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M Suárez Nov 2016
Es de esas veces
En que te quedas inmóvil
Al borde de una lágrima
Ahogándote con las palabras
Intentando sentir un abrazo
Tan vacío como una biblioteca en verano

Es de esas veces
En que no te entiendes
Ni los entiendes
Ni te entienden a ti

Es de esas veces
En que te gustaría gritarles
Palabras sin sentido
Pero con tanto significado
¡Infinito!
¡Anhelo!
¡Infamia!
¿Amor?

Es de esas veces
En que sólo necesitabas
Un gesto, una caricia
Un silencio en un instante
Sentirte ave en el viento

Es de esas veces
En que te escudas del mundo
Quieres deshacerte de tu piel
Y te das cuenta que no es la tuya

Es de esas veces
En que quieres desaparecer
En el mar de tu consciencia
Y te das cuenta que da miedo,
Mucho más miedo que estar aquí.

Es de esas veces
En que las lágrimas caen,
Caen como el rocío al asfalto
Y no dejan de caer, no cesan.

Es de esas veces
En que la extrañas tanto,
Extrañas el mundo,
Extrañas la realidad
Y te extrañas a ti.

Es de esas veces*
En que te das cuenta
Que has muerto
Y esta vez, la muerte
No es prueba de que hubo vida
Sino, simplemente
Prueba de un proceso biológico:

Nacer

Crecer

Reproducirse

Y morir.
Tienes, como Luzbel, formas tan bellas,
Que eí hombre olvida al verte, enamorado,
Que son tus ojos negros dos estrellas
Veladas por la sombra del pecado.

Y no turbas, hipócrita, el reposo
Del pobre hogar con que tu falta escudas,
Porque a besar te atreves al esposo,
Como besara a Jesucristo Judas.

¡Aun sus flores te dan las primaveras,
Y ya tienes el alma envilecida!
Ya llegarás a ver, aunque no quieras,
El horizonte oscuro de tu vida.

Desdeñas los sagrados embelesos
Del casto hogar de la mujer honrada,
Y audaz ostentas, al vender tus besos,
Las llamas del infierno en tu mirada.

Manchas el suelo que tu planta pisa,
Y manchas lo que tocas con tu mano.
Te dio Lucrecia Borgia su sonrisa,
Y Mesalina su perfil romano.

Brota el deleite de tus labios rojos;
Se aparta la virtud a tu presencia,
Porque negras, más negras que tus ojos,
Tienes, mujer, el alma y la conciencia.

Rosas de abril parecen tus mejillas,
Mármol de Paros tu ondulante seno;
Mas ¡ay! que tan excelsas maravillas
Son de barro no más, no más de cieno.

Reina del mal, tú tienes por diadema
La infamia, que con nada se redime.
¿El pudor? ¡Es un ascua que te quema!
¿El deber? ¡Es un yugo que te oprime!

Tienen las gracias con que al mundo halagas,
Precio vil en mercados repugnantes;
¡Y te envaneces de cubrir tus llagas
Con seda recamada de brillantes!

En este siglo en que el honor campea,
No te ha de perdonar ni el vulgo necio.
Hieren más que las piedras de Judea
Los dardos de la burla y del desprecio.

Mañana, enferma, pobre, abandonada,
De la mundana compasión proscrita;
El Honor, cuando mueras humillada,
Sobre tu losa escribirá: ¡Maldita!

— The End —