No pasa nada si vuelvo. El colchón nuevo todavía no se acuerda de mí, no me va a extrañar después de un solo día. Solo pasó un día. ¿Puedo volver solo un día? Es que me sigo durmiendo con los zapatos puestos, cruzando la calle sin mirar a los dos lados, vistiéndome con quemaduras de sol todo el verano. Todavía necesito que me disfraces como a una muñeca para no llegar al trabajo manchada o desnuda, que me agarres de la mano como a la correa de un perro para que no termine en una calzada juntando moscas, que me vistas con protector solar para que no se me pele la piel como cáscara. Un día, ma, y me acompañas al médico a ver por qué me están volviendo a crecer los dientes de leche, y pasamos por mi casa de un día a mirar abajo de mi colchón de ni una noche a ver por qué le están creciendo monstruos. Uno solo.