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David Josemaria Jul 2012
Que se desliza tu pelo
del viento forastero ya lo saca
y con él al abedul cercano ata
a nosotros a lo largo de un beso.

Pero hacia nuestras articulaciones
nuestra propia voluntad no andará.
Causas de, en las ramas, agitaciones,
y , que son de los bosques, reflexiones
arriba y abajo nos soplarán.

Y más cerca de la impensada cosa
nos anhelamos – dos  humanos seres;
déjanos que aprendamos de la rosa
lo que soy yo y lo que tú eres.
Apoyas la mano
en un árbol. Las hormigas
tropiezan con ella y se detienen,
dan la vuelta, vacilan.
Es dulce tu mano. La corteza
del abedul también es dulce: dulcísima.
Una agridulce plata otoñal sube
desde su raíz honda hacia ti misma.
Mojada por la luz sucia y filtrada,
peinada fríamente por la brisa,
te estás quedando así: cada momento
más sola, más pura, más concisa.

— The End —