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Jacob Stanton
22/M/Medan    Im ok, so I write poems

Poems

¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan.

¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras.
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.

Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh, cuán suave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruido!

Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros suave
Orgullosa desplega su bandera,
Y al mar dejando que sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora.

¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor velaba; el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
Que entre frescuras y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.

Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, Y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad, con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.

El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano Macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando:

El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay!, arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna:

El dulce anhelo del amor que guarda,
Tal vez inquieto y con mortal recelo;
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura:

A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetuoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino:
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba.

Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende;
Agreste, vago y solitario encanto
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.

Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguía
La nave audaz que en argentado raya
Volaba al puerto de la patria mía:
Yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.

¡Una mujer!  En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece Mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.

¡Una mujer!  Deslizase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella,
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas le ofrece
De plata y de zafir, donde se mece.

Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del amor cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía:

¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquélla,
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo, con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura:

Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas:
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.

¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh qué mujer! ¡qué imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera!...

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días,
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón que penas a millares
¡Ay! desgarraron y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh dichosos mil veces, sí, dichosos
Los que podéis llorar! y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos
Ahogar me siento en infernal tortura.
¡Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura!
También tu corazón, hecho pavesa,
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto,
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
En que perdido el celestial encanto
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?

Aun parece, Teresa, que te veo
Aérea como dorada mariposa,
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de Mayo serenas alboradas:
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay! como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono y de amor y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias la contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban
Llanto tal vez vertiendo de ternura;
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.

Y llegaron en fin: ¡oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.

¿Cómo caiste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y en ondas fulguroso
Rayos al mando tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.

Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído,
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido,
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.

Brota en el cielo del amor la fuente,
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana.
Mas ¡ay! huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.

Huid, si no queréis que llegue un día
En que enredado en retorcidos lazos
El corazón con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.

Los años ¡ay! de la ilusión pasaron,
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.

¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
Un pesar tan intenso!  Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío.
Para allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu bondad reposa.

Y tú, feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas, mísera, a perderte
Y era llorar tu único destino:
¡Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino!
Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel, te volviste al cielo.

Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón, sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones:
Sola, y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones:
Tus hijos ¡ay! de ti se avergonzaran
Y hasta el nombre de madre te negaran.

Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido;
único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!

¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.

Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón: un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay de tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida!

Que yo, como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay, al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía,
Yo inocente también ¡oh!, cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!

Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado.
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo, sin horas ni medida,
Ver como un sueño resbalar la vida.

¡Pobre Teresa!  Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices se cambiaban;
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura,
Tu corazón al par de tu amargura;

Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando;

Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándole severa;
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado,
Sobre un lecho de espinas, maldiciendo,
Morir, el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano, con los ojos fijos,
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel!... ¡Ay! yo entretanto
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto;
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida;
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
Like a psychotic docent in the wilderness,
I will not speak in perfect Ciceronian cadences.
I draw my voice from a much deeper cistern,
Preferring the jittery synaptic archive,
So sublimely unfiltered, random and profane.
And though I am sequestered now,
Confined within the walls of a gated, golf-coursed,
Over-55 lunatic asylum (for Active Seniors I am told),
I remain oddly puerile,
Remarkably refreshed and unfettered.  
My institutionalization self-imposed,
Purposed for my own serenity, and also the safety of others.
Yet I abide, surprisingly emancipated and frisky.
I may not have found the peace I seek,
But the quiet has mercifully come at last.

The nexus of inner and outer space is context for my story.
I was born either in Brooklyn, New York or Shungopavi, Arizona,
More of intervention divine than census data.
Shungopavi: a designated place for tribal statistical purposes.
Shungopavi: an ovine abbatoir and shaman’s cloister.
The Hopi: my mother’s people, a state of mind and grace,
Deftly landlocked, so cunningly circumscribed,
By both interior and outer Navajo boundaries.
The Navajo: a coyote trickster people; a nation of sheep thieves,
Hornswoggled and landlocked themselves,
Subsumed within three of the so-called Four Corners:
A 3/4ths compromise and covenant,
Pickled in firewater, swaddled in fine print,
A veritable swindle concocted back when the USA
Had Manifest Destiny & mayhem on its mind.

The United States: once a pubescent synthesis of blood and thunder,
A bold caboodle of trooper spit and polish, unwashed brawlers, Scouts and      
Pathfinders, mountain men, numb-nut ne'er-do-wells,
Buffalo Bills & big-balled individualists, infected, insane with greed.
According to the Gospel of His Holiness Saint Zinn,
A People’s’ History of the United States: essentially state-sponsored terrorism,
A LAND RUSH grabocracy, orchestrated, blessed and anointed,
By a succession of Potomac sharks, Great White Fascist Fathers,
Far-Away-on-the Bay, the Bay we call The Chesapeake.
All demented national patriarchs craving lebensraum for God and country.
The USA: a 50-state Leviathan today, a nation jury-rigged,
Out of railroad ties, steel rails and baling wire,
Forged by a litany of lies, rapaciousness and ******,
And jaw-torn chunks of terra firma,
Bites both large and small out of our well-****** Native American ***.

Or culo, as in va’a fare in culo (literally "go do it in the ***")
Which Italian Americans pronounce as fongool.
The language center of my brain,
My sub-cortical Broca’s region,
So fraught with such semantic misfires,
And autonomic linguistic seizures,
Compel acknowledgement of a father’s contribution,
To both the gene pool and the genocide.
Columbus Day:  a conspicuously absent holiday out here in Indian Country.
No festivals or Fifth Avenue parades.
No excuse for ethnic hoopla. No guinea feast. No cannoli. No tarantella.
No excuse to not get drunk and not **** your sister-in-law.
Emphatically a day for prayer and contemplation,
A day of infamy like Pearl Harbor and 9/11,
October 12, 1492: not a discovery; an invasion.

Growing up in Brooklyn, things were always different for me,
Different in some sort of redskin/****/****--
Choose Your Favorite Ethnic Slur-sort of way.
The American Way: dehumanization for fun and profit.
Melting *** anonymity and denial of complicity with evil.
But this is no time to bring up America’s sordid past,
Or, a personal pet peeve: Indian Sovereignty.
For Uncle Sam and his minions, an ever-widening, conveniently flexible concept,
Not a commandment or law,
Not really a treaty or a compact,
Or even a business deal.  Let’s get real:
It was not even much in the way of a guideline.
Just some kind of an advisory, a bulletin or newsletter,
Could it merely have been a free-floating suggestion?
Yes, that’s it exactly: a suggestion.

Over and under halcyon American skies,
Over and around those majestic purple mountain peaks,
Those trapped in poetic amber waves of wheat and oats,
Corn and barley, wheat shredded and puffed,
Corn flaked and milled, Wheat Chex and Wheaties, oats that are little Os;
Kix and Trix, Fiber One, and Kashi-Go-Lean, Lucky Charms and matso *****,
Kreplach and kishka,
Polenta and risotto.
Our cantaloupe and squash patch,
Our fruited prairie plain, our delicate ecological Eden,
In balance and harmony with nature, as Chief Joseph of the Nez Perce instructs:
“These white devils are not going to,
Stop ****** and killing, cheating and eating us,
Until they have the whole ******* enchilada.
I’m talking about ‘from sea to shining sea.’”

“I fight no more forever,” Babaloo.
So I must steer this clunky keelboat of discovery,
Back to the main channel of my sad and starry demented river.
My warpath is personal but not historical.
It is my brain’s own convoluted cognitive process I cannot saavy.
Whatever biochemical or—as I suspect more each day—
Whatever bio-mechanical protocols govern my identity,
My weltanschauung: my world-view, as sprechen by proto-Nazis;
Putz philosophers of the 17th, 18th & 19th century.
The German intelligentsia: what a cavalcade of maniacal *******!
Why is this Jew unsurprised these Zarathustra-fueled Übermenschen . . .
Be it the Kaiser--Caesar in Deutsch--Bismarck, ******, or,
Even that Euro-*****,  Angela Merkel . . . Why am I not surprised these Huns,
Get global grab-*** on the sauerbraten cabeza every few generations?
To be, or not to be the ***** bullgoose loony: GOTT.

Biomechanical protocols govern my identity and are implanted while I sleep.
My brain--my weak and weary CPU--is replenished, my discs defragmented.
A suite of magnetic and optical white rooms, cleansed free of contaminants,
Gun mounts & lifeboat stations manned and ready,
Standing at attention and saluting British snap-style,
Snap-to and heel click, ramrod straight and cheerful: “Ready for duty, Sir.”
My mind is ravenous, lusting for something, anything to process.
Any memory or image, lyric or construct,
Be they short-term dailies or deeply imprinted.
Fixations archived one and all in deep storage time and space.
Memories, some subconscious, most vaporous;
Others--the scary ones—eidetic: frighteningly detailed and extraordinarily vivid.
Precise cognitive transcripts; recollected so richly rife and fresh.
Visual, auditory, tactile, gustatory, and olfactory reloads:
Queued up and increasingly re-experienced.

The bio-data of six decades: it’s all there.
People, countless, places and things cataloged.
Every event, joy and trauma enveloped from within or,
Accessed externally from biomechanical storage devices.
The random access memory of a lifetime,
Read and recollected from cerebral repositories and vaults,
All the while the entire greedy process overseen,
Over-driven by that all-subservient British bat-man,
Rummaging through the data in batches small and large,
Internal and external drives working in seamless syncopation,
Self-referential, at times paradoxical or infinitely looped.
“Cogito ergo sum."
Descartes stripped it down to the basics but there’s more to the story:
Thinking about thinking.
A curse and minefield for the cerebral:  metacognition.

No, it is not the fact that thought exists,
Or even the thoughts themselves.
But the information technology of thought that baffles me,
As adaptive and profound as any evolution posited by Darwin,
Beyond the wetware in my skull, an entirely new operating system.
My mental and cultural landscape are becoming one.
Machines are connecting the two.
It’s what I am and what I am becoming.
Once more for emphasis:
It is the information technology of who I am.
It is the operating system of my mental and cultural landscape.
It is the machinery connecting the two.
This is the central point of this narrative:
Metacognition--your superego’s yenta Cassandra,
Screaming, screaming in your psychic ear, your good ear:

“LISTEN:  The machines are taking over, taking you over.
Your identity and train of thought are repeatedly hijacked,
Switched off the main line onto spurs and tangents,
Only marginally connected or not at all.
(Incoming TEXT from my editor: “Lighten Up, Giuseppi!”)
Reminding me again that most in my audience,
Rarely get past the comic page. All righty then: think Calvin & Hobbes.
John Calvin, a precocious and adventurous six-year old boy,
Subject to flights of 16th Century French theological fancy.
Thomas Hobbes, a sardonic anthropomorphic tiger from 17th Century England,
Mumbling about life being “solitary, poor, nasty, brutish and short.”
Taken together--their antics and shenanigans--their relationship to each other,
Remind us of our dual nature; explore for us broad issues like public education;
The economy, environmentalism & the Global ****** Thermometer;
Not to mention the numerous flaws of opinion polls.



And again my editor TEXTS me, reminds me again: “LIGHTEN UP!”
Consoling me:  “Even Shakespeare had to play to the groundlings.”
The groundlings, AKA: The Rabble.
Yes. Even the ******* Bard, even Willie the Shake,
Had to contend with a decidedly lowbrow copse of carrion.
Oh yes, the groundlings, a carrion herd, a flying flock of carrion seagulls,
Carrion crow, carrion-feeders one and all,
And let’s throw Sheryl Crow into the mix while we’re at it:
“Hit it! This ain't no disco. And it ain't no country club either, this is L.A.”  

                  Send "All I Wanna Do" Ringtone to your Cell              

Once more, I digress.
The Rabble:  an amorphous, gelatinous Jabba the Hutt of commonality.
The Rabble: drunk, debauched & lawless.
Too *****-delicious to stop Bill & Hilary from thinking about tomorrow;
Too Paul McCartney My Love Does it Good to think twice.

The Roman Saturnalia: a weeklong **** fest.
The Saturnalia: originally a pagan kink-fest in honor of the deity Saturn.
Dovetailing nicely with the advent of the Christian era,
With a project started by Il Capo di Tutti Capi,
One of the early popes, co-opting the Roman calendar between 17 and 25 December,
Putting the finishing touches on the Jesus myth.
For Brooklyn Hopi-***-Jew baby boomers like me,
Saturnalia manifested itself as Disco Fever,
Unpleasant years of electrolysis, scrunched ***** in tight polyester
For Roman plebeians, for the great unwashed citizenry of Rome,
Saturnalia was just a great big Italian wedding:
A true family blowout and once-in-a-lifetime ego-trip for Dad,
The father of the bride, Vito Corleone, Don for A Day:
“Some think the world is made for fun and frolic,
And so do I! Funicula, Funiculi!”

America: love it or leave it; my country right or wrong.
Sure, we were citizens of Rome,
But any Joe Josephus spending the night under a Tiber bridge,
Or sleeping off a three day drunk some afternoon,
Up in the Coliseum bleachers, the cheap seats, out beyond the monuments,
The original three monuments in the old stadium,
Standing out in fair territory out in center field,
Those three stone slabs honoring Gehrig, Huggins, and Babe.
Yes, in the house that Ruth built--Home of the Bronx Bombers--***?
Any Joe Josephus knows:  Roman citizenship doesn’t do too much for you,
Except get you paxed, taxed & drafted into the Legion.
For us the Roman lifestyle was HIND-*** humble.
We plebeians drew our grandeur by association with Empire.
Very few Romans and certainly only those of the patrician class lived high,
High on the hog, enjoying a worldly extravaganza, like—whom do we both know?

Okay, let’s say Laurence Olivier as Crassus in Spartacus.
Come on, you saw Spartacus fifteen ******* times.
Remember Crassus?
Crassus: that ***** twisted **** trying to get his freak on with,
Tony Curtis in a sunken marble tub?
We plebes led lives of quiet *****-scratching desperation,
A bunch of would-be legionnaires, diseased half the time,
Paid in salt tablets or baccala, salted codfish soaked yellow in olive oil.
Stiffs we used to call them on New Year’s Eve in Brooklyn.
Let’s face it: we were hyenas eating someone else’s ****,
Stage-door jackals, Juvenal-come-late-lies, a mob of moronic mook boneheads
Bought off with bread & circuses and Reality TV.
Each night, dished up a wide variety of lowbrow Elizabethan-era entertainments.  
We contemplate an evening on the town, downtown—
(cue Petula Clark/Send "Downtown" Ringtone to your Cell)

On any given London night, to wit:  mummers, jugglers, bear & bull baiters.
How about dog & **** fighters, quoits & skittles, alehouses & brothels?
In short, somewhere, anywhere else,
Anywhere other than down along the Thames,
At Bankside in Southwark, down in the Globe Theater mosh pit,
Slugging it out with the groundlings whose only interest,
In the performance is the choreography of swordplay and stale ****** puns.
Meanwhile, Hugh Fennyman--probably a fellow Jew,
An English Renaissance Bugsy Siegel or Mickey Cohen—
Meanwhile Fennyman, the local mob boss is getting his ya-yas,
Roasting the feet of my text-messaging editor, Philip Henslowe.
Poor and pathetic Henslowe, works on commission, always scrounging,
But a true patron of my craft, a gentleman of infinite jest and patience,
Spiritual subsistence, and every now and then a good meal at some,
Sawdust joint with oyster shells, and a Prufrockian silk purse of T.S. Eliot gold.

Poor, pathetic Henslowe, trussed up by Fennyman,
His editorial feet in what looks like a Japanese hibachi.
Henslowe’s feet to the fire--feet to the fire—get it?
A catchy phrase whose derivation conjures up,
A grotesque yet vivid image of torture,
An exquisite insight into how such phrases ingress the idiom,
Not to mention a scene once witnessed at a secret Romanian CIA prison,
I’d been ordered to Bucharest not long after 9/11,
Handling the rendition and torture of Habib Ghazzawy,

An entirely innocent falafel maker from Steinway Street, Astoria, Queens.
Shock the Monkey: it’s what we do. GOTO:
Peter Gabriel - Shock the Monkey/
(HQ music video) - YouTube//
www.youtube.com/
Poor, pathetic, ******-on Henslowe.


Fennyman :  (his avarice is whet by something Philly screams out about a new script)  "A play takes time. Find actors; Rehearsals. Let's say open in three weeks. That's--what--five hundred groundlings at tuppence each, in addition four hundred groundlings tuppence each, in addition four hundred backsides at three pence--a penny extra for a cushion, call it two hundred cushions, say two performances for safety how much is that Mr. Frees?"
Jacobean Tweet, John (1580-1684) Webster:  “I saw him kissing her bubbies.”

It’s Geoffrey Rush, channeling Henslowe again,
My editor, a singed smoking madman now,
Feet in an ice bucket, instructing me once more:
“Lighten things up, you know . . .
Comedy, love and a bit with a dog.”
I digress again and return to Hopi Land, back to my shaman-monastic abattoir,
That Zen Center in downtown Shungopavi.
At the Tribal Enrolment Office I make my case for a Certificate of Indian Blood,
Called a CIB by the Natives and the U.S. Bureau of Indian Affairs.
The BIA:  representing gold & uranium miners, cattle and sheep ranchers,
Sodbusters & homesteaders; railroaders and dam builders since 1824.
Just in time for Andrew Jackson, another false friend of Native America,
Just before Old Hickory, one of many Democratic Party hypocrites and scoundrels,
Gives the FONGOOL, up the CULO go ahead.
Hey Andy, I’ve got your Jacksonian democracy: Hanging!
The Bureau of Indian Affairs (BIA) mission is to:   "… enhance the quality of life, to promote economic opportunity, and to carry out the responsibility to protect and improve the trust assets of American Indians, Indian tribes, and Alaska Natives. What’s that in the fine print?  Uncle Sammy holds “the trust assets of American Indians.”

Here’s a ******* tip, Geronimo: if he trusted you,
It would ALL belong to you.
To you and The People.
But it’s all fork-tongued white *******.
If true, Indian sovereignty would cease to be a sick one-liner,
Cease to be a blunt force punch line, more of,
King Leopold’s 19th Century stand-up comedy schtick,
Leo Presents: The **** of the Congo.
La Belgique mission civilisatrice—
That’s what French speakers called Uncle Leo’s imperial public policy,
Bringing the gift of civilization to central Africa.
Like Manifest Destiny in America, it had a nice colonial ring to it.
“Our manifest destiny [is] to overspread the continent,
Allotted by Providence for the free development,
Of our yearly multiplying millions.”  John L. O'Sullivan, 1845

Our civilizing mission or manifest destiny:
Either/or, a catchy turn of phrase;
Not unlike another ironic euphemism and semantic subterfuge:
The Pacification of the West; Pacification?
Hardly: decidedly not too peaceful for Cochise & Tonto.
Meanwhile, Madonna is cash rich but disrespected Evita poor,
To wit: A ****** on the Rocks (throwing in a byte or 2 of Da Vinci Code).
Meanwhile, Miss Ciccone denied her golden totem *****.
They snubbed that little guinea ****, didn’t they?
Snubbed her, robbed her rotten.
Evita, her magnum opus, right up there with . . .
Her SNL Wayne’s World skit:
“Get a load of the unit on that guy.”
Or, that infamous MTV Music Video Awards stunt,
That classic ***** Lip-Lock with Britney Spears.

How could I not see that Oscar snubola as prime evidence?
It was just another stunning case of American anti-Italian racial animus.
Anyone familiar with Noam Chomsky would see it,
Must view it in the same context as the Sacco & Vanzetti case,
Or, that arbitrary lynching of 9 Italian-Americans in New Orleans in 1891,
To cite just two instances of anti-Italian judicial reach & mob violence,
Much like what happened to my cousin Dominic,
Gang-***** by the Harlem Globetrotters, in their locker room during halftime,
While he working for Abe Saperstein back in 1952.
Dom was doing advance for Abe, supporting creation of The Washington Generals:
A permanent stable of hoop dream patsies and foils,
Named for the ever freewheeling, glad-handing, backslapping,
Supreme Commander Allied Expeditionary Force (SCAEF), himself,
Namely General Dwight D. Eisenhower, the man they liked,
And called IKE: quite possibly a crypto Jew from Abilene.

Of course, Harry Truman was my first Great White Fascist Father,
Back in 1946, when I first opened my eyes, hung up there,
High above, looking down from the adobe wall.
Surveying the entire circular kiva,
I had the best seat in the house.
Don’t let it be said my Spider Grandmother or Hopi Corn Mother,
Did not want me looking around at things,
Discovering what made me special.
Didn’t divine intervention play a significant part of my creation?
Knowing Mamma Mia and Nonna were Deities,
Gave me an edge later on the streets of Brooklyn.
The Cradleboard: was there ever a more divinely inspired gift to human curiosity? The Cradleboard: a perfect vantage point, an infant’s early grasp,
Of life harmonious, suspended between Mother Earth and Father Sky.
Simply put: the Hopi should be running our ******* public schools.

But it was IKE with whom I first associated,
Associated with the concept 1600 Pennsylvania Avenue.
I liked IKE. Who didn’t?
What was not to like?
He won the ******* war, didn’t he?
And he wasn’t one of those crazy **** John Birchers,
Way out there, on the far right lunatic Republican fringe,
Was he? (It seems odd and nearly impossible to believe in 2013,
That there was once a time in our Boomer lives,
When the extreme right wing of the Republican Party
Was viewed by the FBI as an actual threat to American democracy.)
Understand: it was at a time when The FBI,
Had little ideological baggage,
But a great appetite for secrets,
The insuppressible Jay Edgar doing his thang.

IKE: of whom we grew so, oh-so Fifties fond.
Good old reliable, Nathan Shaking IKE:
He’d been fixed, hadn’t he? Had had the psychic snip.
Snipped as a West Point cadet & parade ground martinet.
Which made IKE a good man to have in a pinch,
Especially when crucial policy direction was way above his pay grade.
Cousin Dom was Saperstein’s bagman, bribing out the opposition,
Which came mainly from religious and patriotic organizations,
Viewing the bogus white sports franchise as obscene.
The Washington Generals, Saperstein’s new team would have but one opponent,
And one sole mission: to serve as the **** of endless jokes and sight gags for—
Negroes.  To play the chronic fools of--
Negroes.  To be chronically humiliated and insulted by—
Negroes.  To run up and down the boards all night, being outran by—
Negroes.  Not to mention having to wear baggy silk shorts.



Meadowlark Lemon:  “Yeah, Charlie, we ***** that grease-ball Dominic; we shagged his guinea mouth and culo rotten.”  

(interviewed in his Scottsdale, AZ winter residence in 2003 by former ESPN commentator Charlie Steiner, Malverne High School, Class of ’67.)
                                                        
  ­                                                                 ­                 
IKE, briefed on the issue by higher-ups, quickly got behind the idea.
The Harlem Globetrotters were to exist, and continue to exist,
Are sustained financially by Illuminati sponsors,
For one reason and one reason only:
To serve elite interests that the ***** be kept down and subservient,
That the minstrel show be perpetuated,
A policy surviving the elaborate window dressing of the civil rights movement, Affirmative action, and our first Uncle Tom president.
Case in point:  Charles Barkley, Dennis Rodman & Metta World Peace Artest.
Cha-cha-cha changing again:  I am Robert Allen Zimmermann,
A whiny, skinny Jew, ****** and rolling in from Minnesota,
Arrested, obviously a vagrant, caught strolling around his tony Jersey enclave,
Having moved on up the list, the A-list, a special invitation-only,
Yom Kippur Passover Seder:  Next Year in Jerusalem, Babaloo!

I take ownership of all my autonomic and conditioned reflexes;
Each personal neural arc and pathway,
All shenanigans & shellackings,
Or blunt force cognitive traumas.
It’s all percolating nicely now, thank you,
In kitchen counter earthen crockery:
Random access memory: a slow-cook crockpot,
Bubbling through my psychic sieve.
My memories seem only remotely familiar,
Distant and vague, at times unreal:
An alien hybrid databank accessed accidently on purpose;
Flaky science sustains and monitors my nervous system.
And leads us to an overwhelming question:
Is it true that John Dillinger’s ******* is in the Smithsonian Museum?
Enquiring minds want to know, Kemosabe!

“Any last words, *******?” TWEETS Adam Smith.
Postmortem cyber-graffiti, an epitaph carved in space;
Last words, so singular and simple,
Across the universal great divide,
Frisbee-d, like a Pleistocene Kubrick bone,
Tossed randomly into space,
Morphing into a gyroscopic space station.
Mr. Smith, a calypso capitalist, and me,
Me, the Poet Laureate of the United States and Adam;
Who, I didn’t know from Adam.
But we tripped the light fantastic,
We boogied the Protestant Work Ethic,
To the tune of that old Scotch-Presbyterian favorite,
Variations of a 5-point Calvinist theme: Total Depravity; Election; Particular Redemption; Irresistible Grace; & Perseverance of the Saints.

Mr. Smith, the author of An Inquiry into the Nature
& Causes of the Wealth of Nations (1776),
One of the best-known, intellectual rationales for:
Free trade, capitalism, and libertarianism,
The latter term a euphemism for Social Darwinism.
Prior to 1764, Calvinists in France were called Huguenots,
A persecuted religious majority . . . is that possible?
A persecuted majority of Edict of Nantes repute.
Adam Smith, likely of French Huguenot Jewish ancestry himself,
Reminds me that it is my principal plus interest giving me my daily gluten.
And don’t think the irony escapes me now,
A realization that it has taken me nearly all my life to see again,
What I once saw so vividly as a child, way back when.
Before I put away childish things, including the following sentiment:
“All I need is the air that I breathe.”

  Send "The Air That I Breathe" Ringtone to your Cell  

The Hippies were right, of course.
The Hollies had it all figured out.
With the answer, as usual, right there in the lyrics.
But you were lucky if you were listening.
There was a time before I embraced,
The other “legendary” economists:
The inexorable Marx,
The savage society of Veblen,
The heresies we know so well of Keynes.
I was a child.
And when I was a child, I spake as a child—
Grazie mille, King James—
I understood as a child; I thought as a child.
But when I became a man I jumped on the bus with the band,
Hopped on the irresistible bandwagon of Adam Smith.

Smith:  “Any last words, *******?”
Okay, you were right: man is rationally self-interested.
Grazie tanto, Scotch Enlightenment,
An intellectual movement driven by,
An alliance of Calvinists and Illuminati,
Freemasons and Johnny Walker Black.
Talk about an irresistible bandwagon:
Smith, the gloomy Malthus, and David Ricardo,
Another Jew boy born in London, England,
Third of 17 children of a Sephardic family of Portuguese origin,
Who had recently relocated from the Dutch Republic.
******* Jews!
Like everything shrewd, sane and practical in this world,
WE also invented the concept:  FOLLOW THE MONEY.

The lyrics: if you were really listening, you’d get it:
Respiration keeps one sufficiently busy,
Just breathing free can be a full-time job,
Especially when--borrowing a phrase from British cricketers—,
One contemplates the sorry state of the wicket.
Now that I am gainfully superannuated,
Pensioned off the employment radar screen.
Oft I go there into the wild ebon yonder,
Wandering the brain cloud at will.
My journey indulges curiosity, creativity and deceit.
I free range the sticky wicket,
I have no particular place to go.
Snagging some random fact or factoid,
A stop & go rural postal route,
Jumping on and off the brain cloud.

Just sampling really,
But every now and then, gorging myself,
At some information super smorgasbord,
At a Good Samaritan Rest Stop,
I ponder my own frazzled neurology,
When I was a child—
Before I learned the grim economic facts of life and Judaism,
Before I learned Hebrew,
Before my laissez-faire Bar Mitzvah lessons,
Under the rabbinical tutelage of Rebbe Kahane--
I knew what every clever child knows about life:
The surfing itself is the destination.
Accessing RAM--random access memory—
On a strictly need to know basis.
RAM:  a pretty good name for consciousness these days.

If I were an Asimov or Sir Arthur (Sri Lankabhimanya) Clarke,
I’d get freaky now, riffing on Terminators, Time Travel and Cyborgs.
But this is truth not science fiction.
Nevertheless, someone had better,
Come up with another name for cyborg.
Some other name for a critter,
Composed of both biological and artificial parts?
Parts-is-parts--be they electronic, mechanical or robotic.
But after a lifetime of science fiction media,
After a steady media diet, rife with dystopian technology nightmares,
Is anyone likely to admit to being a cyborg?
Since I always give credit where credit is due,
I acknowledge that cyborg was a term coined in 1960,
By Manfred Clynes & Nathan S. Kline and,
Used to identify a self-regulating human-machine system in outer space.

Five years later D. S. Halacy's: Cyborg: Evolution of the Superman,
Featured an introduction, which spoke of:  “… a new frontier, that was not,
Merely space, but more profoundly, the relationship between inner space,
And outer space; a bridge, i.e., between mind and matter.”
So, by definition, a cyborg defined is an organism with,
Technology-enhanced abilities: an antenna array,
Replacing what was once sentient and human.
My glands, once in control of metabolism and emotions,
Have been replaced by several servomechanisms.
I am biomechanical and gluttonous.
Soaking up and breathing out the atmosphere,
My Baby Boom experience of six decades,
Homogenized and homespun, feedback looped,
Endlessly networked through predigested mass media,
Culture as demographically targeted content.

This must have something to do with my own metamorphosis.
I think of Gregor Samsa, a Kafkaesque character if there ever was one.
And though we share common traits,
My evolutionary progress surpasses and transcends his.
Samsa--Phylum and Class--was, after all, an insect.
Nonetheless, I remain a changeling.
Have I not seen many stages of growth?
Each a painful metamorphic cycle,
From exquisite first egg,
Through caterpillar’s appetite & squirm.
To phlegmatic bliss and pupa quietude,
I unfold my wings in a rush of Van Gogh palette,
Color, texture, movement and grace, lift off, flapping in flight.
My eyes have witnessed wondrous transformations,
My experience, nouveau riche and distinctly self-referential;
For the most part unspecific & longitudinally pedestrian.

Yes, something has happened to me along the way.
I am no longer certain of my identity as a human being.
Time and technology has altered my basic wiring diagram.
I suspect the sophisticated gadgets and tools,
I’ve been using to shape & make sense of my environment,
Have reared up and turned around on me.
My tools have reshaped my brain & central nervous system.
Remaking me as something simultaneously more and less human.
The electronic toys and tools I once so lovingly embraced,
Have turned unpredictable and rabid,
Their bite penetrating my skin and septic now, a cluster of implanted sensors,
Content: currency made increasingly more valuable as time passes,
Served up by and serving the interests of a pervasively predatory 1%.
And the rest of us: the so-called 99%?
No longer human; simply put by both Howards--Beale & Zinn--

Humanoid.
Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos ***** altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Este. pues, triste son intercadente
de la asombrosa turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al suelo persuadía;
antes si, lentamente,
si su obtusa consonancia espaciosa
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;
a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes.
El viento sosegado, el can dormido:
éste yace, aquél quedo,
los átomos no mueve
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco sacrílego ruido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aún la instable mecía
cerúlea cuna donde el sol dormía;
y los dormidos siempre mudos peces,
en los lechos 1amosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces.
Y entre ellos la engañosa encantadora
Almone, a los que antes
en peces transformó simples amantes,
transformada también vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos
cóncavos de peñascos mal formados,
de su esperanza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados,
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aún al cierto
montaraz pie del cazador experto,
depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto,
yacía el vulgo bruto,
a la naturaleza
el de su potestad vagando impuesto,
universal tributo.
Y el rey -que vigilancias afectaba-
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído,
del sosegado ambiente,
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en 1a quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
formó en la más opaca
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
(como el fin reina) por no darse entera
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un sólo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño,
despertador reloj del leve sueño,
porque si necesario fue admitido
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
¡Oh de la majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa quizá que ha hecho misteriosa,
circular denotando la corona
en círculo dorado,
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía:
todo. en fin, el silencio lo ocupaba.
Aun el ladrón dormía:
aun el amante no se desvelaba:
el conticinio casi ya pasando
iba y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
y no sólo oprimidos
del afán ponderosos
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también; que también cansa
objeto continuado a 1os sentidos
aún siendo deleitoso;
que la naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo.
Así pues, del profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tiene ordinario
trabajo, en fin, pero trabajo amado
-si hay amable trabajo-
si privados no, al menos suspendidos.
Y cediendo al retrato del contrario
de la vida que lentamente armado
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna;
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por esemptas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara
hasta la que pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado,
solamente dispensa,
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos,
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el de reloj humano
vital volante que, sino con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro rey y centro vivo
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo yo o ya dilatando
el musculoso, claro, arcaduz blando,
hace que en él resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente
y él venga su expulsión haciendo activo
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que repetido no hay robo pequeño.
Estos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados los sentidos
con no replicar sólo defendidos;
y la lengua, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía;
y aquella del calor más competente
científica oficina
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca v siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y, en ajustado natural cuadrante,
las cuantidades nota
que a cada cual tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor en el manjar que medianero
piadoso entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia,
pagando por entero
la que ya piedad sea o ya arrogancia,
al contrario voraz necio la expuso
merecido castigo, aunque se excuse
al que en pendencia ajena se introduce.
Esta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro enviaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa,
y aquesta por custodia más segura
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
gravó tenaz y guarda cuidadosa
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas y del modo
que en tersa superficie, que de faro
cristalino portento, asilo raro
fue en distancia longísima se veían,
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo,
las que distantes le surcaban naves.
Viéndose claramente,
en su azogada luna,
el número, el tamaño y la fortuna
que en la instable campaña transparente
arriesgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves,
así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores. las figuras,
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son estrellas
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí mañosa las representaba
y al alma las mostraba.
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto ser centella,
que con similitud en sí gozaba.
I juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la esfera,
ya el curso considera
regular con que giran desiguales
los cuerpos celestiales;
culpa si grave, merecida pena,
torcedor del sosiego riguroso
de estudio vanamente juicioso;
puesta a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente,
nunca de aura agitada
consintió ser violada,
aun falda suya ser no merecía,
pues las nubes que opaca son corona
de la más elevada corpulencia
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra,
apenas densa zona
de su altiva eminencia
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que mal ceñido
o el viento lo desata sacudido
o vecino el calor del sol, lo apura
a la región primera de su altura,
ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo,
el rápido no pudo, el veloz vuelo
del águila -que puntas hace al cielo
y el sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido-
llegar; bien que esforzando
mas que nunca el impulso, ya batiendo
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido
tejiendo de los átomos escalas
que su inmunidad rompan sus dos alas.
Las pirámides dos -ostentaciones
de Menfis vano y de la arquitectura
último esmero- si ya no pendones
fijos, no tremolantes, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos,
tumba y bandera fue a los Ptolomeos,
que al viento, que a las nubes publicaba,
si ya también el cielo no decía
de su grande su siempre vencedora
ciudad -ya Cairo ahora-
las que, porque a su copia enmudecía
la fama no contaba
gitanas glorias, menéficas proezas,
aun en el viento, aun en el cielo impresas.
Estas que en nivelada simetría
su estatura crecía
con tal disminución, con arte tanto,
que cuánto más al cielo caminaba
a la vista que lince la miraba,
entre los vientos se desaparecía
sin permitir mirar la sutil *****
que al primer orbe finge que se junta
hasta que fatigada del espanto,
no descendida sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa.
Tarde o mal recobrada
del desvanecimiento,
que pena fue no escasa
del visual alado atrevimiento,
cuyos cuerpos opacos
no al sol opuestos, antes avenidos
con sus luces, si no confederados
con él, como en efecto confiantes,
tan del todo bañados
de un resplandor eran, que lucidos,
nunca de calurosos caminantes
al fatigado aliento, a los pies flacos
ofrecieron alfombra,
aun de pequeña, aun de señal de sombra.
Estas que glorias ya sean de gitanas
o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego
error, según el griego,
ciego también dulcísimo poeta,
si ya por las que escribe
aquileyas proezas
o marciales, de Ulises, sutilezas,
la unión no le recibe
de los historiadores o le acepta
cuando entre su catálogo le cuente,
que gloría más que número le aumente,
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Jonante
el rayo fulminante
quitar o la pescada
a Alcídes clava herrada,
que un hemistiquio solo
-de los que le: dictó propicio Apolo-
según de Homero digo, la sentencia.
Las pirámides fueron materiales
tipos solos, señales exteriores
de las que dimensiones interiores
especies son del alma intencionales
que como sube en piramidal *****
al cielo la ambiciosa llama ardiente,
así la humana mente
su figura trasunta
y a la causa primera siempre aspira,
céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia
que contiene infinita toda esencia.
Estos pues, montes dos artificiales,
bien maravillas, bien milagros sean,
y aun aquella blasfema altiva torre,
de quien hoy dolorosas son señales
no en piedras, sino en lenguas desiguales
porque voraz el tiempo no ]as borre,
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza; .
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada,
donde, sin saber como colocada
el alma se miró, tan atrasados
se hallaran que cualquiera
graduara su cima por esfera,
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en lo más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada que creía
que a otra nueva región de sí salía.
En cuya casi elevación inmensa,
gozosa, mas suspensa,
suspensa, pero ufana
y atónita, aunque ufana la suprema
de lo sublunar reina soberana,
la vista perspicaz libre de antojos
de sus intelectuales y bellos ojos,
sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele,
libre tendió por todo lo criado,
cuyo inmenso agregado
cúmulo incomprehensible
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que entorpecida
con la sobra de objetos y excedida
de la grandeza de ellos su potencia,
retrocedió cobarde,
tanto no del osado presupuesto
revocó la intención arrepentida,
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
contra el sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso,
de fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado antes atrevido
y ya llorado ensayo,
necia experiencia que costosa tanto
fue que Icaro ya su propio llanto
lo anegó enternecido
como el entendimiento aquí vencido,
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies conglobado
esférico compuesto,
que de las cualidades
de cada cual cedió tan asombrado
que, entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo; nada veía,
ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la esfera,
el contrapuesto polo,
las partes ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes
a su ornato no más pertenecientes;
mas ni aun las que ignorantes;
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad de los objetos
visibles los colores
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sombra de luz queda más ciego:
que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre;
y a la tiniebla misma que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo va piadosa medianera
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firme ejerciten.
Recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar inducir pudo
a uno y otro galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades,
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada,
empírica