Madera cortada desde raíces,
tallada, pero, no con cinceles,
sino con promesas rotas.
Barniz de "siempre" en la superficie,
pero dentro:
vacíos y aserrín de memorias.
Obligada a bailar,
a levantar brazos que no son suyos,
a repetir palabras prestadas.
El ventrílocuo era tu voz,
y yo, eco de tus mentiras.
¿Fuiste tú o el destino?
Me ataste con hilos de culpa,
me moviste hasta que mis articulaciones
olvidaron su propio nombre.
Ahora yazgo entre telones rotos,
buscando entre el aserrín
las migajas de lo prometido.
Pero el teatro está cerrado,
y un letrero dice:
"Jamás habrán rotos para descocidos."
Mel Zalewsky.