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A la luz de la tarde moribunda
Recorro el olvidado cementerio,
Y una dulce piedad mi pecho inunda
Al pensar de la muerte en el misterio.

Del occidente a las postreras luces
Mi errabunda mirada sólo advierte
Los toscos leños de torcidas cruces,
Despojos en la playa de la Muerte.

De madreselvas que el Abril enflora,
Cercado humilde en torno se levanta,
Donde vierte sus lágrimas la aurora,
Y donde el ave, por las tardes, canta.

Corre cerca un arroyo en hondo cauce
Que a trechos lama verdinegra viste,
Y de la orilla se levanta un sauce,
Cual de la Muerte centinela triste.

Y al oír el rumor en la maleza,
Mi mente inquiere, de la sombra esclava,
Si es rumor de la vida que ya empieza,
O rumor de la vida que se acaba.

«¿Muere todo?» me digo. En el instante
Alzarse veo de las verdes lomas,
Para perderse en el azul radiante,
Una blanca bandada de palomas.

Y del bardo sajón el hondo verso,
Verso consolador, mi oído hiere:
No hay muerte porque es vida el universo;
Los muertos no están muertos...  ¡Nada muere!
¡No hay muerte! ¡todo es vida!...
                                                     
El sol que ahora,
Por entre nubes de encendida grana
Va llegando al ocaso, ya es aurora
Para otros mundos, en región lejana.

Peregrina en la sombra, el alma yerra
Cuando un perdido bien llora en su duelo.
Los dones de los cielos a la tierra
No mueren... ¡Tornan de la tierra al cielo!
Si ya llegaron a la eterna vida
Los que a la sima del sepulcro ruedan,
Con júbilo cantemos su partida,
¡Y lloremos más bien por los que quedan!

Sus ojos vieron, en la tierra, cardos,
Y sangraron sus pies en los abrojos...
¡Ya los abrojos son fragantes nardos,
Y todo es fiesta y luz para sus ojos!

Su pan fue duro, y largo su camino,
Su dicha terrenal fue transitoria...
Si ya la muerte a libertarlos vino,
¿Porqué no alzarnos himnos de victoria?
La dulce faz en el hogar querida,
Que fue en las sombras cual polar estrella:
La dulce faz, ausente de la vida,
¡Ya sonríe más fúlgida y más bella!

La mano que posada en nuestra frente,
En horas de dolor fue blanda pluma,
Transfigurada, diáfana, fulgente,
Ya como rosa de Sarón perfuma.

Y los ojos queridos, siempre amados,
Que alegraron los páramos desiertos,
Aunque entre sombras los miréis cerrados,
¡Sabed que están para la luz abiertos!

Y el corazón que nos amó, santuario
De todos nuestros sueños terrenales,
Al surgir de la noche del osario,
Es ya vaso de aromas edenales.

Para la nave errante ya hay remanso;
Para la mente humana, un mundo abierto;
Para los pies heridos... ya hay descanso,
Y para el pobre náufrago... ya hay puerto.
No hay muerte, aunque se apague a nuestros ojos
Lo que dio a nuestra vida luz y encanto;
¡Todo es vida, aunque en míseros despojos
Caiga en raudal copioso nuestro llanto!

No hay muerte, aunque a la tumba a los que amamos
(La frente baja y de dolor cubiertos),
Llevemos a dormir... y aunque creamos
Que los muertos queridos están muertos.

Ni fue su adiós eterna despedida...
Como buscando un sol de primavera
Dejaron las tinieblas de la vida
Por nueva vida, en luminosa esfera.

Padre, madre y hermanos, de fatigas
En el mundo sufridos compañeros,
Grermen fuisteis ayer... ¡hoy sois espigas,
Espigas del Señor en los graneros!

Dejaron su terrena vestidura
Y ya lauro inmortal radia en sus frentes;
Y aunque partieron para excelsa altura,
Con nosotros están... no están ausentes!
Son luz para el humano pensamiento,
Rayo en la estrella y música en la brisa.
¿Canta el aura en las frondas?...  ¡Es su acento!
¿Una estrella miráis?...  ¡Es su sonrisa!

Por eso cuando en horas de amargura
El horizonte ennegrecido vemos,
Oímos como voces de dulzura
Pero de dónde vienen... ¡no sabemos!

¡Son ellos... cerca están!  Y aunque circuya
Luz eterna a sus almas donde moran
En el placer nuestra alegría es suya,
Y en el dolor, con nuestro llanto lloran.

A nuestro lado van.  Son luz y egida
De nuestros pasos débiles e inciertos
No hay muerte...  ¡Todo alienta, todo es vida!
¡Y los muertos queridos no están muertos!

Porque al caer el corazón inerte
Un mundo se abre de infinitas galas,
¡Y como eterno galardón, la Muerte
Cambia el sudario del sepulcro, en alas!
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato,
sólo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato
quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad
como él,
no tienen
la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola
ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas
cuando pasas
y posas
cuatro pies delicados
en el suelo,
oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo
es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico
y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia
de un
desaparecido terciopelo,
seguramente no hay
enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas,
discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago
el mar y la ciudad incalculable,
la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.
Krusty Aranda Nov 2014
Hoy que es día de los muertos
quisiera recordar a mis amigos,
a aquellos que están perdidos,
que nos dejaron de improvisto.

Alex con sus gritos
a cualquiera impresionaba,
mas poseía un alma noble
y seguro lo demostraba.

La muerte siendo injusta,
traicionera y juguetona
le hizo perder el equilibrio
para no jugar más sola.

Daniela guapa era.
Coqueta y encantadora.
A los hombres enloquecía
en cuestión de pocas horas.

La muerte, por celosa,
le echó una maldición.
Ahora les encanta
desde el mismísimo panteón.

Al pequeño, alegre Ivan
el futbol volvía loco.
El Barça su pasión
y un partido dentro de poco.

La muerte en su equipo
carecía de un defensor,
y pensó en el joven Ivan
para su equipo ganador.

Aunque hoy se encuentren lejos
los llevamos en el corazón,
mas no dejan de ser calaveras,
calaveras del montón.
Mexican tradition for día de los muertos. I miss you guys.
El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida
En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.

Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre,
No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu.
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo,
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna.

Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho
Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.
Mas podemos pensar que acaso un buen instante
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.

Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro,
Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura
De la separación, el escándalo luego; y para éste
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas
Errar desde un rincón a otro de la tierra,
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado.

El silencio del uno y la locuacidad banal del otro
Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente
Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.

Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarlos;
Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo,
Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos,
Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras
Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta.

"¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro.
Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre,
Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero,
como está demostrado".
Y se recitan trozos del "Barco Ebrio" y del soneto a las "Vocales".
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda
Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;
Poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias.

¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.
Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.
Ii
Rafael, antes de llegar a España me salió al camino
      tu poesía, rosa literal, racimo biselado,
      y ella hasta ahora ha sido no para mí un recuerdo,
      sino luz olorosa, emanación de un mundo.

      A tu tierra reseca por la crueldad trajiste
      el rocío que el tiempo había olvidado,
      y España despertó contigo en la cintura,
      otra vez coronada de aljófar matutino.

      Recordarás lo que yo traía: sueños despedazados
      por implacables ácidos, permanencias
      en aguas desterradas, en silencios
      de donde las raíces amargas emergían
      como palos quemados en el bosque.
      Cómo puedo olvidar, Rafael, aquel tiempo?

      A tu país llegué como quien cae
      a una luna de piedra, hallando en todas partes
      águilas del erial, secas espinas,
      pero tu voz allí, marinero, esperaba
      para darme la bienvenida y la fragancia
      del alhelí, la miel de los frutos marinos.

      Y tu poesía estaba en la mesa, desnuda.

      Los pinares del Sur, las razas de la uva
      dieron a tu diamante cortado sus resinas,
      y al tocar tan hermosa claridad, mucha sombra
      de la que traje al mundo, se deshizo.

      Arquitectura hecha en la luz, como los pétalos,
      a través de tus versos de embriagador aroma
      yo vi el agua de antaño, la nieve hereditaria,
      y a ti más que a ninguno debo España.
      Con tus dedos toqué panal y páramo,
      conocí las orillas gastadas por el pueblo
      como por un océano, y las gradas
      en que la poesía fue estrellando
      toda su vestidura de zafiros.

Tú sabes que no enseña sino el hermano. Y en esa
hora no sólo aquello me enseñaste,
no sólo la apagada pompa de nuestra estirpe,
sino la rectitud de tu destino,
y cuando una vez más llegó la sangre a España
defendí el patrimonio del pueblo que era mío.

Ya sabes tú, ya sabe todo el mundo estas cosas.
Yo quiero solamente estar contigo,
y hoy que te falta la mitad de la vida,
tu tierra, a la que tienes más derecho que un árbol,
hoy que de las desdichas de la patria no sólo
el luto del que amamos, sino tu ausencia cubren
la herencia del olivo que devoran los lobos,
te quiero dar, ay!, si pudiera, hermano grande,
la estrellada alegría que tú me diste entonces.

      Entre nosotros dos la poesía
      se toca como piel celeste,
      y contigo me gusta recoger un racimo,
      este pámpano, aquella raíz de las tinieblas.

      La envidia que abre puertas en los seres
      no pudo abrir tu puerta, ni la mía. Es hermoso
      como cuando la cólera del viento
      desencadena su vestido afuera
      y están el pan, el vino y el fuego con nosotros
      dejar que aúlle el vendedor de furia,
      dejar que silbe el que pasó entre tus pies,
      y levantar la copa llena de ámbar
      con todo el rito de la transparencia.
      Alguien quiere olvidar que tú eres el primero?
      Déjalo que navegue y encontrará tu rostro.
      Alguien quiere enterrarnos precipitadamente?
      Está bien, pero tiene la obligación del vuelo.

      Vendrán, pero quién puede sacudir la cosecha
      que con la mano del otoño fue elevada
      hasta teñir el mundo con el temblor del vino?

      Dame esa copa, hermano, y escucha: estoy rodeado
      de mi América húmeda y torrencial, a veces
      pierdo el silencio, pierdo la corola nocturna,
      y me rodea el odio, tal vez nada, el vacío
      de un vacío, el crepúsculo
      de un perro, de una rana,
      y entonces siento que tanta tierra mía nos separe,
      y quiero irme a tu casa en que, yo sé, me esperas,
      sólo para ser buenos como sólo nosotros
      podemos serlo. No debemos nada.

      Y a ti sí que te deben, y es una patria: espera.

      Volverás, volveremos. Quiero contigo un día
      en tus riberas ir embriagados de oro
      hacia tus puertos, puertos del Sur que entonces no alcancé.
      Me mostrarás el mar donde sardinas
      y aceitunas disputan las arenas,
      y aquellos campos con los toros de ojos verdes
      que Villalón (amigo que tampoco
      me vino a ver, porque estaba enterrado)
      tenía, y los toneles del jerez, catedrales
      en cuyos corazones gongorinos
      arde el topacio con pálido fuego.

      Iremos, Rafael, adonde yace
      aquel que con sus manos y las tuyas
      la cintura de España sostenía.
      El muerto que no pudo morir, aquel a quien tú guardas,
      porque sólo tu existencia lo defiende.
      Allí está Federico, pero hay muchos que, hundidos, enterados,
      entre las cordilleras españolas, caídos
      injustamente, derramados,
      perdido cereal en las montañas,
      son nuestros, y nosotros estamos en su arcilla.

      Tú vives porque siempre fuiste un dios milagroso.
      A nadie más que a ti te buscaron, querían
      devorarte los lobos, romper tu poderío.
      Cada uno quería ser gusano en tu muerte.

      Pues bien, se equivocaron. Es tal vez la estructura
      de tu canción, intacta transparencia,
      armada decisión de tu dulzura,
      dureza, fortaleza, delicada,
      la que salvó tu amor para la tierra.

            Yo iré contigo para probar el agua
            del Genil, del dominio que me diste,
            a mirar en la plata que navega
            las efigies dormidas que fundaron
            las sílabas azules de tu canto.

      Entraremos también en las herrerías; ahora
      el metal de los pueblos allí espera
      nacer en los cuchillos: pasaremos cantando
      junto a las redes rojas que mueve el firmamento.
      Cuchillos, redes, cantos borrarán los dolores.
      Tu pueblo llevará con las manos quemadas
      por la pólvora, como laurel de las praderas,
      lo que tu amor fue desgranando en la desdicha.

      Sí, de nuestros destierros nace la flor, la forma
      de la patria que el pueblo reconquista con truenos,
      y no es un día solo el que elabora
      la miel perdida, la verdad del sueño,
      sino cada raíz que se hace canto
      hasta poblar el mundo con sus hojas.
      Tú estás allí, no hay nada que no mueva
      la luna diamantina que dejaste:

            la soledad, el viento en los rincones,
            todo toca tu puro territorio,
            y los últimos muertos, los que caen
            en la prisión, leones fusilados,
            y los de las guerrillas, capitanes
            del corazón, están humedeciendo
            tu propia investidura cristalina,
            tu propio corazón con sus raíces.

Ha pasado el tiempo desde aquellos días en que compartimos
dolores que dejaron una herida radiante,
el caballo de la guerra que con sus herraduras
atropelló la aldea destrozando los vidrios.
Todo aquello nació bajo la pólvora,
todo aquello te aguarda para elevar la espiga,
y en ese nacimiento se envolverán de nuevo
el humo y la ternura de aquellos duros días.

Ancha es la piel de España y en ella tu acicate
vive como una espada de ilustre empuñadura,
y no hay olvido, no hay invierno que te borre,
hermano fulgurante, de los labios del pueblo.
Así te hablo, olvidando tal vez una palabra,
contestando al fin cartas que no recuerdas
y que cuando los climas del Este me cubrieron
como aroma escarlata, llegaron
hasta mi soledad.
                            Que tu frente dorada
encuentre en esta carta un día de otro tiempo,
y otro tiempo de un día que vendrá.
                                                        Me despido
hoy, 1948, dieciséis de diciembre,
en algún punto de América en que canto.
Madame Lugones, J'ai commencé ces vers
en écoutant la voix d'un carillon d'Anvers...
¡Así empecé, en francés, pensando en Rodenbach
cuando hice hacia el Brasil una fuga... de Bach!En Río de Janeiro iba yo a proseguir,
poniendo en cada verso el oro y el zafir
y la esmeralda de esos pájaros-moscas
que melifican entre las áureas siestas foscas
que temen los que temen el cruel vómito *****.
Ya no existe allá fiebre amarilla. ¡Me alegro!
Et pour cause. Yo pan-americanicé
con un vago temor y con muy poca fe
en la tierra de los diamantes y la dicha
tropical. Me encantó ver la vera machicha,
mas encontré también un gran núcleo cordial
de almas llenas de amor, de ensueños, de ideal.
Y si había un calor atroz, también había
todas las consecuencias y ventajas del día,
en panorama igual al de los cuadros y hasta
igual al que pudiera imaginarse... Basta.
Mi ditirambo brasileño es ditirambo
que aprobaría su marido. Arcades ambo.Mas el calor de ese Brasil maravilloso,
tan fecundo, tan grande, tan rico, tan hermoso,
a pesar de Tijuca y del cielo opulento,
a pesar de ese foco vivaz de pensamiento,
a pesar de Nabuco, embajador, y de
los delegados panamericanos que
hicieron posible por hacer cosas buenas,
saboreé lo ácido del saco de mis penas;
quiero decir que me enfermé. La neurastenia
es un dón que me vino con mi obra primigenia.
¡Y he vivido tan mal, y tan bien, cómo y tánto!
¡Y tan buen comedor guardo bajo mi manto!
¡Y tan buen bebedor tengo bajo mi capa!
¡Y he gustado bocados de cardenal y papa!...
Y he exprimido la ubre cerebral tantas veces,
que estoy grave. Esto es mucho ruido y pocas nueces,
según dicen doctores de una sapiencia suma.
Mis dolencias se van en ilusión y espuma.
Me recetan que no haga nada ni piense nada,
que me retire al campo a ver la madrugada
con las alondras y con Garcilaso, y con
el sport. ¡Bravo! Sí. Bien. Muy bien. ¿Y La Nación?
¿Y mi trabajo diario y preciso y fatal?
¿No se sabe que soy cónsul como Stendhal?
Es preciso que el médico que eso recete, dé
también libro de cheques para el Crédit Lyonnais,
y envíe un automóvil devorador del viento,
en el cual se pasee mi egregio aburrimiento,
harto de profilaxis, de ciencia y de verdad.En fin, convaleciente, llegué a nuestra ciudad
de Buenos Aires, no sin haber escuchado
a míster Root a bordo del Charleston sagrado;
mas mi convalecencia duró poco. ¿Qué digo?
Mi emoción, mi estusiasmo y mi recuerdo amigo,
y el banquete de La Nación, que fue estupendo,
y mis viejas siringas con su pánico estruendo,
y ese fervor porteño, ese perpetuo arder,
y el milagro de gracia que brota en la mujer
argentina, y mis ansias de gozar de esa tierra,
me pusieron de nuevo con mis nervios en guerra.
Y me volví a París. Me volví al enemigo
terrible, centro de la neurosis, ombligo
de la locura, foco de todo surmenage
donde hago buenamente mi papel de sauvage
encerrado en mi celda de la rue Marivaux,
confiando sólo en mí y resguardando el yo.
¡Y si lo resguardara, señora, si no fuera
lo que llaman los parisienses una pera!
A mi rincón me llegan a buscar las intrigas,
las pequeñas miserias, las traiciones amigas,
y las ingratitudes. Mi maldita visión
sentimental del mundo me aprieta el corazón,
y así cualquier tunante me explotará a su gusto.
Soy así. Se me puede burlar con calma. Es justo.
Por eso los astutos, los listos, dicen que
no conozco el valor del dinero. ¡Lo sé!
Que ando, nefelibata, por las nubes... Entiendo.
Que no soy hombre práctico en la vida... ¡Estupendo!
Sí, lo confieso: soy inútil. No trabajo
por arrancar a otro su pitanza; no bajo
a hacer la vida sórdida de ciertos previsores.
Y no ahorro ni en seda, ni en champaña, ni en flores.
No combino sutiles pequeñeces, ni quiero
quitarle de la boca su pan al compañero.
Me complace en los cuellos blancos ver los diamantes.
Gusto de gentes de maneras elegantes
y de finas palabras y de nobles ideas.
Las gentes sin higiene ni urbanidad, de feas
trazas, avaros, torpes, o malignos y rudos,
mantienen, lo confieso, mis entusiasmos mudos.
No conozco el valor del oro... ¿Saben esos
que tal dicen lo amargo del jugo de mis sesos,
del sudor de mi alma, de mi sangre y mi tinta,
del pensamiento en obra y de la idea encinta?
¿He nacido yo acaso hijo de millonario?
¿He tenido yo Cirineo en mi Calvario?Tal continué en París lo empezado en Anvers.
Hoy, heme aquí en Mallorca, la terra dels foners,
como dice Mossen Cinto, el gran Catalán.
Y desde aquí, señora, mis versos a ti van,
olorosos a sal marina y azahares,
al suave aliento de las islas Baleares.
Hay un mar tan azul como el Partenopeo.
Y el azul celestial, vasto como un deseo,
su techo cristalino bruñe con sol de oro.
Aquí todo es alegre, fino, sano y sonoro.
Barcas de pescadores sobre la mar tranquila
descubro desde la terraza de mi villa,
que se alza entre las flores de su jardín fragante,
con un monte detrás y con la mar delante.A veces me dirijo al mercado, que está
en la Plaza Mayor. (¿Qué Coppée, no es verdá?)
Me rozo con un núcleo crespo de muchedumbre
que viene por la carne, la fruta y la legumbre.
Las mallorquinas usan una modesta falda,
pañuelo en la cabeza y la trenza a la espalda.
Esto, las que yo he visto, al pasar, por supuesto.
Y las que no la lleven no se enojen por esto.
He visto unas payesas con sus negros corpiños,
con cuerpos de odaliscas y con ojos de niños;
y un velo que les cae por la espalda y el cuello,
dejando al aire libre lo obscuro del cabello.
Sobre la falda clara, un delantal vistoso.
Y saludan con un bon dia tengui gracioso,
entre los cestos llenos de patatas y coles,
pimientos de corales, tomates de arreboles,
sonrosadas cebollas, melones y sandías,
que hablan de las Arabias y las Andalucías.
Calabazas y nabos para ofrecer asuntos
a Madame Noailles y Francis Jammes juntos.A veces me detengo en la plaza de abastos
como si respirase soplos de vientos vastos,
como si se me entrase con el respiro el mundo.
Estoy ante la casa en que nació Raimundo
Lulio. Y en ese instante mi recuerdo me cuenta
las cosas que le dijo la Rosa a la Pimienta...
¡Oh, cómo yo diría el sublime destierro
y la lucha y la gloria del mallorquín de hierro!
¡Oh, cómo cantaría en un carmen sonoro
la vida, el alma, el numen, del mallorquín de oro!
De los hondos espíritus es de mis preferidos.
Sus robles filosóficos están llenos de nidos
de ruiseñor. Es otro y es hermano del Dante.
¡Cuántas veces pensara su verbo de diamente
delante la Sorbona viaja del París sabio!
¡Cuántas veces he visto su infolio y su astrolabio
en una bruma vaga de ensueño, y cuántas veces
le oí hablar a los árabes cual Antonio a los peces,
en un imaginar de pretéritas cosas
que, por ser tan antiguas, se sienten tan hermosas!Hice una pausa.
                                    El tiempo se ha puesto malo. El mar
a la furia del aire no cesa de bramar.
El temporal no deja que entren los vapores. Y
Un yatch de lujo busca refugio en Porto-Pi.
Porto-Pi es una rada cercana y pintoresca.
Vista linda: aguas bellas, luz dulce y tierra fresca.¡Ah, señora, si fuese posible a algunos el
dejar su Babilonia, su Tiro, su Babel,
para poder venir a hacer su vida entera
en esa luminosa y espléndida ribera!Hay no lejos de aquí un archiduque austriaco
que las pomas de Ceres y las uvas de Baco
cultiva, en un retiro archiducal y egregio.
Hospeda como un monje -y el hospedaje es regio-.
Sobre las rocas se alza la mansión señorial
y la isla le brinda ambiente imperial.Es un pariente de Jean Orth. Es un atrida
que aquí ha encontrado el cierto secreto de su vida.
Es un cuerdo. Aplaudamos al príncipe discreto
que aprovecha a la orilla del mar ese secreto.
La isla es florida y llena de encanto en todas partes.
Hay un aire propicio para todas las artes.
En Pollensa ha pintado Santiago Rusiñol
cosas de flor de luz y de seda de sol.
Y hay villa de retiro espiritual famosa:
la literata Sand escribió en Valldemosa
un libro. Ignoro si vino aquí con Musset,
y si la vampiresa sufrió o gozó, no sé*.¿Por qué mi vida errante no me trajo a estas sanas
costas antes de que las prematuras canas
de alma y cabeza hicieran de mí la mezcolanza
formada de tristeza, de vida y esperanza?
¡Oh, qué buen mallorquín me sentiría ahora!
¡Oh, cómo gustaría sal de mar, miel de aurora,
al sentir como en un caracol en mi cráneo
el divino y eterno rumor mediterráneo!
Hay en mí un griego antiguo que aquí descansó un día,
después de que le dejaron loco de melodía
las sirenas rosadas que atrajeron su barca.
Cuanto mi ser respira, cuanto mi vista abarca,
es recordado por mis íntimos sentidos;
los aromas, las luces, los ecos, los ruidos,
como en ondas atávicas me traen añoranzas
que forman mis ensueños, mis vidas y esperanzas.Mas, ¿dónde está aquel templo de mármol, y la gruta
donde mordí aquel seno dulce como una fruta?
¿Dónde los hombres ágiles que las piedras redondas
recogían para los cueros de sus hondas?...Calma, calma. Esto es mucha poesía, señora.
Ahora hay comerciantes muy modernos. Ahora
mandan barcos prosaicos la dorada Valencia,
Marsella, Barcelona y Génova. La ciencia
comercial es hoy fuerte y lo acapara todo.
Entretanto, respiro mi salitre y mi yodo
brindados por las brisas de aqueste golfo inmenso,
y a un tiempo, como Kant y como el asno, pienso.
Es lo mejor.                             Y aquí mi epístola concluye.
Hay un ansia de tiempo que de mi pluma fluye
a veces, como hay veces de enorme economía.
«Si hay, he dicho, señora, alma clara, es la mía».
Mírame transparentemente, con tu marido,
y guárdame lo que tú puedas del olvido.
Kim Yu May 2015
Viene como una estrella a través los cielos
Rajando mis pensamientos en mil’ fragmentos
Yo pienso mucho en ti, ya no puedo pasar el día
Tu energía se ha vuelto como la fuente de mi fantasía
Pienso en lo que no puedo hacer
La posibilidad de tenerte no se puede vencer

Tu presencia es la porción que me falta
Tu olor dulce que me encanta
Tus labios dulces me dejaron paralizado
En un estado oscuro de un alma perdido
Todavía no eres mi futuro constante
Pero sigues el corazón de mi presente

Te quiero como el día quiere al sol
La arteria pulmonar de mi corazón
Tú eres la realidad de mi sueño
La fantasía que me calienta en el frio
Mi amor es un hueco de tus sentimientos
Tu atención tan lejos pero siempre estarás en mis pensamientos…
Acabo de recordar lo que me marcó de las nubes
cuando miré alto, obedeciendo.
No fue su forma ambigua de reconocerlas
o de ver personajes inmaculados en ellas.

Recordé, también, la mirada insaciable
de edificios inmóviles pero con vida,
perennes totalmente por amor a guiar.

Te conocí ahí, más que en otro lugar.
Se despojaron las miradas y se tersó la piel
achicando los espacios en nuestras gargantas.
Así como el poco calor aclaró mi piel,
la tuya se fue derritiendo por el ácido de tus lagrimas.

Mis manos se dejaron ver mientras se entorpecían mis palabras
que acuchillaban más fuerte tu pecho
que jadeaba por el llanto nervioso.

Me entristecían demasiado tus gotas,
caían cada una aumentando mi culpa,
chocando con tu piel rojiza imperfecta.

No sería cualquier puta la que llorar te hizo,
pero no quisiera adentrarme a las costumbres.
Prefiero escurrirme por mis propias excusas
y hacerle un homenaje a tu nombre.

Prefiero, creo... Que se levantasen
todas las cadenas perpetuas y pagarlas
cada una dos veces,
así, sin pena, podría volver mi cara hacia ti,
sin vergüenza y con permiso
podría en la prominencia verte.
Victor D López Mar 2019
Un buen día en invierno, algunas hormigas estaban ocupadas secando su almacén de maíz, que se había humedecido durante un largo período de lluvia. En ese momento apareció un saltamontes y les rogó que le otorgaran algunos granos. "Porque", dijo, "simplemente me muero de hambre". Las Hormigas dejaron de trabajar por un momento, aunque esto fuse en contra sus principios. "¿Podemos preguntar", dijeron ellas, "qué hiciste todo el verano pasado? ¿Por qué no recolectaste un almacén de alimentos para el invierno? "" El hecho es que ", respondió el Saltamontes," estuve tan ocupado cantando que no tuve tiempo ". " Si pasaste el verano cantando ", respondieron las hormigas, "no puedes hacer nada mejor que pasar el invierno bailando". Y ellas se echaron a reír y continuaron con su trabajo.
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Nueva versión del siglo XXI: El Saltamontes y las Hormigas (por Víctor D. López, fanático de las hormigas en todas partes del mundo y en todos los tiempos)

Un buen día en invierno, algunas hormigas estaban ocupadas secando su almacén de maíz que se había humedecido durante un largo período de lluvia. En ese momento llegó un saltamontes y exigió que le dieran una parte justa de su maíz almacenado. Las hormigas dejaron de trabajar por un momento, aunque esto fuese en contra de sus principios.

"¿Podemos preguntar", dijeron ellas, "qué hiciste todo el verano pasado? ¿Por qué no recolectaste un almacén de comida para el invierno? "

"El hecho es", respondió el Saltamontes, "Estaba ocupado con cosas más importantes, como abrazar árboles agarrado de las manos de personal con ideas compatibles y cantando “Cumba Ya”. Desafortunadamente, estas actividades no son apreciadas por las estúpidas élites que oprimen injustamente a las clases más bajas y tratan de explotarlas por medios tales como hacer que realicen trabajos mal pagados y sin sentido que están por debajo de su dignidad ".

“Si pasaste el verano cantando, agarrándote de las manos y abrazando árboles”, respondieron las hormigas, “cuando deberías haber estado planeando y construyendo tus tiendas para mantenerte a ti y a tu familia durante el invierno, no puedes hacerlo mejor que pasar el invierno bailando ”. Y se rieron y continuaron con su trabajo.

El saltamontes, que era un tipo de temperamento muy sensible, quedo profundamente ofendido por el egoísmo y la intransigencia de estas hormigas ricas que no estaban dispuestas a proporcionarle su parte justa para apoyar a los miembros menos afortunados de la comunidad, como él. “No construiste el maíz que cosechaste a través de tu avaricia en el verano, mientras que las personas más ilustres que tú trabajaron muy duro explorando su naturaleza sensual y artística. Ustedes no hicieron que lloviera, o que el sol brillara, o que las abejas polinizaran los cultivos nacientes. Simplemente cosecharon el beneficio de la generosidad de la naturaleza que pertenece a todos y tratan con avidez de conservar para ustedes una cosecha proporcionada no por su trabajo sino por la gracia de la madre tierra. Ustedes son ladrones, acaparadores y bestias egoístas que tomarán para sí mismos lo que la naturaleza proporciona a todos sus hijos en igual medida ”. Luego se marchó, mientras las hormigas sacudían la cabeza, sonriendo y regresaron a su trabajo.

Más tarde, ese mismo día, el saltamontes regresó con hordas de personas de ideas afines que hervían sobre la indignación y la falta de respeto que les mostraban estas hormiguillas egoístas, crueles y despiadadas. Cayeron sobre las mismas a golpes y patadas dejándolas a todas sin sentido. Luego tomaron la mayor parte de su cosecha y quemaron lo que no podían llevarse para enseñarles una lección a estas pequeñas hormigas malvadas, mientras cantaban: "Sí, podemos", "poder para la gente" "Si no hay justicia, no hay paz" y una serie de frases similares mientras golpeaban a las hormigas egoístas ya inconscientes, liberaban sus tiendas de alimentos y quemaban el que ya les sobraba. Fue un gran día para los saltamontes que bailaron día y noche alrededor de las hogueras de su victoria.

Ese invierno, las hormigas murieron de hambre, al igual que los saltamontes que pronto agotaron las tiendas liberadas de las hormigas egoístas en unos días de fiestas y orgías las veinticuatro horas del día. No pudieron encontrar ninguna ayuda de los otros espíritus libres en su pueblo ese invierno y, como su último acto, se reunieron, tomaron de las manos, abrazaron un árbol y cantaron al unísono su canción final: "Todo es culpa de las estúpidas hormigas que trajeron su destrucción sobre sus cabezas y las nuestras a través de su falta de voluntad y egoísmo en reusar compartir su generoso tesoro. Insignificante pequeñas hormigas estúpidas, egoístas, codiciosas. Todo es su culpa. Todo es su culpa. Si tan solo hubieran sido tan cultas como nosotros "
El Saltamontes y las Hormigas - Edición del Siglo XXI. . .
THE GRASSHOPPER Y THE ANTS por Aesop (Edición original con traducción al ingles de Proyecto Gutenberg, http://www.gutenberg.org. La traducción del ingles al español es mía. La edición nueva del Siglo XXI es mía también en ingles (2010?) y en español (2019).
the black cat Jun 2014
aveces me  siento una de un montón de porquería, no se si es porque soy diferente o porque solo quiero ser tan solo yo...

como así? pues si, solo hago lo que lo demás me piden que haga, me piden que me vista bien, me piden como ser una persona con clase. Pero si ya eso de tener clase en este mundo ya no sirve, ahora lo que dicen tener clase, educación y buenos modales son lo que le hacen mas daño a nuestro país que de por si es una mierda donde habitamos gente que  tienen que recibir orden de las grandes mierda con plata y lujos, en fin de eso no vinimos hablar.


soy la parte que quedo de un gran y confuso amor que solo me dejo una gran soledad en el corazón un gran vació que no se como llenarlo, busco y busco gente con quien acostarme para ver si pueden satisfacerme y pues tratar de llenar ese vació pero  cada vez que busco con quien acostarme me siento mas vació y mas solo.

ja! que ironía de ve de hacer arre vez, pero sabes a sentir tanto placer me eh vuelto un caminante que no sabe para donde coger tratando de buscar cariño así sea por una solo noche, tratando de cerrar ese vació que me dejaron cuando se fue, tratando de buscar ese cariño que me negaron cuando era un niño y tratando de buscar ese amor que nunca encontrare
DAVID Oct 2018
La ferocidad de un coito,
Y ese fuego apagado en tu
****** de leona, te une y
te completa,

y la luz de tus ojos, y el
Brillo intenso que mana
De tu alma, me conecta
A ti

A tu deseo, a tu alma
Brillante y adorada.
  

Eres el fuego y el agua,
Bajo mis dedos, ardes
y apagas el fuego, y tu
Pliegue erogeno se expande
Para mi

Lleva mi nombre,
Como tatuado por tu
Alma, como si tu corazon
Lo hubiera impreso,

Y brillas completa y amada,
Bajo mis garras de Leon,
ese Leon que es tuyo,
Y adorada te ves en mis
Garras

Completa y amada, y
tus ríos se abren para
Mi, y yo bebo de ellos,
Como si fueras el agua mas
Pura

Y en tus ojos, esa luz que te
Pertenece como mi espada
Samurai,  y el espacio que
las diabla dejaron en mi pecho

Y el vapor que sale de nuestros
Cuerpos al unirnos, es el
Resultado de tu **** hermoso y
Adorado, que oh MUDRAS HERMOSAS

y adoradas sellan mi energía,
Y nos comunica con el padre, y
Somos uno, y te amo bajo su
Energía, conectados a EL.

y bajo sus ojos y en su
Energía, te llenas de luz,
Y asciendiendo vas llegando a
ese hermoso despertar,

y tu pliegue erogeno, es
besado y adorado, y cuando
entro con fuerza, siento que
llego a casa, y que me perteneces

Y tu piel blanca de alabastro
Lleva mi nombre, un nombre
que es tuyo.
Cuando fue el bravo Guerrero
Presidente, yo era un chico
Y en aquel tiempo a Tampico
Llegó un general ibero.
¿Barradas?
...Justo; esto es;
Barradas precisamente
Queriendo, audaz y valiente,
Ser un nuevo Hernán Cortés.
Entonces, sólo al decir
Que extraña tropa llegaba
El Gobierno ya miraba
Enlutado el porvenir.
Y por prudencia o temor
Cesaban goces y fiestas,
Haciéndole mil protestas
A cualquier embajador.
Barradas, bravo y experto,
Vencer a Méjico anhela
Y entra altivo a toda vela,
Como virrey frente al puerto.
Santa-Anna, a la patria fiel,
Tan audaz como animoso
Derrotó al jefe ambicioso
Ganando eterno laurel.
Fue una derrota ejemplar
Que no olvidará la Historia
Pues allí alcanzó la gloria
De hacerlo capitular.
En Méjico ¡Qué ansiedad
Por saber el resultado!
Estaba en completo estado
De agitación la ciudad.
Una noche, a ver un drama
Guerrero fue al Coliseo,
Un teatro tosco y feo
Que «Principal» se le llama.
Llegado el acto tercero,
Ve con asombro la gente
Que al palco del Presidente,
Entra, con traje de cuero,
Un hombre y le da un papel;
Guerrero al leerlo llora;
Y el público en esa hora,
Enternecido como él,
Presiente lo que le avisa
Al Presidente el pliego
Y queda mudo, en sosiego,
Entre lágrimas y risa.
Cuando acabó de leer
Guerrero, se levantó
De su asiento y así habló
Sin poderse contener:
«Si con frases no me explico,
El llanto lo hará por mí...
¡Me comunican aquí
La victoria de Tampico...!
Vencido está el jefe ibero,
Santa-Anna lo derrotó...»
Y un gran grito resonó:
«¡Vivan Santa-Anna y Guerrero!»
Guerrero con alegría,
Dijo enseñando leal
La faja de general
Que en la cintura tenía:
«Mando al brigadier Santa-Anna,
Esta faja, no os asombre,
Para que la porte en nombre
De la Nación Mejicana».
Volvió el público a gritar
Nuevos vivas y a aplaudir,
En unos era el reír,
En otros era el llorar
Y no hay mármoles ni bronces,
Ni existen tinta y color,
Que puedan pintar, señor,
El patriotismo de entonces.
Tu buena memoria pasma
A cualquiera, mi sargento,
Tu relato da contento,
Enardece y entusiasma.
Cuando el teatro dejaron
Todos con gran ansiedad,
¿Sabéis lo que en la ciudad
Con asombro contemplaron?
Adornadas con festones
Todas las casas vecinas,
Con faroles y cortinas
En cornisas y balcones;
Sobre las torres bermejas
De los vetustos conventos,
Gallardetes, ornamentos,
Guirnaldas y candilejas.
Las calles... ¡que animación!
Las gentes si se encontraban,
Entusiastas se abrazaban
Con lágrimas de emoción.
No se escuchaba un reproche,
Todo era franco y sincero,
Que estaba Méjico entero
De triunfo en aquella noche.
¡Y todos los mejicanos
Que un mismo placer sentían,
Entonces sí se querían
Como si fuesen hermanos...!
Me enternezco cuando pienso
En esto, porque señor,
No he visto un modo mejor
De dar a un bravo un ascenso,
Ni un modo más natural,
Más franco y más elocuente
De expresar públicamente
El contento nacional.
Glorias del pasado son,
¡Mas para un viejo soldado,
Esas glorias del pasado
Dan vida a su corazón...!
Todo el mundo sentado
a la mesa,
en el trono,
en la asamblea,
en el vagón del tren,
en la capilla,
en el océano,
en el avión, en la escuela, en el estadio
todo el mundo sentado o sentándose,
pero no habrá recuerdos
de una silla
que hayan hecho mis manos.

Qué pasó? Por qué, si mi destino
me llevó a estar sentado, entre otras cosas,
por qué no me dejaron
implantar cuatro patas
de un árbol extinguido
al asiento, al respaldo,
a la persona próxima
que allí debió aguardar el nacimiento
o la muerte de alguna que él amaba?
La silla que no pude, que no hice,
transformando en estilo
la naturalidad de la madera
y en aparato claro
el rito de los árboles sombríos.

La sierra circular
como un planeta
descendió de la noche
hasta la tierra
y rodó por los montes
de mi patria,
pasó sin ver por mi puerta larvaria,
se perdió en su sonido,
y así fue como anduve
en el aroma
de la selva sagrada
sin agredir con hacha la arboleda,
sin tomar en mis manos
la decisión y la sabiduría
de cortar el ramaje
y extraer
una silla
de la inmovilidad
y repetirla
hasta que esté sentado todo el mundo.
Victor D López Dec 2019
Version original de Esopo...

Un buen día en invierno, algunas hormigas estaban ocupadas secando su almacén de maíz, que se había humedecido durante un largo período de lluvia. En ese momento apareció un saltamontes y les rogó que le otorgaran algunos granos. "Porque", dijo, "simplemente me muero de hambre". Las Hormigas dejaron de trabajar por un momento, aunque esto fuse en contra sus principios. "¿Podemos preguntar", dijeron ellas, "qué hiciste todo el verano pasado? ¿Por qué no recolectaste un almacén de alimentos para el invierno? "" El hecho es que ", respondió el Saltamontes," estuve tan ocupado cantando que no tuve tiempo ". " Si pasaste el verano cantando ", respondieron las hormigas, "no puedes hacer nada mejor que pasar el invierno bailando". Y ellas se echaron a reír y continuaron con su trabajo.
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Nueva versión del siglo XXI: El Saltamontes y las Hormigas (por Víctor D. López, fanático de las hormigas en todas partes del mundo y en todos los tiempos)

Un buen día en invierno, algunas hormigas estaban ocupadas secando su almacén de maíz que se había humedecido durante un largo período de lluvia. En ese momento llegó un saltamontes y exigió que le dieran una parte justa de su maíz almacenado. Las hormigas dejaron de trabajar por un momento, aunque esto fuese en contra de sus principios.

"¿Podemos preguntar", dijeron ellas, "qué hiciste todo el verano pasado? ¿Por qué no recolectaste un almacén de comida para el invierno? "

"El hecho es", respondió el Saltamontes, "Estaba ocupado con cosas más importantes, como abrazar árboles agarrado de las manos de personal con ideas compatibles y cantando “Cumba Ya”. Desafortunadamente, estas actividades no son apreciadas por las estúpidas élites que oprimen injustamente a las clases más bajas y tratan de explotarlas por medios tales como hacer que realicen trabajos mal pagados y sin sentido que están por debajo de su dignidad ".

“Si pasaste el verano cantando, agarrándote de las manos y abrazando árboles”, respondieron las hormigas, “cuando deberías haber estado planeando y construyendo tus tiendas para mantenerte a ti y a tu familia durante el invierno, no puedes hacerlo mejor que pasar el invierno bailando ”. Y se rieron y continuaron con su trabajo.

El saltamontes, que era un tipo de temperamento muy sensible, quedo profundamente ofendido por el egoísmo y la intransigencia de estas hormigas ricas que no estaban dispuestas a proporcionarle su parte justa para apoyar a los miembros menos afortunados de la comunidad, como él. “No construiste el maíz que cosechaste a través de tu avaricia en el verano, mientras que las personas más ilustres que tú trabajaron muy duro explorando su naturaleza sensual y artística. Ustedes no hicieron que lloviera, o que el sol brillara, o que las abejas polinizaran los cultivos nacientes. Simplemente cosecharon el beneficio de la generosidad de la naturaleza que pertenece a todos y tratan con avidez de conservar para ustedes una cosecha proporcionada no por su trabajo sino por la gracia de la madre tierra. Ustedes son ladrones, acaparadores y bestias egoístas que tomarán para sí mismos lo que la naturaleza proporciona a todos sus hijos en igual medida ”. Luego se marchó, mientras las hormigas sacudían la cabeza, sonriendo y regresaron a su trabajo.

Más tarde, ese mismo día, el saltamontes regresó con hordas de personas de ideas afines que hervían sobre la indignación y la falta de respeto que les mostraban estas hormiguillas egoístas, crueles y despiadadas. Cayeron sobre las mismas a golpes y patadas dejándolas a todas sin sentido. Luego tomaron la mayor parte de su cosecha y quemaron lo que no podían llevarse para enseñarles una lección a estas pequeñas hormigas malvadas, mientras cantaban: "Sí, podemos", "poder para la gente" "Si no hay justicia, no hay paz" y una serie de frases similares mientras golpeaban a las hormigas egoístas ya inconscientes, liberaban sus tiendas de alimentos y quemaban el que ya les sobraba. Fue un gran día para los saltamontes que bailaron día y noche alrededor de las hogueras de su victoria.

Ese invierno, las hormigas murieron de hambre, al igual que los saltamontes que pronto agotaron las tiendas liberadas de las hormigas egoístas en unos días de fiestas y orgías las veinticuatro horas del día. No pudieron encontrar ninguna ayuda de los otros espíritus libres en su pueblo ese invierno y, como su último acto, se reunieron, tomaron de las manos, abrazaron un árbol y cantaron al unísono su canción final: "Todo es culpa de las estúpidas hormigas que trajeron su destrucción sobre sus cabezas y las nuestras a través de su falta de voluntad y egoísmo en reusar compartir su generoso tesoro. Insignificante pequeñas hormigas estúpidas, egoístas, codiciosas. Todo es su culpa. Todo es su culpa. Si tan solo hubieran sido tan cultas como nosotros "
El Saltamontes y las Hormigas - Edición del Siglo XXI...
THE GRASSHOPPER Y THE ANTS por Aesop (Edición original con traducción al ingles de Proyecto Gutenberg, http://www.gutenberg.org. La traducción del ingles al español es mía. La edición nueva del Siglo XXI es mía también en ingles (2010?) y en español (2019).

Translated from my English original "The Grasshopper and the Ants--XXI Century Version"
Sólo una tonta podía dedicar su vida a la
soledad y al amor.

Sólo una tonta podía morirse al tocar una lámpara,
si lámpara encendida,
desperdiciada lámpara de día eras tú.

Retonta por desvalida, por inerme,
por estar ofreciendo tu canasta de frutas a
los árboles,
tu agua al manantial,
tu calor al desierto,
tus alas a los pájaros.

Retonta, rechayito, remadre de tu hijo y de
ti misma.

Huérfana y sola como en las novelas,
presumiendo de tigre, ratoncito,
no dejándote ver por tu sonrisa,
poniéndote corazas transparentes,
colchas de terciopelo y de palabras
sobre tu desnudez estremecida.

¡Cómo te quiero, Chayo, cómo duele
pensar que traen tu cuerpo! -así se dice-
(¿Dónde dejaron tu alma? ¿No es posible
rasparla de la lámpara, recogerla del piso
con una escoba? ¿Qué, no tiene escobas la Embajada?)

¡Cómo duele, te digo, que te traigan,
te pongan, te coloquen, te manejen,
te lleven de honra en honra funerarias!

(¡No me vayan a hacer a mí esa cosa
de los Hombres Ilustres, con una
chingada!)

¡Cómo duele, Chayito! ¿Y esto es todo?

¡Claro que es todo, es todo!

Lo bueno es que hablan bien en el Excélsior
y estoy seguro de que algunos lloran,
te van a dedicar tus suplementos,
poemas mejores que éste, estudios,
glosas,
¡qué gran publicidad tienes ahora!

La próxima vez que platiquemos
te diré todo el resto.
Ya no estoy enojado.

Hace mucho calor en Sinaloa.
Voy a irme a la alberca a echarme un trago.
Cuánto vive el hombre, por fin?

Vive mil días o uno solo?

Una semana o varios siglos?

Por cuánto tiempo muere el hombre?

Qué quiere decir «Para Siempre»?

Preocupado por este asunto
me dediqué a aclarar las cosas.

Busqué a los sabios sacerdotes,
los esperé después del rito,
los aceché cuando salían
a visitar a Dios y al diablo.

Se aburrieron con mis preguntas.
Ellos tampoco sabían mucho,
eran sólo administradores.

Los médicos me recibieron,
entre una consulta y otra,
con un bisturí en cada mano,
saturados de aureomicina,
más ocupados cada dia.
Según supe por lo que hablaban
el problema era como sigue:
nunca murió tanto microbio,
toneladas de ellos caían,
pero los pocos que quedaron
se manifestaban perversos.

Me dejaron tan asustado
que busqé a los enterradores.
Me fui a los ríos donde queman
grandes cadáveres pintados,
pequeños muertos huesudos,
emperadores recubiertos
por escamas aterradoras,
mujeres aplastadas de pronto
por una ráfaga de cólera.
Eran riberas de difuntos
y especialistas cenicientos.

Cuando llegó mi oportunidad
les largué unas cuantas preguntas,
ellos me ofrecieren quemarme:
era todo lo que sabían.

En mi país los enterradores
me contestaron, entre copas:
-«Búscate una moza robusta,
y déjate de tonterías».

Nunca vi gentes tan alegres.

Cantaban levantando el vino
por la salud y por la muerte.
Eran grandes fornicadores.

Regresé a mi casa más viejo
después de recorrer el mundo.

No le pregunto a nadie nada.

Pero sé cada día menos.

Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.
La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.
Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil rüidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
-¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
De la casa, en hombros,
lleváronla al templo
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.
Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.
De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
-¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.
La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto:
perdido en las sombras
yo pensé un momento:
-¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.
Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos...!
¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.
Las he visto varadas en la playa.
Los niños han abandonado
carruseles, montañas rusas,
nubes de azúcar, blanca o rosa, palomitas de maíz
y suspendidos de sus cometas de colores
han llegado a la orilla. Atrás quedó
la música crispada de los altavoces.
Ahora escuchan otra música más sosegada y misteriosa:
jadeo de olas, disnea de cetáceos agonizantes,
chillidos de las aves marinas,
estremecedora polifonía.

Los niños, desconectados de lo fabuloso,
saben que es imposible que a Jonás
se lo tragase una ballena,
como cuenta la Santa Biblia,
porque al final de la caverna amenazadora
una garganta angosta permite sólo el paso
de minúsculos pececillos, plancton, polen marino
que atravesaron las barbas filtradoras.
(Ignoran, sin embargo, que estas barbas
fueron antaño utilizadas
para acentuar la delgadez del talle de las damas.
¡Sólo Dios sabe qué habrá sido de ellas,
dónde estarán ahora pudriéndose!)
Son, desde luego, extraños pero no
infrecuentes  
estos suicidios colectivos.
Los biólogos, oceanógrafos, ecologistas
nada pueden hacer por reintegrar a los cetáceos
a su hábitat, a su medio natural;
no sólo por su peso  y su volumen, sino
porque están decididas  -resignadas-
a morir. (Se barajan hipótesis
diferentes y contradictorias: alguna,
tal vez, resolverá el enigma).
Hay quienes atribuyen el suceso
a una avería, una desconexión
-por el momento indemostrable-
en el sofisticado sistema de radar
que utilizan en sus desplazamientos.
¡Quién sabe cuál será la causa
de esta agonía a la que yo asistí
en las arenas de Long Island!
Yo sí lo sé. Yo he descifrado
el, para los demás, indescifrable código,
- ¡oh mi piedra Rosetta de estrellas y de olas!-
Los ballenatos, los jóvenes, los útiles,
los que regresan a la mar
tras culminar estas expediciones
hablaban en sus asambleas nocturnas,
mientras dormían las ballenas madres,
de la necesidad imperiosa de librarse de este lastre
de ancianas jubiladas,
de toneladas de disnea y sordera.
Con fuegos o aguas de artificio,
pirotecnia, acuatecnia,
comunicaron su resolución:
«Nosotros os conduciremos
a unas playas calientes,
a unos lugares a los que no llegan
tempestades, témpanos, balleneros;
allí disfrutaréis del merecido descanso
después de tantas aventuras,
tantos afanes, tantos riesgos».
Las dejaron varadas en la arena.
«Hasta mañana», les dijeron,
sabiendo que no volverían.
«Hasta mañana».
Misericordioso e implacable
el sol les reseca la piel repujada de algas.
Muy pronto albatros y gaviotas se ensañarán
con estas moles de agonía,
de grasa y carne putrefacta.
El sol es chupado por el horizonte,
se hunde poco a poco en él
despidiéndose con su rayo verde.
Luego es la noche, y otras noches.
El faro intermitentemente
pasa su lengua de luz piadosa sobre la arena.
El mar agita sus espejos negros.
Sobre la seda o terciopelo funeral
chisporrotean las estrellas fugaces,
las ascuas de la luna de azafrán.
El zumbido de las abejas marinas,
el crujido del oleaje que clava sus colmillos
en las rocas de azabache y cristal
resuena en los oídos agonizantes
de las viejas ballenas,
festín de la desolación, el silencio, el olvido, la sombra.
«Hasta mañana». Fue el último mensaje.
Y ya no habrá mañana.
Ahora las moribundas,
ciegas y sordas tienen la mirada del recuerdo
puesta en sus ballenatos, indefensos
frente al testuz terrible de las olas heladas,
los témpanos, las hélices, los arpones,
desvalidos, sin rumbo
por esos mares de Dios.
Ya se han roto las ataduras,
sólo la noche me rodea,
me va robando la memoria,
me acuna para que me duerma.

Ahora que ya no la contemplo
para robarle su belleza.
Ahora que siento en mí el cansancio
de nuestras pobres razas viejas.
Ahora que lucho y me rebelo
contra su mansedumbre eterna
y me acuerdo de que algún día
fui tan sin tiempo como ella,
¡qué monólogo desbordado,
qué soliloquio sin respuesta,
qué deseo de renacerme,
de entender y de que me entienda,
de borrar pasado y futuro,
de segar mi memoria entera!
Luego, arrojar al ***** pozo
lo que de mí evoca y recuerda:
cojín de nieblas matinales
donde apoyaba la cabeza.

Repetimos las mismas cosas,
recorremos aquellas sendas
por donde todos los humanos
dejaron gritos, ecos, huellas.
Son las palabras angustiadas
que un día oyó al nacer la tierra:
«húmedo beso, vida, muerte,
nada importa, me voy y quedas,
ayer desnudos en el campo
y hoy se caen solas las cerezas».

Palabras viejas y cansadas
que nosotros creímos nuevas,
recién nacidas para el canto,
para una dicha siempre nuestra.
Y la noche me va matando,
me acuna para que me duerma.
En cada instante mío pone
siglos de luna, alta y sangrienta.

Nada me importa que yo siembre
y que otros cojan la cosecha.

Pero morirme sin rebelarme,
someterme sin resistencia,
ser por los siglos de los siglos
sólo luz o sólo tinieblas,
irme cegando de hermosura
hasta dejar de ser materia,
aunque mi premio sea un día
mirar por dentro las estrellas...

Hoja de chopo, onda de río,
sangre mezclada con la tierra.
Y que mi forma sea el barro
que una mano mortal modela.
Niño que juega desnudito,
mínima brizna de la hierba,
todos los peces de los mares,
los animales de la tierra.
Saber que vivo, que palpito,
que me enloquezco en la carrera,
que nado mares y anchos ríos,
que escalo cimas, salto cercas,
que desde el fondo de las noches
hay pesadumbre que me acecha.

Sentir en mí todos los soles,
todos los gozos y las penas,
todos los vientos que me mueven,
los dolores que en mí hacen presa…
Sentir, por fin, llegar el alba,
su melodía limpia y fresca,
y barrernos las sombras turbias
que oscurecen nuestras cabezas,
y beber las lejanas brisas
que nos alejan de la tierra
maniatados y adormecidos,
sin saber a dónde nos llevan...
Evelin G hoffman Sep 2018
Mi vida esta invadida por una inmensa tristeza . Son innumerables los momentos que estas en mi mente , sonriendo, hermosa, feliz en mis brazos como esa mujer que tanto deseo tener ami lado dia dia asi.. llena de alegría por tenernos.

Pero al ver que tus días se an combertido en tormentos, porque mi compañía y mi amor dejaron de ser suficientes, porque se que nosoy solo para ti de la forma que tu corazon necesita.. al diablo la sociedad, lo que este bien o mal en ese mundo que mas me da, si no tengo tu sonrisa.

Dicen que no hay q meter a Dios enla politica, pero se que el daria 3 votos ami favor porque al final donde hay amor, pues que gane el amor. Pero me voy y te dejo libre porque se que tengo que luchar por la carne de mi carne.. aunque sienta esta decepcion dentro de mi misma porque quiero correr a tus brazos porque nada me llena ni me hace feliz en este momento , porque siento miedo y celos tambien de que estas haciendo tu vida lejos de la mia.

No quiero que llores por mi , dejame llorar ami por las dos. Quiero desde lo mas profundo de mi alma que seas feliz, deja que sea yo la que se retuerza de celos cuando te vea feliz al lado de otra persona que te dio lo que esta cobarde no pudo. Deja que sea yo la que te llore a mares por el resto de mi vida.

Se que hay dias de sol, dias de lluvia y de tormentas. Pero la tormenta de tu recuerdo nunca se alejara de mi, porque se lo que vivi, se que es real. Se que esa coneccion se quedara en mi memoria por el resto de mis días . Vuelvo a mi monotonia pero ahora atormentada por ese recuerdo perfecto de tu sonrisa cuando estamos juntas.
Este clima de asfixia que impregna los pulmones
de una anhelante angustia de pez recién pescado.
Este hedor adhesivo y errabundo,
que intoxica la vida
y nos hunde en viscosas pesadillas de lodo.
Este miasma corrupto,
que insufla en nuestros poros
apetencias de pulpo,
deseos de vinchuca,
no surge,
ni ha surgido
de estos conglomerados de sucia hemoglobina,
cal viva,
soda cáustica,
hidrógeno,
pis úrico,
que infectan los colchones,
los techos,
las veredas,
con sus almas cariadas,
con sus gestos leprosos.

Este olor homicida,
rastrero,
ineludible,
brota de otras raíces,
arranca de otras fuentes.

A través de años muertos,
de atardeceres rancios,
de sepulcros gaseosos,
de cauces subterráneos,
se ha ido aglutinando con los jugos pestíferos,
los detritus hediondos,
las corrosivas vísceras,
las esquirlas podridas que dejaron el crimen,
la idiotez purulenta,
la iniquidad sin ****,
el gangrenoso engaño;
hasta surgir al aire,
expandirse en el viento
y tornarse corpóreo;
para abrir las ventanas,
penetrar en los cuartos,
tomarnos del cogote,
empujarnos al asco,
mientras grita su inquina,
su aversión,
su desprecio,
por todo lo que allana la acritud de las horas,
por todo lo que alivia la angustia de los días.
Sí. Don Juan está triste, porque empieza a ser viejo.
Sus sienes ya blanquean y se arruga su frente…
Deliberadamente rompió su último espejo,
pero aún frunce con gracia el entrecejo,
y sabe, como nadie, decir lo que no siente.

Más aún que su espada de acero toledano,
tiene un filo temible su mirada insolente;
y una clara amatista resplandece en su mano,
con un episcopal fulgor mundano,
pero, como su dueño, ya se sabe que miente.

Sí. Don Juan está solo definitivamente:
Ningún beso lo espera; ningún labio lo nombra…
Pero sobre la alfombra su sombra está presente;
y entonces, con un gesto displicente,
Don Juan cruza los brazos… y le miente a su sombra:

«Realmente, yo fui un poco
aventurero: Me atraía el mar;
no fui insensible al juego, ni al buen vino tampoco,
y el amor fue un camino por el que supe andar.
Y, siendo un poco audaz y un poco loco,
un día, alegremente, me abandoné al azar.

»Y fui marino. Supe de las rachas sonoras
que en los tensos cordajes enredan una ronca sonata;
y en los ponientes de escarlata,
y en la azul placidez de las auroras,
vi palpitar los amplios velámenes de plata,
y me enjoyó de espuma la tajante inquietud de las proas.

»Y en las noches serenas, cuando el viento es un cálido encaje
que difunde fragancias de luceros,
comprendí por qué dicen que la muerte es un viaje,
y por qué se prolongan los adioses postreros
en los sordos hervores del oleaje
y en las canciones de los marineros.

»Pero en el mar airado o apacible,
y en la canción como en la imprecación,
con las manos crispadas en la jarcia flexible
o en la circunferencia del timón,
mi corazón, mi absurdo corazón,
permaneció impasible.

»Y fui guerrero. Y supe reír en la batalla,
con ímpetu invencible y entrecortado aliento,
cuando de súbito restalla
su látigo violento
la metralla,
sembrando de amapolas el elástico surco del viento.

»Y supe de la red que sabe a tierra,
del sol que raja el cráneo, de la lluvia tenaz,
de la fiebre en la jungla, de la asfixia en la sierra,
de la emboscada y del ataque audaz.
Y entonces comprendí por qué la guerra
tiene amargas raíces que alimentan la paz.

»Pero en el empujón irresistible
del asalto, al flamear el pabellón,
o al morder las palabras de una orden terrible
entre el hálito acre del cañón,
mi corazón, mi inútil corazón,
permaneció impasible.

»Y fui poeta. Hambriento de hermosura,
filtré vagos acordes en la alquimia sutil del poema;
cincelé cada estrofa como una miniatura,
y pulí cada verso cual si fuese una gema,
una gema inmortal de la diadema
de la belleza pura.

»En mis recreaciones de orífice sonoro,
dibujé en los misales, como un monje demente,
mayúsculas esbeltas con pájaros de oro;
y, al esculpir la Venus de una fuente,
con el sabio retoque de mi buril paciente
alisé cada grieta y cada poro
hasta dejar el mármol transparente.

»Pero al lograr un ritmo imperceptible,
o al apresar el tema de una alegre canción;
o cuando en una frase fue visible
un perfil impreciso de mi imaginación,
mi corazón, mi estéril corazón,
permaneció impasible.

»Después… ya no recuerdo. Fui pintor
y fui juglar, y músico, y fraile, y mercader;
espadachín, tahúr y trovador…
Y todo por amor a la mujer,
sin que nunca encontrara la mujer de mi amor.
Y después, todavía, como algo muy lejano,
recuerdo un brusco cambio de mi suerte:
Ya próximo al patíbulo villano,
la clemencia de un príncipe me salvó de la muerte,
y mis impertinencias me hicieron cortesano.

»Las mujeres pasaron, y, una a una,
dejaron solitarios mis festines,
pues fui dueño de todas y esclavo de ninguna;
y besé a una princesa bajo un claro de luna
que esparcía su polvo de plata en los jardines.

»Yo amé la boca sabia que extenúa el exceso
y fui de beso en beso tras la boca inexperta.
Pero no amé jamás. Amar no es eso.
El beso es una llave para abrir una puerta,
y yo cerré las puertas con la llave del beso;
y ahora no me ha quedado ninguna puerta abierta.

»Pero, tal vez aquella… La tapada
que vi en… ya no recuerdo. La dama iba deprisa,
y un rufián la insultó. Saqué mi espada…
Ella quedó indecisa…
Yo atravesé el rufián de una estocada,
y ella me sonrió, sin decir nada,
y huyó… Sólo vi de ella su sonrisa;
y después su sonrisa huyó en la brisa,
pero dejó la brisa perfumada!

»Aunque, de haber besado y poseído
la boca aquella que me sonreía,
hoy fuera en mis recuerdos una calle vacía,
o un contorno de niebla que flotara en mi olvido.

»Y ahora, ya se me va la juventud,
mi juventud, que fue por tierra y mar,
ebria de ensueño y loca de inquietud;
y ahora sólo recuerdo lo que quiero olvidar,
y, esclavo de mi propia esclavitud,
me siento solo y necesito amar.

»Amar por vez primera, para olvidar mi hastío;
soñar mi último sueño, y volver a empezar…
Pero en vano se exalta mi deseo tardío:
El leño que arde pronto, pronto se queda frío,
y yo ardí en cuerpo y alma, al vivir y al soñar.

»Y, sin embargo, a veces, el corazón insiste
en su antigua locura del beso y la mujer,
pero después del beso la boca queda triste,
triste como un camino en el atardecer.

»Sólo ansío la gloria de los días serenos.
Si pasan las mujeres, yo las miro pasar
como miran los niños los juguetes ajenos,
pero los niños sonríen con ganas de llorar.

»Sí. Yo vencí la vida, sin pensar de qué modo.
Me alcé soberbiamente, con gesto vencedor…
Y hoy me vence la vida, pues, teniéndolo todo,
sé que todo me falta si me falta el amor!»

Don Juan calla, y contempla, sobre la roja alfombra,
su sombra, que, sin duda, también cree que él miente.
-Ningún beso lo espera; ningun labio lo nombra... 1
Y, repentinamente, da la espalda a su sombra,
y una lágrima empaña su mirada insolente.
Apagado el incendio quedó el templo en ruinas...
Hiedra en vez de brocado. Las lívidas arañas
con sus hilos envuelven las santas bizantinas.

De los rotos mosaicos brotan plantas extrañas,
plantas de los abismos... Y la humedad sombría
pone manchas verdosas en muros y peañas.

Tras vidrio de colores, una Virgen María,
como un rayo de luna, lilial y cansada,
en las sombras se yergue de la iglesia vacía

Por las lágrimas muestra la mejilla surcada;
su lividez de tísica da a las almas pavura,
y hay tristezas de ángeles en su dulce mirada.

Siete espadas al rostro dan sello de amargura;
los anillos, sin piedras, guardan sólo el engaste,
y su pálida boca, temblorosa murmura:


-«Oh Jesús! Oh hijo mío! Por qué me abandonaste
en medio de estas ruinas de calma aterradora,
do la luna es fantasma y es el sol un contraste?

»Mi vestido y mi manto son harapos ahora;
mi diadema, sin joyas, ya cual antes no brilla,
y mi boca es un astro que la luz lo colora.

»Ya, contricto, a mis plantas ninguno se arrodilla;
nadie cirios me trae... y tan sólo oraciones
oigo aquí de las almas que el pecado mancilla.

»Nadie viene a pedirle dulces consolaciones,
bálsamo para el alma por el dolor herida ...
Soy ahora, hijo mío, Vírgen de los Ladrones.

»Las lágrimas dejaron ya mis ojos sin vida;
yo que siempre refugio fui de humanos dolores,
hoy aquí de murciélagos soy tan sólo guarida!

»Oh mi altar de otros días con sus luces y flores!...
Oh música del órgano! ... Templo siempre aromado
del incienso y la mirra con los gratos olores!...

»Hizo un búho en mis brazos suave nido abrigado,
y amé el búho (Los búhos son aves
desgraciadas) y crié sus polluelos con materno cuidado.

»Pero un día su vuelo por las ruinas calladas
levantaron... y huyeron... De este abismo de espanto
todos huyen por siempre... menos estas espadas!

»Oh Jesús, hijo mío! No te mueve mi llanto!
Quiero en vez de lluvia, la tristeza y el viento,
incensarios y música, y jazmines y canto!

»De mis penas apiádate, de mi duro tormento!
Por qué sola me dejas, y por qué no me abrigas,
por qué, tú eres suave cual perfumado ungüento?

»Mas si debo, con frío, quedarme aquí entre ortigas,
si tal es el mandato de tus fallos divinos,
dame un manto... Este manto parece de mendigas.

»Dame anillos, rubíes, diamantes peregrinos...
Los ladrones, a veces, tienen hambre, cuidalos!
Tienen hambre, y no pueden robar en los caminos.

»Dame flores... No armiños!... lirios embalsamados;
la flor azul del lino; y miosótis en donde
tiemble el rocío; rosas, y claveles rosados!»

Así habló... mas ninguno a la Virgen responde.
Todo es paz y silencio... La noche es negra y fría.
Y Jesús qué se hizo... ¿Duerme acaso, o se esconde?

Está triste la noche cual tu alma, oh María!...
Los murciélagos vuelan... Melancólicamente
van pasando fantasmas por la obscura arquería.

Más de pronto la luna se destaca en Oriente,
y robando colores a los altos vitrales,
ilumina, en las sombras, a la Virgen doliente.

A sus pies pone flores y fulgentes cendales;
cambia en llamas el cinto y el manto hecho jirones;
le da anillos y joyas de esplendores astrales.

De la Virgen María cantan las Ilusiones
en las dulces pupilas. Y clama entre guirnaldas:
«¡Oh ladrones! ¡Oh amigos! ¡Venid, venid, ladrones!»
Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.

Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.

La patria, amigos, es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago, Su olvido.)
Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.

Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
ese límpido fuego misterioso.
Indigo M'kyauki Jan 2021
(They)
(
dejaron)

We know exactly how / Sabemos exactamente cómo
They know what they have done / Saben lo que han hecho
They are the white mother coddling her murderous child / Son la madre blanca que mima a su hijo asesino
Arming him to make him feel worthwhile in his usefulness / Armándolo para que valga la pena en su utilidad
Enabled this for centuries / Habilitación de esto durante siglos
This country has never been anything to be proud of / Este país nunca ha sido nada de lo que estar orgulloso
There has never been a reason to love this country / Nunca ha habido una razón para amar este país
People who look like me have never been seen as people by this country / La gente que se parece a mí nunca ha sido vista como gente por este país
A country founded on ******* and fear / Un país fundado en el poder blanco y el miedo
A rebellious child of a country seeking to find its identity / Un hijo rebelde de un país que busca encontrar su identidad
All while killing those who try to change the status quo / Todo mientras matan a aquellos que intentan cambiar el status quo
This country has never been great / Este país nunca ha sido grande
This country has no qualms about killing people it holds as non-essential / Este país no tiene reparos en matar gente que tiene como no esencial
A country that values money over lives / Un país que valora el dinero sobre vidas
And a certain race of lives over others / Y una cierta raza de vidas sobre los demás
Has never been a country to be admired / Nunca ha sido un país para ser admirado
I am angry.
No te habrá de salvar lo que dejaron
Escrito aquellos que tu miedo implora;
No eres los otros y te ves ahora
Centro del laberinto que tramaron

Tus pasos. No te salva la agonía
De Jesús o de Sócrates ni el fuerte
Siddharta de oro que aceptó la muerte
En un jardín, al declinar el día.

Polvo también es la palabra escrita
Por tu mano o el verbo pronunciado
Por tu boca. No hay lástima en el Hado

Y la noche de Dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
Tiempo. Eres cada solitario instante.
En la casa del Marqués
De San Jorge gran sarao.

Ya en salones y retretes
Se encuentran los convidados,
Mientras el Marqués aguarda,
Gentil y apuesto vasallo.
Abajo de la escalera,
De «La Jerezana» al lado
Al Virrey, que precedido
Por lucientes candelabros
Va subiendo. De los muros,
Entre telas de Damasco,
Cuelgan cuadros del insigne
Gregorio Vásquez Ceballos;
De Oidores y bellas damas
Amarillentos retratos;
En marcos de plata, espejos
Que opacan lentos los años;
Y panoplias, que recuerdan,
Entre brumas del pasado,
La gesta de la Conquista
En cumbres, selvas y llanos.
Con casacas de anchas faldas,
Largos chalecos bordados,
Blanco calzón, blanca media,
Y áurea hebilla en el zapato,
Departían con las damas
En los lucientes estrados,
Nariño, Torres, Vergara,
Zea, Acebedo, Camacho,
Salazar, Ulloa, Prieto,
Gutiérrez, Ayala... cuantos
Prez fueron de la Colonia
Por sus virtudes y rango,
Y que después muchos de ellos,
Desde ensangrentados bancos
Dejaron eternos nombres
En nuestros anales patrios.

Cuando esa noche Nariño
Salía para el sarao,
Corno envío misterioso
Recibió un libro. Al acaso
Leyó párrafos y líneas,
Y más líneas y más párrafos;
Y al avanzar la lectura,
Sentía alborozo extraño
Hasta que llegó al capítulo
En la margen señalado:
«De los Derechos del Hombre»...
Lo leyó con ojos ávidos;
Y después, meditabundo,
Y en gruesa capa embozado
Al sarao fue. La niebla
Más ***** hacía el espacio.
Sombra y niebla... Niebla y sombra
En las tinieblas ni un astro....
Y entre esa noche cerrada,
Nariño va cabizbajo.
«El hombre es libre, decía,
No ha nacido para esclavo».
Y en medio de aquella sombra
En que sonaban sus pasos.
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?
Fui templario, ¿do está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron así, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena
su fulgor mi conciencia? Tengo miedo
a la duda terrible que envenena,
y me miras rodar sobre la arena
¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh!, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe, yo soy un Chactas
que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: «analiza»,
y murió mi pasión; luchaba fiero
con Jesús por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!
Mil quinientos treinta y siete,
Mes de abril.
Opaco día,
Y entre la niebla, la urbe
Del noble y temido Zipa.
Asoma el alba. Luz trémula
Con persistente llovizna
Se riega por la llanura
Que verde yerba tapiza.
En las montañas distantes
Se extiende espesa neblina.
Regando charcos, va el río
Manso y de aguas amarillas,
Entre árboles casi escuetos
Que soñolientos se inclinan,
Diseminados o en grupos
Al soplo de helada brisa.
Bohíos se ven regados
En la tristeza infinita
De los campos, donde sólo
Aquí y allá, cual sonrisas
En el húmedo silencio
De aquella mañana fría,
Corolas blancas y rojas
Entre zarzales oscilan.

Mudas las chozas. Apenas,
Como señales de vida,
Sobre los techos de paja
Aves que juegan y trinan.

Entre cercado de horcones
Se alza el palacio del Zipa.
Un ámbito enorme ocupa;
Y Quesada, ante su fila
De jinetes y soldados
Llega, la cota ceñida.
El acero desenvaina;
La bandera de Castilla
Hace desplegar al aire;
Toque de corneta vibra
En la mañana. Y silencio...
Hachas las puertas derriban
Con estrépito. No hay guardias
Que a los intrusos resistan.

El primer patio, desierto;
Luego una sala, vacía.
Los infantes y jinetes
Penetran, las armas listas,
Temiendo alguna asechanza,
Huyó con su gente el Zipa
A media noche, llevando
Sus trescientas concubinas,
Y a espaldas de indios el oro
Que en el palacio tenía,
Y todas sus esmeraldas
A región desconocida.

Tesoros, regios tesoros,
Que juntaron dinastías
En lento correr de siglos;
Esmeraldas de hondas minas
Que lucieron esplendentes
En diademas; gargantillas,
Brazaletes, áureas planchas
Que prietos pechos cubrían;
Riquezas de los santuarios...
En gruta remota, umbría,
Yaciendo estáis para siempre
Lejos de humana codicia,
Pues dejaron los cargueros
Con los tesoros la vida.

Avanzan. Patios, más patios...
Salas, más salas vacías.
Corredores... patios, salas...
Después huertos.

Fuertes vigas,
Desde lejanas regiones
Hasta la Corte traídas,
Sostienen los techos. Paja
Que cual oro vivaz brilla
Luce en los muros que exhiben
Telas de rojo teñidas
Y ornadas con plumas de aves
Cazadas en las orillas
Del Río Grande.

Al fin oro
Y esmeraldas escondidas
Sacaron, cavando el suelo,
Y así, con manos vacías
No se les vio. No encontrando
A quién con agua bendita
Cristianar, no fue perdido.

Para su provecho el día,
Y hasta para herrar caballos
Que despeados venían,
Andando entre barrizales
Y ascendiendo a serranías,
De baja ley oro hallaron

Huía lejos el Zipa.
Rezagados unos indios
Cabizbajos se veían;
Y aterrados, friolentos,
De charcos en las orillas
Se preguntaban: ¿Qué tribu
Será esa tribu sacrílega
Que a nuestro rey hace guerra?
¿Qué genio del mal envía
A esos terríficos monstruos
Que con cuatro pies caminan
Y que tienen dos cabezas
Y que lucen piel distinta
A la nuestra, y el semblante
Les cubre barba tupida?

En ese instante de miedo,
Frente al sol que ya se hundía,
Una salva de arcabuces
Se oyó en la llanura muisca.
Los hijos del Sol!... dijeron,
Y aterrados, la faz lívida,
Contra el suelo, sollozaban
La noche cayó sombría
En desolación profunda
Sobre la raza vencida.
Banderillero desganado.
Las guedejas del sueño cubren tu ojo derecho.
Te quedaste dormido con los brazos alzados,
y un derrote de Dios te ha atravesado el pecho.
Un piadoso pincel lavó con leves
algodones de luz tu carne herida,
y otra vez la apariencia de la vida
a florecer sobre tu piel se atreve.

No burlaste a la muerte. No pudiste.
El cuerno y el pincel, confabulados,
dejaron tu derrota confirmada.

Fue una aventura absurda, bella y triste,
que aún estremece a los aficionados:
¡qué cornada, Dios mío, qué cornada!
Leydis Jul 2017
Enganchada en tu encanto
Encantada de estar enganchada,
a esa elegante manera en cual me lavas el hastió.

Enganchada a cada intento.
Yo que en la vida no he pretendido nada,
ahora vivo para encolarme en tu verso.  
Yo que me he convertido en tu mefítico verso,
que delinea toda la pureza de una entrega imperecedera,
llena de puro deseo,
deseando ser poseída por tu magia,
que me pintes con tu lienzo,
que me linces el pensamiento,
de volver a la limpia tizne en el cual antes de ti vivía.

Yo que me cuelgo como sábana a tu cuerpo,
ahí, cubriéndote en pasión,
protegiéndote del frio de una noche sin amor,
resistiendo el cuerpo, el aire, y el mismo infierno,
para encubrirte, para calentarte en mi fogón.  

Si, lávame como sucio lienzo.
Estrújame mis tendidas ganas,
engánchalas al aire fresco,
que las seque el picaresco sol de tus labios.

Si, lávame toda la inmundicia que dejaron amores ingratos.
Lávame la mugre de la soledad.
Que tu prosa sea el desinfectante para desmanchar el lodo del silencio.  
Que tu aliento se convierta en suavizante, para mi piel reseca y escamosa.
Que tus labios sean los ganchos, que sujeten el caño de agua cuando vayas a exprimirme,
después de tenderme exánime en tu pasión desbordada..

¡Si!
Lávame,
Tiéndeme,
Tiéntame,
Engánchame,
Estrújame,
Detenme,
Atájame,
Paralízame….,

¡Es que a tu amor…..quiero vivir enganchada!
¡Es que siempre serás, mi mejor gancho!


LeydisProse
7/18/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
Victor D López Dec 2019
También vinieron por usted en medio de la noche,
Pero descubrieron que se había ido a Buenos Aires.
La Guardia Civil cuestionó a su esposa en su casa,
Rodeada de sus cuatro hijos pequeños, en tonos fuertes pero respetuosos.

Apoderados de ametralladoras se quedaron un tiempo,
Pero no dejaron cicatrices visibles en sus hijos,
Ni en su joven esposa, a quien
Dejo atrás para criarlos sola.

Habías sido un pez grande en un pequeño estanque,
Un empresario exitoso que se gano la vida muy bien,
Comprando ganado para ser criado por aquellos demasiado pobres
Para adquirirlos por sus propios medios y que los criaban para usted.

Los pastaban, los usaban para tirar de sus arados,
Y vendían su leche, o la usaban para alimentar a sus hijos demasiado numerosos.
Cuando estaban listos para la venta, los llevaba usted a la feria,
Obtenía un precio justo para ellos y compartía la ganancias a partes iguales con los que los criaron.

Fue un buen sistema que le dio riqueza relativa en tiempos malos,
Y dio a los pobres los medios para alimentar a sus familias y a sí mismos.
Su reputación de honestidad inquebrantable y trato justo hizo que muchos
Quisieran criar ganado para usted, y muchos más le consultaban para resolver disputas.

En asuntos de contratos y límites de tierras disputados su palabra era ley.
Los impotentes y los poderosos confiaban en su juicio por igual y le buscaban
Para resolver sus disputas. Su juicio siempre fue aceptado como definitivo porque
Su justicia e integridad eran incuestionables. "Si Manuel lo dice, es así."

Usted honraría un mal trato basado en un apretón de manos y preferiría perder una
Fortuna antes de deshonrar su palabra, incluso cuando trataba con aquellos mucho menos Honrados que a usted. Para usted el valor de un hombre se media por su palabra, y
Sabía que el mayor legado que podía dejarle a sus hijos era un nombre inmaculado.

Usted era frugal más allá de la necesidad o de la razón, tal vez porque no
Quería hacer alarde de su relativa riqueza cuando tantos no tenían nada.
Habría ofendido su conciencia social y desmentido su política.
Su única extravagancia fue un gran caballo, en el que no se escatimó ningún gasto.

Aunque considerado, elocuente y de voz suave, no era tímido acerca de compartir su
Punto de vista y se enorgullecía del hecho de que otros le prestaban atención
Cuando hablaba. Usted era un ferviente creyente en la república joven y
centro-izquierdista en sus ideas. Cuando llegó la guerra, fue un blanco fácil.

No había tiempo suficiente para quitar a toda su familia del país, y
Simplemente tenía demasiado que perder, un capital significativo atado en tierras y
Ganado. Así que decidió emigrar a Argentina, después de haber estado en los
EE.UU. cuando soltero y prefiriendo autoexilio en un país con un idioma familiar.

Su esposa e hijos estarían bien, protegidos por su capital y por
La buena voluntad que se había ganado. Y tenía razón en gran medida.
A pesar de la inexperiencia de su esposa, continuó con su negocio, con la
Ayuda de su hijo que heredo su ojo para comprar ganado y su buen nombre.

Muchos años después de que se había ido, su hijo adolescente podía comprar todo el ganado que
Quisiera en cualquier feria regional a crédito, con sólo un apretón de manos, simplemente porque
Era su hijo. Y durante muchos años, extraños darían un paso adelante ofreciendo una
Severa advertencia a aquellos que creían estar tratando de engañar a su hijo en las ferias.

"E o fillo do Café." (Es el hijo del Café, un apodo que se gana la familia por un
El hábito de un antepasado de ofrecer café a cualquiera que visitó su
Despacho en tiempos en que el café era casi un lujo). Eso fue suficiente para detener a cualquiera
Que buscara obtener una ventaja injusta por la juventud y la inexperiencia de mi padre.

Una vez en Buenos Aires, sin embargo, fue un pez muy pequeño en un estanque muy grande,
O, más exactamente, un pez en tierra firme; nadie quedó impresionado por su nombre,
Su pedigrí, su reputación o su forma de hacer negocios. Probablemente también se
Burlaban de su acento gallego y solo sus compatriotas escuchaban cuando hablaba.

Vivía en una pequeña habitación que compartía un patio con una pequeña escuela.
Trabajó de noche como sereno, y trató de dormir durante el día mientras
Los niños jugaban ruidosos al lado. Hizo poco dinero ya que su comercio era
Inútil en una ciudad moderna donde la confianza era una moneda muy devaluada.

Se volvió en una curiosidad anacrónica. Y no podía volver a casa.
Cuando su hijo le siguió hasta allí, debió partirle el corazón;
Usted esperaba que él dirigiría su negocio hasta su regreso; pero él
Dejo la escuela, cansado de ser llamado roxo (rojo) por sus instructores militares.

Debe haber sido insoportablemente difícil para usted. Creo que papá no comprendió su dolor.
Irónicamente, creo que yo sí, pero demasiado tarde. Eventualmente regresó a España a
Una esposa que había criado fielmente a sus hijos sola durante unos veinte años y fue
Ya notan predispuesta a abrazar incuestionablemente su voluntad como su deber.

Sin duda, no se podía usted comprender eso más que papá podría comprenderlo
A usted. Demasiado dolor. Demasiados sueños diferidos, llorados, enterrados y
Olvidados. Volvió a su amada Galicia cuando estaba claro que no sería
Perseguido después que Franco se había vuelto en un tirano relativamente benigno.

La gente ya no se encontraba fusilada o golpeada hasta la muerte en zanjas
A un lado de la carretera como en la guerra. Así que volvió a casa para vivir el resto de sus
Días fuera de sitio, una caricatura de su antiguo ser, descansando en el sus quebradizos
Laureles su ser antes de la Guerra Civil, no quebrado, pero doblado para siempre.

Encontró un mundo muy diferente al que había construido a través de su
Decencia, astucia y emprendimiento. Aprendió a mirar a su alrededor
Antes de dar su opinión, y pasó sus días restantes frenado mucho más
que su antiguo amado caballo, y sin freno de plata pulida que morder.

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Mi translation of my poem "Unsung Heroes #2:Manuel (Paternal Grandfather)" The English original is available here: https://allpoetry.com/poem/14263778-Unsung-Heroes--2-Manuel--paternal-grandfather--by-Victor­-D.-L%C3%B3pez
https://allpoetry.com/poem/14263778-Unsung-Heroes--2-Manuel--paternal-grandfather--by-Victor-D.-L%C3%B3pez
la vez que a bob chambers lo vieron estaba
poniendo lento el día
dura la vista claro el corazón
le dieron una cama de rosas que fue a tirar al mar

entonces
del costado se le alzaban como especies de oleajes
carnes que se soñaban alas a bob chambers y no pasaron de su piel
en esta edad tan carestía

¿ah caramba!
¡ah bob chambers dos en su vehículo terrestre!
olvidados yacen ahora bajo sus capas de volar quedándose
y tanta pena apenas se soporta

pero qué hacer
bob esperaba al viento sur
"madre vieja tengo en casa" decía
y chambers vivía vuelto al sur con la mesa puesta

nunca se pusieron de acuerdo sobre este punto cardinal
así ocurrió lo que se supo:
tirando a un lado y a otro bob chambers se rompió
la soledad o perros se comieron su agujero central

todo el pueblo lo vio
a bob partir a chambers estallar en la mañana lenta
nunca hubo espectáculo igual y todos aplaudieron
y todos aplaudieron

menos la amiga que lloraba por bob
el que dejó el amor para mañana
menos la amiga que lloraba por chambers
el que dejó el amor para la noche

lavaron a la amiga con rosas y limón
le dejaron los pies en agua fría
y nadie habla de bob chambers
se la pasan desarmándolo tristes como señores

bob chambers no protesta
viaja por la muerte montado en un burrito
con la mejilla cerca de la luna tan alta
y una almohadita para el sol
¿De qué agreste balada de la verde Inglaterra,
de qué lámina persa, de qué región arcana
de las noches y días que nuestro ayer encierra,
vino la cierva blanca que soñé esta mañana?

Duraría un segundo. La vi cruzar el prado
y perderse en el oro de una tarde ilusoria,
leve criatura hecha de un poco de memoria
y de un poco de olvido, cierva de un solo lado.

Los númenes que rigen este curioso mundo
me dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal vez en un recodo del porvenir profundo

te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.
Yo también soy un sueño fugitivo que dura
unos días más que el sueño del prado y la blancura.
Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.
Árbol ya largamente florecido,
con el tronco tatuado de iniciales,
lo dejaron en pie los vendavales,
sin una hoja, ni una flor, ni un nido,

igual que un corazón envejecido
que aún palpita, sin bienes y sin males,
lleno de sal, como los litorales,
con fatiga de amor y sed de olvido.

Pero en el árbol se detuvo un día,
para cantar, un pájaro viajero,
y el tronco aquel sintió que florecía...

como florece un corazón huraño,
para después sentir que le hace daño
la flor tardía de su amor postrero.
Mi carne pesa, y se intimida
porque su peso fabuloso
es la cadena estremecida
de los cuerpos universales
que se han unido con mi vida.
Ámbar, canela, harina y nube
que en mi carne al tejer sus mimos,
se eslabonan con el efluvio
que ata los náufragos racimos
sobre las crestas del Diluvio.
Mi alma pesa, y se acongoja
porque su peso es el arcano
sinsabor de haber conocido
la Cruz y la floresta roja
y el cuchillo del cirujano.
Y aunque todo mi ser gravita
cual un orbe vaciado en plomo,
que en la sombra paró su rueda,
estoy colgado en la infinita
agilidad del éter, como
de un hilo escuálido de seda.
Gozo... Padezco... Y mi balanza
vuela rauda con el beleño
de las esencias del rosal:
soy un harén y un hospital
colgados juntos de un ensueño.
Voluptuosa Melancolía:
en tu talle mórbido enrosca
el Placer su caligrafía
y la Muerte su garabato,
y en un clima de ala de mosca
la Lujuria toca a rebato.
Mas luego las samaritanas,
que para mí estuvieron prestas
y por mí dejaron sus fiestas,
se irán de largo al ver mis canas,
y en su alborozo, rumbo a Sión,
buscarán el torrente endrino
de los cabellos de Absalón.
¡Lumbre divina, en cuyas lenguas
cada mañana me despierto:
un día, al entreabrir los ojos,
antes que muera estaré muerto!
Cuando la última odalisca,
ya descastado mi vergel,
se fugue en pos de una nueva miel
¿qué salmodia del pecho mío
será digna de suspirar
a través del harén vacío?
Si las victorias opulentas
se han de volver impedimentas,
si la eficaz y viva rosa
queda superflua y estorbosa,
¡oh, Tierra ingrata, poseída
a toda hora de la vida:
en esa fecha de ese mal,
hazme humilde como un pelele
a cuya mecánica duele
ser solamente un hospital!
Quien fuera no me vio, me vio su sombra que vino justa, cálida a asomarse por mi vida entreabierta; esencia gris sin más olor; ola en donde dos ojos hechos uno se inmensaban.

(Sombras que ven del todo, y no reciben mirada. Nos alarman, mas son invulnerablemente tranquilas como aceite.

Con su espiralidad de escorzo exacto inventan todo acto imposible de espionaje, de introducción, de envolvimiento.

Sobrecojen sin miedo, muerden sin labio, se van sin compromiso.

A veces nos dejaron una rosa, esencia gris sin más olor, prenda sensual de fe sin nombre).

Una rosa de sombras y de sombra, alargada a mi mano esbeltamente, con música sin son, con corrida sonrisa, por cuerpo que no vio,
guardo en mi mano abierta.
Leydis Sep 2017
Entre sin medir consecuencias,
amándote con reverencia,
cobijando tus sueños acuesta de los míos,
con empeño aliviaba tus escalofríos,
metiéndome en tus vacíos escondrijos,
adornándolos con la magia de algún que otro verso,
algún que otro beso que te devolviera la vida,
trepidando entre esos renglones poéticos,
tratando de escribirte otra vida,
decretando cosas en tu vida, que ni tú mismo creías.
Más que te puedo decir amor…
¡Ces’t la vie!

Como agua corriente constantemente fluía,
para mover tus mares estancados,
Para formar ríos de agua dulces en tus aguas saladas.
Hice de las cuatros estaciones una perenne primavera.
mas tus ventiscas de nieves nunca dejaron de cesar,
consecuentemente dañando la tierra que trabaje con mis manos,
estropeando la cosecha, arruinando mis frutos,
y esa nieve que se tornaba en agua poco a poco fue debilitando la estructura de la casa,
más que te puedo decir, ¡Así es la vida!

Te llene de champaña cuando tu paladar solo sabía denotar cerveza barata,
forre tu patio con viñedos de la antigua Francia,
los sembré, para que nunca se perdiera el sabor del embriagante vino en tu insipiente boca.
Te llene de campanas que rimaban con la esperanza,
llene tu mente de museos, de historias no contadas,
te llene de un mundo que tu mente barata nunca podría imaginar,
pero así es la vida amor, “más sabe el rico de pobreza que la pobreza del pobre”
Más que te puedo decir amor…¡Ces’t la vie!

¿Y nuestra cama?
Bueno en esa, el espíritu del Marques de Sade se embreñaba.
Trate por todo medio que nuestra pasión fuera inmarcesible,
que siempre estuviese accesible,
con una llama incandescente,
con un deseo impaciente,
con unos besos indecentes,
con una pasión que reexpida,
mas no era leal tu entrega
y el vacío de tu amor en mi alma vacilaba,
y tu nieve mi calor enfriaba,
hasta que de prolongados otoños se llenaron nuestros días,
y de quererte, de amarte, de regalarme sin medidas resistía.

Hay te dejo tu frio,
yo voy a rehacer mi vida en aguas cristalinas.
Que te puedo decir amor…
¡Ces’t la vie! Acaso,
¿no era eso lo que querías?

LeydisProse
8/23/2017
Aquí, lo que dejaron los puñales.
Aquí esa pobre cosa, un hombre muerto
que se llamaba César. Le han abierto
cráteres en la carne de los metales.

Aquí la atroz, aquí la detenida
máquina usada ayer para la gloria,
para escribir y ejecutar la historia
y para el goce pleno de la vida.

Aquí también el otro, aquel prudente
emperador que declinó laureles,
que comandó batallas y bajeles

y que rigió el oriente y el poniente.
Aquí también el otro, el venidero
cuya gran sombra será el orbe entero.

— The End —