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La colina empinada se avecinaba,
las sonrisas se detuvieron en la cumbre
y el miedo se plantó en los huesos
quebrando la inocencia desde adentro.

Desconcertados y sin aliento se mantuvieron de pie
hasta que el dolor les tumbó las rodillas al piso
viendo aquella tierra que tornó su color a rojo,
a ***** ceniza y abatimiento.

Vuelcan sus miradas hacia ellos
reconociendo lo que nunca habían sentido;
el sufrir de tu tierra, el sufrir de la muerte
causado por los que no tienen memoria,
que ayer eran mártires y hoy cazan inocentes.

Sus pechos aún formándose yacían en el piso
no teniendo a donde ir, se acostumbraban,
rogando que la tierra les quitara el dolor.
«Despierta, despierta. ¡Mira!
¡Yo lo sé, yo lo sé! Despierta.
Mira las estrellas que caen del cielo,
la luz viene a salvarnos,
la luz».
CapsLock Oct 2017
Te pidieron permiso para existir?
O sin saberlo se te fue otorgado.
Descubrimos belleza y encontramos horrores,
aprendimos a ser humanos.

Siempre entre alegría y dolor
sin poder nunca evitarlo.
Y si tanto tengo que sufrir?
No es menor ni empezarlo?

Dar vida y su creación.
El orgullo de un dios amargo.
Que egoísta hay que ser
para crear un ser vivo y al mundo atarlo.

Si tras sufrir acabara por morir...
No es mejor ni evitarlo?
Y para salvarnos a todos
parar la rueda y el ciclo terminarlo.

Todos juntos silenciosos hermanos
bajo las estrellas cogernos de la mano
Y como ellas, uno a uno apagarnos
Y en armonía a nuestro destino llegamos.
Cual gótico castillo legendario,
Sobre praderas de esmeralda amenas,
Levantas en el campo solitario,
Junto al humilde, alegre campanario,
Tu frontón coronado por almenas.

¡A cuánto bienestar tu calma invita!
En ti reina la paz que ardiente anhelo
Para aliviar la pena que me agita.
¡Cuánta envidia me da tu cruz bendita,
Que alza sus brazos al azul del cielo!

¡Cómo envidio a la parda golondrina
Que cuelga aquí su nido cariñosa,
Y libre va del llano a la colina!
¡Cómo envidio a la fuente cristalina,
Que tu jardín alegra rumorosa!

El combate del mundo me ha dejado
Enfermo el corazón, el alma fría,
Triste el presente, el porvenir nublado,
Y para siempre yerto y apagado
El que fue sol de la esperanza mía.

Huyeron ya veloces y traidoras,
De falso brillo y de ponzoña llenas,
Las que juzgué mis dichas seductoras;
Y en cambio quedan mis amargas horas,
Mis duelos tristes y mis hondas penas!

¡Oh apetecible soledad tranquila,
Donde la fe del alma no se pierde
Ni la razón desmaya ni vacila,
Y en que alegran la mente y la pupila.
El cielo azul y la llanura verde!

¡Qué venturosa vive en la cabaña
La familia del rudo campesino,
A la que Dios bendice y acompaña!
¡Cuánto misterio celestial entraña
La cruz clavada al borde del camino!

¿Quién, ya sin paz, sin ilusión alguna,
Como yo, en las tormentas de la vida,
No tiene envidia a la ignorada cuna
De los seres que labran su fortuna
Por la senda más dulce y escondida?

¿Quién pudiera borrar de la memoria
Tantos recuerdos tristes que ennegrecen
Las breves hojas de mi humilde historia?
¡Los lauros del amor y de la gloria,
Ni yo los busco, ni en mi huerto crecen!

Qué son esos aplausos, ese acento
Que nos embriaga y nos alienta a veces,
Humo fugaz que desbarata el viento,
Al vernos apurar, sin un lamento,
El cáliz del dolor hasta las heces.

¡Oh sagrada amistad, sol de consuelo,
Eterno culto que mi pecho abriga,
Único alivio a mi constante duelo,
Única estrella de mi triste cielo,
Deja que con el alma te bendiga.

No es verdad que en el mundo todo muere;
No es verdad que en el mundo todo es vano:
Si alguien nos odia, alguno nos prefiere;
Y detrás de la mano que nos hiere,
Siempre acude a salvarnos otra mano.

Vos lo sabéis, señora: en la violenta
Tempestad de mi vida, hallé una palma
Que me prestó su amparo en la tormenta;
Dios la bendice, la virtud la alienta.
Y yo le doy la gratitud del alma.

Y vos, de alta virtud hermoso ejemplo,
Tesoro de talento y poesía,
A quien siempre magnánima contemplo:
Benévola acoged en vuestro templo
Las tristes notas de la lira mía.

Que os hablen de la vida sosegada
Que ofrece, sin zozobra ni temores,
La hermosa estancia para vos formada;
Y estos versos de un alma desgarrada,
Cayendo a vuestros pies, cámbiense en flores.
Como el arco de oro y grana
Dosel del erguido monte,
Que en el azul horizonte
Abre paso a la mañana;
Así de mi edad temprana
En la ignorancia atrevida,
Miró el alma conmovida
Gloria, fe, sueños dorados,
Arreboles agrupados
En la puerta de la vida.

  Y tras los blancos crespones
Que el sol de la fe bañaba,
Absorta el alma escuchaba
Rimas, trovas y canciones;
Misteriosas vibraciones
Brotadas de ignota lira,
Frases que el viento suspira,
Fantasmas que en esa edad,
Engendran luz y verdad
En la sombra y la mentira.

  ¡Cuán bello cruza el amor
Luciendo brillantes galas,
Y reflejando en sus alas
De la aurora el resplandor!
Y cómo al dulce calor
De aquella edad venturosa,
Puede el alma cariñosa
Mirar, sin esfuerzo vano,
En cada amigo un hermano,
Y un ángel en cada hermosa.

  Por esa luz encantada
Alumbrado el porvenir,
Sueña el alma con vivir
En una eterna alborada.
Se refleja en la mirada
Del corazón la pureza,
Y no empañan la belleza
De nuestro azul firmamento,
Sombras de remordimiento,
Crepúsculos de tristeza.

  Y como estrellas errantes
En constante torbellino
Alumbran nuestro camino
Las ilusiones brillantes:
Nobles amigos constantes;
Mujeres tiernas, fieles;
Nuestro nombre los cinceles
Eternizando en la historia,
Y en todas partes la gloria
Ofreciéndonos laureles.

  Sin sospechar la perfidia
Ni el mal, ni el rencor profundo,
Sin advertir que en el mundo
Vive y se agita la envidia;
Sin adivinar que lidia
El crimen con la inocencia;
Sin pensar que la existencia
Es lucha en la que, cobarde.
Acude inútil y tarde
A salvarnos la experiencia.

  Así el arco de oro y grana
De la puerta de la vida
Cruza el alma enternecida,
Con sus ensueños ufana;
Y tras la primer mañana
De ilusiones y de encanto,
Mira descorrerse el manto
Que ocultó sombras y abrojos
Y enturbia entonces los ojos
La amarga nube del llanto.

  Esas lágrimas que ciegan,
¡Con cuánto dolor se lloran!
Y cuando no se evaporan,
Otras a alcanzarlas llegan:
Llanto nuestros ojos riegan;
Y tras de tanto sufrir
Pensando en lo porvenir,
Viénense al fin a negar,
Las pupilas a llorar
Y el corazón a sentir.

  Y sin fe, sin esperanza,
El alma ve con temor
La traición en el amor,
En la amistad la asechanza;
Sin ilusiones avanza;
Abrojos tan sólo pisa
Y para marchar de prisa,
Cual sueña su amor profundo,
Lleva al carnaval del mundo
El antifaz de la risa.

  Pero en ese carnaval
Víctimas somos también
Que vamos mintiendo el bien,
Cuando alentamos el mal.
Ruge en el pecho, fatal,
De las penas la tormenta,
Y busca el alma sedienta
Algo que su mal mitigue,
Y la envidia la persigue,
Y la calumnia la afrenta.

  ¿Y es ésta la vida? ¿Es esto
Cuanto el porvenir encierra?
¿No hay un consuelo en la tierra
Para el destino funesto?
¿Tan presto vuelan, tan presto
Las ilusiones? ¿será
El desierto más allá...?
¿Para la razón escasa
Todo vuela, todo pasa,
Todo se muere y se va?

  Si se aumenta con los años
Tan espantosa aridez,
¿Qué nos queda en la vejez,
Tras de tantos desengaños?
Por males propios y extraños
Secándose el corazón;
Muertas la fe y la ilusión,
El cuerpo débil y enfermo
Y alumbrando un campo yermo
El astro de la razón.

  Sigamos con firme paso
Por esta ruta sombría,
Mientras el sol cada día
Va del Oriente al Ocaso.
Cual la flor deja en el vaso
Su perfume, en nuestra historia
Dejemos una memoria;
Tornemos en risa el duelo...
Sufrir sin pedir consuelo,
Es la verdadera gloria.
Esta casa no es la que era.
En esta casa había antes
lagartijas, jarras, erizos,
pintores, nubes, madreselvas,
olas plegadas, amapolas,
humo de hogueras...

Esta casa
no es la que era. Fue una caja
de guitarra. Nunca se habló
de fibromas, de porvenires,
de pasados, de lejanías.
Nunca pulsó nadie el bordón
del grave acento: «nos queremos,
te quiero, me quieres, nos quieren...»

No podíamos ser solemnes,
pues qué hubieran pensado entonces
el gato, con su traje verde,
el galápago, el ratón blanco,
el girasol acromegálico...

Esta casa no es la que era.
Ha empezado a andar, paso a paso.
Va abandonándonos sin prisa.
Si hubiera ardido en pompa, todos,
correríamos a salvarnos.

Pero así, nos da tiempo a todo:
a recoger cosas que ahora
advertimos que no existían;
a decirnos adiós, corteses;
a recorrer, indiferentes,
las paredes que tosen, donde
proyectó su sombra la adelfa,
sombra y ceniza de los días.

Esta casa estuvo primero
varada en una playa. Luego,
puso proa a azules más hondos.
Cantaba la tripulación.
Nada podían contra ella
las horas y los vendavales.
Pero ahora se disuelve, como
un terrón de azúcar en agua.

Qué pensará el gato feudal
al saber que no tiene alma;
y los ajos, qué pensarán
el domingo los ajos, qué
pensarán el barril de orujo,
el tomillo, el cantueso, cuando
se miren al espejo y vean
su cara cubierta de arrugas.

Qué pensarán cuando se sepan
olvidados de quienes fueron
la prueba de su juventud,
el signo de su eternidad,
el pararrayos de la muerte.

Esta casa no es la que era.
Compasivamente, en la noche,
sigue acunándonos.

— The End —