La lluvia se hace más cristalina
iluminada por bombillas de mercurio.
Los humanos
que no quieren
recibir su caricia
se abrigan bajo sombrillas
de colores extraños.
Sólo los niños
y algunos locos extasiados
levantan la cara al cielo
para permitir el roce
de múltiples acuosos dedos:
palpando, deslizándose
por mejilla y ojos
asombrados.
Jorge Gómez A.