Entre la muchedumbre que ríe y se divierte por las iluminadas calles de la ciudad, me llega tu recuerdo con un sabor de muerte, mujer de mis tristeza y mi felicidad.
Y así, esta noche alegre tengo los ojos tristes, tristes de la tristeza de ir contigo y sin ti, mujer que existes y no existes, mujer que nunca tuve, pero que ya perdí.
Voy andando en la noche, desterrado del mundo, y de pronto, surgiendo de entre la multitud, me sale al paso un perro vagabundo, desorientado y triste como mi juventud.
En sus húmedos ojos se duplica mi ensueño, y los dos nos miramos con un mismo dolor: Él, un perro sin dueño; yo, un hombre sin amor.