En crespa tempestad del oro undoso Nada golfos de luz ardiente y pura Mi corazón, sediento de hermosura, Si el cabello deslazas generoso. Leandro, en mar de fuego proceloso, Su amor ostenta, su vivir apura; Ícaro, en senda de oro mal segura, Arde sus alas por morir glorioso. Con pretensión de Fénix encendidas Sus esperanzas, que difuntas lloro, Intenta que su muerte engendre vidas. Avaro y rico y pobre, en el tesoro El castigo y la hambre imita a Midas, Tántalo en fugitiva fuente de oro.