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En «la cuaderna vía» del maestro Berceo
Voy a cantar tus ojos de los míos recreo,
Ojos grandes, hermosos, y de áureo centelleo,
Y azules cual soñados por místico deseo.

Por sus «cuadernas vías» «en román paladino»,
Y por sus rudas rimas en verso alejandrino,
Versos que fueron siempre «versos a lo divino»,
El Maestro pedía «un vaso de bon vino».

Ojos que compasivos son para todo duelo,
Ojos donde las almas posan su errante vuelo,
Así como el marino dijo: ¡Tierra! en su anhelo,
Cuando dulces me miran yo siempre digo: ¡Cielo!

«Un vaso de bon vino» don Gonzalo pedía,
Poco en verdad. Yo en cambio de mi «cuaderna vía»
Demandaré a tus ojos una mirada pía,
Y a tu rosada boca que dulce me sonría.

«En el nome del Padre que fizo toda cosa»
Os bendigo ¡ojos bellos! y a ti, ¡la niña hermosa!
Que el fulgor que ya viene ¡sea estrella radiosa!
Y el botón que sé abre ¡que se convierta en rosa!
A veces te hundes, caes
en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.
Amor mío, qué encuentras
en tu pozo cerrado?
Algas, ciénagas, rocas?
Qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?
Mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío,
un beso más profundo que tu abismo.
No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.
Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.
Ámame tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mí porque te hieres.
Metro mágico y rico que al alma expresas
llameantes alegrías, penas arcanas,
desde en los suaves labios de las princesas
hasta en las bocas rojas de las gitanas.
Las almas armoniosas buscan tu encanto,
sonora rosa métrica que ardes y brillas,
y España ve en tu ritmo, siente en tu canto
sus hembras, sus claveles, sus manzanillas.
Vibras al aire alegre como una cinta,
el músico te adula, te ama el poeta;
Rueda en ti sus fogosos paisajes pinta
con la audaz policromía de su paleta.
En ti el hábil orfebre cincela el marco
en que la idea-perla su oriente acusa,
o en tu cordaje armónico formas el arco
con que lanza sus flechas la airada musa.
A tu voz en el baile crujen las faldas,
los piececitos hacen brotar las rosas
e hilan hebras de amores las Esmeraldas
en ruecas invisibles y misteriosas.
La andaluza hechicera, paloma arisca,
por ti irradia, se agita, vibra y se quiebra,
con el lánguido gesto de la odalisca
o las fascinaciones de la culebra.
Pequeña ánfora lírica de vino llena
compuesto por la dulce musa Alegría
con uvas andaluzas, sal macarena,
flor y canela frescas de Andalucía.
Subes, creces, y vistes de pompas fieras;
retumbas en el ruido de las metrallas,
ondulas con el ala de las banderas,
suenas con los clarines de las batallas.
Tienes toda la lira: tienes las manos
que acompasan las danzas y las canciones;
tus órganos, tus prosas, tus cantos llanos
y tus llantos que parten los corazones.
Ramillete de dulces trinos verbales,
jabalina de Diana la Cazadora,
ritmo que tiene el filo de cien puñales,
que muerde y acaricia, mata y enflora.
Las Tirsis campesinas de ti están llenas,
y aman, radiosa abeja, tus bordoneos;
así riegas tus chispas las nochebuenas
como adornas la lira de los Orfeos.
Que bajo el sol dorado de Manzanilla
que esta azulada concha del cielo baña,
polítona y triunfante, la seguidilla
es la flor del sonoro Pindo de España.
Si pasce di se il fiume, bruca
serpeggiando
le sue
quasi essiccate sgorature,
visita
le sue
quasi aride pozzanghere,
si trascina ai suoi già putridi ristagni
finche, poco più oltre
un poco lo confortano
misteriosi trasudamenti,
lo irrorano frescure,
umori, vene
dal più profondo
del suo cuore sotterraneo
ed eccolo
rinasce esso dalle secche,
ora, si lascia dietro la sassaia
della sua quasi estinzione
per il suo nuovo cammino -
si muove verso se stesso il fiume,
si sposta dentro il suo cangiante bruco
ed entra, fiume nuovo
uscito dalle sue ceneri
nei luoghi dove opera
la primavera e non c'è
fiore né gemma, non c'è ancora
ma c'è quella radiosa incandescenza
di luce e opacità nel bianco dell'aria,
c'è, ed ecco si diffonde, quella trepidante animula
e quel chiaro sopra la linea degli alberi,
quel già più festoso scintillamento delle acque.
C'è tutto "quello". E c'è
lui fiume,
ne vibra intimamente
il senso. C'è questo, c'è prodigiosamente.
Ci vediamo in proiezione, ed ecco
la città, in una sua povera ora nuda,
terrificante come ogni nudità.
Terra incendiata il cui incendio
spento stasera o da millenni,
è una cerchia infinita di ruderi rosa,
carboni e ossa biancheggianti, impalcature
dilavate dall'acqua e poi bruciate
da nuovo sole. La radiosa Appia
che formicola di migliaia di insetti
- gli uomini d'oggi - i neorealistici
ossessi delle Cronache in volgare.
Poi compare Testaccio, in quella luce
di miele proiettata sulla terra
dall'oltretomba. Forse è scoppiata,
la Bomba, fuori dalla mia coscienza.
Anzi, è così certamente. E la fine
del Mondo è già accaduta: una cosa
muta, calata nel controluce del crepuscolo.
Ombra, chi opera in questa èra.
Ah, sacro Novecento, regione dell'anima
in cui l'Apocalisse è un vecchio evento!
Il Pontormo con un operatore
meticoloso, ha disposto cantoni
di case giallastre, a tagliare
questa luce friabile e molle,
che dal cielo giallo si fa marrone
impolverato d'oro sul mondo cittadino...
e come piante senza radice, case e uomini,
creano solo muti monumenti di luce
e d'ombra, in movimento: perché
la loro morte è nel loro moto.
Vanno, come senza alcuna colonna sonora,
automobili e camion, sotto gli archi,
sull 'asfalto, contro il gasometro,
nell'ora, d'oro, di Hiroshima,
dopo vent'anni, sempre più dentro
in quella loro morte gesticolante: e io
ritardatario sulla morte, in anticipo
sulla vita vera, bevo l'incubo
della luce come un vino smagliante.
Nazione senza speranze! L'Apocalisse
esploso fuori dalle coscienze
nella malinconia dell'Italia dei Manieristi,
ha ucciso tutti: guardateli - ombre
grondanti d'oro nell'oro dell'agonia.
Una luz azulada
Por el llano y los árboles se extiende.
                  Va al redil la vacada,

Y una estrella, entre nubes asomada,
Con un fulgor azul radiosa esplende.

                  De un sonrosado esmalte
Se ve la cima del poniente orlada,
Y del sol la postrera llamarada
Hace que el cielo más azul resalte.

La tarde, azul... Y entre el azul risueño
                  Del campo y de la altura,
                  Flotar parece languidez de ensueño
                  En el silencio azul de la llanura.
Las ondas tienen vaga armonía,
las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día;
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!Aura de aplausos, nube radiosa,
ola de envidia que besa el pie,
isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa,
dulce embriaguez:
¡la Gloria es!Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro;
lo que yo adoro
sólo es verdad:
¡la Libertad!
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción
y, al golpe del remo, saltaba la espuma
y heríala el sol.
-¿Te embarcas?, gritaban; y yo sonriendo
les dije al pasar:
-Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
De los bosques los acres olores difundidos,
cazadora, han inflado tu nariz anhelante,
y partes, en tu virgen energía pujante,
tendiendo los cabellos hacia atrás esparcidos.

De los leopardos haces con los sordos rugidos
temblar hasta la noche la Ortigia resonante,
entre la orgía saltas, orgía repugnante
de perros destrozados, en la yerba tendidos.

Y mucho más te place que en el bosque te hiera
dura espina, o que diente se clave, o garra fiera,
en tus brazos gloriosos por el hierro vengados;

Pues la cruel dulzura quieres gustar, oh Diosa,
le mezclar, en tus juegos, la púrpura radiosa
Con sangre horrible y negra de monstruos degollados.
Blancas y azules, la ligera ronda
De mariposas en la orilla juega,
Y el río, en un recodo de la vega,
En ancho pozo la corriente ahonda.

De alto nogal bajo tupida fronda,
Ella, a bañarse, de mañana llega;
Pronto a las aguas su pudor entrega
Y de ellas se alza su cabeza blonda.

Y de repente brilla en sus cabellos
Un manojo de fúlgidos destellos
Que filtra el sol por el ramaje umbrío;

Y su áurea cabellera destrenzada
Es como una radiosa llamarada
Que va flotando en la mitad del río.
¿Decís que la rima ya ha muerto, y que es ruido
De compás monótono, muy fuerte al oído,
Y que rotos ritmos son música interna
Para los arcanos del alma moderna?

¿Música? Mas cuándo lo que no es eufónico
Por suerte ha dejado de ser inarmónico?

Descoyuntamientos y palabrería,
No serán ni han sido jamás Poesía.
Es a sus dominios áspera la ruta,
Y todo el que quiera, su don no disfruta.
Y así como el mármol a cincel se labra,
Al esfuerzo nacen idea y palabra.
Siempre el arte es largo. Poeta o artista
No con bagatelas el lauro conquista.

Grautier dijo: «Calce la Musa un estrecho
Coturno». Y os digo, que el píe que no es hecho
A molde no holgado, rehúya la ordalia
Del verso, y que lleve más libre sandalia.

Dejad a la Musa su veste radiosa:
Las trabas del verso no tiene la prosa.
¿Y cuándo el desorden, la no coherencia,
Han sido armonía y han sido cadencia?

«Son cosas sutiles, son matices trémulos»,
Decís, «y vosotros que sois nuestros émulos
No entendéis».
                                    Es cierto. Jamás lo estrambótico
Entendemos, menos lo insulso o caótico.

¿Que usáis simbolismos? Lo diáfano es norma:
Jamás lo que el hombre retuerce o deforma.
¿Queréis que os comprendan?  Sed siempre muy claros:
Que brillen los versos cual mármol de Paros,
Y en ellos, la rima cual oro en la jagua,
O rosa de fuego temblando en el agua;
Y como el poema del BJiin cruza Elsa,
Que siga la Musa radiante y excelsa,
Dejando cual huella de luz vivos rastros,
Y orladas las sienes en polvo de astros.

Ícaro, atrevido, vio vano su anhelo....
Si no tenéis alas no intentéis el vuelo.
Quedaos en tierra si la fuerza os falta.
Es duro el ascenso. La cumbre es muy alta.
Poesía es Arte, del Arte la cima,
Y la estrofa es alma, y es ritmo y es rima.
Verdad que las reglas son difícil aula,
Mas falta no hace que entréis a la jaula;
Y de Arte y de numen al soplo y al toque
Tan sólo ha surgido la estatua del bloque.
Volvieron a encontrarse después de muchos años;
El, como si evocara tiempos dichosos, y ella
Tal cual hilo de plata perdido en los castaños
Cabellos, triste y pálida, mas como siempre bella.

Como dos alas fueron de una ilusión amada,
Pero después la vida los separó inclemente...
Se levantan dos olas en una misma rada,
Y van, con sus rumores, a playa diferente.

Fue en verano, en el parque, frente al mar. La alameda
De pinos, como entonces. En vagas lejanías
Velas blancas; la tarde con suavidad de seda...
Y en un banco sentáronse... el banco de otros días.

(Sonaba un organillo bajo la doble fila
De árboles rumorosos en vesperal concierto,
Y entre el oro y las rosas de la rada tranquila
Volaban las gaviotas en la quietud del puerto).

«Me encontrarás cambiada», dijo triste. «Conmigo
Dura ha sido la vida... muy dura. De nosotros
Fue distinta la suerte, que es a veces castigo,
Felicidad de unos, y lágrimas dé otros».

Y continuó: «La mía... cual tantas... Ilusiones
Con su coro de ensueños... tú sabes... sabes cuándo.
Promesas, esperanzas, primeras emociones,
Después... un alma sola que se quedó esperando».

Y él dijo: «Si nacimos para sufrir, si en calma
Solamente hay instantes en que el dolor se olvida,
¿Porqué en esos instantes no concentrar el alma
Para que alumbren ellos las sombras de la vida?»

«¿Recordar?» ella dijo. «¿Qué conseguir podremos
De lo que ya no existe, de una ilusión borrada?
Si los ojos cerramos, un paraíso vemos,
Mas los ojos abrimos, y todo es sombra... y nada».

(De nuevo el organillo se oyó. Vals de otros días
Conocido por ambos).
                                        Bajó los ojos ella,
Y dijo melancólica: «Tus manos en las mías....
¿Te acuerdas?   Una tarde... viéndonos una estrella».

«¡Ya lo ves!   ¡El recuerdo!... Tú misma te desdices;
Al pasado ¿tu alma no sientes atraída?
Evocas lo lejano, dulces tiempos felices,
¡Y niegas que el recuerdo siempre será la vida!»

(Sonaba el vals, sonaba, y en la tarde radiosa
Iban, bajo los pinos, parejas enlazadas;
Y ella y él, recordando su juventud dichosa,
Como en risueños días, cruzaron las miradas).

Y al separarse, él dijo: «Hay siempre nueva vida,
Y el tronco guarda savia por más hojas que pierda».
«Tal vez»… ella repuso, «más feliz quien olvida»...
Y él dijo pensativo: «Dichoso el que recuerda».
La tribu de Guatavita,
En homenaje a las aguas
Se apresta el rito sagrado
A celebrar.
Ya sus danzas
Las bellas hijas de nobles
Van ensayando con planta
Ligera, al són de cantares,
De chirimías y flautas.

Limpia tiende la laguna
Su cristal. En la comarca
Todo se anima en espera
Del gran día. Flores cándidas,
Rojas y amarillas, abren
Sus corolas en las ramas;
Y de los campos vecinos
Van trayendo leves auras
El rumor de los maizales,
Donde aves pían y cantan.
Parece que en Guatavita
Al júbilo de las almas
La alegría esplendorosa
Del verano se juntara.

Desde distantes bohíos
Van llegando alborozadas
Tribus amigas.
De polvo
De oro cubierto, en mañana
Resplandeciente, el cacique
De Guatavita, y en andas,
Por caciques conducido,
Se hundirá en las ondas claras
De la laguna, en el día
De la fiesta de las aguas.

Mensajeros han llegado
De Muequetá, y hay alarma:
Entre el gozo de las tribus
Vienen con la nueva infausta
De que guerreros extraños
Que rayos del sol disparan
Pusieron al Zipa en fuga
Y por la llanura avanzan.

¿De dónde vienen? -«Del cielo»,
Unos aterrados narran;
Otros que del Río Grande,
Desde remotas comarcas;
Que son monstruos nunca vistos,
Que rayos de muerte lanzan,
Que los «cercados» derriban
Con desconocidas armas;
Que cerrados pelotones
Con flechas no los atajan;
Que delante de ellos huyen
Los muiscas en desbandada;
Y que «Sué» como castigo
Por viejas culpas los manda.
No son flechas las que traen,
Vienen cubiertos de láminas,
Y cuando quieren el Cielo
Truena, y desde lejos matan,
Como el resplandor que alumbra
De repente en las borrascas.


Sobre prados y colinas,
Azul brilla la mañana.
Y el desfile, al són de música
Hacia la laguna marcha.
Al frente se ven los nobles;
Después las vírgenes danzan,
Y en silla de oro el Cacique,
Entre la turba postrada
Que le va lanzando flores
Los ojos en alto, pasa.
Su cuerpo de oro cubierto
Y todo desnudo, es ascua
Ante la luz de la aurora,
Blanca, azul y roja y gualda.

Todos llegan a la orilla.
El agua fulgura mansa.
El himno sagrado suena;
Y al momento en que se alza
El sol, en diáfano cielo,
El cacique en pie, en las andas,
Y la tribu en gran silencio,
A las claras ondas salta...
¡Y es remolino de oro
Y de fulgores el agua!

Otra vez gritos y músicas
Se oyen. Y oro y esmeraldas.

A las aguas van cayendo
Entre ruidosa algazara,
Y entre rumores de frondas,
Cantos y batir de alas!...

Todo es júbilo. De pronto
En la colina cercana
Son estridente resuena;
Espadas brillan y lanzas,
Y relinchos de los monstruos
Vienen desde la distancia.
Los guerreros más se acercan...
Ya de los collados bajan...
Un estampido de truenos
Hace vibrar la montaña...
¡Y la raza guatavita
Es de españoles vasalla!


De un ídolo todo de oro
Que se lanzaba a las aguas
Corre pronto la leyenda
Aquí y en tierras extrañas;
Y «El Dorado» desde entonces
Fue ilusión radiosa y mágica.
Mas después ya no era ídolo,
En remota lontananza...
Era campo inmenso de oro,
Visión de todas las almas.
Y tras ella los hispanos
Cruzaron selvas, montañas,
Ríos, desiertos, llanuras
Y mortíferas comarcas;
Y así fueron ensanchando
El poderío de España,
Y un nuevo mundo en la tierra
Abriendo a la raza humana.
Cierro el libro, y los ojos cierro también. El día
Se va apagando, y sueño. Y en la tarde borrosa
Se destaca en neblinas de oro, de nieve y rosa,
De un alcázar lejano marmórea gradería.

Y las visiones suben entre suave armonía:
Hombres de ferreruelo, damas de faz radiosa,
Un galán que la mano besa a la más hermosa....
Parejas y violines bajo la alta arquería.

Cierro el libro, y los ojos cierro también. Radiante
El rojo cortinaje para mis sueños abro;
En coro se oyen voces de un cántico distante.

Las visiones desfilan con su real decoro,
Y en mis estrofas, ménsulas de mármoles que labro,
Van sonando las rimas como espuelas de oro.
Como radiosa evocación lejana,
En marfil, cuyo brillo ya amortigua
La edad, se ve la miniatura antigua,
Entre un círculo oval de viva grana.

La diadema en airón que la engalana,
De su raza los timbres atestigua,
Y aun se percibe bajo luz ambigua
Su belleza ideal de sevillana.

¡Noches de la Colonia!... La imagino
Ante el Virrey Solís, en reverencia,
Con su donaire y su perfil divino,

Cuando entre níveas blondas, como espumas,
De los minués marcaba la cadencia
Con su abanico de carey y plumas.
Como gran flor que el peso de su corola inclina,
A veces en mis brazos tu talle se reclina,
Y en mí los ojos clavas verdes y relucientes,
Con radiosa sonrisa do espejean tus dientes...

Te abrazo, y en el éxtasis que mi ser embelesa
Siento el áspero goce de la fiera en la presa.
Sonríes... y mi alma se estremece abstraída
Al borde del deleite viéndose suspendida.

Y el corazón me muerde con ímpetu el deseo
De llevarte a la muerte, viva, como te veo.
Fijo en los ojos tuyos, do una llama destella,
Voy bajando a tu alma para fundirme en ella.

De tu veste entreabierta, de amplios pliegues flotantes,
Do la pielen fulgores, reluce por instantes,
Sube un cálido vaho como un perfume ardiente,
Perfume que me turba, y entonces, lentamente,
Con los ojos cerrados, y entre tus brazos preso,
Cojo sobre tus dientes la rosa de tu beso.
Cual mirada de amor, al valle manda
El sol su luz ardiente y ambarina,
Y al ocultarse tras la cumbre andina
Más se embellece cuanto más se agranda.

Y cuando asoma en la radiosa banda
Del poniente la estrella vespertina,
Los de la alegre jira campesina
Al pueblo vuelven en jovial parranda.

De la montaña en la sinuosa curva
La luna alza su disco, y por la cuesta
Sube gozosa la risueña turba.

Y al son del río el rasguear contesta
De tiples y bandolas, que perturba
La muda placidez de la floresta.
Por los campos silenciosos del Ensueño,
Tapizados de albas rosas y albos lirios,
Por praderas de albos lirios y albas rosas
Va flotando vaporoso el sueño mío.

Es un sueño que se aleja... que se pierde
En las vagas claridades del camino,
Y de nuevo se presenta ante mis ojos
Con fulgores de ignorados paraísos.

Es mi sueño, la visión radiosa y pura,
La que canta dulces cantos a mi oído,
Y parece blanco lirio o blanca rosa,
Confundida con las rosas y los lirios.
La muerta resucita cuando a tu amor me asomo,
la encuentro en tus miradas inmensas y tranquilas,
y en toda tú... Sois ambas tan parecidas como
tu rostro, que dos veces se copia en mis pupilas.

Es cierto: aquélla amaba la noche radiosa,
y tú siempre en las albas tu ensueño complaciste.
(Por eso era más lirio, por eso eres más rosa).
Es cierto, aquélla hablaba; tú vives silenciosa,
y aquélla era más pálida; pero tú eres
más triste...
Si pasce di se il fiume, bruca
serpeggiando
le sue
quasi essiccate sgorature,
visita
le sue
quasi aride pozzanghere,
si trascina ai suoi già putridi ristagni
finche, poco più oltre
un poco lo confortano
misteriosi trasudamenti,
lo irrorano frescure,
umori, vene
dal più profondo
del suo cuore sotterraneo
ed eccolo
rinasce esso dalle secche,
ora, si lascia dietro la sassaia
della sua quasi estinzione
per il suo nuovo cammino -
si muove verso se stesso il fiume,
si sposta dentro il suo cangiante bruco
ed entra, fiume nuovo
uscito dalle sue ceneri
nei luoghi dove opera
la primavera e non c'è
fiore né gemma, non c'è ancora
ma c'è quella radiosa incandescenza
di luce e opacità nel bianco dell'aria,
c'è, ed ecco si diffonde, quella trepidante animula
e quel chiaro sopra la linea degli alberi,
quel già più festoso scintillamento delle acque.
C'è tutto "quello". E c'è
lui fiume,
ne vibra intimamente
il senso. C'è questo, c'è prodigiosamente.
Si pasce di se il fiume, bruca
serpeggiando
le sue
quasi essiccate sgorature,
visita
le sue
quasi aride pozzanghere,
si trascina ai suoi già putridi ristagni
finche, poco più oltre
un poco lo confortano
misteriosi trasudamenti,
lo irrorano frescure,
umori, vene
dal più profondo
del suo cuore sotterraneo
ed eccolo
rinasce esso dalle secche,
ora, si lascia dietro la sassaia
della sua quasi estinzione
per il suo nuovo cammino -
si muove verso se stesso il fiume,
si sposta dentro il suo cangiante bruco
ed entra, fiume nuovo
uscito dalle sue ceneri
nei luoghi dove opera
la primavera e non c'è
fiore né gemma, non c'è ancora
ma c'è quella radiosa incandescenza
di luce e opacità nel bianco dell'aria,
c'è, ed ecco si diffonde, quella trepidante animula
e quel chiaro sopra la linea degli alberi,
quel già più festoso scintillamento delle acque.
C'è tutto "quello". E c'è
lui fiume,
ne vibra intimamente
il senso. C'è questo, c'è prodigiosamente.
Con distraída mano pulsa la dulce «biva»,
Y al través de cruzados bambúes, ve la hermosa
En la ancha playa al Héroe, cuya visión radiosa
Ilumina sus sueños de virgen pensativa.

Es él. Al cinto, sables; y la mirada altiva,
En alto el abanico; y sobre la lustrosa
Coraza, cordón rojo con adornos. Y es rosa
Su blasón en el hombro, que fulge con luz viva.

El Samurai, vestido de láminas y placas,
Y bajo bronce y sedas y relucientes lacas,
Gran crustáceo parece, ***** y rojo, en peñasco;

La vio. Le ha sonreído con amoroso anhelo;
Y sus ligeros pasos hacen brillar al cielo
Las dos antenas de oro que tiemblan en su casco.
Ci vediamo in proiezione, ed ecco
la città, in una sua povera ora nuda,
terrificante come ogni nudità.
Terra incendiata il cui incendio
spento stasera o da millenni,
è una cerchia infinita di ruderi rosa,
carboni e ossa biancheggianti, impalcature
dilavate dall'acqua e poi bruciate
da nuovo sole. La radiosa Appia
che formicola di migliaia di insetti
- gli uomini d'oggi - i neorealistici
ossessi delle Cronache in volgare.
Poi compare Testaccio, in quella luce
di miele proiettata sulla terra
dall'oltretomba. Forse è scoppiata,
la Bomba, fuori dalla mia coscienza.
Anzi, è così certamente. E la fine
del Mondo è già accaduta: una cosa
muta, calata nel controluce del crepuscolo.
Ombra, chi opera in questa èra.
Ah, sacro Novecento, regione dell'anima
in cui l'Apocalisse è un vecchio evento!
Il Pontormo con un operatore
meticoloso, ha disposto cantoni
di case giallastre, a tagliare
questa luce friabile e molle,
che dal cielo giallo si fa marrone
impolverato d'oro sul mondo cittadino...
e come piante senza radice, case e uomini,
creano solo muti monumenti di luce
e d'ombra, in movimento: perché
la loro morte è nel loro moto.
Vanno, come senza alcuna colonna sonora,
automobili e camion, sotto gli archi,
sull 'asfalto, contro il gasometro,
nell'ora, d'oro, di Hiroshima,
dopo vent'anni, sempre più dentro
in quella loro morte gesticolante: e io
ritardatario sulla morte, in anticipo
sulla vita vera, bevo l'incubo
della luce come un vino smagliante.
Nazione senza speranze! L'Apocalisse
esploso fuori dalle coscienze
nella malinconia dell'Italia dei Manieristi,
ha ucciso tutti: guardateli - ombre
grondanti d'oro nell'oro dell'agonia.
De la mañana el resplandor incierto,
cuando el órgano eleva sus cantares,
te he visto comulgar entre azahares
de la iglesia en el ángulo desierto.
Así también mi corazón ya muerto
llega de tu piedad a los altares,
implorando les des a mis pesares
la comunión de tu cariño yerto.
Pero tú te resistes, hostia ingrata,
a venir al enfermo peregrino,
y aunque tu eterna negación me mata
aguardo humildemente, amada mía,
de rodillas al borde del camino
la luz de mi radiosa eucaristía.
Y fue la noche última. De cera
Parecía su tez, antes radiosa:
Lirio cortado y lívido en la era,
Bajo el pie del labriego, ajada rosa.

Flores sobre ella... ¡Si era flor! El alba
Empezó a clarear entre la lluvia,
Y algo cual tinte pálida de malva,
Daba más luz a su cabeza rubia.

Y más flores después... Era de raso,
De raso blanco su ataúd. El cielo
Brillaba azul, con oro en el ocaso...
Lejos se oía cual rumor de vuelo.

Agonizaba el sol. En ese instante
Brotaba en el crepúsculo una estrella;
Y regresé con paso vacilante...
¡Y allá quedó mi corazón con ella!
Ci vediamo in proiezione, ed ecco
la città, in una sua povera ora nuda,
terrificante come ogni nudità.
Terra incendiata il cui incendio
spento stasera o da millenni,
è una cerchia infinita di ruderi rosa,
carboni e ossa biancheggianti, impalcature
dilavate dall'acqua e poi bruciate
da nuovo sole. La radiosa Appia
che formicola di migliaia di insetti
- gli uomini d'oggi - i neorealistici
ossessi delle Cronache in volgare.
Poi compare Testaccio, in quella luce
di miele proiettata sulla terra
dall'oltretomba. Forse è scoppiata,
la Bomba, fuori dalla mia coscienza.
Anzi, è così certamente. E la fine
del Mondo è già accaduta: una cosa
muta, calata nel controluce del crepuscolo.
Ombra, chi opera in questa èra.
Ah, sacro Novecento, regione dell'anima
in cui l'Apocalisse è un vecchio evento!
Il Pontormo con un operatore
meticoloso, ha disposto cantoni
di case giallastre, a tagliare
questa luce friabile e molle,
che dal cielo giallo si fa marrone
impolverato d'oro sul mondo cittadino...
e come piante senza radice, case e uomini,
creano solo muti monumenti di luce
e d'ombra, in movimento: perché
la loro morte è nel loro moto.
Vanno, come senza alcuna colonna sonora,
automobili e camion, sotto gli archi,
sull 'asfalto, contro il gasometro,
nell'ora, d'oro, di Hiroshima,
dopo vent'anni, sempre più dentro
in quella loro morte gesticolante: e io
ritardatario sulla morte, in anticipo
sulla vita vera, bevo l'incubo
della luce come un vino smagliante.
Nazione senza speranze! L'Apocalisse
esploso fuori dalle coscienze
nella malinconia dell'Italia dei Manieristi,
ha ucciso tutti: guardateli - ombre
grondanti d'oro nell'oro dell'agonia.
Campana, alegre campana,
Que estás a misa llamando:
En la radiosa mañana
Sigue, sigue repicando.

Campana, brilla el altar,
Casi comienza la misa,
Y como va comulgar,
Repica largo y aprisa.

Campana, que vibre y suene
Tu toque en el campanario.
¡Qué hermosa la niña viene!...
Viene a rezar el rosario.

Campana, tu repicar
Es cual doble en un desierto.
Con otro se va a casar...
Que toques más bien a muerto.
Eres tú como una flor,
Hermosa, adorable y pura,
Y al verte, cruel dolor
El corazón me tortura.

Las manos poner anhelo
Sobre tu frente radiosa,
Y pedir te guarde el cielo
Siempre pura y siempre hermosa.
Le vie della vita, tortuose e spinose,
Ogni scelta ci porta alla luce o all’ombra.
Alcune vie portano a fortuna radiosa,
Altre si perdono nella nebbia nascosta.

Il successo brilla come stella lontana,
Ma, avvicinandoci, si dissolve il bagliore.
Il fallimento segna con traccia profonda,
Ogni caduta ci guida con cuore.

Tra pioggia e sole camminiamo con grazia,
Perdite e guadagni ci insegnano il sentiero.
Ogni scelta è rischio e speranza sincera,
Attraverso ogni svolta, la nostra strada intera.

Perché il vero valore della vita, in fine,
Sta nei passi fatti e nel senso che ci affina.

— The End —