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arden laguna
18/Pangender/Manila    tendencies to pick things apart and tries to use words to illustrate my escapes

Poems

Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.   Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.   Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.   Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.   La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.   El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.   Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.   Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.   Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.   Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.-Hijos, ¿qué hacéis? -les pregunta.Ellos se miran y callan.-Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.   Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.-Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.   Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.   Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;-Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.   Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.   Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.   Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.   A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.   Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
y, camino del hayedo,
se vio un reguero de sangre.Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.Un buhonero, que cruzaba
aquellas tierras errante,
fue en Dauria acusado, preso
y muerto en garrote infame.   Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.   Los hijos de Alvargonzález
ya tienen majada y huerta,
campos de trigo y centeno
y prados de fina hierba;
en el olmo viejo, hendido
por el rayo, la colmena,
dos yuntas para el arado,
un mastín y mil ovejas.
    Ya están las zarzas floridas
y los ciruelos blanquean;
ya las abejas doradas
liban para sus colmenas,
y en los nidos, que coronan
las torres de las iglesias,
asoman los garabatos
ganchudos de las cigüeñas.Ya los olmos del camino
y chopos de las riberas
de los arroyos, que buscan
al padre Duero, verdean.El cielo está azul, los montes
sin nieve son de violeta.La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza;
muerto está quien la ha labrado,
mas no le cubre la tierra.   La hermosa tierra de España
adusta, fina y guerrera
Castilla, de largos ríos,
tiene un puñado de sierras
entre Soria y Burgos como
reductos de fortaleza,
como yelmos crestonados,
y Urbión es una cimera.   Los hijos de Alvargonzález,
por una empinada senda,
para tomar el camino
de Salduero a Covaleda,
cabalgan en pardas mulas,
bajo el pinar de Vinuesa.Van en busca de ganado
con que volver a su aldea,
y por tierra de pinares
larga jornada comienzan.Van Duero arriba, dejando
atrás los arcos de piedra
del puente y el caserío
de la ociosa y opulenta
villa de indianos. El río
al fondo del valle, suena,
y de las cabalgaduras
los cascos baten las piedras.A la otra orilla del Duero
canta una voz lastimera:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra.»   Llegados son a un paraje
en donde el pinar se espesa,
y el mayor, que abre la marcha,
su parda mula espolea,
diciendo: -Démonos prisa;
porque son más de dos leguas
de pinar y hay que apurarlas
antes que la noche venga.Dos hijos del campo, hechos
a quebradas y asperezas,
porque recuerdan un día
la tarde en el monte tiemblan.Allá en lo espeso del bosque
otra vez la copla suena:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».   Desde Salduero el camino
va al hilo de la ribera;
a ambas márgenes del río
el pinar crece y se eleva,
y las rocas se aborrascan,
al par que el valle se estrecha.Los fuertes pinos del bosque
con sus copas gigantescas
y sus desnudas raíces
amarradas a las piedras;
los de troncos plateados
cuyas frondas azulean,
pinos jóvenes; los viejos,
cubiertos de blanca lepra,
musgos y líquenes canos
que el grueso tronco rodean,
colman el valle y se pierden
rebasando ambas laderasJuan, el mayor, dice: -Hermano,
si Blas Antonio apacienta
cerca de Urbión su vacada,
largo camino nos queda.-Cuando hacia Urbión alarguemos
se puede acortar de vuelta,
tomando por el atajo,
hacia la Laguna Negra
y bajando por el puerto
de Santa Inés a Vinuesa.-Mala tierra y peor camino.
Te juro que no quisiera
verlos otra vez. Cerremos
los tratos en Covaleda;
hagamos noche y, al alba,
volvámonos a la aldea
por este valle, que, a veces,
quien piensa atajar rodea.Cerca del río cabalgan
los hermanos, y contemplan
cómo el bosque centenario,
al par que avanzan, aumenta,
y la roqueda del monte
el horizonte les cierra.El agua, que va saltando,
parece que canta o cuenta:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».
    Aunque la codicia tiene
redil que encierre la oveja,
trojes que guarden el trigo,
bolsas para la moneda,
y garras, no tiene manos
que sepan labrar la tierra.Así, a un año de abundancia
siguió un año de pobreza.   En los sembrados crecieron
las amapolas sangrientas;
pudrió el tizón las espigas
de trigales y de avenas;
hielos tardíos mataron
en flor la fruta en la huerta,
y una mala hechicería
hizo enfermar las ovejas.A los dos Alvargonzález
maldijo Dios en sus tierras,
y al año pobre siguieron
largos años de miseria.   Es una noche de invierno.
Cae la nieve en remolinos.
Los Alvargonzález velan
un fuego casi extinguido.El pensamiento amarrado
tienen a un recuerdo mismo,
y en las ascuas mortecinas
del hogar los ojos fijos.No tienen leña ni sueño.Larga es la noche y el frío
arrecia. Un candil humea
en el muro ennegrecido.El aire agita la llama,
que pone un  fulgor rojizo
sobre las dos pensativas 
testas de los asesinos.El mayor de Alvargonzález,
lanzando un ronco suspiro,
rompe el silencio, exclamando:-Hermano, ¡qué mal hicimos!El viento la puerta bate
hace temblar el postigo,
y suena en la chimenea
con hueco y largo bramido.Después, el silencio vuelve,
y a intervalos el pabilo
del candil chisporrotea
en el aire aterecido.El segundo dijo: -Hermano,
¡demos lo viejo al olvido!

  Es una noche de invierno.
Azota el viento las ramas
de los álamos. La nieve
ha puesto la tierra blanca.Bajo la nevada, un hombre
por el camino cabalga;
va cubierto hasta los ojos,
embozado en negra capa.Entrado en la aldea, busca
de Alvargonzález la casa,
y ante su puerta llegado,
sin echar pie a tierra, llama.   Los dos hermanos oyeron
una aldabada a la puerta,
y de una cabalgadura
los cascos sobre las piedras.Ambos los ojos alzaron
llenos de espanto y sorpresa.-¿Quién es?  Responda -gritaron.-Miguel -respondieron fuera.Era la voz del viajero
que partió a lejanas tierras.   Abierto el portón, entróse
a caballo el caballero
y echó pie a tierra. Venía
todo de nieve cubierto.En brazos de sus hermanos
lloró algún rato en silencio.Después dio el caballo al uno,
al otro, capa y sombrero,
y en la estancia campesina
buscó el arrimo del fuego.   El menor de los hermanos,
que niño y aventurero
fue más allá de los mares
y hoy torna indiano opulento,
vestía con ***** traje
de peludo terciopelo,
ajustado a la cintura
por ancho cinto de cuero.Gruesa cadena formaba
un bucle de oro en su pecho.Era un hombre alto y robusto,
con ojos grandes y negros
llenos de melancolía;
la tez de color moreno,
y sobre la frente comba
enmarañados cabellos;
el hijo que saca porte
señor de padre labriego,
a quien fortuna le debe
amor, poder y dinero.
De los tres Alvargonzález
era Miguel el más bello;
porque al mayor afeaba
el muy poblado entrecejo
bajo la frente mezquina,
y al segundo, los inquietos
ojos que mirar no saben
de frente, torvos y fieros.   Los tres hermanos contemplan
el triste hogar en silencio;
y con la noche cerrada
arrecia el frío y el viento.-Hermanos, ¿no tenéis leña?-dice Miguel.             -No tenemos
-responde el mayor.               Un hombre,
milagrosamente, ha abierto
la gruesa puerta cerrada
con doble barra de hierro.

El hombre que ha entrado tiene
el rostro del padre muerto.Un halo de luz dorada
orla sus blancos cabellos.
Lleva un haz de leña al hombro
y empuña un hacha de hierro.   De aquellos campos malditos,
Miguel a sus dos hermanos
compró una parte, que mucho
caudal de América trajo,
y aun en tierra mala, el oro
luce mejor que enterrado,
y más en mano de pobres
que oculto en orza de barro.   Diose a trabajar la tierra
con fe y tesón el indiano,
y a laborar los mayores
sus pegujales tornaron.   Ya con macizas espigas,
preñadas de rubios granos,
a los campos de Miguel
tornó el fecundo verano;
y ya de aldea en aldea
se cuenta como un milagro,
que los asesinos tienen
la maldición en sus campos.   Ya el pueblo canta una copla
que narra el crimen pasado:«A la orilla de la fuente
lo asesinaron.¡qué mala muerte le dieron
los hijos malos!En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado».   Miguel, con sus dos lebreles
y armado de su escopeta,
hacia el azul de los montes,
en una tarde serena,
caminaba entre los verdes
chopos de la carretera,
y oyó una voz que cantaba:«No tiene tumba en la tierra.
Entre los pinos del valle
del Revinuesa,
al padre muerto llevaron
hasta la Laguna Negra».
    La casa de Alvargonzález
era una casona vieja,
con cuatro estrechas ventanas,
separada de la aldea
cien pasos y entre dos olmos
que, gigantes centinelas,
sombra le dan en verano,
y en el otoño hojas secas.   Es casa de labradores,
gente aunque rica plebeya,
donde el hogar humeante
con sus escaños de piedra
se ve sin entrar, si tiene
abierta al campo la puerta.   Al arrimo del rescoldo
del hogar borbollonean
dos pucherillos de barro,
que a dos familias sustentan.   A diestra mano, la cuadra
y el corral; a la siniestra,
huerto y abejar, y, al fondo,
una gastada escalera,
que va a las habitaciones
partidas en dos viviendas.   Los Alvargonzález moran
con sus mujeres en ellas.
A ambas parejas que hubieron,
sin que lograrse pudieran,
dos hijos, sobrado espacio
les da la casa paterna.   En una estancia que tiene
luz al huerto, hay una mesa
con gruesa tabla de roble,
dos sillones de vaqueta,
colgado en el muro, un *****
ábaco de enormes cuentas,
y unas espuelas mohosas
sobre un arcón de madera.   Era una estancia olvidada
donde hoy Miguel se aposenta.
Y era allí donde los padres
veían en primavera
el huerto en flor, y en el cielo
de mayo, azul, la cigüeña
-cuando las rosas se abren
y los zarzales blanquean-
que enseñaba a sus hijuelos
a usar de las alas lentas.   Y en las noches del verano,
cuando la calor desvela,
desde la ventana al dulce
ruiseñor cantar oyeran.   Fue allí donde Alvargonzález,
del orgullo de su huerta
y del amor a los suyos,
sacó sueños de grandeza.   Cuando en brazos de la madre
vio la figura risueña
del primer hijo, bruñida
de rubio sol la cabeza,
del niño que levantaba
las codiciosas, pequeñas
manos a las rojas guindas
y a las moradas ciruelas,
o aquella tarde de otoño,
dorada, plácida y buena,
él pensó que ser podría
feliz el hombre en la tierra.   Hoy canta el pueblo una copla
que va de aldea en aldea:«¡Oh casa de Alvargonzález,
qué malos días te esperan;
casa de los asesinos,
que nadie llame a tu puerta!»   Es una tarde de otoño.
En la alameda dorada
no quedan ya ruiseñores;
enmudeció la cigarra.   Las últimas golondrinas,
que no emprendieron la marcha,
morirán, y las cigüeñas
de sus nidos de retamas,
en torres y campanarios,
huyeron.           Sobre la casa
de Alvargonzález, los olmos
sus hojas que el viento arranca
van dejando. Todavía
las tres redondas acacias,
en el atrio de la iglesia,
conservan verdes sus ramas,
y las castañas de Indias
a intervalos se desgajan
cubiertas de sus erizos;
tiene el rosal rosas grana
otra vez, y en las praderas
brilla la alegre otoñada.   En laderas y en alcores,
en ribazos y en cañadas,
el verde nuevo y la hierba,
aún del estío quemada,
alternan; los serrijones
pelados, las lomas calvas,
se coronan de plomizas
nubes apelotonadas;
y bajo el pinar gigante,
entre las marchitas zarzas
y amarillentos helechos,
corren las crecidas aguas
a engrosar el padre río
por canchales y barrancas.   Abunda en la tierra un gris
de plomo y azul de plata,
con manchas de roja herrumbre,
todo envuelto en luz violada.   ¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma!   Páramo que cruza el lobo
aullando a la luna clara
de bosque a bosque, baldíos
llenos de peñas rodadas,
donde roída de buitres
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,¡oh pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
    Una mañana de otoño,
cuando la tierra se labra,
Juan y el indiano aparejan
las dos yuntas de la casa.
Martín se quedó en el huerto
arrancando hierbas malas.   Una mañana de otoño,
cuando los campos se aran,
sobre un otero, que tiene
el cielo de la mañana
por fondo, la parda yunta
de Juan lentamente avanza.   Cardos, lampazos y abrojos,
avena loca y cizaña,
llenan la tierra maldita,
tenaz a pico y a escarda.   Del corvo arado de roble
la hundida reja trabaja
con vano esfuerzo; parece,
que al par que hiende la entraña
del campo y hace camino
se cierra otra vez la zanja.   «Cuando el asesino labre
será su labor pesada;
antes que un surco en la tierra,
tendrá una arruga en su cara».   Martín, que estaba en la huerta
cavando, sobre su azada
quedó apoyado un momento;
frío sudor le bañaba
el rostro.           Por el Oriente,
la luna llena, manchada
de un arrebol purpurino,
lucía tras de la tapia
del huerto.           Martín tenía
la sangre de horror helada.
La azada que hundió en la tierra
teñida de sangre estaba.   En la tierra en que ha nacido
supo afincar el indiano;
por mujer a una doncella
rica y hermosa ha tomado.   La hacienda de Alvargonzález
ya es suya, que sus hermanos
todo le vendieron: casa,
huerto, colmenar y campo.   Juan y Martín, los mayores
de Alvargonzález, un
Omniest Wanderer  Oct 2018
Ngiti,
Omniest Wanderer Oct 2018
Nakakakilig, matatamis ang iyong mga ngiti
Nakakatunaw ang kinang sayong mga labi

Kakaiba ka sa pakiramdam, napakaganda mo sa loob
Napakaganda tignan ng mala alon mo na buhok

Sabi nila'y, ang mga taong may liwanag ay meron ding lalim
Ano nga bang nasa likod ng 'yong magagandang tanawin

Nais ko'y lumapit, ngunit papano ako bubwelo
Tunay ngang ang langit ay binabantayan ni san pedro

Ako'y manlalawig, at tumatawag si Laguna
Mukha atang mahirap na'kong pigilan animo'y pumapatak na luha

Nananaginip binibigyan ka ng kwentas ba o singsing
Bagamat ikaw ay isang bituin, sayo'y wala akong hinihiling

Sapat na saking nakatingala, kahit tingin sa sarili ay kawawa
Sapat na saking malaman ang presensya ng isang tala

Ang nais ko lang naman ay magpamalas ng paghanga
At sana, sana ay paglapitin din tayo ng tadhana
CHAPTER ONE

My geographic movements during the past year could be called “A Tale of Two Couches.” So as June draws to a close, I assume the position here again on Couch California. I am back in Hemet, the place the smug among us call Hemetucky--as if there was nothing a couple of Mint Juleps and a **** of Blue Grass wouldn’t cure. It is the year of our Lord, 2014: so far an interesting year for women. There was a woman who wore socks to bed. There was always my long-time, here today-gone tomorrow, long time companion, currently teaching somewhere remote on the Big Rez, a southwestern Navajo concentration camp near the 4 Corners.  Next, there’s my current object of affection, that fine and frisky lady from The Bronx by way of Bernalillo--currently at home in Laguna Beach, Orange County. Trixie: my main squeeze at the moment.

And now, completely out of the ******* blue this afternoon, my cell phone rings and it’s ******* Juanita--my all-time favorite woman, Juanita Mi Favorita de La Quinta--a Coachella Valley town and desert wadi, extending its lucrative winter tourist season to become a significant, year-round retirement venue and a robust service economy feeding off it.  Juanita arrived there in the late 80s, in middle of her early forties.  She was unemployed, homeless, just a suitcase to her name and a two-year old toddler in tow. Her parents were there, as was her Aunt Peggy.  Juanita was always Peggy’s favorite niece, her favorite child, actually, Peggy herself being childless, never married.  Aunt Peggy put her maternal instincts to work on Juanita Rodriguez, her Sister Rosalia’s second favorite twin daughter.

Maria, Rosalia’s first favorite daughter, Juanita’s twin sister—MARIA: lives in Newport Beach and acts as an extra in many commercial ads shot in southern California and elsewhere, an irony never without sting for Juanita. “Que lastima!” Poor Juanita: as her would-be Hollywood Movie star aspirations disintegrated over the years, along with her unrealized lower expectations to be TV star, and even those semi-glamorous modeling gigs at trade shows and fairs—the elephant’s graveyard of the acting profession—failed to materialize, and now her celebrity habitat shrunken even further, to that sporadic but consistent mockery of stardom, I refer to any would-be thespian’s ignominious one-celled visual protozoan: The Extra Call List.  And—*******-- what happens next? Juanita’s sister Maria starts getting these parts, starts getting hired by filling out a ******* postcard, starts getting paid to look good in the background. *******: no professional education or instruction, no agent, and no need to **** off both the producer, the producer’s cousin Morey, the director and the director’s wife’s huge Golden retriever, Genghis--actually a mighty handsome animal--or needing to spill $4K on that Derma-brasion, Juanita inflicted on herself last year.

Juanita, as you already know, was the second favorite daughter and the second favorite twin of the family. She became the third favorite child in her three-child family upon the arrival of her slick baby brother Nico-- the Golden Child, who grew up to be a glib Merrill-Lynch stockbroker, office and residence, Beverly Hills 90112.  (Enter forcefully into the narrative, His Nibs himself, Sir Nicodemus of Hollywood, Juanita and Maria’s baby brother Nico. He speaks: “Excuse me, stockbroker my ***, as it says in a 11 point Rockwell Boldfont, right here on my gold-leaf embossed business card: Senior Large Capital Investment Counselor.”)

No, Juanita had a hard time just treading water in that Cleveland shark tank. And though she lacked nothing in the cuteness department, she had this one fatal flaw, namely, the gift of ***** and sass and a reflex to speak truth to power. Juanita: rejected by Rosalia as a threat to her hegemony as Boss of the Girl’s Club, was cast adrift on a tempestuous childhood cruel Montserrat sea, out there on the briny deep . . .  
                

                                      



High Seas: where many a tuna has a Sorry Charlie moment: “Star-Kist don’t want no tuna with good taste; Star-Kist wants a tuna that tastes good.”

Finally, Juanita is rescued, taken aboard the Good/Soul Aunt Peggy—that wayward bark Elisabeta Rodriguez, home-ported in Southside, Chicago, Illinois—the rescue at sea performed in classy, rather low-key manner; no Andrea Doria drama, but understated:

{Camera One, Helicopter above, zooms over turbulent ocean surface. Peggy, an oasis of calm, aboard the raft Kon Tiki with Thor Heyerdahl and his crew, floats by, whispering, “Going my way, Honey? Climb aboard. Have a homemade oatmeal cookie and a small glass tumbler of Jack Daniels.” Okay, no, that’s not fair. Sure Aunt Peggy drank, but never got round to offering you a drink until you were well into your 30s. Let’s just say she offered you a warm glass of milk, the mother’s milk deprived you by your mother, her sister Rosalia. Dear Aunt Peggy: a seasoned survivor herself, flawed by early childhood deafness and grotesque speech.  Yet, she had refused to settle for life in an asylum. She made a go at life.  She learned; she prospered; she flourished. And when the time came, she was there for you in the Coachella Desert, there for her feisty niece Juanita Ann.  Aunt Peggy: a loving spirit personified, became Juanita’s special confidant and counselor, her personal cheer squad of one. Juanita, of course, a former cheerleader herself--an early hint of greatness to be sure, a highlight, perhaps the highlight of her life, shown off every Halloween, still celebrated at American high schools each Fall. She is the Principal’s secretary at a huge suburban high school in Indio. Each Halloween, if the date falls on a school day, Juanita arrives for work wearing that scrupulously preserved, vintage 1966 cheerleader uniform, looking real foxy still, snug now in all the right places. Eternal Truth: Juanita has always and will always be good looking. Life with Juanita is perpetual “ooh la-la.”

So, I am on the couch that afternoon, reading more of Gramsci’s prison notebooks, specifically the philosophy he calls “Praxis.”  Completely out of the ******* blue, Juanita calls me on a RESTRICTED phone, as I said, Juanita, a torch I’ve kept burning for years, flaring up like a refinery flame--oil still very much in the present energy mix--hope springing eternal as they say, and instantly my mission in life is rekindling our lost love. Juanita’s conceived her mission prior to her phone call:  using me to keep her son from being whacked by the local Eme--the Mexican Mafia—that ethnic-pride social club that the RICO-squad-- using family tree socio-grams and other expensively-printed graphics, the one RICO keeps trying to convince us is some sort of organized crime conspiracy. The Mexican Mafia: like everything else practical and utilitarian in this world: THAT’S ITALIAN! And, if you are starting to sense a bit of ethnic chauvinism on, between & below the lines, you are barking up the right tree.
                                                           ­     
      
                                                            
(AUTHOR’S POST-SCRIPT EDIT: And, an ad for dog food right here? Not the best choice of sponsors, perhaps, at the moment. Juanita was far off from the ****** ***** that start looking not half-bad at 2:30 in the glazy morning, not anywhere near those beasts you find lingering in the airport bars you usually frequent near closing time on Saturday nights. No, I remind you that Juanita was all “ooh la-la.” In my next printing—and my Lord, there have been so many, haven’t there, Paulie “Eat-a-Bag-of-****” Muldoon? I will change out the Alpo ad, plugging in a spot for Aunt Jemima pancake syrup or Betty Crocker whipped cream, you know, something more apropos.)

Juanita, I really must hand it to you. You showed the greatest staying power, year after year as I moved further and further away from La Quinta, California. Juanita: you embraced what was good in me, ignored my flaws and strengthened me with your love for so many years. As far as you and Peggy, I guess it was a case of the “apple not falling far from the tree” one of many endearing Midwestern metaphors you taught me.  Peggy taught you, taught you to be kind and then you taught me. No matter what bizarre venue I pulled out of my ***, you showed above-average staying power, continued to visit me wherever I went, Casa Grande & Buckeye, Arizona, Appalachia, West Virginia, and even Italy, when I thought I’d try Europe again after so many years.  With each move, each time, Juanita renewed her commitment to the relationship. Meanwhile, I continued to test her, quantifying her dedication, undermining her sense of mission to disprove my worldview on the expendability of women. Surely, you know that one: the unreliability of women, women who disappear without saying goodbye. That old deeply etched conviction to never get attached to a woman, any woman, based on the empirical fact that women have been known to suddenly die, a fact seared into my still tender metal by the surprise death of my mother on 11 January 1962.

1962. It was already an insecure world, to wit:  The Cuban Missile Crisis. Nikita Khrushchev, in his time both Dr. No and Dr. Evil, namely the Premier whom we Baby Boomers saw as Boogey Man of All Time (Although Putin is showing potential, lately)—the Kennedy ****** (what else could you call it?). All these events scary, whether or not I got the chronology right . . . I remained on high alert for any threat to my delicate adolescent psyche.  My mother-Rosa Teresa Sekaquaptewa-died at 2 o’clock in the morning, screaming in agony while apologizing to my father for not having his dinner on the table when he walked in from work that prior afternoon. She’d already been in bed since noon, attended by two of my aunts--both my father’s sisters--who loved their Hopi sister-in-law, Rosa.  Also present was Lafcadio Smirnoff, M.D.--last of the house call medicine men--a dapper, mustachioed, swarthy gentleman, misdiagnosing her abdominal pain as a 24-hour virus, while she bled out internally for at least eight more hours, her whimpers alternated with screams, well into the wee hours of the morning.

I was upstairs in that dormer bedroom listening to her die. An hour later, Father Numb-nuts of Our Lady of Lourdes Parish teleported in, beaming directly into my bedroom from the parish rectory.  Father Seamus Numb-nuts, an illuminated Burning Bush . . . not quite the bush I ‘d conjured at other times, so many times alone with Gwen Wong, ******* Playmate of the Year, 1961, one of Hefner’s hot centerfolds. No, give me a ******* break, you momo! Whacking off is the last thing on a libidinous, adolescent guinea’s brain when his mama is being tortured and killed by God. Even Alexander Portnoy, Philip Roth’s early avatar would have drawn the wanking line at that unforgettable moment.

No, perhaps what I’d had in mind was The Burning Bush Golf Course where so much of Fletcher Kneble’s political mischief and government shenanigans got cooked up. You remember his books, some of the Cold War’s finest: Seven Days in May, Vanished, etc.

Or better yet, perhaps the greatest political slogan of the 20th century: “STAY OUT THE BUSHES!” Thank you, Jesse. “Thank you, Reverend Jackson,” I slip into my Excellence in Broadcasting mode, my very own private Limbaugh. Announcing my on- air arrival is El Rushbo’s unmistakable, totally recognizable bass line bumper, courtesy of Chrissie Hynde’s Pretenders band mate, guitarist Tony Butler: Dum, dum, dum-dum, Da-dum, dum-dum-dum-dum-da-dum-dum. Single, “My City Was Gone” by The Pretenders
Rush Limbaugh Song– YouTube www.youtube.com/watch?v=SScW9r0y3c4

I become Reverend Jackson. I emerge from the vapors, an obscure abyss of deep family pangs and disappointments, ever-diminishing public relevance and fade to black (no pun intended) and media oblivion. The only thing left is that line:  “STAY OUT THE BUSHES!” You will always own that line, Jesse--true political genius (to wit: Rainbow Coalition) Jackson that you are, despite El Rush-Bo’s virulent anti-Black animus, his predilection to mock you, Al Sharpton, Corey Booker, Barack “Hussein” Obama, and any other professional ***** in America. Isn’t it time someone came right out and tagged Mr. Limbaugh as the Father Coughlin of our time.

Meanwhile back in The Bronx, enter another man of the cloth:  It’s Seamus Numb-nuts, making one of his many well-documented spectral visitations, his splendiferous miracles and wonders. How much longer will the Vatican ignore this humble Bronx priest, this epitome of Sainthood; this reverent man, lacking only the stigmata for a unanimous consent vote? Quote the Numb-nuts: “God Works in Mysterious Ways.” An old standard to be sure, but a lovely, all-purpose bromide for explaining why evil exists in our world. Needless to say, I was underwhelmed; I lost God at that moment, consequently shooting myself in the foot--metaphorically-speaking-condemning myself to an unshielded life, life OUT THE BUSHES!  I went forth into the world without God, without that handy divine crutch, that Andy Devine metaphor for when one’s legs grow weary: a puff of smoke, a reverb twang and a nasty frog croaking “Hi-ya, Kids. Hi-ya, Hi-ya. Hi-ya.”

   Andy's Gang - Pasta Fazooli vs. Froggy the Gremlin - YouTube
► 3:55► 3:55
www.youtube.com/watch?v=H35odPm7b3w Aug 8, 2012 - Uploaded by jmgilsinger
Froggy the Gremlin -Tuba ... Andy Devine (Aug 24, 1952)

Life for me became lonely and purposeless. And probably explains my susceptibility to military discipline and a subsequent career in clandestine government service. In 1968--the very day I turned nineteen, September 25th of that year—that fateful day when I should have shot myself in the foot—literally not metaphorically--earning that coveted 4-F physical rejection, a draft deferment to be desired, that 4-F classification of unfitness for duty, a necessary loophole in U.S. conscript service law.  The Draft: last used during that great commonwealth Cold War purge, that culling out of the unwashed, uneducated children of immigrants, that cut-rate, discount, lower socio-economic ***** bank—the only bank where after you make a deposit, you lose interest, to wit: most Black, Hispanic and Poor White Trash parents.  We were cannon fodder, many of us got to be planted at Arlington and other holy American shrines, still wrapped in black or olive drab leak-proof body bags, doing our generational bit to strengthen the gene pool left behind. A debt, some would say, we owed the country and, given the sorry state of the global wicket, increasingly an obligation to the species. And if I had to predict an outcome, Fascism in America will arrive riding the white horse of the environmental, anti-nuclear Bolsheviks. One could argue that Communism has moved so far left on the political spectrum that it’s now the far right.  Concoct a legislative policy goal, accomplish it legally as the bill becomes Law, signed by the President, endorsed and blessed by The U.S. Supreme Court, the highest court in the land.

To wit: “Three generations of imbeciles is enough?” declared Oliver Wendell Holmes, Jr., an Associate Supreme Court Justice at the time, buttressing a majority argument harnessing the power of U.S. law as a legal means of purifying the race.  When euthanasia failed to win over American hearts and mind, the Federal Government played the war card again and again. Vietnam: undeclared and therefore unconstitutional--except for that Gulf of Tonkin ******* resolution. Vietnam: a cost-plus eugenics project, if ever there was one, although responsive, of course, to the needs of the Military-Industrial Complex.  ******* Ike: he warned us against Fascism in America. As usual, we ignored the man in charge.

Eugenics? Why didn’t the government just put all the retards on the stand, as John Frankenheimer did in Judgment at Nuremberg, a crafty Maximilian Schell humiliating a feeble-minded Montgomery Clift?  Why not, make everyone face a public tribunal, forcing all of us to testify in court, exposing our many substandard and borderline substandard cerebral deficits?  Why not force everyone to demonstrate just how ******* dumb we are, using some clever intelligence test, something l