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Yo, Beremundo el Lelo, surqué todas las rutas
y probé todos los mesteres.
Singlando a la deriva, no en orden cronológico ni lógico -en sin orden-
narraré mis periplos, diré de los empleos con que
nutrí mis ocios,
distraje mi hacer nada y enriquecí mi hastío...;
-hay de ellos otros que me callo-:
Catedrático fui de teosofía y eutrapelia, gimnopedia y teogonía y pansofística en Plafagonia;
barequero en el Porce y el Tigüí, huaquero en el Quindío,
amansador mansueto -no en desuetud aún- de muletos cerriles y de onagros, no sé dónde;
palaciego proto-Maestre de Ceremonias de Wilfredo el Velloso,
de Cunegunda ídem de ídem e ibídem -en femenino- e ídem de ídem de Epila Calunga
y de Efestión -alejandrino- el Glabro;
desfacedor de entuertos, tuertos y malfetrías, y de ellos y ellas facedor;
domeñador de endriagos, unicornios, minotauros, quimeras y licornas y dragones... y de la Gran Bestia.

Fui, de Sind-bad, marinero; pastor de cabras en Sicilia
si de cabriolas en Silesia, de cerdas en Cerdeña y -claro- de corzas en Córcega;
halconero mayor, primer alcotanero de Enguerrando Segundo -el de la Tour-Miracle-;
castrador de colmenas, y no de Casanovas, en el Véneto, ni de Abelardos por el Sequana;
pajecillo de altivas Damas y ariscas Damas y fogosas, en sus castillos
y de pecheras -¡y cuánto!- en sus posadas y mesones
-yo me era Gerineldos de todellas y trovador trovadorante y adorante; como fui tañedor
de chirimía por fiestas candelarias, carbonero con Gustavo Wasa en Dalecarlia, bucinator del Barca Aníbal
y de Scipión el Africano y Masinisa, piloto de Erik el Rojo hasta Vinlandia, y corneta
de un escuadrón de coraceros de Westmannlandia que cargó al lado del Rey de Hielo
-con él pasé a difunto- y en la primera de Lutzen.

Fui preceptor de Diógenes, llamado malamente el Cínico:
huésped de su tonel, además, y portador de su linterna;
condiscípulo y émulo de Baco Dionisos Enófilo, llamado buenamente el Báquico
-y el Dionisíaco, de juro-.

Fui discípulo de Gautama, no tan aprovechado: resulté mal budista, si asaz contemplativo.
Hice de peluquero esquilador siempre al servicio de la gentil Dalilah,
(veces para Sansón, que iba ya para calvo, y -otras- depilador de sus de ella óptimas partes)
y de maestro de danzar y de besar de Salomé: no era el plato de argento,
mas sí de litargirio sus caderas y muslos y de azogue también su vientre auri-rizado;
de Judith de Betulia fui confidente y ni infidente, y -con derecho a sucesión- teniente y no lugarteniente
de Holofernes no Enófobo (ni enófobos Judith ni yo, si con mesura, cautos).
Fui entrenador (no estrenador) de Aspasia y Mesalina y de Popea y de María de Mágdalo
e Inés Sorel, y marmitón y pinche de cocina de Gargantúa
-Pantagruel era huésped no nada nominal: ya suficientemente pantagruélico-.
Fui fabricante de batutas, quebrador de hemistiquios, requebrador de Eustaquias, y tratante en viragos
y en sáficas -algunas de ellas adónicas- y en pínnicas -una de ellas super-fémina-:
la dejé para mí, si luego ancló en casorio.
A la rayuela jugué con Fulvia; antes, con Palamedes, axedrez, y, en época vecina, con Philidor, a los escaques;
y, a las damas, con Damas de alto y bajo coturno
-manera de decir: que para el juego en litis las Damas suelen ir descalzas
y se eliden las calzas y sustentadores -no funcionales- en las Damas y las calzas en los varones.

Tañí el rabel o la viola de amor -casa de Bach, búrguesa- en la primicia
de La Cantata del Café (pre-estreno, en familia protestante, privado).
Le piqué caña jorobeta al caballo de Atila
-que era un morcillo de prócer alzada: me refiero al corcel-;
cambié ideas, a la par, con Incitato, Cónsul de Calígula, y con Babieca,
-que andaba en Babia-, dándole prima
fui zapatero de viejo de Berta la del gran pie (buen pie, mejor coyuntura),
de la Reina Patoja ortopedista; y hortelano y miniaturista de Pepino el Breve,
y copero mayor faraónico de Pepe Botellas, interino,
y porta-capas del Pepe Bellotas de la esposa de Putifar.

Viajé con Julio Verne y Odiseo, Magallanes y Pigafetta, Salgan, Leo e Ibn-Batuta,
con Melville y Stevenson, Fernando González y Conrad y Sir John de Mandeville y Marco Polo,
y sólo, sin De Maistre, alredor de mi biblioteca, de mi oploteca, mi mecanoteca y mi pinacoteca.
Viajé también en tomo de mí mismo: asno a la vez que noria.

Fui degollado en la de San Bartolomé (post facto): secundaba a La Môle:
Margarita de Valois no era total, íntegramente pelirroja
-y no porque de noche todos los gatos son pardos...: la leoparda,
las tres veces internas, íntimas, peli-endrina,
Margarita, Margotón, Margot, la casqui-fulva...-

No estuve en la nea nao -arcaica- de Noé, por manera
-por ventura, otrosí- que no fui la paloma ni la medusa de esa almadía: mas sí tuve a mi encargo
la selección de los racimos de sus viñedos, al pie del Ararat, al post-Diluvio,
yo, Beremundo el Lelo.

Fui topógrafo ad-hoc entre El Cangrejo y Purcoy Niverengo,
(y ad-ínterim, administré la zona bolombólica:
mucho de anís, mucho de Rosas del Cauca, versos de vez en cuando),
y fui remero -el segundo a babor- de la canoa, de la piragua
La Margarita (criolla), que navegó fluvial entre Comiá, La Herradura, El Morito,
con cargamentos de contrabando: blancas y endrinas de Guaca, Titiribí y Amagá, y destilados
de Concordia y Betulia y de Urrao...
¡Urrao! ¡Urrao! (hasta hace poco lo diríamos con harta mayor razón y con aquese y este júbilos).
Tras de remero de bajel -y piloto- pasé a condueño, co-editor, co-autor
(no Coadjutor... ¡ni de Retz!) en asocio de Matías Aldecoa, vascuence, (y de un tal Gaspar von der Nacht)
de un Libraco o Librículo de pseudo-poemas de otro quídam;
exploré la región de Zuyaxiwevo con Sergio Stepánovich Stepansky,
lobo de donde se infiere, y, en más, ario.

Fui consejero áulico de Bogislao, en la corte margravina de Xa-Netupiromba
y en la de Aglaya crisostómica, óptima circezuela, traidorcilla;
tañedor de laúd, otra vez, y de viola de gamba y de recorder,
de sacabuche, otrosí (de dulzaina - otronó) y en casaciones y serenatas y albadas muy especializado.
No es cierto que yo fuera -es impostura-
revendedor de bulas (y de mulas) y tragador defuego y engullidor de sables y bufón en las ferias
pero sí platiqué (también) con el asno de Buridán y Buridán,
y con la mula de Balaám y Balaám, con Rocinante y Clavileño y con el Rucio
-y el Manco y Sancho y don Quijote-
y trafiqué en ultramarinos: ¡qué calamares -en su tinta-!,
¡qué Anisados de Guarne!, ¡qué Rones de Jamaica!, ¡qué Vodkas de Kazán!, ¡qué Tequilas de México!,
¡qué Néctares de Heliconia! ¡Morcillas de Itagüí! ¡Torreznos de Envigado! ¡Chorizos de los Ballkanes! ¡Qué Butifarras cataláunicas!
Estuve en Narva y en Pultawa y en las Queseras del Medio, en Chorros Blancos
y en El Santuario de Córdova, y casi en la de San Quintín
(como pugnaban en el mismo bando no combatí junto a Egmont por no estar cerca al de Alba;
a Cayetana sí le anduve cerca tiempo después: preguntádselo a Goya);
no llegué a tiempo a Waterloo: me distraje en la ruta
con Ida de Saint-Elme, Elselina Vanayl de Yongh, viuda del Grande Ejército (desde antaño... más tarde)
y por entonces y desde años antes bravo Edecán de Ney-:
Ayudante de Campo... de plumas, gongorino.
No estuve en Capua, pero ya me supongo sus mentadas delicias.

Fabriqué clavicémbalos y espinetas, restauré virginales, reparé Stradivarius
falsos y Guarnerius apócrifos y Amatis quasi Amatis.
Cincelé empuñaduras de dagas y verduguillos, en el obrador de Benvenuto,
y escriños y joyeles y guardapelos ad-usum de Cardenales y de las Cardenalesas.
Vendí Biblias en el Sinú, con De la Rosa, Borelly y el ex-pastor Antolín.
Fui catador de tequila (debuté en Tapachula y ad-látere de Ciro el Ofiuco)
y en México y Amecameca, y de mezcal en Teotihuacán y Cuernavaca,
de Pisco-sauer en Lima de los Reyes,
y de otros piscolabis y filtros muy antes y después y por Aná del Aburrá, y doquiérase
con El Tarasco y una legión de Bacos Dionisos, pares entre Pares.
Vagué y vagué si divagué por las mesillas del café nocharniego, Mil Noches y otra Noche
con el Mago de lápiz buido y de la voz asordinada.
Antes, muy antes, bebí con él, con Emmanuel y don Efe y Carrasca, con Tisaza y Xovica y Mexía y los otros Panidas.
Después..., ahora..., mejor no meneallo y sí escanciallo y persistir en ello...

Dicté un curso de Cabalística y otro de Pan-Hermética
y un tercero de Heráldica,
fuera de los cursillos de verano de las literaturas bereberes -comparadas-.
Fui catalogador protonotario en jefe de la Magna Biblioteca de Ebenezer el Sefardita,
y -en segundo- de la Mínima Discoteca del quídam en referencia de suso:
no tenía aún las Diabelli si era ya dueño de las Goldberg;
no poseía completa la Inconclusa ni inconclusa la Décima (aquestas Sinfonías, Variaciones aquesas:
y casi que todello -en altísimo rango- tan Variaciones Alredor de Nada).

Corregí pruebas (y dislates) de tres docenas de sota-poetas
-o similares- (de los que hinchen gacetilleros a toma y daca).
Fui probador de calzas -¿prietas?: ceñidas, sí, en todo caso- de Diana de Meridor
y de justillos, que así veníanle, de estar atán bien provista
y atán rebién dotada -como sabíalo también y así de bien Bussy d'Amboise-.
Temperé virginales -ya restaurados-, y clavecines, si no como Isabel, y aunque no tan baqueano
como ése de Eisenach, arroyo-Océano.
Soplé el ***** bufón, con tal cual incongruencia, sin ni tal cual donaire.
No aporreé el bombo, empero, ni entrechoqué los címbalos.

Les saqué puntas y les puse ribetes y garambainas a los vocablos,
cuando diérame por la Semasiología, cierta vez, en la Sorbona de Abdera,
sita por Babia, al pie de los de Úbeda, que serán cerros si no valen por Monserrates,
sin cencerros. Perseveré harto poco en la Semántica -por esa vez-,
si, luego retorné a la andadas, pero a la diabla, en broma:
semanto-semasiólogo tarambana pillín pirueteante.
Quien pugnó en Dénnevitz con Ney, el peli-fulvo
no fui yo: lo fue mi bisabuelo el Capitán...;
y fue mi tatarabuelo quien apresó a Gustavo Cuarto:
pero sí estuve yo en la Retirada de los Diez Mil
-era yo el Siete Mil Setecientos y Setenta y Siete,
precisamente-: releed, si dudaislo, el Anábasis.
Fui celador intocable de la Casa de Tócame-Roque, -si ignoré cuyo el Roque sería-,
y de la Casa del Gato-que-pelotea; le busqué tres pies al gato
con botas, que ya tenía siete vidas y logré dar con siete autores en busca de un personaje
-como quien dice Los Siete contra Tebas: ¡pobre Tebas!-, y ya es jugar bastante con el siete.
No pude dar con la cuadratura del círculo, que -por lo demás- para nada hace falta,
mas topé y en el Cuarto de San Alejo, con la palanca de Arquimedes y con la espada de Damocles,
ambas a dos, y a cual más, tomadas del orín y con más moho
que las ideas de yo si sé quién mas no lo digo:
púsome en aprietos tal doble hallazgo; por más que dije: ¡Eureka! ...: la palanca ya no servía ni para levantar un falso testimonio,
y tuve que encargarme de tener siempre en suspenso y sobre mí la espada susodicha.

Se me extravió el anillo de Saturno, mas no el de Giges ni menos el de Hans Carvel;
no sé qué se me ficieron los Infantes de Aragón y las Nieves de Antaño y el León de Androcles y la Balanza
del buen Shylock: deben estar por ahí con la Linterna de Diógenes:
-¿mas cómo hallarlos sin la linterna?

No saqué el pecho fuera, ni he sido nunca el Tajo, ni me di cuenta del lío de Florinda,
ni de por qué el Tajo el pecho fuera le sacaba a la Cava,
pero sí vi al otro don Rodrigo en la Horca.
Pinté muestras de posadas y mesones y ventas y paradores y pulquerías
en Veracruz y Tamalameque y Cancán y Talara, y de riendas de abarrotes en Cartagena de Indias, con Tisaza-,
si no desnarigué al de Heredia ni a López **** tuerto -que era bizco-.
Pastoreé (otra vez) el Rebaño de las Pléyades
y resultaron ser -todellas, una a una- ¡qué capretinas locas!
Fui aceitero de la alcuza favorita del Padre de los Búhos Estáticos:
-era un Búho Sofista, socarrón soslayado, bululador mixtificante-.
Regí el vestier de gala de los Pingüinos Peripatéticos,
(precursores de Brummel y del barón d'Orsay,
por fuera de filósofos, filosofículos, filosofantes dromomaníacos)
y apacenté el Bestiario de Orfeo (delegatario de Apollinaire),
yo, Beremundo el Lelo.

Nada tuve que ver con el asesinato de la hija del corso adónico Sebastiani
ni con ella (digo como pesquisidor, pesquisante o pesquisa)
si bien asesoré a Edgar Allan Poe como entomólogo, cuando El Escarabajo de Oro,
y en su investigación del Doble Asesinato de la Rue Morgue,
ya como experto en huellas dactilares o quier digitalinas.
Alguna vez me dio por beberme los vientos o por pugnar con ellos -como Carolus
Baldelarius- y por tomar a las o las de Villadiego o a las sus calzas:
aquesas me resultaron harto potables -ya sin calzas-; ellos, de mucho volumen
y de asaz poco cuerpo (si asimilados a líquidos, si como justadores).
Gocé de pingües canonjías en el reinado del bonachón de Dagoberto,
de opíparas prebendas, encomiendas, capellanías y granjerías en el del Rey de los Dipsodas,
y de dulce privanza en el de doña Urraca
(que no es la Gazza Ladra de Rossini, si fuéralo
de corazones o de amantes o favoritos o privados o martelos).

Fui muy alto cantor, como bajo cantante, en la Capilla de los Serapiones
(donde no se sopranizaba...); conservador,
conservador -pero poco- de Incunables, en la Alejandrina de Panida,
(con sucursal en El Globo y filiales en el Cuarto del Búho).

Hice de Gaspar Hauser por diez y seis hebdémeros
y por otras tantas semanas y tres días fui la sombra,
la sombra misma que se le extravió a Peter Schlémil.

Fui el mozo -mozo de estribo- de la Reina Cristina de Suecia
y en ciertas ocasiones también el de Ebba Sparre.
Fui el mozo -mozo de estoques- de la Duquesa de Chaumont
(que era de armas tomar y de cálida sélvula): con ella pus mi pica en Flandes
-sobre holandas-.

Fui escriba de Samuel Pepys -¡qué escabroso su Diario!-
y sustituto suyo como edecán adjunto de su celosa cónyuge.
Y fuí copista de Milton (un poco largo su Paraíso Perdido,
magüer perdido en buena parte: le suprimí no pocos Cantos)
y a la su vera reencontré mi Paraíso (si el poeta era
ciego; -¡qué ojazos los de su Déborah!).

Fui traductor de cablegramas del magnífico Jerjes;
telefonista de Artajerjes el Tartajoso; locutor de la Esfinge
y confidente de su secreto; ventrílocuo de Darío Tercero Codomano el Multilocuo,
que hablaba hasta por los codos;
altoparlante retransmisor de Eubolio el Mudo, yerno de Tácito y su discípulo
y su émulo; caracola del mar océano eólico ecolálico y el intérprete
de Luis Segundo el Tartamudo -padre de Carlos el Simple y Rey de Gaula.
Hice de andante caballero a la diestra del Invencible Policisne de Beocia
y a la siniestra del Campeón olímpico Tirante el Blanco, tirante al blanco:
donde ponía el ojo clavaba su virote;
y a la zaga de la fogosa Bradamante, guardándole la espalda
-manera de decir-
y a la vanguardia, mas dándole la cara, de la tierna Marfisa...

Fui amanuense al servicio de Ambrosio Calepino
y del Tostado y deMatías Aldecoa y del que urdió el Mahabarata;
fui -y soylo aún, no zoilo- graduado experto en Lugares Comunes
discípulo de Leon Bloy y de quien escribió sobre los Diurnales.
Crucigramista interimario, logogrifario ad-valorem y ad-placerem
de Cleopatra: cultivador de sus brunos pitones y pastor de sus áspides,
y criptogramatista kinesiólogo suyo y de la venus Calipigia, ¡viento en popa a toda vela!
Fui tenedor malogrado y aburrido de libros de banca,
tenedor del tridente de Neptuno,
tenedor de librejos -en los bolsillos del gabán (sin gabán) collinesco-,
y de cuadernículos -quier azules- bajo el ala.
Sostenedor de tesis y de antítesis y de síntesis sin sustentáculo.
Mantenedor -a base de abstinencias- de los Juegos Florales
y sostén de los Frutales -leche y miel y cerezas- sin ayuno.
Porta-alfanje de Harún-al-Rashid, porta-mandoble de Mandricardo el Mandria,
porta-martillo de Carlos Martel,
porta-fendiente de Roldán, porta-tajante de Oliveros, porta-gumía
de Fierabrás, porta-laaza de Lanzarote (¡ búen Lancelot tan dado a su Ginevra!)
y a la del Rey Artús, de la Ca... de la Mesa Redonda...;
porta-lámpara de Al-Eddin, el Loca Suerte, y guardián y cerbero de su anillo
y del de los Nibelungos: pero nunca guardián de serrallo ni cancerbero ni evirato de harem...
Y fui el Quinto de los Tres Mosqueteros (no hay quinto peor) -veinte años después-.

Y Faraute de Juan Sin Tierra y fiduciario de
sa may dagliang liko
abot ng aking ligaw na sulyap ang
sabungan. matatas ang kanyang
ngalan.

"Cockfighter's Rendezvous" kaunting
lakad lamang pabalikwas sa
MERALCO kung saan isang mahabang
karagatan ng tao ang pilit
na inaalon ng bayarin, kaltas
sa sahod, bulag sa paroroonan.

ayon sa mga akda ay mayroong
Kristo sa sabungan. siya ang
nangangasiwa sa aliwan ng mga
drayber. ang matalas na tari
ng kanilang hagikgikan
ay lumulubog sa haba ng
pantimpalak

naroon daw si Kristo
habang
ang dagundong ng batingaw
ay tulog sa tore.
pitikan ng pitikan ng yosi
kung saan na lamang maisipan
ng pagod na kamay na may samyo
ng dala nitong lansa,
at matapos ay papasok ng muli
sa simbahan kung saan
kasabay ng pag-danak ng dugo
ang pag-kubra ng nag-wagi.

hawak ni Kristo ang patay
na manok,
nasusulat sa tari ang
linya ng dugo.
alam ko naroon si Kristo.

hawak ni Kristo
ang mga baryang kumakalansing.
ilang pirasong pag-asa
para sa pawisang drayber,
para sa parokyanong lasinggero,
para sa baguhan sa aliwan,
para sa llamado.

hawak ni Kristo ang lahat,
at siya ang panuto
sa pagsusulit ng ganid.

pauwi na ako. wala na ang
alingawngaw ng sigawan.
Lunes nanaman at ramdam
ng lahat ang bigat
ng parating na mga araw.
Jean Cocteau es un ruiseñor mecánico a quien le ha dado cuerda Ronsard.

Los únicos brazos entre los cuales nos resignaríamos a pasar la vida, son los brazos de las Venus que han perdido los brazos.

Si los pintores necesitaran, como Delacroix, asistir al degüello de 400 odaliscas para decidirse a tomar los pinceles... Si, por lo menos, sólo fuesen capaces de empuñarlos antes de asesinar a su idolatrada Mamá...

Musicalmente, el clarinete es un instrumento muchísimo más rico que el diccionario.

Aunque se alteren todas nuestras concepciones sobre la Vida y la Muerte, ha llegado el momento de denunciar la enorme superchería de las "Meninas" que -siendo las propias "Meninas" de carne y hueso- colgaron un letrerito donde se lee Velázquez, para que nadie descubra el auténtico y secular milagro de su inmortalidad.

Nadie escuchó con mayor provecho que Debussy, los arpegios que las manos traslúcidas de la lluvia improvisan contra el teclado de las persianas.

Las frases, las ideas de Proust, se desarrollan y se enroscan, como las anguilas que nadan en los acuarios; a veces deformadas por un efecto de refracción, otras anudadas en acoplamientos viscosos, siempre envueltas en esa atmósfera que tan solo se encuentra en los acuarios y en el estilo de Proust.

¡La "Olimpia" de Manet está enferma de "mal de Pott"! ¡Necesita aire de mar!... ¡Urge que Goya la examine!...

En ninguna historia se revive, como en las irisaciones de los vidrios antiguos, la fugaz y emocionante historia de setecientos mil crepúsculos y auroras.

¡Las lágrimas lo corrompen todo! Partidarios insospechables de un "régimen mejorado", ¿tenemos derecho a reclamar una "ley seca" para la poesía... para una poesía "extra dry", gusto americano?

Todo el talento del "douannier" Rousseau estribó en la convicción con que, a los sesenta años, fue capaz de prenderse a un biberón.

La disección de los ojos de Monet hubiera demostrado que Monet poseía ojos de mosca; ojos forzados por innumerables ojitos que distinguen con nitidez los más sutiles matices de un color pero que, siendo ojos autónomos, perciben esos matices independientemente, sin alcanzar una visión sintética de conjunto.

Las frases de Oscar Wilde no necesitan red. ¡Lástima que al realizar sus más arriesgadas acrobacias, nos dejen la incertidumbre de su ****!

El cúmulo de atorrantismo y de burdel, de uso y abuso de limpiabotas, de sensiblería engominada, de ojo en compota, de retobe y de tristeza sin razón -allí está la pampa... más allá el indio... la quena... el tamboril -que se espereza y canta en los acordes del tango que improvisa cualquier lunfardo.

Es necesario procurarse una vestimenta de radiógrafo (que nos proteja del contacto demasiado brusco con lo sobrenatural), antes de aproximarnos a los rayos ultravioletas que iluminan los paisajes de Patinir.

No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio.

Entre otras... ¡la más irreductible disidencia ortográfica! Ellos: Padecen todavía la superstición de las Mayúsculas.

Nosotros: Hace tiempo que escribimos: cultura, arte, ciencia, moral y, sobre todo y ante todo, poesía.

Los cubistas cometieron el error de creer que una manzana era un tema menos literario y frugal que las nalgas de madame Recamier.

¡Sin pie, no hay poesía! -exclaman algunos. Como si necesitásemos de esa confidencia para reconocerlos.

Esos tinteros con un busto de Voltaire, ¿no tendrán un significado profundo? ¿No habrá sido Voltaire una especie de Papa (*****) de la tinta?

En música, al pleonasmo se le denomina: variación.

Seurat compuso los más admirables escaparates de juguetería.

La prosa de Flaubert destila un sudor tan frío que nos obliga a cambiarnos de camiseta, si no podemos recurrir a su correspondencia.

El silencio de los cuadros del Greco es un silencio ascético, maeterlinckiano, que alucina a los personajes del Greco, les desequilibra la boca, les extravía las pupilas, les diafaniza la nariz.

Los bustos romanos serían incapaces de pensar si el tiempo no les hubiera destrozado la nariz.

No hay que admirar a Wagner porque nos aburra alguna vez, sino a pesar de que nos aburra alguna vez.

Europa comienza a interesarse por nosotros. ¡Disfrazados con las plumas o el chiripá que nos atribuye, alcanzaríamos un éxito clamoroso! ¡Lástima que nuestra sinceridad nos obligue a desilusionarla... a presentarnos como somos; aunque sea incapaz de diferenciarnos... aunque estemos seguros de la rechifla!

Aunque la estilográfica tenga reminiscencias de lagrimatorio, ni los cocodrilos tienen derecho a confundir las lágrimas con la tinta.

Renán es un hombre tan bien educado que hasta cuando cree tener razón, pretende demostrarnos que no la tiene.

Las Venus griegas tienen cuarenta y siete pulsaciones. Las Vírgenes españolas, ciento tres.

¡Sepamos consolarnos! Si las mujeres de Rubens pesaran 27 kilos menos, ya no podríamos extasiarnos ante los reflejos nacarados de sus carnes desnudas.

Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor.

El ombligo no es un órgano tan importante como imaginan ustedes... ¡Señores poetas!

¿Estupidez? ¿Ingenuidad? ¿Política?... "Seamos argentinos", gritan algunos... sin advertir que la nacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto.

Delatemos un onanismo más: el de izar la bandera cada cinco minutos.

Lo primero que nos enseñan las telas de Chardin es que, para llegar a la pulcritud, al reposo, a la sensatez que alcanzó Chardin, no hay más remedio que resignarnos a pasar la vida en zapatillas.

Facilísimo haber previsto la muerte de Apollinaire, dado que el cerebro de Apollinaire era una fábrica de pirotecnia que constantemente inventaba los más bellos juegos de artificio, los cohetes de más lindo color, y era fatal que al primero que se le escapara entre el fango de la trinchera, una granada le rebanara el cráneo.

Los esclavos miguelangelescos poseen un olor tan iodado, tan acre que, por menos paladar que tengamos basta gustarlo alguna vez para convencerse de que fueron esculpidos por la rompiente. (No me refiero a los del Louvre; modelados por el mar, un día de esos en que fabrica merengues sobre la arena).

¡La opinión que se tendrá de nosotros cuando sólo quede de nosotros lo que perdura de la vieja China o del viejo Egipto!

¡Impongámosnos ciertas normas para volver a experimentar la complacencia ingenua de violarlas! La rehabilitación de la infidelidad reclama de nosotros un candor semejante. ¡Ruboricémonos de no poder ruborizarnos y reinventemos las prohibiciones que nos convengan, antes de que la libertad alcance a esclavizarnos completamente!

El cemento armado nos proporciona una satisfacción semejante a la de pasarnos la mano por la cara, después de habernos afeitado.

¡Los vidrios catalanes y las estalactitas de Mallorca con que Anglada prepara su paleta!

Los cubistas salvaron a la pintura de las corrientes de aire, de los rayos de sol que amenazaban derretirla pero -al cerrar herméticamente las ventanas, que los impresionistas habían abierto en un exceso de entusiasmo- le suministraron tal cúmulo de recetas, una cantidad tan grande de ventosas que poco faltó para que la asfixiaran y la dejasen descarnada, como un esqueleto.

Hay poetas demasiado inflamables. ¿Pasan unos senos recién inaugurados? El cerebro se les incendia. ¡Comienza a salirles humo de la cabeza!

"La Maja Vestida" está más desnuda que la "maja desnuda".

Las telas de Velázquez respiran a pleno pulmón; tienen una buena tensión arterial, una temperatura normal y una reacción Wasserman negativa.

¡Quién hubiera previsto que las Venus griegas fuesen capaces de perder la cabeza!

Hay acordes, hay frases, hay entonaciones en D'Annunzio que nos obligan a perdonarle su "fiatto", su "bella voce", sus actitudes de tenor.

Azorín ve la vida en diminutivo y la expresa repitiendo lo diminutivo, hasta darnos la sensación de la eternidad.

¡El Arte es el peor enemigo del arte!... un fetiche ante el que ofician, arrodillados, quienes no son artistas.

Lo que molesta más en Cézanne es la testarudez con que, delante de un queso, se empeña en repetir: "esto es un queso".

El espesor de las nalgas de Rabelais explica su optimismo. Una visión como la suya, requiere estar muellemente sentada para impedir que el esqueleto nos proporcione un pregusto de muerte.

La arquitectura árabe consiguió proporcionarle a la luz, la dulzura y la voluptuosidad que adquiere la luz, en una boca entreabierta de mujer.

Hasta el advenimiento de Hugo, nadie sospechó el esplendor, la amplitud, el desarrollo, la suntuosidad a que alcanzaría el genio del "camelo".

Es tanta la mala educación de Pió Baroja, y es tan ingenua la voluptuosidad que siente Pío Baroja en ser mal educado, que somos capaces de perdonarle la falta de educación que significa llamarse: Pío Baroja.

No hay que confundir poesía con vaselina; vigor, con camiseta sucia.

El estilo de Barres es un estilo de onda, un estilo que acaba de salir de la peluquería.

Lo único que nos impide creer que Saint Saens haya sido un gran músico, es haber escuchado la música de Saint Sáéns.

¿Las Vírgenes de Murillo?

Como vírgenes, demasiado mujeres.

Como mujeres, demasiado vírgenes.

Todas las razones que tendríamos para querer a Velázquez, si la única razón del amor no consistiera en no tener ninguna.

Los surtidores del Alhambra conservan la versión más auténtica de "Las mil y una noches", y la murmuran con la fresca monotonía que merecen.

Si Rubén no hubiera poseído unas manos tan finas!... ¡Si no se las hubiese mirado tanto al escribir!...

La variedad de cicuta con que Sócrates se envenenó se llamaba "Conócete a ti mismo".

¡Cuidado con las nuevas recetas y con los nuevos boticarios! ¡Cuidado con las decoraciones y "la couleur lócale"! ¡Cuidado con los anacronismos que se disfrazan de aviador! ¡Cuidado con el excesivo dandysmo de la indumentaria londinense! ¡Cuidado -sobre todo- con los que gritan: "¡Cuidado!" cada cinco minutos!

Ningún aterrizaje más emocionante que el "aterrizaje" forzoso de la Victoria de Samotracia.

Goya grababa, como si "entrara a matar".

El estilo de Renán se resiente de la flaccidez y olor a sacristía de sus manos... demasiado aficionadas "a lavarse las manos".

La Gioconda es la única mujer viviente que sonríe como algunas mujeres después de muertas.

Nada puede darnos una certidumbre más sensual y un convencimiento tan palpable del origen divino de la vida, como el vientre recién fecundado de la Venus de Milo.

El problema más grave que Goya resolvió al pintar sus tapices, fue el dosaje de azúcar; un terrón más y sólo hubieran podido usarse como tapas de bomboneras.

Los rizos, las ondulaciones, los temas "imperdibles" y, sobre todo, el olor a "vera violetta" de las melodías italianas.

Así como un estiló maduro nos instruye -a través de una descripción de Jerusalén- del gesto con que el autor se anuda la corbata, no existirá un arte nacional mientras no sepamos pintar un paisaje noruego con un inconfundible sabor a carbonada.

¿Por qué no admitir que una gallina ponga un trasatlántico, si creemos en la existencia de Rimbaud, sabio, vidente y poeta a los 12 años?

¡El encarnizamiento con que hundió sus pitones, el toro aquél, que mató a todos los Cristos españoles!

Rodin confundió caricia con modelado; espasmo con inspiración; "atelier" con alcoba.

Jamás existirán caballos capaces de tirar un par de patadas que violenten, más rotundamente, las leyes de la perspectiva y posean, al mismo tiempo, un concepto más equilibrado de la composición, que el par de patadas que tiran los heroicos percherones de Paolo Uccello.

Nos aproximamos a los retratos del Greco, con el propósito de sorprender las sanguijuelas que se ocultan en los repliegues de sus golillas.

Un libro debe construirse como un reloj, y venderse como un salchichón.

Con la poesía sucede lo mismo que con las mujeres: llega un momento en que la única actitud respetuosa consiste en levantarles la pollera.

Los críticos olvidan, con demasiada frecuencia, que una cosa es cacarear, otra, poner el huevo.

Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario.

¡Si buena parte de nuestros poetas se convenciera de que la tartamudez es preferible al plagio!

Tanto en arte, como en ciencia, hay que buscarle las siete patas al gato.

El barroco necesitó cruzar el Atlántico en busca del trópico y de la selva para adquirir la ingenuidad candorosa y llena de fasto que ostenta en América.

¿Cómo dejar de admirarla prodigalidad y la perfección con que la mayoría de nuestros poetas logra el prestigio de realizar el vacío absoluto?

A fuerza de gritar socorro se corre el riesgo de perder la voz.

En los mapas incunables, África es una serie de islas aisladas, pero los vientos hinchan sus cachetes en todas direcciones.

Los paréntesis de Faulkner son cárceles de negros.

Estamos tan pervertidos que la inhabilidad de lo ingenuo nos parece el "sumun" del arte.

La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor peligro de contagio.

En vez de recurrir al whisky, Turner se emborracha de crepúsculo.

Las mujeres modernas olvidan que para desvestirse y desvestirlas se requiere un mínimo de indumentaria.

La vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas; poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles, y cuando deseamos viajar nos dirigimos a una agencia de vapores en vez de metamorfosear una silla en un trasatlántico.

Ningún Stradivarius comparable en forma, ni en resonancia, a las caderas de ciertas colegialas.

¿Existe un llamado tan musicalmente emocionante como el de la llamarada de la enorme gasa que agita Isolda, reclamando desesperadamente la presencia de Tristán?

Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir.

Ante la exquisitez del idioma francés, es comprensible la atracción que ejerce la palabra "merde".

El adulterio se ha generalizado tanto que urge rehabilitarlo o, por lo menos, cambiarle de nombre.

Las distancias se han acortado tanto que la ausencia y la nostalgia han perdido su sentido.

Tras todo cuadro español se presiente una danza macabra.

Lo prodigioso no es que Van Gogh se haya cortado una oreja, sino que conservara la otra.

La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta.

Hasta Darío no existía un idioma tan rudo y maloliente como el español.

Segura de saber donde se hospeda la poesía, existe siempre una multitud impaciente y apresurada que corre en su busca pero, al llegar donde le han dicho que se aloja y preguntar por ella, invariablemente se le contesta: Se ha mudado.

Sólo después de arrojarlo todo por la borda somos capaces de ascender hacia nuestra propia nada.

La serie de sarcófagos que encerraban a las momias egipcias, son el desafío más perecedero y vano de la vida ante el poder de la muerte.

Los pintores chinos no pintan la naturaleza, la sueñan.

Hasta la aparición de Rembrandt nadie sospechó que la luz alcanzaría la dramaticidad e inagotable variedad de conflictos de las tragedias shakespearianas.

Aspiramos a ser lo que auténticamente somos, pero a medida que creemos lograrlo, nos invade el hartazgo de lo que realmente somos.

Ambicionamos no plagiarnos ni a nosotros mismos, a ser siempre distintos, a renovarnos en cada poema, pero a medida que se acumulan y forman nuestra escueta o frondosa producción, debemos reconocer que a lo largo de nuestra existencia hemos escrito un solo y único poema.
Nicole Mar 2014
Hace algún tiempo, cuando todavía me consideraba cadaver, no hubiera llegado a pensar que podría volver a sentir. Desconectarme era lo mío. No sentir, no querer vivir, lo usual, lo de todos los días. Cuando todavía me consideraba cadaver, no tenía documento que probara que algún día hubiese estado viva. Cuando estaba fría y sin vida, todo lo que quería es sentirme como ahora lo hago. Lo negaba, si. Me odiaba, si. Pero quería, claro. Después de ese tiempo, cuando ya no me consideraba cadaver, descubrí que las marcas no se irían nunca. Seguirían tanto en mis piernas como en mi cabeza y que todavía podría ser almenos parte cadaver. Solo amaba a la tierra mas no a los habitantes y menos al tibio cadaver llamado Nicole. Pasaron meses y el cadaver vino a la vida. Revivio y en cualquier momento se puede convertir en una persona como otra. El cadaver dejo de ser cadaver. BOOM. CAPOOM. La agonía termino. ¡El cadaver esta vivo! Se grito por las calles, mientras este saltaba y gritaba que lo amaba.


Se podría pensar que esto termina como en los cuentos de hadas. Finales felices y cuentos para dormir. Pero una historia tan tenebrosa como la del cadaver no puede ser contada, ni recordada. Pero talvez, solo narrada.
A Spanish Tale
Hoy amanecí con los puños cerrados
pero no lo tomen al pie de la letra
es apenas un signo de pervivencia
declaración de guerra o de nostalgia
a lo sumo contraseña o imprecación
al ciclo sordomudo y nubladísimo

sucede que ya es el tercer año
que voy ele gente en pueblo
ele aeropuerto en frontera
ele solidaridad en solidaridad
de cerca en lejos
de apartado en casilla
de hotelito en pensión
de apartamentito casi camarote
a otro con teléfono y water-comedor

además
de tanto mirar hacia el país
se me fue desprendiendo la retina
ahora ya la prendieron de nuevo,
así que miro otra vez hacia el país

llena pletórica de vacíos
mártir de su destino provisorio
patria arrollada en su congoja
puesta provisoriamente a morir
guardada por sabuesos no menos provisorios

pero los hombres de mala voluntad
no serán provisoriamente condenados
para ellos no habrá paz en la tierrita
ni de ellos será el reino de los cielos
ya que como es público y notorio
no son pobres de espíritu

los hombres de mala voluntad
no sueñan con muchachas y justicia
sino con locomotoras y elefantes
que acaban desprendiéndose de un guinche ecuánime
que casualmente pende sobre sus testas
no sueñan como nosotros con primaveras y alfabetizaciones
sino con robustas estatuas al gendarme desconocido
que a veces se quiebran como mazapán

los hombres de mala voluntad
no todos sino los verdaderamente temerarios
cuando van al analista y se confiesan
somatizan el odio y acaban vomitando

a propósito
son ellos que gobiernan
gobiernan con garrotes expedientes cenizas
con genuflexiones concertadas
y genuflexiones espontáneas
minidevaluaciones que en realidad son mezzo
mezzodevaluaciones que en realidad son macro

gobiernan con maldiciones y sin malabarismos
con malogros y malos pasos
con maltusianismo y malevaje
con malhumor y malversaciones
con maltrato y malvones
ya que aman las flores como si fueran prójimos
pero no viceversa

los hombres de pésima voluntad
todo lo postergan y pretergan
tal vez por eso no hacen casi nada
y ese poco no sirve

si por ellos fuera le pondrían
un durísimo freno a la historia
tienen pánico (le que ésta se desboque
y les galopo por encima pobres
tienen otras inquinas verbigracia
no les gustan los jóvenes tú el himno
los jóvenes bah no es una sorpresa
el himno porque dice tiranos temblad
y eso les repercute en el duodeno
pero sobre todo les desagrada
porque cuando lo oyen
obedecen y tiemblan
sus enemigos son cuantiosos y tercos
marxistas economistas niños sacerdotes
pueblos y más pueblos
qué lata es imposible acabar con los pueblos
y casi cien catervas internacionales
due tienen insolentes exigencias
como pan nuestro y amnistía
no se sabe por qué
los obreros y estudiantes no los aman

sus amigos entrañables tienen
algunas veces mala entraña
digamos Pinochet y el apartheid
dime con quién andas y te diré go home

también existen leves contradicciones
algo así como una dialéctica de oprobio
por ejemplo un presidio se llama libertad
de modo que si dicen con orgullo
aquí el ciudadano vive en libertad
significa que tiene diez años de condena

es claro en apariencia nos hemos ampliado
ya que invadimos los cuatro cardinales
en venezuela hay como treinta mil
incluidos cuarenta futbolistas
en sidney oceanía
hay una librería de autores orientales
que para sorpresa de los australianos
no son confucio ni lin yu tang
sino onetti vilariño arregui espínola
en barcelona un café petit montevideo
y otro localcito llamado el quilombo
nombre que dice algo a los rioplatenses
pero muy poca cosa a los catalanes
en buenos aires setecientos mil o sea no caben más
y así en méxico nueva york porto alegre la habana
panamá quito argel estocolmo parís
lisboa maracaibo lima amsterdam madrid
roma xalapa pau caracas san francisco montreal
bogotá londres mérida goteburgo moscú
efe todas partes llegan sobres de la nostalgia
narrando cómo hay que empezar desde cero
navegar por idiomas que apenas son afluentes
construirse algún sitio en cualquier sitio
a veces           lindas
veces             con manos solidarias
y otras           amargas
veces               recibiendo en la nunca
la mirada xenófoba

de todas partes llegan serenidades
de todas partes llegan desesperaciones
oscuros silencios de voz quebrada
uño de cada mil se resigna a ser otro

y sin embargo somos privilegiados

con esta rabia melancólica
este arraigo tan nómada
este coraje hervido en la tristeza
este desorden este no saber
esta ausencia a pedazos
estos huesos que reclaman su lecho
con todo este derrumbe misterioso
con todo este fichero de dolor
somos privilegiados

después de todo amamos discutimos leemos
aprendemos sueco catalán portugués
vemos documentales sobre el triunfo
en vietnam la libertad de angola
fidel a quien la historia siempre absuelve
y en una esquina de carne y hueso
miramos cómo transcurre el mundo
escuchamos coros salvacionistas y afónicos
contemplamos viajeros y laureles
aviones que escriben en el cielo
y tienen mala letra
soportamos un ciclón de trópico
o un diciembre de nieve

podemos ver la noche sin barrotes
poseer un talismán         o en su defecto un perro
hostezar escupir lagrimear
soñar suspirar confundir
quedar hambrientos o saciados
trabajar permitir maldecir
jugar descubrir acariciar
sin que el ojo cancerbero vigile

pero
         y los otros
qué pensarán los otros
si es que tienen ánimo y espacio
para pensar en algo

qué pensarán los que se encaminan
a la máquina buitre         a la tortura hiena
qué quedará a los que jadean de impotencia
qué a los que salieron semimuertos
e ignoran cuándo volverán al cepo
qué rendija de orgullo
qué gramo de vida
ciegos en su capucha
mudos de soledad
inermes en la espera

ni el recurso les queda de amanecer puteando
no sólo oyen las paredes
también escuchan los colchones si hay
las baldosas si hay
el inodoro si hay
y los barrotes que ésos siempre hay

cómo recuperarlos del suplicio y el tedio
cómo salvarlos de la muerte sucedánea
cómo rescatarlos del rencor que carcome

el exilio también tiene barrotes

sabemos dónde está cada ventana
cada plaza cada madre cada loma
dónde está el mejor ángulo ele cíelo
cómo se mueven las dunas y gaviotas
dónde está la escuelita con el hijo
del laburante que murió sellado
dónde quedaron enterrados los sueños
de los muertos y también de los vivos
dónde quedó el resto del naufragio
y dónde están los sobrevivientes

sabemos dónde rompen las olas más agudas
y dónde y cuándo empalaga la luna
y también cuándo sirve como única linterna

sabemos todo eso y sin embargo
el exilio también tiene barrotes

allí donde el pueblo a durísimas penas
sobrevive entre la espada tan fría que da asco
y la pared que dice libertad o muer
porque el adolesente ya no pudo

allí pervierte el aire una culpa innombrable
tarde horrenda de esquinas sin muchachos
hajo un sol que se desploma como buscando
el presidente ganadero y católico
es ganadero basta en sus pupilas bueyunas
y preconciliar pero de trento
el presidente es partidario del rigor
y la exigencia en interrogatorios
hay que aclarar que cultiva el pleonasmo
ya que el rigor siempre es exigente
y la exigencia siempre es rigurosa
tal vez quiso decir algo más simple
por ejemplo que alienta la tortura

seguro el presidente no opinaría lo mismo
si una noche pasara de ganadero a perdidoso
y algún otro partidario kyric eleison
del rigor y la exigencia kyrie eleison
le metiera las bueyunas en un balde de mierda
pleonasmo sobre el que hay jurisprudencia

parece que las calles ahora no tienen baches
y después del ángelus ni baches ni transeúntes
los jardines públicos están preciosos
las estatuas sin **** de palomas

después de todo no es tan novedoso
los gobiernos musculosos siempre se jactan
de sus virtudes municipales

es cierto que esos méritos no salvan un país
tal vez haya algún coronel que lo sepa

al pobre que quedó a solas con su hambre
no le importa que esté cortado el césped
los padres que pagaron con un hijo al contado
ignoran esos hoyos que tapó el intendente

a juana le amputaron el marido
no le atañe la poda de los plátanos

los trozos de familia no valoran
la sólida unidad de las estatuas

de modo que no vale la gloria ni la pena
que gasten tanto erario en ese brillo

aclaro que no siempre
amanezco con los puños cerrados

hay mañanas en que me desperezo
y cuando el pecho se me ensancha
y abro la boca como pez en el aire
siento que aspiro una tristeza húmeda
una tristeza que me invade entero
y que me deja absorto suspendido
y mientras ella lentamente se mezcla
con mi sangre y hasta con mi suerte
pasa por viejas y nuevas cicatrices
algo así como costuras mal cosidas
que tengo en la memoria en el estómago
en el cerebro en las coronarias
en un recodo del entusiasmo
en el fervor convaleciente
en las pistas que perdí para siempre
en las huellas que no reconozco
en el rumbo que oscila como un péndulo

y esa tristeza madrugadora y gris
pasa por los rostros de mis iguales
Unos lejanos perdidos en la escarcha
otros no sé dónde       deshechos o rehechos

el viejo que aguantó y volvió a aguantar
la llaca con la boca destruida
el gordo al que castraron
y los otros los otros y los otros
otros innumerables y fraternos
mi tristeza los toca con abrupto respeto
y las otras las otras y las otras
otras esplendorosas y valientes
mi tristeza las besa una por una

no sé qué les debemos
pero eso que no sé
sé que es muchísimo

esto es una derrota
hay cine decirlo
vamos a no mentirnos nunca más
a no inventar triunfos de cartón

si quiero rescatarme
si quiero iluminar esta tristeza
si quiero no doblarme de rencor
ni pudrirme de resentimiento
tengo que excavar hondo
hasta mis huesos
tengo que excavar hondo en el pasado
y hallar por fin la verdad maltrecha
con mis manos que ya no son las mismas

pero no sólo eso
tendré que excavar hondo en el futuro
y buscar otra vez la verdad
con mis manos que tendrán otras manos

que tampoco serán ya las mismas
pues tendrán otras manos

habrá que rescatar el vellocino
que tal vez era sólo de lana
rescatar la verdad más sencilla
y una vez que la hayamos aprendido
y sea tan nuestra como
las articulaciones o los tímpanos
entonces basta basta basta
de autoflagelaciones y de culpas
todos tenemos nuestra rastra
claro
pero la autocrítica
                               no es una noria
no voy a anquilosarme en el reproche
y no voy a infamar a mis hermanos
el baldón y la ira los reservo
para los hombres de mala voluntad
para los que nos matan nos expulsan
nos cubren de amenazas nos humillan
nos cortan la familia en pedacitos
nos quitan el país verde y herido
nos quieren condenar al desamor
nos queman el futuro
nos hacen escuchar cómo crepita

el baldón y la ira
que esto quede bien claro
yo los reservo para el enemigo

con mis hermanos porfiaré
es natural
sobre planes y voces
trochas atajos y veredas
pasos atrás y pasos adelante
silencios oportunos       omisiones que no
coyunturas mejores o peores
pero tendré a la vista que son eso
hermanos

si esta vez no aprendemos
será que merecemos la derrota
y sé que merecemos la victoria

el paisito está allá
                              y es una certidumbre
a lo mejor ahora está lloviendo
allá sobre la tierra

y aquí
bajo este transparente sol de libres
aquella lluvia cala hasta mis bronquios
me empapa la vislumbre
me refresca los signos
lava mi soledad

la victoria es tan sólo
un tallito que asoma
pero esta lluvia patria
le va a hacer mucho bien
creo que la victoria estará como yo
ahí nomás germinando
digamos aprendiendo a germinar
la buena tierra artigas revive con la lluvia
habrá uvas y duraznos y vino
barro para amasar
muchachas con el rostro hacia las nubes
para que el chaparrón borre por fin las lágrimas

ojalá que perdure
hace bien este riego
a vos a mí al futuro
a la patria sin más

hace bien si llovemos mi pueblo torrencial
donde estemos
                            allá
                                   o en cualquier parte

sobre todo si somos la lluvia y el solar
la lluvia y las pupilas y los muros
la bóveda la lluvia y el ranchito
el río y los tejados y la lluvia

furia paciente
                        lluvia
                                  iracundo silencio
allá y en todas partes

ah tierra lluvia pobre
modesto pueblo torrencial

con tan buen aguacero
la férrea dictadura
acabará oxidándose

y la victoria crecerá despacio
como siempre han crecido las victorias.
Lesly Jan 2015
Desde que terminamos las cosas fueron diferentes.
Desde que nos dejamos de hablar me siento diferente.
Me acostumbré en hablarte todos los días.
Extraño nuestras platicas. Extraño cuando me decías que me querías.
Extraño todo de ti. Extraño las fotos que me mandabas. Extraño cuando me mandabas fotos o cuando me escribías después de trabajar. Extraño todo. Todo eso me hace triste en solo pensar que te estoy perdiendo. El pensar que nos estamos destinando me rompe el corazón. Cuanto te extraño. Tal vez solo soy yo la que se siente así. Tal vez solo soy yo la que sentí amor por ti. Tal vez fui la única persona que se preocupaba por ti.. no lo se. Pero que te extraño. Que te necesito, te quiero si. Si pudiera retroceder el tiempo lo haría. Haría que las cosas se mejoren. Haría que estemos juntos. Pero que podre hacer. Nada. Quedarme aquí pensando en ti. Ya te he llamado. Te he pensado. Te he escrito y no se nada de ti. Mi corazón te llama te necesita. Pero tu silencio lo dice todo.
Vianny Sujo May 2016
Te he comparado con un golpe de suerte porque llegas sin avisar y eres una bonita casualidad; con la goma de mascar en un salón de clase porque te mantengo en secreto y te quiero en silencio. He llamado a tus manos una cornisa porque me aferro a ellas para no caer al acantilado; a tus labios les he dicho océano porque me provocas unas ganas inmensas de ahogarme.

Te llamo arte porque aún no te conozco del todo y cuando creo conocerte te encuentro más gamas de colores, porque siempre tendrás algo nuevo que enseñarme.  Voy a empezar a decir que eres mi mar muerto porque evitas que me ahogue y sé que nunca me hundiré cuando estoy contigo.

He hablado del color de tus ojos refiriendo al color de la tierra donde quiero echar raíces y yo ya he comparado al amor con las jacarandas porque haces que todos mis cimientos se estremezcan y que mi primavera quiera pintarse de colores bonitos. Soy alérgica a las flores pero podría aguantar este jardín tan bonito que estás haciendo crecer en mis pulmones y todas estas mariposas caníbales que me revolotean en el estomago.

Terminaré por compararte con la ciencia ficción y con la magia porque aún no me puedo creer que seas real; y sí, la magia existe, pero tú no puedes verla porque nunca te has visto los ojos brillar cuando hablas de algo que te gusta, ni reír a carcajadas hasta que sólo quede silencio y lagrimas de alegría en tus mejillas.

Me estoy proclamando funambulista porque estoy haciendo equilibrio en tus cuerdas vocales y en tu mirada que siempre tiende al infinito, pero ya no tengo miedo de caer porque me has enseñado que tengo unas alas muy grandes.

Verte es como desayunar jugo de naranja, la mejor forma de empezar el día, un agridulce "Te quiero". Eres esa cucharada de más en el café que nadie se atreve a pedir, pero que espera recibir. Eres esa canción que nunca salto en aleatorio y tengo que escuchar dos veces porque la primera no podía parar de sonreír. Eres la piedra más bonita con la que quise tropezar.

No sé si tengo una arritmia en el corazón o sólo es que ahora es más locomotora y menos órgano, corazón coraza, corazón correcaminos... Ojalá tú sepas escucharlo porque cuando estás cerca me grita en los oídos pero no es mi idioma, es el tuyo.

Ojalá ahora puedan entender que cuando hablo de ti hablo de esa mañana de sábado cuando puedes respirar y dejar la mente en blanco durante el desayuno; de esa canción de La Habitación Roja que suena cuando voy camino a casa y el trafico me hace pensar que estoy en el mundo ideal. Hablo de los días lluviosos y grises, de los libros de poesía, de los lapices de colores.

Ojalá algún día me entiendan que cuando hablo de ti sólo quiero hablar de ti y de lo bonito que es que te saquen una sonrisa cuando lo único que quieres hacer es llorar.
¡Vamos hacia el infierno!

El grito suena bien  en el vientre de la cueva,
el salmo bajo el mediodía de los templos
y la canción en el crepúsculo...
El grito es el primero.

Hay un turno de voces:
yo grito,
tú rezas,
él canta...
El grito es el primero.

Y hay un turno de bridas:
él las lleva,
tú las llevas,
yo las llevo.
Y a la hora de las sombras subterráneas
la blasfemia reclama sus derechos.

Los caballos piafan ya enganchados y la carroza aguarda...
¿Quién la lleva? Yo: el blasfemo.
Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.

Este es el poeta,
tú eres el salmista,
ése es el que llora,  
tú eres el que grita...
yo soy el blasfemo.
Yo la llevo. Yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.

¡Arriba! ¡Subid todos!
¡Vamos hacia el infierno!
La aijada tiene su ritmo,
y la tralla,
y el frito,
y el aullido...
y la blasfemia del cochero.
¡Arre! ¡Arre!

¡Músicos,
poetas y salmistas;
obispos y guerreros!...
Voy a cantar.

Vida mía, vida mía,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
Vida mía, vida mía,
tengo un ojo pitañoso
y el otro con ictericia.
Vida mía, vida mía,
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Esta es mi copla, la copla de mi carne,
la copla de mi cuerpo.
Mas si mis ojos están sucios
los vuestros están ciegos.

¡Músicos,
poetas y salmistas;
obispos y guerreros!...
Voy a cantar otra vez.
El viejo rey de Castilla
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
El viejo rey de Castilla
tiene una pierna leprosa
y la otra sifilítica.
El viejo rey de Castilla
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Esta es la copla de mi tierra,
la copla de mi reino.
Mas si mi reino está podrido
su espíritu es eterno.

¡Músicos,
poetas y salmistas;
obispos y guerreros!...
Llevadme de nuevo el compás.

En los cuernos de la mitra
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
En los cuernos de la mitra
hay una plegaria verde
y otra plegaria amarilla.
En los cuernos de la mitra
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

Esta es la copla de mi alma,
de mi alma sin templo
porque la bestia negra apocalíptica,
lo ha llenado de estiércol.

Tres veces cantó el gallo,
tres veces negó Pedro,
tres veces canto yo:
por mi carne,
por mi patria
y por mi templo...
Por todo lo que tuve
y ya no tengo...

Vamos bien,
no hemos errado el sendero.
Conjugad otra vez:
este es el poeta,
tú eres el salmista,
ese es el que llora,
tú eres el que grita.
Yo soy el blasfemo...
¿Y el sabio? ¿Donde está el sabio? ¡Eh, tú!

Tú que sabes lo que pesan las piedras y lo que corre el viento...
¿Cuál es la velocidad de las tinieblas y la dureza del silencio?
¿No contestas?... Pues las bridas son mías.
Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.

Músicos, sabios,
poetas y salmistas,
obispos y guerreros...
Dejadme todavía preguntar:
¿Quién ha roto la luna del espejo?
¿Quién ha sido?
¿La piedra de la huelga,
la pistola del gangster,
o el tapón del champaña que disparó el banquero?
¿Quién ha sido?
¿El canto rodado del poeta,
el reculón del sabio,
o el empujón del necio?
¿Quién ha sido,
la vara del juez,
el báculo
o el cetro?
¿Quién ha sido?
¿Nadie sabe quién ha sido?
Pues las bridas son mías. ¡Adelante!
¡Arre! ¡Arre!... ¡Vamos hacia el infierno!

Y para hacer más corta la jornada
ahora cantaremos en coro, y cantaremos las coplas del Gran Conserje Pedro.
Yo llevaré la voz cantante y vosotros el estribillo
con lúgubre ritmo de allegreto.Vino la guerra.
Y para hacer obuses y torpedos
los soldados iban recogiendo
todos los hierros viejos de la ciudad.
Y Pedro, el Gran Conserje Pedro,
le dijo a un soldado: Tomad esto...
Y le dio las llaves del templo.Pedro, Pedro...
El Gran Conserje Pedro
que ha vendido las llaves del templo.Pedro...
Te dijo el Señor de los Olivos
cuando heriste con tu espada al siervo:
Mete esa espada en la vaina,
que yo sé a lo que vengo.
Y la metiste... con las cajas de caudales en el templo.Pedro, Pedro,
el Gran Conserje Pedro,
amigo de soldados y banqueros.Y ahora tenemos que ir al cielo
dando un gran rodeo
por el camino del infierno,
cavando un largo túnel en el suelo
y preguntando a las raíces y a los topos,
por qué ya no hay campanas ni espadañas, Pedro,
y los pájaros... todos tus pájaros se han muerto.¡Pedro, Pedro,
todos tus pájaros se han muerto!

Sin embargo, señores, yo no soy un escéptico
y hay unas cuantas cosas en que creo.
Por ejemplo, creo en el Sol, en el Diluvio y en el estiércol;
en la blasfemia, en las lágrimas y en el infierno;
en la guadaña y en el Viento;
en el lagar, en la piedra redonda del amolador
y en la piedra redonda del viejo molinero;
y en el hacha que derriba los árboles
y descuartiza los salmos y los versos;
en la locura y en el sueño...
y en el gas de la fiebre también creo,
en ese gas ingrávido, expansivo y etéreo,
antifilosófico, antidogmático y antidialéctico
que revienta los globos... los grandes globos, los globitos
y el cerebro.

Y creo
que hay luz en el rito,
luz en el culto
y luz en el misterio.

Creo
que el agua se hace vino,
y sangre el vino,
sangre de Dios y sangre de mi cuerpo.

Creo
que el trigo se hace harina
y carne la harina...
carne de Dios y carne de mi cuerpo.

Creo
que un hombre honrado
cuando nos da su pan
tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos.

Y creo
que en el cáliz y en la hostia
hoy no hay más que babas del Gran Conserje Pedro.
Este es mi credo,
y pronto será el vuestro.
Ya lo iréis aprendiendo.

Con él entraremos
por la puerta norte y saldremos
por el postigo del infierno.
El infierno no es un fin, es un medio...
(Nos salvaremos por el fuego).
Y no es un fuego eterno.
Pero es, como las lágrimas, un elevado precio
que hay que pagarle a Dios, sin bulas ni descuentos,
para entrar en el reino de la luz,
en el reino de los hombres, en el reino de los héroes,
en el reino
que vosotros habéis llamado siempre el reino beatífico del cielo.
¡Vamos allá!

¿Estamos todos? Hagamos el último recuento:
Este es el salmista, el que deshizo el salmo
cuando dijo con ira y sin consejo:
"Tú eres el Dios que venga mis agravios
y sujeta debajo de mí, pueblos".
Y este es el poeta luciferino,
el que inventó el poema
esterilizado y antiséptico
y guardó en autoclaves la canción,
puritano, orgulloso y fariseo.
¡Oh, puristas y estetas!
Aún no está limpio vuestro verso
y su última escoria ha de dejarla
en los crisoles del infierno.
Aquí van los artistas sodomitas,
los pintores bizcos y los poetas inversos.
(No lloréis. Pero no digáis tampoco
que la Luz y el Amor se ven mejor torciendo
la mirada
y el ****.
Ni llanto ni ufanía. Vamos al gran taller,
a la gran fragua donde se enderezan los entuertos).
Aquél es el que grita, el hombre de la furia,
y aquél otro el que llora, el hombre del lamento.
Allá va el rey leproso y sifilítico,
este es el bobo intrépido
y este es el sabio tímido,
cargado de tarjetas y de miedo:
ni para decir e pur si mouve
le ha quedado resuello.

Aquí van el juez y el gangster
los dos juntos en el mismo verso.
Este es el Presidente demócrata y guerrero
que desnudó la espada en el verano
y debió desnudarla en el invierno.
(¡Ay del que se armó tan sólo
para defender su granero,
y no se armó para defender
el pan de todos primero!
¡Ay, del que dice todavía:
nos proponemos conservar lo nuestro!)
Allí va el demagogo,
aquél es el banquero,
estos son los cristianos
(Que ahora se llaman los "cristeros")
Y este es el hombre de la mitra,
la bestia de dos cuernos,
el que vendió las llaves...
el Gran Conserje Pedro.¡Aquí van todos!
Y aquí voy yo con ellos.
Aquí voy yo también, yo, el hombre de la tralla,
el de los ojos sucios... el blasfemo.


ahora ya sin hogar y sin reino,
sin canción y sin salmo,
sin llaves y sin templo...
yo la llevo, yo llevo hoy la carroza,
yo la llevo.

Se va del salmo al llanto,
del llanto al grito,
del grito al veneno...
¡Arre! ¡Arre!
¡Y se gana la luz desde el infierno!
Alta sobre la tierra
te pusieron,
dura, hermosa araucaria
de los australes
montes,
torre de Chile, *****
del territorio verde,
pabellón del invierno,
nave
de la fragancia.

Ahora, sin embargo,
no por bella
te canto,
sino por el racimo de tu especie,
por tu fruta cerrada,
por tu piñón abierto.

Antaño,
antaño fue
cuando
sobre los indios
se abrió
como una rosa de madera
el colosal puñado
de tu puño,
y dejó
sobre
la mojada tierra
los piñones:
harina, pan silvestre
del indomable
Arauco.

Ved la guerra:
armados
los guerreros
de Castilla
y sus caballos
de galvánicas
crines
y frente
a ellos
el grito
de los
desnudos
héroes,
voz del fuego, cuchillo
de dura piedra parda,
lanzas enloquecidas
en el bosque,
tambor,
tambor
sagrado,
y adentro
de la selva
el silencio,
la muerte
replegándose,
la guerra.

Entonces, en el último
bastión verde,
dispersas
por la fuga,
las lanzas
de la selva
se reunieron
bajo las araucarias
espinosas.

La cruz,
la espada,
el hambre
iban diezmando
la familia salvaje.
Terror,
terror de un golpe
de herraduras,
latido de una hoja,
viento,
dolor
y lluvia.
De pronto
se estremeció allá arriba
la araucaria
araucana,
sus ilustres
raíces,
las espinas
hirsutas
del poderoso
pabellón
tuvieron
un movimiento
*****
de batalla:
rugió como una ola
de leones
todo el follaje
de la selva
dura
y entonces
cayó
una marejada
de piñones:
los anchos
estuches
se rompieron
contra la tierra, contra
la piedra defendida
y desgranaron
su fruta, el pan postrero
de la patria.

Así la Araucanía
recompuso
sus lanzas de agua y oro,
zozobraron los bosques
bajo el silbido
del valor
resurrecto
y avanzaron
las cinturas
violentas como rachas,
las
plumas
incendiarias del Cacique:
piedra quemada
y flecha voladora
atajaron
al invasor de hierro
en el camino.

Araucaria,
follaje
de bronce con espinas,
gracias
te dio
la ensangrentada estirpe,
gracias
te dio
la tierra defendida,
gracias,
pan de valientes,
alimento
escondido
en la mojada aurora
de la patria:
corona verde,
pura
madre de los espacios,
lámpara
del frío
territorio,
hoy
dame
tu
luz sombría,
la imponente
seguridad
enarbolada
sobre tus raíces
y abandona en mi canto
la herencia
y el silbido
del viento que te toca,
del antiguo
y huracanado viento
de mi patria.

Deja caer
en mi alma
tus granadas
para que las legiones
se alimenten
de tu especie en mi canto.
Árbol nutricio, entrégame
la terrenal argolla que te amarra
a la entraña lluviosa
de la tierra,
entrégame
tu resistencia, el rostro
y las raíces
firmes
contra la envidia,
la invasión, la codicia,
el desacato.
Tus armas deja y vela
sobre mi corazón,
sobre los míos,
sobre los hombros
de los valerosos,
porque a la misma luz de hojas y aurora,
arenas y follajes,
yo voy con las banderas
al llamado
profundo de mi pueblo!
Araucaria araucana,
aquí me tienes!
Bendito sea Dios, porque inventó el silencio,
y el chirrido de la chicharra,
y el lagarto de fastuoso traje verde,
y la brasa hipnotizadora
(horizontal crepúsculo pudo haberla llamado
don Pedro Calderón de la Barca en el declive del Barroco).
Bendito sea Dios que inventó el agua
el agua sobre todo.

Bendito sea Dios porque inventó el amanecer
y el balido que lo poblaba.
Ahora vuelvo a escuchar aquella melodía.
El arroyo arpegiaba sobre cantos rodados,
hacía el contrapunto.
Suena el concierto en mi memoria.
O puede que se trate
de una música diferente:
la que escuchó, primero, entre los arrayanes de Granada
Federico García Lorca,
y luego aquí, rescatada,
en Columbia University.

Bendito sea Dios que inventó los prodigios
que contaba mi padre
perfumado de espliego y de tomillo.
Eran historias de ciudades mágicas
en las que el agua circulaba
por venas de metal, agua caliente y fría
(nos lo contaba al borde del regato,
helado en el invierno, seco en estío:
«Venga, a lavarse, coño, guarros».
Y obedecíamos).

Bendito sea Dios que inventó la cabra -la cabra
que rifaba por los pueblos-
mucho antes que Pablo Picasso,
con barriga de cesto de mimbre
y tetas como guantes de bronce.
Maldito sea Dios porque inventó el estaño
parpadeante del olivo,
ramas y tronco de Laoconte,
y aquella sombra trágica de catafalco y oro:
un rayo congelado en la mano siniestra
y en la diestra un crepúsculo.
Maldito sea Dios porque inventó a mi padre
colgado de una rama del olivo
poco después de recogerse la aceituna.
No puedo perdonárselo.
Pero eso fue más tarde.
Antes fueron los niños.
Bendito sea Dios que inventó aquellos niños,
vestidos como príncipes o pájaros.
Con voces de cristal, «Papá», decían a su padre.
Bendito sea Dios por inventar una palabra
milagrosa, jamás oída,
y su padre correspondía
con vaharadas de ternura.

Maldito sea Dios, porque yo quise
arrezagarme en la ternura
pronunciando la mágica palabra
entonces descubierta. «¿Papá?» «Mariconadas,
si te la vuelvo a oír te llevas una hostia».

Bendito sea Dios porque inventó los años,
1970, 1980, 1990...,
inventó el fuego, el oro viejo
de los arces de otoño,
y estos ríos profundos como penas,
largos como el olvido o el recuerdo,
hospitalarios, generosos,
por los que la ciudad va navegando
hasta la mar, que es el morir.

Bendito sea Dios que inventó libros sabios.
Se daba nombre en ellos
a lo que antes no lo tenía.
Bendito sea Dios porque inventó licenciaturas
masters, campus con risas y con marihuana,
laboratorios y celebraciones
con cantos en latín, gaudeamus igitur, ,
todo situado en niveles distintos del tiempo.

Bendito sea Dios que inventó la memoria
y que inventó el silencio de este lugar aséptico,
y las venas metálicas ocultas
en las que el agua espera
unas manos liberadoras que les devuelvan su canción.
Ahora sé que mi padre está vengado.
Mi padre, descolgado del olivo
pronuncia con mis labios las palabras totémicas,
y se estremece este recinto sagrado.
«Coño, joder, carajo, a lavarse la cara, hostias».
Y abro los grifos, lavabos, duchas, retretes,
se desbordan las aguas que él soñaba
en la choza de adobe y paja
cantan la gloria de la recuperación,
y mi padre navega por las aguas,
le provoco, gritándole desconsolado.
«¡Papá!». «Mariconadas», me contesta.
ahogado, recuperado,
navegante por los canales de oro,
vivo ya para siempre.
-Gerineldo, Gerineldo,   paje del rey más querido,
quién te tuviera esta noche   en mi jardín florecido.
Válgame Dios, Gerineldo,   cuerpo que tienes tan lindo.
-Como soy vuestro criado,   señora, burláis conmigo.
-No me burlo, Gerineldo,   que de veras te lo digo.
-¿Y cuándo, señora mía,   cumpliréis lo prometido?
-Entre las doce y la una   que el rey estará dormido.
Media noche ya es pasada.   Gerineldo no ha venido.
«¡Oh, malhaya, Gerineldo,   quien amor puso contigo!»
-Abráisme, la mi señora,   abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién a mi estancia se atreve,   quién llama así a mi postigo?
-No os turbéis, señora mía,   que soy vuestro dulce amigo.
Tomáralo por la mano   y en el lecho lo ha metido;
entre juegos y deleites   la noche se les ha ido,
y allá hacia el amanecer   los dos se duermen vencidos.
Despertado había el rey   de un sueño despavorido.
«O me roban a la infanta   o traicionan el castillo.»
Aprisa llama a su paje   pidiéndole los vestidos:
«¡Gerineldo, Gerineldo,   el mi paje más querido!»
Tres veces le había llamado,   ninguna le ha respondido.
Puso la espada en la cinta,   adonde la infanta ha ido;
vio a su hija, vio a su paje   como mujer y marido.
«¿Mataré yo a Gerineldo,   a quien crié desde niño?
Pues si matare a la infanta,   mi reino queda perdido.
Pondré mi espada por medio,   que me sirva de testigo.»
Y salióse hacia el jardín   sin ser de nadie sentido.
Rebullíase la infanta   tres horas ya el sol salido;
con el frior de la espada   la dama se ha estremecido.
-Levántate, Gerineldo,   levántate, dueño mío,
la espada del rey mi padre   entre los dos ha dormido.
-¿Y adónde iré, mi señora,   que del rey no sea visto?
-Vete por ese jardín   cogiendo rosas y lirios;
pesares que te vinieren   yo los partiré contigo.
-¿Dónde vienes, Gerineldo,   tan mustio y descolorido?
-Vengo del jardín, buen rey,   por ver cómo ha florecido;
la fragancia de una rosa   la color me ha devaído.
-De esa rosa que has cortado   mi espada será testigo.
-Matadme, señor, matadme,   bien lo tengo merecido.
Ellos en estas razones,   la infanta a su padre vino:
-Rey y señor, no le mates,   mas dámelo por marido.
O si lo quieres matar   la muerte será conmigo.
Si al mecer las azules campanillas
    de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
    murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
    suspiro yo.

Si al resonar confuso a tus espaldas
    vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
    lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan,
    te llamo yo.

Si se turba medroso en la alta noche
    tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
    abrasador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo,
    respiro yo.
Siempre estás a mi lado y yo te lo agradezco.
Cuando la cólera me muerde, o cuando estoy triste
-untado con el bálsamo para la tristeza como para morirme-
apareces distante, intocable, junto a mí.
Me miras como a un niño y se me olvida todo
y ya sólo te quiero alegre, dolorosamente.
He pensado en la duración de Dios,
en la manteca y el azufre de la locura,
en todo lo que he podido mirar en mis breves días.
Tú eres como la leche del mundo.
Te conozco, estás siempre a mi lado más que yo mismo.
¿Qué puedo darte sino el cielo?
Recuerdo que los poetas han llamado a la luna con mil nombres
-medalla, ojos de Dios, globo de plata,
moneda de miel, mujer, gota de aire-
pero la luna está en el cielo y sólo es luna,
inagotable, milagrosa como tú.
Yo quiero llorar a veces furiosamente
porque no sé qué, por algo,
porque no es posible poseerte, poseer nada,
dejar de estar solo.
Con la alegría que da hacer un poema,
o con la ternura que en las manos de los abuelos tiembla,
te aproximas a mí y me construyes
en la balanza de tus ojos,
en la fórmula mágica de tus manos.
Un médico me ha dicho que tengo el corazón de gota
-alargado como una gota- y yo lo creo
porque me siento como una gruta
en que perpetuamente cae, se regenera y cae
perpetuamente.

Bendita entre todas las mujeres
tú, que no estorbas,
tú que estás a la mano como el bastón del ciego,
como el carro del paralítico.
Virgen aún para el que te posee,
desconocida siempre para el que te sabe,
¿qué puedo darte sino el infierno?
Desde el oleaje de tu pecho
En que naufraga lentamente mi rostro,
te miro a ti, hacia abajo, hasta la ***** de tus pies
en que principia el mundo.
Piel de mujer te has puesto,
Suavidad de mujer y húmedos órganos
en que penetro dulcemente, estatua derretida,
manos derrumbadas con que te toca la fiebre que soy
y el caos que soy te preserva.
Mi muerte flota sobre ambos
y tú me extraes de ella como el agua de un pozo,
agua para la sed de Dios que soy entonces,
agua para el incendio de Dios que alimento.

Cuando la hora vacía sobreviene
sabes pasar tus dedos como un ungüento,
posarlos en los ojos emplumados,
reír con la yema de tus dedos.
¿Qué puedo darte yo sino la tierra?
Sembrado en el estiércol de los días
miro crecer mi amor, como los árboles
a que nadie ha trepado y cuya sombra
seca la hierba, y da fiebre al hombre.

Imperfecta, mortal, hija de hombres,
verdadera,
te ursupo, ya lo sé diariamente,
y tu piedad me usa a todas horas
y me quieres a mí, y yo soy entonces,
como un hijo nuestro largamente deseado.

Quisiera hablar de ti a todas horas
en un congreso de sordos,
enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre.
Quiero darte a nadie
para que vuelvas a mí sin haberte ido.

En los parques, en que hay pájaros y un sol en hojas por el suelo,
donde se quiere dulcemente a las solteronas que miran a los niños,
te deseo, te sueño.
¡Qué nostalgia de ti cuando no estás ausente!
(Te invito a comer uvas esta tarde
o a tomar café, si llueve,
y a estar juntos siempre, siempre, hasta la noche).
He bebido del chorro cándido de la fuente.
Traigo los labios frescos y la cara mojada.
Mi boca hoy tiene toda la estupenda dulzura
de una rosa jugosa, nueva y recién cortada.

El cielo ostenta una limpidez de diamante.
Estoy ebria de tarde, de viento y primavera.
¿No sientes en mis trenzas olor a trigo ondeante?
¿No me hallas hoy flexible como una enredadera?

Elástica de gozo como un gamo he corrido
por todos los ceñudos senderos de la sierra.
Y el galgo cazador que es mi guía, rendido,
se ha acostado a mis pies, largo a largo, en la tierra.

¡Ah, qué inmensa fatiga me derriba en la grama
y abate en tus rodillas mi cabeza morena,
mientras que de una iglesia campesina y lejana
nos llega un lento y grave llamado de novena!
Borges Jun 2014
Que era la noche del porvenir girando en pies de terriccola aventurado y un pez naufrago en un universo perdido en los ojos de una mujer, despues de todo la noche se esconde en la boca y el ayer es del entonces y un ciego se rie de chistes de un gato son balance, que era la chistosada de meditar drogado de ***** y los gatos siguen en movimiento y Cortazar ya que es Bolaño y su vientre se come ha estraños? lluvia envez de pelo de color azul marino, Wenennefer y musico llamado Jimmi, sus ojos duelen ver, eran de un time future.

Y la dolienta sangre de sus manos dolian al escribir fortunas.
Sabios Borges
Mientras Juárez indomable
Va a los desiertos del Paso
A defender su bandera,
Firme como un espartano;
En Méjico, sostenido
Por el invasor extraño
Se erige un trono y le ocupa,
Más que ambicioso, engañado,
Un ilustre descendiente
Del más grande de los Carlos.

Joven, soñador y apuesto
Asciende a lugar tan alto,
Sin ver que a lo lejos flota
El pendón republicano,
Y sin recordar que el pueblo
Por quien, se sueña llamado,
En otro tiempo a un monarca
Lanzó del trono al cadalso

Recibiéronle animosos
Los que el cetro le entregaron,
Y al entrar por nuestras calles
Fue tan grande el entusiasmo
Que del nuevo rey los ojos
No pudieron, deslumbrados,
Mirar que las bayonetas
Que lo estaban custodiando
Eran de extranjeras tropas
Capaces de abandonarlo
Joven príncipe, ¿a qué vienes
¿Por qué dejas tu palacio
En medio de las azules
Ondas del Mediterráneo
Como un nido de gaviotas
Sobre un peñón solitario?

Este cielo azul no es tuyo,
No son tuyos estos lagos,
Ni estos sabinos del bosque
Que de viejos están canos.

Nada es tuyo, nada entiende
Tu acento, nada ha guardado
Cenizas de tus mayores
Que en otras tierras brillaron.

Tu sangre azul no es la sangre
De Cuauhtemoc ni de Hidalgo;
Cuanto te cerca es ajeno,
Cuanto te vela es extraño.

Príncipe noble ¿a qué vienes?
¿Por qué dejas tu palacio
Y aquellas ondas azules
De tu hermoso mar Adriático?

En medio de las tormentas
Que se alzarán a tu paso,
Cuando pronto te abandonen
Los que te están custodiando,
Hallarás como consuelo.
Como abrigo, como amparo,
La firmeza y el arrojo
Del soldado mejicano
Que cumple con su bandera
Satisfecho y resignado.

¡Torna príncipe al castillo
Donde viviste soñando,
Que por las gradas de un trono
Subir se puede a un cadalso!
Con inusitada pompa
En el ya imperial palacio
Se celebran los natales
Del reciente soberano.

Ya las guardias palatinas
De uniformes encarnados
Apuestos forman la valla
Luciendo adargas y cascos.

Ministros y chambelanes,
Consejeros y vasallos,
Ostentan con arrogancia
Sus pechos condecorados.

El salón de embajadores
Por su lujo aristocrático,
Recuerda a los que lo miran
De antiguos tiempos el fausto.

De pronto, por todas partes
Se extiende un rumor extraño
Y es que las gradas del trono
El Archiduque ha pisado.

Diversas clases sociales
Deben de felicitarlo
Y ya están los oradores
Por cada clase nombrados.

Un jurisconsulto experto,
Elocuente, pulcro y sabio
Es de la magistratura
El representante nato.

Le toca el lugar primero,
Habla con acento claro,
Con respeto se le escucha,
Se le mira con agrado,
Y estudio y saber revela
Cada frase de sus labios.

Su discurso no fue breve,
Su estilo elegante y franco
Y al acabar dijo alguno:
¡Bien por Lares! anhelando
Aplaudirlo, sin hacerlo
Por respeto al soberano.

Con elegancia vestido
Al clero representando
Se acercó un obispo al trono
Y dijo un discurso largo,
Lleno de notas y citas
Latinas, propias del caso.

Era el orador de fama
Por su elocuencia y su rango,
Célebre en aquellos tiempos
Entre oradores sagrados.

«No estuvo corto Ormachea»
Dijo después de escucharlo
Alguno a quien ya cansaba
La severidad del acto.

Nuevo rumor se produjo
Después en aquellos ámbitos
Al ver que al trono llegaba
A paso lento un soldado
De cabellos y ojos negros,
Tez cobriza, aspecto huraño,
Descendiente de las razas
Que en Anáhuac habitaron
Antes de que la conquista
Empobreciera a sus vástagos.

¡Formaba contraste brusco
La oscura tez del soldado
Con la tez brillante y blanca
Del Archiduque germano!

Quedó el indígena absorto,
Meditabundo y cortado,
Sin articular palabra,
La frente y los ojos bajos.

¿Quién es? preguntó un curioso
Y le respondió un anciano:
Se llama Tomás Mejía,
Y es general reaccionario:
Viene a hablar por el ejército.
-¿Y él hizo el discurso?
                                  -Varios
Le escribieron y ninguno,
Según dicen, le ha gustado;
El que dirá lo habrá escrito
O Muñoz Ledo o Arango

-Escuchemos:
                      -Trascurrían
Unos minutos muy largos;
Mejía estaba en silencio
Todo tembloroso y pálido,
En silencio los presentes
Y en silencio el soberano.

De pronto ven con asombro
Que el indígena soldado,
Abriendo los negros ojos
Que brillaban animados,
Perora sin dar lectura
Al papel que está en sus manos

-«Majestad -calló un momento;
Majestad -siguió turbado
Majestad -yo no he aprendido
Lo que otros por mí pensaron,
Pero si usted lo que busca
Es un corazón honrado,
Que lo quiera, lo respete,
Lo defienda sin descanso
Y la sirva sin dobleces,
Sin interés, sin engaño,
Aquí está mi corazón,
Aquí están, señor, mis brazos
Y en las horas de peligro,
Si al peligro juntos vamos,
Lo juro por mi bandera,
Sabré morir a su lado».

Con lágrimas en los ojos,
Trémulo Maximiliano,
Las fórmulas de la corte
Por un instante olvidando,
Bajó del trono y al punto
Dio al General un abrazo,
Que aplaudieron los presentes
Con lágrimas de entusiasmo.
Cayó el Príncipe más tarde
Y con él cayó el soldado
Que le dijo esas palabras
Llenos los ojos de llanto.

A don Tomás le ofrecieron
Del patíbulo salvarlo
Y él respondió: «Solamente
Que salven al soberano».

Un general victorioso,
De gran poder y alto rango,
Que le estaba agradecido
Por algún hecho magnánimo,
Fue y le dijo: «Yo podría
Lograr veros indultado;
Os estimo y necesito
A toda costa salvaros.
¿Queréis que os salve? decidlo,
Que no me daré descanso
Hasta que al fin me concedan
Lo que para vos reclamo».

-«Sólo admitiré el indulto,
Respondió el indio soldado,
Si me viene juntamente,
Con el de Maximiliano».

-Me pedís un imposible.
-Pues me moriré a su lado.
-Pensad que tenéis familia.
-Tan sólo a Dios se la encargo.

-Soy capaz de protegeros
Si os resolvéis a fugaros.
-¿Yal Emperador? -No; nunca.
-Pues su misma suerte aguardo.

Y como lo sabe el mundo,
Juntos fueron al cadalso
Y así selló con su sangre
Lo que dijeron sus labios.
Llegará un día en que la raza humana
Se habrá secado como planta vana,
Y el viejo sol en el espacio sea
Carbón inútil de apagada tea.
Llegará un día en que el enfriado mundo
Será un silencio lúgubre y profundo:
Una gran sombra rodeará la esfera
Donde no volverá la primavera;
La tierra muerta, como un ojo ciego,
Seguirá andando siempre sin sosiego,
Pero en la sombra, a tientas, solitaria,
Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.
Sola, con sus criaturas preferidas
En el seno cansadas y dormidas.
(Madre que marcha aún con el veneno
de los hijos ya muertos en el seno.)
Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros
Soportará sobre los muertos hombros.
Desde allí arriba, negra la montaña
La mirará con expresión huraña.
Acaso el mar no será más que un duro
Bloque de hielo, como todo oscuro.
Y así, angustiado en su dureza, a solas
Soñará con sus buques y sus olas,
Y pasará los años en acecho
De un solo barco que le surque el pecho.
Y allá, donde la tierra se le aduna,
Ensoñará la playa con la luna,
Y ya nada tendrá más que el deseo,
Pues la luna será otro mausoleo.
En vano querrá el bloque mover bocas
Para tragar los hombres, y las rocas
Oír sobre ellas el horrendo grito
Del náufrago clamando al infinito:
Ya nada quedará; de polo a polo
Lo habrá barrido todo un viento solo:
Voluptuosas moradas de latinos
Y míseros refugios de beduinos;
Oscuras cuevas de los esquimales
Y finas y lujosas catedrales;
Y negros, y amarillos y cobrizos,
Y blancos y malayos y mestizos

Se mirarán entonces bajo tierra
Pidiéndose perdón por tanta guerra.
De las manos tomados, la redonda
Tierra, circundarán en una ronda.
Y gemirán en coro de lamentos:
¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!
-La tierra era un jardín lleno de rosas
Y lleno de ciudades primorosas;
-Se recostaban sobre ríos unas,
Otras sobre los bosques y lagunas.
-Entre ellas se tendían finos rieles,
Que eran a modo de esperanzas fieles,
-Y florecía el campo, y todo era
Risueño y fresco como una pradera;
-Y en vez de comprender, puñal en mano
Estábamos, hermano contra hermano;
-Calumniábanse entre ellas las mujeres
Y poblaban el mundo mercaderes;
-Íbamos todos contra el que era bueno
A cargarlo de lodo y de veneno...
-Y ahora, blancos huesos, la redonda
Tierra rodeamos en hermana ronda.
-Y de la humana, nuestra llamarada,
¡Sobre la tierra en pie no queda nada!

Pero quién sabe si una estatua muda
De pie no quede aún sola y desnuda.
Y así, surcando por las sombras, sea
El último refugio de la idea.
El último refugio de la forma
Que quiso definir de Dios la norma
Y que, aplastada por su sutileza,
Sin entenderla, dio con la belleza.
Y alguna dulce, cariñosa estrella,
Preguntará tal vez: ¿Quién es aquélla?
¿Quién es esa mujer que así se atreve,
Sola, en el mundo muerto que se mueve?
Y la amará por celestial instinto
Hasta que caiga al fin desde su plinto.
Y acaso un día, por piedad sin nombre
Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,
La luz de un sol que viaje pasajero
Vuelva a incendiarla en su fulgor primero,
Y le insinúe: Oh fatigada esfera:
¡Sueña un momento con la primavera!
-Absórbeme un instante: soy el alma
Universal que muda y no se calma...

¡Cómo se moverán bajo la tierra
Aquellos muertos que su seno encierra!

¡Cómo pujando hacia la luz divina
Querrán volar al que los ilumina!
Mas será en vano que los muertos ojos
Pretendan alcanzar los rayos rojos.
¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas
Serán las capas, ay, sobre sus huesas!...
Amontonados todos y vencidos,
Ya no podrán dejar los viejos nidos,
Y al llamado del astro pasajero,
Ningún hombre podrá gritar: ¡Yo quiero!...
Natalia Rivera Nov 2014
Estoy perdida en este mundo.
He perdido mi paz, mi alma, mi ser.
Ya el cantar de mi madre no me levanta en las mañanas.
El llamado de las ninfas no recorre mi piel.
Mi alrededor es un augurio el cual me tiene desorientada, atrapada.
Prisionera de cuatro paredes donde el ruido me vuelve pequeña
Aún sigo aquí, muy dentro de mi; pero estoy a la deriva en esta barcaza , que poco a poco va llegando a la orilla.
El camino se hace largo y mis ganas por reencontrarme fieles. He perdido la noción del tiempo y de paso se ha jodido mi compostura.
No puedo mas, quiero volver a ser yo.
Y en el más profundo de los sentido, esta tormenta que sacude mi alma, lentamente grita "libérame".

Natalia Rivera.
Mi niña Alejandra me ha ayudado con una de las estrofas así que quiero darle las gracias.
Santiago Nov 2015
Yo te extrañare
tenlo por seguro
fueron tanto bellos y malos momentos
que vivimos juntos.
los detalles las pequeñas cosas
lo que parecia no importante
son las que mas invanden mi mente
al recordarte.

Uhhhh! ojala pudiera devolver el tiempo para verte de nuevo
para darte un abrazo
y nunca soltarte
mas comprendo que llego tu tiempo
que Dios te ha llamado
para estar a su lado
asi el lo quisooo
pero yo nunca penseee
que doliera tantoooo

Coro

Ya no llores por mi
yo estoy en un luga
(lleno de luz)
donde existe paz
donde no hay maldad
donde puedo descansar.
No llores por mi
estan bello aqui
(con calma ire)
quiero que seas feliz
que te valla bien
y cuando
te toque partir
espero verte aqui

Yo te extrañare
tenlo por seguro
como pensar que la vida
puede terminar
en un segundo
la vida es polvo
puede esparcirse
en un momento
nada trajiste
nada te llevas
solo lo que habia dentro

Yo te extrañare
Levantóse Gerineldo,   que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta   donde estaba en el castillo.
-Abráisme, dijo, señora,   abráisme, cuerpo garrido.
-¿Quién sois vos, el caballero,   que llamáis a mi postigo?
-Gerineldo soy, señora,   vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano,   en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando   Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey   de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado,   ninguna le ha respondido.
-Gerineldo, Gerinaldo,   mi camarero pulido;
si me andas en traición,   trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta   o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano,   en gran saña va encendido,
fuérase para la cama   donde a Gerineldo vido.
El quisiéralo matar,   mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada,   entrambos la ha metido,
porque desque recordase   viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta   y la espada ha conocido.
-Recordados, Gerineldo,   que ya érades sentido,
que la espada de mi padre   yo me la he bien conocido.
Era de madrugada.
Después de retirada la piedra con trabajo,
porque no la materia sino el tiempo
pesaba sobre ella,
oyeron una voz tranquila
llamándome, como un amigo llama
cuando atrás queda alguno
fatigado de la jornada y cae la sombra.
Hubo un silencio largo.
Así lo cuentan ellos que lo vieron.

Yo no recuerdo sino el frío
Extraño que brotaba
Desde la tierra honda, con angustia
De entresueño, y lento iba
A despertar el pecho,
Donde insistió con unos golpes leves,
Avido de tornarse sangre tibia.
En mi cuerpo dolía
Un dolor vivo o un dolor soñado.

Era otra vez la vida.
Cuando abrí los ojos
fue el alba pálida quien dijo
la verdad. Porque aquellos
rostros ávidos, sobre mí estaban mudos,
mordiendo un sueño vago inferior al milagro,
como rebaño hosco
que no a la voz sino a la piedra atiende,
y el sudor de sus frentes
oí caer pesado entre la hierba.

Alguien dijo palabras
de nuevo nacimiento.
Mas no hubo allí sangre materna
ni vientre fecundado
que crea con dolor nueva vida doliente.
Sólo anchas vendas, lienzos amarillos
con olor denso, desnudaban
la carne gris y fláccida como fruto pasado;
no el terso cuerpo oscuro, rosa de los deseos,
sino el cuerpo de un hijo de la muerte...


El cielo rojo abría hacia lo lejos
Tras de olivos y alcores;
El aire estaba en calma.
Mas tremblaban los cuerpos,
Como las ramas cuando el viento sopla,
Brotando de la noche con los brazos tendidos
Para ofrecerme su propio afán estéril.
La luz me remordía
Y hundí la frente sobre el polvo
Al sentir la pereza de la muerte.


Quise cerrar los ojos,
buscar la vasta sombra,
la tiniebla primaria
que su venero esconde bajo el mundo
lavando de vergüenzas la memoria.
Cuando un alma doliente en mis entrañas
gritó, por las oscuras galerías
del cuerpo, agria, desencajada,
hasta chocar contra el muro de los huesos
y levantar mareas febriles por la sangre.

Aquel que con su mano sostenía
la lámpara testigo del milagro,
mató brusco la llama,
porque ya el día estaba con nosotros.
Una rápida sombra sobrevino.
Entonces, hondos bajo una frente, vi unos ojos
llenos de compasión, y hallé temblando un alma
donde mi alma se copiaba inmensa,
por el amor dueña del mundo.

Vi unos pies que marcaban la linde de la vida,
el borde de una túnica incolora
plegada, resbalando
hasta rozar la fosa, como un ala
cuando a subir tras de la luz incita.
Sentí de nuevo el sueño, la locura
y el error de estar vivo,
siendo carne doliente día a día.
Pero él me había llamado
y en mí no estaba ya sino seguirle...

Por eso, puesto en pie, anduve silencioso,
Aunque todo para mí fuera extraño y vano,
Mientras pensaba: así débieron ellos,
Muerto yo, caminar llevádome a tierra.
La casa estaba lejos;
Otra vez vi sus muros blancos
Y el ciprés del huerto.
Sobre el terrado había una estrella pálida.
Dentro no hallamos lumbre
En el hogar cubierto de ceniza.

Todos le rodearon en la mesa.
Encontré el pan amargo, sin sabor las frutas,
el agua sin frescor, los cuerpos sin deseo;
la palabra hermandad sonaba falsa,
y de la imagen del amor quedaban
sólo recuerdos vagos bajo el viento.
Él conocía que todo estaba muerto
en mí, que yo era un muerto
andando entre los muertos.

Sentado a su derecha me veía
como aquel que festejan al retorno.
La mano suya descansaba cerca
y recliné le frente sobre ella
con asco de mi cuerpo y de mi alma.
Así pedí en silencio, como se pide
a Dios, porque su nombre,
más vasto que los templos, los mares, las estrellas,
cabe en el desconsuelo del hombre que está solo,
fuerza para llevar la vida nuevamente.

Así rogué, con lágrimas,
fuerza de soportar mi ignorancia resignado,
trabajando, no por mi vida ni mi espíritu,
mas por una verdad en aquellos ojos entrevista
ahora. La hermosura es paciencia.
Sé que el lirio del campo,
tras de su humilde oscuridad en tantas noches
con larga espera bajo tierra,
del tallo verde erguido a la corola alba
irrumpe un día en gloria triunfante.
Para honrar la siempre limpia
Concepción Inmaculada
En la hermosa y opulenta
Capital de Nueva España,

Un vecino muy devoto
Y de riquezas muy vastas,
Trató de hacer un convento
Digno de gloria tan alta;

Y comprando unos solares,
Y al rey demandando gracia,
Logró dar cima a su anhelo
Sin medir riesgos ni vallas.

Llamábase aquel buen hombre
Juan Aguirre de Suasnaba,
Pródigo en las caridades,
Y en las costumbres, sin tacha.

Cuando con gran regocijo
Miró su obra comenzada
Y dio fin a los cimientos
Y forma a sus esperanzas,

La segur, que no respeta
Glorias y dichas mundanas,
Cortó el hilo de su vida,
Por cierto envidiable y grata.

Tocó a sus más allegados
Heredar cuanto dejara,
Y ya ricos, no quisieron
Proseguir obra tan santa.

Quedó en punible abandono
La nueva y costosa fábrica,
Sin que de ponerle término
Se dijera una palabra.

Los dueños de la fortuna
Fuéronse a tierras extrañas,
Y nadie creyó que hubiese
Quien a Aguirre reemplazara.

Apagáronse de un soplo
Las ilusiones doradas
De cuantos vieron seguía
Del nuevo templo la fábrica.

Y en las más nobles familias
Con dolor se comentaba
La conducta de los deudos
Del propio interés avara.

Las pudorosas doncellas
Que con delicia y con ansia
Soñaron en vestir pronto
Manto azul, túnica blanca,

Y habitar del nuevo claustro
La quieta y feliz morada,
Al saber la triste nueva
Vertieron secretas lágrimas.

En esos tiempos remotos
Del mundo en la mar sin playas,
Para encaminarse al cielo
Era el convento la barca;

La celda, puerto y refugio
De la vida en las borrascas;
Y la fe, radiante estrella,
Nuncio y galardón del alba.

En los tristes desengaños,
En las dudas más amargas,
En la orfandad sin apoyo
Y el amor sin esperanza,

Cuando todos los dolores
A un tiempo el ánimo embargan
Y la razón obscurece
Y las virtudes desmayan,

El claustro fue la piscina,
El Jordán de frescas aguas
En que encontraron alivio
Los hondos males del alma.

Y las vírgenes más bellas,
Las azucenas más castas,
En sus floridos abriles,
En su edad más dulce y grata,

Encerrábanse en las celdas
Como en tumbas solitarias,
Viviendo en completo olvido
Sin ambiciones bastardas;

Y allí, sin decir a nadie
La historia de sus desgracias,
Era su ilusión la muerte
Y el martirio su enseñanza.

Tarde por tarde, iban muchos
A ver en desierta plaza,
Frente a la modesta ermita
Que a nuestros tiempos alcanza

Los comenzados cimientos
De la nueva mansión sacra
Que iba a honrar la siempre
Limpia Concepción Inmaculada;

Y para excitar el celo
De gentes ricas y santas
Que con su cuantiosa hacienda
El monasterio acabaran,

Una fiesta organizóse
Invitando a la más alta
Sociedad de la opulenta
Capital de Nueva España.
En medio de gran gentío
Un viejo orador sagrado
Dice así con voz sonora
Y con inmenso entusiasmo:

-«No es cierto que nadie quiera
Esta obra llevar a cabo,
Que hay alguien a quien le sobran
Elementos para el caso.

»Allí escondido entre muchos
Acierto a ver a mi hermano;
Lo conocéis casi todos,
Le llaman Simón de Haro;

»Es un minero muy rico,
Y es además buen cristiano,
Y va a encargarse de todo
Lo que otros abandonaron.

»¿Que habrá que gastar dinero?
¡Nada importa! ¡Tiene tanto!
Y además pueden sus minas
Darle cuanto es necesario.

»Él terminará el convento,
Él lo hará, puedo jurarlo,
Y tal vez desde mañana
Ocupe aquí muchos brazos».

Volvieron todos el rostro
A don Simón, contemplando
Que estaba absorto y confuso
Con un sermón tan extraño.

Y prodigándole encomios,
Y apretándole la mano,
Por su decisión tan noble
Todos le felicitaron.

Sin dar a nadie respuesta,
Confuso, atónito, pálido,
Al ver ya fuera del púlpito
A quien movió tal escándalo,

Fuése saliendo a su encuentro
De esta guisa a interpelarlo.
-Si sabes que soy muy pobre,
Pues muy exiguo es mi erario,

¿Por qué de erigir conventos
Me impones el duro encargo
Cuando en mi caja no quedan
Más que muy pocos ducados?

-Yo no he dicho una palabra.
-¡Estás loco! Te escucharon
Todos los que aquí han venido
Y que no son muy escasos.

-Pues te juro que no dije
Ni una frase... -Has dicho tanto
Que todos me reconocen
Como un rico nada avaro,
Que va a construir el convento.

En esto pienso que hay algo
Misterioso, incomprensible.
-Lo que dijeron tus labios
Todo el mundo lo comprende.
-Yo no lo he dicho. -Habla claro.

-Sospecho que las palabras
Que oyeron todos, hermano,
Las ha dicho por mi boca
El mismo Espíritu Santo.

-¿Será posible? -No dudes,
Porque yo ni lo he pensado,
Y al decir que nada dije
Con esta verdad me salvo.

-Dios será quien te proteja.
-Yo estoy muy pobre y no guardo
En caja sino muy poco,
Ven a ver mi caja. -Vamos.

De don Simón a la casa
Bien pronto se encaminaron,
Y abriendo una tosca puerta
Entraron a húmedo cuarto.

Vieron los dos una caja
Abandonada en un ángulo,
Forrada en vetusto cuero
Y llena de toscos clavos.

La abrió don Simón, y al punto
Saca con su propia mano
Cerca de catorce duros
Que allí estaban encerrados.

-¿Basta para un monasterio
Este pequeño puñado?
Y antes de que a tal pregunta diera
Respuesta su hermano,

Dentro de la antigua caja
Oyeron un ruido extraño
Y los espantados ojos
A un tiempo volvieron ambos.

De escudos limpios y hermosos
Halláronla rebosando,
Y postráronse de hinojos
Absortos de aquel milagro.

Vaciáronla varias veces,
Y en cada vez la encontraron
Llena de nuevas monedas
Que arrojaba ignota mano.

-Con esto se hará el convento.
-Y la obra llevaré a cabo.
-Alabemos a la Virgen,
-Y al Señor tres veces santo.

Con lágrimas en los ojos
Y trémulos y rezando,
El clérigo y el minero
Salieron al fin del cuarto.

Se dio principio a las obras,
Y en menos de quince años
Se alzó el templo y el convento
De la Concepción llamado.

Y en el espléndido coro,
Las monjas siempre guardaron,
Como caja milagrosa,
Portento admirable y raro,

La que durante las obras
Sola se estuvo llenando
Hasta que la ultima piedra
Se puso en el templo santo.

Y esta conseja la citan
Haciendo mención del caso
Autores que en nuestros tiempos
Pasan por doctos y sabios.
lxapa Sep 2015
Más veces me han dicho quedado
de lo que me han llamado Salao.
Quedado cuando no estudié.
Quedadó cuando escribí.
Quedado cuando no me casé.

Me he quedado tardes enteras
echándole piropo al sol
mientras baja
y se esconde en la tierra,
ruborizado.

Me he quedado riendo
por mucho tiempo,
viendo cómo sufren todos
después de estudiar y ganar tanto.

Sí, me he quedado.
Me he quedado
tantas veces bajo tu pelo
que ya no me acuerdo
desde cuándo es que
no tengo amigos.

Y tú,
¿Dónde te has quedado
desde la última vez que nos vimos?
Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo,
pesó como la nuestra sobre la tierra,
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tú que viviste no en el rígido ayer
sino en el incesante presente,
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
tú que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la épica,
tú que tejiste las palabras,
tú que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al Señor
sino a la espada de tu rey,
tú que con júbilo feroz cantaste,
la humillación del viking,
el festín del cuervo y del águila,
tú que en la oda militar congregaste
las rituales metáforas de la estirpe,
tú que un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tú que tanto querías a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.
Gonzalitu Mar 2018
Tiranos momentos, se encuentran tan lejos.
Gobiernan las vistas, gobiernan lo nuestro.
Difuso y añejo, de tu rostro, el recuerdo.
Ya pocos y fríos son nuestros encuentros.

Tirano es el tiempo, te mueves tan recto.
Inalterable, ni con el mejor beso.
Te esfumas, te aprieto, te escurres de nuevo.
Por favor, sólo este instante deseo.

Y ella, pospone la visita, a mí, enfermo.
Por simples deberes.
Compromisos, trabajos o  paseos.

Nuestra despedida, desatada nos viene.
Aprovecha, estoy todavía despierto.
Hay algo que aún no comprendes.
Lo mio por ti, no es eterno.

Estoy aquí, aguardando el llamado.
Ven cuanto antes, que te quiero.
Te espero, te espero escribiendo.
A way too personal reflection about shared time.
Los nombres de Dios y en particular de su representante
llamado Jesús o Cristo, según textos y bocas,
han sido usados, gastados y dejados
a la orilla del río de las vidas
como las conchas vacías de un molusco.

Sin embargo, al tocar estos nombres sagrados
y desangrados, pétalos heridos,
saldos de los océanos del amor y del miedo,
algo aún permanece: un labio de ágata,
una huella irisada que aún tiembla en la luz.

Mientras se usaban los nombres de Dios
por los mejores y por los peores, por los limpios y por los sucios,
por los blancos y los negros, por ensangrentados asesinos
y por las víctimas doradas que ardieron en ******,
mientras Nixon con las manos
de Caín bendecía a sus condenados a muerte,
mientras menos y menores huellas divinas se hallaron en la playa,
los hombres comenzaron a estudiar los colores,
el porvenir de la miel, el signo del uranio,
buscaron con desconfianza y esperanza las posibilidades
de matarse y de no matarse, de organizarse en hileras,
de ir más allá, de ilimitarse sin reposo.

Los que cruzamos estas edades con gusto a sangre,
a humo de escombros, a ceniza muerta,
y no fuimos capaces de perder la mirada,
a menudo nos detuvimos en los nombres de Dios,
los levantamos con ternura porque nos recordaban
a los antecesores, a los primeros, a los que interrogaron,
a los que encontraron el himno que los unió en la desdicha
y ahora viendo los fragmentos vacíos donde habitó aquel nombre
sentimos estas suaves sustancias
gastadas, malgastadas por la bondad y por la maldad.
Érase un cura, tan pobre,
que daba grima mirar
sus zapatos descosidos
y su viejo balandrán.
Érase un cuasi mendigo
que solía regalar
a los más pobres que él
con la mitad de su pan.
Un cura tan divertido
para hacer la caridad,
que si daba el desayuno
se acostaba sin cenar.
Érase un pobre curita
llamado el Padre Julián,
a quién vían como a un perro
los grandes de la ciudad,
pues era tan inocente
y era tan humilde el tal,
que en la casa de los grandes
daba risa su humildad.
Un día amaneció muerto,
siendo causa de su mal
no se sabe si mucha hambre
o alguna otra enfermedad.
Entonces un gran entierro
se ofreció al padre Julián,
donde sólo en cera y pábilo
se quemara un dineral.
Y se vieron coches fúnebres
y hubo un lujo singular,
a los ecos de las marchas
de la música marcial.
Y cuentan que los timbales
y oboes al resonar,
hacían burla del muerto
pobre de solemnidad...
Y que el muerto se reía
pensando en su balandrán,
con una de aquellas risas
que dan ganas de llorar.
Julian Revà Feb 2018
A poem in spanish

Sé que la gracia se halla
en no llamar ni ser llamado
De ir por ahí, inmiscuido
inexacto, impreciso;
a destiempo | La gracia radica
en lo importuno de la oportunidad
que no se aprovecha, pero
se arrepiente, se duele
"se busca"
El punto es ir dando lástima
lastimando, hastiando
jodiendo; y joder
es un buen verbo
Hay otros tantos que riman
tan bien infinitiva-mente
pero joder es el adecuado;
       es polifacético
El punto también es joder
[cuando nos acurrucábamos
en un corruco y
nos buscábamos y
nos amábamos y
nos jodíamos unilateralmente]
Nos jodíamos cuando
nos necesitábamos
             tanto
Pero ahora es distinto
Ahora sólo nos presentimos
como espasmos, como fríos
como escalofríos en la espina dorsal
Nos sentimos, lo sentimos; (lo siento)
nos vamos sintiendo
en cada esquina en la cual presentimos -
                               au/sencia
en la parte de la ciudad en la que
                  va solo mi brazo
     y va rajada tu muñeca;
me jodo solo por estar tan "sólo
pensando" en lo que hubiera dicho
o en cualquier rima que
hubiera callado / sin forma
No hay forma de volver a formarnos,
de volver a ser uno solo,
de no estar deseando
que todo esto acabe,
que sea otra pesadilla
sobre lo miserable que es todo
El punto es ignorarnos
     hasta el ocaso,
hasta que se nos olvide
que nos vamos olvidamos
El punto es no hacer daño
dañando a cada rato
                   (un poco más)
sin perdonarnos, sin buscar
queriendo hacernos más daño
Sorry for not translating this, but I find it perfect likes this.
Atrás quedaron los escombros:
humeantes pedazos de tu casa,
veranos incendiados, sangre seca
sobre la que se ceba -último buitre-
el viento.

Tú emprendes viaje hacia adelante, hacia
el tiempo bien llamado porvenir.
Porque ninguna tierra
posees,
porque ninguna patria
es ni será jamás la tuya,
porque en ningún país
puede arraigar tu corazón deshabitado.

Nunca -y es tan sencillo-
podrás abrir una cancela
y decir, nada más: «buen día,
madre».
Aunque efectivamente el día sea bueno,
haya trigo en las eras
y los árboles
extiendan hacia ti sus fatigadas
ramas, ofreciéndote
frutos o sombra para que descanses.
Yi Jiun Liu Apr 2017
Porque detrás de cada expresión
Existe una historia
Sin contar
Si te quedas callado y escuchas
Seguramente entre el silencio
Escuchas
Los susurros
Dan un llamado de auxilio
Ocurre que lo escondemos
Muy bien
Pasamos de forma silenciosa y cuidado
Para evitar un confrontamiento inesperado
Es la única manera y parece ser lo único que se puede hacer
Para seguir adelante
Todos los dolores son diferentes
Y no pretendo saber lo que sientes
Pero
Prometo una cosa
Todo se pone mejor
Y
Estarás bien
Solo
Dale tiempo
para mari <3
Su nombre: Pantaleón
Gutiérrez de ilustre estirpe,
Enaltecida en España
Con heroicidad en lides,
Y de nobleza de alma
Con altos y claros timbres.
Era «Patriarca» llamado
En toda la altiplanicie.
Con la mano siempre abierta
Lo vieron los infelices,
Porque él sabía que al cielo
Se presta cuanto reciben,
Como dádiva en la tierra,
Los que en la miseria gimen
Con hambre, y en el invierno
Sin techo que los abrigue.

Era noche tormentosa,
Sin una estrella visible
En Santa Fe. Luces trémulas
En lejanos camarines
Algún retablo alumbraban
O la imagen de la Virgen.
En las calles solitarias
El agua corría libre,
Y en los cercados conventos
Se oían salmodias tristes
De todos cuantos en éxtasis
Lejos ya del mundo viven.

El «Patriarca» terminaba
Su rosario, y golpes firmes
Oyó en el portón. Abierto,
Entra, de mirada humilde,
Un visitante. Abatido,
Y con débil voz le dice:
-«Todo ha sido en vano, todo;
No hallé a nadie que me fíe.
A su bondad apelando,
A su casa anoche vine;
Usted me ofreció el dinero,
Pero fiador me exige.

»Acudí a muchos, y todos
Me han dicho que es imposible...
De malos negocios me hablan
Y de situación difícil...
Que aunque me juzgan honrado
El plazo puede cumplirse
Sin que la deuda se pague...
Y, en tanto, miseria horrible
En mi hogar. Esposa e hijos
Con harapos, pan me piden.
Comprometida mi honra,
Y la suerte me sonríe
Ahora por vez primera,
El corazón me lo dice,
Pero necesito el préstamo;
De otro modo habré de hundirme
Sin que una luz, aunque débil,
De esperanza ante mí brille».

El «Patriarca» le responde
Con voz en que se percibe
 La caridad de las almas
Que del bien nunca se eximen:
-«Tendrá el dinero al instante
Como anoche se lo dije,
Y sin interés, mas debe
Traerme aquí quién lo fíe.
El dinero es de mi hijos...
Mi conciencia así lo exige».

-«Lo comprendo. Sin descanso
Me moví, y esfuerzo hice.
A un amigo y a otro amigo
La fianza fui a pedirles,
Más la pobreza es pobreza,
Y el egoísmo invencible,
Y la honradez de otros años
Se olvida, y de nada sirve.
Pero un fiador yo tengo:
Mi corazón, siempre libre
De doblez, en Él reposa;
Sobre el dolor que me aflige...
Más ignoro si le basta».

El «Patriarca» entonces dice:
-«No exijo mucho. Tan solo
Un testigo».
Abrió su humilde
Capa. Bajo ella traía
Un crucifijo
Él, que vive
Consolándome en mis penas;
Él, que en horas de indecible
Amargura, ve en mi alma,
Me  conoce, y será firme
Garantía de mi deuda,
Así sollozando dice.
-«Es más e lo que pedía».
Responde.
Al punto recibe
El dinero. Y el «Patriarca».
De Cristo la santa efigie
Que le daba por testigo
En devolvérsela insiste.

-«No, Guarde ese Crucifijo,
Fiador que me permite
Rescatar mi honra. Algún día
Vendré por él».
Otra triste
Noche vuelve el visitante,
Más, ¡cuán distinto! Despiden
Luz animada sus ojos,
Y al «Patriarca» se dirige
Con el dinero prestado.
En tanto, feliz sonríe,
-«Reciba las bendiciones
A la que ha salvado», exclama.
Y el «Patriarca», de apacible
Mirada, descuelga el Cristo.
-«No. Reténgalo», le dice,
«Guarde e fiador que un día,
En mi desventura horrible
No me abandonó. Que Él sea
De mi gratitud sin límites
Memoria imperecedera;
Y esas manos que redimen
Sobre la cruz enclavadas,
Manos del Mártir sublime,
Sean manos adorables
Que siempre su hogar bendicen».
Derramarás tus lágrimas,
desventurado amante,
como un único dolor,
y en la anchura del mundo
siempre habrá, en ese instante,
unos ojos más tristes
y una pena mayor.

Abrirás la ventana
cuando se enciende el día,
feliz con tu destino,
libre de todo mal,
y en la anchura del mundo
cualquiera encontraría
otra ventana abierta
y una alegría igual.

Maldecirás la noche
viendo pasar el viento,
o crisparas las manos
sin saber contra quién,
y en la anchura del mundo
y en el mismo momento
ha de haber alguien,
siempre, descontento también.

Y un día, cuando escuches
el llamado profundo,
la señal para el viaje,
la terrible señal,
quién sabe cuántos hombres,
en la anchura del mundo,
te seguirán los pasos
de la sombra final…
Leydis May 2018
Me miras con perfidia

pretendiendo domar mi recinto.

Presumes tu sabiduría

sin saber que yo soy, ¡guía audaz!

Que llevo más de diez vidas

perfeccionando mis gritos,

cuyo sonidos te llevaran al

olimpo de los seres invictos.


Gimos con algoritmos que descifran

los calóricos revoltillos de una mente esculpida

que sabe sumergirse; en insondable pozos,

complacerte, hasta que logres tu propósito,

hasta que digas ¡eureka! la novena maravilla,

la he encontrado, en tu llanto pasional.


Me miras y pretendes amedrentarme,

pretendes que huya de mi desnudez

y yo sencillamente, te reto a que te

atiborres de mi ser..,

a que te pierdas en mi querer;

que no te avergüences de mi placer y

que escuches en mis suspiros

los quejidos de mi erotismo.


Me miras como quien pretende impresionar

y yo con la mirada fija..,

te reto a que descubras mi castidad;

Que te enganches de mi honduras,

que te aferres a mi cintura,

que te enamores de mi sabrosura,

que te deshagas de tu cordura

y respondas al clamo de mis deseos

que te hacen un llamado visceral.


Que apruebes conmigo los sabores del tiempo,

con feroces besos, que van componiendo

la canción perfecta, hasta que lleguemos

a nuestro destino pasional.


Te dije alguna vez y te lo diré otra vez,

“Yo no gimo, yo gruñó como loba,

maulló como perra” brinco hasta  

afincarme en tus cinco sentidos,

y logres entender, que tú serás un lobo maldito,

pero, a mi amor !no lo puedes someter!
Victor D López Feb 2019
En tiempos difíciles, he llamado tu nombre,
Mi amor, y me aferro a él como lo hace un niño,
A la creencia en Papá Noel,
O los ciegos, a la esperanza de la luz;

Es para mi,
El sueño visionario,
Que impulsa la perseverancia,
Y condena la desesperación;

Es la esperanza de las almas desdichadas,
En el purgatorio en espera,
A la promesa aparentemente olvidada,
De su eventual liberación.

Cuando mis palabras pasadas confunden, confinen,
Obstinan mi mente, y las imágenes convergen,
En el borroso remolino de la locura,
Digo tu nombre.

Entonces la desesperación retrocede,
Como una pesadilla incorpórea,
Desvaneciéndose lentamente, dejando solo sábanas empapadas de sudor,
Rindiéndose a los purificadores rayos del sol naciente del amanecer.

Una palabra simple, tu nombre, pero para mí, un amuleto poderoso,
Que traspasa la oscuridad y derrite,
Las formas deformadas que atormentan y provocan mis días más oscuros,
Y los llena con todo en la tierra que sana y renueva.

Una palabra simple que simplemente es mi todo, un sinónimo de sincero,
Amor sin pretensiones que rara vez pide y entrega libremente.
Un amor que no cuestiona, sino que simplemente sabe,
Que no se quema rápidamente, pero siempre, y para siempre, da calor.
Victor D López Dec 2019
También vinieron por usted en medio de la noche,
Pero descubrieron que se había ido a Buenos Aires.
La Guardia Civil cuestionó a su esposa en su casa,
Rodeada de sus cuatro hijos pequeños, en tonos fuertes pero respetuosos.

Apoderados de ametralladoras se quedaron un tiempo,
Pero no dejaron cicatrices visibles en sus hijos,
Ni en su joven esposa, a quien
Dejo atrás para criarlos sola.

Habías sido un pez grande en un pequeño estanque,
Un empresario exitoso que se gano la vida muy bien,
Comprando ganado para ser criado por aquellos demasiado pobres
Para adquirirlos por sus propios medios y que los criaban para usted.

Los pastaban, los usaban para tirar de sus arados,
Y vendían su leche, o la usaban para alimentar a sus hijos demasiado numerosos.
Cuando estaban listos para la venta, los llevaba usted a la feria,
Obtenía un precio justo para ellos y compartía la ganancias a partes iguales con los que los criaron.

Fue un buen sistema que le dio riqueza relativa en tiempos malos,
Y dio a los pobres los medios para alimentar a sus familias y a sí mismos.
Su reputación de honestidad inquebrantable y trato justo hizo que muchos
Quisieran criar ganado para usted, y muchos más le consultaban para resolver disputas.

En asuntos de contratos y límites de tierras disputados su palabra era ley.
Los impotentes y los poderosos confiaban en su juicio por igual y le buscaban
Para resolver sus disputas. Su juicio siempre fue aceptado como definitivo porque
Su justicia e integridad eran incuestionables. "Si Manuel lo dice, es así."

Usted honraría un mal trato basado en un apretón de manos y preferiría perder una
Fortuna antes de deshonrar su palabra, incluso cuando trataba con aquellos mucho menos Honrados que a usted. Para usted el valor de un hombre se media por su palabra, y
Sabía que el mayor legado que podía dejarle a sus hijos era un nombre inmaculado.

Usted era frugal más allá de la necesidad o de la razón, tal vez porque no
Quería hacer alarde de su relativa riqueza cuando tantos no tenían nada.
Habría ofendido su conciencia social y desmentido su política.
Su única extravagancia fue un gran caballo, en el que no se escatimó ningún gasto.

Aunque considerado, elocuente y de voz suave, no era tímido acerca de compartir su
Punto de vista y se enorgullecía del hecho de que otros le prestaban atención
Cuando hablaba. Usted era un ferviente creyente en la república joven y
centro-izquierdista en sus ideas. Cuando llegó la guerra, fue un blanco fácil.

No había tiempo suficiente para quitar a toda su familia del país, y
Simplemente tenía demasiado que perder, un capital significativo atado en tierras y
Ganado. Así que decidió emigrar a Argentina, después de haber estado en los
EE.UU. cuando soltero y prefiriendo autoexilio en un país con un idioma familiar.

Su esposa e hijos estarían bien, protegidos por su capital y por
La buena voluntad que se había ganado. Y tenía razón en gran medida.
A pesar de la inexperiencia de su esposa, continuó con su negocio, con la
Ayuda de su hijo que heredo su ojo para comprar ganado y su buen nombre.

Muchos años después de que se había ido, su hijo adolescente podía comprar todo el ganado que
Quisiera en cualquier feria regional a crédito, con sólo un apretón de manos, simplemente porque
Era su hijo. Y durante muchos años, extraños darían un paso adelante ofreciendo una
Severa advertencia a aquellos que creían estar tratando de engañar a su hijo en las ferias.

"E o fillo do Café." (Es el hijo del Café, un apodo que se gana la familia por un
El hábito de un antepasado de ofrecer café a cualquiera que visitó su
Despacho en tiempos en que el café era casi un lujo). Eso fue suficiente para detener a cualquiera
Que buscara obtener una ventaja injusta por la juventud y la inexperiencia de mi padre.

Una vez en Buenos Aires, sin embargo, fue un pez muy pequeño en un estanque muy grande,
O, más exactamente, un pez en tierra firme; nadie quedó impresionado por su nombre,
Su pedigrí, su reputación o su forma de hacer negocios. Probablemente también se
Burlaban de su acento gallego y solo sus compatriotas escuchaban cuando hablaba.

Vivía en una pequeña habitación que compartía un patio con una pequeña escuela.
Trabajó de noche como sereno, y trató de dormir durante el día mientras
Los niños jugaban ruidosos al lado. Hizo poco dinero ya que su comercio era
Inútil en una ciudad moderna donde la confianza era una moneda muy devaluada.

Se volvió en una curiosidad anacrónica. Y no podía volver a casa.
Cuando su hijo le siguió hasta allí, debió partirle el corazón;
Usted esperaba que él dirigiría su negocio hasta su regreso; pero él
Dejo la escuela, cansado de ser llamado roxo (rojo) por sus instructores militares.

Debe haber sido insoportablemente difícil para usted. Creo que papá no comprendió su dolor.
Irónicamente, creo que yo sí, pero demasiado tarde. Eventualmente regresó a España a
Una esposa que había criado fielmente a sus hijos sola durante unos veinte años y fue
Ya notan predispuesta a abrazar incuestionablemente su voluntad como su deber.

Sin duda, no se podía usted comprender eso más que papá podría comprenderlo
A usted. Demasiado dolor. Demasiados sueños diferidos, llorados, enterrados y
Olvidados. Volvió a su amada Galicia cuando estaba claro que no sería
Perseguido después que Franco se había vuelto en un tirano relativamente benigno.

La gente ya no se encontraba fusilada o golpeada hasta la muerte en zanjas
A un lado de la carretera como en la guerra. Así que volvió a casa para vivir el resto de sus
Días fuera de sitio, una caricatura de su antiguo ser, descansando en el sus quebradizos
Laureles su ser antes de la Guerra Civil, no quebrado, pero doblado para siempre.

Encontró un mundo muy diferente al que había construido a través de su
Decencia, astucia y emprendimiento. Aprendió a mirar a su alrededor
Antes de dar su opinión, y pasó sus días restantes frenado mucho más
que su antiguo amado caballo, y sin freno de plata pulida que morder.

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Mi translation of my poem "Unsung Heroes #2:Manuel (Paternal Grandfather)" The English original is available here: https://allpoetry.com/poem/14263778-Unsung-Heroes--2-Manuel--paternal-grandfather--by-Victor­-D.-L%C3%B3pez
https://allpoetry.com/poem/14263778-Unsung-Heroes--2-Manuel--paternal-grandfather--by-Victor-D.-L%C3%B3pez
Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano,
ay, ay,
para ir a la corrida,
y remudar con despacio,
ay, ay.
Al hijo de la "Velluda",
el remudo no le han dado,
ay, ay.
-Al toro tengo que ir
aunque vaya de prestado,
ay, ay.
Permita Dios, si lo encuentras,
que te traigan en un carro,
las albarcas y el sombrero
de los siniestros colgando.
Se cogen los garrochones,
se van las navas abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
A la mitad del camino,
al mayoral se encontraron,
-Muchachos que vais al toro:
mirad que el toro es muy malo,
que la leche que mamó
se la di yo por mi mano.
Se presentan en la plaza
cuatro mozos muy gallardos,
ay, ay.
Manuel Sánchez llamó al toro;
nunca lo hubiera llamado,
ay, ay,
por el pico de una albarca
toda la plaza arrastrando;
ay, ay.
Cuando el toro lo dejó,
ya lo ha dejado sangrando,
ay, ay.
-Amigos, que yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo;
tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro.
-Que llamen al confesor,
pa que venga a confesarlo.
Cuando el confesor llegaba
Manuel Sánchez ha expirado.
Al rico de Monleón
le piden los bues y el carro,
ay, ay,
pa llevar a Manuel Sánchez,
que el torito lo ha matado.
ay, ay.
A la puerta de la "Velluda"
arrecularon el carro,
ay, ay.
-Aquí tenéis, vuestro hijo
como lo habéis demandado.
ay, ay.
Leydis Oct 2018
Anoche te sentí tan cerca,
fundida en remembranza,
la frustración me llevaba
a besarme a mí misma.

Sentía tu aliento en los bozos de mis brazos,
mis ojos cerrados perdidos en tu regazo,
en ese tiempo donde éramos amantes,
mi boca babeaba de tanto rebose,
mi famélico cuerpo perdido en tu siembra,
en tu tierra mojada nutriendo mi binza,
esperando que la cosecha brotara en tu boca.

Anoche tus labios mordían mis huecos,
rellenándolos de desquicia y arrobamiento,
mi pellejo temblaba de tanto esparcimiento,
deslizada sobre mi cama, con tu nombre y sin recurso.

Tus voz transportándome a tu guarida,
invitándome a circular la duna de tu piel anguila,
desnudar con mis labios tu madura exquisitez,
desvistiéndote una y otra vez, desordenando tu rigidez,
hasta que mi boca lograras despertar las gulas de tu ser.

Anoche mi cabeza te tomo de rehén,
me perdí en todos los sabores de tu ser.
Anoche sé que escuchaste mi llamado al universo,
mi boca sin saber besaba tu centro,
agitados respiros deshilaron mis sábanas,
perdido el control - me mordía y pellizcaba,
llamaba tu nombre, recordaba tus pampas.

Anoche recordé tu desenvoltura
al recorrer los alcores de mi cuerpo,
todas esas elevaciones, todos esos deslizamientos
por las vías de nuestros cuerpos,
sentí el calor de tu  boca susurrarme;
- - ¡te puedes rendir, haz llegado a la cumbre!

Quede confundidamente extasiada y en silencio..,
abrí los ojos para realizar, que acabamos de hacer el amor
aunque no estés a mi lado.  


LeydisProse
10/17/2018
https://m.facebook.com/LeydisProse//
Aquello.
                  No eso.
                                    Ni
-mucho menos- esto.
Aquello.
Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,
ni el sol marchita, ni la noche apaga.
Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.
Yo te escogí entre todas las mujeres
para que repitieras
sobre la tierra
mi corazón que baila con espigas
o lucha sin cuartel cuando hace falta.
Yo te pregunto, dónde está mi hijo?
No me esperaba en ti, reconociéndome,
y diciéndome: «Llámame para salir sobre la tierra
a continuar tus luchas y tus cantos»?
Devuélveme a mi hijo!
Lo has olvidado en las puertas
del placer, oh pródiga
enemiga,
has olvidado que viniste a esta cita,
la más profunda, aquella
en que los dos, unidos, seguiremos hablando
por tu boca, amor mío,
ay todo aquello
que no alcanzamos a decirnos?
Cuando yo te levanto en una ola
de fuego y sangre, y se duplica
la vida entre nosotros,
acuérdate
que alguien nos llama
como nadie jamás nos ha llamado,
y que no respondemos
y nos quedamos solos y cobardes
ante la vida que negamos.
Pródiga,
abre las puertas,
y que en tu corazón
el nudo ciego
se desenlace y vuele
con tu sangre y la mía
por el mundo!
Sirena que en el sueño me has llamado
desde tu frágil costa de neblina:
en tu vaga canturia ultramarina
un reclamo de abismo me ha llegado.

Tal vez me tengas, de coral labrado,
para el final descanso, almohada fina
y extraigas ya de la profunda mina
la nácar que perfile mi costado.

Hoy, frente al mar de arpas renovadas,
yo, la que nunca por el mar anduve
y nunca entre mis manos timón tuve

ni remo para islas alejadas,
siento que el barco de la muerte sube
hacia mí con las velas desplegadas.

— The End —