El amor es verbo, no sustantivo. No palabras lanzadas al aire como miles de hojas de papel, que el viento arrastra sin destino, y terminan bajo los pies del mundo. No promesas triviales, que arrancas de los libros de amor para tatuarlas en una piel herida. El amor es un látigo de seda, que sólo los valientes y los poetas se atreven a tomar en las manos, desafiando el dolor y la pasión. Son dos almas que cruzan una tormenta desenfrenada, en un mar lleno de abismos y caídas, a expensas del ahogo. O la salvación. El amor es verbo, no sustantivo. Ni regalos caros. Ni piropos baratos. Son los abrazos compartidos, los besos que se funden como el metal por el calor que el placer promete. Es la seducción de los ojos, que penetra como el frío del invierno en busca de caricias ardientes.