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Gira
la negra,
gira
la luna,
gira
la negra luna,
sobre sí propia,
gira
la negra
luna
de ebonita,
gira la negra luna de ebonita
-sobre sí propia- y canta:

-¡Bah! ¡Canciones! Y músicas abstractas...!

Y, lo que canta, es la Música Viva!
Oye el Viaje de Invierno, de Franz Schubert,
y el Rey de los Alisos,
y El Doble y Ganímedes y Ante el mar,
y de Schumann, Amores de un poeta,
y de Dupare, Invitación al viaje
y La vida anterior...,
y de Chopín, Preludios y Nocturnos:

tú, soñador romántico; tú, doliente elegíaco.
Oye la voz serena,
la voz profunda oye
de Bach -añosa encina,
inmensurable selva, órgano él mismo y templo
de la harmonía-:

tú, sereno y profundo.

Y de Mozart el diáfano y sortílego,
y de Haydn y Franck, la cortesana
y la mística voz, inconfundibles,

tú, gustador de lo pulcro y etéreo.
Los Cánticos y Danzas de la Muerte,
y Sin sol, de Musorgski,

tú, angustiado, febril, hiperestésico;

y Borís Godunov, Borís Godunov, oye,
(bárbara gesta, miedo, sangre, lujuria y fausto)

tú, Sátrapa en los sueños...
Y, catador sutil de quintaesencias,
gusta la mediatinta debussyana,
pesquisidora de inusados timbres
y lontanos acordes, 1
en un dorado ambiente de calígine.
Y, borracho de lumbres y colores,
Óye, de Rímski, Antar y Xeherazada
y el Gallo de oro -vértigo y lascivia-:

mas, si de ritmos ebrio, tú, frenético
danzarín, danza todas las furias de Stravínski
-del sabio y del bufón mezcladas dósis-:
fino humor ricos timbres, forma clara 2
(sobria, o en concertado cataclismo).
Y oye, en la noche, y en Tristán e Iseo,
la voz vigía de Brangane, plena
de lo fatal, o el corno quejumbroso;
si no los Funerales de Sigfrido;
o el Tránsito al Valhalla, milagroso tumulto.
Y tú, plasmado en bronce, los vastos himnos oye,
óye las soberanas sinfonías
con que la voz del Sordo el orbe nutre!

Las acendradas síntesis:
sonatas y quátuors, insólito prodigio, filtros puros:

la Misa en re, misterio panteísta,
denso peán a la Naturaleza!

Y el trágico clangor de Coriolano...:

oye la voz del Indomado Prometeo,
oye la voz del Sordo, oye la voz del Sordo!
Gira la negra luna,
gira
sobre sí propia,
gira la negra luna de ebonita,
gira
la negra
luna
de ebonita
-sobre sí propia- y canta:
-Bah! Ficciones! Y músicas abstractas...!

Y, lo que canta, es la Música Misma!
Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.   Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.   Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.   Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.   La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.   El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.   Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.   Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.   Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.   Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.-Hijos, ¿qué hacéis? -les pregunta.Ellos se miran y callan.-Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.   Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.-Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.   Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.   Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;-Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.   Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.   Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.   Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.   A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.   Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
y, camino del hayedo,
se vio un reguero de sangre.Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.Un buhonero, que cruzaba
aquellas tierras errante,
fue en Dauria acusado, preso
y muerto en garrote infame.   Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.   Los hijos de Alvargonzález
ya tienen majada y huerta,
campos de trigo y centeno
y prados de fina hierba;
en el olmo viejo, hendido
por el rayo, la colmena,
dos yuntas para el arado,
un mastín y mil ovejas.
    Ya están las zarzas floridas
y los ciruelos blanquean;
ya las abejas doradas
liban para sus colmenas,
y en los nidos, que coronan
las torres de las iglesias,
asoman los garabatos
ganchudos de las cigüeñas.Ya los olmos del camino
y chopos de las riberas
de los arroyos, que buscan
al padre Duero, verdean.El cielo está azul, los montes
sin nieve son de violeta.La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza;
muerto está quien la ha labrado,
mas no le cubre la tierra.   La hermosa tierra de España
adusta, fina y guerrera
Castilla, de largos ríos,
tiene un puñado de sierras
entre Soria y Burgos como
reductos de fortaleza,
como yelmos crestonados,
y Urbión es una cimera.   Los hijos de Alvargonzález,
por una empinada senda,
para tomar el camino
de Salduero a Covaleda,
cabalgan en pardas mulas,
bajo el pinar de Vinuesa.Van en busca de ganado
con que volver a su aldea,
y por tierra de pinares
larga jornada comienzan.Van Duero arriba, dejando
atrás los arcos de piedra
del puente y el caserío
de la ociosa y opulenta
villa de indianos. El río
al fondo del valle, suena,
y de las cabalgaduras
los cascos baten las piedras.A la otra orilla del Duero
canta una voz lastimera:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra.»   Llegados son a un paraje
en donde el pinar se espesa,
y el mayor, que abre la marcha,
su parda mula espolea,
diciendo: -Démonos prisa;
porque son más de dos leguas
de pinar y hay que apurarlas
antes que la noche venga.Dos hijos del campo, hechos
a quebradas y asperezas,
porque recuerdan un día
la tarde en el monte tiemblan.Allá en lo espeso del bosque
otra vez la copla suena:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».   Desde Salduero el camino
va al hilo de la ribera;
a ambas márgenes del río
el pinar crece y se eleva,
y las rocas se aborrascan,
al par que el valle se estrecha.Los fuertes pinos del bosque
con sus copas gigantescas
y sus desnudas raíces
amarradas a las piedras;
los de troncos plateados
cuyas frondas azulean,
pinos jóvenes; los viejos,
cubiertos de blanca lepra,
musgos y líquenes canos
que el grueso tronco rodean,
colman el valle y se pierden
rebasando ambas laderasJuan, el mayor, dice: -Hermano,
si Blas Antonio apacienta
cerca de Urbión su vacada,
largo camino nos queda.-Cuando hacia Urbión alarguemos
se puede acortar de vuelta,
tomando por el atajo,
hacia la Laguna Negra
y bajando por el puerto
de Santa Inés a Vinuesa.-Mala tierra y peor camino.
Te juro que no quisiera
verlos otra vez. Cerremos
los tratos en Covaleda;
hagamos noche y, al alba,
volvámonos a la aldea
por este valle, que, a veces,
quien piensa atajar rodea.Cerca del río cabalgan
los hermanos, y contemplan
cómo el bosque centenario,
al par que avanzan, aumenta,
y la roqueda del monte
el horizonte les cierra.El agua, que va saltando,
parece que canta o cuenta:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».
    Aunque la codicia tiene
redil que encierre la oveja,
trojes que guarden el trigo,
bolsas para la moneda,
y garras, no tiene manos
que sepan labrar la tierra.Así, a un año de abundancia
siguió un año de pobreza.   En los sembrados crecieron
las amapolas sangrientas;
pudrió el tizón las espigas
de trigales y de avenas;
hielos tardíos mataron
en flor la fruta en la huerta,
y una mala hechicería
hizo enfermar las ovejas.A los dos Alvargonzález
maldijo Dios en sus tierras,
y al año pobre siguieron
largos años de miseria.   Es una noche de invierno.
Cae la nieve en remolinos.
Los Alvargonzález velan
un fuego casi extinguido.El pensamiento amarrado
tienen a un recuerdo mismo,
y en las ascuas mortecinas
del hogar los ojos fijos.No tienen leña ni sueño.Larga es la noche y el frío
arrecia. Un candil humea
en el muro ennegrecido.El aire agita la llama,
que pone un  fulgor rojizo
sobre las dos pensativas 
testas de los asesinos.El mayor de Alvargonzález,
lanzando un ronco suspiro,
rompe el silencio, exclamando:-Hermano, ¡qué mal hicimos!El viento la puerta bate
hace temblar el postigo,
y suena en la chimenea
con hueco y largo bramido.Después, el silencio vuelve,
y a intervalos el pabilo
del candil chisporrotea
en el aire aterecido.El segundo dijo: -Hermano,
¡demos lo viejo al olvido!

  Es una noche de invierno.
Azota el viento las ramas
de los álamos. La nieve
ha puesto la tierra blanca.Bajo la nevada, un hombre
por el camino cabalga;
va cubierto hasta los ojos,
embozado en negra capa.Entrado en la aldea, busca
de Alvargonzález la casa,
y ante su puerta llegado,
sin echar pie a tierra, llama.   Los dos hermanos oyeron
una aldabada a la puerta,
y de una cabalgadura
los cascos sobre las piedras.Ambos los ojos alzaron
llenos de espanto y sorpresa.-¿Quién es?  Responda -gritaron.-Miguel -respondieron fuera.Era la voz del viajero
que partió a lejanas tierras.   Abierto el portón, entróse
a caballo el caballero
y echó pie a tierra. Venía
todo de nieve cubierto.En brazos de sus hermanos
lloró algún rato en silencio.Después dio el caballo al uno,
al otro, capa y sombrero,
y en la estancia campesina
buscó el arrimo del fuego.   El menor de los hermanos,
que niño y aventurero
fue más allá de los mares
y hoy torna indiano opulento,
vestía con ***** traje
de peludo terciopelo,
ajustado a la cintura
por ancho cinto de cuero.Gruesa cadena formaba
un bucle de oro en su pecho.Era un hombre alto y robusto,
con ojos grandes y negros
llenos de melancolía;
la tez de color moreno,
y sobre la frente comba
enmarañados cabellos;
el hijo que saca porte
señor de padre labriego,
a quien fortuna le debe
amor, poder y dinero.
De los tres Alvargonzález
era Miguel el más bello;
porque al mayor afeaba
el muy poblado entrecejo
bajo la frente mezquina,
y al segundo, los inquietos
ojos que mirar no saben
de frente, torvos y fieros.   Los tres hermanos contemplan
el triste hogar en silencio;
y con la noche cerrada
arrecia el frío y el viento.-Hermanos, ¿no tenéis leña?-dice Miguel.             -No tenemos
-responde el mayor.               Un hombre,
milagrosamente, ha abierto
la gruesa puerta cerrada
con doble barra de hierro.

El hombre que ha entrado tiene
el rostro del padre muerto.Un halo de luz dorada
orla sus blancos cabellos.
Lleva un haz de leña al hombro
y empuña un hacha de hierro.   De aquellos campos malditos,
Miguel a sus dos hermanos
compró una parte, que mucho
caudal de América trajo,
y aun en tierra mala, el oro
luce mejor que enterrado,
y más en mano de pobres
que oculto en orza de barro.   Diose a trabajar la tierra
con fe y tesón el indiano,
y a laborar los mayores
sus pegujales tornaron.   Ya con macizas espigas,
preñadas de rubios granos,
a los campos de Miguel
tornó el fecundo verano;
y ya de aldea en aldea
se cuenta como un milagro,
que los asesinos tienen
la maldición en sus campos.   Ya el pueblo canta una copla
que narra el crimen pasado:«A la orilla de la fuente
lo asesinaron.¡qué mala muerte le dieron
los hijos malos!En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado».   Miguel, con sus dos lebreles
y armado de su escopeta,
hacia el azul de los montes,
en una tarde serena,
caminaba entre los verdes
chopos de la carretera,
y oyó una voz que cantaba:«No tiene tumba en la tierra.
Entre los pinos del valle
del Revinuesa,
al padre muerto llevaron
hasta la Laguna Negra».
    La casa de Alvargonzález
era una casona vieja,
con cuatro estrechas ventanas,
separada de la aldea
cien pasos y entre dos olmos
que, gigantes centinelas,
sombra le dan en verano,
y en el otoño hojas secas.   Es casa de labradores,
gente aunque rica plebeya,
donde el hogar humeante
con sus escaños de piedra
se ve sin entrar, si tiene
abierta al campo la puerta.   Al arrimo del rescoldo
del hogar borbollonean
dos pucherillos de barro,
que a dos familias sustentan.   A diestra mano, la cuadra
y el corral; a la siniestra,
huerto y abejar, y, al fondo,
una gastada escalera,
que va a las habitaciones
partidas en dos viviendas.   Los Alvargonzález moran
con sus mujeres en ellas.
A ambas parejas que hubieron,
sin que lograrse pudieran,
dos hijos, sobrado espacio
les da la casa paterna.   En una estancia que tiene
luz al huerto, hay una mesa
con gruesa tabla de roble,
dos sillones de vaqueta,
colgado en el muro, un *****
ábaco de enormes cuentas,
y unas espuelas mohosas
sobre un arcón de madera.   Era una estancia olvidada
donde hoy Miguel se aposenta.
Y era allí donde los padres
veían en primavera
el huerto en flor, y en el cielo
de mayo, azul, la cigüeña
-cuando las rosas se abren
y los zarzales blanquean-
que enseñaba a sus hijuelos
a usar de las alas lentas.   Y en las noches del verano,
cuando la calor desvela,
desde la ventana al dulce
ruiseñor cantar oyeran.   Fue allí donde Alvargonzález,
del orgullo de su huerta
y del amor a los suyos,
sacó sueños de grandeza.   Cuando en brazos de la madre
vio la figura risueña
del primer hijo, bruñida
de rubio sol la cabeza,
del niño que levantaba
las codiciosas, pequeñas
manos a las rojas guindas
y a las moradas ciruelas,
o aquella tarde de otoño,
dorada, plácida y buena,
él pensó que ser podría
feliz el hombre en la tierra.   Hoy canta el pueblo una copla
que va de aldea en aldea:«¡Oh casa de Alvargonzález,
qué malos días te esperan;
casa de los asesinos,
que nadie llame a tu puerta!»   Es una tarde de otoño.
En la alameda dorada
no quedan ya ruiseñores;
enmudeció la cigarra.   Las últimas golondrinas,
que no emprendieron la marcha,
morirán, y las cigüeñas
de sus nidos de retamas,
en torres y campanarios,
huyeron.           Sobre la casa
de Alvargonzález, los olmos
sus hojas que el viento arranca
van dejando. Todavía
las tres redondas acacias,
en el atrio de la iglesia,
conservan verdes sus ramas,
y las castañas de Indias
a intervalos se desgajan
cubiertas de sus erizos;
tiene el rosal rosas grana
otra vez, y en las praderas
brilla la alegre otoñada.   En laderas y en alcores,
en ribazos y en cañadas,
el verde nuevo y la hierba,
aún del estío quemada,
alternan; los serrijones
pelados, las lomas calvas,
se coronan de plomizas
nubes apelotonadas;
y bajo el pinar gigante,
entre las marchitas zarzas
y amarillentos helechos,
corren las crecidas aguas
a engrosar el padre río
por canchales y barrancas.   Abunda en la tierra un gris
de plomo y azul de plata,
con manchas de roja herrumbre,
todo envuelto en luz violada.   ¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma!   Páramo que cruza el lobo
aullando a la luna clara
de bosque a bosque, baldíos
llenos de peñas rodadas,
donde roída de buitres
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,¡oh pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
    Una mañana de otoño,
cuando la tierra se labra,
Juan y el indiano aparejan
las dos yuntas de la casa.
Martín se quedó en el huerto
arrancando hierbas malas.   Una mañana de otoño,
cuando los campos se aran,
sobre un otero, que tiene
el cielo de la mañana
por fondo, la parda yunta
de Juan lentamente avanza.   Cardos, lampazos y abrojos,
avena loca y cizaña,
llenan la tierra maldita,
tenaz a pico y a escarda.   Del corvo arado de roble
la hundida reja trabaja
con vano esfuerzo; parece,
que al par que hiende la entraña
del campo y hace camino
se cierra otra vez la zanja.   «Cuando el asesino labre
será su labor pesada;
antes que un surco en la tierra,
tendrá una arruga en su cara».   Martín, que estaba en la huerta
cavando, sobre su azada
quedó apoyado un momento;
frío sudor le bañaba
el rostro.           Por el Oriente,
la luna llena, manchada
de un arrebol purpurino,
lucía tras de la tapia
del huerto.           Martín tenía
la sangre de horror helada.
La azada que hundió en la tierra
teñida de sangre estaba.   En la tierra en que ha nacido
supo afincar el indiano;
por mujer a una doncella
rica y hermosa ha tomado.   La hacienda de Alvargonzález
ya es suya, que sus hermanos
todo le vendieron: casa,
huerto, colmenar y campo.   Juan y Martín, los mayores
de Alvargonzález, un
Salamandra
                        (negra
armadura viste el fuego)
calorífero de combustión lenta
entre las fauces de la chimenea
-o mármol o ladrillo-
                                          tortuga estática
o agazapado guerrero japonés
y una u otro
                      -el martirio es reposo -
impasible en la tortura.

                                            Salamandra
nombre antiguo del fuego
y antídoto antiguo contra el fuego
y desollada planta sobre brasas
amiante amante amianto

Salamandra
                        en la ciudad abstracta
entre geometrías vertigiosas
-vidrio cemento piedra hierro-
formidables quimeras
levantadas por el cálculo
multiplicadas por el lucro
al flanco del muro anónimo
amapola súbita

                              Salamandra
garra amarilla
                            roja escritura
en la pared de sal
                                  garra de sol
sobre el montón de huesos

Salamandra
                        estrella caída
en el sinfín del ópalo sangriento
sepultada
bajo los párpados del sílex
niña perdida
en el túnel del ónix
en los círculos del basalto
enterrada semilla
                                  grano de energía
dormida en la médula del granito

Salamandra
                      niña dinametera
en el pecho azul y ***** del hierro
estallas como un sol
te abres como una herida
hablas como una fuente

Salamandra
                        espiga
hija del fuego
espíritu del fuego
condensación de la sangre
sublimación de la sangre
evaporación de la sangre

Salamandra de aire
la roca es llama
                              la llama es humo
vapor rojo
                  recta plegaria
alta palabra de alabanza
exclamación
                      corona de incendio
en la testa del himno
reina escarlata
(y muchacha de medias moradas
corriendo despeinada por el bosque)

Salamandra
                      animal taciturno
***** paño de lágrimas de azufre
(Un húmedo verano
entre las baldosas desunidas
de un patio petrificado por la luna
oí vibrar tu cola cilíndrica)

Salamandra caucásica
en la espalda cenicienta de la peña
aparece y desaparece
breve y negra lengüeta
moteada de azafrán

                          Salamandra
bicho ***** y brillante
escalofrío del musgo
devorador de insectos
heraldo diminuto del chubasco
y familiar de la centella
(Fecundación interna
reproducción ovípara
las crías viven en el agua
ya adultas nadan con torpeza)

Salamandra
Puente colgante entre las eras
puente de sangre fría
eje del movimiento
(Los cambios de la alpina
la especie más esbelta
se cumplen en el claustro de la madre
Entre los huevecillos se logran dos apenas
y hasta el alumbramiento
medran los embriones en un caldo nutricio
la masa fraternal de huevos abortados)

La salamandra española
montañesa negra y roja

No late el sol clavado en la mitad del cielo
no respira
no comienza la vida sin la sangre
sin la brasa del sacrificio
no se mueve la rueda de los días
Xólotl se niega a consumirse
se escondió en el maíz pero lo hallaron
se escondió en el maguey pero lo hallaron
cayó en el agua y fue el pez axólotl
el dos-seres
                        y "luego lo mataron"
Comenzó el movimiento anduvo el mundo
la procesión de fechas y de nombres
Xólotl el perro guía del infierno
el que desenterró los huesos de los padres
el que coció los huesos en la olla
el que encendió la lumbre de los años
el hacedor de hombres
Xólotl el penitente
el ojo reventado que llora por nosotros
Xólotl la larva de la mariposa
del doble de la Estrella
el caracol marino
la otra cara del Señor de la Aurora
Xólotl el ajolote

                            Salamandra
dardo solar
                    lámpara de la luna
columna del mediodía
nombre de mujer
balanza de la noche.
(El infinito peso de la luz
un adarme de sombra en tus pestañas)

Salamandra
                      llama negra
heliotropo
                    sol tú misma
y luna siempre en torno de ti misma
granada que se abre cada noche
astro fijo en la frente del cielo
y latido del mar y luz ya quieta
mente sobre el vaivén del mar abierta

Salamandria
saurio de unos ocho centímetros
vive en las grietas y es color de polvo

Salamandra de tierra y de agua
piedra verde en la boca de los muertos
piedra de encarnación
piedra de lumbre
sudor de la tierra
sal llameante y quemante
sal de la destrucción
y máscara de cal que consume los rostros

Salamandra de aire y de fuego
avispero de soles
roja palabra del principio

La salamandra es un lagarto
su lengua termina en un dardo
su cola termina en un dardo
Es inasible Es indecible
reposa sobre brasas
reina sobre tizones
Si en la llama se esculpe
su monumento incendia.
El fuego es su pasión es su paciencia

Salamadre                           Aguamadre
El corazón,
Que tenía en la escuela
Donde estuvo pintada
La cartilla primera,
¿Está en ti,
Noche negra?
  (Frío, frío,
Como el agua
Del río.)
  El primer beso
Que supo a beso y fue
Para mis labios niños
Como la lluvia fresca,
¿Está en ti,
Noche negra?
  (Frío, frío
Como el agua
Del río.)
  Mi primer verso.
La niña de las trenzas
Que miraba de frente
¿Está en ti,
Noche negra?
  (Frío, frío,
Como el agua
Del río,)
  Pero mi corazón
Roído de culebras,
El que estuvo colgado
Del árbol de la ciencia,
¿Está en ti,
Noche negra?
  (Caliente, caliente,
Como el agua
De la fuente.)
Mi amor errante,
Castillo sin firmeza,
De sombras enmohecidas,
¿Está en ti,
Noche negra?
  (Caliente, caliente,
Como el agua
De la fuente.)
  ¡Oh, gran dolor!
Admites en tu cueva
Nada más que la sombra.
¿Es cierto,
Noche negra?
  (Caliente, caliente,
Como el agua
De la fuente.)
  ¡Oh, corazón perdido!
¡Réquiem aeternam!
My dog has died.
I buried him in the garden
next to a rusted old machine.

Some day I'll join him right there,
but now he's gone with his shaggy coat,
his bad manners and his cold nose,
and I, the materialist, who never believed
in any promised heaven in the sky
for any human being,
I believe in a heaven I'll never enter.
Yes, I believe in a heaven for all dogdom
where my dog waits for my arrival
waving his fan-like tail in friendship.

Ai, I'll not speak of sadness here on earth,
of having lost a companion
who was never servile.
His friendship for me, like that of a porcupine
withholding its authority,
was the friendship of a star, aloof,
with no more intimacy than was called for,
with no exaggerations:
he never climbed all over my clothes
filling me full of his hair or his mange,
he never rubbed up against my knee
like other dogs obsessed with ***.

No, my dog used to gaze at me,
paying me the attention I need,
the attention required
to make a vain person like me understand
that, being a dog, he was wasting time,
but, with those eyes so much purer than mine,
he'd keep on gazing at me
with a look that reserved for me alone
all his sweet and shaggy life,
always near me, never troubling me,
and asking nothing.

Ai, how many times have I envied his tail
as we walked together on the shores of the sea
in the lonely winter of Isla Negra
where the wintering birds filled the sky
and my hairy dog was jumping about
full of the voltage of the sea's movement:
my wandering dog, sniffing away
with his golden tail held high,
face to face with the ocean's spray.

Joyful, joyful, joyful,
as only dogs know how to be happy
with only the autonomy
of their shameless spirit.

There are no good-byes for my dog who has died,
and we don't now and never did lie to each other.

So now he's gone and I buried him,
and that's all there is to it.
Vi, debe haber tres días,
En las gradas de San Pedro,
Una tenebrosa boda,
Porque era toda de Negros.

Parecía Matrimonio
Concertado en el infierno:
***** esposo y negra esposa
Y ***** acompañamiento.

Sospecho yo que acostados
Parecerán sus dos cuerpos,
Junto el uno con el otro,
Algodones y tintero.

Hundíase de estornudos
La calle por do volvieron:
Que una boda semejante
Hace dar más que un pimiento.

Iban los dos de las manos
Como pudieran dos cuervos,
Otros dicen como grajos,
Porque a grajos van oliendo.

Con humos van de vengarse
(Que siempre van de humos llenos)
De los que, por afrentarlos,
Hacen los labios traseros.

Iba afeitada la novia
Todo el tapetado gesto
Con hollín y con carbón,
Y con tinta de sombreros.

Tan pobres son que una blanca
No se halla entre todos ellos,
Y por tener un cornado
Casaron a este moreno.

Él se llamaba Tomé,
Y ella, Francisca del Puerto,
Ella esclava, y él es clavo
Que quiere hincársele en medio.

Llegaron al ***** patio
Donde está el ***** aposento,
En donde la negra boda
Ha de tener ***** efecto.

Era una caballeriza,
Y estaban todos inquietos,
Que los abrasaban pulgas
Por perrengues o por perros.

A la mesa se sentaron,
Donde también les pusieron
Negros manteles y platos,
Negra sopa y manjar *****.

Echóles la bendición
Un ***** veintidoseno,
Con un rostro de azabache
Y manos de terciopelo.

Diéronles el vino tinto,
Pan, entre mulato y prieto,
Carbonada hubo, por ser
Tizones los que comieron.

Hubo jetas en la mesa
Y en la boca de los dueños,
Y hongos, por ser la boda
De hongos, según sospecho.

Trajeron muchas morcillas,
Y hubo algunos que de miedo
No las comieron, pensando
Se comían a sí mesmos.

Cuál por morder del mondongo,
Se atarazaba algún dedo,
Pues sólo diferenciaban
En la uña de lo *****.

Mas cuando llegó el tocino
Hubo grandes sentimientos,
Y pringados con pringadas
Un rato se enternecieron.

Acabaron de comer
Y entró un ministro Guineo,
Para darles aguamanos
Con un coco y un caldero.

Por toalla trujo al hombro
Las bayetas de un entierro,
Laváronse y quedó el agua
Para ensuciar todo un Reino.

Negros de ellos se sentaron
Sobre unos negros asientos,
Y en voces negras cantaron
También denegridos versos:

«Negra es la ventura
De aquel casado
Cuya Novia es Negra
Y el dote en Blanco».
Dayanne Mendes Oct 2012
Eu só queria que o ano acabasse bem.
Ninguém entende o meu ponto de vista, e eu queria mesmo é explodir.
Quem sabe, se eu fosse menos agressiva.
Mais todo mundo me julga, sem saber.
Nem minha mãe me quer, então por que não morrer?
Daqui a pouco começo a me auto-mutilar.
Mas eu não pedi, pra ser a ovelha negra.
fue tan rápido como un flechazo
lo repentino, que todo se lleva
como las llamas afiladas
que consumen la casa negra
sangre recorriendo
piel de ébano
caballo *****
en putrefacción
el enamorarme de ti
fue solo el comienzo de mi necrosis.
Oídos con el alma,
pasos mentales más que sombras,
sombras del pensamiento más que pasos,
por el camino de ecos
que la memoria inventa y borra:
sin caminar caminan
sobre este ahora, puente
tendido entre una letra y otra.
Como llovizna sobre brasas
dentro de mí los pasos pasan
hacia lugares que se vuelven aire.
Nombres: en una pausa
desaparecen, entre dos palabras.
El sol camina sobre los escombros
de lo que digo, el sol arrasa los parajes
confusamente apenas
amaneciendo en esta página,
el sol abre mi frente,
                                        balcón al voladero
dentro de mí.

                            Me alejo de mí mismo,
sigo los titubeos de esta frase,
senda de piedras y de cabras.
Relumbran las palabras en la sombra.
Y la negra marea de las sílabas
cubre el papel y entierra
sus raíces de tinta
en el subsuelo del lenguaje.
Desde mi frente salgo a un mediodía
del tamaño del tiempo.
El asalto de siglos del baniano
contra la vertical paciencia de la tapia
es menos largo que esta momentánea
bifurcación del pesamiento
entre lo presentido y lo sentido.
Ni allá ni aquí: por esa linde
de duda, transitada
sólo por espejeos y vislumbres,
donde el lenguaje se desdice,
voy al encuentro de mí mismo.
La hora es bola de cristal.
Entro en un patio abandonado:
aparición de un fresno.
Verdes exclamaciones
del viento entre las ramas.
Del otro lado está el vacío.
Patio inconcluso, amenazado
por la escritura y sus incertidumbres.
Ando entre las imágenes de un ojo
desmemoriado. Soy una de sus imágenes.
El fresno, sinuosa llama líquida,
es un rumor que se levanta
hasta volverse torre hablante.
Jardín ya matorral: su fiebre inventa bichos
que luego copian las mitologías.
Adobes, cal y tiempo:
entre ser y no ser los pardos muros.
Infinitesimales prodigios en sus grietas:
el hongo duende, vegetal Mitrídates,
la lagartija y sus exhalaciones.
Estoy dentro del ojo: el pozo
donde desde el principio un niño
está cayendo, el pozo donde cuento
lo que tardo en caer desde el principio,
el pozo de la cuenta de mi cuento
por donde sube el agua y baja
mi sombra.

                        El patio, el muro, el fresno, el pozo
en una claridad en forma de laguna
se desvanecen. Crece en sus orillas
una vegetación de transparencias.
Rima feliz de montes y edificios,
se desdobla el paisaje en el abstracto
espejo de la arquitectura.
Apenas dibujada,
suerte de coma horizontal (-)
entre el cielo y la tierra,
una piragua solitaria.
Las olas hablan nahua.
Cruza un signo volante las alturas.
Tal vez es una fecha, conjunción de destinos:
el haz de cañas, prefiguración del brasero.
El pedernal, la cruz, esas llaves de sangre
¿alguna vez abrieron las puertas de la muerte?
La luz poniente se demora,
alza sobre la alfombra simétricos incendios,
vuelve llama quimérica
este volumen lacre que hojeo
(estampas: los volcanes, los cúes y, tendido,
manto de plumas sobre el agua,
Tenochtitlán todo empapado en sangre).
Los libros del estante son ya brasas
que el sol atiza con sus manos rojas.
Se rebela el lápiz a seguir el dictado.
En la escritura que la nombra
se eclipsa la laguna.
Doblo la hoja. Cuchicheos:
me espían entre los follajes
de las letras.

                          Un charco es mi memoria.
Lodoso espejo: ¿dónde estuve?
Sin piedad y sin cólera mis ojos
me miran a los ojos
desde las aguas turbias de ese charco
que convocan ahora mis palabras.
No veo con los ojos: las palabras
son mis ojos. vivimos entre nombres;
lo que no tiene nombre todavía
no existe: Adán de lodo,
No un muñeco de barro, una metáfora.
Ver al mundo es deletrearlo.
Espejo de palabras: ¿dónde estuve?
Mis palabras me miran desde el charco
de mi memoria. Brillan,
entre enramadas de reflejos,
nubes varadas y burbujas,
sobre un fondo del ocre al brasilado,
las sílabas de agua.
Ondulación de sombras, visos, ecos,
no escritura de signos: de rumores.
Mis ojos tienen sed. El charco es senequista:
el agua, aunque potable, no se bebe: se lee.
Al sol del altiplano se evaporan los charcos.
Queda un polvo desleal
y unos cuantos vestigios intestados.
¿Dónde estuve?

                                  Yo estoy en donde estuve:
entre los muros indecisos
del mismo patio de palabras.
Abderramán, Pompeyo, Xicoténcatl,
batallas en el Oxus o en la barda
con Ernesto y Guillermo. La mil hojas,
verdinegra escultura del murmullo,
jaula del sol y la centella
breve del chupamirto: la higuera primordial,
capilla vegetal de rituales
polimorfos, diversos y perversos.
Revelaciones y abominaciones:
el cuerpo y sus lenguajes
entretejidos, nudo de fantasmas
palpados por el pensamiento
y por el tacto disipados,
argolla de la sangre, idea fija
en mi frente clavada.
El deseo es señor de espectros,
somos enredaderas de aire
en árboles de viento,
manto de llamas inventado
y devorado por la llama.
La hendedura del tronco:
****, sello, pasaje serpentino
cerrado al sol y a mis miradas,
abierto a las hormigas.

La hendedura fue pórtico
del más allá de lo mirado y lo pensado:
allá dentro son verdes las mareas,
la sangre es verde, el fuego verde,
entre las yerbas negras arden estrellas verdes:
es la música verde de los élitros
en la prístina noche de la higuera;
-allá dentro son ojos las yemas de los dedos,
el tacto mira, palpan las miradas,
los ojos oyen los olores;
-allá dentro es afuera,
es todas partes y ninguna parte,
las cosas son las mismas y son otras,
encarcelado en un icosaedro
hay un insecto tejedor de música
y hay otro insecto que desteje
los silogismos que la araña teje
colgada de los hilos de la luna;
-allá dentro el espacio
en una mano abierta y una frente
que no piensa ideas sino formas
que respiran, caminan, hablan, cambian
y silenciosamente se evaporan;
-allá dentro, país de entretejidos ecos,
se despeña la luz, lenta cascada,
entre los labios de las grietas:
la luz es agua, el agua tiempo diáfano
donde los ojos lavan sus imágenes;
-allá dentro los cables del deseo
fingen eternidades de un segundo
que la mental corriente eléctrica
enciende, apaga, enciende,
resurrecciones llameantes
del alfabeto calcinado;
-no hay escuela allá dentro,
siempre es el mismo día, la misma noche siempre,
no han inventado el tiempo todavía,
no ha envejecido el sol,
esta nieve es idéntica a la yerba,
siempre y nunca es lo mismo,
nunca ha llovido y llueve siempre,
todo está siendo y nunca ha sido,
pueblo sin nombre de las sensaciones,
nombres que buscan cuerpo,
impías transparencias,
jaulas de claridad donde se anulan
la identidad entre sus semejanzas,
la diferencia en sus contradicciones.
La higuera, sus falacias y su sabiduría:
prodigios de la tierra
-fidedignos, puntuales, redundantes-
y la conversación con los espectros.
Aprendizajes con la higuera:
hablar con vivos y con muertos.
También conmigo mismo.

                                                    La procesión del
año:
cambios que son repeticiones.
El paso de las horas y su peso.
La madrugada: más que luz, un vaho
de claridad cambiada en gotas grávidas
sobre los vidrios y las hojas:
el mundo se atenúa
en esas oscilantes geometrías
hasta volverse el filo de un reflejo.
Brota el día, prorrumpe entre las hojas
gira sobre sí mismo
y de la vacuidad en que se precipita
surge, otra vez corpóreo.
El tiempo es luz filtrada.
Revienta el fruto *****
en encarnada florescencia,
la rota rama escurre savia lechosa y acre.
Metamorfosis de la higuera:
si el otoño la quema, su luz la transfigura.
Por los espacios diáfanos
se eleva descarnada virgen negra.
El cielo es giratorio
lapizlázuli:          
viran au ralenti, sus
continentes,
insubstanciales geografías.
Llamas entre las nieves de las nubes.
La tarde más y más es miel quemada.
Derrumbe silencioso de horizontes:
la luz se precipita de las cumbres,
la sombra se derrama por el llano.

A la luz de la lámpara -la noche
ya dueña de la casa y el fantasma
de mi abuelo ya dueño de la noche-
yo penetraba en el silencio,
cuerpo sin cuerpo, tiempo
sin horas. Cada noche,
máquinas transparentes del delirio,
dentro de mí los libros levantaban
arquitecturas sobre una sima edificadas.
Las alza un soplo del espíritu,
un parpadeo las deshace.
Yo junté leña con los otros
y lloré con el humo de la pira
del domador de potros;
vagué por la arboleda navegante
que arrastra el Tajo turbiamente verde:
la líquida espesura se encrespaba
tras de la fugitiva Galatea;
vi en racimos las sombras agolpadas
para beber la sangre de la zanja:
mejor quebrar terrones
por la ración de perro del
labrador avaro
que regir las naciones pálidas
de los muertos;
tuve sed, vi demonios en el Gobi;
en la gruta nadé con la sirena
(y después, en el sueño purgativo,
fendendo i drappi, e mostravami'l
ventre,
quel mí svegliò col
puzzo che n'nuscia);
grabé sobre mi tumba imaginaria:
no muevas esta lápida,
soy rico sólo en huesos;
aquellas memorables
pecosas peras encontradas
en la cesta verbal de Villaurrutia;
Carlos Garrote, eterno medio hermano,
Dios te salve, me dijo al
derribarme
y era, por los espejos del insomnio
repetido, yo mismo el que me hería;
Isis y el asno Lucio; el pulpo y Nemo;
y los libros marcados por las armas de Príapo,
leídos en las tardes diluviales
el cuerpo tenso, la mirada intensa.
Nombres anclados en el golfo
de mi frente: yo escribo porque el druida,
bajo el rumor de sílabas del himno,
encina bien plantada en una página,
me dio el gajo de muérdago, el conjuro
que hace brotar palabras de la peña.
Los nombres acumulan sus imágenes.
Las imágenes acumulan sus gaseosas,
conjeturales confederaciones.
Nubes y nubes, fantasmal galope
de las nubes sobre las crestas
de mi memoria. Adolescencia,
país de nubes.

                            Casa grande,
encallada en un tiempo
azolvado. La plaza, los árboles enormes
donde anidaba el sol, la iglesia enana
-su torre les llegaba a las rodillas
pero su doble lengua de metal
a los difuntos despertaba.
Bajo la arcada, en garbas militares,
las cañas, lanzas verdes,
carabinas de azúcar;
en el portal, el tendejón magenta:
frescor de agua en penumbra,
ancestrales petates, luz trenzada,
y sobre el zinc del mostrador,
diminutos planetas desprendidos
del árbol meridiano,
los tejocotes y las mandarinas,
amarillos montones de dulzura.
Giran los años en la plaza,
rueda de Santa Catalina,
y no se mueven.

                                Mis palabras,
al hablar de la casa, se agrietan.
Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas,
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias,
criaderos de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien.
También me dieron pan, me dieron tiempo,
claros en los recodos de los días,
remansos para estar solo conmigo.
Niño entre adultos taciturnos
y sus terribles niñerías,
niño por los pasillos de altas puertas,
habitaciones con retratos,
crepusculares cofradías de los ausentes,
niño sobreviviente
de los espejos sin memoria
y su pueblo de viento:
el tiempo y sus encarnaciones
resuelto en simulacros de reflejos.
En mi casa los muertos eran más que los vivos.
Mi madre, niña de mil años,
madre del mundo, huérfana de mí,
abnegada, feroz, obtusa, providente,
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
carta de amor con faltas de lenguaje,
mi madre: pan que yo cortaba
con su propio cuchillo cada día.
Los fresnos me enseñaron,
bajo la lluvia, la paciencia,
a cantar cara al viento vehemente.
Virgen somnílocua, una tía
me enseñó a ver con los ojos cerrados,
ver hacia dentro y a través del muro.
Mi abuelo a sonreír en la caída
y a repetir en los desastres: al
hecho, pecho.
(Esto que digo es tierra
sobre tu nombre derramada: blanda te
sea.)
Del vómito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
de una estación de moscas y de polvo
una tarde juntamos sus pedazos.
Yo nunca pude hablar con él.
Lo encuentro ahora en sueños,
esa borrosa patria de los muertos.
Hablamos siempre de otras cosas.
Mientras la casa se desmoronaba
yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza
entre escombros anónimos.

                                                Días
como una frente libre, un libro abierto.
No me multiplicaron los espejos
codiciosos que vuelven
cosas los hombres, número las cosas:
ni mando ni ganancia. La santidad tampoco:
el cielo para mí pronto fue un cielo
deshabitado, una hermosura hueca
y adorable. Presencia suficiente,
cambiante: el tiempo y sus epifanías.
No me habló dios entre las nubes:
entre las hojas de la higuera
me habló el cuerpo, los cuerpos de mi cuerpo.
Encarnaciones instantáneas:
tarde lavada por la lluvia,
luz recién salida del agua,
el vaho femenino de las plantas
piel a mi piel pegada: ¡súcubo!
-como si al fin el tiempo coincidiese
consigo mismo y yo con él,
como si el tiempo y sus dos tiempos
fuesen un solo tiempo
que ya no fuese tiempo, un tiempo
donde siempre es ahora y a
todas horas siempre,
como si yo y mi doble fuesen uno
y yo no fuese ya.
Granada de la hora: bebí sol, comí tiempo.
Dedos de luz abrían los follajes.
Zumbar de abejas en mi sangre:
el blanco advenimiento.
Me arrojó la descarga
a la orilla más sola. Fui un extraño
entre las vastas ruinas de la tarde.
Vértigo abstracto: hablé conmigo,
fui doble, el tiempo se rompió.

Atónita en lo alto del minuto
la carne se hace verbo -y el verbo se despeña.
Saberse desterrado en la tierra, siendo tierra,
es saberse mortal. Secreto a voces
y también secreto vacío, sin nada adentro:
no hay muertos, sólo hay muerte, madre nuestra.
Lo sabía el azteca, lo adivinaba el griego:
el agua es fuego y en su tránsito
nosotros somos sólo llamaradas.
La muerte es madre de las formas…
El sonido, bastón de ciego del sentido:
escribo muerte y vivo en ella
por un instante. Habito su sonido:
es un cubo neumático de vidrio,
vibra sobre esta página,
desaparece entre sus ecos.
Paisajes de palabras:
los despueblan mis ojos al leerlos.
No importa: los propagan mis oídos.
Brotan allá, en las zonas indecisas
del lenguaje, palustres poblaciones.
Son criaturas anfibias, con palabras.
Pasan de un elemento a otro,
se bañan en el fuego, reposan en el aire.
Están del otro lado. No las oigo, ¿qué dicen?
No dicen: hablan, hablan.

                                Salto de un cuento a otro
por un puente colgante de once sílabas.
Un cuerpo vivo aunque intangible el aire,
en todas partes siempre y en ninguna.
Duerme con los ojos abiertos,
se acuesta entre las yerbas y amanece rocío,
se persigue a sí mismo y habla solo en los túneles,
es un tornillo que perfora montes,
nadador en la mar brava del fuego
es invisible surtidor de ayes
levanta a pulso dos océanos,
anda perdido por las calles
palabra en pena en busca de sentido,
aire que se disipa en aire.
¿Y para qué digo todo esto?
Para decir que en pleno mediodía
el aire se poblaba de fantasmas,
sol acuñado en alas,
ingrávidas monedas, mariposas.
Anochecer. En la terraza
oficiaba la luna silenciaria.
La cabeza de muerto, mensajera
de las ánimas, la fascinante fascinada
por las camelias y la luz eléctrica,
sobre nuestras cabezas era un revoloteo
de conjuros opacos. ¡Mátala!
gritaban las mujeres
y la quemaban como bruja.
Después, con un suspiro feroz, se santiguaban.
Luz esparcida, Psiquis…

                                 
¿Hay mensajeros? Sí,
cuerpo tatuado de señales
es el espacio, el aire es invisible
tejido de llamadas y respuestas.
Animales y cosas se hacen lenguas,
a través de nosotros habla consigo mismo
el universo. Somos un fragmento
-pero cabal en su inacabamiento-
de su discurso. Solipsismo
coherente y vacío:
desde el principio del principio
¿qué dice? Dice que nos dice.
Se lo dice a sí mismo. Oh
madness of discourse,
that cause sets up with and against
itself!

Desde lo alto del minuto
despeñado en la tarde plantas fanerógamas
me descubrió la muerte.
Y yo en la muerte descubrí al lenguaje.
El universo habla solo
pero los hombres hablan con los hombres:
hay historia. Guillermo, Alfonso, Emilio:
el corral de los juegos era historia
y era historia jugar a morir juntos.
La polvareda, el grito, la caída:
algarabía, no discurso.
En el vaivén errante de las cosas,
por las revoluciones de las formas
y de los tiempos arrastradas,
cada una pelea con las otras,
cada una se alza, ciega, contra sí misma.
Así, según la hora cae desen-
lazada, su injusticia pagan. (Anaximandro.)
La injusticia de ser: las cosas sufren
unas con otras y consigo mismas
por ser un querer más, siempre ser más que más.
Ser tiempo es la condena, nuestra pena es la historia.
Pero también es el lug
Noche. Este viento vagabundo lleva
las alas entumidas
y heladas. El gran Andes
yergue al inmenso azul su blanca cima.
La nieve cae en copos,
sus rosas transparentes cristaliza;
en la ciudad, los delicados hombros
y gargantas se abrigan;
ruedan y van los coches,
suenan alegres pianos, el gas brilla;
y si no hay un fogón que le caliente,
el que es pobre tirita.
Yo estoy con mis radiantes ilusiones
y mis nostalgias íntimas,
junto a la chimenea
bien harta de tizones que crepitan.
Y me pongo a pensar: ¡Oh! ¡Si estuviese
ella, la de mis ansias infinitas,
la de mis sueños locos
y mis azules noches pensativas!
¿Cómo? Mirad:
                                  De la apacible estancia
en la extensión tranquila
vertería la lámpara reflejos
de luces opalinas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría;
el golpe de la lluvia en los cristales,
y el vendedor que grita
su monótona y triste melopea
a las glaciales brisas.
Dentro, la ronda de mis mil delirios,
las canciones de notas cristalinas,
unas manos que toquen mis cabellos,
un aliento que roce mis mejillas,
un perfume de amor, mil conmociones,
mil ardientes caricias;
ella y yo: los dos juntos, los dos solos;
la amada y el amado, ¡oh Poesía!
los besos de sus labios,
la música triunfante de mis rimas,
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
¡Oh! ¡Bien haya el brasero
lleno de pedrería!
Topacios y carbunclos ,
rubíes y amatistas
en la ancha copa etrusca
repleta de ceniza.
Los lechos abrigados,
las almohadas mullidas,
las pieles de Astrakán, los besos cálidos
que dan las bocas húmedas y tibias.
¡Oh, viejo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
Sí, estaría a mi lado,
dándome sus sonrisas,
ella, la que hace falta a mis estrofas,
esa que mi cerebro se imagina;
la que, si estoy en sueños,
se acerca y me visita;
ella que, hermosa, tiene
una carne ideal, grandes pupilas,
algo del mármol, blanca luz de estrella;
nerviosa, sensitiva,
muestra el cuello gentil y delicado
de las Hebes antiguas;
bellos gestos de diosa,
tersos brazos de ninfa,
lustrosa cabellera
en la nuca encrespada y recogida
y ojeras que denuncian
ansias profundas y pasiones vivas.
¡Ah, por verla encarnada,
por gozar sus caricias,
por sentir en mis labios
los besos de su amor, diera la vida!
Entre tanto hace frío.
Yo contemplo las llamas que se agitan,
cantando alegres con sus lenguas de oro,
móviles, caprichosas e intranquilas,
en la negra y cercana chimenea
do el tuero brillador estalla en chispas.
Luego pienso en el coro
de las alegres liras.
En la copa labrada, el vino *****,
la copa hirviente en cuyos bordes brillan
con iris temblorosos y cambiantes
como un collar de prismas;
el vino ***** que la sangre enciende,
y pone el corazón con alegría,
y hace escribir a los poetas locos
sonetos áureos y flamantes silvas.
El Invierno es beodo.
Cuando soplan sus brisas,
brotan las viejas cubas
la sangre de las viñas.
Sí, yo pintara su cabeza cana
con corona de pámpanos guarnida.
El Invierno es galeoto,
porque en las noches frías
Paolo besa a Francesca
en la boca encendida,
mientras su sangre como fuego corre
y el corazón ardiendo le palpita.
-¡Oh crudo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
Ardor adolescente,
miradas y caricias;
cómo estaría trémula en mis brazos
la dulce amada mía,
dándome con sus ojos luz sagrada,
con su aroma de flor, savia divina.
En la alcoba la lámpara
derramando sus luces opalinas;
oyéndose tan sólo
suspiros, ecos, risas;
el ruido de los besos;
la música  triunfante de mis rimas,
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría.
Michael R Burch Mar 2020
Love Sonnet XVII
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

I do not love you like coral or topaz,
or the blazing hearth’s incandescent white flame:
I love you like phantoms embraced in the dark,
secretly, in shadows, unrevealed and unnamed.

I love you like shrubs that refuse to bloom
while pregnant with the radiance of mysterious flowers;
now thanks to your love an earthy fragrance
lives dimly in my body’s odors.

I love you without knowing how, when, why or where;
I love you forthrightly, without complications or care:
I love you this way because I know no other.

Here, where “I” no longer exists, nor “you” ...
so close that your hand on my chest is my own,
so close that your eyes close gently on my dreams.

Keywords/Tags: Neruda, translation, Spanish, love, sonnet, rose, topaz, coral, dark, shadow, obscure, secret, fragrance, hand, chest, eyes, close, dreams



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You can crop all the flowers but you cannot detain spring.
―Pablo Neruda, loose translation by Michael R. Burch

While nothing can save us from death,
still love can redeem each breath.
―Pablo Neruda, loose translation/interpretation by Michael R. Burch

As if you were set on fire from within,
the moon whitens your skin.
—Pablo Neruda, loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Please understand that when I awaken weeping
it's because I dreamed I was a lost child
searching the leaf-heaps for your hands in the darkness.
―Pablo Neruda, loose translation/interpretation by Michael R. Burch

I’m no longer in love with her, that's certain ...
yet perhaps I love her still.
Love is so short, forgetting so long!
—Pablo Neruda, loose translation/interpretation by Michael R. Burch

I alone own my darkness.—Pablo Neruda, loose translation/interpretation by Michael R. Burch

I own my own darkness, alone.—Pablo Neruda, loose translation/interpretation by Michael R. Burch



I love you only because I love you
by Pablo Neruda
loose translation by Michael R. Burch

I love you only because I love you;
I am torn between loving and not loving you,
Between apathy and desire.
My heart vacillates between ice and fire.

I love you only because you’re the one I love;
I hate you deeply, but hatred
Bends me all the more toward you, so that the measure of my variableness
Is that I do not see you, but love you blindly.

Perhaps January’s frigid light will consume my heart with its cruel rays,
robbing me of any hope of peace.

In this tragic plot, I am the one who dies,
Love’s only victim,
And I will die of love because I love you,
Because I love you, my Love, in fire and blood.



Every Day You Play
by Pablo Neruda
loose translation by Michael R. Burch

Every day you play with Infinity’s rays.
Exquisite visitor, you arrive with the flowers and the water.
You are vastly more than this immaculate head I clasp tightly
like a cornucopia, every day, between my hands ...



Love Sonnet XI
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

I crave your mouth, your voice, your hair.
I stalk the streets, silent and starving.
Bread does not satisfy me; dawn does not divert me
from my relentless pursuit of your fluid spoor.

I long for your liquid laughter,
for your sunburned hands like savage harvests.
I lust for your fingernails' pale marbles.
I want to devour your ******* like almonds, whole.

I want to ingest the sunbeams singed by your beauty,
to eat the aquiline nose from your aloof face,
to lick your eyelashes' flickering shade.

I pursue you, snuffing the shadows,
seeking your heart's scorching heat
like a puma prowling the heights of Quitratue.



The Book of Questions
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Is the rose ****
or is that just how she dresses?

Why do trees conceal
their spectacular roots?

Who hears the confession
of the getaway car?

Is there anything sadder
than a train standing motionless in the rain?



In El Salvador, Death
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Death still surveils El Salvador.
The blood of murdered peasants has never clotted;
time cannot congeal it,
nor does the rain erase it from the roads.
Fifteen thousand were machine-gunned dead
by Martinez, the murderer.
To this day the coppery taste of blood still flavors
the land, bread and wine of El Salvador.



If You Forget Me
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

I need you to know one thing ...
You know
how it goes:
if I gaze up at the glowing moon,
if observe the blazing autumn’s reddening branches from my window,
if I touch the impalpable ash of the charred log’s wrinkled body ...
everything returns me to you,
as if everything that exists
―all aromas, sights, solids―
were small boats
sailing toward those isles of yours that await me.

However ...
if little by little you stop loving me
then I shall stop loving you, little by little.

And if you suddenly
forget me,
do not bother to investigate,
for I shall have immediately
forgotten you
also.

If you think my love strange and mad―
this whirlwind of streaming banners
gusting through me,
so that you elect to leave me at the shore
where my heart lacks roots,
just remember that, on that very day,
at that very hour,
I shall raise my arms
and my roots will sail off
to find some more favorable land.

But
if each day
and every hour,
you feel destined to be with me,
if you greet me with implacable sweetness,
and if each day
and every hour
flowers blossom on your lips to entice me, ...
then ah my love,
oh my only, my own,
all that fire will be reinfernoed in me
and nothing within me will be extinguished or forgotten;
my love will feed on your love, my beloved,
and as long as you live it will be me in your arms ...
as long as you never leave mine.



Sonnet XLV
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Don't wander far away, not even for a day, because―
how can I explain? A day is too long ...
and I’ll be waiting for you, like a man in an empty station
where the trains all stand motionless.

Don't leave me, my dear, not even for an hour, because―
then despair’s raindrops will all run blurrily together,
and the smoke that drifts lazily in search of a home
will descend hazily on me, suffocating my heart.

Darling, may your lovely silhouette never dissolve in the surf;
may your lashes never flutter at an indecipherable distance.
Please don't leave me for a second, my dearest,

because then you'll have gone far too far
and I'll wander aimlessly, amazed, asking all the earth:
Will she ever return? Will she spurn me, dying?



My Dog Died
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

My dog died;
so I buried him in the backyard garden
next to some rusted machine.

One day I'll rejoin him, over there,
but for now he's gone
with his shaggy mane, his crude manners and his cold, clammy nose,
while I, the atheist who never believed
in any heaven for human beings,
now believe in a paradise I'm unfit to enter.

Yes, I somehow now believe in a heavenly kennel
where my dog awaits my arrival
wagging his tail in furious friendship!

But I'll not indulge in sadness here:
why bewail a companion
who was never servile?

His friendship was more like that of a porcupine
preserving its prickly autonomy.

His was the friendship of a distant star
with no more intimacy than true friendship called for
and no false demonstrations:
he never clambered over me
coating my clothes with mange;
he never assaulted my knee
like dogs obsessed with ***.

But he used to gaze up at me,
giving me the attention my ego demanded,
while helping this vainglorious man
understand my concerns were none of his.

Aye, and with those bright eyes so much purer than mine,
he'd gaze up at me
contentedly;
it was a look he reserved for me alone
all his entire sweet, gentle life,
always merely there, never troubling me,
never demanding anything.

Aye, and often I envied his energetic tail
as we strode the shores of Isla Negra together,
in winter weather, wild birds swarming skyward
as my golden-maned friend leapt about,
supercharged by the sea's electric surges,
sniffing away wildly, his tail held *****,
his face suffused with the salt spray.

Joy! Joy! Joy!
As only dogs experience joy
in the shameless exuberance
of their guiltless spirits.

Thus there are no sad good-byes
for my dog who died;
we never once lied to each other.

He died, he's gone, I buried him;
that's all there is to it.



Tonight I will write the saddest lines
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

Tonight I will write the saddest lines.
I will write, for example, “The night is less bright
and a few stars shiver in the distance
as I remember her unwarranted light ...”

Tonight I will write her the saddest lines:
that I loved her as she loved me too, sometimes,
all those long, lonely nights when I held her tight
and filled her ears with indecipherable rhymes ...

Then she loved me too, as I also loved her,
compelled by the spell of her enormous eyes.
Tonight I will write her the saddest lines
as I ponder love’s death and our mutual crimes.

Outside I hear night―silent, cold, dark, immense―
as these delicate words fall, useless as dew.
Oh, what does it matter that love came to naught
if love was false, or perhaps even true?

And yet I hear songs being sung in the distance.
How can I forget her, so soon since I lost her?
I seek to regain her, somehow bring her closer.
But my heart has been blinded; she will not appear!

Now moonlight and starlight whiten dark trees.
We also are ghosts, by love’s failing light.
My love has failed me, but how I once loved her!
My voice ... this cursed wind ... what use to recite?

Another’s. She will soon be another’s.
Her body, her voice, her infinite eyes.
I no longer love her! And why should I love her
when love is sad, short, mad, fickle, unwise?

Because of cold nights we clung through so closely,
I’m not satisfied to know she is gone.
And while I must end this hell I now suffer,
It’s sad to remember all love left undone.
everly Sep 2018
I take pride in my roots
I take pride in my melanin
And my ancestors
All those who have persevered
To get me to where I am today.
I take pride en mi pelo rizo
Gracias a Dios..

I carry my culture in my curls to
The poetry that runs through my
Veins
rushing
pulsing
sweat on the furrow of thy lip
beading
ache of the toil in their fieldwork
sweet
azucar negra
my ancestors blood was sweeter
they still don’t want us here
but some things never change
but we are able
and no beautiful ignorant person
Will ever take that away.
Terry Jordan Oct 2015
Remember Mariano and Jose
Driving us down from Laguna Negra
Listening from the backseat as they sang
Renaye, Bern and Terry, so merrily

At the top of their voices we drove down
Feeling the dance of it, hearing them toss
Their unrehearsed duet, swelling sweetly
Mariano and Jose, Synergy

Chuckling and singing
We stopped for the boy scouts
Marching full-tilt
With straight lines of gusto

They couldn’t hear us and
No one looked back
While they barreled ahead and
So did we, merrily, merrily
Nostalgia for my phenomenal visit to spain,  to a little village outside Soria, LosRabanos.
En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.
  Caballito *****.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?
  ...Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.
  Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!
  En la luna negra,
sangraba el costado
de Sierra Morena.
  Caballito *****.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?
  La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.
  Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!
  En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.
  Caballito *****.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?
He mordido manzanas y he besado tus labios.
Me he abrazado a los pinos olorosos y negros.
Hundí, inquieta, mis manos en el agua que corre.
He huroneado en la selva milenaria de cedros
Que cruza la pradera como una sierpe grave,
Y he corrido por todos los pedrosos caminos
Que ciñen como fajas la ventruda montaña.

¡Oh amado, no te irrites por mi inquietud sin tregua!
¡Oh amado, no me riñas porque cante y me ría!
Ha de llegar un día en que he de estarme quieta,
           
¡Ay, por siempre, por siempre!
Con las manos cruzadas y apagados los ojos,
Con los oídos sordos y con la boca muda,
Y los pies andariegos en reposo perpetuo
           
Sobre la tierra negra.
¡Y estará roto el vaso de cristal de mi risa
En la grieta obstinada de mis labios cerrados!

Entonces, aunque digas: -¡Anda!, ya no andaré.
Y aunque me digas: -¡Canta!, no volveré a cantar.
Me iré desmenuzando en quietud y en silencio
            Bajo la tierra negra,
Mientras encima mío se oirá zumbar la vida
            Como una abeja ebria.

¡Oh, déjame que guste el dulzor del momento
            Fugitivo e inquieto!

¡Oh, deja que la rosa desnuda de mi boca
            Se te oprima a los labios!

Después será ceniza sobre la tierra negra.
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
                          un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrada por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
los corredores de un otoño diáfano,

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño en esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina,
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos los veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,

a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a oscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,
busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo con el instante, caigo a fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra.
piso mi sombra en busca de un instante,

busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos
y al abrirse salían las muchachas
de su entraña rosada y se esparcían
por los patios de piedra del colegio,
alta como el otoño caminaba
envuelta por la luz bajo la arcada
y el espacio al ceñirla la vestía
de una piel más dorada y transparente,

tigre color de luz, pardo venado
por los alrededores de la noche,
entrevista muchacha reclinada
en los balcones verdes de la lluvia,
adolescente rostro innumerable,
he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma,

escritura del fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,

rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre,
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,

sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, los sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan,

mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro, echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa el follaje delirante,
mis pensamientos sólo son sus pájaros
su mercurio circula por mis venas,
árbol mental, frutos sabor de tiempo,

oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:

frente a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
y tus palabras afiladas cavan
mi pecho y me despueblan y vacían,
uno a uno me arrancas los recuerdos,
he olvidado mi nombre, mis amigos
gruñen entre los cerdos o se pudren
comidos por el sol en un barranco,

no hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia,
conciencia traspasada por un ojo
que se mira mirarse hasta anegarse
de claridad:
                  yo vi tu atroz escama,
melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas
y al despertar gritaste como un pájaro
y caíste sin fin, quebrada y blanca,
nada quedó de ti sino tu grito,
y la cabo de los siglos me descubro
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos:
                    no hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza y una escoba,
un cuchillo mellado y un plumero,
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo *****
y en el fondo del hoy los dos ojos
de una niña ahogada hace mil años,

miradas enterradas en un pozo,
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el hijo grande su padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
miradas que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
-¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
-esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
                              ¿hacía planes
para el verano -y todos los veranos-
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde veían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
"no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto -siempre un cuarto-
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños - "ya es muy tarde"
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?,
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
                                  nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes escupidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...
                      cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas del durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos del lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo predilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisible, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo,
                                      se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
                                    el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después;
                                    mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio,
su yedra ponzoñosa, el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo, mejor ser lapidado
en las plazas que dar vuelta a la noria
que exprime la sustancia de la vida,
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal es cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo adonde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
                                    el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre la yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
-y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Sócrates en cadenas (el sol nace,
morir es despertar: "Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano de la vida"),
el chacal que diserta entre las ruinas
de Nínive, la sombra que vio Bruto
antes de la batalla, Moctezuma
en el lecho de espinas de su insomnio,
el viaje en la carreta hacia la muerte
-el viaje interminable mas contado
por Robespierre minuto tras minuto,
la mandíbula rota entre las manos-,
Churruca en su barrica como un trono
es
Cómo has cambiado, pelona,
cisco de carbonería.
Te has vuelto una negra mona
con tanta huachafería.

Te cambiaste las chancletas
por zapatos taco aguja,
y tu cabeza de bruja
la amarraste con peinetas.
Por no engordar sigues dietas
y estás flaca y hocicona.
Imitando a tu patrona
has aprendido a fumar.
Hasta en el modo de andar
cómo has cambiado, pelona.

Usas reloj de pulsera
y no sabes ver la hora.
Cuando un ***** te enamora
le tiras con la cartera.
¡Qué...! ¿También usas polvera?
permite que me sonría
¿Qué polvos se pone usía?:
¿ocre? ¿rosado? ¿rachel?
o le pones a tu piel
cisco de carbonería.

Te pintaste hasta el meñique
porque un blanco te miró
«¡Francica, botá frifró
que son comé venarique...!»
Perdona que te critique,
y si me río, perdona.
Antes eras tan pintona
con tu traje de percala
y hoy, por dártela de mala
te has vuelto una negra mona.

Deja ese estilo bellaco,
vuelve a ser la misma de antes.
Menos polvos, menos guantes,
menos humo de tabaco.
Vuelve con tu ***** flaco
que te adora todavía
Y si no, la policía
te va a llevar de la jeta
por dártela de coqueta
con tanta huachafería.
Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!
Xix
Volví clandestinamente a Buenos Aires en mayo de 1978. Estaba bella la ciudad.

Mejor dicho, bellísima bajo esos días de mayo en que el otoño porteño admite un fuego, una calor de primavera muriendo o por nacer, nunca se sabe.

Me habían aconsejado que no caminara por el centro, que no frecuentara los sitios que solía frecuentar. Naturalmente: caminé por el centro, por los sitios que solía caminar. ¿Quién me iba a reconocer?

¿No estaba muerto Paco? ¿No habían secuestrado a Rodolfo y a Haroldo? ¿No habían matado al Jote, al Lino, a Josefina, a Dardo, a la Diana, tal vez? El restorán donde mi hijo escribió un poema sobre el mantel de estraza, este poema:


        La oveja negra
        pace en el campo *****
        sobre la nieve negra
        bajo la noche negra
        junto a la ciudad negra
        donde lloro vestido de rojo

el restorán estaba abierto, pero a mi hijo lo habían secuestrado dos años atrás y nunca supe de su suerte. Su mujer estaba encinta de siete meses cuando la secuestraron con él.

Leí los diarios de la época. En "La Opinión" -donde alguna vez trabajé, que alguna vez fundé-, un compañero intelectual de la izquierda (ex compañero o ex izquierda) sumaba su vocecita paga a la propaganda de la dictadura militar. El diario era de los militares para entonces, el ex compañero o ex izquierda también.

Hago esfuerzos y no alcanzo a recordar su nombre. Era cuentista, o algo así, como su mujer, que se cagaba en Rosa Luxemburgo desde posiciones de izquierda. Tenía un ano de izquierda que no le habrá impedido evacuar la pitanza militar.
cuando ost maloney en Carville Louisiana vio el mar
se revisó la memoria de sus días
como árbol verde lento
que sacudieron hacia el sur

encontró:
piedra negra sobre mañanas en Dakota cuando era libre sobre la
tierra y el sol
piedra negra sobre madre acostada dulce bajo la tierra y el sol
piedra negra sobre piedra negra y no blanca

así
ost maloney decidió beberse el mar todo
para que nada fuese otra cosa
que Dakota devorada por la mañana suave

¡oh madre acostada sobre maloney como pedazos de alelí!
ost perfumaba todo el mar de la siesta y el ciclón de sus tardes
le cerraba la boca
le cerraba la boca en realidad

pocas veces hubo más valiente comboi en Carville:
enlazó al sol para alumbrarse
se tomó el mar como un whisky
guardó a su madre vivamuerta sin paz

claro que eso le comió la sombra
y donde come uno comen dos
ost que pacía en el Atlántico
maloney con las velas mezcladas en el viento

todos los marineros quieren al compañero
todos los marineros saben que ost maloney
sudó caballos como quien
abre los brazos al mar

no fue en yerba que se convirtió maloney en perla o coral
sino en cosa con mucho mal olor
que ojalá metan en la tierra algún día
ojalá teja la sombra podrida del aéreo alelí

"quiero ser bello" repetía ost maloney mirándose caer
mientras un brillo le subía
de la boca o valor
para los sucesores
La frente apoyo en la vidriera...
el cielo azul se engalana
y en la fúlgida primavera
canta su canción la mañana.

La mente inclino a lo más hondo
del alma en campos del Ayer;
y marchito miro en el fondo
todo lo que vi florecer.

Soplan auras primaverales
dando más vigor a los músculos.
¡Aquí las brumas otoñales
y el silencio de los crepúsculos!

En el parque crece la yerba
bajo el radiante resplandor.
En el alma todo se enerva
al paso lento del dolor.

Y evoco alegres ilusiones,
campos azules, abrileños;
la juventud con sus canciones
iba entre rosas y entre ensueños.

Fulgurante el cielo reía:
¡Cuán hermoso era el porvenir!
Vino la tarde en pleno día
y todo comenzó a morir.
La frente apoyo en la vidriera...
Verdes árboles, sol radiante
¡Juventud!… ¡también primavera
Fuiste del corazón amante!

¡Días que el alma triste evoca,
alba rosada del amor!
¡Boca que buscaba otra boca,
polen que va de flor en flor!...

En jardines primaverales
las libélulas entre aromas;
rosas rojas en los rosales
y destilando miel las pomas.

Y van surgiendo en un ensueño
amores de la juventud.
Pasan con el labio risueño
en concento de arpa y laúd.

Entonces... retoño y retoño
en los rosales a la aurora...
¡Como lenta bruma de otoño
la tristeza bajando ahora!

En el alma, al ensueño abierta,
algo de antiguo trovador,
y de la vida en la áurea puerta
con sus promesas el Amor.

De la luna la luz de plata
brillaba en el barrio desierto,
y una canción de serenata
subía al balcón entreabierto.

Pendiente la escala de seda
de los barrotes del balcón...
Del pasado ya sólo queda
un rescoldo en el corazón.

Paseos bajo luz de luna
por alamedas de rosales;
dos bocas que el amor aúna
en claras noches estivales...

Entonces... cantos, alegría,
juramentos de eterna fe;
y ahora, gris melancolía
del dichoso tiempo que fue...
La frente apoyo en la vidriera:
en el parque, vestidos blancos,
y amantes en su primavera
bajo los pinos en bancos.

Primeros versos a la amada,
cantos primeros de ilusión...
Son hoy cual queja desolada
en el fondo del corazón.

Tú, flor de la tierra nativa,
de los ojos fuiste embeleso.
Sólo a tu boca, rosa viva,
le dio la muerte el primer beso.

Cuando se recuerda el pasado
hay un deseo de llorar.
¡El árido camino andado
si se pudiera desandar!...

Sombras doloridas que vagan
y esperanzas muertas deploran:
Astros que en tinieblas se apagan
y voces que en silencio lloran!...

A la claridad matutina
fragante erguíase el rosal...
¡ya sobre el agua gris se inclina
la amarilla rama otoñal!...

Una palabra... un juramento...
¿era verdad o era mentira?
Mentira o verdad es tormento
cuando sola el alma suspira.

Se abría a la luz la ventana
en un radioso amanecer,
la ilusión decía: «¡Mañana!»
y el corazón dice: «¡Ayer!».

¡Mañana! ¡Ayer! Polos remotos...
lo que es dolor y lo que salva.
Claros sueños y sueños rotos,
gris de la tarde y luz del alba.

Y el Amor, que en sombras se aleja,
el alma dice: «¿Volverás?»
Y como una lejana queja
se oye en el pasado: «¡Jamás!»

La hiedra fija sus raíces
aún bajo nieve en la piedra.
Recuerdos de días felices:
sois del corazón... ¡siempre hiedra!
Aromadas rosas de Francia
en los casinos y en el Ritz;
Rosas que dais vuestra fragancia
en Montecarlo y en Biarritz.

Reservados de restaurantes;
de vida de goce ansias locas;
El áureo champaña espumante;
temblando de ósculo las bocas.

Nerviosa espera la cita,
Penumbra de la «garconniére»,
Fausto a los pies de Margarita
En el rosado atardecer…

Otra... Extraño acento de arrullo,
honda nostalgia en su mirada,
y severo siempre su orgullo
en su dolor de desterrada.

Su imagen el pasado alegra,
y fijos en la mente están
su traje blanco y su capa negra
en las carreras de Longchamps.

Días lejanos de estudiante,
embriaguez de ideal divino,
El corazón, rosa fragante,
en noches del Barrio Latino...

Midineta bulevardina,
boca roja, frente de lis,
Incitadora, parlanchina,
jilguero alegre de Paris.

Y del «cabaret» la alegría...
¿Era del Rhin o era del Volga?
¿en su vida un misterio había...
¿era su nombre Elisa u Olga?

En otra, del vuelo al arranque,
mirar nostálgico... y ¡pasó!
Muchas veces junto a un estanque
soñando la luna nos vio.

Tú, mejicana-parisina,
de cabellos como aureola
de luz de sol, y habla divina
entre francesa y española.

En la tristeza de un suspiro,
lejos, a la orilla del mar,
una margarita aún te miro
melancólica deshojar.

Húngara triste, flor bohemia,
De ojos miosotis de Danubio:
¡cuán adorable era anemia
En marco de cabello rubio!

Tus pupilas vagas de Isis
fingía decir un adiós;
Y casi exangüe por la tisis
caíste en golpe de tos...
La frente apoyo en la vidriera...
Un claro sol el cielo dora,
riega rosas la primavera...
El otoño en el alma llora.

Se oye como una voz que ruega,
como un gemido de laúd...
¡Es en la tarde que llega
el adiós de la juventud!
Não é hoje o momento de escrever coisas bonitas,
Nem é hoje o dia de cair no sofrimento,
Não é hora, hoje de te trazer as cavalitas,
Hoje é dia de procurar novo alento!

É agora que decidi viver intensamente,
Pois agora mesmo descobri que respiro,
Que o sufoco que ficou, partiu arduamente,
E luz se colocou diante do agulheiro!

É agora a hora de decidir se ficar ou partir,
É hora de mudar a trajectória deste trem,
Que me conduz à viagem, vou-me divertir,
Quando olhar em frente e levar outro alguém!

Alguém existe de verdade, não é fantasia,
E este, novo destino que quero perseguir,
Faz-me feliz, como tinto de malvasia,
Colorido, e aromaticamente de distinguir!

Nem consigo olhar para trás ver o que restou,
Nem quero repensar e mudar o que falhou,
Porque eu acredito que de nada que me calhou,
O importante é que para ti nunca estou!

Autor: António Benigno
Objectivo, de animar quem fantasiou!
Spanish

    –Eros: acaso no sentiste nunca
Piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
De yo no sé qué formidable raza
En una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dormidos de sus bocas
Dan la ceniza negra del Silencio,
Mana de las columnas de sus hombros
La mortaja copiosa de la Calma
Y fluye de sus órbitas la noche;
Victimas del Futuro o del Misterio,
En capullos terribles y magníficos
Esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: acaso no sentiste nunca
Piedad de las estatuas?–
    Piedad para las vidas
Que no doran a fuego tus bonanzas
Ni riegan o desgajan tus tormentas;
Piedad para los cuerpos revestidos
Del armiño solemne de la Calma,
Y las frentes en luz que sobrellevan
Grandes lirios marmóreos de pureza,
Pesados y glaciales como témpanos;
Piedad para las manos enguantadas
De hielo, que no arrancan
Los frutos deleitosos de la Carne
Ni las flores fantásticas del alma;
Piedad para los ojos que aletean
Espirituales párpados:
Escamas de misterio,
Negros telones de visiones rosas…
Nunca ven nada por mirar tan lejos!
    Piedad para las pulcras cabelleras
–Misticas aureolas–
Peinadas como lagos
Que nunca airea el abanico *****,
***** y enorme de la tempestad;
Piedad para los ínclitos espiritus
Tallados en diamante,
Altos, claros, extáticos
Pararrayos de cúpulas morales;
Piedad para los labios como engarces
Celestes donde fulge
Invisible la perla de la Hostia;
–Labios que nunca fueron,
Que no apresaron nunca
Un vampiro de fuego
Con más sed y más hambre que un abismo.–
Piedad para los sexos sacrosantos
Que acoraza de una
Hoja de viña astral la Castidad;
Piedad para las plantas imantadas
De eternidad que arrastran
Por el eterno azur
Las sandalias quemantes de sus llagas;
Piedad, piedad, piedad
Para todas las vidas que defiende
De tus maravillosas intemperies
El mirador enhiesto del Orgullo;

Apuntales tus soles o tus rayos!

Eros: acaso no sentiste nunca
Piedad de las estatuas?…

              English

    –Eros: have you never felt
Piety for the statues?
These chrysalides of stone,
Some formidable race
In an eternal, unutterable hope.
The sleeping craters of their mouths
Utter the black ash of silence;
A copious shroud of Calm
Falls from the columns of their arms,
And night flows from their eyesockets;
Victims of Destiny or Mystery,
In magnificent and terrible cocoons,
They wait for Life or Death.
Eros: have you never perhaps felt
Piety for the statues?
    Piety for the lives
That will not strew nor rend your battles
Nor gild your fiery truces;
Piety for the bodies clothed
In the solemn ermine of Calm,
The luminous foreheads that endure
Their marble wreaths, grand and pure,
Weighty and glacial as icebergs;
Piety for the gloved hands of ice
That cannot uproot
The delicious fruits of the Flesh,
The fantastic flowers of the soul;
Piety for the eyes that flutter
Their spiritual eyelids:
Mysterious fish scales,
Dark curtains on rose visions…
For looking so far, they never see!
    Piety for the tidy heads of hair
–Mystical haloes–
Gently combed like lakes
Which the storm’s black fan,
Black and enormous, never thrashes;
Piety for the spirits, illustrious,
Carved of diamonds,
High, clear, ecstatic
Lightning rods on pious domes;
Piety for the lips like celestial settings
Where the invisible pearls of the Host gleam;
–Lips that never existed,
Never seized anything,
A fiery vampire
With more thirst and hunger than an abyss.
Piety for the sacrosanct sexes
That armor themselves with sheaths
From the astral vineyards of Chastity;
Piety for the magnetized footsoles
Who eternally drag
Sandals burning with sores
Through the eternal azure;
Piety, piety, pity
For all the lives defended
By the lighthouse of Pride
From your marvelous raw weathers:

Aim your suns and rays at them!

Eros: have you never perhaps felt
Pity for the statues?
v V v Aug 2015
(In some semblance of order)

(1967 to 1975)

kittens
carpet burns
fear
WGN presents “One-Eyed Jacks” starring Marlon Brando
my grandmother’s basement
slaps from my mother
fear
kicks from my father
fear
Nerf basketball
10CC “I'm Not in Love”
fear

(1976 to 1980)

sunny, cool, fall days
the woods on Sundays
tall green grass
raised red seams on a baseball
fear
Tickle Pink wine
the smell of hashish
the buzz of high tension wires
Stroh's beer, pull tab tall boys
the woods at night
the breeze through the car window
her breath in my ear
fear

(1981 to 1988)

“Footloose” starring Kevin Bacon
Michelob Light in bottles
extra spicy guacamole
fear
“Members Only” black jacket
para mutual wagering
*******
4 seam fastball
fear
the garlic taste of Dimethyl Sulfoxide (DMSO)
a 91 mph fastball
Feldene dissolved in Dimethyl Sulfoxide and applied to my skin via a tongue depressor
my 93.5 mph fastball
the roar of the crowd
fear
October
the swirling light and sound of a west Texas freight train at night in fog
Jesus Christ
fear

(1989 to 1999)

the anticipation of child #1
the birth of child #2
6 hours of uninterrupted sleep after child #3
an 8mm obstructed kidney stone
fear
morphine
fear
Vicodin
fear
sunny, cool, fall days
“The Road Less Traveled” by M Scott Peck
hydrocodone
fear
the woods in fall
thunder
******
fear
the woods in winter
the rumble of Niagara Falls
******
fear
Oxycontin
shame
******
fear
“Ruthless Trust” by Brennan Manning
the woods in spring
The Stanley Cup
fear

(2000 to 2004)

detox
nostalgia of my youth
photos of my children as children
hydrocodone
detox
fear
Jose Cuervo silver tequila
sunny, cool, spring days
Major League Baseball opening day
Jose Cuervo Gold tequila
fear
Chinaco Reposado tequila
the stench of pavement
Gran Patron tequila
the heat of pavement
Herradura Anejo tequila
detox
hydrocodone
fear
Marca Negra Mezcal
detox
AA meetings
Oxycontin
fear
Alice in Chains “Down in a Hole”
detox
nostalgia for opiates
fear

(2005 to 2007)

AA meetings
Camel 99's
her infidelity
fear
photos of my children as children
Camel 99's
the sweet, sweet voice of Martin Sexton
AA meetings
shame
regret
fear
Suboxone
regret
shame
fear

(2008 to 2010)

the tenderness of your touch
a king size memory foam mattress
the tenderness of your touch
Amerique Verte Absinthe
fear
discussions with the dead
the tenderness of your touch
Ray Lamontagne “Winter Birds”
the tenderness of your touch
ablution by Amerique Verte Absinthe
fear
visions of the dead
fear
visits from the dead

(2011 to 2014)

their forgiveness
AA meetings
Camel 99's
my inability to sleep
fear
www.hellopoetry.com
the tenderness of your touch
the tenderness of your touch
the tenderness of your touch
the tenderness of your touch
fear
Centenario Reposado tequila
regret
Tramadol in large amounts
regret
thoughts of you leaving me
thoughts of me being left alone
thoughts of you being left alone
regret

nothing
nothing
nothing

the words I have just written

darkness

fear
I am excited to announce that this poem was recently published in print in "Storm Cycle 2014" The Best of Kind of a Hurricane Press, copyright 2015 A.J. Huffman and April Salzano, editors. The anthology is available online at both Amazon and Barnes and Noble.
Sputnik Andrade Feb 2013
But release your precious heart to its feast.*

A veces imagino tu mano que se posa suave, muy suave como un viento anónimo, en mi mejilla. Y me tocas el cuello y el lóbulo de la oreja con mucho cuidado.

Imagino sólo tu mano. Quisiera morderla y beberme la sangre que emane de tus dedos. Quisiera que me mancharas los labios con esa sangre negra muy negra, suave y muy tibia.

Sueño que estoy muy cerca. Puedo contarte las pestañas. Te mueves al ritmo de tu respiración. No te mueves. Tus ojos se llenan de brillo conforme la navaja se llena más de ti. No he visto nunca nada tan hermoso. Y no gimes, no luchas. Piensas que todo nos llevó a esto y yo te lo confirmo cuando pongo mi oreja en tu pecho y escucho lo últimos latidos

pum, pum

pum

p

Te sigo con la mirada. Tienes las manos frías y las estrellas apenas alcanzan a resplandecer. Tu sombra es tan ligera que puedo tomarla y hacerla mía para siempre. Y lo haré. Serás mío para toda la vida. Y tus manos heladas, tu piel y tu carne. No conocerás nada más que mi lengua sobre tu espalda, mis dientes en tus nudillos, mis uñas arañando tu cabeza.

Tendrás los colores de un atardecer:  escarlata, azafrán, índigo y luego muy ***** y muy brillante, como una noche luminosa.

Eres extraordinario. Y me comeré tu corazón.
Michael R Burch Jul 2020
Dot Spotted
by Michael R. Burch

There once was a leopardess, Dot,
who indignantly answered: "I’ll not!
The gents are impressed
with the way that I’m dressed.
I wouldn’t change even one spot."



Stage Craft-y
by Michael R. Burch

There once was a dromedary
who befriended a crafty canary.
Budgie said, "You can’t sing,
but now, here’s the thing—
just think of the tunes you can carry!"



Clyde Lied!
by Michael R. Burch

There once was a mockingbird, Clyde,
who bragged of his prowess, but lied.
To his new wife he sighed,
"When again, gentle bride?"
"Nevermore!" bright-eyed Raven replied.



The Mallard
by Michael R. Burch

The mallard is a fellow
whose lips are long and yellow
with which he, honking, kisses
his *****, boisterous mistress:
my pond’s their loud bordello!



The Platypus
by Michael R. Burch

The platypus, myopic,
is ungainly, not ******.
His feet for bed
are over-webbed,
and what of his proboscis?

The platypus, though, is eager
although his means are meager.
His sight is poor;
perhaps he’ll score
with a passing duck or ******.



The Hippopotami
by Michael R. Burch

There’s no seeing eye to eye
with the awesomely huge Hippopotami:
on the bank, you’re much taller;
going under, you’re smaller
and assuredly destined to die!



Generation Gap
by Michael R. Burch

A quahog clam,
age 405,
said, “Hey, it’s great
to be alive!”

I disagreed,
not feeling nifty,
babe though I am,
just pushing fifty.

Note: A quahog clam found off the coast of Ireland is the longest-lived animal on record, at an estimated age of 405 years.



Lance-Lot
by Michael R. Burch

Preposterous bird!
Inelegant! Absurd!

Until the great & mighty heron
brandishes his fearsome sword.



Don’t ever hug a lobster!
by Michael R. Burch

Don’t ever hug a lobster, if you meet one on the street!
If you hug a lobster to your breast, you're apt to lose a ****!
If you hug a lobster lower down, it’ll snip away your privates!
If you hug a lobster higher up, it’ll leave your cheeks with wide vents!
So don’t ever hug a lobster, if you meet one on the street,
But run away and hope your frenzied feet are very fleet!



Where Does the Butterfly Go?
by Michael R. Burch

Where does the butterfly go
when lightning rails,
when thunder howls,
when hailstones scream,
when winter scowls,
when nights compound dark frosts with snow ...
Where does the butterfly go?

Where does the rose hide its bloom
when night descends oblique and chill
beyond the capacity of moonlight to fill?
When the only relief's a banked fire's glow,
where does the butterfly go?

And where shall the spirit flee
when life is harsh, too harsh to face,
and hope is lost without a trace?
Oh, when the light of life runs low,
where does the butterfly go?



Haiku

The butterfly
perfuming its wings
fans the orchid
― Matsuo Basho, loose translation/interpretation by Michael R. Burch

An ancient pond,
the frog leaps:
the silver plop and gurgle of water
― Matsuo Basho, loose translation/interpretation by Michael R. Burch



Happily Never After (the Second Curse of the ***** Toad)
by Michael R. Burch

He did not think of love of Her at all
frog-plangent nights, as moons engoldened roads
through crumbling stonewalled provinces, where toads
(nee princes) ruled in chinks and grew so small
at last to be invisible. He smiled
(the fables erred so curiously), and thought
bemusedly of being reconciled
to human flesh, because his heart was not
incapable of love, but, being cursed
a second time, could only love a toad’s . . .
and listened as inflated frogs rehearsed
cheekbulging tales of anguish from green moats . . .
and thought of her soft croak, her skin fine-warted,
his anemic flesh, and how true love was thwarted.



Huntress
by Michael R. Burch

after Baudelaire

Lynx-eyed, cat-like and cruel, you creep
across a crevice dropping deep
into a dark and doomed domain.
Your claws are sheathed. You smile, insane.
Rain falls upon your path, and pain
pours down. Your paws are pierced. You pause
and heed the oft-lamented laws
which bid you not begin again
till night returns. You wail like wind,
the sighing of a soul for sin,
and give up hunting for a heart.
Till sunset falls again, depart,
though hate and hunger urge you—"On!"
Heed, hearts, your hope—the break of dawn.



To the boy Elis
by Georg Trakl
translation by Michael R. Burch

Elis, when the blackbird cries from the black forest,
it announces your downfall.
Your lips sip the rock-spring's blue coolness.

Your brow sweats blood
recalling ancient myths
and dark interpretations of birds' flight.

Yet you enter the night with soft footfalls;
the ripe purple grapes hang suspended
as you wave your arms more beautifully in the blueness.

A thornbush crackles;
where now are your moonlike eyes?
How long, oh Elis, have you been dead?

A monk dips waxed fingers
into your body's hyacinth;
Our silence is a black abyss

from which sometimes a docile animal emerges
slowly lowering its heavy lids.
A black dew drips from your temples:

the lost gold of vanished stars.

TRANSLATOR'S NOTE: I believe that in the second stanza the blood on Elis's forehead may be a reference to the apprehensive ****** sweat of Jesus in the garden of Gethsemane. If my interpretation is correct, Elis hears the blackbird's cries, anticipates the danger represented by a harbinger of death, but elects to continue rather than turn back. From what I have been able to gather, the color blue had a special significance for Georg Trakl: it symbolized longing and perhaps a longing for death. The colors blue, purple and black may represent a progression toward death in the poem.



Dog Daze: Poems for and about Man's Best Friend

Dog Daze
by Michael R. Burch

Sweet Oz is a soulful snuggler;
he really is one of the best.
Sometimes in bed
he snuggles my head,
though he mostly just plops on my chest.

I think Oz was made to love
from the first ray of light to the dark,
but his great love for me
is exceeded (oh gee!)
by his Truly Great Passion: to Bark.



Epitaph for a Lambkin
by Michael R. Burch

for Melody, the prettiest, sweetest and fluffiest dog ever

Now that Melody has been laid to rest
Angels will know what it means to be blessed.

Amen



This Dog
by Rabindranath Tagore
loose translation/interpretation/modernization by Michael R. Burch

Each morning this dog,
who has become quite attached to me,
sits silently at my feet
until, gently caressing his head,
I acknowledge his company.

This simple recognition gives my companion such joy
he shudders with sheer delight.

Among all languageless creatures
he alone has seen through man entire—
has seen beyond what is good or bad in him
to such a depth he can lay down his life
for the sake of love alone.

Now it is he who shows me the way
through this unfathomable world throbbing with life.

When I see his deep devotion,
his offer of his whole being,
I fail to comprehend ...

How, through sheer instinct,
has he discovered whatever it is that he knows?

With his anxious piteous looks
he cannot communicate his understanding
and yet somehow has succeeded in conveying to me
out of the entire creation
the true loveworthiness of man.



My Dog Died
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

My dog died;
so I buried him in the backyard garden
next to some rusted machine.

One day I'll rejoin him, over there,
but for now he's gone
with his shaggy mane, his crude manners and his cold, clammy nose,
while I, the atheist who never believed
in any heaven for human beings,
now believe in a paradise I'm unfit to enter.

Yes, I somehow now believe in a heavenly kennel
where my dog awaits my arrival
wagging his tail in furious friendship!

But I'll not indulge in sadness here:
why bewail a companion
who was never servile?

His friendship was more like that of a porcupine
preserving its prickly autonomy.

His was the friendship of a distant star
with no more intimacy than true friendship called for
and no false demonstrations:
he never clambered over me
coating my clothes with mange;
he never assaulted my knee
like dogs obsessed with ***.

But he used to gaze up at me,
giving me the attention my ego demanded,
while helping this vainglorious man
understand my concerns were none of his.

Aye, and with those bright eyes so much purer than mine,
he'd gaze up at me
contentedly;
it was a look he reserved for me alone
all his entire sweet, gentle life,
always merely there, never troubling me,
never demanding anything.

Aye, and often I envied his energetic tail
as we strode the shores of Isla Negra together,
in winter weather, wild birds swarming skyward
as my golden-maned friend leapt about,
supercharged by the sea's electric surges,
sniffing away wildly, his tail held *****,
his face suffused with the salt spray.

Joy! Joy! Joy!
As only dogs experience joy
in the shameless exuberance
of their guiltless spirits.

Thus there are no sad good-byes
for my dog who died;
we never once lied to each other.

He died, he's gone, I buried him;
that's all there is to it.



Excoriation of a Treat Slave
by Michael R. Burch

I am his Highness’s dog at Kew.
Pray tell me, sir, whose dog are you?
—Alexander Pope

We practice our fierce Yapping,
for when the treat slaves come
they’ll grant Us our desire.
(They really are that dumb!)

They’ll never catch Us napping —
our Ears pricked, keen and sharp.
When they step into Our parlor,
We’ll leap awake, and Bark.

But one is rather doltish;
he doesn’t understand
the meaning of Our savage,
imperial, wild Command.

The others are quite docile
and bow to Us on cue.
We think the dull one wrote a poem
about some Dog from Kew

who never grasped Our secret,
whose mind stayed think, and dark.
It’s a question of obedience
conveyed by a Lordly Bark.

But as for playing fetch,
well, that’s another matter.
We think the dullard’s also
as mad as any hatter

and doesn’t grasp his duty
to fling Us slobbery *****
which We’d return to him, mincingly,
here in Our royal halls.



Wickett
by Michael R. Burch

Wickett, sweet Ewok,
Wickett, old Soul,
Wicket, brave Warrior,
though no longer whole . . .

You gave us your All.
You gave us your Best.
You taught us to Love,
like all of the Blessed

Angels and Saints
of good human stock.
You barked the Great Bark.
You walked the True Walk.

Now Wickett, dear Child
and incorrigible Duffer,
we commend you to God
that you no longer suffer.

May you dash through the Stars
like the Wickett of old
and never feel hunger
and never know cold

and be reunited
with all our Good Tribe —
with Harmony and Paw-Paw
and Mary beside.

Go now with our Love
as the great Choir sings
that Wickett, our Wickett,
has at last earned his Wings!



The Resting Place
by Michael R. Burch

for Harmony

Sleep, then, child;
you were dearly loved.

Sleep, and remember
her well-loved face,

strong arms that would lift you,
soft hands that would move

with love’s infinite grace,
such tender caresses!



When autumn came early,
you could not stay.

Now, wherever you wander,
the wildflowers bloom

and love is eternal.
Her heart’s great room

is your resting place.



Await by the door
her remembered step,

her arms’ warm embraces,
that gathered you in.

Sleep, child, and remember.
Love need not regret

its moment of weakness,
for that is its strength,

And when you awaken,
she will be there,

smiling,
at the Rainbow Bridge.



Bed Head, or, the Ballad of
Beth and her Fur Babies
by Michael R. Burch

When Beth and her babies
prepare for “good night”
sweet rituals of kisses
and cuddles commence.

First Wickett, the eldest,
whose mane has grown light
with the wisdom of age
and advanced senescence
is tucked in, “just right.”

Then Mary, the mother,
is smothered with kisses
in a way that befits
such an angelic missus.

Then Melody, lambkin,
and sweet, soulful Oz
and cute, clever Xander
all clap their clipped paws
and follow sweet Beth
to their high nightly roost
where they’ll sleep on her head
(or, perhaps, her caboose).



Lady’s Favor: the Noble Ballad of Sir Dog and the Butterfly
by Michael R. Burch

Sir was such a gallant man!
When he saw his Lady cry
and beg him to send her a Butterfly,
what else could he do, but comply?

From heaven, he found a Monarch
regal and able to defy
north winds and a chilly sky;
now Sir has his wings and can fly!

When our gallant little dog Sir was unable to live any longer, my wife Beth asked him send her a sign, in the form of a butterfly, that Sir and her mother were reunited and together in heaven. It was cold weather, in the thirties. We rarely see Monarch butterflies in our area, even in the warmer months. But after Sir had been put to sleep, to spare him any further suffering, Beth found a Monarch butterfly in our back yard. It appeared to be lifeless, but she brought it inside, breathed on it, and it returned to life. The Monarch lived with us for another five days, with Beth feeding it fruit juice and Gatorade on a Scrubbie that it could crawl on like a flower. Beth is convinced that Sir sent her the message she had requested.



Solo’s Watch
by Michael R. Burch

Solo was a stray
who found a safe place to stay
with a warm and loving band,
safe at last from whatever cruel hand
made him flinch in his dreams.

Now he wanders the clear-running streams
that converge at the Rainbow’s End
and the Bridge where kind Angels attend
to all souls who are ready to ascend.

And always he looks for those
who hugged him and held him close,
who kissed him and called him dear
and gave him a home free of fear,
to welcome them to his home, here.



Oz is the Boss!
by Michael R. Burch

Oz is the boss!
Because? Because...
Because of the wonderful things he does!

He barks like a tyrant
for treats and a hydrant;
his voice far more regal
than mere greyhound or beagle;
his serfs must obey him
or his yipping will slay them!

Oz is the boss!
Because? Because...
Because of the wonderful things he does!



Xander the Joyous
by Michael R. Burch

Xander the Joyous
came here to prove:
Love can be playful!
Love can have moves!

Now Xander the Joyous
bounds around heaven,
waiting for his mommies,
one of the SEVEN ―

the Seven Great Saints
of the Great Canine Race
who evangelize Love
throughout all Time and Space.

Amen



On the Horns of a Dilemma (I)
by Michael R. Burch

Love has become preposterous
for the over-endowed rhinoceros:
when he meets the right miss
how the hell can he kiss
when his horn is so ***** it lofts her thus?

I need an artist or cartoonist to create an image of a male rhino lifting his prospective mate into the air during an abortive kiss. Any takers?



On the Horns of a Dilemma (II)
by Michael R. Burch

Love has become preposterous
for the over-endowed rhinoceros:
when he meets the right miss
how the hell can he kiss
when his horn deforms her esophagus?



On the Horns of a Dilemma (III)
by Michael R. Burch

A wino rhino said, “I know!
I have a horn I cannot blow!
And so,
ergo,
I’ll watch the lovely spigot flow!



The Horns of a Dilemma Solved, if not Solvent
by Michael R. Burch

A wine-addled rhino debated
the prospect of living unmated
due to the scorn
gals showed for his horn,
then lost it to poachers, sedated.

Keywords/Tags: animals, nature, dog, dogs, love, lovers, cat, cats, bird, birds, butterfly, rainbow bridge, soul, soulful, friends, best friend, mrbanim, mrbanimal
Michael R Burch Apr 2020
These are poems about dogs and doggerel about dogs...

Dog Daze
by Michael R. Burch

Sweet Oz is a soulful snuggler;
he really is one of the best.
Sometimes in bed
he snuggles my head,
though mostly he plops on my chest.

I think Oz was made to love
from the first ray of light to the dark,
but his great love for me
is exceeded (oh gee!)
by his Truly Great Passion: to Bark.



Epitaph for a Lambkin
by Michael R. Burch

for Melody, the prettiest, sweetest and fluffiest dog ever

Now that Melody has been laid to rest
Angels will know what it means to be blessed.

Amen



This Dog
by Rabindranath Tagore
loose translation/interpretation/moderniz     ation by Michael R. Burch

Each morning this dog,
who has become quite attached to me,
sits silently at my feet
until, gently caressing his head,
I acknowledge his company.

This simple recognition gives my companion such joy
he shudders with sheer delight.

Among all languageless creatures
he alone has seen through man entire—
has seen beyond what is good or bad in him
to such a depth he can lay down his life
for the sake of love alone.

Now it is he who shows me the way
through this unfathomable world throbbing with life.

When I see his deep devotion,
his offer of his whole being,
I fail to comprehend...

How, through sheer instinct,
has he discovered whatever it is that he knows?

With his anxious piteous looks
he cannot communicate his understanding
and yet somehow has succeeded in conveying to me
out of the entire creation
the true loveworthiness of man.



My Dog Died
by Pablo Neruda
loose translation/interpretation by Michael R. Burch

My dog died;
so I buried him in the backyard garden
next to some rusted machine.

One day I'll rejoin him, over there,
but for now he's gone
with his shaggy mane, his crude manners and his cold, clammy nose,
while I, the atheist who never believed
in any heaven for human beings,
now believe in a paradise I'm unfit to enter.

Yes, I somehow now believe in a heavenly kennel
where my dog awaits my arrival
wagging his tail in furious friendship!

But I'll not indulge in sadness here:
why bewail a companion
who was never servile?

His friendship was more like that of a porcupine
preserving its prickly autonomy.

His was the friendship of a distant star
with no more intimacy than true friendship called for
and no false demonstrations:
he never clambered over me
coating my clothes with mange;
he never assaulted my knee
like dogs obsessed with ***.

But he used to gaze up at me,
giving me the attention my ego demanded,
while helping this vainglorious man
understand my concerns were none of his.

Aye, and with those bright eyes so much purer than mine,
he'd gaze up at me
contentedly;
it was a look he reserved for me alone
all his entire sweet, gentle life,
always merely there, never troubling me,
never demanding anything.

Aye, and often I envied his energetic tail
as we strode the shores of Isla Negra together,
in winter weather, wild birds swarming skyward
as my golden-maned friend leapt about,
supercharged by the sea's electric surges,
sniffing away wildly, his tail held *****,
his face suffused with the salt spray.

Joy! Joy! Joy!
As only dogs experience joy
in the shameless exuberance
of their guiltless spirits.

Thus there are no sad good-byes
for my dog who died;
we never once lied to each other.

He died, he's gone, I buried him;
that's all there is to it.



Bed Head, or, the Ballad of
Beth and her Fur Babies
by Michael R. Burch

When Beth and her babies
prepare for “good night”
sweet rituals of kisses
and cuddles commence.
First Wickett, the eldest,
whose mane has grown light
with the wisdom of age
and advanced senescence
is tucked in, “just right.”

Then Mary, the mother,
is smothered with kisses
in a way that befits
such an angelic missus.

Then Melody, lambkin,
and sweet, soulful Oz
and cute, clever Xander
all clap their clipped paws
and follow sweet Beth
to their high nightly roost
where they’ll sleep on her head
(or, perhaps, her caboose).



Excoriation of a Treat Slave
by Michael R. Burch

I am his Highness’s dog at Kew.
Pray tell me, sir, whose dog are you?
—Alexander Pope

We practice our fierce Yapping,
for when the treat slaves come
they’ll grant Us our desire.
(They really are that dumb!)

They’ll never catch Us napping —
our Ears pricked, keen and sharp.
When they step into Our parlor,
We’ll leap awake, and Bark.

But one is rather doltish;
he doesn’t understand
the meaning of Our savage,
imperial, wild Command.

The others are quite docile
and bow to Us on cue.
We think the dull one wrote a poem
about some Dog from Kew

who never grasped Our secret,
whose mind stayed think, and dark.
It’s a question of obedience
conveyed by a Lordly Bark.

But as for playing fetch,
well, that’s another matter.
We think the dullard’s also
as mad as any hatter

and doesn’t grasp his duty
to fling Us slobbery *****
which We’d return to him, mincingly,
here in Our royal halls.



Wickett
by Michael R. Burch

Wickett, sweet Ewok,
Wickett, old Soul,
Wicket, brave Warrior,
though no longer whole . . .

You gave us your All.
You gave us your Best.
You taught us to Love,
like all of the Blessed

Angels and Saints
of good human stock.
You barked the Great Bark.
You walked the True Walk.

Now Wickett, dear Child
and incorrigible Duffer,
we commend you to God
that you no longer suffer.

May you dash through the Stars
like the Wickett of old
and never feel hunger
and never know cold

and be reunited
with all our Good Tribe —
with Harmony and Paw-Paw
and Mary beside.

Go now with our Love
as the great Choir sings
that Wickett, our Wickett,
has at last earned his Wings!



The Resting Place
by Michael R. Burch

for Harmony

Sleep, then, child;
you were dearly loved.

Sleep, and remember
her well-loved face,

strong arms that would lift you,
soft hands that would move

with love’s infinite grace,
such tender caresses!

...

When autumn came early,
you could not stay.

Now, wherever you wander,
the wildflowers bloom

and love is eternal.
Her heart’s great room

is your resting place.

...

Await by the door
her remembered step,

her arms’ warm embraces,
that gathered you in.

Sleep, child, and remember.
Love need not regret

its moment of weakness,
for that is its strength,

And when you awaken,
she will be there,

smiling,
at the Rainbow Bridge.



Oz is the Boss!
by Michael R. Burch

Oz is the boss!
Because? Because...
Because of the wonderful things he does!

He barks like a tyrant
for treats and a hydrant;
his voice far more regal
than mere greyhound or beagle;
his serfs must obey him
or his yipping will slay them!

Oz is the boss!
Because? Because...
Because of the wonderful things he does!



Xander the Joyous
by Michael R. Burch

Xander the Joyous
came here to prove:
Love can be playful!
Love can have moves!

Now Xander the Joyous
bounds around heaven,
waiting for his mommies,
one of the SEVEN ―

the Seven Great Saints
of the Great Canine Race
who evangelize Love
throughout all Time and Space.

Amen



Mary, Mary
by Michael R. Burch

Mary, Mary,
sweet yet contrary,
how do your puppies grow?
With sugar and spice
and everything nice,
and Mama Beth loving them so!



Lady’s Favor: Ye Noble Ballade of Sir Dog and the Butterfly
by Michael R. Burch

Sir was such a gallant man!
When he saw his Lady cry
and beg him to send her a Butterfly,
what else could he do, but comply?

From heaven, he found a Monarch
regal and able to defy
north winds and a chilly sky;
now Sir has his wings and can fly!

When our gallant little dog Sir was unable to live any longer, my wife Beth asked him send her a sign, in the form of a butterfly, that Sir and her mother were reunited and together in heaven. It was cold weather, in the thirties. We rarely see Monarch butterflies in our area, even in the warmer months. But after Sir had been put to sleep, to spare him any further suffering, Beth found a Monarch butterfly in our back yard. It appeared to be lifeless, but she brought it inside, breathed on it, and it returned to life. The Monarch lived with us for another five days, with Beth feeding it fruit juice and Gatorade on a Scrubbie that it could crawl over like a flower. Beth is convinced that Sir sent her the message she had requested.



Solo’s Watch
by Michael R. Burch

Solo was a stray
who found a safe place to stay
with a warm and loving band,
safe at last from whatever cruel hand
made him flinch in his dreams.

Now he wanders the clear-running streams
that converge at the Rainbow’s End
and the Bridge where kind Angels attend
to all souls who are ready to ascend.

And always he looks for those
who hugged him and held him close,
who kissed him and called him dear
and gave him a home free of fear,
to welcome them to his home, here.



Buffy
by Michael R. Burch

Buffy is fluffy
but never stuffy.
Though she runs forever,
she never gets huffy.
The perfect puppy.



Prince Kiwi the Great
by Michael R. Burch

Kiwi’s
a ***-wee
but incredibly bright:
he sleeps half the day,
pretending it’s night!

Prince Kiwi
commands us
with his regal air:
“Come, humans, and serve me,
or I’ll yank your hair!”

Kiwi
cries “Kree! Kree!”
when he wants to be fed ...
suns, preens, flutters, showers,
then it’s off to bed.

Kiwi’s
a ***-wee
but incredibly bright:
he sleeps half the day,
pretending it’s night!

Kiwi is our family’s green-cheeked parakeet. Parakeets need to sleep around 12 hours per day, hence the pun on “bright” and “half the day.”

Keywords: dog, dogs, canine, love, loyal, loyalty, friendship, companionship, bark, barking, soul, soulful, sweet, bossy, angel, angels, heaven, Rainbow Bridge
These are poems about dogs and doggerel about dogs.
Rosas Jan 2017
Hace falta papel,
hace falta tinta,
las letras brotan solas,
hacen falta horas.

Alma salvaje y nocturna,
merodeadora impaciente,
que niega entregarse
a un Morfeo ausente.

Tristeza que evoca al dolor,
que evoca al sufrimiento,
donde el osado se regodea
al leer las palabras impresas,
no con tinta negra,
sino con lágrimas
de un simple ser.

No será la primera vez
que el osado se desvela,
un dolor igual
al pago de su sacrificio,
por entrever los sentimientos
del que también fue osado.

La noche nuestra musa,
misteriosa y atractiva,
como canto de sirena,
belleza de los mares.

Por siempre devota
mi alma a tu luna,
antaña luz
a tu filosofía oscura.

Profeta milenaria
de adorno espectral,
poema interminable
con descanso finito.

    Canción y plegaria,
    llanto escrito,
    llévate mi corazón
    y deja mi alma
    triste hasta el alba.
La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace aún arder?
La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.
A carne nada, nada
en la copa de sombra que me hace aún doler;
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón de mujer.
Ascua astral... He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah mujer!
Por eso ¡oh, ***** cáliz! aun cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo;
y piafan en mis carnes más ganas de beber!
¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras,
un soplo de las mágicas fragancias
que hicieron los delirios de las liras
en las Grecias, las Romas y las Francias.¡Suspira así! Revuelen las abejas,
al olor de la olímpica ambrosía,
en los perfumes que en el aire dejas;
y el dios de piedra se despierta y ría.Y el dios de piedra se despierte y cante
la gloria de los tirsos florecientes
en el gesto ritual de la bacante
de rojos labios y nevados dientes:En el gesto ritual que en las hermosas
Ninfalias guía a la divina hoguera,
hoguera que hace llamear las rosas
en las manchadas pieles de pantera.Y pues amas reír, ríe, y la brisa
lleve el son de los líricos cristales
de tu reír, y haga temblar la risa
la barba de Términos  joviales.Mira hacia el lado del boscaje, mira
blanquear el muslo de marfil de Diana,
y después de la Virgen,  la Hetaíra
diosa, blanca, rosa y rubia hermana.Pasa en busca de Adonis; sus aromas
deleitan a las rosas y los nardos;
síguela una pareja de palomas,
y hay tras ella una fuga de leopardos.¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas
galantes busco, en donde se recuerde,
al suave son de rítmicas orquestas,
la tierra de la luz y el mirto verde.(Los abates refieren aventuras
a las rubias marquesas. Soñolientos
filósofos defienden las ternuras
del amor, con sutiles argumentos,mientras que surge de la verde grama,
en la mano el acanto de Corinto,
una ninfa a quien puso un epigrama
Beaumarchais, sobre el mármol de su plinto.Amo más que la Grecia de los griegos
la Grecia de la Francia, porque Francia,
al eco de las Risas y los Juegos,
su más dulce licor Venus escancia.Demuestran más encantos y perfidias,
coronadas de flores y desnudas,
las diosas de Glodión  que las de Fidias;
unas cantan francés, otras son mudas.Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio
Houssaye  supera al viejo Anacreonte.
En París reinan el Amor y el Genio.
Ha perdido su imperio el dios bifronte.Monsieur Prudhomme y Homais no saben nada.
Hay Chipres, Pafos, Tempes y Amatuntes,
donde el amor de mi madrina, un hada,
tus frescos labios a los míos juntes).Sones de bandolín. El rojo vino
conduce un paje rojo. ¿Amas los sones
del bandolín, y un amor florentino?
Serás la reina en los decamerones,
la barba de los Términos joviales.(Un coro de poetas y pintores
cuenta historias picantes. Con maligna
sonrisa alegre aprueban los señores.
Clelia enrojece, una dueña se signa).¿O un amor alemán?-que no han sentido
jamás los alemanes-: la celeste
Gretchen; claro de luna; el aria; el nido
del ruiseñor; y en una roca agreste,la luz de nieve que del cielo llega
y baña a una hermosa que suspira
la queja vaga que a la noche entrega
Loreley en la lengua de la lira. Y sobre el agua azul el caballero
Lohengrín; y su cisne, cual si fuese
un cincelado témpano viajero,
con su cuello enarcado en forma de S.Y del divino Enrique Heine un canto,
a la orilla del Rhin; y del divino
Wolfang la larga cabellera, el manto;
y de la uva teutona el blanco vino.O amor lleno de sol, amor de España,
amor lleno de púrpuras y oros;
amor que da el clavel, la flor extraña
regada con la sangre de los toros;flor de gitanas, flor que amor recela,
amor de sangre y luz, pasiones locas;
flor que trasciende a clavo y a canela,
roja cual las heridas y las bocas.¿Los amores exóticos acaso...?
Como rosa de Oriente me fascinas:
me deleitan la seda, el oro, el raso.
Gautier adoraba a las princesas chinas.¡Oh bello amor de mil genuflexiones:
torres de kaolín, pies imposibles,
tasas de té, tortugas y dragones,
y verdes arrozales apacibles!Ámame en chino, en el sonoro chino
de Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios
poetas que interpretan el destino;
madrigalizaré junto a tus labios.Diré que eres más bella que la Luna:
que el tesoro del cielo es menos rico
que el tesoro que vela la importuna
caricia de marfil de tu abanico.Ámame japonesa, japonesa
antigua, que no sepa de naciones
occidentales; tal una princesa
con las pupilas llenas de visiones,que aun ignorase en la sagrada Kioto,
en su labrado camarín de plata
ornado al par de crisantemo y loto,
la civilización del Yamagata.O con amor hindú que alza sus llamas
en la visión suprema de los mitos,
 y hacen temblar en misteriosas bramas
la iniciación de los sagrados ritos.En tanto mueven tigres y panteras
sus hierros, y en los fuertes elefantes
sueñan con ideales bayaderas
los rajahs, constelados de brillantes.O negra, negra como la que canta
en su Jerusalén al rey hermoso,
negra que haga brotar bajo su planta
la rosa y la cicuta del reposo...Amor, en fin, que todo diga y cante,
amor que encante y deje sorprendida
a la serpiente de ojos de diamante
que está enroscada al árbol de la vida.Ámame así, fatal cosmopolita,
universal, inmensa, única, sola
y todas; misteriosa y erudita:
ámame mar y nube, espuma y ola.Sé mi reina de Saba, mi tesoro;
descansa en mis palacios solitarios.
Duerme. Yo encenderé los incensarios.
Y junto a mi unicornio cuerno de oro,
tendrán rosas y miel tus dromedarios.
Natalia Rivera Jan 2015
Una luz tenue me levanto, ¿qué hora será? Miro el rejo y son las 4:50 de la madrugada de algún martes. Me volteo para verlo plasmado, la obra de arte más bella del mundo; el. Esta dormido profundamente, debido a su insomnio es cosa de celebrar así que lo dejo dormir y tomo el abrigo que hay en el suelo. El bonito abrigo color azul de rayas que tanto me encanta, el mismo abrigo que horas antes me quito con la ternura y pasión de dos amantes. Una pequeña sonrisa brota de mis labios y continúo para la sala, atravieso el pasillo forrado de fotos. Fotos de él, fotos mías, fotos familiares, sus pinturas, llego a la cocina y miro por la ventana, ya casi amanece. Me sirvo un poco de agua en mi taza con forma de gato, en la mesa de la sala están las copas y el vino de anoche.
El estaba sentado en el sofá, con su camisa color negra y sus mahonés grises. Con la mitad de la copa vacía me miraba indescifrablemente. Yo estaba sentada en el suelo cerca de la chimenea, usaba mi lindo vestido de flores junto a su abrigo color azul de rayas y el pelo alborotado (como siempre).
-¿Qué te trae bailando en el cinturón de Orión? dice dándole el último sorbo a su copa.
- En lo bien que se te ven esos mahonés le contesto; seguido de unas miradas disfrazadas y unas cuantas risas  me anime a contarle lo que me pasaba realmente.
-Hay días que el miedo me invade, mi vida era bastante simple antes de tu aparición. Nada me quitaba el sueño, vivía viajando en mis libros y mis prioridades era mantener con vida a mi pez y conseguir dinero al final de día para poder sustentarme. Pero apareciste, de la nada, porque si y mi mundo fue un caos. Cartas, besos, caricias, charlas, malos hábitos, terrible humor, un artista, un genio, un sádico, un romántico, egocéntrico y niño. De eso se componían mis pensamientos, pase de depender de cómo terminaba el final de un libro a como terminaba cada una de sus palabras. Estaba enamorada como nunca antes y eso me asustaba. Estoy enamorada de ti y todas tus mañas, pero quiero que te quedes para siempre.

Podía verlo, la luz del fuego enfocaba su rostro a la perfección, el silencio era agobiante. Permanecía sentada de alguna forma extraña hasta que al fin lo vi caminar hacia mí; se sentó junto y me miraba con ojos perdidos, tomo mi rostro en sus deliciosas manos y me besó. Me besó despacio, permitiéndome respirar su aroma y saborear su alma. Entre caricias, besos y suspiros terminamos en la cama, aún vestidos, aún con ganas. Lentamente baja la cremallera del abrigo y me lo quita con esa sonrisa de picardía, como un niño comenzando una travesura. Una vez que el abrigo cae al suelo me mira y me dice “Te amo, mi pequeña niña y mi inmensa mujer”
El resplandor del sol hizo que retornara a la realidad, eran las 5:20 de la mañana y el seguía durmiendo. Abrí la puerta del balcón para saludar a mi madre, danzaba en las olas y en los rayos del sol, radiante como siempre. La playa estaba desierta, estaba desnuda así como me gusta; decidí entrarme en ella así camine hasta la orilla del agua y me senté.  Me sentía viva pero me di cuenta que algo me cubría de pies a cabeza; la melancolía. Lo quería, si lo miraba sabia que ese era el hombre al que amaría por el resto de mis días y tenía miedo. Miedo a que el no sintiera lo mismo, que no me viera como yo lo veo. Mi desfile de pensamientos fue interrumpido por un cálido beso en la cabeza, mi artista de había levantado. Traía una manta y un bulto,  la extendió y cubriéndome me pregunto ¿Qué haces medio desnuda con este frió sentada ahí? Necesitaba brisa con sabor a playa, le dije. Se quedo junto a mi callado durante un rato. Vimos como del océano brotaban las nubes y danzaban hasta llegar a lo más alto del cielo, también, a lo lejos en el muelle vimos a una pareja sacar su pequeño bote para pasar lo que parecía ser un excelente día.
Inesperadamente el toma mi mano y la besa, me acerca a él y al oído casi susurrando me dice
- Jamás encuentro las palabras correctas para expresarte cuán importante eres, y cuando las encuentro se me pierde el coraje para decirlas. La otra noche vi tu alma desnuda, te vi a ti con todos tus miedos y con todo el amor que tienes, entonces supe nuevamente porque te escogí para pasar el resto de mis días contigo. Has estado en cada paso que doy, aun sabiendo que alguno de esos pasos me alejaba de ti. Fuiste mi brújula cuando me encontraba extraviado, mi amiga cuando deseo hablar de cosas que no te interesan y has sido toda una diosa para mí en aspectos que ambos sabemos.  No soy muy bueno en esto, y sé que estas no son las palabras que deseas oír solo sé que te amo y lo haré hasta que mis ganas de plasmar tu sonrisa en un canva se vayan, hasta que me haya cansado de hacerte el amor, hasta el día en que me muera. Te amo, y no dejare que te marches de mi vida nunca.
El sonido de las olas cubría mis sollozos, las lagrimas bajaban por mis mejillas y las palabras no me salían. Lo mire y el tenia una inmensa sonrisa y sus ojos me miraban con ternura. Me quito ambas mantas y del bulto saco su abrigo azul de rayas, me lo puso y me dijo:
-Quédate conmigo para siempre.
Y le dije:
-Me quedare contigo hasta en las ocasiones que quieras estar solo.
Lo beso y le digo:
-Te amo, renacuajo
Me besa y me dice:
-Te amo, mi niña.
Segunda historia.
Cantar a ese gigante soberano
Que al soplo de su espíritu fecundo
Hizo triunfar el pensamiento humano,
Arrebatando al mar un nuevo mundo;
Cantar al que fue sabio entre los sabios,
Cantar al débil que humilló a los grandes,
Nunca osarán mi lira ni mis labios.
Forman su eterno pedestal los Andes,
El Popocatepelt su fe retrata,
Las pampas son sus lechos de coronas,
Su majestad refleja el Amazonas,
Y un himno a su poder tributa el Plata.

No es la voz débil que al vibrar expira,
La digna de su nombre; ¿puede tanto
La palabra fugaz?... ¿Quién no lo admira?
La mar, la inmensa mar, ésa es su lira,
Su Homero el sol, la tempestad su canto.

Cuando cual buzo audaz, mi pensamiento
Penetra del pasado en las edades,
Y mira bajo el ancho firmamento
De América las vastas soledades:
El inca dando al sol culto ferviente,
El araucano indómito y bravío,
El azteca tenaz que afirma el trono,
Adunando al saber el poderío:
¡A cuántas reflexiones me abandono!...
Todas esas sabanas calentadas
Por la luz tropical, llenas de flores,
Con sus selvas incultas, y sus bosques
Llenos de majestad; con sus paisajes
Cerrados por azules horizontes,
Sus montes de granito,
Sus volcanes de nieve coronados,
Semejando diamantes engarzados
En el esmalte azul del infinito;

Las llanuras soberbias e imponentes,
Que puebla todavía
En la noche sombría
El eco atronador de los torrentes;
Los hondos ventisqueros,
Las cordilleras siempre amenazantes,
Y al aire sacudiéndose arrogantes,
Abanicos del bosque, los palmeros;
No miro con mi ardiente fantasía
Sólo una tierra virgen que podría
Ser aquel legendario paraíso
Que sólo Adán para vivir tenía;
Miro las nuevas fecundantes venas
De un mundo a las grandezas destinado,
Con su Esparta y su Atenas,
Tan grande y tan feliz como ignorado.
Para poder cantarlo, busca el verso
Una lira con cuerdas de diamante,
Por único escenario el Universo,
Voz de huracán y aliento de gigante.

Que destrence la aurora
Sus guedejas de rayos en la altura:
Que los tumbos del mar con voz sonora
Pueblen con ecos dulces la espesura:
Que las aves del trópico, teñidas
Sus alas en el iris, su contento
Den con esas cadencias tan sentidas
Que van de selva en selva repetidas
Sobre las arpas que columpia el viento.
Venid conmigo a descorrer osados
El velo de los siglos ya pasados.

Tuvo don Juan Segundo
En Isabel de Portugal, la bella,
Un ángel, que más tarde fue la estrella
Que guió a Colón a descubrir un mundo.
El claro albor de su niñez tranquila
Se apagó en la tristeza y en el llanto.
En el triste y oscuro monasterio
Donde, envuelta en el luto y el misterio,
Fue Blanca de Borbón a llorar tanto.
Allí Isabel fortaleció su mente,
Y aquel claustro de Arévalo imponente
Fe le dio para entrar al mundo humano,
Dio vigor a su espíritu intranquilo,
Fue su primer asilo soberano,
Cual la Rábida fue primer asilo
Del Vidente del mundo americano.
Muerto Alfonso, su hermano,
En el convento de Ávila se encierra,
Y hasta allí van los grandes de la tierra,
Llenos de amor, a disputar su mano.
Ella da el triunfo de su amor primero
A su igual en grandeza y en familia,
Al que, rey de Sicilia,
Es de Aragón el príncipe heredero.
A tan gentil pareja
Con ensañado afán persigue y veja
De Enrique Cuarto la orgullosa corte;
Pero palpita el alma castellana
Que de Isabel en la gentil persona,
Más que la majestad de la corona,
Ve la virtud excelsa y soberana.
La España en Guadalete decaída,
Y luego en Covadonga renacida,
No vuelve a unirse, ni por grande impera,
Hasta que ocupa, sin rencor ni encono,
De Berenguela y Jaime el áureo trono,
El genio augusto de Isabel Primera.
Grande en su sencillez, es cual la aurora
Que al asomarse, todo lo ilumina;
Humilde en su piedad, cual peregrina
Va al templo en cada triunfo, y reza, y llora;
Nada a su gran espíritu le agobia:
Desbarata en Segovia
La infiel conjuración: libra a Toledo,
Fija de las costumbres la pureza,
El crimen blasonando en la nobleza
Castiga, vindicando al pueblo ibero:
Por todos con el alma bendecida,
Por todos con el alma idolatrada,
Rinde y toma vencida,
Edén de amores, la imperial Granada.
Dejadme que venere
A esa noble mujer... Llegóse un dia
En que un errante loco le pedía,
Ya por todos los reyes desdeñado,
Buscar un hemisferio, que veía
Allá en sus sueños por el mar velado.
No intento escudriñar el pensamiento
Del visionario que a Isabel se humilla.
¿La América es la Antilla
En que soñó Aristóteles? ¿La
Atlántida
Que Platón imagina en su deseo,
Y menciona en su diálogo el Timeo?
¿Escandinavos son los navegantes
Que cinco siglos antes
De que el insigne genovés naciera,
Fijo en Islandia su anhelar profundo,
Al piélago se arrojan animados,
Y son por ruda tempestad lanzados
A la región boreal del Nuevo Mundo?...
¡Yo no lo sé! Se ofusca la memoria
Entre la noche de la edad pasada;
Sólo hay tras esa noche una alborada:
Isabel y Colón: ¡la Fe y la Gloria!
¡Cuántos hondos martirios, cuántas penas
Sufrió Colón! ¡El dolo y la perfidia
Le siguen por doquier! ¡La negra envidia
Al vencedor del mar puso cadenas!
Maldice a Bobadilla y a Espinosa
La humanidad que amamantarlos plugo...
¡El hondo mar con voz estrepitosa
Aun grita maldición para el verdugo!
El mundo descubierto,
A hierro y viva sangre conquistado,
¿Fue solamente un lóbrego desierto?
¿Vive? ¿palpita? ¿crece? ¿ha progresado?
¡Ah sí! Tended la vista... Cien naciones,
Grandes en su riqueza y poderío,
Responden con sonoras pulsaciones
Al eco tosco del acento mío.
El suelo que Cortés airado y fiero,
Holló con planta osada,
Templando lo terrible de su espada
La dulzura y bondad del misionero,
Cual tuvo en Cuauhtemoc, que al mundo asombra
Tuvo después cien héroes: un Hidalgo,
Cuya palabra sempiterna vibra;
Un Morelos, en genio esplendoroso;
¡Un Juárez, el coloso
Que de la Europa y su invasión lo libra!
Bolívar, en Santa Ana y Carabobo,
Y en Ayacucho Sucre, son dos grandes,
Son dos soles de América en la historia,
Que tienen hoy por pedestal de gloria
Las cumbres gigantescas de los Andes.
¡Junín! el solo nombre
De esta epopeya mágica engrandece
El lauro inmarcesible de aquel hombre,
Que un semidiós al combatir parece.
Sucre, Silva, Salom, Córdoba y Flores,
Colombia, Lima, Chile, Venezuela,
En el Olimpo para todos vuela
La eterna fama, y con amor profundo
La ciñe eterna y fúlgida aureola:
¡Gigantes de la América española,
Hoy tenéis por altar al Nuevo Mundo!
Ningún rencor nuestro cariño entraña:
Del Chimborazo, cuya frente baña
El astro que a Colombia vivifica,
A la montaña estrella,
Que frente al mar omnipotente brilla,
Resuena dulce, sonorosa y bella
El habla de Castilla:
Heredamos su arrojo, su fe pura,
Su nobleza bravía.

¡Oh, España! juzgo mengua
Lanzarte insultos con tu propia lengua;
Que no cabe insultar a la hidalguía.
En nombre de Isabel, justa y piadosa,
En nombre de Colón, ningún agravio
Para manchar tu historia esplendorosa
Verás brotar de nuestro humilde labio.
¡A Colón, a Isabel el lauro eterno!
Abra el Olimpo su dorada puerta,
Y ofrezca un trono a su sin par grandeza:
Resuene en nuestros bosques el arrullo
Del aura errante entre doradas pomas:
Las flores en capullo
Denles por grato incienso sus aromas:
El volcán, pebetero soberano,
Arda incesante en blancas aureolas,
Y un himno cadencioso el mar indiano
Murmure eterno con sus verdes olas...
El universo en coro
Con arpas de cristal, con liras de oro,
Al ver a los latinos congregados,
Ensalce ante los pueblos florecientes
Por la América misma libertados,
Aquellos genios, soles esplendentes
De Colón e Isabel, y con profundo
Respeto santo y con amor bendito,
Libre, sereno, eterno, sin segundo,
Resuene sobre el Cosmos este grito:
¡Gloria al descubridor del Nuevo Mundo!
¡Gloria a Isabel, por quien miró cumplida
Su gigantesca empresa soberana!
¡Gloria, en fin, a la tierra prometida,
La libre y virgen tierra americana!
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!

Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!

Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

Es la hora de partir. Oh abandonado!
Una voz ancestral,
un tambor africano
y un verso elemental
peruano.
El ***** en el Perú
actualmente no sufre,
ya no hay esclavitud
ni azufre.
Le dieron tibio baño
en tina de jabón
porque en su ama dio el germen
que no tuvo el patrón.
Del seno de mi abuela
a mi madre brindó,
el hijo del amito
mamó, mamó, mamó.
Y mi abuelo con su amo
en la Casa ´e Jarana
cantujaron de alirio,
cantujaron replana.
Y en la casa ´e jarana
-con el Amito Viejo-
bailaron mis hermanas
zamacueca y festejo.
El padre de mi amito
de mi abuela gustó
y mi abuelo a su amita burló.
Yo le dijera "primo"
a ese blanco travieso
de cabello enrizao
y de labio muy grueso...
El ***** en el Perú
actualmente no sufre,
ya no hay esclavitud
ni azufre.
Más ha sufrido el *****
nuestro hermano de Cuba
descendiente directo
nagó, yoruba.
Más ha sufrido el *****
muerto en Santo Domingo
por los diarios abusos del ******.
Más ha sufrido el *****
cantor de Panamá
que el ***** jaranista
de acá.
Más ha sufrido el *****
labrador de Haití
que el zambo guaragüero
de aquí.
Más ha sufrido el *****
del morro y la favela
que mi padre y mi madre
y mi abuela.
En fin, más sufre el *****
de Harlem a Lousiana
que nuestra gente negra
peruana...
 
Y al "problema del *****"
-segregación racial-
el mundo permanece
neutral.
Quiero aguda mi rima
como ***** de lanza.
Que otra mano la esgrima
si alcanza.
Yo jamás con voz hurgo
perentoria.
Yo ja... ¡Johanesburgo!
¡Pretoria!
Cuando en Johannesburgo
llegue el "Día de Sangre"
yo quiero estar allí,
compadre.
Cuando en Johannesburgo
llegue el "Día de Sangre"
debemos estar todos
¡Hijos de negra madre!
Con la voz ancestral
el machete en la mano
y el verso elemental
hermano.
¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!
¿Hay algo en esta vida
Toda dolores,
Más tierno que los niños
Y que las flores?
¿Hay símbolo más dulce,
Más elocuente,
Que diga lo que el alma
Callando siente?
Mirad... cierran el campo
Los horizontes;
Son murallas azules
Los altos montes.
En sus cimas se posa
La blanca nube
Que del tranquilo lago
Ligera sube.
El sol quiebra sus rayos
En la cascada,
Y ios vientos suspiran
En la enramada.
Sobre el enhiesto roble
Tosco y severo,
Entre las verdes hojas
Canta el jilguero.
La parvada de tordos
Rauda se aleja,
Y en los lirios azules
Zumba la abeja.
Luce el granado flores
Como escarlata,
Las azucenas fingen
Copas de plata;
Y en naranjos que mecen
Doradas pomas,
Cantoras de la tarde
Son las palomas.
Al son de los arroyos
Murmuradores
Se duelen y se plañen
Los ruiseñores,
Y en los alegres prados
Y en las colinas,
¡Qué alegres van y vuelven
Las golondrinas!
¡Cómo brillan los rayos
Del sol fecundo!
¡Qué jardín tan risueño
Parece el mundo!
Es porque está de gala
Natura entera;
Es porque está reinando
La Primavera,
Y no hay en esta vida,
Toda dolores,
Nada tan expresivo
Como las flores.
Una flor en el pecho
Del ser amado,
Es la llave de un cielo
Siempre anhelado.
Allí encuentra la vida
Que el alma quiere,
Y al fuego de esa vida
Marchita muere.
Que así en amores miran
Los corazones,
Morir como las rosas
Las ilusiones.
En la iglesia más pobre,
Más solitaria,
Es un ramo de flores
Una plegaria:
Que sus hojas que adornan
El templo santo
La fe las humedece
Con tierno llanto;
Y la fe con sus alas
De raudo vuelo,
Oración y perfume
Remonta al cielo.
Cual corona de estrellas
Los azahares
Brillan en blancas frentes
En los altares:
¿Qué diadema más digna
De la belleza?
¿Qué símbolo más tierno
De la pureza?...
¡Ay! también en las tumbas
Las flores crecen;
Ni se cansan, ni olvidan,
Ni desfallecen.
Allí, lejos del brillo
Del mundo vano,
Crecen sobre la madre,
Sobre el hermano.
Que el manto del olvido
La tumba envuelva:
Sobre él tiende sus flores
La madreselva.
La memoria de un muerto
Queda perdida;
La flor es una hermana
Que nunca olvida,
Y de la helada tumba
Bajo el abrigo,
Dice al que duerme solo:
«Yo estoy contigo».
¡Ay! son flores hermosas
Las ilusiones
Que embriagan y adormecen
Los corazones.
Allá en la Primavera
¡Cuántas nacieron!
Unas se marchitaron,
Otras se fueron,
Y sobre elcampo estéril
De los dolores,
Son cardos los recuerdos:
¡Qué tristes flores!
El campo que hoy alegra
La luz del día,
Lo secará diciembre
Con mano fría;
Pero pronto, a ios besos
Del sol ardiente,
Tornará su belleza
Más esplendente.
Y abrirán sus nectarios
En las corolas,
Los lirios, las violetas,
Las amapolas.
Tendrá rumor la fuente,
Aroma el prado,
El jardín mariposas,
Fruto el granado;
Y sonarán los cantos
Dulces, sentidos,
De avecillas que pueblen
Los nuevos nidos.
Así también el alma
Que sufre y llora,
Tras de la negra noche
Tiene su aurora.
A cuántos bellos nombres
Su luz alcanza
Se llama fe, ventura,
Gloria, esperanza;
Que si son cual invierno
Las decepciones,
¡Tienen su primavera
Las ilusiones!
Se llora una esperanza
Que se derrumba,
Y luego crecen flores
Sobre su tumba.
Fecunda el alma humana
Como la tierra,
Gérmenes de ventura
Constante encierra,
Y halla, para consuelo
De sus dolores:
¡La mujer! ¡La más bella
Flor de las flores!
Esta crônica é resultado de uma conversa que eu teria com o velho companheiro de lutas Chico da Cátia. Era um companheiro de toda hora, sempre pronto a dar ajuda a quem quer que fosse. Sua viúva, a Cátia, é professora da rede pública estadual do Rio de Janeiro e ele adquiriu esse apelido devido a sua obediência a ela, pois sempre que estávamos numa reunião ou assembleia ou evento, qualquer coisa e ela dissesse "vamos embora!", o Chico obedecia, e, ao se despedir dizia: com mulher, não se discute. Apertava a mão dos amigos e partia.

Hoje, terceiro domingo do janeiro de 2015, estou cercado. Literalmente cercado. Cercado sim e cercado sem nenhum soldado armado até aos dentes tomando conta de mim. Não há sequer um helicoptero das forças armadas americanas sobrevoando o meu prédio equipado com mísseis terra-ar para exterminar-me ao menor movimento, como está acontecendo agorinha em algum lugar do oriente asiático. Estou dentro de um apartamento super ventilado, localizado próximo a uma área de reserva da mata atlântica, local extremamente confortável, mas cercado de calor por todos os lados, e devido ao precário abastecimento de água na região, sequer posso ficar tomando um banhozinho de hora em hora, pois a minha caixa d'água está pela metade. Hoje, estou tão cercado que sequer posso sair cidade a fora, batendo pernas, ou melhor, chinelos, pegar ônibus ou metrô ou BRTs e ir lá na casa daquele velho companheiro de lutas Chico da Cátia, no Morro do Falet, em Santa Tereza, para pormos as ideias em dia. É que a mulher saiu, foi para a casa da maezinha dela e como eu tinha dentista ontem, não fui também e estou em casa, cercado também pelo necessário repouso orientado pelo médico, que receitou-me cuidados com o calor devido ao dente estar aberto.

Mas, firulas à parte, lembro-me de uma conversa que tive com o Chico após a eleição do Tancredo pelo colégio eleitoral, que golpeou as DIRETAS JÁ, propostas pelo povo, na qual buscávamos entender os interesses por detrás disso, uma vez que as eleições diretas não representavam nenhuma ameaça ao Poder Burguês no Brasil, aos interesses do capital, e até pelo contrário, daria uma fachada "democrática ao país" Nessa conversa, eu e o Chico procuramos esmiuçar os segmentos da burguesia dominante no Brasil, ao contrário do conceito de "burguesia brasileira" proposto pela sociologia dos FHCs da vida. Chegamos à conclusão de que ela também se divide, tem contradições internas e nos seus embates, o setor hegemônico do capital é quem predominar. Nesse quesito nos detivemos um bom tempo debatendo, destrinçando os comportamento orgânicos do capital, e concluímos que o liberalismo, fantasiado de neo ou não, é liberal até o momento em que seus interesses são atingidos, muitas vezes por setores da própria burguesia; nesses momentos, o setor dominante, hegemônico, lança mão do que estiver ao seu alcance, seja o aparelho legislativo, o judiciário e, na falta do executivo, serve qualquer instrumento de força, como eliminação física dos seus opositores, golpe de mídia ou golpe de estado, muitas vezes por dentro dos próprios setores em disputa, como se comprovou com a morte de Tancredo Neves, de Ulisses Guimarães e de uma série de próceres da burguesia, mortos logo a seguir.

Porém, como disse, hoje estou cercado. Cercado por todos os lados, cercado até politicamente, pois os instrumentos democratizantes do meu país estão dominados pelos instrumentos fascistizantes da sociedade. É que a burguesia tem táticas bastante sutis de penetração, de corrosão do poder de seus adversários e atua de modo tão venal que é quase impossível comprovar as suas ações. Ninguém vai querer concordar comigo em que os setores corruptos da esquerda sejam "arapongas" da direita; que os "ratos" que enchem o país de ONGs, só pra sugar verbas públicas com pseudo-projetos sociais, sejam "arapongas" da direita; que os ratazanas que usam a CUT, o MST, o Movimento por Moradia, e controlam os organismos de políticas sociais do país sejam "arapongas" da direita; que os LULAS, lulista e cia, o PT, a Dilma etc, sejam a própria direita; pois do contrário, como se explica a repressão aos movimentos sociais, como se explica a criminalização das ações populares em manifestações pelo país a fora? Só vejo uma única resposta: Está fora do controle "DELLES!"

Portanto, como disse, estou cercado. Hoje, num domingo extremamente quente, com parco provimento de água, não posso mais, sequer, ir à casa do meu amigo Chico da Cátia. Ela, já está com a idade avançada, a paciência esgotada de tanto lutar por democracia, não aguenta mais sair e participar dos movimentos sociais, e eu sou obrigado a ficar no meu canto, idoso e só, pois o Chico já está "na melhor!"; não disponho mais dele para exercitar a acuidade ideológica e não me permitir ser um "maria vai com as outras" social, um alienado no meio da *****, um zé-niguém na multidão, o " boi do Raul Seixas": "Vocês que fazem parte dessa *****, que passa nos projetos do futuro..."  Por exemplo, queria conversar com ele sobre esse "CASO CHARLIE HEBDO", lá da França, em que morreu um monte de gente graças a uma charge. Mas ele objetaria; "Uma charge?!" É verdade. Não foi a charge que matou um monte de gente, não foi o jornal que matou um monte de gente, não foram os humoristas que mataram um monte de gente. Assim como na morte de Tancredo Neves e tantos membros da própria burguesia no Brasil, quem matou um monte de gente é o instrumento fascistizante da sociedade mundial, ou seja, a disputa orgânica do capital, a concorrência entre o capital ocidental e o capital oriental, que promove o racismo e vende armas, que promove a intolerância religiosa e vende armas, que promove as organizações terroristas em todo o mundo e vende armas; que vilipendia as liberdades humanas intrínsecas, pisoteia a dignidade mais elementar, como o direito à crença, como o respeito etnico, a liberdade de escolhas, as opções sexuais, e o que é pior, chama isso de LIBERDADE e comete crimes hediondos em nome da Liberdade de Imprensa, da Liberdade de Expressão,  a ponto de a ministra da justiça francesa, uma mulher, uma negra, alguém que merece respeito, ser comparada com uma macaca, e ninguém falar nada. Com toda certeza do mundo, eu e o Chico jamais seremos CHARLIE....  

Rui Serra Jul 2014
O manto ***** da noite cai sobre a cidade, o vento sopra por entre o vazio das ruas. Lá longe a silhueta da pessoa que amo desaparece tal e qual o fumo, e eu continuo só por entre as muralhas da vida.

— The End —