Tú que me vistes y desvistes,
y me pintas de ***** a tu antojo,
bestia sórdida, me acorralas,
cuando en tus ojos veo mi cara.
Se alimenta de mi piel sesgada
el clítoris de la sanguijuela,
bebiendo de mi sangre escarlata
como ramera sedienta, aunque gemela.
Veo en el espejo tu cara,
lector bello y dócil… como siempre.