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Andrea González Jun 2015
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llego tarde y
me encuentro con:

carne, presencia,
frío en las manos
y sudoración burda.

Es el momento -me notifico-
es el reloj derretido y
adherido a mi cuello.

son los minutos, los pequeños segundos
tatuados en la mente, espesos desde un tiempo.

-no hay sombras que puedan ocultarnos-

-no hay palabras exactas para describirlo-
No quiero no, no quiero serranías,
ni la ola marina y su jactancia,
ni el fondo verde y oro de una estancia...
Quiero pasar, verano, aquí mis días.

Cerca de aquí y de tus niñerías
y de tu lealtad y tu constancia,
adherido a tu piel a su fragancia...
Que te enojes, que hables, que te rías.

Abandonada, así, sobre la grama
mientras yo te contemplo, distraído,
con la profunda distracción del que ama.

Revuelta de cabello y de vestido,
retorcer el marfil como una rama:
tu cuerpo descubierto y escondido.
¿Me extravié en la fiebre?

¿Detrás de las sonrisas?

¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?...

No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror, al delirio.

No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.

No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.

— The End —