¿Dónde se esconde el alma cuando el cuerpo se quiebra?
¿En qué cielo oscuro o abismo callado,
se disuelve la presencia que fue fuego,
y se hace sombra que no sabe morir?
La muerte no es un silencio,
es un diálogo invisible, un gesto mudo
que atraviesa el tiempo y las formas,
una pregunta que no cesa, un paso sin retorno.
El cuerpo que amamos se convierte en memoria,
pero el alma, esa chispa que nunca supo ser,
trasciende el límite del tiempo y la carne,
se vuelve huella sutil en el infinito.
¿Acaso el alma se separa o se transforma?
¿Es un río que corre hacia un mar desconocido,
o es el mar mismo que en un instante se fragmenta,
para luego reunirse en la inmensidad?
Cuando un ser querido muere,
el vacío no es olvido, sino un espacio sagrado,
donde el amor se vuelve más agudo,
una herida abierta que sangra vida.
Que sepan, los que viven,
que la muerte no borra, no desvanece,
que es el paso que revela la eternidad oculta,
el secreto guardado en el fondo del alma.
El duelo es la filosofía del corazón roto,
la búsqueda sin fin de un sentido que no se alcanza,
pero que nos transforma, nos desnuda, nos despierta
a la verdad imposible de ser completa.
Porque morir es aprender que la vida no termina,
sino que se esconde en lo invisible,
y que el alma que se va,
es la que nos enseña a mirar el abismo,
a abrazar el misterio, a sentir lo eterno.
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~Daniii