Ayer fue miércoles toda la mañana. Por la tarde cambió: se puso casi lunes, la tristeza invadió los corazones y hubo un claro movimiento de pánico hacia los tranvías que llevan los bañistas hasta el río.
A eso de las siete cruzó el cielo una lenta avioneta, y ni los niños la miraron. Se desató el frío, alguien salió a la calle con sombrero, ayer, y todo el día fue igual, ya veis, qué divertido. ayer y siempre ayer y así hasta ahora, continuamente andando por las calles gente desconocida, o bien dentro de casa merendando pan y café con leche, ¡qué alegría!
La noche vino pronto y se encendieron amarillos y cálidos faroles, y nadie pudo impedir que al final amaneciese el día de hoy, tan parecido pero ¡tan diferente en luces y en aroma!
Por eso mismo, porque es como os digo, dejadme que os hable de ayer, una vez más de ayer: el día incomparable que ya nadie nunca volverá a ver jamás sobre la tierra.