Nunca pensé que
tendría hábitos malos,
que la vida me
enseñaría a vivir,
de manera más,
suave y amorosa,
como una madre
que quiere hijos,
los trata con paciencia
y ternura y rayos de sol,
que alumbra su cuarto
al amanecer,
y cuando las noches
se vuelven más
y más oscuras,
a cambio bebo
café por las mañanas,
para pelear con las
horas que no duermo,
y así mantenerme despierto,
y poder caminar en los
talones de las personas
que no lo merecen,
invirtiendo en las
sombras y lo que
desaparece en lo olvidado,
aguantando mi
corazón en una mano,
y un ramo de
flores en la otra.