Sin la necesidad de
ningún tipo de juramento,
sin esperar respuesta,
a todo el universo,
hoy y siempre:
A ti,
que por la senda
de la honradez, la lealtad,
la dignidad, la firmeza
y la disciplina...
permaneces indomable,
abriéndote siempre camino.
Que eres inalterable en
tus convicciones,
y avanzas siempre bajo
el abrigo de la sencillez,
la empatía
y la humildad.
Que caminas sin ceder
ante nada ni nadie,
que intente alterar o
cambiar los principios
que han hecho de ti
la persona que ahora eres...
y todo lo que aún
te queda por mejorar.
A ti, que vives tu vida
siendo quien eres,
una esencia inquebrantable,
en todas y cada una
de las circunstancias...
en todas y cada una
de tus dimensiones.
Que te has caído
y te has alzado
sobre ti mismo
las veces necesarias,
y lo harías
otras mil más.
Que sigues tu propio camino,
con dirección y metas claras,
plenamente consciente,
completo y presente...
desde tus pies
hasta tu cabeza.
A ti,
por ser una verdad
incontestable,
indestructible e inmutable,
y por poseer el mayor
de los tesoros:
¡Ser tú mismo!
Por ser el artífice
de tu propio destino,
por haberlo forjado
y seguirlo perfeccionando,
por ser un espíritu libre
de alma inquebrantable:
¡Indomable!
A ti,
va dedicado este
manifiesto
y también estos aplausos.
¡Pura vida, pues!
¡Remos, y a por más!