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Pues hoy pretendo ser tu monumento,
porque me resucites del pecado,
habítame de gracia, renovado
el hombre antiguo en ciego perdimiento.
Si no, retratarás tu nacimiento
en la nieve de un ánimo obstinado
y en corazón pesebre, acompañado
de brutos apetitos que en mí siento.
Hoy te entierras en mí, siervo villano,
sepulcro, a tanto huésped vil y estrecho,
indigno de tu Cuerpo soberano.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me sirve de gusano;
mármol para cubrirte da mi pecho.
Siempre alguna mujer me llevó de la nariz
(para no hacer mención de otros apéndices).

Anillado
como un mono doméstico,
salté de cama en cama.

¡Cuánta zalema alegre,
qué equilibrios tan altos y difíciles,
qué acrobacias tan ágiles,
qué risa!

Aunque era un espectáculo hilarante,
hubo quien se dolió de mis piruetas,
lo cual no es nada extraño:
en semejante trance
yo mismo
me rompí el alma en más de una ocasión.

Es una pena que esos golpes
que, entregados al júbilo del vuelo,
entonces casi no sentimos,
algunas tardes ahora,
en el otoño,
cuando amenaza lluvia
y viene el frío,
nos vuelvan a doler tanto en el alma;
renovado dolor que no permite
reconciliar el sueño interrumpido.

En esas condiciones no hay alivio posible:
ni el bálsamo falaz de la nostalgia,
ni el más firme consuelo del olvido.
Al principio ella fue una serena conflagración
un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia         sin traiciones
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis
es increíble pero a pesar de todo
él tuvo tiempo para decirse
qué sencillo         y también
no importa que el futuro
        sea una oscura maleza
la manera tan poco suntuaria
que escogieron sus mutuas tentaciones
fue un estupor alegre
sin culpa ni disculpa
él se sintió optimista
                                          nutrido
                                                          renovado
tan lejos del sollozo y la nostalgia
tan cómodo en su sangre y en la de ella
tan vivo sobre el vértice de musgo
tan hallado en la espera
que después del amor salió a la noche
sin luna y no importaba
sin gente y no importaba
sin dios y no importaba
a desmontar la anécdota
a componer la euforia
a recoger su parte del botín
mas su mitad de amor
                                              se negó a ser mitad
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo dce ningún modo era
        la otra copa del brindis
y de nuevo se dijo
qué sencillo
                        pero ahora
lamentó que el futuro fuera oscura maleza
sólo entonces pensó en ella
                                                          eligiéndola
y sin dolor         sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
                                        como otras noches
                                                                                a necesitarla.
Riegan nuestro jardín. Huele a violetas
aún. En el renovado laurel, el gorrión inicia
la Marsellesa.
                          ¡Oh, qué delicia,
amigo, ser poetas
y esperar, como a un dios, a abril florido!

¡Trueque de almas y de cielos!
En los huevos del nido
del corazón, a la serena luz templada,
sentimos un moverse de polluelos,
entre un olor a lirio apetecido
y a rosa deseada.

¡Corazón perenal, laurel sin nombre, blando
sol del alma:
                        Viva la hora venidera!

... Bajo el arco que, afuera,
nos pone el agua azul de primavera,
la nidada, por dentro, está piando.
Agradezco tus versos, Vasco, y siento
el álamo, en su hilado, y la laguna.
El talle de la niña, el de la luna,
los filos de la lluvia y los del viento.

Y renovado en ti mi sentimiento
del lugar, con tal brío y tal fortuna.
Chascomús, idealmente, fue mi cuna,
mi vaivén de lo suave a lo violento.

Que en tal contraste está la poesía.
Y en el yunque sonoro y persistente,
y en ti se hace el milagro cada día.

Y de adehala tu español, que es fuente
de una plazuela solitaria y pía.
Ciña y corte el laurel tu dulce frente.
Mistico Mar 3
O tempo, tão exato quanto a própria existência,
Tecelão do passado, do futuro e do agora,
Transfigura palavras em verdades concretas,
Mas revela, também, a futilidade do amor ilusório.

Diz-me que me ama, que sou seu destino,
E eis que, ao final, a mesma voz que jurou
Transforma-se em lâmina afiada,
Em ameaça, em sombras, em dor.

Que amor seria esse, senão um sopro passageiro?
Um sentimento efêmero, moldado ao capricho do instante,
Que se desfaz como cinza ao sopro do vento,
Deixando apenas o eco do que nunca foi.

O tempo avança, impassível e justo,
E aquele que me feriu se perde em seus próprios dias,
Consumido pela roda que um dia girou contra mim.

E eu, desperto pelo golpe do tempo,
Sigo em frente, intacto, sábio, renovado,
Pois o tempo que me resta é meu,
E só a ele devo fidelidade.
Mistico Mar 4
Preciso de um refúgio, um santuário etéreo,
um espaço onde o vazio se estenda sem limites,
onde minhas mágoas se afoguem, dissolvendo-se no tempo,
e, ao emergir, fiquem à deriva, sem âncora para retornar.

Não apenas as tristezas desejo abandonar,
mas também os pesares que ecoam na mente,
os tormentos insondáveis, os pensamentos errantes,
toda sombra que, impiedosa, se aninha em meu ser.

Almejo um refúgio, um bálsamo sem toque,
onde minha própria consciência me embale,
pois já não espero gestos nem promessas,
talvez nem mesmo de mim próprio.

Um refúgio onde, após a água fria em dias abrasadores,
eu possa fechar os olhos sem temor,
e, na vastidão do pensamento, encontrar descanso,
certo de que, ao despertar, serei renovado.

Preciso de um mergulho profundo,
tão intenso que, ao emergir,
seja eu outro, despido do peso do passado,
meus fardos escoando pelo ralo do esquecimento.

Que até minha essência resplandeça,
e a escuridão oculta, há tanto arraigada,
seja iluminada por quem deseje permanecer,
pois tal redenção não se dá por acaso,
mas pelo encontro de almas que veem além.

Tão restaurador será esse refúgio,
que nele reencontrarei o que há muito se perdeu:
a centelha que, adormecida,
aguarda apenas um sopro para arder outra vez.
Dá-me o silêncio de uma eterna primavera
Onde o mundo morreu primeiro
Antes de eu ser eu.

Dá-me uma luz que jamais se viu
Onde o pensamento floresceu no seio do nada
Onde tudo não são mais que fadas
Cantando clarins e rimas desconexas
Em um mundo que jamais nasceu

Dá-me a vida como o fim do infinito
O epitáfio onde Deus morreu.
Dá-me flores que não dizem nada
Porque já foram tudo.

Dá-me um eu renovado,
Além de todo o mar,
Além de toda a ilusão,
Além de toda comunhão,
De ser tudo e ser nada.

Dá-me um suspiro na escuridão da luz,
Dá-me um mundo que seduz,
Todo o meu ser.

Dá-me o Todo abaixo de mim,
Dá-me o perdão dos meus diabos.
Dá-me tudo o que não se conhece,
E foi contado somente à mim.

Dá-me um Deus.
Dá-me tudo sem ser nada.

— The End —