Que vuestros vivos astros, desde el cielo sereno,
Oh Dióscuros, protejan de riesgos al divino
poeta que va a Grecia, desde el sonar latino,
a ver brotar las Cíclades en el azul heleno.
Que soplo bonacible, de suave aroma lleno,
infle, y el leve Yápigo, por seguro camino,
la vela de la nave sobre el mar cristalino,
y la empujen a playa de hospitalario seno.
Por entre el archipiélago do el delfín al sol brilla,
conducid del mantuano cantor la frágil quilla;
hijo del cisne, préstale luz en su ruta nueva.
La mitad de mi alma va en la nave que zarpa,
y por el mar sagrado, do Arión cantó en su arpa,
al suelo de los Dioses al gran Virgilio lleva.