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Mel Zalewsky Aug 23
Oh, polilla. Pequeña creación de la oscuridad. Carcome mis sueños, mis deseos de pertenecer a la luz.

Te doy mi voz. Llévate las cuerdas vocales donde esculpí su nombre con notas. Arranca de mi garganta las canciones que ya no debo cantar.

Invoca a tu hermana, la Oxidación. Que devore las clavijas de mi guitarra y esconda sus cuerdas para que no teja más himnos con su nombre.

Llévate mis cofres. Tú y tu familia, muelan esas cartas— esas sirenas de papel que naufragan mi alma.

Come de las almohadas que aún guardan su perfume. Deshace las frazadas que un día rodearon su cuerpo.

Abriré las ventanas de par en par. Que el polvo sea tu cómplice y cubra,por fin, las huellas que dejó en mí.

Oh, polilla. Sé mi guía. Llévame de la mano a través de este desastre que yace frente a mí. Ayúdame a devorar el pasado.

Mel Zalewsky.
Mel Zalewsky Aug 23
Creadas por el magma de mil colapsos, por presiones que ni la tierra recuerda.

Solo servimos de apoyo: sostén de habitaciones sin almas, pisos para lágrimas que nadie barre.

Nos desgastan ríos que no elegimos, corrientes de llanto ajeno tallando surcos en esta piel inmóvil.

Ellos creen que no sentimos. Que no tenemos corazón. Pero en nuestras grietas guardamos huellas de pies que huyeron, rastros de besos que nunca fraguaron.

Las rocas no hablan: observan. Y en el rocío de cada madrugada, derriten su silencio.

Mel Zalewsky.
Mel Zalewsky Aug 20
Aún queda espera. Aún sueño junto a ti. ¿Eres un fantasma, uno de los que me escoltan en la penumbra?

Pero te llevo dentro: no eres una carga, eres una costilla más de mi esqueleto.

¿Vendrás conmigo a donde vaya? Si no puedes, no hay problema.

Llévame donde la tierra no es de asfalto, donde el calzado era un estorbo y el polvo olía a lluvia antigua. Donde el auto era un mito lejano, el agua, un elixir, y la cosecha, la promesa del mañana.

¿Te apiadarás de mí? ¿Me llevarás a oler la tormenta bajo un techo de teja y barro?.

Vamos al cine donde la pantalla aún es un parpadeo en blanco y *****. Yo abro la puerta. Yo te ayudo a subir los escalones.

Yo estaré de pie en el vagón y tú sentada, tú llevarás el paraguas y yo las risas.

Acompáñame. Aunque sea solo esta noche. Nuestro mundo es este sueño donde hasta las pesadillas tienen sabor a belleza.

No importa si mañana debo despertar. Tú eres lo que siempre quise y algunas noches—sin tu nombre, sin tu rostro—soy el hombre más afortunado del mundo.

Mel Zalewsky.
Mel Zalewsky Jul 1
Las nubes se arrodillan  
sobre la ciudad de granito,  
donde los árboles son estatuas  
y las rocas
—negras—  
lucen corbatas de asfalto.  

Ellos huyeron:  
esas almas con miedo a mojarse  
se esconden en cuevas de cemento,  
en casas que, aunque llenas de gente,  
tienen el mismo vacío  
que los buzones sin cartas.  

Pero los cristales...  
esas pupilas transparentes  
que se niegan a usar cortinas,  
ansían besar a la lluvia,  
beber los relámpagos,  
dejarse desvestir  
por los truenos.  

Los faroles parpadean  
como luciérnagas ancianas.  
Las banquetas se hacen cunas  
para el viento cansado  
que pide permiso  
para dormir.  

Las calles son ríos de tinta,  
las avenidas —arroyos  
que arrastran poemas  
nunca recitados—.  

Las tuberías gimen:  
son venas de hierro fundido  
que llevan el dolor  
en placebo de agua sucia.  

Solo unos pocos  
—los que no temen  
a las sombrillas rotas—  
saben que la lluvia  
es el único abrazo  
que disfraza lágrimas  
sin pedir explicaciones.  

Ellos entienden:  
es mejor el frío honesto  
que el calor mentiroso  
de una casa  
con rejas en las ventanas  
y telarañas  
en el timbre.  

La lluvia es nuestra cómplice.  
Nosotros, los despiertos,  
esperamos su llegada  
como otros esperan el sol.  

Porque nuestro día  
comienza cuando la luna  
—esa sonámbula perfecta—  
se recuesta en el cielo  
y todas las estrellas  
se hacen gotas.  

Mel Zalewsky
Mel Zalewsky Jun 25
Guardé este día para mí,  
para tallar tu nombre en el aire,  
tu perfume —ese aroma a almendra y sol—,  
tus ojos dorados  
como trigo maduro bajo el cielo de junio.  

Para ti no hay reproches,  
solo este puñado de memorias  
que me arrullan y me ahogan  
en el mismo suspiro.  

Yo fui el que besó tus labios,  
el que supo del cielo  
en un instante fugaz,  
el que coleccionó tus cartas  
como mapas de un tesoro  
que ya no existe.  

Yo, que me hice pájaro  
solo para caer  
cuando te vi partir
"mi luna alejándose  
de mi noche vacía."

Yo, que no entendí  
que te ibas no por voluntad,  
sino porque el mundo gira  
incluso para los que se aman en el cielo.  

Yo, que te culpe  
sin ver tu corazón roto,  
ciego por las nubes espesas  
de mi propio dolor.  

Aún sueño que compartimos el pan,  
que tu mano busca la mía  
en la penumbra,  
que me miras  
a pesar de saber  
que rompí mi promesa  
como se rompe un hilo  
al tirar demasiado fuerte.  

Tal vez hoy  
otro hombre te nombra,  
admira desde su ventana  
cómo la luz juega  
en tu pelo de atardecer,  
te llama "luna"  
y cree ser el primero  
en descubrirte.  

Aprendí la lección:  
los árboles que talé  
no reverdecerán,  
las flores que te di  
se secaron en el jarrón  
de mi egoísmo.  

No tocaré tu silencio.  
Ahora solo soy  
un retrato borroso,  
un nombre que repites  
bajo la lluvia  
cuando crees  
que nadie te escucha.  

Y aunque ya no vea  
el oro de tus ojos,  
ni escuche el violín  
de tu voz,  
sé que respiramos  
el mismo aire frágil,  
que ambos miramos  
las mismas estrellas  
y acariciamos  
la misma luna  
desde orillas distintas.

Mel Zalewsky.
"Para ti, Brenda. Puede que nunca leas esto, pero mi corazón necesitaba decir: lo siento mucho."
Mel Zalewsky Jun 22
Ya sé que no me esperas.  
Lo sé, como se sabe  
que el invierno no pide permiso  
para helar las flores.  

Y aún así,  
en algún rincón absurdo del pecho,  
algo insiste en crecer hacia ti,  
como esas enredaderas testarudas  
que escalan los muros  
de las casas vacías.  

Sueño.  
Noche tras noche,  
mi alma deletrea tu nombre  
en morse,  
mientras la razón me repite  
—como un disco rayado—  
lo que ya sé:  
que te marchaste,  
que los trenes no retroceden,  
que nuestro futuro  
es solo un mapa  
devorado por la lluvia.  

Mi mente lúcida  
—esa traidora—  
ordena soltarte.  
Pero el corazón  
es un perro viejo  
que se enrosca en tu chaqueta olvidada,  
a esperar.  

Si eres feliz,  
debería bastarme.  
Pero las noches son largas  
y en mi cama deshabitada  
hasta el silencio  
molda tu ausencia.  

Los sueños son ahora  
carnívoros:  
devoran mi calma,  
escupen tu rostro.  
Me duermo para huir,  
pero despierto  
es cuando caigo  
en tu trampa de barrotes:  
esos recuerdos que no se oxidan.  

Mi corazón,  
ese necio,  
quiere hacer las maletas  
y perseguirte hasta el horizonte.  
Pero tu vida  
—ese expreso sin frenos—  
ya arrancó de mi andén,  
y solo me dejó  
el escozor  
de tu vapor.  

Déjame soñarte,  
al menos entre líneas.  
Aquí, en este poema,  
todavía puedo gritarte:  
"¿Por qué te vas?"
aunque la respuesta  
sea un hongo gris  
en los labios del tiempo.  

Mel Zalewsky.
Mel Zalewsky Jun 22
I know you're not waiting for me.  
I know, as you know
that winter doesn't ask permission
to freeze the flowers.

And yet,
in some absurd corner of the chest,
something insists on growing towards you,
like those stubborn vines
that climb the walls
of empty houses.

Dream.  
Night after night,
my soul spells your name
in Morse,
while reason repeats to me
-like a broken record-
what I already know:
that you left,
that trains don't go backwards,
that our future
is just a map
devoured by the rain.

My lucid mind
-that traitor-
orders me to let you go.  
But the heart
is an old dog
that curls up in your forgotten jacket,
to wait.

If you're happy,
should be enough for me.  
But nights are long
and in my uninhabited bed
even silence
molda your absence.

Dreams are now
carnivorous:
devour my calm,
spit your face.  
I fall asleep to escape,
but awake
is when I fall
into your trap of bars:
those memories that do not rust.

My heart,
that fool,
wants to pack my bags
and chase you to the horizon.  
But your life
-that express without brakes-
already ripped from my platform,
and only left me
the stinging
of your steam.

Let me dream you,
at least between the lines.  
Here, in this poem,
I can still cry out to you:
"Why are you leaving?"
even if the answer
is a gray fungus
on the lips of time.

Mel Zalewsky.
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