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Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.

Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,
y tu cabeza de bruja
la amarraste con peinetas.
Por no engordar sigues dietas
y estás flaca y hocicona.
Imitando a tu patrona
has aprendido a fumar.
Hasta en el modo de andar
cómo has cambiado, pelona.

Usas reloj de pulsera
y no sabes ver la hora.
Cuando un ***** te enamora
le tiras con la cartera.
¡Qué...! ¿También usas polvera?
permite que me sonría
¿Qué polvos se pone usía?:
¿ocre? ¿rosado? ¿rachel?
o le pones a tu piel
cisco de carbonería.

Te pintaste hasta el meñique
porque un blanco te miró
«¡Francica, botá frifró
que son comé venarique...!»
Perdona que te critique,
y si me río, perdona.
Antes eras tan pintona
con tu traje de percala
y hoy, por dártela de mala
te has vuelto una negra mona.

Deja ese estilo bellaco,
vuelve a ser la misma de antes.
Menos polvos, menos guantes,
menos humo de tabaco.
Vuelve con tu ***** flaco
que te adora todavía
Y si no, la policía
te va a llevar de la jeta
por dártela de coqueta
con tanta huachafería.
Juan Parr Nov 2017
Eres el llanto en la incertidumbre,
la lluvia en mis veranos,
las canciones en mi tristeza.

abrazame entre tus brasas,
mientras me hablas de la muerte.

Y aunque cada minuto que pasamos
juntos
me grita, como un recuerdo desnudo.

No hables tan fuerte, las paredes escuchan,
Yo te advertí, pero me confundiste con el abismo
pero me confundiste,
me mataste y pintaste.
Y no sé cuando me gustaste mas
cuando lloraste sobre mi ataúd vacío, o cuando me volviste
arte.
Mel Zalewsky Jun 6
Subí a tu cielo,  
engañado por palabras,  
por ráfagas de amor  
que solo fueron  
torbellinos disfrazados.  

Llegué tan alto  
que las nubes  
—blancas por arriba—  
ocultaban el gris plomizo  
de tu alma.  

Tú, estrella mentirosa,  
me hiciste creer  
que era el reino de los pájaros,  
que tus brazos  
eran ramas  
donde anidar.  

Pero tu amor  
estaba a años luz,  
y yo, simple mortal,  
¿cómo alcanzar  
un sol que solo quema?  
¿Cómo satisfacer  
a una diosa  
que solo sabía  
pedir sacrificios?  

El cielo que pintaste  
fue mi muro.  
Me estrellé contra tu azul,  
contra ese lienzo frío  
donde ni las auroras  
se atrevían a entrar.  

Y llegaron los truenos.  
Tus manos,  
hechas de tormenta,  
arrancaron mis alas  
pluma por pluma,  
mientras gritaba  
entre relámpagos  
de desesperación.  

Ni siquiera tus nubes  
—esos falsos besos—  
quisieron amortiguar  
mi caída.  

No digas que me amaste.  
No digas más mi nombre, que hasta mis alas me hicieron perder el suelo y hasta el mismo cielo.
fuiste tú
quien cortó los hilos  
que me sostenían.  


Caí.  
Sin red,  
sin colchón de estrellas,  
sin más compañía  
que los trozos de alas  
que aún sangran  
tu nombre.  

Ahora escribo.  
Mi cuerpo es el pergamino,  
mi sangre, la tinta.  
Los recuerdos,  
versos tallados  
con las plumas
que me arrancaste.

Mel Zalewsky.

— The End —