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Kiara del Valle Mar 2014
Le susurrare a su cuello lo que no le puedo decir a usted

Llamaré su atención con la vaga excusa de querer perderme en sus ojos otra vez


Me convertiré en la epítome de su felicidad

Apretare sus curvas al compás, sin maldad


Seré todo lo que usted quiera que yo sea

Sera suya, seré de nadie


En sus manos encontraré el trabajo

En mis manos encontrará el centro de mando


Dormiré pensando en usted y en todo lo que no puedo hacer

Dormirá pensando en el y todo lo que no pudieron hacer


Pienso seguir soñando con su esencia hasta que me convierta en monigote

Monigote de sus caricias

De su mujeril delicia
Un Padre Porto que ora y hace verso
dióme tu estampa desasida en santo.
Ya te tengo en mi fe y entre mi canto,
en alba de oro y en tramonto adverso.

Bordo de perlas tu sotana pobre,
porque te amo y en tu lujo gozo.
Si hacer tal cosa tan pagana, oso,
perdone Dios mi mujeril trasobre.

Juan Bosco el padre cobijó tu ala
y bien saliste de su invicto tino.
¡Tan alto vas en la divina escala!

Domingo Dominguito a quien destino
le dio rosario y no formón o pala:
Yo estoy aquí para alabar tu sino.
¿Cómo será esta sed constante de veneros
femeninos, de agua que huye y que regresa?
¿Será este afán perenne, franciscano o polígamo?
Yo no sé si está presa
mi devoción en la alta
locura del primer
teólogo que soñó con la primera infanta,
o si, atávicamente, soy árabe sin cuitas
que siempre está de vuelta de la cruel continencia
del desierto, y que en medio de un júbilo de huríes,
las halla a todas bellas y a todas favoritas.
No sé... Mas que en la hora reseca e impotente
de mi vejez, no falte la tónica tibieza
mujeril, providente
con los reyes caducos que ligaban las hoces
de Israel, y cantaban
en salmos, y dormían sobre pieles feroces.

— The End —