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Esto habrá de ser largo. Todo un mes. ¡Qué cansada
Durante un mes mi vida, sin tu charla adorada!

En mi última carta te dije que creía,
Que pensaba habituarme, que al fin valor tendría.
Sí, valor... pero sólo valor por un momento.
Después, mi dolor vuelve, vuelve como tormento.
Aquí está, lo percibo, lo siento aquí en mi alcoba;
Me persigue, me arrastra, y el sosiego me roba;
Va por entre los muebles, por las salas sombrías...
¡Ah! Estas noches sin besos, en soledad profunda.
Estas tristes mañanas sin oír «¡Buenos
días!»
Estas noches sin sueño,
En que tantos recuerdos de un pasado risueño
Se agolpan a mi mente conturbada;
Recuerdos que tu aliento no llena, ni el aroma
Que los cabellos tuyos dejan en tu almohada.
Si supieras qué horrible fastidio es verse solo,
¡Qué tristes noches, qué angustiosos días!

La alcoba me parece como muerta, la alcoba
En que orden y desorden siempre poner sabías.
Y después los armarios y puertas, un ruido
Hacen tan diferente, tan raro, entre la sombra,
Como un eco de queja dolorida,
De malestar muy hondo que persiste,
Y que en este vacío va poniendo algo triste,
Como la lluvia en torno de una cita incumplida.

Un son lúgubre todo va adquiriendo:
Ya voz que canta en notas desoladas,
O ya el grito de un niño, él son de un piano,
O en la escalera, al lado, fugitivas pisadas;
Y de pronto, en la calle, sordo rumor lejano,
Que se va, que se extingue... se extingue lentamente,
Y después, en la casa, las voces de las criadas...
Y Marta qué se queja, que regaña insistente,
Y para la comida pide órdenes. ¿Qué puedo
Decirle? Ni tengo hambre. Pues sabrás que en mi mente
Una idea grabada se encuentra solamente:
Esperar, solitario -mi angustia el cielo sabe-
Que este mes ¡ay! tan largo, tan largo, pronto acabe.
Para muchos el tiempo pasa siempre volando.
Y por creer me esfuerzo, con el alma dolida,
Que este mes, para ellos y para mí, en la vida
Será un mes como todos, que irá veloz pasando.

Y mientras tanto, cartas me ocupo en escribirte,
En que nunca he encontrado gran cosa que decirte;
De esas cartas que poco siempre dicen o nada,
Sin la voz, las sonrisas, el gesto y la mirada,
Y que sin eso siempre mal decimos
Todo lo que sentimos;
Y entonces ¿con qué fin ese deseo
Que nos hace escribir lo que escribimos?
Tenemos fe que en charlas de correo
Algo del alma va; pero esos largos
Monólogos de pluma deficiente
Siempre han hecho en la vida que la distancia aumente
La retórica indócil a que siempre le falta
En desoladas horas,
Y cual solaz de fiesta,
Lo que esas charlas hace encantadoras:
El íntimo placer de la respuesta.

Solo estoy. Hasta pronto, tú, ¡vida de mi vida!
¿Cierto es lo que me escribes en tu carta adorada?
¿Conque pensaste en ambos al quedarte dormida?
Mi corazón te envío, mi alma destrozada.
Te envío mi amargura, mi vida desolada,
Sin placer, sin los dulces pasados embelesos;
Y, corno suave arrullo de tu noche callada,
Muchos besos, más besos, siempre besos y besos.
Wörziech Nov 2014
Um medíocre seixo formado por um aglomerado espalhafato de pulgas flutua e veleja por oceanos saturados de desaproveitas lágrimas amarelo-chumbo nas mais desoladas camadas de sua privativa órbita, em uma intersecção de múltiplos limbos supra-reais, bem entre dois muros de um corredor estreito, escuro e corroborado pelo lodo - sobre o qual, cabe-se dizer, resta imóvel uma pequena patrola laranja de brinquedo, esquecida.

Inevitável e também incoerente,
Continuar a ser (peleja)

"Um equívoco desmistificado; uma perturbação"

Os ideais se contrapõem aos já extintos/
Sedimentos navegam eternamente sem rumo/
Inexprimível Sensível/
O oculto que assim permanece/

Pedregulho pulguento perpetuamente a protuberar-se na imensidão dos mares de um ópio por si próprio proferido, ofendendo e perseguindo leis individuais de universo, causando o óbito comum a todos os parciais ínfimos pares de não-instantes, parados.

Estarrece-se o lógico pela busca do externo consenso, indiferente a todo gotejar de pia:
fundir-se pela semelhança!
tornar-se pela simples analogia!

****-Sutra; ****-Isso.
****-Tundra; ****-Aquilo.
**** Sapiens
**** Gênio

Entrementes,
através de seus poros abertos pela alta temperatura,
sente por seu corpo, de muitos corpos,
a circulação efervescente do mais intenso calor,
o sopro de vida hebraico de um cosmos também filisteu,
(de tudo aquilo que pode até não estar de todo vivo - ou de todo morto);
contradição de um todo-devir também carrasco, mas, em essência, todo-devir de um sorrateiro espaço de tempo do bater de asas de um besouro não mais vivo e nunca catalogado, capturado somente por um pequenino ponteiro vermelho de segundos de um relógio velho, possuído,  em circunstâncias afortunas, por uma avó - ainda hoje vivente - de um tempo atormentado pela tirania e propositalmente esquecido, a proferir não só eternidades-nascedouros e cede ansiada, como, de igual infinita intensidade, a inferir a sublimidade em poderios majestáticos estruturados na mais esplendorosa magia humana, a sua despropria linguagem;

...se apercebe o amontoado, tudo, menos genérico, mesmo não sendo, agora, inseto, nem humano, apenas animal,

Que
Mantêm-se
em correnteza,
Metamorfose lavareda.
Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos pórtasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la seña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad,
de bosta.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah! ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía,
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.
La ciudad, silenciosa,
En sueño profundo reposa.

Parpadean los luceros
En la bóveda tranquila;
En los viejos reverberos
Gas indigente vacila.
Entre negros nubarrones
La luna empieza a brillar,
y hace en rejas y balcones
Las vidrieras fulgurar.

La noche en los castaños de la plaza suspira,
La noche en donde un resto de fulgor flota y gira;
Todo es quietud y sueño bajo el boscaje umbrío...
¡Alma!, ponte de codos en el puente, y aspira
La frescura que sube, la frescura del río.

Tan grande es el silencio, que siento miedo y frío...
Sólo en la calle se oyen mis pasos... Está llena
De silencio mi  alma... La media noche suena.

Sobre los altos muros del convento
Mueve las ramas susurrando el viento.
Huérfanas... Colegialas parlanchinas...
Cintas azules en las esclavinas...
Jardín fragante de las Ursulinas.

Por la verja del parque abandonado
Pasa el aura con trémulo suspiro;
y una estrella, con brillo opalizado,
Parpadea al través del emparrado,
Como una lamparilla de zafiro.

¡Oh los techos de pizarra, negros y altos campanarios,
Vírgenes que en hondo sueño reclinasteis la cabeza,
Cuellos que lleváis pendientes azules escapularios,
Oh los cuerpos sin pecado sobre lechos de pureza!

Aquí la hora que pasa de igual hora va seguida,
y en paz la inocencia duerme sobre el umbral de la vida .

A la incierta
Claridad
De la luna, más desierta
y más triste, en esta calma,
Mira el alma
La plaza de la ciudad.

Una ventana brilla sobre una oscura casa;
En la alcoba una lámpara riega su claridad,
y a la luz que tamiza velo de nívea gasa,
Furtiva, por instantes, se ve que pasa y pasa
De una mujer la sombra, con íntima ansiedad.

Los brazos levanta al cielo
Por la ventana entreabierta.
Es un alma que solloza, es un alma en hondo duelo,
Que deja caer sus lágrimas sobre una esperanza muerta.

¡Oh secretos ardores en noches provinciales,
Almas que se consumen, almas no comprendidas!..
¡Oh senos devorados por deseos carnales!
¡Oh desoladas súplicas, jamás de nadie oídas!

¡Yo os evoco en las sombras, amantes ignoradas,
Cuya carne se agosta, bajo contraria suerte,
Que en solitarias noches lloráis desesperadas,
y para amar nacidas, y de amor devoradas,
Iréis a dormir vírgenes en brazos de la muerte!...

y el alma pensativa.
En esta noche azul de primavera,
Fija está en la vidriera
Dónde pasa la sombra fugitiva.

La cortina al viento vaga.
y la lámpara se apaga.

En las tinieblas no hay luz que irradie.
Se hunde la luna...
                            Suena la una
y en la calle triste, nadie                 nadie... nadie.
Y mi mano sacrílega se tiñe
de tu sangre, ¡oh Imali, oh vestal mía!
Mas no fue mi ternura, fue un furor...
Si de nuevo, a mis ojos resurrecta,
te pudiese inmolar, te inmolaría.
¿Ya ves, oh Imali, que no fue mi amor?

Gozoso aún y pávido y tremente,
hui a la sombra, la cerrada sombra
que en su mudez acoge las iras y los vértigos.
¡Un hueco en tus entrañas, tierra dura!
¡Soledad, un refugio en tus entrañas!
¡Tu ojo sin vista, lobreguez impura!

Mas la sangre fluía. en chorros de carbunclos.
Ante el cadáver lívido, sin blandones, sin túmulo,
todo estaba sangriento.
-"Asesino", "Asesino" -susurraba y se iba el viento.
En los prados del monte fueron crimen mis huellas.
Como vírgenes desoladas
me bañaron de llanto las estrellas.
En las playas de luz mojadas
di un alarido al ver el mar que hervía;
y huyendo en pos, en pos de la noche que huía,
me ensangrentó la sangre horrible del alba del día.

-"Asesino", "Asesino" -susurraba y se iba el viento.
Y los pastores me negarían sus cabañas.
Las rocas me aplastarían en sus entrañas.
La paz es mi enemigo violento
y el amor mi enemigo sanguinario.
¿Y a qué tu sombra, oh noche del lúbrico ardimiento,
si entre mi corazón ardía el tenebrario?

Viajó mi alma en íntimas pasiones
de Cristos coronados de congojas;
¡el pudor!, ¡el honor entre sayones!
Fui rosa negra de mil rosas rojas
del vicio en las ocultas floraciones...
Mas el azul a mi dolor heroico
abrió su abismo de fulgencias puras,
soles remotos, nébulas, centellas
y estuve opreso por las lumbres de ellas
del hilo de oro de! collar del día;
y un anhelar de espacio dio sus alas
a mi desconcertada poesía.

En la lluvia de gotas de mi sangre,
tras el velo irisado de mis lágrimas,
-vago sueño- sus brumas deshacía,
-vago sueño- mi vaga Acuarimántima.
Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas,
los rumores cansados;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestables riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.
En el agua la estrella se refleja
Como una lentejuela de oro vivo,
O un lunar imprevisto en el motivo
Gris y redondo de la charca añeja.

Admiradas, absortas en la duda
De qué será lo que en el pozo brilla,
Las ranas están quietas a la orilla
En una adoración paciente y muda.

Y el pastor loco que con astros sueña
Hunde en el agua la imprudente mano.
Quiere sacar la estrella del pantano
Y en la imposible salvación se empeña.

¡Cloc, cloc!-gimen las ranas desoladas.
Roto el reflejo, desgarrado el astro,
Ya no queda en la charca sino un rastro
De hebras de luz sutiles y doradas.

Y yo, que asisto a la lección y llevo
En mi charca interior la dulce estrella
De una ilusión que se retrata en ella,
A ansiar la realidad ya no me atrevo.

Y como hipnotizada por el loco
Afán de no ver roto mi tesoro,
Hago guardia tenaz al astro de oro,
Lo miro fijo, pero no lo toco.
Y entretanto lloremos
tomados de la mano.

Lloremos. ¡Sí! Lloremos
amargo llanto verde,
sustancias minerales,
azufre, mica, arena,
cristales fracasados,
humilladas tachuelas,
ardientes lagrimones
de lacre derretido.

Lloremos junto al humo,
desnudos, entre ruinas,
en medio de la calle,
de la sangre, del lodo,
debajo de la tierra,
en el agua, en el aire,
entre mástiles rotos
y piernas amputadas.

Que se abran las esclusas

del reprimido llanto
y lloremos, a gritos
estentóreos, salvajes,
el mentón tembloroso,
sin compás, ni guitarra,
las mejillas chorreantes,
los párpados acuosos.

Lloremos la familia,
el vino derramado,
las momias, la victoria,
las plazas desoladas,
la usura, el terciopelo,
el pan de cada día,
las noches gemebundas,
las muertas catedrales.

Lloremos por las uñas,
por los pies, por los dientes,
lacios chorros tranquilos
de lágrimas salobres,
murmurantes arroyos
que enternezcan las piedras,
cataratas de llanto
de estruendosos modales.

Lloremos y lloremos,
impudorosamente,
sin tregua, ni descanso,
durante largos años,
por más que estalactitas
de lágrimas espesas
ericen las riberas
de nuestros lagrimales.

Lloremos, con la lluvia,
un llanto monocorde
que anegue la codicia,
el pasto, las heridas;
nos limpie la garganta,
el alma, los bolsillos,
traspase la tristeza,
la angustia, la memoria.

Lloremos. ¡Ah! Lloremos
purificantes lágrimas,
hasta ver disolverse
el odio, la mentira,
y lograr algún día
-sin los ojos lluviosos-
volver a sonreírle
a la vida que pasa.
En el ártico mar, bajo la grave,
fría techumbre del borrado cielo,
rota la proa, yace antigua nave,
prisionera entre témpanos de hielo.

A do vayan inquietas las miradas
en esa soledad do el hielo impera,
tan solo ven llanuras desoladas,
rocas de hielo... hielo donde quiera.

Entre las sombras de la noche bruma,
Del horizonte en el confín distante;
turbio aparece el sol, fosca la luna,
y en el cielo se ven solo un instante.

De la llanura en la extensión inerte
jamás de vida palpitó un aliento,
y no flota en la calma de esa muerte,
sobre ese horror, ni voz ni movimiento.

Antes de que sus flancos destrozados
fueran allá donde la nave mora,
de los rugientes mares dilatados
todas las playas conoció su prora.

De las hijas del viento en compañía
la vio del ecuador el cielo urgente,
y cruzó con gallarda bizarría
los mares todos, desde Ocaso a Oriente.

Vió la boca del Ganges; el distante
Cabo de la Esperanza; surcó el seno
del Mar de las Antillas resonante,
y su bandera recorrió el Tirreno.

Era su nombre PORVENIR; su vida
fue el libre y ancho mar; y yace ahora
por témpanos de hielo detenida,
e inmóvil yace su volante prora.

Los años pasan. Desde el turbio Oriente
la mira un sol de luz amortiguada,
y una luna sin brillo... y lentamente
la nave se deshace abandonada.

Ya derribó los mástiles el noto;
la quilla, entre los hielos, yace endida;
se hunde el puente... el timón está roto,
y cayó al mar el ancla desprendida.

¡Arriba, el cielo tenebroso y frío
y el desierto en redor, mudo y sombrío!
Arquitecturas instantáneas
sobre una pausa suspendidas,
apariciones no llamadas
ni pensadas, formas de viento,
insubstanciales como tiempo
y como tiempo disipadas.

Hechas de tiempo, no son tiempo;
son la hendedura, el intersticio,
el breve vértigo del entre
donde se abre la flor diáfana:
alta en el tallo de un reflejo
se desvanece mientras gira.

Nunca tocadas, claridades
con los ojos cerrados vistas:
el nacimiento transparente
y la caída cristalina
en este instante de este instante,
interminable todavía.
Tras la ventana: desoladas
azoteas y nubes rápidas.
El día se apaga, se enciende
la ciudad, próxima y remota.
Hora sin peso. Yo respiro
el instante vacío, eterno.
Ni el color de las dunas terribles en Iquique,
ni el estuario del Río Dulce de Guatemala,
cambiaron tu perfil conquistado en el trigo,
tu estilo de uva grande, tu boca de guitarra.

Oh corazón, oh mía desde todo el silencio,
desde las cumbres donde reinó la enredadera
hasta las desoladas planicies del platino,
en toda patria pura te repitió la tierra.

Pero ni huraña mano de montes minerales,
ni nieve tibetana, ni piedra de Polonia,
nada alteró tu forma de cereal viajero,

como si greda o trigo, guitarras o racimos
de Chillán defendieran en ti su territorio
imponiendo el mandato de la luna silvestre.
Altos muros del agua, torres altas,
aguas de pronto negras contra nada,
impenetrables, verdes, grises aguas,
aguas de pronto blancas, deslumbradas.
Aguas como el principio de las aguas,
como el principio mismo antes del agua,
las aguas inundadas por el agua,
aniquilando lo que finge el agua.
El resonante tigre de las aguas,
las uñas resonantes de cien tigres,
las cien manos del agua, los cien tigres
con una sola mano contra nada.
Desnudo mar, sediento mar de mares,
hondo de estrellas si de espumas alto,
prófugo blanco de prisión marina
que en estelares límites revienta,
¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas,
informe confusión de aguas y nada,
qué mares, encendidos prisioneros,
dentro de ti, bajo tu pecho, cantan?
¿Qué violencias recónditas, qué labios,
conmueven a tu piel de verdes llamas?,
¿qué desoladas aguas, costas solas,
qué mares invisibles, mar, alías?,
¿dónde principias, mar, dónde te viertes?,
¿dónde principias, tiempo, vida mía,
ejército de humo y de mentira,
adónde vas, latido, carne, sueño?
¿Dónde te viertes, avidez de nada?
No soy la piedra que se precipita,
soy su caída, y más, soy el abismo,
el círculo de sombra en que se ahonda.
Tiempo que se congela, mar y témpano,
vampiro de la luna -o se despeña:
madre furiosa, inmensa res hendida,
mar que te comes vivas las entrañas.
Oh Musa de mis éxtasis testigo
En las oscuras noches desoladas...
Al bañarme en la luz de tus miradas
De la carne el espíritu desligo.

De Grecia hermosa bajo el cielo amigo,
A la sombra de olímpicas arcadas,
Sobre las viejas ruinas olvidadas
Quiero soñar y meditar contigo.

Suelta al aire tu blanca vestidura;
Muestra a mis ojos las radiantes cimas
Y ahuyéntame el rigor de hados adversos.

Transpórtame a región serena y pura,
Da a mis estrofas las brillantes rimas
Y pon frialdad de mármol en mis versos.
Todas las ilusiones que te amaron,
Las que quisieron compartir tu suerte,
Mucho tiempo en la sombra te esperaron,
Y se fueron... cansadas de no verte.

Cuando por vez primera
En mi camino te encontré, reía
En los campos la alegre primavera...
Todo era luz, aromas y armonía.

Hoy todo cuán distinto... Paso a paso
Y solo voy por la desierta vía,
-Nave sin rumbo entre revueltas olas-

Pensando en las tristezas del Ocaso,
Y en las tristezas de las almas solas.
En torno la mirada no columbra
Sino aspereza y páramos sombríos;
Los nidos en la nieve están vacíos,
Y la estrella que amamos, ya no alumbra
El azul de tus sueños y los míos.

Partiste para ignota lontananza
Cuando empezaba a descender la sombra...
...¿Recuerdas? Te llamaba mi esperanza,
¡Pero ya mi esperanza no te nombra!

No ha de nombrarte!... ¿Para qué?... Vacía
Está el ara, y la historia yace trunca.
¡Ya para qué esperar que irradie el día!

¡Ya para qué decirnos: Todavía,
Si una voz grita en nuestras almas: Nunca!
................................................................­...........
Dices que eres la misma; que en tu pecho
La dulce llama de otros tiempos arde;
Que el nido del amor no está deshecho;
Que para amarnos otra vez, no es tarde...

¡Te engañas!... ¡No lo creas!... Ya la duda
Echó en mi corazón fuertes raíces,
Ya la fe de otros años no me escuda;
Quedó de sueños mi ilusión desnuda,

Y no puedo creer lo que me dices.
No lo puedo creer! Mi fe burlada,
Mi fe en tu amor perdida,

Es ancla de una nave destrozada,
Ancla en el fondo de la mar caída.
..........................................................­.................
Anhelos de un amor, castos, risueños,
Ya nunca volveréis... Se van... se: esconden.
¿Los llamas?...  Es inútil...  No responden.
¡Ya los cubre el sudario de mis sueños!

Hace tiempo se fue la primavera...
¡Llegó el invierno fúnebre y sombrío!
Ave fue nuestro amor, ave viajera,
¡Y las aves se van cuando hace frío!
Juan Parr Nov 2017
Quiero cortarme
y sangrar,
cortar de lado
mis preocupaciones y carencias.
Que la sangre fluya
y los arpones
floten.

Quiero sentir el suave abrazo
de la soga en mi cuello.
Mis ojos saliendo de sus
cuencas desoladas.
Ver la muerte buscarme
por primera vez ser recibido
sin pedirlo.

Quiero ver las lágrimas
sobre mi ataúd,
hartado de alegóricas flores
pretendiendo adornar
lo que un día fue
un muerto sin andar.

Quiero saltar
desde el piso veinte
de un edificio
y conocer el concreto
como nunca nadie
lo ha hecho
sé que no quiero vivir
en concreto.

Para finalizar,
antes del final,
quiero morir en el mar
de tus ojos derretidos, y terminar
en tus melancólicas clavículas.

Ahogado, ahorcado,
desangrado, olvidado.

— The End —