frazadas y órganos y hoteles.

Veo los sueños sigilosos,
admito los postreros días,
y también los orígenes, y también los recuerdos,
como un párpado atrozmente levantado a la fuerza
estoy mirando.

Y entonces hay este sonido:
un ruido rojo de huesos,
un pegarse de carne,
y piernas amarillas como espigas juntándose.
Yo escucho entre el disparo de los besos,
escucho, sacudido entre respiraciones y sollozos.

Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro el mundo.

Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enteramente,
veo caer un agua sorda,
a goterones sordos.

Es como un huracán de gelatina,
como una catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.
Veo pasar sus aguas a través de los huesos.
Xv
En las arenas de Magallanes te recogimos cansada
navegante, inmóvil
bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce y doble
desafió dividiendo en sus pezones.

Te levantamos otra vez sobre los mares del Sur, pero ahora
fuiste la pasajera de lo oscuro, de los rincones, igual
al trigo y al metal que custodiaste
en alta mar, envuelta por la noche marina.

      Hoy eres mía, diosa que el albatros gigante
      rozó con su estatura extendida en el vuelo,
      como un manto de música dirigida en la lluvia
      por tus ciegos y errantes párpados de madera.

      Rosa del mar, abeja más pura que los sueños,
      almendrada mujer que desde las raíces
      de una encina poblada por los cantos
      te hiciste forma, fuerza de follaje con nidos,
      boca de tempestades, dulzura delicada
      que iría conquistando la luz con sus caderas.

      Cuando ángeles y reinas que nacieron contigo
      se llenaron de musgo, durmiendo destinados
      a la inmovilidad con un honor de muertos,
      tú subiste a la proa delgada del navío
      y ángel y reina y ola, temblor del mundo fuiste.
      El estremecimiento de los hombres subía
      hasta tu noble túnica con pechos de manzana,
      mientras tus labios eran oh dulce! humedecidos
      por otros besos dignos de tu boca salvaje.

      Bajo la noche extraña tu cintura dejaba
      caer el peso puro de la nave en las olas
      cortando en la sombría magnitud un camino
      de fuego derribado, de miel fosforescente.
      El viento abrió en tus rizos su caja tempestuosa,
      el desencadenado metal de su gemido,
      y en la aurora la luz te recibió temblando
      en los puertos, besando tu diadema mojada.

      A veces detuviste sobre el mar tu camino
      y el barco tembloroso bajó por su costado,
      como una gruesa fruta que se desprende y cae,
      un marinero muerto que acogieron la espuma
      y el movimiento puro del tiempo y del navío.
      Y sólo tú entre todos los rostros abrumados
      por la amenaza, hundidos en un dolor estéril,
      recibiste la sal salpicada en tu máscara,
      y tus ojos guardaron las lágrimas saladas.
      Más de una pobre vida resbaló por tus brazos
      hacia la eternidad de las aguas mortuorias,
      y el roce que te dieron los muertos y los vivos
      gastó tu corazón de madera marina.

Hoy hemos recogido de la arena tu forma,
Al final, a mis ojos estabas destinada.
Duermes tal vez, dormida, tal vez has muerto, muerta:
tu movimiento, al fin, ha olvidado el susurro
y el esplendor errante cerró su travesía.
Iras del mar, golpes del cielo han coronado
tu altanera cabeza con grietas y rupturas,
y tu rostro como una caracola reposa
con heridas que marcan tu frente balanceada.

Para mí tu belleza guarda todo el perfume,
todo el ácido errante, toda su noche oscura.
Y en tu empinado pecho de lámpara o de diosa,
torre turgente, inmóvil amor, vive la vida.
Tú navegas conmigo, recogida, hasta el día
en que dejen caer lo que soy en la espuma.
Es tan fácil nacer en sitios que no existen
y sin embargo fueron brumosos y reales
por ejemplo m¡ sitio mi marmita de vida
mi suelta de palomas conservaba
una niebla capaz de confundir las brújulas
y atravesar de tarde los postigos
todo en el territorio de aquella infancia breve
con la casa en la loma cuyo dueño
cara un tal valentín del escobar
y el nombre era sonoro me atraían
las paredes tan blancas y rugosas
ahí descubrí el lápiz como colón su américa
sin saber que era lápiz y mientras lo empuñaba
alguien hacía muecas al costado de un biombo
para que yo comiera pero yo no comía

después es la estación y es el ferrocarril
me envuelven en la manta de viaje y de calor
y había unas mangueras largas ágiles
que lavaban la noche en los andenes

las imágenes quedan como en un incunable
que sólo yo podría descifrar
puesto que soy el único especialista en mí
y sin embargo cuando regresé
apenas treinta y dos años más tarde
no había andén ni manta ni paredes rugosas
ya nadie recordaba la casa en la lomita
tampoco a valentín del escobar
quizá sea por eso que no puedo creer
en pueblo tan ceñido tan variable
sin bruma que atraviese los postigos
y confunda las brújulas
un paso de los toros enmendado
que no tiene ni biombo ni mangueras

el espejo tampoco sabe nada
con torpeza y herrumbre ese necio repite
mi pescuezo mi nuez y mis arrugas
debe haber pocas cosas en el mundo
con menos osadía que un espejo

en mis ojos amén de cataratas
y lentes de contacto con su neblina propia
hay rehenes y brujas
espesas telarañas sin arañas
hay fiscales y jueces
disculpen me quedé sin defensores
hay fiscales que tiemblan frente a los acusados
y jueces majaderos como tías
o deshumanizados como atentos verdugos
hay rostros arduos y fugaces
otros triviales pero permanentes
hay criaturas y perros y gorriones
que van garúa arriba ensimismados
y un sosías de dios que pone cielos
sobre nuestra mejor abolladura
y tampoco el espejo sabe nada
de por qué lo contemplo sin rencor y aburrido

y así de noche en noche
así de nacimiento en nacimiento
de espanto en espantajo
van o vamos o voy con las uñas partidas
de arañar y arañar la infiníta corteza

más allá del orgullo los árboles quedaron
quedaron los presagios las fogatas
allá atrás allá atrás
quién es tan memorioso
ah pero la inocencia ese búfalo herido
interrumpe o reanuda
la fuga o cacería
de oscuro desenlace

todos mis domicilios me abandonan
y el botín que he ganado con esas deserciones
es un largo monólogo en hiladas
turbado peregrino garrafal
contrito y al final desmesurado
para mi humilde aguante

Me desquito clavándole mi agüero
me vengo espolvoreándolo de culpas
pero la soledad
                            esa guitarra
esa botella al mar
esa pancarta sin muchedumbrita
esa efemérides para el olvido
oasis que ha perdido su desierto
flojo tormento en espiral
cúpula rota y que se llueve
ese engendro del prójimo que soy
tierno rebuzno de la angustia
farola miope

tímpano
ceniza
nido de águila para torcazas
escobajo sin uvas
borde de algo importante que se ignora
esa insignificante libertad de gemir
ese carnal vacío
ese naipe sin mazo
ese adiós a ninguna
esa espiga de suerte
ese hueco en la almohada
esa impericia
ese sabor grisáceo
esa tapa sin libro
ese ombligo inservible
la soledad en fin
                              esa guitarra
de pronto un día suena repentina y llamante
inventa prójimas de mi costilla
y hasta asombra la sombra
qué me cuentan

en verdad en verdad os digo que
nada existe en el mundo como la soledad
para buscarnos tierna compañía
cohorte escolta gente caravana

y el espejo ese apático supone
que uno está solo sólo porque rumia
en cambio una mujer cuando nos mira sabe
que uno nunca está solo aunque lo crea
ah por eso hijos míos si debéis elegir
entre una muchacha y un espejo
elegid la muchacha

cómo cambian los tiempos y el azogue
los espejos ahora vienen antinarcisos
hace cuarenta años la gente los compraba
para sentirse hermosa para saberse joven
eran lindos testigos ovalados
hoy en cambio son duros enemigos
cuadrados de rencor bruñidos por la inquina
nos agravian mortifican zahieren
y como si tal cosa pronuncian su chispazo
mencionan lustros y colesterol
pero no las silvestres bondades de estraperlo
la lenta madurez esa sabiduría
la colección completa de delirios
nada de eso         solamente
exhuman
las averías del pellejo añejo
el desconsuelo y sus ojeras verde
la calvicie que empieza o que concluye
los párpados vencidos siniestrados
las orejas mollejas la chatura nasal
las vacantes molares las islas del eczema

pero no hay que huir despavorido
ni llevarle el apunte a ese reflejo
nadie mejor que yo
para saber que miente

no caben en su estanque vertical
los que fui los que soy los que seré
siempre soy varios en parejos rumbos
el que quiere asomarse al precipicio
el que quiere vibrar inmóvil como un trompo
el que quiere respirar simplemente

será que nada de eso está en mis ojos
nadie sale a pedir el vistobueno
de los otros que acaso y sin acaso
también son otros y en diversos rumbos
el que aspira a encontrarse con su euforia
el que intenta ser flecha sin el arco
el que quiere respirar simplemente
será que nada de eso está en mi ceño
en mis hombros mi boca mis orejas
será que ya no exporto dudas ni minerales
no genera divisas mi conducta
tiene desequilibrios mi balanza de pagos
la caridad me cobra intereses leoninos
y acaparo dolor para el mercado interno

será que nada de eso llega al prójimo
pero yo estoy hablando del y con el espejo
y en su Iuna no hay prójima y si hay
será tina entrometida que mira sobre mi hombro

los prójimos y prójimas no están el el luciente
sencillamente son habitantes de mi
y bueno se establecen en mi como pamperos
como arroyos o como burbujas

por ejemplo las dudas no están en el espejo
las dudas que son meras preconfianzas
por ejemplo los miércoles no están
ya que el espejo es un profesional
de noches sabatinas y tardes domingueras
los miércoles de miércoles quien se le va a arrimar
pedestre o jadeante
inhumano y cansado
con la semana a medio resolver
las tardes gordas de preocupaciones
el ómnibus oliendo a axila de campeón

los insomnios no caben por ejemplo
no son frecuentes pero si poblados
de canciones a trozos
de miradas que no eran para uno
y alguna que otra bronco no del todo prevista
de ésas clue consumen la bilis del trimestre

tampoco aquellos tangos en Ios que uno sujeta
en suave diagonal la humanidad contigua
y un magnetismo cálido y a la vez transitorio
consterna los gametos sus ene cromosomas
y entre corte y cortina se esparcen monosílabos
y tanto las pavadas aleluya
como las intuiciones aleluya aleluya
derriban las fronteras ideológicas

verbigracia qué puede rescatar el espejo
de una ausencia tajante
una de esas ausencias que concurren
que numeran sus cartas
y escriben besos ay de amor remoto

qué puede qué podría reconocer carajo
de las vidas y vidas que ya se me murieron
esos acribillados esos acriborrados
del abrazo y el mapa y los boliches
o los que obedecieron a su corazonada
hasta que el corazón les explotó en la mano
sea en el supermarket de la mala noticia
o en algún pobre rancho de un paisaje sin chau

poco puede conocer de los rostros
que no fueron mi rostro y sin embargo
siguen estando en mí
y menos todavía
de los desesperantes terraplenes
que traté de subir o de bajar
esos riesgos minúsculos que parecen montañas
y los otros los graves que salvé como un sordo
así hasta que la vida quedó sin intervalos
y la muerte quedó sin vacaciones
y mi piel se quedó sin otras pieles
y mis brazos vacíos como mangas
declamaron socorro para el mundo

en la esquina del triste no hay espejo
y lo que es
                  más
austero
                                        no
hay auxilio
por qué será que cunden fas alarmas
y no huy manera ya de descundirlas

el país tiene heridas grandes como provincias
y hay que aprender a andar sobre sus bordes
sin vomitar en ellas ni caer como bolos
ni volverse suicida u miserable
ni decir no va más
porque está yendo
y exportamos los huérfanos y viudas
como antes la lana o el tasajo

en el muelle del pobre no hay espejo
y lo que es
                   más
sencillo
                                        no
hay adioses

los tratemos que estaban en el límite
las muchachas que estaban en los poemas
asaltaron de pronto el minuto perdido
y se desparramaron como tinta escarlata
sobre las ínfulas y los sobornos
metieron sus urgencias que eran gatos
en bolsas de arpillera
y cuando las abrieron aquello fue un escándalo
la fiesta prematura
igual que si se abre una alcancía

hacía tanto que éramos comedidos y cuerdos
que no nos vino mal este asedio a la suerte

los obreros en cambio no estaban en los poemas
estaban en sus manos nada más
que animan estructuras telas fibras
y cuidan de su máquina oh madre inoxidable
y velan su garganta buje a buje
y le toman el pulso
y le vigilan la temperatura
y le controlan la respiración
y aquí atornillan y desatornillan
y allí mitigan ayes y chirridos y ecos
o escuchar sus maltrechas confidencias
y por fin cuando suena el pito de las cinco
la atienden la consuelan y la apagan

los obreros no estaban en los poemas
pero a menudo estaban en las calles
eon su rojo proyecto y eon su puño
sus alpargatas y su humor de lija
y su beligerancia su paz y su paciencia
sus cojones de clase
qué clase de cojones
sus olas populares
su modestia y su orgullo
que son casi lo mismo

las muchachas que estaban en los poemas
los obreros que estaban en las mulos
hoy están duros en la cárcel firmes
como las cuatro barras que interrumpen el cielo

pero habrá otro tiempo
es claro que habrá otro
habrá otro ticnlpo porque el tiempo vuela
no importa que ellas y ellos no estén en el espejo
el tiempo volará
                             no
como el cóndor
ni como el buitre ni como el albatros
ni como el churrinche ni como el venteveo
el tiempo volara como la historia
esa ave migratoria de atlas fuertes
que cuando Ilega es para quedarse

y por fin las muchachas estarán en las mulos
y por fin los obreros estarán en los poemas
ay espejo ignorás tanta vida posible
tenés mi soledad
vaya conquista
en qué mago atolón te obligaste a varar
hay un mundo de amor que te es ajeno
así chic no te. quedes mirando má mirada
la modorra no escucha campanas ni promesas
tras de mi sigue habiendo un pedazo do historia
y yo tengo la llave de ese cobre barato
pero atrás más atrás
o adelante mucho más adelante
hay una historia plena
una patria en andamios con banderas posibles
y todo sin oráculo y sin ritos
y sin cofre y sin llave
simplemente una patria

ay espejo las sombras que te cruzan
son mucho más corpóreas que mi cuerpo depósito
el tiempo inagotable hace sus propios cálculos
y yo tengo pulmones y recuerdos y nuca
y otras abreviaturas de lo frágil
quizá una vez, te quiebres
dicen que es mala suerte
pero ningún espejo pudo con el destino
o yo mismo me rompa sin que vos te destruyas
y sea así otra sombra que te cruce

pero espejo ya tuve como dieciocho camas
en los tres años últimos de este gran desparramo
como todas las sombras pasadas o futuras
soy nómada y testigo y mirasol
dentro de tres semanas tal vez me vaya y duerma
en ml cama vacía número diecinueve
no estarás para verlo
no estaré para verte

en otro cuarto neutro mengano y transitorio
también habrá un espejo que empezará a
   escrutarme
tan desprolijamente como vos
y aquí en este rincón duramente tranquilo
se instalará otro huesped temporal como yo
o acaso dos amantes recién homologados
absortos en su canje de verguenzas
con fragores de anule e isócronos vaivenes

no podrás ignorarlos
egos le ignorarán
no lograrás desprestigiar su piel
porque será de estreno y maravilla
ni siquiera podr á vituperar mi rostro
porque ya estaré fuera de tu alcance
diciéndole a otra luna de impersonal herrumbre
lo que una vez te dije con jactancia y recelo

he venido con toldos mis enigmas
he venido con todos mis fantasmas
he venido con lerdees mis amores

y antes de que me mire
como vos me miraste
con ojos que eran sello parodia de mis ojos
soltaré de una vez el desafío

ay espejo cuadrado
nuevo espejo de hotel y lejanía
aquí estoy
                  ya podés
empezar a ignorarme.
En el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.
El poema, en estado
de fragilidad o de furia, deja
caer su sombra sobre el mundo y lo desplaza
a pájaros errante, ojos
abiertos en la sangre, cóleras
del aire, espantos
del amor. Así la tarde
dora su vuelo hacia la nada. El poema
dejó de hablar cuando nació.
Balbucea en la calle
como un idiota ciego.
Igual, la flor retorna
a limitarnos el instante azul,
a dar una hermandad gustosa a nuestro cuerpo,
a decirnos, oliendo inmensamente,
que lo breve nos basta.

Lo breve al sol de oro, al aire de oro,
a la tierra de oro, al áureo mar;
lo breve contra el cielo de los dioses,
lo breve enmedio del oscuro no,
lo breve en suficiente dinamismo,
conforme entre armonía y entre luz.

Y se mece la flor, con el olor
más rico de la carne,
olor que se entra por el ser y llega al fin
de su sinfín, y allí se pierde,
haciéndonos jardín.

La flor se mece viva fuera, dentro,
con peso exacto a su placer.
Y el pájaro la ama y la estasía,
y la ama, redonda, la mujer,
y la ama y la besa enmedio el hombre.

¡Florecer y vivir, instante
de central chispa detenida,
abierta en una forma tentadora;
instante sin pasado,
en que los cuatro puntos cardinales
son de igual atracción dulce y profunda:
instante del amor abierto
como la flor!
Amor y flor en perfección de forma,
en mutuo sí frenético de olvido,
en compensación loca,
olor, sabor y olor,
color, olor y tacto, olor, amor, olor.

El viento rojo la convence
y se la lleva, rapto delicioso,
con un vivo caer que es un morir
de dulzor, de ternura, de frescor;
caer de flor en su total belleza,
volar, pasar, morir de flor y amor
en el día mayor de la hermosura,
sin dar pena en su irse ardiente al mundo,
ablandando la tierra sol y sombra,
perdiéndose en los ojos azules de la luz!
o es que existe un territorio
donde las sangres se mezclan(de una canción de Daniel Viglietti)

Ya van días y noche que pienso pobre flaco
y no puedo ni quiero apartar el recuerdo

no el subido al cajón a la tribuna
con su palabra de espiral velocisima
que blindaba los pregones del pueblo
o encendía el futuro con unas pocas brasas
ni el cruzado sin tregua que quería
salvar la sangre prójima aferrándose
a la justicia esa pobre lisiada

no es el rostro allá arriba el que concurre
mas bien el compañero del exilio
el cálido el silencio aquel buen parroquiano
del boliche de la calle maipú
fiel al churrasco y al budín de pan
rodeado de hijos hijas yernos nietos
ese flamante abuelo con cara de muchacho
hablando del paisito con la pasión ecuánime
sin olvidar heridas
y tampoco quedándose en el barro
siempre haciendo proyectos y eran viables
ya que su vocación de abrecaminos
lo llevaba a fundar optimismos atajos
cuando alguno se daba por maltrecho

y a pesar de la turbia mescolanza
que hay en el techo gris de la derrota
nadie consiguió que tildara de enemigos
a quienes bien o mal
radiantes o borrosos
faros o farolitos
eran pueblo
                      como él

y también comparece el vigilado
por esos tiras mansos con quienes conversaba
de cine libros y otras zancadillas
en el hotel o escala o nostalgia
de la calle corrientes

se que una vez el dueño que era amigo
lo reconvino porque había una cola
de cincuenta orientales nada menos
que venían con dudas, abandonos
harapos desempleos frustraciones conatos
pavores esperanzas cabalas utopías

y el escuchaba a todos
el ayudaba comprendía a todos
lo hacia cuerdamente y si algo prometía
lo iba a cumplir después con el mismo rigor
que si fuera contrato ante escribano público
no se puede agregar decia despacito
mas angustia a la angustia
no hay derecho

y trabaja siempre
noche y día
quizás para olvidar que la muerte miraba
de un solo manotazo espantaba sus miedos
como si fueran moscas o rumores
y pese a las calumnias las alarmas
su confianza era casi indestructible
llevaba la alegria siempre ilesa
de la gente que cumple con la gente

solo un imagen lo vencia
era la hija inerme
la hija en la tortura
durante quince insomnios la engañaron diciendole
que lo habian borrado en la Argentina
era un viejo proyecto por lo visto
entonces si pedia ayuda para
no caer en la desesperación
para no maldecir mas de la cuenta
ya van noches y días que pienso pobre flaco
un modo de decir pobres nosotros
que nos hemos quedado
sin su fraternidad sobre la tierra
no se me borra la sonrisa el gesto
de la ultima vez que lo vi junto a chicho
y no le dije adios sino cuidate
pero los dos sabiamos que no se iba a cuidar

por lo comun cuando cae un verdugo
un doctor en crueldad, un mitrione cualquiera
los canallas zalameros recuerdan
que deja tres cuatro
verduguitos en ciernes

ahora que problema este hombre legal
este hombre cabal acribillado
este muerto inmorible con las manos atadas
deja diez hijos tras de si
diez huellas
pienso en cecilia en chicho
en isabel margarita felipe
y los otros que siempre lo rodeaban
porque tambien a ellos inspiraba confianza
y que lindos gurises ojala
vayan poquito a poco entendiendo su duelo
resembrando a zelmar en sus diez surcos

puede que la tristeza me haga decir ahora
sin el aval de las computadoras
que era el mejor de nosotros
y era
pero nada me hará olvidar que fue
quien haciendo y rehaciendo
se purifico mas en el exilio

mañana apretaremos con los dientes
este gajo de asombro
este agrio absurdo gajo
y tragaremos
                       seguirá
la vida
pero hoy este horror es demasiado

que no profane el odio
a este bueno yacente este justo
que el odio quede fuera del recinto
donde estan los que quiso y que lo quieren
solo por esta noche
por esta pena apenas
para que nada tizne
esta vela de almas

pocos podran como él
caer tan generosamente
tan atrozmente ingenuos
tan limpiamente osados

mejor juntemos nuestras osadías
la generosidad mas generosa
y ademas instalemos con urgencia
fieles radares en la ingenuidad

convoquemos aquí a nuestros zelmares
esos que el mismo nos dejo en custodia
el que ayudo a cada uno en su combate
en su mas sola soledad
y hasta nos escucho los pobres sueños
                él
                que siempre salía
                de alguna pesadilla
y si tendia una mano era una mano
y si daba consuelo era un consuelo
y nunca un simulacro

convoquemos aquí a nuestros zelmares
en ellos no hay ceniza
ni muerte ni derrota ni tierno descalabro
nuestros zelmares siguen tan campantes
señeros renacidos
únicos y plurales
fieles y hospitalarios
convoquemos aquí a nuestros zelmares
y si aun asi fraternos
asi reunidos en un duro abrazo

en una limpia desesperación
cada uno de esos módicos zelmares
echa de menos a zelmar
                                          será
que el horror sigue siendo demasiado
y ya que nuestro muerte
como diria roque en plena vida
es un indócil
ya que es un difunto peliagudo
que no muere en nosotros
pero muere
que cada uno llore como pueda

a lo mejor entonces
nuestro zelmar
                           ese de cada uno
ese que el mismo nos dejo en custodio
a cada uno tendera una mano
y como en tantas otras
malas suertes y noches
nos sacara del pozo
desamortajara nuestra alegría
y empezara a blindarnos los pregones
a encender el futuro con unas pocas brasas
Caminas adentro de ti mismo y el tenue reflejo serpeante que te conduce
    no es la última mirada de tus ojos al cerrarse ni es el sol tímido golpeando tus párpados:
    es un arroyo secreto, no de agua sino de latidos: llamadas, respuestas, llamadas,
    hilo de claridades entre las altas yerbas y las bestias agazapadas de la conciencia a obscuras.
    Sigues el rumor de tu sangre por el país desconocido que inventan tus ojos
    y subes por una escalera de vidrio y agua hasta una terraza.
    Hecha de la misma materia impalpable de los ecos y los tintineos,
    la terraza, suspendida en el aire, es un cuadrilátero de luz, un ring magnético
    que se enrolla en sí mismo, se levanta, anda y se planta en el circo del ojo,
    géiser lunar, tallo de vapor, follaje de chispas, gran árbol que se enciende y apaga y enciende:
    estás en el interior de los reflejos, estás en la casa de la mirada,
    has cerrado los ojos y entras y sales de ti mismo a ti mismo por un puente de latidos:
                                  EL CORAZÓN ES UN OJO.

    Estás en la casa de la mirada, los espejos han escondido todos sus espectros,
    no hay nadie ni hay nada que ver, las cosas han abandonado sus cuerpos,
    no son cosas, no son ideas: son disparos verdes, rojos, amarillos, azules,
    enjambres que giran y giran, espirales de legiones desencarnadas,
    torbellino de las formas que todavía no alcanzan su forma,
    tu mirada es la hélice que impulsa y revuelve las muchedumbres incorpóreas,
    tu mirada es la idea fija que taladra el tiempo, la estatua inmóvil en la plaza del insomnio,
    tu mirada teje y desteje los hilos de la trama del espacio,
    tu mirada frota una idea contra otra y enciende una lámpara en la iglesia de tu cráneo,
    pasaje de la enunciación a la anunciación, de la concepción a la asunción,
    el ojo es una mano, la mano tiene cinco ojos, la mirada tiene dos manos,
    estamos en la casa de la mirada y no hay nada que ver, hay que poblar otra vez la casa del ojo,
    hay que poblar el mundo con ojos, hay que ser fieles a la vista, hay que
                  CREAR PARA VER.

    La idea fija taladra cada minuto, el pensamiento teje y desteje la trama,
    vas y vienes entre el infinito de afuera y tu propio infinito,
    eres un hilo de la trama y un latido del minuto, el ojo que taladra y el ojo tejedor,
    al entrar en ti mismo no sales del mundo, hay
ríos y volcanes en tu cuerpo, planetas y hormigas,
    en tu sangre navegan imperios, turbinas, bibliotecas, jardines,
    también hay animales, plantas, seres de otros mundos, las galaxias circulan en tus neuronas,
    al entrar en ti mismo entras en este mundo y en los otros mundos,
    entras en lo que vio el astrónomo en su telescopio, el matemático en sus ecuaciones:
    el desorden y la simetría, el accidente y las rimas, las duplicaciones y las mutaciones,
    el mal de San Vito del átomo y sus partículas, las células reincidentes, las inscripciones estelares.

    Afuera es adentro, caminamos por donde nunca hemos estado,
    el lugar del encuentro entre esto y aquello está aquí mismo y ahora,
    somos la intersección, la X, el aspa maravillosa que nos multiplica y nos interroga,
    el aspa que al girar dibuja el cero, ideograma del mundo y de cada uno de nosotros.
    Como el cuerpo astral de Bruno y Cornelio Agripa, como las granes transparentes de André Breton,
    vehículos de materia sutil, cables entre éste y aquel lado,
    los hombres somos la bisagra entre el aquí el allá, el signo doble y uno, V y ^ ,
    pirámides superpuestas unidas en un ángulo para formar la X de la Cruz,
    cielo y tierra, aire y agua, llanura y monte, lago y volcán, hombre y mujer,
    el mapa del cielo se refleja en el espejo de la música,
    donde el ojo se anula nacen mundos:

    LA PINTURA TIENE UN PIE EN LA ARQUITECTURA Y OTRO EN EL SUEÑO.


    La tierra es un hombre, dijiste, pero el hombre no es la tierra,
    el hombre no es este mundo ni los otros mundos que hay en este mundo y en los otros,
    el hombre es la boca que empaña el espejo de las semejanzas y dice sí,
    el equilibrista vendado que baila sobre la cuerda floja de una sonrisa,
    el espejo universal que refleja otro mundo al repetir a éste, el que transfigura lo que copia,
    el hombre no es el que es, célula o dios, sino el que está sienpre más allá.
    Nuestras pasiones no son los ayuntamientos de las substancias ciegas pero los combate y los abrazos de los elementos riman con nuestros deseos y apetitos,
    pintar es buscar la rima secreta, dibujar al eco, pintar el eslabón:
    El Vértigo de Eros es el vahído de la rosa al mecerse sobre el osario,
    la aparición de la aleta del pez al caer la noche en el mar es el centelleo de la idea,
    tú has pintado al amor tras una cortina de agua llameante

    PARA CUBRIR LA TIERRA CON UN NUEVO ROCÍO.


    En el espejo de la música las constelaciones se miran antes de disiparse,
    el espejo se abisma en sí mismo anegado de claridad hasta anularse en un reflejo,
    los espacios fluyen y se despeñan bajo la mirada del tiempo petrificado,
    las presencias son llamas, las llamas son tigres, los tigres se han vuelto olas,
    cascada de transfiguraciones, cascada de repeticiones, trampas del tiempo:
    hay que darle su ración de lumbre a la naturaleza hambrienta,
    hay que agitar la sonaja de las rimas para engañar al tiempo y despertar al alma,
    hay que plantar ojos en la plaza, hay que regar los parques con risa solar y lunar,
    hay que aprender la tonada de Adán, el solo de la flauta del fémur,
    hay que construir sobre este espacio inestable la casa de la mirada,
    la casa de aire y de agua donde la música duerme, el fuego vela y pinta el poeta.
Michael R Burch Apr 2020
The Last Enchantment
by Michael R. Burch

Oh, Lancelot, my truest friend,
how time has thinned your ragged mane
and pinched your features; still you seem
though, much, much changed—somehow unchanged.

Your sword hand is, as ever, ready,
although the time for swords has passed.
Your eyes are fierce, and yet so steady
meeting mine ... you must not ask.

The time is not, nor ever shall be,
for Merlyn’s words were only words;
and now his last enchantment wanes,
and we must put aside our swords ...

Originally published by Trinacria. Keywords/Tags: Lancelot, King Arthur, Arthurian, Merlin, round table, knights, sword, swords, England, stone, Excalibur, chivalry, Camelot, loyalty, friendship, magic, prophecy, Once and Future King, Celtic, Anglo-Saxon



Northern Flight: Lancelot's Last Love Letter to Guinevere
by Michael R. Burch

"Get thee to a nunnery..."

Now that the days have lengthened, I assume
the shadows also lengthen where you pause
to watch the sun and comprehend its laws,
or just to shiver in the deepening gloom.

But nothing in your antiquarian eyes
nor anything beyond your failing vision
repeals the night. Religion's circumcision
has left us worlds apart, but who's more wise?

I think I know you better now than then—
and love you all the more, because you are
... so distant. I can love you from afar,
forgiving your flight north, far from brute men,
because your fear's well-founded: God, forbid,
was bound to fail you here, as mortals did.

Originally published by Rotary Dial



These Arthurian poems by Michael R. Burch are based on mysterious ancient Celtic myths that predate by centuries the Christianized legends most readers are familiar with.



At Tintagel
by Michael R. Burch

That night,
at Tintagel,
there was darkness such as man had never seen...
darkness and treachery,
and the unholy thundering of the sea...

In his arms,
who is to say how much she knew?
And if he whispered her name...
"Ygraine"
could she tell above the howling wind and rain?

Could she tell, or did she care,
by the length of his hair
or the heat of his flesh,...
that her faceless companion
was Uther, the dragon,

and Gorlois lay dead?

Originally published by Songs of Innocence, then subsequently by Celtic Twilight, Fables, Fickle Muses and Poetry Life & Times



Isolde's Song
by Michael R. Burch

Through our long years of dreaming to be one
we grew toward an enigmatic light
that gently warmed our tendrils. Was it sun?
We had no eyes to tell; we loved despite
the lack of all sensation—all but one:
we felt the night's deep chill, the air so bright
at dawn we quivered limply, overcome.

To touch was all we knew, and how to bask.
We knew to touch; we grew to touch; we felt
spring's urgency, midsummer's heat, fall's lash,
wild winter's ice and thaw and fervent melt.
We felt returning light and could not ask
its meaning, or if something was withheld
more glorious. To touch seemed life's great task.

At last the petal of me learned: unfold
and you were there, surrounding me. We touched.
The curious golden pollens! Ah, we touched,
and learned to cling and, finally, to hold.

Originally published by The Raintown Review, where it was nominated for the Pushcart Prize.



The Wild Hunt
by Michael R. Burch

Near Devon, the hunters appear in the sky
with Artur and Bedwyr sounding the call;
and the others, laughing, go dashing by.
They only appear when the moon is full:

Valerin, the King of the Tangled Wood,
and Valynt, the goodly King of Wales,
Gawain and Owain and the hearty men
who live on in many minstrels' tales.

They seek the white stag on a moonlit moor,
or Torc Triath, the fabled boar,
or Ysgithyrwyn, or Twrch Trwyth,
the other mighty boars of myth.

They appear, sometimes, on Halloween
to chase the moon across the green,
then fade into the shadowed hills
where memory alone prevails.

Originally published by Celtic Twilight, then by Celtic Lifestyles and Auldwicce



Morgause's Song
by Michael R. Burch

Before he was my brother,
he was my lover,
though certainly not the best.

I found no joy
in that addled boy,
nor he at my breast.

Why him? Why him?
The years grow dim.
Now it's harder and harder to say...

Perhaps girls and boys
are the god's toys
when the skies are gray.

Originally published by Celtic Twilight as "The First Time"



Pellinore's Fancy
by Michael R. Burch

What do you do when your wife is a nag
and has sworn you to hunt neither fish, fowl, nor stag?
When the land is at peace, but at home you have none,
Is that, perchance, when... the Questing Beasts run?



Lance-Lot
by Michael R. Burch

Preposterous bird!
Inelegant! Absurd!

Until the great & mighty heron
brandishes his fearsome sword.



Truces
by Michael R. Burch

We must sometimes wonder if all the fighting related to King Arthur and his knights was really necessary. In particular, it seems that Lancelot fought and either captured or killed a fairly large percentage of the population of England. Could it be that Arthur preferred to fight than stay at home and do domestic chores? And, honestly now, if he and his knights were such incredible warriors, who would have been silly enough to do battle with them? Wygar was the name of Arthur's hauberk, or armored tunic, which was supposedly fashioned by one Witege or Widia, quite possibly the son of Wayland Smith. The legends suggest that Excalibur was forged upon the anvil of the smith-god Wayland, who was also known as Volund, which sounds suspiciously like Vulcan...

Artur took Cabal, his hound,
and Carwennan, his knife,
     and his sword forged by Wayland
     and Merlyn, his falcon,
and, saying goodbye to his sons and his wife,
he strode to the Table Rounde.

"Here is my spear, Rhongomyniad,
and here is Wygar that I wear,
     and ready for war,
     an oath I foreswore
to fight for all that is righteous and fair
from Wales to the towers of Gilead."

But none could be found to contest him,
for Lancelot had slewn them, forsooth,
so he hastened back home, for to rest him,
till his wife bade him, "Thatch up the roof! "

Originally published by Neovictorian/Cochlea, then by Celtic Twilight



Midsummer-Eve
by Michael R. Burch

What happened to the mysterious Tuatha De Danann, to the Ban Shee (from which we get the term "banshee") and, eventually, to the druids? One might assume that with the passing of Merlyn, Morgause and their ilk, the time of myths and magic ended. This poem is an epitaph of sorts.

In the ruins
of the dreams
and the schemes
of men;

when the moon
begets the tide
and the wide
sea sighs;

when a star
appears in heaven
and the raven
cries;

we will dance
and we will revel
in the devil's
fen...

if nevermore again.

Originally published by Penny Dreadful



The Pictish Faeries
by Michael R. Burch

Smaller and darker
than their closest kin,
the faeries learned only too well
never to dwell
close to the villages of larger men.

Only to dance in the starlight
when the moon was full
and men were afraid.
Only to worship in the farthest glade,
ever heeding the raven and the gull.



The Kiss of Ceridwen
by Michael R. Burch

The kiss of Ceridwen
I have felt upon my brow,
and the past and the future
have appeared, as though a vapor,
mingling with the here and now.

And Morrigan, the Raven,
the messenger, has come,
to tell me that the gods, unsung,
will not last long
when the druids' harps grow dumb.



Merlyn, on His Birth
by Michael R. Burch

Legend has it that Zephyr was an ancestor of Merlin. In this poem, I suggest that Merlin was an albino, which might have led to claims that he had no father, due to radical physical differences between father and son. This would have also added to his appearance as a mystical figure. The reference to Ursa Major, the bear, ties the birth of Merlin to the future birth of Arthur, whose Welsh name ("Artos" or "Artur") means "bear." Morydd is another possible ancestor of Merlin's. In Welsh names "dd" is pronounced "th."

I was born in Gwynedd,
or not born, as some men claim,
and the Zephyr of Caer Myrrdin
gave me my name.

My father was Madog Morfeyn
but our eyes were never the same,
nor our skin, nor our hair;
for his were dark, dark
—as our people's are—
and mine were fairer than fair.

The night of my birth, the Zephyr
carved of white stone a rune;
and the ringed stars of Ursa Major
outshone the cool pale moon;
and my grandfather, Morydd, the seer
saw wheeling, a-gyre in the sky,
a falcon with terrible yellow-gold eyes
when falcons never fly.



Merlyn's First Prophecy
by Michael R. Burch

Vortigern commanded a tower to be built upon Snowden,
but the earth would churn and within an hour its walls would cave in.

Then his druid said only the virginal blood of a fatherless son,
recently shed, would ever hold the foundation.

"There is, in Caer Myrrdin, a faery lad, a son with no father;
his name is Merlyn, and with his blood you would have your tower."

So Vortigern had them bring the boy, the child of the demon,
and, taciturn and without joy, looked out over Snowden.

"To **** a child brings little praise, but many tears."
Then the mountain slopes rang with the brays of Merlyn's jeers.

"Pure poppycock! You fumble and bumble and heed a fool.
At the base of the rock the foundations crumble into a pool! "

When they drained the pool, two dragons arose, one white and one red,
and since the old druid was blowing his nose, young Merlyn said:

"Vortigern is the white, Ambrosius the red; now, watch, indeed."
Then the former died as the latter fed and Vortigern peed.

Published by Celtic Twilight



It Is Not the Sword!
by Michael R. Burch

This poem illustrates the strong correlation between the names that appear in Welsh and Irish mythology. Much of this lore predates the Arthurian legends, and was assimilated as Arthur's fame (and hyperbole)grew. Caladbolg is the name of a mythical Irish sword, while Caladvwlch is its Welsh equivalent. Caliburn and Excalibur are later variants.

"It is not the sword,
but the man, "
said Merlyn.
But the people demanded a sign—
the sword of Macsen Wledig,
Caladbolg, the "lightning-shard."

"It is not the sword,
but the words men follow."
Still, he set it in the stone
—Caladvwlch, the sword of kings—
and many a man did strive, and swore,
and many a man did moan.

But none could budge it from the stone.

"It is not the sword
or the strength, "
said Merlyn,
"that makes a man a king,
but the truth and the conviction
that ring in his iron word."

"It is NOT the sword! "
cried Merlyn,
crowd-jostled, marveling
as Arthur drew forth Caliburn
with never a gasp,
with never a word,

and so became their king.



Uther's Last Battle
by Michael R. Burch

When Uther, the High King,
unable to walk, borne upon a litter
went to fight Colgrim, the Saxon King,
his legs were weak, and his visage bitter.
"Where is Merlyn, the sage?
For today I truly feel my age."

All day long the battle raged
and the dragon banner was sorely pressed,
but the courage of Uther never waned
till the sun hung low upon the west.
"Oh, where is Merlyn to speak my doom,
for truly I feel the chill of the tomb."

Then, with the battle almost lost
and the king besieged on every side,
a prince appeared, clad all in white,
and threw himself against the tide.
"Oh, where is Merlyn, who stole my son?
For, truly, now my life is done."

Then Merlyn came unto the king
as the Saxons fled before a sword
that flashed like lightning in the hand
of a prince that day become a lord.
"Oh, Merlyn, speak not, for I see
my son has truly come to me.

And today I need no prophecy
to see how bright his days will be."
So Uther, then, the valiant king
met his son, and kissed him twice—
the one, the first, the one, the last—
and smiled, and then his time was past.



Small Tales
by Michael R. Burch

According to legend, Arthur and Kay grew up together in Ector's court, Kay being a few years older than Arthur. Borrowing from Mary Stewart, I am assuming that Bedwyr (later Anglicized to Bedivere)might have befriended Arthur at an early age. By some accounts, Bedwyr was the original Lancelot. In any case, imagine the adventures these young heroes might have pursued (or dreamed up, to excuse tardiness or "lost" homework assignments). Manawydan and Llyr were ancient Welsh gods. Cath Pulag was a monstrous, clawing cat. ("Sorry teach! My theme paper on Homer was torn up by a cat bigger than a dragon! And meaner, too! ")Pen Palach is more or less a mystery, or perhaps just another old drinking buddy with a few good beery-bleary tales of his own. This poem assumes that many of the more outlandish Arthurian legends began more or less as "small tales, " little white lies which simply got larger and larger with each retelling. It also assumes that most of these tales came about just as the lads reached that age when boys fancy themselves men, and spend most of their free time drinking and puking...

When Artur and Cai and Bedwyr
were but scrawny lads
they had many a ***** adventure
in the still glades
of Gwynedd.
When the sun beat down like an oven
upon the kiln-hot hills
and the scorched shores of Carmarthen,
they went searching
and found Manawydan, the son of Llyr.
They fought a day and a night
with Cath Pulag (or a screeching kitten),
rousted Pen Palach, then drank a beer
and told quite a talltale or two,
till thems wasn't so shore which'un's tails wus true.

And these have been passed down to me, and to you.



The Song of Amergin
by Michael R. Burch

Amergin is, in the words of Morgan Llywelyn, "the oldest known western European poet." Robert Graves said: "English poetic education should, really, begin not with The Canterbury Tales, not with the Odyssey, not even with Genesis, but with the Song of Amergin." Amergin was one of the Milesians, or sons of Mil: Gaels who invaded Ireland and defeated the mysterious Tuatha De Danann, thereby establishing a Celtic beachhead, not only on the shores of the Emerald Isle, but also in the annals of Time and Poetry.

He was our first bard
and we feel in his dim-remembered words
the moment when Time blurs...

and he and the Sons of Mil
heave oars as the breakers mill
till at last Ierne—green, brooding—nears,

while Some implore seas cold, fell, dark
to climb and swamp their flimsy bark
... and Time here also spumes, careers...

while the Ban Shee shriek in awed dismay
to see him still the sea, this day,
then seek the dolmen and the gloam.



Stonehenge
by Michael R. Burch

Here where the wind imbues life within stone,
I once stood
and watched as the tempest made monuments groan
as though blood
boiled within them.

Here where the Druids stood charting the stars
I can tell
they longed for the heavens... perhaps because
hell
boiled beneath them?



The Celtic Cross at Île Grosse
by Michael R. Burch

"I actually visited the island and walked across those mass graves of 30, 000 Irish men, women and children, and I played a little tune on me whistle. I found it very peaceful, and there was relief there." - Paddy Maloney of The Chieftans

There was relief there,
and release,
on Île Grosse
in the spreading gorse
and the cry of the wild geese...

There was relief there,
without remorse
when the tin whistle lifted its voice
in a tune of artless grief,
piping achingly high and longingly of an island veiled in myth.
And the Celtic cross that stands here tells us, not of their grief,
but of their faith and belief—
like the last soft breath of evening lifting a fallen leaf.

When ravenous famine set all her demons loose,
driving men to the seas like lemmings,
they sought here the clemency of a better life, or death,
and their belief in God gave them hope, a sense of peace.

These were proud men with only their lives to owe,
who sought the liberation of a strange new land.
Now they lie here, ragged row on ragged row,
with only the shadows of their loved ones close at hand.

And each cross, their ancient burden and their glory,
reflects the death of sunlight on their story.

And their tale is sad—but, O, their faith was grand!



At Cædmon's Grave
by Michael R. Burch

"Cædmon's Hymn, " composed at the Monastery of Whitby (a North Yorkshire fishing village), is one of the oldest known poems written in the English language, dating back to around 680 A.D. According to legend, Cædmon, an illiterate Anglo-Saxon cowherd, received the gift of poetic composition from an angel; he subsequently founded a school of Christian poets. Unfortunately, only nine lines of Cædmon's verse survive, in the writings of the Venerable Bede. Whitby, tiny as it is, reappears later in the history of English literature, having been visited, in diametric contrast, by Lewis Carroll and Bram Stoker's ghoulish yet evocative Dracula.

At the monastery of Whitby,
on a day when the sun sank through the sea,
and the gulls shrieked wildly, jubilant, free,

while the wind and time blew all around,
I paced those dusk-enamored grounds
and thought I heard the steps resound

of Carroll, Stoker and of Bede
who walked there, too, their spirits freed
—perhaps by God, perhaps by need—

to write, and with each line, remember
the glorious light of Cædmon's ember,
scorched tongues of flame words still engender.

Here, as darkness falls, at last we meet.
I lay this pale garland of words at his feet.

Originally published by The Lyric



Sun Poem
by Michael R. Burch

I have suffused myself in poetry
as a lizard basks, soaking up sun,
scales nakedly glinting; its glorious light
he understands—when it comes, it comes.

A flood of light leaches down to his bones,
his feral eye blinks—bold, curious, bright.

Now night and soon winter lie brooding, damp, chilling;
here shadows foretell the great darkness ahead.
Yet he stretches in rapture, his hot blood thrilling,
simple yet fierce on his hard stone bed,

his tongue flicking rhythms,
the sun—throbbing, spilling.
novedad de hoy y ruina de pasado mañana, enterrda y resucitada cada día,
  convivida en calles, plazas, autobuses, taxis, cines, teatros, bares, hoteles, palomares, catacumbas,
    la ciudad enorme que cabe en un cuarto de tres metros cuadrados inacabable como una galaxia,
    la ciudad que nos sueña a todos y que todos hacemos y deshacemos y rehacemos mientras soñamos,
    la ciudad que todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos,
    la ciudad que despierta cada cien años y se mira en el espejo de una palabra y no se reconoce y otra vez se echa a dormir,
    la ciudad que brota de los párpados de la mujer que duerme a mi lado y se convierte,
    con sus monumentos y sus estatuas, sus historias y sus leyendas,
    en un manantial hecho de muchos ojos y cada ojo refleja el mismo paisaje detenido,
    antes de las escuelas y las prisiones, los alfabetos y los números, el altar y la ley:
    el río que es cuatro ríos, el huerto, el árbol, la Varona y el  Varón vestido de viento
    -volver, volver, ser otra vez arcilla, bañarse en esa luz, dormir bajo esas luminarias,
    flotar sobre las aguas del tiempo como la hoja llameante del arce que arrastra la corriente,
    volver, ¿estamos dormidos o despiertos?, estamos, nada más estamos, amanece, es temprano,
    estamos en la ciudad, no podemos salir de ella sin caer en  otra, idéntica aunque sea distinta,
    hablo de la ciudad inmensa, realidad diaria hecha de dos palabras: los otros,
    y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva,
    hablo de la ciudad construida por los muertos, habitada por sus tercos fantasmas, regida por su despótica memoria,
    la ciudad con la que hablo cuando no hablo con nadie y que ahora me dicta estas palabras insomnes,
    hablo de las torres, los puentes, los subterráneos, los hangares, maravillas y desastres,
    El estado abstracto y sus policías concretos, sus pedagogos, sus carceleros, sus predicadores,
    las tiendas en donde hay de todo y gastamos todo y todo se vuelve humo,
    los mercados y sus pirámides de frutos, rotación de las cuatro estaciones, las reses en canal colgando
de los garfios, las colinas de especias y las torres de frascos y conservas,
    todos los sabores y los colores, todos los olores y todas las materias, la marea de las voces -agua, metal, madera, barro-, el trajín, el regateo y el trapicheo desde el comienzo de los días,
    hablo de los edificios de cantería y de mármol, de cemento, vidrio, hierro, del gentío en los vestíbulos y portales, de los elevadores que suben y bajan como el mercurio en los termómetros,
    de los bancos y sus consejos de administración, de las fábricas y sus gerentes, de los obreros y sus máquinas incestuosas,
    hablo del desfile inmemorial de la prostitución por calles largas como el deseo y como el aburrimiento,
    del ir y venir de los autos, espejo de nuestros afanes, quehaceres y pasiones (¿por qué, para qué, hacia dónde?),
    de los hospitales siempre repletos y en los que siempre morimos solos,
    hablo de la penumbra de ciertas iglesias y de las llamas titubeantes de los cirios en los altares,
    tímidas lenguas con las que los desamparados hablan con los santos y con las vírgenes en un lenguaje ardiente y entrecortado,
    hablo de la cena bajo la luz tuerta en la mesa coja y los platos desportillados,
    de las tribus inocentes que acampan en los baldíos con sus mujeres y sus hijos, sus animales y sus espectros,
    de las ratas en el albañal y de los gorriones valientes que anidan en los alambres, en las cornisas y en los árboles martirizados,
    de los gatos contemplativos y de sus novelas libertinas a la luz de la luna, diosa cruel de las azoteas,
    de los perros errabundos, que son nuestros franciscanos y nuestros bhikkus, los perros que desentierran los huesos del sol,
    hablo del anacoreta y de la fraternidad de los libertarios, de la conjura de los justicieros y de la banda de los ladrones,
    de la conspiración de los iguales y de la sociedad de amigos del Crimen, del club de los suicidas y de Jack el Destripador,
    del Amigo de los Hombres, afilador de la guillotina, y de César, Delicia del Género Humano,
    hablo del barrio paralítico, el muro llagado, la fuente seca, la estatua pintarrajeada,
    hablo de los basureros del tamaño de una montaña y del sol taciturno que se filtra en el polumo,
    de los vidrios rotos y del desierto de chatarra, del crimen de anoche y del banquete del inmortal Trimalción,
    de la luna entre las antenas de la televisión y de una mariposa sobre un bote de inmundicias,
    hablo de madrugadas como vuelo de garzas en la laguna y del sol de alas transparentes que se posa en los follajes de piedra de las iglesias y del gorjeo de la luz en los tallos de vidrio de los palacios,
    hablo de algunos atardeceres al comienzo del otoño, cascadas de oro incorpóreo, transfiguración de este mundo, todo pierde cuerpo, todo se queda suspenso,
    la luz piensa y cada uno de nosotros se siente pensado por esa luz reflexiva, durante un largo instante el tiempo se disipa, somos aire otra vez,
    hablo del verano y de la noche pausada que crece en el horizonte como un monte de humo que poco a poco se desmorona y cae sobre nosotros como una ola,
    reconciliación de los elementos, la noche se ha tendido y su cuerpo es un río poderoso de pronto dormido, nos mecemos en el oleaje de su respiración, la hora es palpable, la podemos tocar como un fruto,
    han encendido las luces, arden las avenidas con el fulgor del deseo, en los parques la luz eléctrica atraviesa los follajes y cae sobre nosotros una llovizna verde y fosforescente que nos ilumina sin mojarnos, los árboles murmuran, nos dicen algo,
    hay calles en penumbra que son una insinuación sonriente, no sabemos adónde van, tal vez al embarcadero de las islas perdidas,
    hablo de las estrellas sobre las altas terrazas y de las frases indescifrables que escriben en la piedra del cielo,
    hablo del chubasco rápido que azota los vidrios y humilla las arboledad, duró veinticinco minutos y ahora allá arriba hay agujeros azules y chorros de luz, el vapor sube del asfalto, los coches relucen, hay charcos donde navegan barcos de reflejos,
    hablo de nubes nómadas y de una música delgada que ilumina una habitación en un quinto piso y de un rumor de risas en mitad de la noche como agua remota que fluye entre raíces y yerbas,
    hablo del encuentro esperado con esa forma inesperada en la que encarna lo desconocido y se manifiesta a cada uno:
    ojos que son la noche que se entreabre y el día que despierta, el mar que se tiende y la llama que habla, pechos valientes: marea lunar,
    labios que dicen sésamo y el tiempo se abra y el pequeño cuarto se vuelve jardín de metamorfosis y el aire y el fuego se enlazan, la tierra y el agua se confunden,
    o es el advenimiento del instante en que allá, en aquel otro lado que es aquí mismo, la llave se cierra y el tiempo cesa de manar;
    instante del hasta aquí, fin del hipo, del quejido y del ansia, el alma pierde cuerpo y se desploma por un agujero del piso, cae en sí misma, el tiempo se ha desfondado, caminamos por un corredor sin fin, jadeamos en un arenal,
    ¿esa música se aleja o se acerca, esas luces pálidas se encienden o apagan?, canta el espacio, el tiempo se disipa: es el boqueo, es la mirada que resbala por la lisa pared, es la pared que se calla, la pared,
    hablo de nuestra historia pública y de nuestra historia secreta, la tuya y la mía,
    hablo de la selva de piedra, el desierto del profeta, el hormigüero de almas, la congregación de tribus, la casa de los espejos, el laberinto de ecos,
    hablo del gran rumor que viene del fondo de los tiempos, murmullo incoherente de naciones que se juntan o dispersan, rodar de multitudes y sus armas como peñascos que se despeñan, sordo sonar de huesos cayendo en el hoyo de la historia,
    hablo de la ciudad, pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida.

CARTA DE CREENCIA
A certain poet in outlandish clothes
Gathered a crowd in some Byzantine lane,
Talked1 of his country and its people, sang
To some stringed instrument none there had seen,
A wall behind his back, over his head
A latticed window.  His glance went up at time
As though one listened there, and his voice sank
Or let its meaning mix into the strings.

MAEVE the great queen was pacing to and fro,
Between the walls covered with beaten bronze,
In her high house at Cruachan; the long hearth,
Flickering with ash and hazel, but half showed
Where the tired horse-boys lay upon the rushes,
Or on the benches underneath the walls,
In comfortable sleep; all living slept
But that great queen, who more than half the night
Had paced from door to fire and fire to door.
Though now in her old age, in her young age
She had been beautiful in that old way
That's all but gone; for the proud heart is gone,
And the fool heart of the counting-house fears all
But Soft beauty and indolent desire.
She could have called over the rim of the world
Whatever woman's lover had hit her fancy,
And yet had been great-bodied and great-limbed,
Fashioned to be the mother of strong children;
And she'd had lucky eyes and high heart,
And wisdom that caught fire like the dried flax,
At need, and made her beautiful and fierce,
Sudden and laughing.
O unquiet heart,
Why do you praise another, praising her,
As if there were no tale but your own tale
Worth knitting to a measure of sweet sound?
Have I not bid you tell of that great queen
Who has been buried some two thousand years?
When night was at its deepest, a wild goose
Cried from the porter's lodge, and with long clamour'
Shook the ale-horns and shields upon their hooks;
But the horse-boys slept on, as though some power
Had filled the house with Druid heaviness;
And wondering who of the many-changing Sidhe
Had come as in the old times to counsel her,
Maeve walked, yet with slow footfall, being old,
To that small chamber by the outer gate.
The porter slept, although he sat upright
With still and stony limbs and open eyes.
Maeve waited, and when that ear-piercing noise
Broke from his parted lips and broke again,
She laid a hand on either of his shoulders,
And shook him wide awake, and bid him say
Who of the wandering many-changing ones
Had troubled his sleep.  But all he had to say
Was that, the air being heavy and the dogs
More still than they had been for a good month,
He had fallen asleep, and, though he had dreamed
nothing,
He could remember when he had had fine dreams.
It was before the time of the great war
Over the White-Horned Bull and the Brown Bull.
She turned away; he turned again to sleep
That no god troubled now, and, wondering
What matters were afoot among the Sidhe,
Maeve walked through that great hall, and with a sigh
Lifted the curtain of her sleeping-room,
Remembering that she too had seemed divine
To many thousand eyes, and to her own
One that the generations had long waited
That work too difficult for mortal hands
Might be accomplished, Bunching the curtain up
She saw her husband Ailell sleeping there,
And thought of days when he'd had a straight body,
And of that famous Fergus, Nessa's husband,
Who had been the lover of her middle life.
Suddenly Ailell spoke out of his sleep,
And not with his own voice or a man's voice,
But with the burning, live, unshaken voice
Of those that, it may be, can never age.
He said, "High Queen of Cruachan and Magh Ai,
A king of the Great Plain would speak with you.'
And with glad voice Maeve answered him, "What king
Of the far-wandering shadows has come to me,
As in the old days when they would come and go
About my threshold to counsel and to help?'
The parted lips replied, "I seek your help,
For I am Aengus, and I am crossed in love.'
"How may a mortal whose life gutters out
Help them that wander with hand clasping hand,
Their haughty images that cannot wither,
For all their beauty's like a hollow dream,
Mirrored in streams that neither hail nor rain
Nor the cold North has troubled?'
He replied,
"I am from those rivers and I bid you call
The children of the Maines out of sleep,
And set them digging under Bual's hill.
We shadows, while they uproot his earthy housc,
Will overthrow his shadows and carry off
Caer, his blue-eyed daughter that I love.
I helped your fathers when they built these walls,
And I would have your help in my great need,
Queen of high Cruachan.'
"I obey your will
With speedy feet and a most thankful heart:
For you have been, O Aengus of the birds,
Our giver of good counsel and good luck.'
And with a groan, as if the mortal breath
Could but awaken sadly upon lips
That happier breath had moved, her husband turned
Face downward, tossing in a troubled sleep;
But Maeve, and not with a slow feeble foot,
Came to the threshold of the painted house
Where her grandchildren slept, and cried aloud,
Until the pillared dark began to stir
With shouting and the clang of unhooked arms.
She told them of the many-changing ones;
And all that night, and all through the next day
To middle night, they dug into the hill.
At middle night great cats with silver claws,
Bodies of shadow and blind eyes like pearls,
Came up out of the hole, and red-eared hounds
With long white bodies came out of the air
Suddenly, and ran at them and harried them.
The Maines" children dropped their spades, and stood
With quaking joints and terror-stricken faces,
Till Maeve called out, "These are but common men.
The Maines' children have not dropped their spades
Because Earth, crazy for its broken power,
Casts up a Show and the winds answer it
With holy shadows.' Her high heart was glad,
And when the uproar ran along the grass
She followed with light footfall in the midst,
Till it died out where an old thorn-tree stood.
Friend of these many years, you too had stood
With equal courage in that whirling rout;
For you, although you've not her wandering heart,
Have all that greatness, and not hers alone,
For there is no high story about queens
In any ancient book but tells of you;
And when I've heard how they grew old and died,
Or fell into unhappiness, I've said,
"She will grow old and die, and she has wept!'
And when I'd write it out anew, the words,
Half crazy with the thought, She too has wept!
Outrun the measure.
I'd tell of that great queen
Who stood amid a silence by the thorn
Until two lovers came out of the air
With bodies made out of soft fire.  The one,
About whose face birds wagged their fiery wings,
Said, "Aengus and his sweetheart give their thanks
To Maeve and to Maeve's household, owing all
In owing them the bride-bed that gives peace.'
Then Maeve:  "O Aengus, Master of all lovers,
A thousand years ago you held high ralk
With the first kings of many-pillared Cruachan.
O when will you grow weary?'
They had vanished,
But our of the dark air over her head there came
A murmur of soft words and meeting lips.
M Suárez Nov 2016
¿Por qué siento mi corazón en llamas desde anoche? Hasta físicamente lo siento. Un ardor como cuando te cortas entre los dedos con una hoja de papel. Como cuando sientes que la piel se desgarra al caer.
He pensado más en la muerte estos días. Estando en el techo de Camilo, mientras salimos a ver la luna, no pude evitar pensar si la caída me mataría o solo me dejaría parapléjica. Son solo cinco pisos. En el metro he tenido los mismos pensamientos. Me asomo a ver si se acerca el tren y pienso en qué pasaría si finjo que me tropiezo, ¿qué pasaría si me dejo caer a las vías?
Otras veces solo quiero desaparecer. He pensado en irme sin decir nada. Sin ropa y sin avisar. El otro día fantaseaba con estar en mi lugar favorito de Playa del Carmen. Una banca que estaba en la primera planta de la salita de espera del muelle hace unos años. Cuando aún era una palapa y todo era de madera. Hace tanto que no voy. La última vez recuerdo que sólo la vi por fuera y está tan cambiada. Y me arrepentí de no haberme muerto allí, cuando aún me era mágico. E imaginé que tomaba muchas pastillas, me dirigía allí con un libro en la mano (García o Storni, cambiaba constantemente). Y me sentaba, leía un párrafo o dos. Sentía como mi cuerpo se adormecía. Dejaba el libro de lado y tomaba una última postal con los ojos de lo bello que es el mar. Cerraba los ojos. Desde que leí las distintas versiones de cómo murió Alfonsina, la del mar es mi favorita. Pero mi mayor miedo es morir ahogada, así que no fantaseo mucho sobre eso. Porque soy lo suficientemente cobarde como para no hacerme daño. Porque si muero quiero que sea rápido.
No lo haré ahora. Y no porque aún tenga pendientes. En realidad no los tengo. Sino porque aún me da miedo. Me da miedo qué sigue y aún creo en el castigo divino. Mi mayor miedo es el dolor que se debe sentir cuando uno muere. Como muchos suicidas han sido exitosos en sus ganas de morir, no pueden decirnos qué se siente. Ciertamente los muertos no hablan ni escriben historias. Me he preguntado si es como en las películas, si sientes que el alma se sale de tu cuerpo. Tengo la idea de que sí. Definitivamente creo en el alma, si no, no tendría miedo del castigo divino. Pero cuando mi alma se separe de mi cuerpo, presiento que sentiré vacío. Y odio sentir vacío.
Hay una mosca en mi habitación. Son tan sensibles esos insectos. Nunca he sabido si nos huelen o cómo detectan el olor de los animales muertos.
Quizá ya huelo a eso.
Matilde, dónde estás? Noté, hacia abajo,
entre corbata y corazón, arriba,
cierta melancolía intercostal:
era que tú de pronto eras ausente.

Me hizo falta la luz de tu energía
y miré devorando la esperanza,
miré el vacío que es sin ti una casa,
no quedan sino trágicas ventanas.

De puro taciturno el techo escucha
caer antiguas lluvias deshojadas,
plumas, lo que la noche aprisionó:

y así te espero como casa sola
y volverás a verme y habitarme.
De otro modo me duelen las ventanas.
steel tulips Jun 2016
te adoro en luz sandia, y luz zapote
en el amanecer y a caer el sol
te amare con viento caliente en los días largos del verano.
en esas mismas noches cortas y calladas, te dire como un suspiro lo tanto que te quiero.
te pensare en los días grises de invierno. cuando el pavimento y  el cielo se comen el horizonte.
te estrañare con el olor de lluvia en el prado
y yo te sigo adorando cuando las hojas color candela caen de los brazos de arboles canzados


*I love you in watermelon  and blood orange light,
at sun rise and sunset. i will love you on those long summer days, on these same nights short and quiet
i will tell you like a exhaling breath how much i really love you.
I will think of you on winter days so grey  the pavement and the sky eat the horizon.
I will miss you with the smell of fresh rain on blades of grass, and i will keep loving you when the flame coloured leaves fall from tired arms of trees.
Quiero saltar al agua para caer al cielo.
Desde temprano había menudeado las llamadas de
felicitación. Para el ex torturador (todavía no se
sentía cómodo con esa partícula: ex) ya no
había peligro. La tan cuestionada ley de amnistía ahora
tenía el aval del voto popular. A las felicitaciones él
había respondido con risas, con murmullos de aprobación,
con entusiasmo, sin escrúpulos. Sin embargo no se sentía
eufórico. Desayunó a solas, como siempre. A pesar de sus
cuarenta, se mantenía soltero. Estaba Eugenia, claro, pero en
una zona siempre provisional. Recogió los diarios que
habían deslizado bajo la puerta, pero se salteó
precisamente aquellas páginas, aparatosamente tituladas, que
analizaban la ahora confirmada amnistía. Sólo se detuvo
en Internacionales y en Deportes. Luego se dedicó a regar las
plantas y el césped del fondo. La recomendación oficial
decía que, hasta nuevo aviso, era imprescindible ahorrar agua
corriente y prohibía especialmente el riego de jardines. Pero
él gozaba de amnistía. Todo le estaba permitido. Si le
habían perdonado torturas, violaciones y muertes, no lo iban a
condenar por un gasto excesivo de agua. Democracia es democracia. El
agua salía con fuerza tal que algunos tallitos, los más
débiles, se inclinaban e incluso hubo uno que se quebró.
Lo apartó con el pie. Así estuvo dos horas. Regaba y
volvía a regar, dos o tres veces las mismas plantas, que ya no
agradecían la lluvia. Cuando sintió en los pies el
frío de las zapatillas húmedas, cerró por fin la
canilla, entró en la casa y se vistió informalmente para
ir al supermercado. Una vez allí, hizo un buen surtido de
bebidas y comestibles hasta llenar prácticamente el carrito y se
puso en la cola de la Caja. Un signo de igualdad y fraternidad,
pensó: aunque estaba amnistiado, de todos modos se resignaba a
hacer la cola. De pronto sintió que una mano fuerte le tomaba el
brazo y experimentó una corriente eléctrica. ¿Como
una picana? No. Simplemente una corriente eléctrica. Se dio
vuelta con rapidez y con cierta violencia y se encontró con un
vecino de rostro amable, un poco sorprendido por la reacción que
había provocado. Disculpe, dijo el señor, sólo
quería avisarle que se le cayó la billetera. Él
sintió que las mejillas le ardían. Emitió un breve
tartamudeo de excusas y agradecimiento y recogió la billetera.
Precisamente en ese momento había llegado su turno, así
que fue colocando sus compras frente a la cajera, pagó, y
metió todo en la bolsa que había traído a esos
efectos. Cuando abandonaba el supermercado, oyó que alguien le
decía, al pasar, enhorabuena, nadie hizo comentario alguno pero
él comprobó que uno de los clientes, un bancario que
pasaba a diario frente a su casa haciendo jogging, levantaba
inequívocamente las cejas. Pensó en los perros de caza,
cuando, al detectar la proximidad de la presa, levantan las orejas.
¿Él sería la presa? Boludeces, muchacho,
boludeces. Estoy amnistiado. Un hombre sin deudas con la sociedad. Todo
lo hice por obediencia debida (con alguna yapa, como es natural), mi
conciencia y yo estamos en paz. Ya en la casa, fue vaciando la bolsa,
metió en la heladera lo que correspondía, y lo
demás en la despensita, sin mayor orden. Mañana, cuando
viniera Antonia a hacer la limpieza, sabría a qué estante
pertenecía cada cosa. Encendió la radio pero sólo
había rock, así que la apagó y se quedó un
buen rato contemplando el techo y sus crecientes manchas de humedad.
Llamar al constructor, anotó mentalmente. Después fue al
dormitorio, se desnudó, se duchó, se vistió de
nuevo pero con ropa de salir, fue al garaje, encendió el motor
del Peugeot, pensó hacer todo el camino por la Rambla pero mejor
no, siempre es más seguro por Bulevar España y Maldonado.
Qué tontería. ¿Más seguro? Vamos, vamos, si
estoy amnistiado. Y rumbeó hacia la Rambla. No había
muchos coches. A la altura del puertito del Buceo, lo pasó un
Mercedes, que de pronto frenó. El conductor le hizo señas
para que se detuviera. Él vaciló. Sólo por una
décima de segundo. El corazón le golpeaba con fuerza. La
Rambla jamás es segura. Fue sólo un instante, pero en ese
destello calculó que, si bien había suficiente distancia
como para esquivar al otro coche y huir, el motor del otro era mucho
más potente y le daría alcance sin problemas. De modo que
se resignó y frenó junto al Mercedes. El otro
asomó una cara sonriente. Lleva la valija abierta, amigo,
¿no se había dado cuenta? No, no se había dado
cuenta, así que dijo gracias, ha sido muy amable, y se
bajó para cerrar la valija. Sin embargo, la valija no estaba
abierta. Todo él se llenó de sospecha y
prevención, pero el Mercedes ya había arrancado y se
había perdido tras la curva. Miró hacia atrás,
hacia el costado, hacia adelante. No había otros coches a la
vista. ¿Podría ser que la valija se cerrara sola?
¿Por qué no? Boludeces, muchacho, boludeces. Pero cuando
volvió a empuñar el volante, dejó abierta la
gaveta donde estaba el revólver y por supuesto no siguió
por la Rambla. Cuando llegó al Centro, y a pesar de que en esa
cuadra había dos sitios libres, no se arriesgó a dejar el
coche en la calle y lo llevó a una playa de estacionamiento.
Recordó que debía comprarse una camisa. Entró en
una tienda y le dijo al vendedor que la quería blanca, de mangas
largas, para vestir. ¿Es para usted? Sí, es para
mí. ¿La quiere con el cuello flojo o más bien
apretado? ¿Cómo apretado, qué quiere decir con
eso? Oh, no lo tome a mal, me parece bien que lo quiera flojo, hoy en
día nadie usa una camisa que lo estrangule. Hoy en día.
Naturalmente. Hoy en día nadie. Estoy amnistiado. Nadie quiere
que lo estrangulen. Ya no se usa. Se llevó la camisa blanca,
para vestir, de mangas largas, y de cuello flojo (39 en vez de 38, que
era su número). Le pareció carísima, pero no
quería llamar la atención, así que pagó con
un gesto de soberbia y a la vez de despreocupación por el
dinero, y empezó a caminar por Dieciocho. Desde un auto,
detenido porque el semáforo estaba en rojo, un desconocido le
gritó: felicidades. ¿Quién será? Por las
dudas saludó con la mano y entonces el otro le mostró la
lengua. Su intención fue acercarse, pero el semáforo se
había puesto verde y el auto arrancó con estruendo, entre
las risotadas de sus ocupantes. Guarangos, sólo eso, se dijo.
Pero por qué lo de felicidades. ¿Por la amnistía?
¿O simplemente había sido una palabra amable, destinada a
servir de contraste con el gesto ofensivo que la iba a seguir? Vaya,
después de todo no era la primera lengua que veía, por
cierto había visto otras, más dramáticas que la de
ese idiota. Cosas del pasado. Abur. Por orden del presidente, la buena
gente había cerrado los ojos de la nuca. Ahora ya no iban a
escribir verdugos a la cárcel, verdad y justicia, y otras
sandeces. Ahora habían aprendido a decir: se le cayó la
billetera, enhorabuena, amigo lleva la valija abierta, felicidades.
Almorzó solo, en un restaurante donde nadie lo conocía.
Sin embargo, cuando estaba en el churrasco a la pimienta, vio que desde
otra mesa alguien lo saludaba, pero estaba tan lejos que su
miopía no le permitió distinguir quién era. Al
rato vino el mozo con una tarjetita. El nombre era del corresponsal de
una agencia internacional, y había unas líneas
recién escritas: Tengo sumo interés en hacerle una
entrevista. Sobre la amnistía, ya se lo habrá imaginado.
Le pidió al mozo que le dijera a ese señor que muchas
gracias, pero que no era posible. Ya no pudo seguir comiendo a gusto.
Al concluir no pidió café sino un té de boldo,
pero ni así. Salió rápidamente, sin mirar al
corresponsal, que se quedó en el fondo, haciendo señas en
vano. Iría a lo de Eugenia, era la hora. Ella le había
telefoneado bien temprano para decirle que lo esperaba con
champán. Un alivio. Por lo menos aquel apartamento, que
él había financiado, era tierra conocida y no devastada.
Eugenia estaba vestida poco menos que para una fiesta. Estarás
tranquilo ahora, me imagino, fue la bienvenida. Sí, bastante.
Pero no lo estaba y ella lo advirtió. No seas estúpido,
mi amor, ese asunto se acabó, ya lo dijo el presidente, ahora
hay que mirar hacia adelante. En una ocasión como ésta, y
tras el brindis de rigor (por la democracia, dijo Eugenia, y
soltó una carcajada), estaba más que cantado que
irían a la cama. Y fueron. Durante todo el trámite,
él estuvo con la cabeza en otra parte, pero así y todo
pudo cumplir como un buen soldado. En un momento, ella había
apretado su abrazo de forma exagerada y él sintió que se
asfixiaba. Por un momento tuvo pánico, casi se mareó.
¿Será el abrazo, o el anís tendría algo?
¿Será posible? ¿Nada menos que Eugenia?
Afortunadamente, todo pasó, Eugenia había aflojado el
abrazo, dijo que había estado regio, él pudo respirar
normalmente, y ella empezó a besarlo, como lo hacía
siempre en la etapa post coitum, de abajo hasta arriba. De pronto
él anunció que se iba. ¿Ya? Esta noche tengo una
reunión y quiero estar despejado, quiero dormir un poco.
¿Es por la amnistía? No, dijo él, receloso, es por
otra cosa. ¿Y dónde es? Él la miró,
desconfiado. A esta altura del partido, no iba a caer en trampa tan
ingenua. También podía suceder que, precisamente por ser
tan ingenua, no fuese trampa. Todavía no lo sé, me
avisarán esta tarde. Nublado está mi cielo, dijo ella,
sí, es mejor que te vayas, a ver si mañana estás
menos tenso. Estoy cansado, sólo eso. Bajó a la calle,
caminó unas cuadras hasta donde había dejado el auto y
antes de arrancar lo examinó con cuidado. Esta vez no
tomó por la Rambla, entre otras cosas porque soplaba un viento
que auguraba tormenta. Trató de ir esquivando (antigua
precaución) las esquinas con semáforos, que obligaban
siempre a detenerse y de hecho convertirse en blanco fijo. Cuando
llegó a casa, notó con asombro que la luz de la cocina
estaba encendida. ¿Y eso? ¿La habré encendido yo
mismo hoy temprano, y luego, cuando me fui, como era de día, no
me di cuenta? Vaya, todo estaba en orden. Quería descansar.
Abrió la cama, se quitó la ropa (siempre dormía
desnudo) y tomó un somnífero suave, suficiente para
descansar unas horas. Por supuesto, no tenía ninguna
reunión esta noche. Experimentó un cosquilleo de
satisfacción cuando advirtió que sus ojos se iban
cerrando. Sólo cuando estuvo profundamente dormido,
comenzó a recorrer un corredor en tinieblas, una suerte de
túnel interminable, cuyas paredes eran sólo ojos, miles y
miles de ojos que lo miraban, sin ningún parpadeo. Y sin perdón.
¿bajo que árbol
sobre que árbol
alrededor de que árbol
francisco urondo asoma
o es el resplandor violeta de algún vientre de tigre
rugiendo en mi país?
¿estás paquito ahí o
en el temblor de esta mano que piensa
en todos tus haberes
pasión o dignidad?
¿brillás en la mañana cantora
andás en la sonrisa estruendo pólvora
que atacan cada día al enemigo?
¿volvieron feroz a la alegría que caía de vos?
¿corajes nacen de esa alegría?
¿o casa de que parten los compañeros a luchar?
¿calor en medio de la noche?
¿lámpara en mitad de la dura amargura?
¿avisaste que te ibas a morir?
¿a caer mejor dicho alzándote
como lámpara en medio de la noche?
¿y a quién dijiste que ibas a caer?
¿al viento al pulso al animal del pulso?
¿acaso querías caer?
¿no me ibas a esperar acaso
no esperábamos juntos la tormenta mejor
la borracha violeta
tigre
orilla
de que partías a luchar?
oh dulce fuera tu muerte
combatiente que vieron
transportar la dulzura del mundo
rostro
desenvainado como
espada o fe
cucharita
revolviendo las sombras
¿te acordás de la vida?
te acordás de la vida
desparramado otoño suave
caen verbos de vos
balazos
tigres
lámparas
partidas vientres cucharitas en mitad de la noche
mitad
pudriéndose en la patria
dándole
aroma resplandor
descansá en guerra
¿descansan
tus huesitos?
en guerra?
¿en paz?
¿agüita?
¿nunca?
Al levantarme del suelo, pregunto
Cuanto diablos peso? Que ni ha estremecido
lleve locuras en mi cabeza
besos de locura, besos de ternura, besos de pasion,
enredaderas de piel, claro y moreno

Lunes, martes y ahora miércoles:

Hablame cuando termine mi taza de cafe
ya que la mañana no agrado, no funciono
como gasolina a maquina
mi cuerpo se activa
Me hablas cuando termine el cafe
y despreocupate
que no tomare el ultimo sorbo.

Siento tus huellas, sangre acumulada
besos de ternura, besos de pasion
besame , agarrame
me dejo caer, si en fin
so incomoda mujer...
pero vuelve a levantarme
sujetame otra vez
aguantame
siento que no peso
por favor, otra vez.
Rayos Jun 2011
Mis Lagrimas
Son com o las estrellas
Solamente en las noches
Salen ellas


Mis lagrimas
Son como las estrellas
Cuando se caen  del cielo
Bajan en silencio
Al suelo

Mis Lagrimas
Son como las estrellas
Brillan Como
diamantes infinitos
Bajo mis ojos
Bajo la luna

Si una noche tu
Miras caer una estrellita
Pida le tu deseo
Dios te lo consedera

Por k cada noche
Le elevo mi Corazon
lleno de llanto y desesperacion
y le ruego k te cuide
y k todos tus deseos
se hagan realidad…..
Natalia Rivera May 2015
Quieres un poco mas de vino?
-Se me antojan otras cosas por hacer. Seguido de una risita, y una sonrisa levante su copa y la invite a la sala de estar. Su traje ondeaba cuando caminaba, su pelo era caso perdido y yo intentaba llevarle el paso. Coloque una manta y dos cojines en el suelo y ella se acostó, y a su lado me senté. Ella me hablaba de su día, de sus superficiales compañeras del trabajo, de la economía y política; ella no parecía notar que su traje se le había subido más allá de su rodilla, no notaba que mi respiración se acortaba al imaginar…
Ella interrumpió mi mente antes de poder imaginar cualquier cosa, colocándose frente a mí, tambaleándose me miro fijo a los ojos y me dijo “Soy una mujer según muchos fácil de leer, me gusta la vida, el olor a sal, los libros, tomarme una que otra cerveza, ser casualmente coqueta. Tengo mis miedos, a ser olvidada, a no ser alguien, al fracaso, a la oscuridad. Fácil de leer, muchas personas son así. Pero no muchos saben que puedo sumergirme en aguas profundas, o que puedo ser tan indispensable como yo lo desee; puedo hacer que me necesites solo por una noche o por el resto de tu vida sin llegar al ****. Puedo ser una isla privada, o una playa nudista, todo depende de quién pase por mí. Soy más compleja que común, más viva que ordinaria.”
Perplejo y aturdido me quede sentado esperando, a que se marchara, a que continuara hablando, a que hiciera algo. Ella soltó una risa y se bebió lo que quedaba de la botella; la luz de la luna entraba por la ventana era el foco que le difuminaba el traje y le resaltaba sus ojos. Se acerco a mí y se bajo el traje dejando sus pechos respirar, y de manera dulce  y continuó “Lo que he querido decirte con todo esto, amor, es que quiero ser tuya, pero de todas mis maneras. Que cuando sea difícil me tomes y te importe poco cuanto haya costado el traje, que cuando este romántica me trates con delicadeza, pero, hoy solo quiero sentirte dentro de mí. Acariciando tus manos sobre mi pezón, suave, porque tenemos toda la noche.”

Dejo caer el vestido en el suelo y quedo su silueta desnuda frente a mí. Ella quería que la siguiera y no me resistí,  y allí estábamos, ella desnuda corriendo y yo entrando a un laberinto sin salida.  Cuando por fin la encontré, estaba empapada desde el pelo hasta el piso. Se veía jugosa y sin pedirle permiso la tome en mis brazos y fue como tomar un pedazo de cielo. Estaba radiante, como si estuviera esperando este momento desde que entro por mi puerta. La acosté, y le bese los pies con la sutileza hasta llegar a su punto, su cumbre, la sonrisa de su cuerpo. Estaba húmeda, podía sentirlo en la lengua y sabía que eso le gustaba; se retorcía en la cama, y su gemido se fusionaba con risas.  Hice que tuviera una lluvia de estrellas a las seis de la tarde, ella estaba enredada en mis sabanas y le di un beso. Deseaba que se quedara una vida, pero ¿a quién engañaba? Era viento, el viento jamás se queda. Al despertar mi cama estaba vacia y mi botella llena con una nota que decía:
Por si deseas otra noche te dejo la botella y mi número,
Por si deseas una vida, te regalo el viento.
Primer trabajo para alguien mas.
La calle
se llenó de tomates,
mediodía,
verano,
la luz
se parte
en dos
mitades
de tomate,
corre
por las calles
el jugo.
En diciembre
se desata
el tomate,
invade
las cocinas,
entra por los almuerzos,
se sienta
reposado
en los aparadores,
entre los vasos,
las mantequilleras,
los saleros azules.
Tiene
luz propia,
majestad benigna.
Debemos, por desgracia,
asesinarlo:
se hunde
el cuchillo
en su pulpa viviente,
es una roja
víscera,
un sol
fresco,
profundo,
inagotable,
llena las ensaladas
de Chile,
se casa alegremente
con la clara cebolla,
y para celebrarlo
se deja
caer
aceite,
hijo
esencial del olivo,
sobre sus hemisferios entreabiertos,
agrega
la pimienta
su fragancia,
la sal su magnetismo:
son las bodas
del día,
el perejil
levanta
banderines,
las papas
hierven vigorosamente,
el asado
golpea
con su aroma
en la puerta,
es hora!
vamos!
y sobre
la mesa, en la cintura
del verano,
el tomate,
astro de tierra,
estrella
repetida
y fecunda,
nos muestra
sus circunvoluciones,
sus canales,
la insigne plenitud
y la abundancia
sin hueso,
sin coraza,
sin escamas ni espinas,
nos entrega
el regalo
de su color fogoso
y la totalidad de su frescura.
Sputnik Andrade Jul 2013
Tal vez soy un pedazo de madera.

Un tronco que antaño fue encina, y ahora es nada más un pedazo del todo que me componía. Las agujas del pino que sigue en pie me caen en la cara, se sienten como arañas, pero son agujas que el pino deja caer sin mala intención. Las bellotas y las piñas de mis hermanos gigantes rebotan en medio de la noche. Caen miserables como yo yazgo miserable. Se cubren de tierra como yo me cubro de tierra. Y guardan silencio.

Tal vez soy una avenida en silencio.

Pavimento apaciguado y asfalto abandonado. Las pezuñas tranquilas de un venado pródigo me acarician por un momento, un brevísimo momento, el momento en que cruza de un campo a otro, de una arboleda a la otra, de ese mundo a mi izquierda y de ese otro a mi derecha. El frío cala hasta los huesos, las piernas se mueven ligeras mientras huyen de la luz; me extiendo ancha y larga como una carretera. Izquierda y derecha.

Tal vez, y esto es más factible, soy una decisión.

Me desdoblo en múltiples ramificaciones, opciones, alternativas, dilemas; me encuentro en una encrucijada para después encontrarme frente a otra encrucijada. Mi elección, en el primer segundo de que es pensada, me desarma y me vuelve a armar. Las piezas parecen estar en el mismo lugar pero no lo están. Mi pie, el primero en adelantarse, ya no me pertenece; mi mano se entrega a ese nuevo mundo sin miedo, y mis codos, mis rodillas, la nuca helada. La casi-luna ampara mi marcha.

Pero más seguramente soy solamente el cielo nocturno.

Aparentes pequeños puntos rutilantes, aparentes nubes quietas, aparente Luna Llena; un lienzo de apariencias, de tonalidades difuminadas, nunca de colores concretos, un manto oscurecido por las mentiras, por las verdades calladas, que se dicen en susurros a un centímetro de la oreja pero que se confunden con el sonido del viento, con las hojas de las árboles que bailan, con las nubes que corren febriles. Soy un sólo ojo atento. Siempre muy abierto. Soy el testigo del tronco de encina que abre los ojos y me mira, de la avenida aplastada por el mutismo, de las decisiones que se formulan detrás de los pulmones y no en la boca.

Y hablan todos: “Y la única sensación era el peso del cielo en mi frente. Te preguntaba que era todo aquello y me respondías con una quieta mirada.”

“No siento,” decían, “pero me muerdo los labios”.
Creo a veces que estás a mi lado tendida,
sobre mi brazo izquierdo la cabeza dormida.
Realidad me parece mi amorosa locura,
me sonrío a mí mismo con inmensa dulzura
y silenciosamente para no despertarte
me inclino hacia tu rostro quieto para besarte
pero mis labios juntos se pierden en la nada
y mi beso se hiela sobre la fría almohada,
tal como un pajarito que en una noche eleve
al abatir su vuelo se cayera en la nieve.
Pesada la cabeza de sueño y de lectura,
y el corazón henchido de infinita ternura,
cierro el libro que leo, mato la rubia llama,
subo el mar del embozo y me abrigo en la cama.
Y, la ardiente mejilla sobre la fresca almohada,
digo tu claro nombre, casi sin hacer ruido:
Creo que está a mi lado tu orejita rosada
y el túnel de juguete de tu oído.
Esta noche hay tormenta pero aun late lejana,
el relámpago pinta de verde mi persiana,
entra un aire cargado de humedad y de rosas,
en las sombras se tuercen mis manos voluptuosas
y una fiebre dulcísima cosquillea mi pecho:
estoy como una cruz de carne sobre el lecho.
Ha empezado a caer la lluvia lentamente.
Pero mi almohada tiene un hueco solamente.
Redondos de vigilia tengo abiertos los ojos,
los brazos como remos, los dedos casi flojos.
Hay un montón de ropa negra sobre una silla
y la luz de una vela da su coma amarilla.
He aquí que una lágrima ha caído en la almohada
y ha sonado en la funda de hilo almidonada.
Si lloro alguna noche, cuando estés a mi lado,
a la aurora tendrás el cabello mojado.
No me puedo dormir de soledad y tristeza,
yo pondría en tu hombro la cansada cabeza,
y lloraría un poco, y lloraría apenas...
Pero hay una distancia de juncos y de arenas.
Y tú estarás dormida, con tu tierra y tu cielo,
rodeada de la noche cerrada de tu pelo.
Dentro de un par de horas, o más, cuando me acueste,
el zafiro nocturno será una flor celeste,
yo una red de rocío, y una cinta de grana:
ya perdida la noche, perderé la mañana.
Sobre mi techo aun varias estrellas quedan.
Dime si te despiertan las lágrimas que ruedan.
La noche para mí es fantasmagoría,
más excitante que la misma poesía.
En el postigo albar hay una luz rosada,
primero fue violeta, luego será dorada.
¡Cómo cantan los gallos! se ve que están contentos.
No cantarían con mis pensamientos.
Siempre a la madrugada hace un poco de frío,
estrecharé a estas horas tu cuerpo con el mío.
Ahora cruza los campos un gran carro sonoro.
El día entra en mi cuarto como un labriego de oro.

— The End —