Cantaban las cuculíes y nacía el sol entre los cerros.
La neblina, como un velo, se disipaba lentamente,
y a lo lejos, ibas caminando.
Tus pasos, tan lentos, desafiaban al dios del tiempo,
mientras tu rostro, marcado por la vida,
brillaba siempre con una sonrisa
y una perspicacia única.
Los recuerdos florecen
como las plantas del campo
que solíamos visitar en aquellos paseos:
mi abuelo y yo, unidos por el polvo del camino.
Te extraño, abuelo.
Hace tiempo que no sé de ti;
te has perdido por ahí,
como un susurro llevado por el viento.
Quisiera, a pesar de la edad,
aunque sea, un paseo más…
solo uno más.
A veces el tiempo se detiene en los recuerdos. Este poema es para ese último paseo que siempre quise repetir.