Ante las máscaras,
la falsedad o la doble moral...
Con la mirada de frente.
Ser sincero.
Fiel a uno mismo.
Tanto en compañía como
en soledad,
sin hacer daño a los demás.
Algo tan sencillo
y, al mismo tiempo,
uno de los tesoros
más preciados...
De la personalidad.
Da sentido a estas letras:
seguir escribiendo,
seguir sintiendo,
y continuar...
Con la mirada de frente.
A estas alturas de
la película, y en
este plano existencial,
presentarse con
barreras o máscaras...
¿ A quién le
sirve ya?
Mejor las personas
que vienen de frente,
las que no se esconden,
las que son
auténticas
de verdad.
Las que te miran a los ojos
y se atreven a contarle
al mundo su verdad.
Las que son leales,
no solo consigo mismas,
sin disfraces ni escudos,
sino también
con los demás.
¿O acaso
aparentar,
tener doble cara,
tiene algún sentido
o valor existencial?
Porque, más allá
de esta versión
literaria y simbólica,
ante las máscaras,
la falsedad o la doble moral...
¿Qué otra cosa
mejor que
la propia
autenticidad?
Con la cabeza bien alta,
ni más, ni menos
que nadie,
y con la mirada de frente...
En paz con uno mismo,
y también con los
demás.