Iba con la ropa destrozada buscando qué robar en los abastos, cuando al agarrar una lata la estantería se le vino encima. Salió corriendo como victorioso, huyendo de su escena fatal, como si hubiese ganado algún premio.
Al salir se encontró sin nada, pensó que lo había logrado: "Pero lo logré, la tenía. Estaba justo en mis manos". La tenía y lo había logrado; despedazarse al olvido.
Continuó caminando y se consiguió a alguien peor vestido y más sucio, lo miró y recordó; su ropa era la de él, más sucia y arrastrada: -"Devuélveme mi ropa, ladrón" - Le dijo.
-"Yo era peor que yo, al fin puedo ver. Peor que que este vagabundo del que estoy vestido, más que la estantería que encima de mí caía, peor que el guardia que me sostuvo".
Se miró y no contuvo las lagrimas mientras se desnudaba para entregar las prendas ajenas, una por una como oruga floreciendo.
Su piel era brillante como sol atenuante, despiadado dejaba ciegos a quienes lo veían al pasar. Se entregó y volvió a vestir sus prendas asquerosas y mohosas, con sangre seca.
"Soy peor de lo que pensé que era, ahora sé que no hay valor en mí. Le robe el alma a un pobre pendejo y el pendejo se burló de mí".