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Hay que decirlo: el alma no es la plácida fuente,
Ni el cofre perfumado ni el jardín escondido;
No es un fulgor de aurora naciendo en el poniente
Ni una fecha sin tiempo ni un nombre sin olvido.

En el alma hay rincones donde fermenta el llanto
Y alegres antifaces para el odio y la astucia.
Y sótanos de sombra donde gruñe el espanto,
Y raíces malignas y estanques de agua sucia.

Eso es así, señora; y, o mucho me equivoco,
Pero, como hay amores que también son así,
No tenéis más maneras de comprobar el mío
Que una noche con otro, sin que sintáis hastío,
O una tarde de lluvia sin que penséis en mí.
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