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A medida que nos aproximamos
las piedras se van dando mejor.

Desnudo, anacorético,
las ventanas idénticas entre sí,
como la vida de sus monjes,
el Escorial levanta sus muros de granito
por los que no treparán nunca los mandingas,
pues ni aún dentro de novecientos años.
hallarán una arruga donde hincar
sus pezuñas de azufre y pedernal.

Paradas en lo alto de las chimeneas,
las cigüeñas meditan la responsabilidad
de ser la única ornamentación del monasterio,
mientras el viento que reza en las rendijas
ahuyenta las tentaciones que amenazan
entrar por el tejado.

Cencerro de las piedras que pastan
en los alrededores,
las campanas de la iglesia
espantan a los ángeles
que viven en su torre
y suelen tomarlos de improviso,
haciéndoles perder alguna pluma
sobre el adoquinado de los patios.

¡Corredores donde el silencio tonifica
la robustez de las columnas!
¡Salas donde la austeridad es tan grande,
que basta una sonrisa de mujer
para que nos asedien los pecados de Bosch
y sólo se desbanden en retirada
al advertir que nuestro guía
es nuestro propio arcángel,
que se ha disfrazado de guardián!

Los visitantes,
la cabeza hundida entre los hombros
(así la Muerte no los podrá agarrar
como se agarra a un gato),
descienden a las tumbas y al pudridero,
y al salir,
perciben el esqueleto de la gente
con la misma facilidad
con que antes les distinguían la nariz.

Cuando una luna fantasmal
nieva su luz en las techumbres,
los ruidos de las inmediaciones
adquieren psicologías criminales,
y el silencio
alcanza tal intensidad,
que se camina
como si se entrara en un concierto,
y se contienen las ganas de toser
por temor a que el eco repita nuestra tos
hasta convencernos de que estamos tuberculosos.

¡Horas en que los perros se enloquecen de soledad
y en las que el miedo
hace girar las cabezas de las lechuzas y de los hombres,
quienes, al enfrentarnos,
se persignan bajo el embozo
por si nosotros fuéramos Satán!
Diré cómo nacisteis, placeres prohibidos,
Como nace un deseo sobre torres de espanto,
Amenazadores barrotes, hiel descolorida,
Noche petrificada a fuerza de puños,
Ante todos, incluso el más rebelde,
Apto solamente en la vida sin muros.
Corazas infranqueables, lanzas o puñales,
Todo es bueno si deforma un cuerpo;
Tu deseo es beber esas hojas lascivas
O dormir en esa agua acariciadora.
No importa;
Ya declaran tu espíritu impuro.
No importa la pureza, los dones que un destino
Levantó hacia las aves con manos imperecederas;
No importa la juventud, sueño más que hombre,
La sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
De un régimen caído.
Placeres prohibidos, planetas terrenales,
Miembros de mármol con sabor de estío,
Jugo de esponjas abandonadas por el mar,
Flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.
Soledades altivas, coronas derribadas,
Libertades memorables, manto de juventudes;
Quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
Es vil como un rey, como sombra de rey
Arrastrándose a los pies de la tierra
Para conseguir un trozo de vida.
No sabía los límites impuestos,
Límites de metal o papel,
Ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
Adonde no llegan realidades vacías,
Leyes hediondas, códigos, ratas de paisajes derruidos.
Extender entonces una mano
Es hallar una montaña que prohíbe,
Un bosque impenetrable que niega,
Un mar que traga adolescentes rebeldes.
Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
Ávidos dientes sin carne todavía,
Amenazan abriendo sus torrentes,
De otro lado vosotros, placeres prohibidos,
Bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
Tendéis en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe,
Cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.
Abajo, estatuas anónimas,
Sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
Una chispa de aquellos placeres
Brilla en la hora vengativa.
Su fulgor puede destruir vuestro mundo.
Brillan las cosas. Los tejados crecen
sobre las copas de los árboles.
A punto de romperse, tensas,
las elásticas calles.
Ahí estás tú: debajo de ese cruce
de metálicos cables,
en el que cuaja el sol como en un nimbo
complementario de tu imagen.
Rápidas golondrinas amenazan
fachadas impasibles. Los cristales
transmiten luminosos y secretos
mensajes.
Todo son breves gestos, invisibles
para los ojos habituales.
Y de pronto, no estás. Adiós, amor, adiós.
Ya te marchaste.
Nada queda de ti. La ciudad gira:
molino en el que todo se deshace.
Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.

Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.

No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrábais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.

En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.
Sólo tú me acompañas, sol amigo.
Como un perro de luz, lames mi lecho blanco;
y yo pierdo mi mano por tu pelo de oro,
caída de cansancio.

¡Qué de cosas que fueron
se van... más lejos todavía!
                                                  Callo
y sonrío, igual que un niño,
dejándome lamer de ti, sol manso.

... De pronto, sol, te yergues,
fiel guardián de mi fracaso,
y, en una algarabía ardiente y loca,
ladras a los fantasmas vanos
que, mudas sombras, me amenazan
desde el desierto del ocaso.
Jr Mar 2018
Me descuido en las manos del oscuro
formas intangibles
amenazan con arrastrar mi cuerpo
al olvido
                            Tu alma hala
con toda su fuerza

Guerra negra, marchita, opaca
señalo los agravios del pasado
me halan
me quemo
                            anhelo tu llegada
pero si siempre estuviste
¿quién eres?

Campeón del olimpo
matando fieras con tus propias manos
del Hades nadie se salva

Aborda la balsa rota por el rio del olvido
los gritos ahogados
rompen los tímpanos del espíritu

más la luz aún no se extingue
                            tú eres

No te extingues, sigues ardiendo
mientras llueva
                            no te extingues
Jr Nov 2018
inmerso en un caparazón
fuertes vientos amenazan la ventana
y si cambia el clima
nos desvanecemos en el polvo

cambio si pienso
pensar en cambio
me abrazo a mis ideas y las asfixio
y me duele el tiempo
y me asusta la calma
y me inquieta el silencio

salto a un foso lleno de fuego
y me quema el frío
cura rápido, pero más duele el remedio
que olvidar
olvidar que andamos recordándonos
como constante
y que lo que nos ancla a esta tierra
a esta vida
son las memorias

al fondo del espiral
de la concha marina en la que estamos
en la que estoy
siento en la piel el rebotar de mil voces
que me despiertan
mientras crecen mis ojeras
y se opaca mi espíritu

un haz de luz tras otro,
tras otro,
me bañan de esperanza
y no me dejo
y dejo que los rayos del sol sigan, y reboten
y se vayan
lejos

humo se escapa de mi nariz mientras muero de frío
presumo estar en control
mientras los venenos queman mi cuerpo por dentro
y no hago nada
y sí puedo

y un perro pasa caminando
por el frente
le ladra a un desconocido
no pasa nada
y eso es todo

vivimos en una casa de caracol
mientras más entramos,
más bajamos,
más seguimos,
mientras,
hay menos salidas
y nunca llegamos al final del camino
Fueron creadas por mí estas palabras
con sangre mía, con dolores míos
fueron creadas!
Yo lo comprendo, amigos, yo lo comprendo todo.
Se mezclaron voces ajenas a las mías,
yo lo comprendo, amigos!

Como si yo quisiera volar y a mí llegaran
en ayuda las alas de las aves,
todas las alas,
así vinieron estas palabras extranjeras
a desatar la oscura ebriedad de mi alma.

Es el alba, y parece
que no se me apretaran las angustias
en tan terribles nudos en torno a la garganta.
Y sin embargo,
fueron creadas
con sangre mía, con dolores míos,
fueron creadas por mí estas palabras!

Palabras para la alegría
cuando era mi corazón
una corola de llamas,
palabras del dolor que clava,
de los instintos que remuerden,
de los impulsos que amenazan,
de los infinitos deseos,
de las inquietudes amargas,
palabras del amor, que en mi vida florecen
como una tierra roja llena de umbelas blancas.

No cabían en mí. Nunca cupieron.
De niño mi dolor fue grito
y mi alegría fue silencio.

Después los ojos
olvidaron las lágrimas
barridas por el viento del corazón de todos.

Ahora, decidme, amigos,
dónde esconder aquella aguda
furia de los sollozos.

Decidme, amigos, dónde
esconder el silencio, para que nunca nadie
lo sintiera con los oídos o con los ojos.

Vinieron las palabras, y mi corazón,
incontenible como un amanecer,
se rompió en las palabras y se apegó a su vuelo,
y en sus fugas heroicas lo llevan y lo arrastran,
abandonado y loco, y olvidado bajo ellas
como un pájaro muerto, debajo de sus alas.
Jr Dec 2018
demonios que controlan el tiempo
amenazan con calcinar mi cuerpo
con llamas del pasado

me reconstruyen con arcilla
mezclada con cenizas

en este lugar no falta nada
a todos nos sobra poco

marcas de soga
donde antes habían besos
nos recuerdan que pasó
nada pasó
Leydis Jul 2017
No tienen que hacer escándalos,
Yo no resistiré el arresto,
es que no lo creerá usted,
sí, es cierto que los mate,
pero fue por defender mi propia vida.
Mate y lo hice con mucho placer.
Mate el miedo a la soledad.
Mate todo lo que me estorbaba.
Mate la cerrazón de mis días.
Desangrando vi morir la guerra por la paz.
Pidiéndome piedad gritaba la ansiedad.
Suspirando su ultimo respiro deje a los desalientos.
La rabia, la indiferencia e irreverencia que sentía contra mí misma,
y todo lo que me ofuscaba mi libertad.
Sí, soy culpable, mate y sin piedad alguna.
Quería volver a sonreír,
deseosa de amar estaba,
de surcar los cielos como águila,
de tomar como amante de nuevo al Señor Sueño,
de soñar con la felicidad,
de sonar mis pies descalzos en el frio suelo,
de desvelarme en mil noches bohemias,
de gozar y disfrutar lo que me quedaba de vida,
enfilarme con el tiempo,
poner a gozar mi cuerpo,
revivir mis labios ya muerto,
endulzar mis manos cansadas y tibias.
Y los tuve que matar.
Fue en defensa propia, se lo aseguro.
Albanada me la pasaba noche y día.
Forzada a tomar pastillas de desdicha-día tras día.
Hasta que no pude más….y, a todos lo tuve que matar.
Me amenazan todos los días, y si no lo hacía….ellos a mí me matarían.
y de la manera más cruel su magistrado..,
condenando mis días,
a vivir una vida de amargura que le aseguro a usted..
no me merecía.
LeydisProse
7/25/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
Son pocos.
La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿A dónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.
Jr Jan 2019
angustias eternas desafían al mar tranquilo,
amenazan con desatar maremotos bajo mis párpados
y me aterran en la incertidumbre de lo profundo del agua.

— The End —