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Luis Haller Dec 2014
Sulfato olor endulzado
Color verde AZULADO
sensación fuera del tiempo
Tus manos recorren el viento.

Tus ojos color morado.
No perderé tu perfume,
Tu encuentras mis manos
En la mirada de tus labios

Kilómetros tras tu sombra.
Años por segundos,
Palabras para tus oídos
Que entregan mis suspiros.

Inolvidable es tu color...
Te llevo en mi sangre
Gotas del olvido.
Te recuperare mi alivio.

Sombras que nunca olvido
La distancia no es mi amigo
Te encapsuló en el liso
De arándanos cohibidos.

Te hablé sin compromisos
Sirena invisible
Te volví poesía irrompible
Te encuentro verde impredecible.

Felicidad incontable
En vueltas a la luna
Pensando en tu cintura
He recuperado mi locura.
Yo tuve, en tierra adentro, una novia muy pobre:
ojos inusitados de sulfato de cobre.
Llamábase María; vivía en un suburbio,
y no hubo entre nosotros ni sombra ni disturbio.
Acabamos de golpe: su domicilio estaba
contiguo a la estación de los ferrocarriles,
y ¿qué noviazgo puede ser duradero entre
campanadas centrífugas y silbatos febriles?
El reloj de su sala desgajaba las ocho;
era diciembre, y yo departía con ella
bajo la limpidez glacial de cada estrella.
El gendarme, remiso a mi intriga inocente,
hubo de ser, al fin, forzoso confidente.
María se mostraba incrédula y tristona:
yo no tenía traza de una buena persona.
¿Olvidarás acaso, corazón forastero,
el acierto nativo de aquella señorita
que oía y desoía tu pregón embustero?
Su desconfiar ingénito era ratificado
por los perros noctívagos, en cuya algarabía
reforzábase el duro presagio de María.
¡Perdón, María! Novia triste, no me condenes;
cuando oscile el quinqué y se abatan las ocho,
cuando el sillón te mezca, cuando ululen los trenes,
cuando trabes los dedos por detrás de tu nuca,
no me juzgues más pérfido que uno de los silbatos
que turban tu faena y tus recatos.

— The End —